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‘Mientras el mundo gira’
Buñuel le anunció el “desastre biológico”
Dos desempleados matan el tiempo leyendo el periódico en un parque cualquiera. Entre todos los temas que se les ocurren mientras compiten por el mejor puesto en una de las bancas del lugar, abordan la existencia de los zombis, las potencialidades de los chinos, lo complejo de la física cuántica y los secretos de una vieja amante. Los actores Orlando Valenzuela y Luis Miguel
En 1982, en el preludio del Premio Nobel de Literatura, a Gabriel García Márquez lo atormentaba una desventura familiar: el fantasma de la desmemoria. Reunió a sus allegados en busca de testimonios para Vivir para contarla y el 1º de agosto de 1982, en la edición dominical de El Espectador, ventiló entre líneas su caso a propósito de la
Hurtado protagonizan la comedia existencial Mientras el mundo gira, un texto original de Carlos García, con música de Camila Cano, producción de Orca y la voz en off de Natalia Bedoya. Esta pieza teatral compuesta por gags, sketches y situaciones absurdas estará en temporada en La Sinagoga de La Casa del Teatro Nacional, hasta el 15 de marzo.
publicación de las memorias de su amigo y maestro de cine Luis Buñuel, tituladas Mi último suspiro. Su amistad se consolidó en los años 60, en escenarios como el Festival de Acapulco, y además de cine hablaban de sus genes familiares, de la amenaza que Gabo llama “amnesia senil”. Recomendó publicar en el Magazín Dominical de este diario el
último capítulo del libro de Buñuel, editado por Plaza & Janés: “Soy viejo, esa es mi principal enfermedad”, es el título. Y de su puño y letra escribió “La vejez juvenil de Luis Buñuel”, texto sobre el drama del español que después el colombiano viviría en carne propia. Fragmento de “Vivir para olvidarla”, reportaje publicado por El Espectador en 2012.
País
Gente Orlando Valenzuela y Luis Miguel Hurtado. / Cortesía Teatro Nacional
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García Márquez y Fidel Castro. / Archivo
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Laboratorio de trajes inteligentes
La tecnocracia del vestuario ¶ En las instalaciones de Plataforma Bogotá se llevó a cabo un taller para crear obras estéticas que tejan un puente entre la moda y la tecnología.
Ni Fidel Castro pudo hacer más por ellos en Cuba
Con el vestido ‘SIA’ se personifica a una novia del año 2050. / Fotos: Liz Durán
DAVID OTERO NIETO
koastska@hotmail.com @lacostamalvada
Durante la Revolución industrial Joseph Marie Jacquard creó en Francia un telar que, gracias a la tecnología de las tarjetas perforadas que algunos de sus coetáneos comenzaban a desarrollar, podía crear automática y rápidamente patrones que resultaban complejos para el hilado manual, contradiciendo así las divergencias entre las técnicas estéticas del vestuario y el desarrollo tecnológico, un avance que se convertiría en uno de los antecedentes de la informática contemporánea. La realización de un taller laboratorio conlleva un aprendizaje, incluso para quien se encarga de conducirlo, como lo confirma Amor Muñoz, artista mexicana galardonada en los premios ARS Electrónica en Austria y poseedora del New Face Award que se otorga en el Japan Media Arts Festival, gracias a su trabajo que entrelaza los discursos de la moda y la tecnología como narrativa de un espacio que se manifiesta en el vestir. Entre hilos conductores, sensores y contactos eléctricos se forja el concepto de las prendas desarrolladas en el Laboratorio de Trajes Inteligentes de Plataforma Bogotá,
un espacio que se abre a las nuevas propuestas que tratan, así como lo hace Amor Muñoz, la tensión entre la creación artística y el desarrollo tecnológico. El trabajo que desembocó en esta utopía indumentaria responde a una organización interdisciplinar, a la labor conjunta de diseñadores de modas, artistas plásticos, programadores, ingenieros y diseñadores industriales. Se trata en realidad de un “experimento social”, como lo describe Muñoz, donde, además de la creación de una pieza estética que tiene sentido para su entorno, se debatió para llegar a un punto común en el que todos los creadores antes citados tuviesen cabida y lograran crear el concepto que se traza en los tejidos de cada una de las prendas. La muestra, llevada a cabo el pasado 6 de marzo, ofreció un adelanto del proyecto que se gesta como primera fase de su desarrollo final, buscando llevar las cuatro prendas elaboradas durante el taller al Círculo de la Moda 2014, que se realizará en mayo. Los trajes creados en Plataforma Bogotá son un reflejo de la iniciativa de los participantes, quienes fueron escogidos por Muñoz en una convocatoria abierta en la que se tomaron en cuenta los planes de cada artista y la coherencia de sus propuestas con esta red de trabajo. “La idea es poder generar un espacio de encuentro entre disciplinas que han tenido muy pocos en nuestra historia, como lo son el arte y la ciencia. La idea es poder ver qué
Los García Márquez: Jaime, arriba a la izq., junto a Alfredo (fallecido). Gustavo Adolfo entre el Nobel y Hernando (enfermo). Derecha: Eligio (fallecido) y Luis Enrique (enfermo). / Cortesía Cromos
El drama de los García Márquez ¶ Tres hermanos más del Nobel están enfermos y Jaime admite que es una herencia genética que les toca asumir con resignación. NELSON FREDY PADILLA npadilla@elespectador.com
‘Barrock and Roll’ reacciona a los estímulos sonoros emitidos con la voz.
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El laboratorio de trajes inteligentes se realizó gracias a Plataforma Bogotá, espacio de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño, y a la escuela de diseño y mercadeo de moda Arturo Tejada.
Si con alguien está agradecida Lilia Travecedo, la viuda de Gustavo Adolfo García Márquez, fallecido el pasado 9 de marzo, es con el expresidente cubano Fidel Castro. Fue él quien ante la llamada de Gabriel García Márquez ordenó en 2003 que se le prestara la mejor asistencia a su hermano diagnosticado con alzhéimer. El Nobel sabía de los avances científicos del Centro Internacional de Restauración Neurológica de La Habana (Ciren). Conoció la institución dentro de sus investigaciones sobre la enfermedad que mató a su abuela y a su madre y lo amenazaba a él y a sus hermanos. La “herencia congénita”lo llevó in-
cluso a consultar expertos como el escritor cubano Miguel Barnet, autor de la biografía de un antiguo esclavo al que entrevistó cuando tenía 104 años, “y su memoria parecía un archivo viviente”. En algún momento contempló ser tratado allí, pero era más urgente su tratamiento de quimioterapia en Los Ángeles por un cáncer linfático. Mientras tanto su hermano se convirtió en paciente del Ciren durante casi un mes, tiempo en el cual construyeron una historia médica que confirmó lo que el novelista le había ratificado a la familia en pleno, en Cartagena en los años 80, cuando empezó a escribir las memorias: que el ADN de los García Márquez trae en sus moléculas la “peste”del olvido, como el lastre de los personajes de Cien años de sole-
dad. Lo heredaron de la abuela Tranquilina Iguarán y de Luisa Santiaga Márquez Iguarán, fallecida en 2002 el mismo día que su hijo publicó Vivir para contarla. La viuda de Gustavo Adolfo García Márquez, Lilia, recuerda que trasladar a su esposo a Cuba fue una odisea porque sufre de otro mal que aqueja a la familia: miedo a los aviones. “Era terrible. Por esa razón no fuimos a México a ver a Gabito y a Venezuela íbamos y veníamos por tierra (fue cónsul en Barquisimeto hasta 2001). Años antes, él nos invitó a su casa en Cuba y mi esposo no quiso subirse. Fui con doña Luisa y conocimos al presidente Fidel Castro”. Gustavo aceptó viajar a La Habana, ya desesperado. Los médicos le dijeron que podrían ayudarlo si se
radicaba en la isla porque el tratamiento debía ser largo y persistente. “Pero como yo no iba a estar con él, prefirió devolverse y aceptamos su voluntad”. Luego, en Bogotá, los especialistas intentaron lo imposible en la Clínica Colombia de la Organización Sanitas. Jaime García Márquez dice desde Cartagena, antes de viajar a Bogotá para el sepelio de su hermano, que es difícil aceptar el designio genético familiar. “Tengo el corazón en la mano. Esto me golpea tanto y este dolor no se me va a quitar”. Él, directivo de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, ha sido abierto a hablar del tema, tanto que en 2012 se armó un escándalo mundial cuando admitió que su hermano, el Nobel, también está enfermo. Entonces le dijo a este diario: “Te digo la verdad aunque duela. Estamos marcados por la demencia senil; mi abuela, diez años antes de morir; a mi mamá le empezó a los 85 años; a mi hermano Luis Enrique, a los 84, ya le comenzó; a mi hermana Margot; Eligio se nos fue a los 53 por un tumor cerebral; Gabito comenzó con antelación por efecto de su quimioterapia; yo tengo 72 y empiezo a tener, y eso que soy menor 13 años”. Hoy, a los 74 quisiera escapar, volver a los tiempos de “los alegres compadres”, como acostumbraba su madre a llamar a sus hijos. Lilia añade que Hernando, otro
de los García Márquez sobre los 70 años de edad, no podrá venir al entierro de hoy porque sufre de párkinson y vive en Cartagena. Confirma que Luis Enrique, el que sigue en edad al Nobel, está enfermo en Barranquilla. Aparte de Margot, cuenta que “las mujeres están muy bien”. Todas empeñadas en que no se les borre “el disco duro”. Aída, por ejemplo, publicó en 2013 con Ediciones B el libro Gabito, el niño que soñó Macondo, ejercicio de memoria con sus hermanos para que los recuerdos permanezcan “casi nítidos, inmunes al olvido”. Ahora que le llegó el turno a Gustavo, sin facultades mentales y sin pensión, a pesar de reclamarla durante 11 años al Gobierno, quisieran rescatar lo que Gabo llamó la “memoria del corazón”, que “elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado”. Sin embargo, parece esfumado “el idealismo optimista”, calificativo del Nobel Mario Vargas Llosa para el significado de El coronel no tiene quien le escriba. Entre los García Márquez también se percibe la ansiedad del que pide para sus adentros, como el coronel Aureliano Buendía y Aureliano Segundo, no las 14.000 fichas contra el olvido de José Arcadio, no una segunda oportunidad sobre la tierra, sino “la lucidez del momento final”.