Pre-textos Pensar PARA
BoletĂn Informativo 03 Febrero de 2020
Boletín Informativo 03
¿QUÉ ES PRE-TEXTOS
PARA PENSAR?
Conscientes de nuestra responsabilidad de aportar y acompañar a nuestras familias en el proceso formativo de sus hijos, les presentamos nuestro boletín “Pre-textos para Pensar”, el cual esperamos haga aportes en la comprensión de nuestro papel como adultos de referencia. Bienvenidos, Que sea un pretexto…
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Febrero de 2020
NIÑOS SIN AUTONOMÍA:
UN ABANDONO EN EL BOSQUE Por: Equipo de Psicología CCB
Yamato Tanooka, un niño japonés de siete años fue abandonado por sus padres en un bosque como castigo por su mal comportamiento. Los padres le exigieron bajarse del carro porque estaba tirando piedras a los transeúntes. Lo dejaron frente al bosque y se adelantaron 500 metros. Cuando regresaron por él, ya no se encontraba en el lugar donde lo habían dejado. El niño estuvo desaparecido en el bosque durante seis días. La noticia analizada desde la acción de los padres, conmociona por las implicaciones del acto de “abandonar en el bosque”, es decir, dejar solo, sin recursos, a su suerte, sin mayores posibilidades de sobrevivir, considerando la edad, a alguien que no está listo para hacer frente a las exigencias del medio. Esto equivaldría a que un niño se enfrente a las experiencias cotidianas sin contar con lo necesario para asumirlas. Seguramente si se preguntara a cualquier padre sobre su opinión frente a este acto, expresaría su desacuerdo y por supuesto jamás consideraría tal recurso para educar a sus hijos.
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Boletín Informativo 03
Así mismo, es posible considerar que una excesiva protección puede implicar un acto de abandono cuando no facilitamos en los niños procesos de autonomía que les permitan relacionarse con las experiencias de la vida desde una posición responsable. Es decir, esta forma de protección significa hacer por ellos, responder por ellos, evitar que experimenten las emociones que implica la dificultad y evitarles las consecuencias de sus actos. Cuando un niño se enfrenta a las exigencias del día a día, a los retos de la convivencia, a asumir sus responsabilidades escolares, entre otros, construye recursos propios de autonomía. Cuando los adultos asumimos por ellos, tenemos niños y jóvenes que no quieren saber sobre sus actos, sobre las posibilidades que tienen para hacerse cargo de lo que no funciona, o bien, abrumados con las exigencias, las normas y con lo que se espera de ellos, prefieren dejar que los adultos se conviertan en sus escudos, para evitar ser tocados por los límites que la autoridad les impone, pues no se encuentran en la capacidad de resolver con sus frágiles armaduras.
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Cuando un niño se enfrenta a las exigencias del día a día, a los retos de la convivencia, a asumir sus responsabilidades escolares, entre otros, construye recursos propios de autonomía.
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Esta ausencia de límites, esta incapacidad de incomodar a niños y jóvenes por temor a generar frustración, aleja a las nuevas generaciones de la oportunidad de responder, de resolver su malestar, de hacer frente a sus temores con sus propios recursos. Por ello les cuesta asumir tareas que exijan algún sacrificio, porque no están dispuestos a soportar la angustia de no ser suficientes, en espera de que los adultos resuelvan por ellos y otorguen premios por cumplir con el deber. Esta posición pasiva finalmente afectará su energía creadora y su capacidad de inventar frente a la dificultad y ello no es otra cosa que el reflejo de jóvenes sin autonomía.
Al parecer somos una generación de adultos temerosos y con sentimientos de culpa, a quienes se nos dificulta soportar el error, porque las equivocaciones de los niños las vivimos como si fueran propias.
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Cuando los padres están centrados en sus hijos respondiendo al mandato de una parentalidad excesiva en su pulcritud, que no reconoce las fallas, que no autoriza decepciones, obstruyen la conquista de la autonomía. En esta medida, para evitar fracasar en cada equivocación de su hijo, optan por llevarlo en brazos. Al parecer somos una generación de adultos temerosos y con sentimientos de culpa, a quienes se nos dificulta soportar el error, porque las equivocaciones de los niños las vivimos como si fueran propias; esto se traduce en una intención de no incomodar a los niños, tanto en la casa como en la escuela.
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Y entonces...¿Qué camino seguir? La construcción de la autonomía brinda a los niños la posibilidad de formarse como individuo diferenciado, en primera instancia de sus cuidadores, para posteriormente diferenciarse de los otros que hacen parte en su día a día. Esta construcción va de la mano de trabajar otros procesos de desarrollo personal y social (toma de decisiones, respeto, responsabilidad, autoconcepto, autocontrol, manejo emocional entre otros), procesos que les permiten a los niños integrarse a los diferentes contextos a los que pertenecen, desenvolviéndose por sí mismos y sintiéndose seguros y confiados. No lograr la autonomía esperada podría desencadenar situaciones que no permitan la integración tranquila del niño a los diferentes contextos a los que se ve enfrentado. Por ejemplo, dificultades para asumir nuevos cambios como el ingreso a la escolaridad, dificultades para alimentarse por sí solo, solucionar conflictos, entre otras. En este orden de ideas es preciso resaltar el papel trascendental que cumplen los adultos en este proceso. Si bien la autonomía es una adquisición, ella no surge espontáneamente. Como en la niñez, en la adolescencia se logra gracias a la relación con los otros, representados fundamentalmente en los padres y adultos de referencia, quienes tienen bajo su responsabilidad garantizar y facilitar estas condiciones de vínculo y autorización. Hablar de alguien autónomo es hablar de un ser humano que a futuro logra reconocerse en la singularidad que lo diferencia de los otros y le permite integrar una postura coherente entre sus deseos, acciones y consecuencias. La autonomía es una conquista de “ser por sí mismo”, que se construye a lo largo de la vida y que solo es posible con la autorización, acompañamiento y el vínculo con los adultos significativos.
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Una de las maneras como un padre puede ayudar en la consolidación de hijos autónomos, está en la posibilidad de facilitar sus actos de independencia, es decir, que aquellos aspectos que se han nombrado como “ser por sí mismo” y el logro de una identidad, suceden en la medida en que los padres les permiten sentirse autorizados a crecer, valoran los intentos que hacen los niños y jóvenes por ser diferentes a ellos y los animan a tomar sus propias decisiones. Finalmente, para que estos procesos de “separación” sean alcanzados, los adultos deben estar en capacidad de ser soporte de los diferentes movimientos que se presentan en los niños y jóvenes en función de la construcción de su autonomía. Así las cosas, el paso de una posición de dependencia a una de independencia, implica que los padres acepten que sus hijos cada vez necesitan menos de ellos para resolver asuntos que pueden ser conflictivos. Mostrar tranquilidad frente al cambio de lugar que se está teniendo en la relación con los hijos, transmite el mensaje que es posible crecer sin lastimar a los padres.
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Una de las maneras como un padre puede ayudar en la consolidación de hijos autónomos, está en la posibilidad de facilitar sus actos de independencia.
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