MES DE JUNIO DE 2014 VALOR: LA PERSEVERANCIA
PARA COMENZAR Estás en la primaria y eso significa que has mantenido el esfuerzo de estudiar a lo largo de varios años. ¿Acostumbras proceder así en las actividades de tu vida, o dejas las cosas sin terminar? Conoce a una niña como tú que tardó toda la vida en alcanzar su meta.
PERSEVERANCIA El salón del sol A la pequeña Adela le fascinaban los rompecabezas. Un día por un anuncio, se enteró de que ya estaba a la venta el más grande del mundo. Tenía 24,000 piezas, medía cuatro metros y presentaba imágenes de todo lo más hermoso. Cuando cumplió 10 años, su padre, don Amado, se lo regaló. También acondicionó una habitación de su casa en Guanajuato a la que entraba mucha luz y colocó una mesa para el trabajo: “Éste es el salón del sol”, le dijo. Juntos abrieron la caja y clasificaron las piezas a lo largo de veinte meses. Don Amado murió cuando Adela tenía 16 años, pero ella siguió con el rompecabezas, que apenas tenía la quinta parte completa. A los 20, al regresar del internado, besó a su madre, a sus hermanos y se fue corriendo al salón. Dedicaba cualquier rato libre a completar la tarea. Cuando el guapo Martín le propuso matrimonio, ella le puso una condición: “Sí, pero ayúdame a buscar la cabeza de la cebra, que no encuentro”. Nacieron sus hijos: por ratos los arrullaba, por ratos colocaba nuevas piezas. Cuando Martín chico comenzó a caminar ya había completado los peces. Cuando Amelia salió de primaria alcanzaba a verse el arcoíris. Ernesto se graduó y ayudó a su madre con la ciudad sumergida. “¡Es la Atlántida!”, dijeron y se abrazaron. A los 50 años Adela enfermó. El médico le recomendó reposo pero ni así dejaba su tarea.
Sus nietos eran traviesos... Adela temía que perdieran piezas; sin embargo, cariñosamente guiaba manos para que colocaran alguna en su lugar. Cuando enviudó sólo faltaban detalles. Su vista se nublaba, pero sus dedos reconocían los contornos. Habían pasado sesenta años desde el día en que Don Amado le llevó el regalo y ya podía verse todo: los animales, los globos, los veleros, las águilas, los planetas… Sus manos alcanzaron a completar la luna. Faltaba sólo una pieza, la punta del ciprés, cuando doña Adela se quedó dormida para siempre. Ángel, su nieto, puso en su lugar la última pieza y acarició a su abuela. ………………………………………………………………………………………………… ¡PIÉNSALO!
¿Por qué crees que a Adela le duró tanto el entusiasmo por su rompecabezas? ¿Consideras que en algún momento se desanimó ó dejó de gustarle lo que estaba haciendo? ¿Se dedicó sólo a eso o lo combinó con otros aspectos de su vida? ¿Fue importante que sus familiares la ayudaran? ¿Piensas que el apoyo de los demás favorece la perseverancia?
PONTE EN ACCIÓN La perseverancia genera hábitos positivos que enriquecen tu vida. Por ejemplo, el de la lectura. Inicia ahora mismo la lectura de un libro sugerido por tu maestro. Fíjate una meta, no importa que sean pocas páginas. Cuando lo termines, comienza otro, y así por el resto de tu vida (¡como si estuvieras armando el rompecabezas) Junto con la perseverancia adquirirás conocimientos sobre el mundo que te rodea. AHORA YA LO SÉ La perseverancia es el esfuerzo sostenido por amplios periodos para alcanzar las metas que nos hemos fijado en la vida. Desarrollar la misma tarea todos los días nos permite tener firmeza de propósitos y ordenar nuestras actividades para conseguirlos
PERSEVERANCIA Del latín perseverantia, la perseverancia es la acción y efecto de perseverar. Este verbo hace referencia a mantenerse constante en un proyecto ya comenzado, una actitud o una opinión, aún cuando las circunstancias sean adversas o los objetivos no puedan ser cumplidos. Perseverar también es durar por largo tiempo. Como es sabido, la perseverancia es la clave del éxito en la mayoría de los emprendimientos, y puede aplicarse a campos tan diversos como el trabajo físico, el estudio y las relaciones amorosas. En todos los casos, se debe tener un objetivo claro, una meta que justifique el esfuerzo y la dedicación en un período de tiempo generalmente extenso. A lo largo del camino hacia el cumplimiento de dicho objetivo, la frustración es uno de los peores enemigos de todo emprendedor; para evitar autoconvencerse de que no vale la pena continuar luchando, es esencial estar preparado para los intentos fallidos, que son tan naturales como los triunfos. Justamente en saber aceptar los propios fracasos como parte integral de la vida y convertirlos en recursos reside el secreto de la victoria. Tomando como ejemplo el estudio de un idioma extranjero, se suele creer que quienes comienzan de pequeños aprenden mejor que los adultos, y que tienen un menor índice de deserción. La explicación más común para dicho fenómeno gira en torno a la edad, alegando que cuanto más joven es una persona, más predispuesta se encuentra a incorporar una nueva estructura lingüística. Sin embargo, adoptando una visión más constructiva, podemos asumir que quienes se embarcan en un estudio en su madurez suelen cometen un error que los niños, no. Este elemento contraproducente es el miedo, y se origina en un constante análisis de las probabilidades de fracaso, de la falta de tiempo o de lucidez, en pensar si vale la pena invertir tiempo y dinero en una actividad que, quizás, sea demasiado para nosotros. Los niños, en cambio, suelen encarar el aprendizaje de una manera más pasiva; no necesitan buscar el conocimiento, ya que éste llega a ellos.
La perseverancia aparece en los peores momentos, justo cuando todo parece desmoronarse frente a nuestros ojos; su recompensa, por otro lado, es directamente proporcional a la angustia y la desolación que sentimos antes de adoptarla como actitud para nuestras batallas. En las relaciones interpersonales, los roces y el desencantamiento son dos elementos inevitables; los años de convivencia sacan a la luz diversas características negativas de las personas que no se evidencian mientras existe una cierta distancia. Muchas veces, ante el descubrimiento de los defectos ajenos, el interés por formar parte de una pareja o de un grupo de amigos decrece; cuando llega este punto crucial de un lazo afectivo, se presentan tres caminos bien diferenciados: el corte de la relación; la negación del problema, que acarrea malestar y frustración; la perseverancia. Dado que no existe relación posible entre dos personas en la cual no haya conflictos, tampoco existe relación que no requiera de la perseverancia para desarrollarse sanamente. Acercarnos a otros seres vivos y a nosotros mismos representa uno de los mayores desafíos de la humanidad, así como una de las experiencias más enriquecedoras que podemos vivir en esta Tierra y, como todas las grandes oportunidades, exige un gran esfuerzo de nuestra parte. Es esencial tener claro que no se puede alcanzar el éxito si se transita indefinidamente un camino que nos haya conducido al fracaso. En otras palabras, perseverar no consiste en intentar lo mismo una y otra vez, sino en mejorar los métodos, en probar cosas diferentes, sin miedo a tener que comenzar nuevamente. Por último, es de popular conocimiento la frase “persevera y triunfarás”, supuestamente creada por el filósofo romano llamado Lucio Anneo Séneca, que nació en el año 4 a. C..
PENSAMIENTOS DE PERSEVERANCIA Comenzar es de todos; perseverar, de santos. Autor desconocido Da gracias a Dios, que te ayudó, y gózate en tu victoria. — ¡Qué alegría más honda, esa que siente tu alma, después de haber correspondido! San José María Escrivá de Balaguer El desaliento es enemigo de tu perseverancia. —Si no luchas contra el desaliento, llegarás al pesimismo, primero, y a la tibieza, después. —Sé optimista. San José María Escrivá de Balaguer El secreto de los grandes corazones se encierra en una palabra: Perseverar. Víctor Hugo Fomenta y preserva ese ideal nobilísimo que acaba de nacer en ti. —Mira que se abren muchas flores en la primavera, y son pocas las que cuajan en fruto. San José María Escrivá de Balaguer Imposible, es una palabra que sólo se la encuentra en el diccionario de los tontos. Napoleón Bonaparte La constancia no está en empezar sino en perseverar. Leonardo de Vinci La perseverancia es convertir lo imposible en posible. Autor desconocido La perseverancia es el vigor de los fuertes y el fundamento de todas las virtudes. Suprimidla y habréis suprimido toda virtud sobresaliente, toda acción heroica y todo esfuerzo generoso. San Bernardo La perseverancia es invencible. Es por ello que el tiempo, en su acción,
destruye y derriba toda potencia. Plutarco La perseverancia marca la diferencia entre el fracaso y el éxito. Autor desconocido La perseverancia no es una carrera larga; es una serie de carreras, una tras otra. Walter Elliott Las grandes obras son hechas no con la fuerza, sino con la perseverancia. Samuel Johnson No dará Dios la perseverancia, si no al que se la pida con perseverante oración. San Nilo No te aflijas si no recibes de Dios inmediatamente lo que pides: es El quien quiere hacerte más bien todavía mediante la perseverancia en permanecer con El en la oración. Catecismo de la Iglesia Católica ¿Qué hacer? Algo. Cualquier cosa. Excepto quedarnos sentados. Si nos equivocamos, comenzar de nuevo. Probar otra cosa. Pero si esperamos hasta estar satisfechos y tener todas las certezas, puede que sea demasiado tarde. Lee Lacocca Te apartaste del camino, y no volvías porque te daba vergüenza. —Es más lógico que te diera vergüenza no rectificar. San José María Escrivá de Balaguer Si uno persevera, Dios no se niega a nadie. Santa Teresa de Ávila
CUENTOS
EL DIBUJO PARLANTE Pintín Tilirín era un niño pequeño que disfrutaba yendo al cole y haciendo cualquier cosa, menos pintar y escribir. A Pintín no se le daba muy bien eso de usar los lápices, así que sus dibujos no le salían muy bonitos y él se disgustaba y no quería seguir pintando. Pero un día, Pintín encontro un lápiz de colores tan chulo, que no pudo resistirse y se puso a pintar un círculo. Como siempre, no le salió muy bien, y ya estaba a punto de tirar el lápiz cuando el dibujo comenzó a hablar: - Pss, no irás a dejarme así, ¿verdad? Píntame unos ojos por lo menos. Pintín, alucinado, dibujó dos puntitos dentro del círculo. - Mucho mejor, así ya puedo verme - dijo el círculo mientras se observaba... - ¡¡¡Argggg!!! ¡pero qué me has hecho! El niño comenzó a excusarse: - Es que yo no dibujo muy bien... - ¡Bueno, no pasa nada! -le interrumpió el acelerado dibujo-. Seguro que si lo vuelves a intentar te sale mejor. ¡Venga, puedes borrarme! Pintín borró el círculo y trazó otro nuevo. Como el anterior, no era muy redondo. - ¡Ey!, !los ojos, que se te olvidan otra vez! - ¡Ah, sí! - Hmmm, creo que voy a tener que enseñarte a pintar hasta que me dejes bien -dijo el muñeco con su vocecilla rápida y gritona.
A Pintín, que seguía casi paralizado, no le pareció mala idea, y enseguida se encontró dibujando y borrando círculos. El muñeco no paraba de decir, "borra aquí, pero con cuidado que duele", o "¡píntame un poco de pelo, anda, que parezco un chupa chups!", y otras cosas divertidas. Después de pasar juntos casi toda la tarde, Pintín ya era capaz de dibujar el muñeco mucho mejor que la mayoría de sus compañeros de clase. Estaba tan contento, que no quería dejar de pintar con aquel profesor tan chiflado, y antes de acostarse, le dio miles de gracias por haberle enseñado a pintar tan bien. - ¡Pero si yo no he hecho nada, tontuelo!- respondió con su habitual tono acelerado-. ¿No ves que has estado practicando mucho y con alegría? Seguro que nunca antes lo habías hecho, ¡pintabichos! Pintín se paró a pensar. Realmente antes dibujaba tan mal que nunca había practicado más de 10 minutos seguidos, y siempre lo hacía enfadado y protestando. Sin duda, el muñeco tenía razón. - Bueno, tienes razón, pero gracias de todas formas- dijo el niño, y antes de meterse en la cama, guardó con mucho cuidado el lápiz en su mochila. A la mañana siguiente, Pintín se levantó de un salto y fue corriendo a buscar su lápiz, pero no estaba. Buscó por todas partes, pero no había rastro del lápiz. Y la hoja en que había dibujado el muñeco, aunque seguía llena de borrones, estaba blanca. Empezó a ponerse nervioso, y ya no sabía si había estado toda la tarde anterior hablando con el muñeco o lo había soñado. Así que para salir de dudas, tomó un lápiz y una hoja, y se puso a dibujar un muñeco... No le salió nada mal, sólo se le torcieron un par de esquinas; entonces se imaginó al muñeco mandón pidiéndole que redondeara esos bordes, que parecía que le quería poner granos, y con alegría borró ese tramo y lo rehízo. Y se dio cuenta de que su loco dibujo tenía razón: daba igual o no tener el lápiz mágico, para aprender a hacer las cosas bastaba seguir intentándolas con alegría; y desde aquel día, cada vez que
pintaba, dibujaba o hacía cualquier otra cosa, no dejaba de divertirse imaginando el resultado de su trabajo protestando y diciendo "¡arréglame un poco, chico, que así no puedo ir a la fiesta!".
Pedro Pablo Sacristán
LA SÉPTIMA CARRERA Escocia tuvo un rey llamado Roberto. Su reino estaba amenazado por Inglaterra, cuyo monarca había enviado a un ejército para apropiarse de sus tierras. Los escoceses ya estaban cansados y el reino poco a poco caía en la pobreza. Roberto quería hacer la paz, pero tomar las armas le parecía inadecuado. Así que un día envió un emisario a la corte del rey enemigo para proponerle que resolvieran todo mediante una competencia de caballos. Si Roberto ganaba, los invasores se irían de sus tierras. Si Roberto perdía, se las entregaría. La carrera se llevó a cabo. Roberto perdió, pero le pidió una nueva oportunidad al enemigo. —Piensa que mi patria está en juego —dijo al otro rey. Seguro de que Roberto no lo lograría, el enemigo le dio cinco oportunidades más. En todas lo venció. Una tarde de lluvia Roberto se refugió en una caverna, triste y sin esperanza. Entonces, sobre su cabeza vio a una araña muy pequeña que trataba de tejer su tela entre dos paredes. En seis ocasiones intentó tender el hilo de un extremo a otro, pero no lo logró. “Pobre animalillo” pensó el rey “tú sabes lo que son seis derrotas seguidas”. Pero entonces notó que la araña lo estaba intentando de nuevo y observó con gran interés lo que ocurría. “¿Volverá a fallar?” se preguntó. Pero en la séptima ocasión la araña consiguió su objetivo y siguió tejiendo. Inspirado por ese hecho pensó: “Si ella lo hizo ¿por qué no pruebo una
vez más?” Con ánimo renovado fue en busca del monarca inglés y le pidió una última oportunidad. —Si en esta ocasión pierdo, me iré para siempre a las montañas —le informó.—Pobre ingenuo. Te la daré para mostrarte que las tierras no son para ti —respondió, confiado, el contrincante. En la séptima carrera Roberto puso todo su entusiasmo. Su caballo parecía compartirlo con él. Uno y otro dieron lo mejor que tenían de sí hasta casi perder el aliento. Para sorpresa de todos, fueron los primeros en llegar a la meta. El rey de Inglaterra admiró la perseverancia del contrincante. Como hombre de honor que era, poco después reconoció la independencia de Escocia. Hasta la fecha quienes viven allí recuerdan a la esforzada araña que inspiró la última carrera. —Leyenda escocesa