Vida sin vida. Vol 3. CRÓNICAS SOBRE VÍCTIMAS EN COLOMBIA

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“¿Hasta cuándo las víctimas vamos a seguir co

Trabajo desarrollado por alumnos de la Facultad de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad Sergio Arboleda, quienes se entrevistaron con las víctimas a través de la Fundación Victímas Visibles , a ellos agradecemos su esfuerzo y dedicación .


ontando la historia entre nosotros mismos?” Con estas palabras de Delis Palacios, Víctima de la masacre de Bojayá, recordamos la necesidad de las víctimas de ser escuchadas; de ser dignificadas y reparadas.


Sus ojos claros, llenos de esperanza, reflejan el temple de su personalidad; como si los vestigios de la guerra no hubieran dejado marca en su interior, Gloria Elcy Ramírez decidió enfrentarse a sus fantasmas e incluso a los prejuicios de su propio esposo para empezar a reclamar sus derechos, esos que durante muchos años le habían sido ajenos. Gloria Elcy, aradora de la tierra que la vio nacer, es una de las líderes de su comunidad que, más que una familia, son un grupo de líderes que inspiran y que trabajan por la paz. Un pacto de reconciliación los trajo de nuevo a sus ‘finquitas’, a esos pastales que de generación en generación se heredaban y que más allá de las pertenencias materiales, resguardan invaluables tesoros de sus infancias, de sus antepasados y de su vida misma. Ella, con otras mujeres y hombres del municipio, empezó a organizarse en una asociación que, junto a instancias de la Personería y el Comité Municipal de Reconciliación, busca un espacio en el que se clame por verdad, justicia, reparación y, ante todo, la no repetición. La falta de recursos, experiencia o educación, no fue una excusa para abandonar el camino; porque aún cuando Granada era un pueblo “frustrado y sembrado en el dolor, la verriondera y las ganas de salir adelante”, pesaban más que el propio miedo que los mantuvo sumidos en el silencio.

Con un pronunciado acento paisa y una voz envuelta en seguridad, Gloria Elcy cuenta con orgullo cómo, el trabajo conjunto de cada uno de los integrantes de la Asociación de Víctimas del conflicto armado del Municipio de Granada (ASOVIDA), empezó a generar frutos desde el principio, cuando fue pensada y posteriormente al conformarse legalmente el 30 de agosto de 2007. Los caminos de herradura que por muchos años fueron desérticos, nuevamente se colmaron de huellas que habían perdido su marca y que regresaban para quedarse. Los galopes de los caballos y las mulas se perdían entre las risas y los cánticos de esperanza que retumbaban en el ambiente. Las lágrimas que habían sido reprimidas o que solo salían en medio de la privacidad de la noche, sobre aquella almohada que las contenía, que las acumulaba, salieron en una explosión de una alegría reprimida por la melancolía y el dolor que un día los hizo abandonar ese lugar. Los rostros marchitos de los ancianos parecían haber rejuvenecido y desvanecido las marcas de la violencia; de nuevo las expresiones tanto de felicidad como tristeza salieron a la luz. Cada uno de los habitantes de Granada tuvo que realizar un proceso para volver a confiar, para salir de nuevo a la calle y, sobre todo, para aceptar la tragedia que los marcó y no dejarla morir en el olvido.



Los ríos de sangre, que alguna vez corrieron por esas tierras, dejaron de brotar para que ahora fuera cultivada la esperanza. Y esa semilla se sembró también en la mente de cada uno de los granadinos, quienes no solo alzaron su voz, sino que se movilizaron en pro de la dignificación de las víctimas. El silencio y el miedo eran los únicos habitantes que seguían permaneciendo en este poblado. Más del 70% de la población fue desterrada de sus casas a causa de la violencia, según cifras de la Personería del Pueblo. Las voces que se apagaron fueron un medio de propagar el mensaje dominante del terror, que ante cualquier mancha de sublevación era acallada. El municipio Granada, ubicado en el oriente antioqueño, fue azotado por diversos actores armados que en medio de una guerra territorial descargaron toda su violencia sobre la población civil. En 1982 fue la incursión de los primeros grupos al margen de la ley, que a solo ocho años de asentarse en la región perpetraron la primera toma guerrillera. A esto se le sumó la llegada, en 1995, de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), dando inicio

a una ola de masacres y violencia sin fin, ocasionada por estos nuevos forasteros que, al igual que las Farc, destrozaron la confianza y la dignidad de los granadinos. Esta pequeña sociedad, de origen campesino, se vio obligada a abandonar sus tierras y comenzar un éxodo hacia las ciudades vecinas de Marinilla y Rionegro para escapar del horror del cual estaban siendo víctimas. Para el 2002 el total de la población era 17.326; en 2010 la cifra se redujo a 9.818. Las fotografías y los recuerdos de todas y todos aquellos que se fueron eran la única materialización de que algún día existieron. Pero una iniciativa que unió a las centenares de víctimas que circundaban este camposanto sagrado, impuesto a la fuerza, revivió a los que por años y por temor, se encontraban en el anonimato, en el olvido. Tras haber tocado muchas puertas y luchado con el alcalde para obtener un espacio, el Salón del Nunca Más (que más que un salón es un templo sublime que guarda la memoria de un pueblo, de su sufrimiento y ante todo de su lucha y su victoria) se hizo realidad.



Créditos 2012, CRÓNICAS SOBRE VÍCTIMAS EN COLOMBIA Dirección Editorial JUAN CARLOS RAMOS HENDEZ Diseño, ilustración, texto y maquetación: Yesenia Andrea Muñoz Corrección de estilo: CAMILA GIL

Con el apoyo de: FUNDACIÓN VÍCTIMAS VISIBLES COMUNIDAD DE MADRID UNIVERSIDAD SERGIO ARBOLEDA Printed in Colombia / Impreso en Colombia


... ESPERE LA PRÓXIMA SEMANA OTRA CRÓNICA SOBRE LAS VÍCTIMAS EN COLOMBIA!

NO MAS LÉELAS, SUS HISTORIAS HACEN PARTE DE NUESTRA HISTORIA.



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