We are not good, until we all are good
Colección de formación familiar Año 1 - Número 1
www.alpamayo.edu.pe
La dignidad de la familia El hogar ha de ser la escuela primera y principal donde los hijos aprendan y vivan las virtudes humanas y cristianas.
“El buen ejemplo de los padres, de los hermanos y de los demás componentes de la familia, se refleja de manera inmediata en la configuración de las relaciones sociales que cada uno de los miembros de esa familia establece”.
P
Siempre del lado de tu familia
or su misión natural y sobrenatural, por su origen, por su naturaleza y por su fin, es grande la dignidad de la familia. Toda familia tiene una entidad sagrada, y merece la veneración y solicitud de sus miembros, de la sociedad civil y de la Iglesia. Por eso, resultaría una trágica corrupción de su esencia reducirla a las relaciones conyugales, o al vínculo de sangre entre padres e hijos, o a una especie de unidad social o de armonización de intereses particulares. San Josemaría insistía en que «debemos trabajar para que esas células cristianas de la sociedad nazcan y se desarrollen con afán de santidad». El hogar ha de ser la escuela primera y principal donde los hijos aprendan y vivan las virtudes humanas y cristianas. La realidad familiar funda unos derechos y unos deberes. Antes que nada las obligaciones: todos sus miembros han de tener conciencia clara de la dignidad de esa comunidad que forman, y de la misión que está llamada a realizar. Cada uno ha de cumplir sus deberes con un vivo sentido de responsabilidad, a costa de los sacrificios que sean precisos. En cuanto a los derechos, la familia reclama el respeto y la atención del Estado por un doble título: es la familia la que le ha dado origen, y porque la sociedad será lo que sean las familias. Para cumplir todos estos deberes, es indispensable que sus miembros sobrenaturalicen su afecto, como sobrenaturalizada está la familia. De este
amor —suave y exigente a la vez— brotan esas delicadezas que hacen de la vida familiar un anticipo del Cielo. En los momentos actuales de la vida de la sociedad, se hace especialmente urgente volver a inculcar el sentido cristiano en el seno de tantos hogares. La tarea no es sencilla pero sí apasionante. Adquiere entonces particular importancia en la consecución de este proyecto la educación de los hijos, aspecto fundamentalísimo de la vida familiar. Para responder a este gran reto —educar en una sociedad en buena medida descristianizada— conviene recordar dos verdades fundamentales: «La primera es que el hombre está llamado a vivir en la verdad y en el amor. La segunda es que cada hombre se realiza mediante la entrega sincera de sí mismo». En la educación están implicados tanto los hijos como los padres, primeros educadores, de modo que solo se puede dar en la «recíproca comunión de las personas»; el educador, de algún modo «engendra» en sentido espiritual, y según esta perspectiva, «la educación puede ser considerada un verdadero apostolado». Es una comunicación vital, que no solo establece una relación profunda entre educador y educando, sino que hace participar a ambos en la verdad y en el amor, meta final a la que está llamado todo hombre por parte de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo» Fuente: adaptación de www.opusdei.org.pe
El Prelado del Opus Dei, monseñor Javier Echevarría, ha convocado un año mariano para rezar por la familia. El año mariano finalizará el 27 de diciembre, Fiesta de la Sagrada Familia. Todos los católicos estamos invitados a rezar en la propia familia con especial devoción.
Educar hijos libres
Un caballero de Alpamayo, es tanto cortés como valiente
La confianza que se nos muestra nos mueve a obrar, pero sentir desconfianza de nosotros nos paraliza. Por eso, es muy ventajoso ayudar a los hijos a administrar su libertad.
Q
uerer a los hijos es querer su libertad. Pero eso también supone correr un riesgo, exponerse a la libertad de los hijos. Únicamente así su crecimiento es propiamente suyo: una operación vital, inmanente, y no un automatismo o un reflejo condicionado por la coacción o la manipulación.
UNA LIBERTAD QUERIDA Y RE-QUERIDA
SABER CORREGIR
REFLEXIÓN
A LA PERSONA y su liber1 RESPETAR tad no significa dar por válido todo
Quien se acostumbra desde pequeño a pensar que todo se resuelve de forma automática, sin ningún esfuerzo o abnegación, probablemente no madurará a su tiempo. Y cuando la vida hiera –cosa que inevitablemente hará–, quizá no tenga arreglo. “El hombre debe modelar su carácter, aprender a esperar los resultados de un esfuerzo largo y continuado, a superar la esclavitud de lo inmediato”. Ciertamente, el ambiente hedonista y consumista que hoy respiran muchas familias en el llamado “primer mundo” –y también en otros muchos ambientes de países menos desarrollados–, no facilita captar el valor de la virtud o la importancia de retrasar una satisfacción para obtener un bien mayor. Pero frente a esta circunstancia adversa, el sentido común pone de manifiesto la importancia del esfuerzo: por ejemplo, en nuestros días cuenta con especial vigor la referencia a la cultura deportiva, en la que se advierte que quien desea ganar una medalla ha de estar dispuesto a sufrir entrenamientos prolongados y arduos. Todos estamos llamados a lograr esa libertad moral, que solo puede obtenerse con un uso –no cualquier uso– moralmente bueno de la libertad de albedrío. Constituye un reto para los educadores, y en particular para los padres, mostrar de modo convincente que el uso auténticamente humano de la libertad no consiste tanto en hacer lo que nos dé la gana, como en hacer el bien porque nos da la gana que, como solía decir San Josemaría, es la razón más sobrenatural.
lo que una persona piense o haga. Los padres han de dialogar con sus hijos sobre lo bueno y lo mejor y, en alguna circunstancia, inevitablemente deberán tener el valor de corregir con la necesaria energía.
LA LIBERTAD de los hijos está 1 QUERER muy lejos de una despreocupada
SE PUEDE TOLERAR CUALQUIER 2 NO TIPO DE COMPORTAMIENTO. Los pa-
indiferencia sobre cómo la utilizan. Por tanto, amar la libertad de los hijos quiere decir también saber requerirla.
dres que no solo respetan a sus hijos sino que los aman, afrontan los posibles comportamientos negativos de los hijos.
CIERTOS LÍMITES que los pa2 RESPETAR dres establecen en sus hijos. Algunas
DESEA EL BIEN DE LA PERSONA, 3 ELqueAMOR ésta dé lo mejor de sí, que alcan-
veces puede resultar necesaria una sanción, aplicándola con prudencia y moderación, dando las razones oportunas y, desde luego, sin violencia.
ce la felicidad; y por eso quien ama pretende que el otro luche contra sus deficiencias, y sueña con ayudarle a corregirlas.
CONFIANZA Y ANIMAR, con pa3 OFRECER ciencia, da los mejores resultados.
UNA CONDUCTA CORRECTA suele ser 4 resultado de muchas correcciones,
También en el caso extremo, cuando el hijo toma una decisión que los padres tienen buenos motivos para juzgar errada, e incluso para preverla como origen de infelicidad, la solución no está en la violencia. Comprender, permanecer al lado de los hijos para ayudarlos a superar las dificultades y, si fuera necesario, a sacar todo el bien posible de aquel mal.
y éstas serán más eficaces si se administran con sentido positivo, poniendo sobre todo de relieve lo que se puede mejorar en el futuro.
QUE CADA UNO SEA CAPAZ DE HACER EL 4 BIEN por propio convencimiento es la meta de la tarea formativa. Para ello, es necesario suministrar los instrumentos intelectuales que los hijos puedan necesitar.
EDUCAR LA LIBERTAD Cada edad de la vida tiene sus aspectos positivos. Uno de los más nobles que tiene la juventud es la facilidad para confiar y responder positivamente a la exigencia amable. En un tiempo relativamente corto pueden apreciarse cambios notables en jóvenes a quienes se han confiado encargos que podían asumir, y que apreciaban como importantes: ayudar a una persona, colaborar con los padres en alguna función educativa...
Fuente: adaptación del texto de J.M. Barrio