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años del Papa que escucha a los jóvenes

Alejandro Fernández*

Hace 10 años, en una tarde de marzo, yo me encontraba jugando al fútbol con unos pibes de Hogares Don Bosco, en un campito que los salesianos tienen dedicado al trabajo con niños, niñas, adolescentes y jóvenes en situación de calle y de los barrios populares en La Matanza, Provincia de Buenos Aires. Unas semanas antes, en medio de esa experiencia de voluntariado en la que buscaba junto a otros responderme la pregunta por un seguimiento más profundo de Jesús, nos habíamos enterado de un hecho que no acontecía desde hacía más de 700 años: un Papa había renunciado. ¿Quién sería el próximo? ¿Qué “línea” traería? ¿Cómo afectaría -o no- eso al trabajo que hacíamos con los pibes?

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Ahora, el “picadito” previo a la despedida de aquella tarde “oratoriana” era interrumpido

Y si bien este dato sólo tiene

Lampedusa, en donde tuvo un gesto profético hacia los inmigrantes que se ahogaban en las profundidades del Mediterráneo a espaldas de la Europa Indiferente), fue en Río, en América del Sur, en donde tuvo su primer gran encuentro con los jóvenes y de donde se iniciaría una característica de su pontificado: interés desde un punto de vista personal y no universal, también es real que fue desde las periferias geopolíticas y existenciales desde donde nos llegó el nuevo Papa. Y es a esas esquinas de la historia donde nos invita a mirar para construir la Iglesia y el mundo nuevo. Y entonces, ¿por qué no comenzar esta introducción desde un lugar periférico, singular… una historia mínima?

La primera gran experiencia eclesial masiva que le tocó vivir a Francisco fue la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, apenas cuatro meses después del cónclave que lo eligió como sucesor de San Pedro.

Si bien el Padre Jorge ya había tenido su primer viaje como Pontífice dos semanas antes (a

Francisco es el Papa que escucha a los jóvenes, porque es el Papa que elige dialogar con ellos. Y si bien sabemos que dialogar implica escuchar y hablar, resalto aquí el “escuchar”.

Escuchar, no porque Francisco no le haya dicho muchas y valiosas cosas a los jóvenes (muchas de las cuales siguen haciendo eco, casi como una firma propia, desde el comienzo de su pontificado), sino porque, con los jóvenes, enfatizó ese otro paso de escuchar e invitar a escucharlos.

Y al hacerlo armonizó lo que quizás puede ser un riesgo de desbalance de cualquier pastoral en la Iglesia y también de la pastoral de jóvenes: hablarles mucho pero escucharlos poco. Francisco, como buen jesuita, sabe que el discernimiento comienza haciendo silencio y disponiéndose a la escucha.

Tan así fue en estos diez años, que la Christus Vivit -exhortación apostólica post sínodo de los jóvenes - se trató prácticamente de una carta redactada “para vos”. Le habla a cada joven y al Pueblo de Dios. Propone justamente iniciar un diálogo.

Con intuición y picardía criolla, con la sabiduría de quien caminó las calles y no balconeó la vida, Francisco deja ver en esa carta que conoce el corazón de los jóvenes, que sabe por dónde se despierta y se conmueve la pasión joven para el encuentro con Jesús: sabe que una verdadera pastoral juvenil será una pastoral juvenil popular, de brazos arremangados y comprometida con la vida de los últimos. Una pastoral vocacional, porque llama jugar la vida donde ésta está en riesgo.

Y en este diálogo que es hasta aquí una invitación a caminar juntos, Francisco ha buscado que ese “juntos” sea “con todos”. No es una propuesta de escuchar a los jóvenes en detrimento de los viejos. Francisco inaugura un diálogo intergeneracional que reúne las visiones de unos y los sueños de otros. Francisco invita a los jóvenes a ser “jóvenes con raíces”, a reconocerse Pueblo de Dios. Pueblo de hermanos.

Francisco no es un Papa de los jóvenes porque se saque selfies o hable en una charla TED, o aparezca en un documental de Netflix. Es un Papa de los jóvenes porque, siendo un anciano, se dispuso a escucharlos y les compartió su fe de corazón a corazón.

Si a Francisco se lo ve fresco, se lo ve joven, no es porque añora volver a ser joven, sino porque vive el encuentro con Cristo en el contacto concreto con el Pueblo, que siempre nos hace joven. Encontraremos aquí testimonios de jóvenes que en estos años durante su pontificado han experimentado este diálogo con un sabio abuelo joven, que no los menosprecia ni tampoco endiosa su juventud, sino que los llama “el Ahora de Dios”.

Me alegra que a mí, la noticia de su elección me llegara en medio de los jóvenes de las periferias a las que nos sigue invitando a mirar y escuchar, casi como una profecía de lo que estaba por venir.

*gracias Joaquín Casaburro por tus aportes

“Una Iglesia que se pone no sólo en escucha, sino que también mira en modo fraterno a los jóvenes, para también alentarnos en nuestro protagonismo dentro de ella, porque somos parte de ella”.

Hermes Domínguez, del Barrio Rodolfo Ricciardelli (ex villa 1-11-14)

Tenía 17 años, cuando nombraron a Bergoglio Papa y recuerdo que muchos fueron a la plaza de mayo “con bombos, platillos y canciones esperando expectante el nombramiento del próximo papa”. Después que pasó todo me percaté que era el Obispo que venía al barrio a hacer comuniones y confirmaciones.

Cuando fuimos con otros jóvenes a la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en Brasil en el 2013 fue una experiencia inolvidable, con muchas sensaciones y sentimientos encontrados, multiplicado por mil, que también iba por lo mismo con la expectativa de escucharlo y verlo después del nombramiento. Recuerdo la alegría y las caravanas en todos lados ya sea en estaciones de subte, colectivos, alojamientos y en la misma playa de Copacabana.

Estuvimos cerca de una semana; el viaje fue al principio de mucha adrenalina entusiasmo y después se fue perdiendo un poco por la cantidad de horas en el micro sumado al calor que nos había tocado, pero ya en Brasil lo habré visto a 20 metros, recerca… y si volvería.

Creo que todavía nos debe una visita a la Argentina, no pierdo las esperanza en que lo vuelva a ver por acá, celebrando misa en algún barrio popular.

Mariano García - Fue coordinador de pastoral nacional de juventud.

El día que lo nombraron Papa a Bergoglio me encontró regresando del trabajo, soy catequista escolar y estuvimos toda ese día en el colegio muy ansiosos por conocer el nuevo nombre del Papa, nos fuimos en auto con una compañera y pusimos la radio para escuchar, y cuando dieron a conocer el nombre de Bergoglio la primera reacción fue de mucha sorpresa continuadamente de una alegría y un grito con mi compañera de felicidad muy grande, me llenó de mucha felicidad. Y todas esas horas y días que siguieron fueron una alegría enorme.

Tuve la dicha de verlo una vez como padre Jorge acá en Buenos Aires en uno de los encuentros que participé de la Arquidiócesis, y después en tres oportunidades más como Francisco, una en el 2017 en una audiencia, en el 2018 estuvimos un mes compartiendo como compañeros de trabajo en el Sínodo de los Obispos que tuvo como trabajo los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, y el año pasado en el 2022 le presenté en una audiencia a jóvenes estudiantes universitarios que están llevando adelante desde sus estudios una transformación social.

Cada encuentro dejó algo en mí muy particular, todavía lo sigo reflexionando y me enriquecieron como persona pero también a todo el contexto de mi vida.

Para mí Francisco es un Papa de los gestos, y de los gestos profundos, que dejan una marca, un Papa que vive y que desarrolla una pastoral de gestos, que están fundamentados por una conciencia conceptual muy importante, pero que vive una coherencia entre lo que él pensó para su pontificado con lo que se expresa en sus gestos. Eso me asombra mucho, y me parece que es un impacto tanto para dentro de la iglesia como para aquellos que no están en el ámbito eclesial. Por eso creo que el impacto fuerte de Francisco son sus gestos, y sobre todo sus gestos con el ser humano doliente de estos tiempos, con aquellos que están siendo marginados, con aquellos que habitan en la periferia.

Patricia Esteche, del barrio Carlos Mugica (Ex Villa 31)

Tenía cerca de 22 años cuando eligieron a Bergoglio como el nuevo Papa, me enteré a la noche, cuando me llamó mi mamá, recuerdo puntualmente la emoción, el saber que una persona tan cercana a nosotros, que sabía nuestra realidad, iba asumir un puesto tan importante en el mundo, estábamos muy emocionados y recuerdo a mí mamá y a mi abuela llorando.

Tuve la posibilidad de conocerlo en el barrio, cuando él era obispo venía hacer las confirmaciones y en ese momento yo era catequista y en el mes de diciembre en el día de la Virgen de Caacupé él se acercaba al barrio a celebrar la misa y brindar con las familias.

La experiencia de la Jornada Mundial de la Juventud donde participé fue única, desde el día que nos dijeron que estaba la posibilidad de ir, todo fue hecho muy muy a pulmón, todo, desde el vamos: el pasaje, el colectivo, todo. Recuerdo que fue una época de mucho esfuerzo y mucha emoción porque la meta que nosotros teníamos superaba am- pliamente cualquier cansancio o el tiempo que uno tenía que invertir en todo lo que es la previa para poder ir, y aparte saber que te ibas con tus amigos era incomparable, recuerdo ese momento y me pongo feliz.

En Brasil estuvimos cerca de dos semanas. El viaje fue larguísimo, hermoso pero muy largo. Al llegar a Brasil nos perdimos, a tal punto que nosotros íbamos a una escuela y nunca la encontramos, llegamos a una iglesia donde nos dejaron pasar la noche y entre los sacerdotes hablaron con los vecinos, con su comunidad y nos recibieron diferentes familias. Mis tres amigas y yo, tuvimos la bendición de irnos con una mujer (Dios ya la tiene en el cielo) fue nuestra mamá ese tiempo, se llamaba Sandra. Ella nos adoptó todos esos días, se me pone la piel de gallina y se me quiebra la voz al recordarla porque nos trató tan bien, nos cuidó tanto, en esos pocos días que estuvimos nos dimos cuenta que era una gran persona. Todo el viaje fue una experiencia inolvidable.

En cuanto al Papá no pudimos verlo de cerca, pero volvería sin pensarlo en cualquier parte del mundo, lo que menos importa es el lugar, donde sea que convoque, volvería a vivir todo.

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