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¿Por qué hay personas inteligentes en contra de la actividad extractiva?

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Fuente: archivo Intelecta Energy

¿Por qué hay personas inteligentes en contra de la actividad extractiva?

Las redes sociales como herramienta de difusión en contra de la industria extractiva fundamentadas en algunos grupos o personas con la capacidad de inuir sobre masas es una de los grandes retos y amenazas del desarrollo de la industria a nivel mundial.

Alejandro Riveros González, Asesor de Comunicaciones, profesor universitario y columnista de El Tiempo.

En Ecuador, indígenas que luchan contra el cambio climático y que se oponen a la industria extractiva, protestaron por la reducción en los subsidios de los combustibles. En Colombia, algunos sectores ideológicos piden precios bajos en los recibos de la energía eléctrica y del gas natural, pero claman por una moratoria en el uso del fracking.

En Colombia, algunos sectores ideológicos piden precios bajos en los recibos de la energía eléctrica y del gas natural, pero claman por una moratoria en el uso del fracking.

En Suecia surgió una heroína activista que dice que debemos sentir vergüenza por incentivar la industrialización y producir gases de efecto invernadero. Como si esto último no hubiera sido el subproducto del uso de la energía para luchar contra la pobreza, la reducción de la desnutrición, las muertes prematuras, las enfermedades congénitas y el mejoramiento de la calidad de vida de millones de personas. (En este sentido fue la respuesta del ambientalista Bjørn Lomborg a Greta unberg)

En Suecia surgió una heroína activista que dice que debemos sentir vergüenza por incentivar la industrialización y producir gases de efecto invernadero.

Los anteriores son ejemplos de argumentos que van y vienen en contra de un sector que les ha dado privilegios a todos los ciudadanos, incluidos indígenas, personas de centro izquierda y a los héroes ambientalistas.

Es normal -casi normal- ver a jóvenes usando las redes sociales como herramienta de protesta contra la actividad energética uniéndose a activistas extremos y a algunos políticos en ejercicio. Desacreditan la tecnicidad, la ciencia y privilegian la intuición moral, evaluando instantáneamente -sin pensar- las cuestiones de este sector. Es normal, pues existen muchas barreras que provocan que la razón sea la esclava de las emociones. Mientras tanto la industria energética sigue agelándose, pensando que no ha comunicado bien en las últimas décadas, que necesita aumentar sus labores pedagógicas o que ha fallado en informar. Pero tal vez estamos omitiendo que el muro que no permite que las personas inteligentes estén abiertas a escucharnos es mental, estructural e incluso genético. Estudios médicos, citados por el psicólogo Jonathan Haidt, señalan que el funcionamiento de neurotransmisores como la serotonina y la dopamina está relacionado con las respuestas del cerebro al miedo, la

experiencia y la amenaza, fundamentales en la distinción entre los pensamientos liberales y conservadores. Esto sumado a los rasgos adoptados por personas sensibles al medioambiente y anti-industria, y a las experiencias en sus entornos familiares hacen que existan quienes no están dispuestos a disentir de forma constructiva y que tengan preconcepciones equivocadas. Sobre esto último, Hans Rolling (otro sueco de moda) describe en el libro Factfulness algunas de las razones por las que muchos se equivocan sobre la realidad mundial. Con datos reveladores e historias atractivas explica por qué muchos desconocen los avances sociales, económicos y políticos de la humanidad. La mayoría cree que el mundo es peor que hace 100 años, que hay mayor mortalidad de niños, menor acceso a la educación y más decesos por catástrofes naturales. Todos equivocados. Y la razón porque en los procesos cognitivos prima la generalización, la negatividad, el instinto de perspectiva única y el miedo, entre otros. Apostaba a que lo mismo iba a suceder si poníamos a prueba las concepciones sobre la realidad de la industria extractiva en Colombia. El pesimismo, el simplismo al razonar y los sesgos están haciendo que las audiencias tengan una concepción errónea e injusta.

El pesimismo, el simplismo al razonar y los sesgos están haciendo que las audiencias tengan una concepción errónea e injusta.

Se realizó entonces un sondeo a 80 personas (sin ningún valor estadístico), entre estudiantes de pregrado, adultos con título de posgrado, abogados y periodistas, para probar esta tesis. A continuación, los resultados:

La realidad es más optimista y benevolente con esta industria. En cambio, el oscurantismo que existe en la opinión pública sobre el sector extractivo nubla cualquier posibilidad de debate racional. Para la mayoría de las personas encuestadas, la Nación solo se queda con menos del 5% de la rentabilidad de los proyectos de hidrocarburos; menos del 36% de la población tiene acceso al gas natural, y la mayoría de las personas que respondieron el sondeo creen que estamos inundados de proyectos mineros. La verdad es distinta. El “government take” en Colombia supera el 70%, hay 9.3 millones de familias beneciadas con el gas natural, y los títulos mineros no superan el 4% del territorio. Quienes están en contra de la actividad extractiva no son brutos o ignorantes. Son personas inteligentes (algunas) que siológica, sicológica y culturalmente tienen una aversión hacia lo que consideran equivocado y dañino. Además, cuentan con un factor multiplicador que es la incredulidad hacia las instituciones y hacia lo que comunicamos desde la industria que, al nal, justica sus argumentos catequistas y sentenciosos. Ante este panorama, poco alentador, es importante hacer pedagogía sobre los datos reales de la industria, pero también sobre la forma cómo debemos abordar los debates: la investigación, la comparación de fuentes de información, el estudio del contexto y la conanza, pueden ser un buen comienzo.

La investigación, la comparación de fuentes de información, el estudio del contexto y la conanza, pueden ser un buen comienzo.

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