VERTIENTES

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Contenido 2

Editorial Tradiciones contra el imperialismo cultural

n Cristóbal Francisco

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Conexión Directa MTA de Caracas recibieron 32 millones para obras Chichiriviche:Un pueblo dignificado n Ányelis Solórzano C.

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De la publicidad institucional a la promoción sociocultural n Nelson Oyarzábal

vertientes

Consejo de Redacción Alejandro Hitcher Cristóbal Francisco Mercedes Chacín Nelson Oyarzábal

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Guatire y Guarenas de Parranda

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n Marlon Zambrano

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Opinión / Efraín Valenzuela “Culturas populares y legislación cultural”

Malembe, malembe ya… San Juan se viene, San Juan se va n Ányelis Solórzano C.

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Máscaras en Corpus Christi n Igor Barreto

Alfombras de Flores de Araira: agradecimiento y fe de un pueblo n Katherina Araque

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Humor Vítreo Jesús Ochoa

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Tradición y modernidad en la urdimbre urbana

Opinión / Carola Chávez Rompiendo con las tradiciones

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Aguadas Misa de San Juan

n Marlon Zambrano

Revista de Hidrocapital

Año 10 / No. 25 /Octubre 2009

Diseño gráfico e infografía: Francisco Arteaga Ch. Fotografía: Jesús Ochoa y Terry Carquez Colaboradores: Nelson Oyarzábal, Ányelis Solórzano, Igor Barreto, Marlon Zambrano, Katherina Araque y Efraín Valenzuela Cuidado de textos: Carlos Cova Foto portada: Jesús Ochoa

Sus sugerencias y/o comentarios en la dirección: Vertientes, avenida Augusto César Sandino, 9na Transversal, edificio Hidrocapital o por el email: mechacin@cantv.net

Depósito Legal: PP199902DF829 / ISSN:1317-2263


Editorial/ Cristóbal Francisco Ortiz Tradiciones contra el imperialismo cultural DIRECTORIO Junta Directiva Cristóbal Francisco William Fariñas José Guerra Trejo Carlos Angarita Luis Rivero Manuel Ovalles María Guzmán Carlos Vásquez Alexander Pulido Eligio Moreno Adriana Domínguez

Alejandro Hitcher

Presidente de Hidrocapital Eligio Moreno

Auditoría Interna Franz Bencomo

Gerente General de Administración Héctor Hernández

Gerente General de Operaciones y Mantenimiento Paolo Zotti

Gerente General de Comercialización Gabriel Marcello

Gerente General de Proyectos y Servicios Técnicos Francois Shen

Gerente de Contratación John Fredy Rojas

Consultor Jurídico Carolina López

Gerente de Recursos Humanos Leonardo Quijada

Gerente de Informática Asyadisth Pérez

Gerente (e) de Planificación Silvia Riquelme

Gerente de Tratamiento Linda Manzanero

Gerente Calidad de Agua Leonardo Prada

Gerente (e) de Prevención, Control y Pérdida Francisco Rangel

Gerente de Producción Tuy Nelson Oyarzábal

Gerente de Imagen Rafael Machado

Gerente de Agua Potable Elio Mayz

Gerente Sistema Losada Ocumarito Grey Zambrano

Gerente Sistema Litoral Central Luis Hernández

Gerente Sistema Barlovento Yolanda Pérez

Gerente Sistema Metropolitano Jesus García

Gerente Sistema Fajardo Carmen Asuaje

Gerente Sistema Panamericano

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ermítanme iniciar este editorial de la edición Nº 25 de Vertientes citando al Ché: “Desde hace mucho tiempo el hombre trata de liberarse de la enajenación mediante la cultura y el arte. Muere diariamente las ocho y más horas en que actúa como mercancía para resucitar en su creación espiritual, pero este remedio porta los gérmenes de la misma enfermedad”. En el capitalismo, la educación y la cultura se constituyen en poderosas herramientas de la superestructura ideológica para mantener al individuo en estado permanente de alienación. De allí que no es posible una revolución si un cambio profundo de lo cultural. No se puede entender una transformación de valores y paradigmas, de un estadio de dominación y negación a otro de emancipación y visibilización, sin el tamiz del cambio en el alma de los pueblos, y la cultura es eso, el alma del pueblo. Cuando hablamos de tradiciones culturales, a partir del proceso bolivariano, no lo hacemos para referirnos al acto folclórico que entretiene y “vende” según los itinerarios del mercado en las sociedades capitalistas. Desde el comienzo de esta inmensa aventura ideológica y espiritual, hicimos que las expresiones de la cultura popular tuvieran una presencia poderosa, liberadora a la vez que integradora, que nos permitiera reconocernos en nuestras raíces, con nuestra especificidad y multiculturalidad, sin temernos a nosotros mismos, a nuestros colores, a nuestros acentos, a nuestra idiosincrasia, como quiso imponernos el imperialismo más feroz del que se tenga memoria: el imperialismo cultural. Es en este contexto que se inscribe el proyecto Hidrocapital, su gente y sus tradiciones, como advierte en su extraordinario artículo Efraín Valenzuela en las páginas internas de esta edición de Vertientes, quien agrega que “no se trata de una dádiva, menos de un regalo. Se trata de una conquista, un logro sociocultural sin precedentes en la historia constitucional de Venezuela (...) Lo que se ha logrado es dignificar y redimir lo popular que es componente e integrante de la venezolanidad, la cual como sabemos es multiétnica y pluricultural.” Pero no se trata solo de la legitimidad que nos ofrece la Constitución Bolivariana; hoy también se discute a fondo, no solo en el Parlamento sino en todos los espacios de debate público y sobre todo en las comunidades, la Ley Orgánica de Cultura y se establecen en las parroquias, los municipios, los estados, las regiones, estamentos legislativos que buscan resguardar y estimular las diversas manifestaciones que expresan nuestra multiculturalidad: desde lo cultofestivo hasta lo histórico, desde lo musical hasta lo textual, desde lo académico hasta lo rural, y ya no es extraño para nadie un concierto sinfónico dirigido por Gustavo Dudamel en La Vega o un baile de joropo central en el otrora elitista y sacrosanto Teatro Teresa Carreño. Las tradiciones, en esta modernidad pervertida por el mercantilismo y donde se desecha con absoluto desprecio lo que no genera ganancias y no es rentable, tienen en Venezuela un epicentro luminoso no solo por su variedad y riqueza, como veremos en los testimonios que acompañan este número de Vertientes, sino que han comenzado a signar nuestros pasos a partir del amor por lo propio, lo que nos da forma, sentido e identidad en medio de la globalidad abrasiva que tiende a minimizar hasta la ceguera una talla en madera del maestro merideño Juan Félix Sánchez, en contraste con la gloria mediática de Michael Jackson y sus excesos banales. Con esta edición, Vertientes mantiene y justifica su línea de entregas coleccionables para la historia, el tratamiento de las tradiciones populares en profundidad nos da una dimensión histórico política sin precedentes, tal como lo demuestra el programa “Agua Viva”, los hidrocultores, que están en todas partes, en todas nuestras organizaciones humanas, sólo que ahora realzados y protegidos por un marco jurídico y una práctica constitucional que los coloca sin excusas en el protagonismo participativo. Las más de 2200 fiestas populares de la gran zona metropolitana a las que pretendemos rendir homenaje, está atravesada por las redes humanas e hidrológicas, el ciclo social e hidrológico que recomienza y hace reverdecer a los diablos danzantes de Yare en Corpus Christi, a San Pedro y San Juan en Guatire y Guarenas, la noche barloventeña de San Juan, contrastadas con las agudas advertencias de las culturas híbridas de García Canclini, citadas por Marlon Zambrano en su análisis entre las tradiciones populares de los pueblos adentro versus las ciudades informáticas atravesadas por los hilos invisibles de la superautopista de la información. Entonces nuestras tradiciones, bien como expresión espontánea, como organización, como fiesta, como devoción religiosa, como memoria y en fin, como acto de ciudadanía, son en la historia reciente de Venezuela un acto de resistencia ante la voracidad imperial, quizás el territorio de las más duras batallas y de los triunfos más gloriosos.


Conexión Directa

Mesas Técnicas de Agua de Caracas recibieron 32 millones de BsF para obras

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a ejecución de proyectos para las comunidades, a través de estas mesas, es un reflejo de la consolidación del poder popular, afirmó la jefa de gobierno durante el acto de firma del convenio para la transferencia de recursos a proyectos en esta área, actividad realizada en la Casa de Gobierno del Distrito Capital el pasado mes de julio. “Debemos convertirnos en conservadores del servicio público. Caracas necesita gente transformada que valore la importancia del servicio. Si toda Caracas comprendiera el valor del agua y su consumo, les aseguro que el agua de que disponemos en este momento alcanzaría mucho más”, puntualizó Faría. Por su parte, la ministra del Poder Popular para las Comunas, Erika Farías, destacó que cada una de las acciones del Gobierno junto a la comunidad representan la cristalización del empoderamiento del pueblo. En presencia del presidente de Hidrocapital Alejandro Hitcher, del viceministro del Agua Cristóbal Francisco y de los voceros de la gran mayoría de las MTA de Caracas, Farías indicó que los sectores beneficiados no deben ver la ejecución de los proyectos como la solución de un problema puntual sino como un paso más hacia la configuración de una conciencia política que le otorga importancia a la participación comunal. De los 32 millones de BsF entregados, siete fueron otorgados por el Ministerio de las Comunas, cinco por la Alcaldía de Libertador y 20 por el Gobierno del Distrito Capital como respuesta al encuentro realizado el pasado 16 de mayo en la Universidad Bolivariana de Venezuela bajo el título “Un servicio continuo de agua para Caracas”, con los representantes de las 270 mesas técnicas de agua que funcionan en toda el Área Metropolitana. La idea es ir solventando ciclos de ausencia del agua como en El Junquito donde a veces incluso pasan hasta 40 días para que sectores reciban el servicio, señaló Hitcher. Uno de los proyectos fundamentales que podrán ver luz muy pronto gracias a la dotación de estos recursos, es el nuevo acueducto de El Junquito

Faría:“Debemos convertirnos en conservadores del servicio público”

La jefa de gobierno del Distrito Capital, Jacqueline Faría, conjuntamente con la ministra del Poder Popular para las Comunas, Erika Farías, entregaron 32 millones de bolívares fuertes a las mesas técnicas de agua para el desarrollo de 18 obras que garantizarán el suministro de agua potable continua en la capital del país

a través de una obra estructurante que ejecutará el mismo gobierno del Distrito Capital. De esta manera se busca darle cumplimiento a las competencias establecidas en la Ley Especial sobre la Organización y Régimen del Distrito Capital, publicada el 14 de abril pasado en Gaceta Oficial, que faculta a la jefa de gobierno, entre otras cosas, a definir, en concordancia con el Poder Ejecutivo Nacional, la aplicación de políticas, planes, programas, proyectos y actividades destinadas a coadyuvar en la organización, aplicación y puesta en práctica de los servicios públicos del Distrito Capital; y a la promoción de la participación de los ciudadanos y ciudadanas en la formación, ejecución y contraloría social de la gestión pública, como medio necesario para lograr el protagonismo que garantice su completo desarrollo, tanto individual como colectivo.

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Conexión Directa Sus luchas por el agua no fueron en vano

Chichiriviche: Un pueblo dignificado n Ányelis Solórzano Cardona

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os habitantes del poblado de Chichiriviche, ubicado en la parroquia Carayaca del estado Vargas, se han caracterizado en el transcurso del tiempo como un pueblo luchador, que no se rinde ante las adversidades. Quienes son hoy los adultos mayores de este sector costeño, vivieron la experiencia de llevar a cuestas una lata con agua, recogida en el río, para abastecer sus viviendas, o bien la recolectaron en aljibes y pipas cuando la lluvia bañaba el poblado. Lavar en la orilla del río y bañarse “a punta de taparas” formó parte de una etapa de sus vidas, pero al ir creciendo se empeñaron en alcanzar una mejor calidad de vida, comenzando a abastecerse de agua cruda proveniente del río a través de mangueras colocadas por la comunidad. Hidrocapital se suma a la lucha Las aguas termales, blancas arenas y la imagen de Cristo colocada por los buzos a 22 metros de profundidad han ayudado a incrementar la actividad turística en la zona, abriendo las puertas al progreso para los habitantes de este sector de Carayaca e invitándoles a aprovechar el recurso hídrico para el consumo de la población. Es así como la comunidad organizada a través de la Mesa Técnica de Agua, ejecutó de la mano de Hidrocapital la instalación de un sistema de cloración para la Estación de Bombeo existente en la actualidad. Se trata de un proyecto comunitario que consistió en la instalación de un sistema de mejoramiento de dosificación, el cual funciona como procesador de cloro a partir de sal común, convirtiéndose en un nuevo logro para el aguerrido y cálido pueblo de Chichiriviche, que permitirá mejorar la calidad de servicio para 1.800 personas. De ahora en adelante, esta comunidad será protagonista y rectora de su bienestar, contando siempre con la asesoría y apoyo de Hidrocapital para mantener y mejorar cada día su calidad de vida como pueblo, como ciudadanos y motores en la construcción de una nueva Venezuela. Chichiriviche, otrora productiva hacienda cafetalera, guarda muchas leyendas e historias en la memoria de sus abuelos, que van desde la visión futurista de un terrateniente hasta el cuento de un santo que perdió la “paciencia” y quemó la iglesia para irse de fiesta a un poblado cercano. Cuentan que Luis Arráiz, antiguo hacendado de la zona, previó a fina-

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El nuevo sistema de cloración beneficiará a 1.800 personas

les del siglo XIX que el café dejaría de ser un producto de importación primordial, entonces sembró largas hileras de caobos como una inversión a largo plazo, pues, esta madera tenía mucha demanda en Europa para la construcción. Actualmente estos caobos pertenecen a la iglesia del pueblo, ya que a raíz de la Reforma Agraria Arráiz perdió gran parte de sus propiedades, entre ellas el área donde están las plantas, por lo que los donó a la parroquia y hasta hoy estos enormes árboles permanecen en la entrada del pueblo sin que nadie los toque, de hecho, se caen de viejos o derribados por las tormentas. En 1965 el pueblo amaneció en carreras: la pequeña capilla donde se adoraba a San Miguel Arcángel, pa-

Fotos: Archivo Hidrocapital

trón del pueblo, estaba en llamas y cuando lograron dominar el fuego se percataron de que sólo se había destruido la imagen del santo Job. Este santo se hallaba en la puerta de la capilla con una mano extendida para pedir limosnas, allí los fieles le colocaban algunas monedas que los traviesos del pueblo se cogían para comprar chuchería en la pulpería. Dicen entonces que el santo Job “perdió la paciencia”. Cansado de que le quitaran sus centavos agarró sus puyas y se fue a la Peñita donde montó una fiesta, al salir corriendo esa noche tropezó con unas velas y estas cayeron sobre unos paños originándose así el fuego. Del santo Job no encontraron ni las cenizas.


Ilustración Juan Rodríguez

Hidrocapital, su gente y su tradición

De la publicidad institucional a la promoción sociocultural

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n Nelson Oyarzábal

o que en un principio se presentó como una sospecha, al cabo de poco tiempo se convirtió en una certeza y en una cada vez más interesante realidad. Y es que al observar el mapa de cobertura de servicios de Hidrocapital, el cual abarca los estados Miranda, Vargas y el Distrito Capital, enclavados en comunidades de reconocida riqueza cultural, se nos vino a la mente la idea de explorar la existencia de una vinculación de nuestros trabajadores con las respectivas fiestas populares que se cultivan en los entornos comunitarios de las principales unidades de trabajo de la empresa y que a su vez son los lugares de origen y pertenencia de nuestro grupo laboral. Del mapa técnico al mapa cultural De unos mapas que nos hablan de ubicación geográfica y de una compleja e intrincada red de operaciones para suministrar agua potable a más de seis millones de habitantes, empezamos a imaginar, en paralelo, un mapa cultural de tradiciones con la participación directa de nuestros compañeros. Para satisfacción de todos los que impulsamos este proyec-

Coincidiendo con el calendario de tradiciones de la cultura popular y adoptando el lema “Cuida tu agua como cuidas tu tradición”, nos correspondió acompañar la actuación de cada uno de nuestros hidrocultores en las distintas celebraciones. Esta labor se complementa con actividades de investigación documental: revisión de fuentes bibliográficas, entrevistas y recopilación de testimonios orales

to, este mapa empezó a tejerse casi que de manera inmediata, al descubrirse que una de las primeras personas con quien hacemos contacto es una trabajadora heredera de una rica tradición familiar y cultural en la población de San Francisco de Yare en los Valles del Tuy, comunidad vecina del Sistema Losada-Ocumarito. Nos estamos refiriendo a Laura Sanoja, cajera de la oficina Comercial de Ocumare del Tuy, hija de Manuel Sanoja, artesano reconocido nacional e internacionalmente y segundo capataz de la Fiesta de Corpus Christi, conocido popularmente como El Mocho Sanoja. Este primer y significativo hallazgo nos coloca tempranamente en el camino de las certidumbres, aportando la confianza y la convicción necesaria para trazar el rumbo de la campaña que denominamos “Hidrocapital, su gente y su tradición”. A partir de este momento se inicia de manera simultánea una exploración a lo interno de la organización en los seis sistemas de Hidrocapital: Barlovento, Fajardo, Litoral Central, Losada-Ocumarito, Metropolitano y Panamericano. Se logra identificar a un número importante de empleados de la organización, como fieles cultores de diversas tradiciones culturales como Velorios

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Algunos trabajadores de Hidrocapital son herederos de ricas tradiciones

de Cruz de Mayo, Diablos Danzantes de Yare y de Naiguatá, Fiesta de San Juan Bautista, Parranda de San Pedro, Alfombra de Flores de Araira, Nazareno de San Pablo, Quema de Judas, Virgen María Auxiliadora, etc. A estos empleados los hemos denominado para efectos de la campaña hidrocultores y constituyen un grupo de referencia, no sólo para animar y constituir un mapa vivo de tradiciones culturales sino también para el posicionamiento y desarrollo de nuestra campaña, sustentada en la promoción de los valores y experiencias culturales de los trabajadores, entendiéndola, también, como una vía para fortalecer los vínculos de la empresa con la comunidad. Protagonismo cultural Descubrimos, en paralelo, que muy pocas personas a lo interno de la empresa conocían el rol que desempeñan nuestros “hidrocultores” en sus respectivas comunidades, manteniéndose un estado de casi anonimato y desconocimiento generalizado. De tal manera, diseñamos una estrategia con un doble y entrelazado objetivo: por un lado, reconocer su protagonismo cultural tanto en la empresa como en la comunidad, y por otro, revalorizar la cultura popular de las comunidades vecinas. Coincidiendo con el calendario de tradiciones de la cultura popular y adoptando el lema “Cuida tu agua como cuidas tu tradición”, nos correspondió acompañar la actuación de cada uno de nuestros hidrocultores en las distintas celebraciones. Esta labor se complementa con actividades de investigación documental: revisión de

Sistem

ra a Lito

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Sistema Panamericano Sistema Metropolitano Sistema Losada Ocumarito

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Foto: Terry Carquez

fuentes bibliográficas, entrevistas y recopilación de testimonios orales. La información recopilada en esta fase de trabajo permite la producción de notas y avisos de prensa, videos, registro fotográfico, volantes y artículos en medios de comunicación regionales y comunitarios, como de la propia institución. Los resultados obtenidos en esta primera etapa son altamente satisfactorios desde el punto de vista de estrategia comunicacional, de integración empresa-comunidad y de valoración humana

Sistema Fajardo

Sistema Barlovento

y cultural. Casi al unísono las doce personas seleccionadas reconocen el gesto de la empresa, se sienten orgullosas por haber sido tomadas en cuenta, porque sus valores de arraigo familiar y comunitario son difundidos y revalorizados y, sobre todo, por ser ellos mismos la fibra y la materia sensible para edificar una campaña positiva que transmite un mensaje de hondo contenido social enmarcada en valores de solidaridad, participación, diversidad cultural, fortalecimiento de la memoria y de las identidades culturales. “Me encanta que Hidrocapital, mi empresa, me tome en cuenta y ayude


El XVIII aniversario de Hidrocapital fue una fiesta de tradiciones.

Fotos: Terry Carquez

a la difusión de nuestros valores”. Este comentario aportado por Laura Sanoja representa en buena medida el sentir del colectivo. El registro amplio y valioso de información documental, testimonial y audiovisual, permite la posibilidad de proponer la edición del Calendario 2009 concebido como un textomemoria de alta factura técnica en el cual se reseña la participación del trabajador y las fiestas en las que éste y sus familiares están vinculados. Atendiendo a este mismo concepto se realiza la producción de micros radiales y discos compactos de cada una de las manifestaciones para ser difundidos en emisoras comunitarias y programas radiales de corte cultural. Avanza la campaña En la actualidad, y luego de un año de trabajo sostenido, se abren nuevas opciones de trabajo y se vislumbran nuevos escenarios de participación de un proyecto que arranca con el formato convencional de una campaña institucional y hoy empieza a crecer y a redimensionarse, al ca-

lor de una sinergia envolvente y entusiasta que nos lleva a pensar en la construcción de un proyecto colectivo, de trascendencia social con claras posibilidades de convertirse en un movimiento cultural de integración empresa-comunidad. La significativa participación del grupo de hidrocultores con sus respectivas agrupaciones en el marco del XVIII aniversario de Hidrocapital, el registro de doce nuevas expresiones populares aunado a la incorporación espontánea de nuevos hidrocultores ratifica la importancia de multiplicar los esfuerzos y profundizar la labor. Manifestaciones como el Niño Jesús de El Guapo, Reyes Magos de Higuerote, la Sardina de Naiguatá, Indios Coromotanos, Palmeros de Chacao, Joropo Tuyero, San Juan de Guatire, la Burra de Marizapa y la Virgen del Carmen se han sumado al registro cultural de esta nueva etapa para continuar pintando el mapa de las tradiciones de los estados Vargas, Miranda y del Distrito Capital. En definitiva, una agenda viva y colorida de actividades crece por la empresa y su entorno para seña-

lar nuevos rumbos en el desarrollo de prácticas comunicacionales más humanas, sensibles e incluyentes en franco y respetuoso diálogo con el sentir y las expectativas socioculturales de los trabajadores y sus comunidades. Un ejercicio en pleno movimiento para reflexionar en torno a los esquemas establecidos en relación con la publicidad institucional y a la necesidad de humanizar y construir colectivamente nuevos referentes centrados en las diversas facetas creadoras y humanas de los trabajadores como hombres y mujeres integrales, con una historia, un patrimonio y unas vivencias que bien vale la pena compartir, valorar y difundir.

Hidrocapital sacia la sed de los cultores

Hidrocultores en acción Cruce de saberes: Movilización de hidrocultores por todos los sistemas con el propósito de intercambiar experiencias y saberes a través de talleres dirigidos a los trabajadores y a las comunidades. “Agua viva”: Creación de una agrupación cultural dinámica, incluyente y flexible que actúe como un canal de expresión artística y cultural permanente, integrada por trabajadores, trabajadoras y miembros de las comunidades cuya misión sea la de consolidar un modelo de gestión cultural compartida empresa-comunidad, sustentada en el reconocimiento y potenciación de los valores culturales de sus propios trabajadores y en tareas de concienciación de manejo responsable del ambiente y del agua.

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Foto: Jesús Ochoa

Cada 29 de junio San Pedro festeja con sus fieles

Guatire y Guarenas de Parranda

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n Marlon Zambrano

l rumor lejano de la ciudad de pronto se vuelve un estallido: alguien pulsa las cuerdas de un cuatro y una voz, como salida del barullo, inicia un canto: “Si San Pedro se muriera / todo el mundo lo llorara”. El solista retoma la guía y pronuncia un mensaje que repiten desde tiempos inmemoriales quienes han sostenido un culto surgido de la hibridación de culturas y religiosidad popular: “El San Pedro de mi tierra es un santo milagroso / juega chapa con los negros y descubre a los tramposos”. Nadie puede asignar a ciencia cierta una fecha y un lugar preciso del nacimiento de la Parranda de San Pedro que se festeja en las poblaciones de Guarenas y Guatire, génesis que se pelean ambas poblaciones vecinas desde hace muchos años. A lo sumo, se han desarrollado y sostenido especulaciones que no son más que el epílogo del documento por excelencia de muchas expresiones de la cultura popular: la tradición oral. Es así como a los principales protagonistas de la Parranda se les puso de nombre María Ignacia y Domitilo, y a su hija enferma, Rosa Ignacia, y se dice

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que fue en la hacienda “El Rincón de Guatire” mientras otros aseguran que fue en el Cantón de Guarenas (al que perteneció Guatire), donde sucedió el milagro, y todo ello posiblemente tiene una fecha que oscila entre principios y mediados del siglo XIX. Pero de nada hay documentos. De lo esencial a lo místico Lo que no deja de tener valor es la posibilidad de que entre los valles de Guarenas y Guatire de los años 1800, donde la intermitencia de un río y una vereda polvorienta separaba a las haciendas productoras de caña de azúcar, tabaco y añil y el precario punto de encuentro lo constituían los pequeños nichos que albergaban a una deidad ordenada por el Sínodo Diocesano y donde el contacto vecinal se limitaba básicamente a las relaciones comerciales, surgiera, según algunas de las más serias investigaciones, la veneración a San Pedro Apóstol, el que abre las puertas del cielo, tras un milagro concedido a una negra esclava. La tradición oral insiste en la tesis de que la veneración al Santo se inició cuando una esclava, al parecer dedicada a las labores domésti-

cas de la “casa grande”, halló a su pequeña hija gravemente enferma de un mal desconocido, del cual eran víctimas los esclavos por las condiciones infrahumanas de vida que enfrentaban habitando en barracas, en completo hacinamiento y precarias condiciones higiénicas. Luego de descartar las posibilidades inmediatas de curación, como remedios caseros y la intervención del curandero, optaron por recurrir a la posibilidad divina de un milagro, entregándole su hija al Santo a cambio de festejarlo de la manera más auténtica que tenían: bailándole y cantándole como acostumbraban sus ancestros africanos. El milagro se hizo y la pequeña sanó, por lo tanto había que pagar el favor concedido el 29 de junio, día adjudicado por la Iglesia Católica a la veneración de San Pedro y San Pablo. Ese día, al parecer, María Ignacia preñada enfermó, por lo que le pidió a su marido Domitilo que utilizando la indumentaria femenina fuera frente a la imagen a bailarle y a cantarle. Así lo hizo y desde ese momento, y ante el asombro del resto de la comunidad esclava al conocer el milagro y como ex-


La fe y la recreación son elementos inseparables en la Parranda de San Pedro

Investigaciones recientes dan fe de que si esta festividad hubiese sido anterior al siglo XIX, la habría registrado el obispo Mariano Martí en su minucioso informe de pueblos, luego de su visita a estas localidades en 1784

rituales y sus “raros” movimientos, y para completar, les concedieron trozos de cuero de ganado para que les sirvieran de zapato, a lo que la inventiva le agregó versos reivindicativos: “Con la cotiza dale al patrón / Vuélvelo polvo sin compasión”. A quien Dios se lo da... Comienza el recorrido luego del acto litúrgico, marcado por el Banderero o Banderúo. Los sampedreños van en procesión seguidos por un numeroso público al que se irán sumando más, manteniendo a lo lar-

Ilustración: Juan Rodríguez

presión de solidaridad y alegría, los jornaleros del resto de las haciendas cercanas se fueron sumando año tras año a la conmemoración de la gracia celestial, que logró afianzarse en el imaginario colectivo y convertirse, posiblemente, en una forma conmemorativa y a su vez en un mecanismo de protesta frente a las atrocidades del régimen esclavista. Investigaciones recientes dan fe de que si esta festividad hubiese sido anterior al siglo XIX, la habría registrado el obispo Mariano Martí en su minucioso informe de pueblos, luego de su visita a estas localidades en 1784. Por otra parte, en el inventario de la iglesia de Guatire que Martí supervisó detalladamente y que dejó en sus registros, la imagen de San Pedro ni siquiera se encontraba entre sus posesiones. Un inventario posterior, en 1806, tampoco la nombra. Sólo en la documentación parroquial que habla de las pertenencias de las haciendas, donde se verifican dueños, esclavos, muebles e inmuebles de ese período, se han encontrado imágenes de santos patronos, incluso San Pedro. En otras palabras, es muy probable que la devoción surgiera en una hacienda donde el esclavo era sometido por órdenes papales al adoctrinamiento católico y donde se le permitía construir nichos y altares para festejar a las imágenes santas, hábilmente relacionadas por los negros con los dioses africanos que dejaron sus ancestros en la tierra madre. Un día, dispuestos a la guasa, los esclavos les pidieron a sus amos algunas mudas de ropa vieja para usar en sus fiestas, y éstos, siguiendo el juego, les entregaron viejas levitas y pumpás para que los lucieran frente a la imagen del Santo con sus cantos

Foto: Jesús Ochoa

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go del trayecto una serie de paradas que se han hecho obligatorias. María Ignacia (siempre representada por un hombre), los Tucusitos, los Alpargatúos o Parranderos, los Coticeros, se pasean al compás del cuatro y los cantos, mientras a su alrededor se forman pequeños grupos improvisados que entonan cantos pintorescos relacionados con la actualidad de la región o del país y que corea un público desinhibido. Hoy, la Parranda de San Pedro expresa la síntesis de un hecho doblemente representativo: en ella se combinan sentimientos de fe y de devoción con actitudes y formas de recreación. Lo sagrado y lo profano se han ido compenetrando de tal manera que las prácticas rituales que revelan el sentido místico y religioso de la Parranda serán sagradas en tanto se conjuguen con las actividades profanas. Es por ello que el espacio religioso no acaba en la iglesia pues su reedición se constata en cada hogar de promesero a donde entra la Parranda, o en cada niño que es entregado a un parrandero para que éste lo baile en signo de buena fortuna, o cuando una persona se unta el betún de los parranderos para la buena suerte.

Guarenas y Guatire aún se disputan la paternidad de la Parranda

Fotos: Terry Carquez

Hoy, la Parranda de San Pedro expresa la síntesis de un hecho doblemente representativo: en ella se combinan sentimientos de fe y de devoción con actitudes y formas de recreación.

Francisco Requena: “Tan vital es el agua para un pueblo como su tradición” A los 12 años de edad Francisco Requena se enamoró de la tradición y la religiosidad de la Parranda de San Pedro. Comenzó como Coticero y hoy a sus 62 años es uno de los más reconocidos cantores de esta manifestación, nacida en el valle de Guarenas y Guatire. Requena, folclorista y propulsor de la Fundación Parranda de San Pedro de Guatire, ha dedicado toda su vida a mantener y enriquecer la tradición como sampedreño, pasión que durante 18 años compartió con los diversos oficios que desempeñó como trabajador del desaparecido Instituto Nacional de Obras Sanitarias y de Hidrocapital. Empezó en INOS como auxiliar de operador de maquinaria, fue mensajero, laboró en la parte comercial ejecutando cortes y reinstalación de servicio, fue caporal de cuadrilla y conductor, último cargo que ocupó en Hidrocapital. Oriundo de Caracas, llegó a la llamada Villa Heroica a los 6 años de edad junto a su familia. Desde los 12 años, por iniciativa propia, comenzó a reunirse junto a otros niños de la localidad en el Parque Juan Pablo Sojo. Desde entonces, todos los 29 de junio, “sea lunes o jueves”, con el rostro negro humo, levita, pumpá, pañuelo y cotiza recorre las calles de Guatire al ritmo del “lai la lai la lai la la…”. “Sólo cuando muera será que me retire, es algo que tengo que hacer hasta mi último respiro, hasta entonces seguiré guapeando”, dice Requena, hom-

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bre alegre y dicharachero, que recuerda con orgullo las diversas participaciones a nivel internacional a las que pudo asistir con la anuencia de la empresa. “El trabajo no me impidió cumplir con mi parranda, siempre me brindaron el apoyo necesario”. Para Requena “la tradición es algo que hay que conservar para mantener el gentilicio. Sin el agua no puedes vivir y un pueblo sin tradición tampoco, pues sería un pueblo muerto”. Katherina Araque


Opini贸n/Efra铆n Valenzuela

Culturas populares y legislaci贸n cultural

Foto: Jes煤s Ochoa

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Ilustraciones: Juan Rodríguez

1. La dimensión constitucional de las “culturas populares” i bien es cierto que el término “cultura” hizo su aparición, por vez primera, en la Constitución del año 1811 y se mantuvo de igual manera, durante casi dos décadas, 19 años para ser exactos, hasta la Carta Magna del año 1830, para luego experimentar una enorme ausencia, que alcanzaría más de un siglo, 117 años, para reaparecer en las Leyes Superiores de los años 1947, 1953 y 1961, no menos cierto es que con la Constitución del año 1999 se inicia una revolución conceptualcultural. Por vez primera en la historia del constitucionalismo, en general, y del constitucionalismo cultural, en particular, hace su aparición el término “culturas populares”. Aquí parece comenzar otra historia, por lo menos, teóricamente. En la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, concretamente en su Artículo 100, es posible encontrarse con el siguiente texto: “Las culturas populares constitutivas de la venezolanidad gozan de atención especial, reconociéndose y respetándose la interculturalidad bajo el principio de igualdad de culturas…”. Resulta indudable la dimensión político-cultural de esta Carta Magna. Varios aportes en términos de categorías hacen su aparición por primera vez en la historia de las Cartas Fundamentales de Venezuela. Categorías como “culturas populares”, “venezolanidad”, “intercultural” e “igualdad de culturas” alcanzan rango superior y fundamental, y particularmente este tipo de manifestaciones y bienes culturales, tangibles e intangibles, gozando de atención especial. Se ha establecido un derecho cultural fundacional, un derecho constitucional cultural, el cual tiene que ser desarrollado en la normativa orgánica por mandato superior. No se trata de una dádiva, menos de un regalo. Se trata de una conquista, un logro sociocultural sin precedentes en la historia constitucional de Venezuela. No se trata de negar la cultura oligocrática, tampoco la cultura académica y menos la cultura letrada. Lo que se ha logrado es dignificar y redimir lo popular que es componente e integrante de la venezolanidad, la cual como sabemos es multiétnica y pluricultural. Vuelve la Carta Magna del año 1999

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a colocar el tema de lo popular en un papel protagónico y de primer orden. En la unidad normativa número 309 es posible leer: “La artesanía e industrias populares típicas gozarán de protección especial del Estado…”. Lo anterior no sólo establece otro derecho constitucional cultural sino que está en sintonía con el espíritu, propósito y razón de ser del Artículo 100. La artesanía transita de ser una actividad de interés público, según el Artículo 2 de la Ley de Fomento y Protección al Desarrollo Artesanal, a obtener rango constitucional junto a las industrias populares y típicas, quienes también gozan de atención especial por parte del Estado venezolano. Intentar soslayar los anteriores preceptos fundamentales constituye un despropósito. Las culturas populares constitutivas de la venezolanidad, la artesanía y las industrias populares típicas alcanzaron rango superior y constituyen competencias que requieren atención especial y éstas tienen un carácter concurrente. Las cartas están echadas. Pretender legislar sin tomar en cuenta esta situación es colocarse al margen de la Constitución. El proceso de la revolución cultural se inicia, de alguna manera, con tales derechos culturales constitucionales. 2. Hacia una caracterización de las “culturas populares” Resulta indudable que en la Ley Superior no existe ninguna definición de las categorías que hacen su aparición. Tampoco aparece una caracterización. Un requerimiento se muestra impostergable: es necesario emprender una caracterización de algunas palabras, y en este caso el término “culturas populares”. El debate apenas comienza. La discusión nos lleva por antiguos y nuevos derroteros. Dos definiciones sobre “cultura” que podrían considerarse opuestas históricas complementarias, la oligocrática y la antropológica, conducen, la primera, a excluir a las culturas populares y la segunda a considerarlas como parte de ella. Si algo aporta el concepto de Tylor sobre cultura, de 1871, es que restituye la condición del ser humano como demiurgo, como hacedor de cultura. No obstante, se requiere una mayor especificidad y es posible que tal la brinden los “campos culturales”. En las sociedades contemporáneas

tres son los “campos culturales”: el Campo Cultural Académico, el cual corresponde al sistema escolar, desde los “Simoncitos” hasta el postdoctorado; el Campo Cultura Industrial-Masivo, cuya producción de bienes culturales es en serie, y el Campo Cultural Residencial, donde se encuentran las culturas populares. Llamamos Campo Cultural Residencial “el conformado por aquellas realizaciones culturales que suceden en el marco determinante de un espacio habitable y que tienen como características una alta informalidad (oral, gestual, vivencial, por imitación, anonimia) tanto en la producción, que siempre es en pequeña escala, como en la transmisión de mensajes y bienes. La circulación y consumo de los mismos se efectúa a través de circuitos cuya tendencia es cubrir un pequeño tejido social rigurosamente delimitado por los miembros de la comunidad donde se crea. El Campo Cultural Residencial es el escenario de realización sociocultural por excelencia” (EAGO, 1997). En consecuencia, las culturas populares pertenecen, tienen su origen, se suceden y se desarrollan en un determinado espacio habitable que se caracteriza por contener una ecobase, una condición físico-natural, y una realización social, (Guitián, 1993). Ese espacio geográfico-telúrico vienen a ser microlocalidades, los espacios de los consejos comunales y las comunas, o las localidades, parroquias y municipios que están constituidos por grupos étnicos y comunidades étnicas que en su desenvolvimiento y desarrollo se transforman en familias étnicas hasta alcanzar una red de familias étnicas vecinales. En una determinada extensión de territorialidad, los grupos humanos establecen relaciones y realizaciones fundamentales en vínculos de sangre e intereses, estilos de vida y formas de asistir a la misma. De allí se origina su carácter residencial. Las culturas populares son residenciales porque pertenecen, geográficamente hablando, a una determinada e histórica territorialidad y en ese espacio los grupos humanos, en sus realizaciones y relaciones fundamentales, van conformando desde las comunidades étnicas hasta las familias étnicas vecinales. Se establecen de esa manera relaciones sociales cristaliza-


Ilustraciones: Juan Rodríguez

das en diversas instituciones. Ello se traduce en un sistema de creencias, costumbres, actitudes y modos de reaccionar, representaciones simbólicas, valores, expectativas y universos simbólicos. Un ámbito espacial, telúrico, con una relación con la tierra que proporciona alimentos, un estilo de vida, suscita una economía, unas técnicas, una artesanía, un cobijo, una comunión, no siempre fácil, pero dialéctica (Maldonado, 1985). 3. Las “culturas populares” y la Ley Orgánica de Cultura Una vez que se establece el derecho constitucional, un derecho fundamental, un precepto fundacional, en este caso en materia cultural, el mismo principio superior sobre las normas orgánicas precisa: “Son leyes orgánicas… las que se dicten para organizar los poderes públicos o para desarrollar los derechos constitucionales” (Art. 203. CRBV, 1999). En consecuencia, constituye un mandato superior desarrollar ese derecho cultural fundamental en la norma orgánica que se tenga a bien crear o elaborar. Por ello, y a propósito del análisis, estudio y elaboración de mociones para el Proyecto de Ley Orgánica de Cultura, que se viene discutiendo en la Subcomisión de Cultura y Patrimonio Histórico de la Asamblea Nacional, se propuso la creación de un título sobre las “culturas populares, la artesanía y las industrias típicas”. Este aparte contendría sendos capítulos: uno para las culturas populares y otro para la artesanía y las industrias populares típicas. En relación con el primero, tres aportes fundamentales se presentaron: la caracterización de las culturas populares, la clasificación de las mismas y la creación de un Instituto de las Culturas Populares y Residenciales con personalidad jurídica y patrimonio propios. Al abordar la clasificación se precisa que éstas pueden ser tradicionales o contemporáneas y que son aquellas formas, expresiones y manifestaciones, estilos de vida y bienes y servicios culturales, tangibles e intangibles, que pertenecen y son propios del campo cultural residencial, caracterizado por ser realizaciones culturales que se suceden en un marco determinante de un espacio habitable, por las comunidades y familias étnicas vecinales,

de alta informalidad, de producción y transmisión de mensajes y bienes en pequeña escala y cuyo significado es de realización sociocultural por excelencia. Determinando su sentido de pertenencia, su memoria histórica, su personalidad, cosmovisión y patrimonios culturales. Es indudable que la dignificación de la cultura popular comienza por la Carta Magna y ahora tiene, necesariamente y por mandato constitucional, que ser desarrollada en la ley orgánica específica. Hoy por hoy, las culturas populares constitutivas de la venezolanidad juegan su papel protagónico y participativo. No entenderlo de esa manera es ir contra el espíritu, propósito y razón de ser de la Constitución Bolivariana. Las investigaciones sobre la cultura festiva, máxima expresión de la cultura popular, han arrojado registros demasiado significativos. El “Calendario de manifestaciones culturales

festivas, residenciales, tradicionales y modernas, criollas y étnicas de Caracas”, en cinco municipios y en 32 parroquias alcanzó el registro de 2.201 fiestas. Una semejante investigación realizada durante el período de 1994-1996 en 15 municipios del estado Sucre culminó con el registro de 1.880 manifestaciones populares y residenciales. La proyección nacional de fiestas que se realizan anualmente en Venezuela alcanza 196 mil manifestaciones culturales populares. Esta es la cultura que tiene que dignificarse, por mandato superior y fundamental. Hacer lo contrario es colocarse de espalda a una realidad cultural popular que por primera vez en la historia constitucional de Venezuela no sólo conquista rango fundacional sino que debe ser atendida de manera especial por el mismo Estado. La historia de la cultura apenas comienza.

Foto: Jesús Ochoa

Las culturas populares tienen rango constitucional en Venezuela

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Máscaras en Corpus Christi n Igor Barreto

H

oy he tomado un autobús rumbo a San Francisco de Yare. He querido ver de nuevo sus diabólicas máscaras de Corpus Christi, de las que siempre oí hablar, pero cuya intensa presencia me sobrevino al conocer una foto de Gonzalo Plaza tomada en el año 1949. En ella, un grupo de diablos baila sobre la calle de tierra que bordea la calcárea iglesia de Yare. Algunos danzantes cruzan sus piernas y realizan un primitivo signo de la cruz, con el que desean ahuyentar al demonio. Hay niños en esta foto que miran con asombro lo que ocurre; asombro que se ha perdido hasta el límite de la indiferencia y el olvido, como aquel que padeciera el ángel del cuento de García Márquez abandonado en un gallinero. El autobús se detuvo frente a un botiquín con sus mesas y su rocola pueblerina. Dos cuadras más abajo está la casa de Juan Morgado, el artesano desenfadado de las máscaras de Yare, y, al fondo de la misma calle, el lugar donde vive el diablo mayor Manuel Sanoja, quien introdujo innovaciones importantes pero insistiendo como ninguno en la tradición de antiguos artesanos. En Venezuela, las máscaras que despliegan el imaginario demoníaco aparecen en diversas manifestaciones regionales que tienen raigambre pagana, europea y medieval, como son las celebraciones del Carnaval y Corpus Christi. El espíritu festivo y sincrético que anima las comparsas del Carnaval encuentra su representación más acorde en la riqueza de elementos plásticos utilizados en las máscaras de sus diablos. Siempre he creído que en las celebraciones de Corpus Christi convivían dos maneras artesanales o dos formas de resolver la construcción de una máscara: la primera de ellas favorece la expresividad plástica, práctica representada por las máscaras de los Diablos Danzantes de Yare; y la segunda tendencia gusta de la contención expresiva, allí precisamente ubicaría las usadas por los Diablos Danzantes de Chuao. Ahora bien: los

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diablos de Cata, Tinaquillo, Turiamo y Naiguatá, por sólo nombrar algunas comunidades donde acontece este tipo de celebraciones, se ubicarían más cerca o más lejos de estos dos parámetros del diseño. Las máscaras de Yare son el mejor ejemplo de una tradición cultural que ha venido enriqueciéndose con el paso del tiempo. Siendo una comunidad que se encuentra bajo el foco de irradiación de grandes centros urbanos, en no pocas oportunidades se ha visto obligada a modelar los numerosos mensajes culturales que recibe de las grandes ciudades. Y esto, en buena medida, explica las constantes variaciones que las máscaras de sus diablos han incorporado. Hasta las décadas del 40 y 50, el patrón de construcción artesanal de las máscaras era prácticamente el mismo,

Cada día se a posibilidades de un bestiario má el de años ante predominaba el rostro vacun


Fotos: Terry Carquez

abren nuevas e exploración de más diverso que teriores, donde el demonio con no o porcino

Manuel Sanoja, fabricante artesanal por más de 50 años de las máscaras de Yare

así lo confirma el trabajo de artesanos como: Manuel Portero Moronta, Gumersindo Palma y Antonio Blanco (El Soldo). Hasta esos años el rostro del diablo se elaboraba partiendo de la exageración de rasgos humanos, a los cuales se agregaban algunos componentes animales como los cachos, cuyo número varía de acuerdo a la jerarquía del danzante. Lo regresivo, lo involutivo y lo animal, que en Occidente se asocia a la representación del diablo, no modifica en nuestros casos la importancia del rostro humano como esquema plástico de la máscara. El conjunto de las máscaras lucía, en ese entonces, homogéneo y reforzaba una imagen de colectividad que se entregaba en pleno a la celebración de los festejos. Luego de asimilado el poder de cambio que tuvo la fiesta de la cultura tradicional venezolana organizada por Juan Liscano para la toma de posesión de Rómulo Gallegos, y que aquél llama-

ra sin demoras “La fiesta de la tradición”, las máscaras de Yare iniciaron con modestia su proceso de transformaciones más reciente. La unidad indumentaria de los Diablos Danzantes quedó referida básicamente a los trajes, ya que la máscara, objeto simbólico fundamental de la manifestación, será, a partir de ese momento, distinta de un diablo a otro. Desde la plaza caminé hacia el taller de Manuel Sanoja. Al fondo de la sala de su casa hay una escalera de concreto que conduce a la azotea donde el taller se despliega en varios cuartos. En las paredes están sus caretas de diablo de otros tiempos. Se trata de un mapa de búsquedas y fi-

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delidades, donde ventea la oscuridad de unos cerros pedregosos que presiento a mi espalda. En ese espacio de su taller Manuel Sanoja suele rememorar las conversaciones con Juan Liscano en el año 48 y las visitas del fotógrafo de El Nacional Edmundo “Gordo” Pérez. Cada día se abren nuevas posibilidades de exploración de un bestiario más diverso que el de años anteriores, donde predominaba el demonio con rostro vacuno o porcino. La aproximación del artesano ya no es expresamente religiosa y encuentro motivaciones expresivas de carácter psicológico o puramente estético. En este proceso, la máscara de dragón, como un diablo de formas más complejas, ha tenido una importancia de indudable trascendencia señalándoles a estos hacedores de máscaras un camino de realización individual y artística. En el taller de Sanoja existe una careta de dragón blanco construida a finales de los 50 que, según me dice, es punto de referencia en sus cambios posteriores. Son las nueve de la noche y bajo una pequeña mesa del taller hay un bulto de traje multicolor al cual Sanoja no atiende por estar empeñado en mostrarme una maraca de diablo de Yare. A la maraca se le agregaron en estos años el rostro de un diablo en ambos extremos de su esfera. Se traLa jerarquía de este ta de un elemento doble que siempre diablo de Chuao no contemplamos no la conocemos por su importa el ángulo en que nos ubinúmero de cachos quemos frente al (como en Yare)... La danzante. Es un importancia de cada instrumento que diablo viene dada por la repica en su mano espantando la acelongitud de sus bigotes chanza del mal. Sin duda, su pulso y barbas de cocuiza sonoro recuerda la amarilla, lo que da cadencia monótona de solera indíidea de una jerarquía gena. Mientras haadquirida por la blamos se cae una taza que contiene templanza en el tiempo pinceles y el (“Más sabe el diablo por unos bulto de traje mulviejo que por diablo”)... ticolor saca su rostro bajo el cono exacto de luz de un bombillo. Es un diablo de Chuao –me ha dicho Sanoja–. Aunque al apenas nombrarlo bastó para que aquella criatura emprendiera espantado un vuelo hacia el norte más innoto. Debo decir, por lo menos a manera de paréntesis, que las máscaras de los diablos de Chuao impresionan por la sencillez y concisión de su diseño alejado de cualquier barroquismo. Se trata de un diablo risueño y

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En Chuao se representa a un diablo más risueño

no terrorífico como sus pares de Yare, donde colmillos y lenguas prolongan la violencia de sus cuernos. Si en las máscaras de Yare los colores se ordenan por afinidad asociativa (acumulativa) y tan diversa, en las máscaras de Chuao los colores se integran por contraste. Los colores que ordenan la composición son el blanco y el negro, colores positivos y negativos. El negro que remite a lo interior y subterráneo y el blanco que atiende a lo solar y al éxtasis místico. El negro da forma al cuerpo de la máscara y el blanco dibuja un rostro, lo ilumina. La jerarquía de este diablo de Chuao no la conocemos por su número de cachos (como en Yare). Éstos, aunque puntiagudos, no constituyen un elemento resaltante. La importancia de cada diablo viene dada por la longitud de sus bigotes y barbas de cocuiza amarilla, lo que da idea de una jerarquía adquirida por la templanza en el tiempo (“más sabe el diablo por viejo que por diablo”) y no por la agresividad de sus múltiples cachos. Es importante decir aquí que Chuao ha perdurado en las montañas de Aragua, frente al mar. Es un mirador recóndito, aquel pueblo, sus habitan-

Fotos: Jesús Ochoa

tes padecieron por centurias la esclavitud de las haciendas de cacao. Este dato que nos refiere una co-


a

Fotos: Terry Carquez

munidad consolidada con esfuerzo, me ha hecho notar otro rasgo de sus máscaras. Me refiero a la cinta tricolor (amarillo, azul y rojo) fijada a los dos cachos y que tiene una cruz en el centro y algunas veces a los extremos de esta cinta. Se trata de la bandera y la cruz, dos elementos que simbolizan la cohesión social y el carácter ciudadano de esta comunidad. Luego de haber aprendido estas maravillas sólo escuchando y mirando al diablo mayor Manuel Sanoja, qué difícil resulta regresar a Caracas, yo lo hago a despecho y en compañía de un diablo cojuelo que trastabilla en mi residual herencia. Lo dicho hasta ahora es sólo la exterioridad de la máscara, pero qué ocurre tras ella, en su interior, donde sabemos que hay un individuo (un hombre danzante) en jaque, y un duelo entre el bien y el mal en el centro de una conciencia. Por lo menos, en tiempos de Corpus Christi, existe la certeza de que el diablo se rendirá ante el sagrado sacramento de la eucaristía.

En Yare las máscaras se han ido modelando por el influjo de la urbe

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Humor Vítreo/ Jesús Ochoa

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iablo apurado, “Zamuros de la Barrosa del alcornocal de abajo: ahora verán, señores, al Diablo pasar trabajo”, pronostica Florentino en las postrimerías de aquel reto. Que no por rojo, ni por sabio, que no por viejo ni por diablo, que no por adelantado, ni por creerse mandado, ni por hablar cielo adentro… los vemos por estos lados. ¡Ah malaya quien pudiera conectarse entre los versos! Florentinos y mandigas se encuentran en los atajos, agárrame ese trompo en la uña, que me lleve quien me trajo. “San Miguel dame tu escudo, tu rejón y tu puñal, Niño de Atocha Bendito, Santísima Trinidá”. MCh

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Tradición y modernidad en la urdimbre urbana

Foto:Jesús Ochoa

E

n Marlon Zambrano

l crecimiento urbano, entendido como la reformulación de espacios territoriales a través de la concentración de actividades y poblaciones en un área delimitada, ha desembocado en dos fenómenos que constituyen un problema básico de la modernidad: primero, el caos surgido como consecuencia de la concentración espacial de la población a partir de unos determinados límites de dimensión; y segundo, el surgimiento de una nueva modalidad cultural (urbana o masiva) que modifica, limita o simplemente coexiste con determinados valores de carácter tradicional cuya transmisión y difusión se habían producido por años a través de canales informales como la oralidad. La práctica de determinadas expresiones de carácter tradicional (que abarca desde las festividades religiosas pasando por la culinaria, la música, etc.), consecuencia de la reiteración de la memoria colectiva que busca mantener determinados valores de relación, intercambio o reafirmación, se ha visto afectada por los procesos de urbanización y mercantilización que han dado impulso a nuevas realidades cuyo análisis pasa “por la

visión romántica de la necesidad de conservar la pureza de las tradiciones y por las estrategias de mercado que sólo perciben las ganancias que producen al convertirlas en artículos para turistas” (García, 1996: 163). Esto, sin dejar de considerar que lo moderno según la visión occidental, surge como oposición a lo tradicional, y “lo tradicional, en la lógica de la modernidad, significa pasado, retraso, fuera de vanguardia y en el caso latinoamericano, subdesarrollo” (Foster, 1994: 210). En América Latina el crecimiento urbano, en términos generales, ha ocurrido mediante procesos sustancialmente distintos a los que generaron las ciudades europeas, las cuales se desarrollan a raíz de la modificación del sistema de producción que pasa de una economía doméstica hacia una economía de manufactura y luego de fábrica. Como escribe Roberto Segré en su obra Estructuras ambientales en el capitalismo: “Mientras las ciudades europeas se desarrollan como centros de producción y consumo de productos –manufactura, industria y comercio– las ciudades coloniales y neocoloniales se caracterizan por la cesión de la producción primaria a través del puerto exportador, así co-

mo por el consumo de la producción manufacturera e industrial metropolitana importada por la clase dominante” (Segré, 1977: 72). Por ello se explica que el proceso de urbanización en América Latina se ha venido desarrollando por muchos años sin planes estratégicos a largo plazo, generando la proliferación de megalópolis como Ciudad de México, Río de Janeiro, Buenos Aires y Caracas, sin la vital correspondencia en crecimiento económico, precisamente por su articulación dentro del modo de producción dependiente en el sistema capitalista, lo que indudablemente genera una fuerte conmoción en las tradiciones en la medida en que el crecimiento es contingente. Es así como verificamos que el centro urbano de nuestros días se caracteriza por una amplia oferta de servicios públicos y por cordones de miseria donde se pone en evidencia su carencia; por la paulatina pérdida de puntos de encuentro colectivo y centros mnemónicos y por otro, por la gran diversidad de expresiones culturales que confluyen en un mismo espacio, obligando a las comunidades urbanas a “reinterpretar y aprehender las diferentes realidades culturales, vigentes en su entorno, para asimilar-

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las, mezclarlas e integrarlas a sus necesidades” (Pinto, 1993: 108). Hibridación, simbiosis, periferia, transculturación y globalización son algunos de los conceptos de análisis que acompañan a quienes intentan darle explicación y sentido al crecimiento urbano latinoamericano y a su incidencia en el consumo cultural. En otras palabras, las culturas inmersas en el proceso de crecimiento urbano de nuestros territorios pasan por una necesaria revisión de la forma como se producen-reproducen-circulan-consumen las elaboraciones concretas y simbólicas que se generan a partir de sus necesidades de identificación con el entorno. No obstante, el antropólogo argentino Néstor García Canclini ha denunciado en múltiples escritos su temor por una visión excesivamente romántica de las tradiciones por parte de quienes no perciben el silencioso juego de “hibridación” entre la cultura popular y la urbana, en otras palabras, la tradición y la modernidad. Para Canclini, los temores no deben ser por las tradiciones que se pierden sino por las que se transforman, abriendo paso a la inevitable discusión sobre la supervivencia de modos ancestrales de cultura dentro de una modernidad que aún no ha conseguido su acomodo en nuestro reducto continental. “En las tiendas urbanas de artesanía –afirma Canclini–, en los museos, en la publicidad y el turismo (...) las representaciones y prácticas subalternas son reestructuradas para volverlas compatibles, para que incluso contribuyan al desarrollo del sistema hegemónico” (García, 1984: 196-197). Se habla de que el capitalismo tiende a reducir las diferencias entre las manifestaciones culturales de los circuitos populares-tradicionales y los espectáculos mercantiles urbanos, bajo la lógica del mercado, subordinando lo rural a la ciudad. Se consume todo, se toca todo, pero en esa misma medida, se reduce lo que no produce ganancias, lo que no genera excedentes al capital. Justamente allí residen los miedos de antropólogos, sociólogos, cultores, folkloristas, historiadores. ¿Cuál es el destino de las creencias fundacionales que generaron las fiestas?, se pregunta Canclini, y de inmediato se responde: “La secularización y mercantilización de las ceremonias es inversamente proporcional a la medida en que una comunidad se halla integrada equilibradamente y ha resuelto la satisfacción de sus necesidades básicas” (García, 1984: 191). Ni tan del pueblo, ni tan ritual Algunos estudios revelan que en las últimas décadas las culturas tradicionales se han desarrollado trans-

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Las tradiciones en el marco de la modernidad corren el riesgo de convertirse en un espectáculo anodino y comestible

formándose. Canclini ubica este crecimiento cultural en cuatro grandes tipos de causas: a) La imposibilidad de incorporar a toda la población a la producción industrial urbana; b) La necesidad del mercado de incluir las estructuras y los bienes simbólicos tradicionales a los circuitos masivos de comunicación, para alcanzar aun a las capas populares menos integradas a la modernidad; c) El interés de los sistemas políticos por tomar en cuenta el folklore a fin de fortalecer su hegemonía y su legitimidad; d) La continuidad en la producción de los sectores populares (García, 1996: 200). Antes, durante el ritual de la fies-

Uno de sus principales productos pasó a ser la religiosidad popular con su carga de emotividad espontánea del pueblo y el libre albedrío en el manejo de las imágenes sacralizadas por la Iglesia Católica, sin distinción de los ídolos populares a quienes se les confiere poderes mágicos.


Foto: Jesús Ochoa

ta, el pueblo imponía un orden a los poderes que se percibían incontrolables. Hacía de la naturaleza un espacio del dominio público y de los símbolos sagrados sus aliados en la consecución de metas comunitarias ligadas con la productividad agrícola, la fertilidad, la lluvia, etc. Uno de sus principales productos pasó a ser la religiosidad popular con su carga de emotividad espontánea del pueblo y el libre albedrío en el manejo de las imágenes sacralizadas por la Iglesia Católica, sin distinción de los ídolos populares a quienes se les confiere poderes mágicos. Los ritos religiosos se complementan con los ritos con funcio-

nes recreacionales (parranda, fiesta profana, baile), sicológicas (la gratificación del ego a través de rangos de poder, disminución de tensiones nerviosas mediante el baile), sociales (reforzando lazos de amistad) y medicinales (curas milagrosas con la ayuda de los santos) (Pollak-Eltz, 1994: 15). La fiesta, sin embargo, tiene ahora a otros protagonistas y otros parecen ser los símbolos de la fe. Ya no representan con exactitud movimientos de unificación comunitaria para celebrar acontecimientos o creencias surgidos de la experiencia cotidiana con la naturaleza o impuestos por la Iglesia. Las migraciones, el intercambio de

contingentes humanos con diferentes códigos culturales, la masificación de productos, la globalización económica, financiera y comunicacional, las industrias culturales, el mercado y el caos del crecimiento urbano latinoamericano hicieron poco a poco de las ciudades rostros repetidos para el contacto efímero y el consumo homogéneo y modificaron definitivamente la construcción de representaciones y aspectos tan concretos como los hábitos y patrones de consumo. El rito, sacralizado en un bloque de normas comunitarias, distinguido de otras prácticas porque no se discute ni se puede cambiar ni cumplir a medias, no sólo establece en nuestros

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días y en su nuevo escenario la ciudad, la pertenencia a un orden en la comunidad. La discusión de hechos política o económicamente trascendentes, por ejemplo, ya no se perpetra en la esquina o en la plaza, sino que se lleva al reducto doméstico y anónimo de la sala del hogar donde el mediador divino es el televisor. En las ciudades las relaciones sociales que se establecen, el insumo tecnológico, el impulso mercantil y las urgencias de los medios de difusión, transforman la fiesta popular y la tradición ritualista; crea una gran conmoción en el intersticio de su cohesión histórica y social. El espectáculo público forma parte de un cúmulo de factores que impulsan los códigos mediáticos que intervienen decisivamente: “La nueva invasión de color, luz y sonido que trae su despliegue mercantil, sustituye –por su carácter de experiencia estética total– a las fiestas religiosas que eran en los pueblos la principal fuente de integración pública” (García, 1984: 182). En el estrépito de la modernidad, los espectadores se enfrentan a diario a la diversidad de gustos que reina en la ciudad. Advierten, de esta forma, que muchas veces las tradiciones son asunto de la estética y no solamente de las costumbres y de la fe; lectura de las culturas tradicionales muy frecuente en la metrópolis capitalista. Existen de forma paralela, un discurso reivindicativo expresado por unos cuantos: la defensa de lo nuestro, el rescate de las tradiciones, pretendiendo que se puede ganar esta batalla deteniendo en el tiempo y el espacio una expresión viva de un sistema orgánico como lo es la sociedad; y a la vez, una realidad latente: el urbanismo desorganizado, la explosión

Fotos: Terry Carquez

demográfica y su consiguiente transmutación de modos de consumo cultural. Lo que no deben hacer las tradiciones es permitirle al consumo masivo la expropiación de sus principios, desmitificar lo que permanece en la fábula y ha ayudado a construir una identidad común y poner en práctica la solidaridad comunitaria. No puede permitir que su carácter colectivo, como fenómeno festivo, sin exclusiones de ninguna clase y con su necesidad de imponer la dualidad fiesta-participación, sea sustituido por la lógica del valor de cambio donde la fiesta-

El espacio público se ha convertido en la esfera circunstancial para el consumo

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espectáculo es concebida en función exclusiva del consumo. Claro está, es una misión titánica en la ciudad contemporánea latinoamericana donde cada vez es más difícil enfrentar a los poderes públicos y privados urgidos por los excedentes necesarios para garantizar su perpetuación. Los requerimientos económicos y la permanente oferta de opciones rentables para la distracción y el entretenimiento tienden a adulterar las expresiones de la cultura popular y darles un cariz de curiosidad para turistas. Esta situación es aún más dramática cuando las viejas y nuevas tecnologías de difusión informativa, con todo lo que tienen de brecha tecnológica en Latinoamérica, aíslan cada vez más al ciudadano al reducto del hogar y a los espacios restringidos, haciendo del espacio público la esfera circunstancial del cruce para el consumo. Así, parece imposible competir con los nuevos malls tipo americano que, como avalancha, se apropian de los antiguos cañamelares que alguna vez sustentaron el crecimiento económico de la región; con las redes comunicacionales que superponen la Internet y la telefonía celular a la añeja consulta oral entre los compadres sobre el estado del tiempo y el nivel de la cosecha; con la fiesta urbana y sus decibeles de sonido durante un concierto de rock, aplastando el sonido profundo y lejano a la vez de la frase que repite, desde tiempos inmemoriales “Si el San Pedro se muriera / todo el mundo lo llorara”.


El Macizón que no tiene son se toca en La Sabana y Barlovento cada 24 de junio

Malembe, malembe ya… San Juan se viene, San Juan se va

Foto: Terry Carquez

n Ányelis Solórzano Cardona Con esta tonada los pobladores de La Sabana y Curiepe prenden la fiesta para celebrar el día del Santico Bailón, retumban los cueros de los tambores, el repique pasa de leve a intenso, mientras abren paso al sonido del popular culo’e puya, bailan al santo, hacen rituales mágicos, el mal anda suelto y el bien lo persigue, se rompen las reglas y se recuerda al negro esclavo que se escapa de la hacienda de su amo pa’ se’ libre al fin. La magia está en el aire, se respira, pica en el cuerpo y muchos aprovechan para cortarse el cabello y dar un vistazo a su futuro echando un huevo sobre un plato de peltre la noche del 23 de junio, poniendo 12 alfileres en un platico dulcero o revisando la ca-

“San Juan Guaricongo Cabeza Pelá Si tú no lo tienes San Juan te lo da” beza de ajo que se enterró la semana anterior para ver cuántos hijos les dicen las raíces que se van a procrear, se trata de tradiciones que se remontan a la Venezuela colonial. Historia y leyenda se conjugan en una noche cargada de magia Cuenta la leyenda que una víspera de San Juan el negro Pedro Camejo, el valiente Negro Primero, le dijo al general Páez: “Taita, vamos a ver qué

nos depara el destino”, convidándolo a colocar un huevo sin revolver en un vaso con agua y dejarlo bajo la cama para ver lo que les deparaba el futuro. A lo que Páez respondió con tono de incredulidad: “¡Échalos tú, uno por ti y uno por mí!”. Así lo hizo el Negro Primero y a la media noche, siendo hora ya de revisar, sacó los vasos y al ver el del general, le dijo: “¡Le salió corona, taita, un triunfo grande, victoria y gloria!”. Páez, un poco más entusiasmado, preguntó: “¿Y en el tuyo, qué salió?”. A lo que el pobre hombre respondió con tono acongojado: “Me salió cajón, yo no voy muy lejos”. Horas más tarde, se dio inicio a la Batalla de Carabobo en la que el general salió triunfante y el Negro Primero perdió la vida luchando por la

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Vargas y Barlovento se hermanan en su devoción a San Juan

Fotos: Terry Carquez

libertad de Venezuela, la épica batalla donde el negro arrojado y noble se acercó a su general Páez para decir las palabras que se grabaron con fuego en la historia venezolana: – ¡Vengo a despedirme, mi general!dijo Negro Primero. – ¡Por qué te vas, cobarde, no abandones la pelea!- contesta enfurecido el recio Centauro de los Llanos. – ¡Vengo a decirle adiós porque estoy muerto, taita!- responde Negro Primero cayendo a los pies de su jefe, la espalda perforada por tres heridas mortales.

Pueblo que vuelve a sus raíces Los pueblos de Vargas y Barlovento aún tienen fijo el recuerdo de la Colonia, del sudor y los latigazos, del amo mandando y el esclavo obedeciendo, momentos interminables que sólo se rompían en el día de San Juan, cuando el tambor comienza a repicar y el aguardiente se convierte en exquisito néctar que sacia la sed. En Curiepe se encuentran San Juan Bautista y San Juan Congo, ambos rodeados por un mar de pañuelos rojos, recorriendo las calles del pueblo. El Bautista recibe la bendición de la Iglesia pero el Congo es un santo hombre no reconocido por el Vaticano debido a su origen pagano, pero eso no amilana a los pobladores quienes cada año festejan y bailan con su santo a cuestas. “San Juan es un santo negro que los blancos se cogieron pa’ ellos, San Juan es un santo bailón que bebe aguardiente y ríe con su pueblo, que bendice y protege a los negros, pero el blanco lo viste de iglesia y lo coge pa’ ellos, San Juan Congo es negro, africano como el malembe y las caderas de la princesa Lucumí”, se escucha una y otra vez cuando se habla de San Juan. San Juan lo tiene, San Juan te lo da A sus 68 años de edad, Eulogia Blanco, jubilada del Sistema Barlovento de Hidrocapital y oriunda de Curiepe, no deja de asistir cada año a la iglesia de su santo, acompañándolo luego en procesión pidiendo salud y sabiduría. Y durante el recorrido siguen retumbando en ella aquellos dichos y canciones que desde niña escuchó especialmente durante las festividades del 24 de junio, cuando se unen lo religioso y lo pagano, día de plegarias para el santo que todo lo da.

Eulogia Blanco, jubilada de Hidrocapital, no abandona a su santo cada 24 de junio

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“Como loco en Caraballeda” “Como loco, como loco” gritan los habitantes de Caraballeda mientras una mujer sostiene sobre su cabeza la imagen del santo bailador, el sonido del tambor retumba en la puerta de la iglesia, y la mujer agita las caderas, dando giros y moviendo al santo de un lado a otro. José Luis Rodríguez Longa, quien ejerce funciones como Analista de Informática en el Sistema Litoral Central de la hidrológica, asiste cada año a esta celebración, y como si un espíritu ancestral recorriera sus venas, sus manos comienzan a golpear el cuero del tambor rítmicamente para acompañar con su música a San Juan Bautista. Heredero del canto africano, del sentir africano y la devoción de un pueblo que nunca dejó que se perdieran sus dioses bajo el látigo impositor de una fe que desconocían, José Luis se abraza con fuerza a ese legado ancestral y descarga sus manos ardientes sobre el cuero animal para enviar su preces al santo que “los blancos se cogieron pa’ ellos” pero es más negro que el lomo angoleño que se quebró para sembrar el cacao, para recoger el café, para rozar las tierras del amo, como el pecho que amamanta al niño blanco con blanca dulzura de ma’e negra. Como loco gira el santico bailón, como loco salta el pícaro sobre las cabezas de los negros, como loco San Juan, como loco, baila santico pa’ que el maligno salga pa’ fuera y deje tranquilo al negro bailando hasta el amanecer.


Fotos: Jesús Ochoa

Los vecinos se reúnen el domingo siguiente al 16 de julio para la elaboración de las alfombras

Alfombras de Flores de Araira: agradecimiento y fe de un pueblo n Katherina Araque

Para los araireños participar en la elaboración de las Alfombras de Flores en honor a su patrona, la Virgen del Carmen, es un auténtico acto de fe, entrega y devoción. Desde 1992 sus pobladores han cultivado esta hermosa manifestación que año tras año llena de color y aroma floral a esta población mirandina. Cientos de flores y frutas, propias de la región, son empleadas en la decoración de la imagen más pequeña de la Patrona, llamada “Carmencita”, y en la elaboración de originales tendidos que colman la calle Bolívar de la localidad zamorana, en un ambiente de hermandad, amistad y cooperación. Dibujos, símbolos y mensajes que promueven los valores humanos y cristianos, la fe católica y la devoción mariana son empleados en los diversos diseños que buscan rendirle honor a la Santa Patrona.

Un poco de historia Esta bonita iniciativa fue propiciada por el sacerdote Humberto Delgado y tomada por la sociedad de Damas de Nuestra Señora del Carmen y la Asociación Civil Alfombras de Flores de Araira, para honrar a la Virgen con esta tradición, cultivada en otras latitudes para rendir homenaje al Santísimo Sacramento. La elaboración de las alfombras, en la que participan pobladores y vecinos, comercios, entes públicos y privados, se realiza el domingo siguiente al 16 de julio, día en que se celebra la fiesta de Nuestra Señora del Carmen, advocación que desde la fundación del pueblo, por colonos italianos, ha acompañado a sus habitantes. En su primera edición sólo se elaboraron cinco alfombras, pero gracias al apoyo de los pobladores el camino floral se ha ido extendiendo paulatinamente, logrando ocupar, casi en su totalidad, la ca-

La Virgen de la Paz fue elegida como motivo de la alfombra del año 2008

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Las Alfombras son un homenaje a la Virgen del Carmen

lle Bolívar. La meta es que las alfombras lleguen hasta la iglesia del pueblo. La elaboración de las alfombras de flores de Araira le ha dado a la fiesta de la Santa Patrona una promoción sana a esta población, la cual es visitada, año tras año, en esta ocasión por muchos amigos y turistas. Apegada a una tradición Muchas son las personas que se han incorporado año tras año a esta actividad religiosa. Algunas por amor, fe, a modo de súplica o por agradecimiento ante algún favor recibido. Tal fue el caso de Dolymar García, ingeniero jefe del acueducto Guarenas, quien se integró a esta hermosa manifestación mariana hace 9 años. “Desde que me mudé con mi familia a Araira en 1990, noté que era un pueblo con muchas tradiciones, pero no fue sino hasta el año 2000, cuando mi cuñada fue diagnosticada con leucemia, que comencé a participar en la elaboración de las Alfombras de Flores” relata Gar García, quien desde hace siete años forma parte de Hidrocapital. Manifiesta que gracias a la intercesión de la Virgen la jovencita se curó y desde entonces ha participado junto a su familia en el diseño y la elaboración de las alfombras. “El primer

año realizamos la imagen del Divino Niño, luego Jesús de la Misericordia, el Escudo Papal y así sucesivamente, todo adornado con flores naturales”, excepto el rostro y las manos de la figura, que son pintadas por ella. Otro hecho significativo en la vida de Dolymar que reforzó su fervor por la Virgen del Carmen y que recuerda con emoción se remonta a 2003, año en el que nació su hija. “El padre Anselmo, párroco para el momento, acostumbraba presentar ante el altar a los bebés con 40 días de nacido, y mi hija casualmente cumplió los 40 días justamente al celebrarse estas festividades en honor a la patrona”. Aunque ya no reside en Araira, Dolymar se ha mantenido apegada a la manifestación de un pueblo que le abrió las puertas. Junto a su familia espera celebrar muchas festividades más en honor a la patrona de los araireños.

Fotos: Terry Carquez

Datos de la actividad El sábado que antecede al día que se elaboran las Alfombras de Flores, en Araira se realizan una serie de actividades preparatorias en las que el pueblo en pleno participa, movidos por la devoción a la Virgen del Carmen. w La jornada se inicia con la peregrinación y el encuentro de las comunidades rurales y sus patronos con la Virgen del Car Carmen, la cual recorre la calle Bolívar, hasta llegar a la iglesia de Araira, donde se realiza la Misa en Acción de Gracias por las cosechas del año. w Los pobladores ofrendan flores y frutos de la región para que sean utilizados en el arreglo de la imagen más pequeña de la Virgen del Carmen, llamada cariñosamente por sus devotos como “la más joven” o “Carmencita”, la cual, el domingo después de la Misa Criolla, será trasladada en procesión por las calles de Araira, entre cantos y oraciones, hasta llegar al encuentro del camino floral. w El domingo, los araireños despiertan de madrugada. A partir de las 4:00 am, por orden de llegada, se entregan números que garantizan un espacio en la calle Bolívar, previamente demarcada. w Las medidas establecidas de las alfombras son de un (1) metro de ancho por dos (2) metros de largo. w El diseño de la alfombra debe tener mínimo un 80% de flores naturales y follaje. w A medio día las alfombras deben estar listas para recibir, luego de la misa, la bendición de la Virgen del Carmen, cuya imagen, adornada con flores exóticas y frutos ofrendados de la región, recorre en procesión las calles de Araira.

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Opinión/ Carola Chávez

Rompiendo con las tradiciones Tradicionalmente escribo en mi estudio, de noche, mientras mis niñas duermen. Tradicionalmente fumo mucho mientras escribo. No sé cuántos cigarrillos me fumo antes de terminar una cuartilla, sólo sé que son tantos que, a veces, termino sintiéndome intoxicada. Tradicionalmente las mujeres de mi familia han sido fumadoras: mi abuela fumaba glamorosamente, como se fumaba en la década de los cuarenta. Mi mamá fumaba libremente, como se fumaba en los años

setenta. Yo fumaba idiotamente, como fuman quienes aún fuman en pleno siglo XXI. Dejar el cigarrillo es una proeza dificilísima. El tradicional temor al fracaso te invade desde el mismo momento en que tomas, sin mucha determinación, la determinación de dejar de fumar. Atiendes entonces a los tradicionales consejos de quienes tradicionalmente fumaban hasta que dejaron de hacerlo. Los escuchas casi arrepentida de haberles confesado que has dejado

de fumar. Ahora tu honor está en juego y casi no tienes vuelta atrás. Empiezas a vivir el resto de tu vida evitando momentos y placeres que hoy son tus peores enemigos: el tradicional cafecito de la mañana, el timbre del teléfono anunciando una humeante conversación, los semáforos en rojo, los minutos muertos y la compu, con su pantalla en blanco invitándote a escribir, todos formando parte de la exquisita emboscada que el cerebro vicioso organiza para que uno acabe reincidiendo. Tradicionalmente la fuerza de voluntad me elude, pero esta vez pretendo romper con una tradición que es casi tan nociva como la cena de año nuevo en casa de mis cuñados. Para lograrlo, cambié mi escritorio por mi cama, en lugar del silencio y soledad de la noche, busqué, para esconderme de las ganas, la ruidosa compacompa ñía de mis niñas que se dedican a saltar y gritar mientras yo tete cleo estas líneas. Dejar de fumar es un compromiso con la vida, es el ejemplo que debo dar a mis hihi jas para no tener que verlas con los ojos de angustia y culpa con los que me miraba mi mamá cada vez que yo encendía un cigarrito. Es librarme de la agonía de desdes cubrir que me quedé sin cigarros un domingo a las diez de la nono che. Es dejar de gastar el dinero en cosas que se vuelven humo. Por eso estoy aquí, con el traditradi cional mal humor que produce el síndrome de abstinencia, escriescri biendo algo que nada tiene que ver con las fiestas tradicionales venezolanas, que es de lo que se trata esta publicación, pero escriescri biendo, al fin y al cabo... EscriEscri biendo y sin fumar.

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Aguadas / Juan Rodríguez Misa de San Juan Tikititaquitaka es la oración a San Juan. Danza de orgasmo y sudor es la oración a San Juan. Oggun albino y profeta.

Caderas en alto contraste.

África pintada de colonia y nuevo mundo

Manos tierra y sangre del café.

Reza el tambor esta noche:

Misa color de sotana, Oggun decapitado, Oggun guaguancó.

Confesando las tetas afuera, confesando las heridas heredadas, confesando las heridas bien ganadas. Por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa. Rojo y negro es su color, es cadencia su alimento, es sonrisa su oración. Masticando el fuete golpeando el cuero arañando las galaxias.

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Color parido por la luna, color que es camino a la prisión, color negativo y de pantera.

Ave María cinco veces: Que se arrepientan los otros. que se lo crean los demás que se coman a su dios, que me dejen ir en paz. Necesitamos ahora que anochezca cuanto antes, que no haya luna, que se caiga la corriente. que se apaguen las estrellas. Pa’ que los cueros retumben, retumben hasta el Vaticano, hasta sus sucursales, hasta el reverso del sol.


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