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Natividad IESUS CHRISTUS NATUS EST NOBIS:
VENITE, ADOREMUS
2011, Tercera Edición, 3000 ejemplares. ISBN: 978-958-44-5856-8 Título original: Iesus Christus Natus Est Nobis: Venite, Adoremus NATIVIDAD Novena Tradicional de Navidad Copyright 2011. Editado por la CATEDRAL PRIMADA DE COLOMBIA Portada: La Virgen del Velo, Óleo sobre madera. Siglo XVI. Escuela Flamenca. Colección del Capítulo Metropolitano. Guarda: Panorámica de la Plaza de Bolivar. Arquidiócesis de Bogotá Catedral Primada de Colombia Parroquia de San Pedro Apóstol Basílica Menor de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora Señor Presbítero Jorge Alberto Ayala López Párroco de la Catedral Primada Textos: Introducción Histórica . César A. Nieto Rubio. Pbro. El Villancico en Colombia. Egberto Bermúdez . Profesor Titular Universidad Nacional de Colombia, Bogotá Diseño y diagramación: Juan Carlos Ramos Hendez www.voxstudio.org Retoque fotográfico y arte final: Mauricio Osuna Cortés Fotografía: ARCHIVO DEL CAPÍTULO METROPOLITANO Juan Carlos Ramos Hendez. Rafael Álvarez. Impreso por Quad Graphics Al adquirir esta novena, usted contribuye a la conservación del patrimonio artístico, historico y religioso de la CATEDRAL PRIMADA DE COLOMBIA. www.catedraldebogota.org TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o trasmitida, en ninguna forma o por ningún medio electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros, sin previo permiso por escrito de la Catedral Primada de Colombia. Impreso en Colombia / Printed in Colombia
Natividad IESUS CHRISTUS NATUS EST NOBIS:
VENITE, ADOREMUS
NOVENA TRADICIONAL DE NAVIDAD
“Y tú Belén, tierra de Judá, no eres, no, el menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo Israel.” Miqueas 5, 2-5a
CONTENIDO ¿cómo rezar la novena?....7 INTRODUCCIÓN HISTÓRICA....9 oración para todos los días....13 oración a nuestra señora....17 oración a san josé....19 afectos y aspiraciones por la venida del niño jesús....21 oración al niño jesús....25 consideraciones dia primero....15 dia segundo....27 dia tercero....29 dia cuarto....31 dia quinto....33 dia sexto....35 dia septimo....37 dia octavo....39 dia noveno ....41 jornadas dia primero....45 dia segundo....47 dia tercero....49 dia cuarto....51 dia quinto....53 dia sexto....55 dia septimo....57 dia octavo....59 dia noveno....61 El villancico en colombia....63
¿Cómo rezar la NOVENA?
Recomendamos rezar la Novena de la siguiente forma:
1. Oración para todos los días 2. considerACIÓN PARA CADA DÍA 3. oración a nuestra señora 4. oración a san josé 5. JORNADAS* 6. afectos y aspiraciones para la venida del niño jesús 7. ORACIÓN AL NIÑO JESÚS 8. Villancicos**
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* Se puede incluir la lectura de las Jornadas después de la oración a San José (pág. 42). ** Los villancicos pueden intercalarse en cualquier momento.
LA NOVENA DEL NIÑO DIOS Introducción histórica Por César Nieto Rubio, Pbro.
E
l autor de la Novena para el Aguinaldo fue el místico y lingüista ecuatoriano Fernando de Jesús Larrea, OFM. Nacido en Quito, Ecuador, en 1700 y fallecido en Cali, Colombia, el 3 de noviembre 1773. Hijo del Licenciado Juan Dionisio de Larrea Zurbano, caballero de la Orden de Calatrava y oidor de las Reales Audiencias de Santa Fe de Bogotá y de Quito, y de doña Tomasa Dávalos. Vistió el hábito franciscano a los 16 años en el convento de la Recolección de San Diego de Quito. Una vez ordenado sacerdote en 1725, fue maestro de Filosofía y Teología. Inauguró su carrera de predicador de misiones populares en 1732, con ocasión de la fiesta en honor de la Virgen del Quinche. Llegó a Popayán, Colombia, en 1739 para revitalizar el convento de misiones que allí había, dedicándose con tal empeño, que lo transformó en el famoso Colegio de Propaganda Fide de la ciudad. En 1742 predicó misiones populares en el Valle del Cauca, Cundinamarca, Boyacá, Santander y Tolima. Su obra más importante fue la fundación del Colegio de Misiones de San Joaquín de Cali, en 1757. Su muerte se produjo en el convento de San Joaquín de Cali en 1773, y allí reposan sus venerables res-
tos. El Padre Larrea es señalado también como el autor del Vocabulario general de la lengua de los indios del Putumayo. Junto con el carisma de misionero y predicador, ejercitado en muchas regiones de Colombia, Fray Fernando de Jesús tuvo el de la dirección espiritual, y aquí comienza la trama de la Novena, pues una de sus dirigidas fue doña María Clemencia Gertrudis de Jesús Cayzedo Vélez Ladrón de Guevara de Aróstegui y Escota, con quien el fraile mantuvo comunicación escrita desde 1762. Esta mujer advirtió la necesidad de educación que tenía la juventud femenina y la falta de maestras capacitadas para tal oficio. Así, pidió ayuda a las monjas de la Compañía de María, fundada por Santa Juana de Lestonnac en 1607, quienes después de superar las dificultades propias de una nueva idea social de la educación, y mediante Cédula Real de don Carlos III, fundaron el Monasterio–Colegio de La Enseñanza de Bogotá, el 23 de abril de 1783. Es muy probable que Fray Fernando haya obsequiado a doña María Clemencia el texto de la Novena para el Aguinaldo. La primera publicación santafereña apareció
Fachada de la Catedral Primada de Colombia y la Capilla del Sagrario, durante la el tiempo de Adviento con un Pesebre de Gran Formato en el atrio.
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en 1784 impresa por don Antonio Espinosa. Luego se reimprimió en Lima en 1788 y nuevamente en Santafé en 1807 por la Imprenta Patriótica. Por el contacto con el Padre Larrea y por su relación con el Colegio de La Enseñanza, se cree que esta práctica piadosa fuera conocida en Bogotá como devoción, primero de doña María Clemencia, luego de las monjas y sus alumnas y, finalmente, de la Madre María Ignacia, quien la heredara para siempre en el patrimonio espiritual colombianos.
triotas de la Independencia nacional. Desde su infancia mostró una ardiente piedad religiosa que la llevó a vestir el hábito de La Enseñanza en 1886, muy a pesar de su madre, quien había criticado la vida de Clausura en La Monja en el Mosaico, escrito de 1866. Una vez en religión, Bertilda –nombre que doña Soledad había empleado para varias de sus obras literarias– se llamó María Ignacia. Continuó su actividad literaria y fue cronista de su Orden. Falleció el 21 de julio de 1910. La Madre María Ignacia recibió en La Enseñanza la Novena de Fray Fernando de Jesús, arreglándola y aumentándola de manera considerable. Una de las ediciones más conocidas a comienzos del siglo XX fue la que aprobó el Arzobispo de Bogotá Bernardo Herrera Restrepo en noviembre de 1910 bajo el título Novena del Niño Dios. Este ejercicio de piedad popular, que hunde sus raíces en las diversas devociones del ciclo Adviento – Navidad de la Colonia, se acrecentó en Bogotá y luego en Colombia como preparación de las familias para la celebración del Nacimiento del Señor. Con los años se le han hecho adiciones y transformaciones, pero el texto fijado por la Madre María Ignacia permanece en la memoria como signo de inquebrantable tradición espiritual y literaria.
Frontispicio de la edición limeña, 1788. La Novena para el Aguinaldo fue conocida, pues, por una de las figuras más importantes de la literatura femenina colombiana: Bertilda Samper Acosta, quien había nacido en Bogotá el 31 de Julio de 1856. Era hija del humanista, periodista, y político José María Samper y de la humanista y escritora Soledad Acosta de Samper. Desde muy niña, Bertilda viajó por Europa y América cultivándose en las artes y las letras. Además de los talentos académicos heredados de sus padres, esta poetisa pertenecía a una familia de próceres, pues su abuelo, el historiador Joaquín Acosta y Pérez de Guzmán, había participado en el movimiento intelectual de las gestas pa-
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A la Novena, de Fray Fernando de Jesús pertenecen: La Oración inicial, la Oración a Nuestra Señora y la Oración al Señor San Joseph; las consideraciones para todos los días –del tercer día en adelante son tomadas de la Mística Ciudad de Dios de Venerable María de Jesús de Ágreda–, las oraciones conclusivas para cada día y los afectos para la venida del Niño Dios, sobre todo el verso: Dulce Jesús mío, mi Niño adorado, ven a nuestras almas, ven no tardes tanto. En la Novena de la Madre María Ignacia las oraciones a Nuestra Señora y a Señor San Joseph fueron retocadas en algunas expresiones, pero mantuvieron los conceptos espirituales fundamentales. Las oraciones conclusivas para todos los días fueron suprimidas y en lugar de los Afectos del alma al Sagrado Niño deseosa de desagraviarle, del Padre Larrea,
la Madre María Ignacia compuso una Oración al Niño Jesús, que concluye el rezo diario. La Venerable Margarita del Santísimo Sacramento a la que se refiere esta última oración, es la monja carmelita del convento de Beaune, Francia. Nacida en 1619, la Venerable Margarita ingresó en el Carmelo a los 11 años de edad. Fue siempre identificada por la contemplación de los misterios de la vida del Señor, especialmente los que se refieren a su Infancia. Según la tradición, mientras contemplaba místicamente el Nacimiento de Cristo en el pesebre, tuvo una revelación espiritual y escuchó: Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi Infancia y nada te será negado. Fundó la Familia del Niño Jesús y propagó su devoción por medio de la Corona del Niño Jesús. Murió a los 29 años de edad en 1648. Las Jornadas son una composición posterior, y aunque aparecen en algunas ediciones, no fueron incluidas en la Novena de la Madre María Ignacia. Parte muy conocida de la Novena, sea de Fray Fernando que de la Madre María Ignacia, es la de los Afectos y aspiraciones por la venida del Niño Dios, inspirada en las antífonas O de la Liturgia del Adviento. Se trata las antífonas al Magnificat en el Oficio de las Ferias Privilegiadas: los siete días anteriores a la vigilia de Navidad. Sus palabras iniciales son: O Sapientia, O Adonai, O Radix Jesse, O Clavis David, O Oriens, O Rex Gentium, O Emmanuel. Están dirigidas a Cristo, según los títulos de la Sagrada Escritura y concluyen con una petición específica al Señor que se hace Carne, por ejemplo: Oh Sabiduría… ven a enseñarnos el camino de la prudencia; Oh Adonai… ven a redimirnos con el poder de tu brazo; Oh Llave de David… ven a liberarnos de la prisión del cautivo que permanece en tinieblas a la sombra de la muerte. De excepcional importancia son las Consideraciones. Sabemos que las de la Novena aparecida en 1784 en Santafé, reimpresa luego en Lima en 1788 y trasmitida después al público bogotano por la Imprenta Patriótica en 1807, fueron escritas, las dos primeras por el Padre Larrea
y las del tercer día en adelante, tomadas de La Mística Ciudad de Dios de la Venerable María de Jesús de Ágreda, Libro IV, cap. IX, 456-463, y cap. X, 468-485; pues la nota aparece en el texto mismo. María Coronel y Arana nació el 2 de Abril de 1602. Profesó en el monasterio de las Concepcionistas de Ágreda–Soria, España, y tomó el nombre de María de Jesús. Se cultivó en la espiritualidad franciscana. Fue reconocida como una de las grandes figuras de la Mística española del siglo XVII. Produjo una notable obra literaria entre la que se encuentra la Mística Ciudad de Dios, que terminó en 1660. El tema es La historia divina y vida de la Virgen María Madre de Dios… dictada y manifestada (revelada) por la misma Señora a su esclava Sor María de Jesús. Esta obra pasó bajo la mirada de la Inquisición, siendo finalmente permitida su lectura y publicación. Sor María de Jesús murió en Ágreda el 24 de mayo de 1665. En 1673 se inició su proceso de beatificación. Fue declarada Venerable por el Papa Clemente X (1669–1676). En la Novena de 1784 y 1788 las consideraciones se refieren al viaje de la Virgen María y San José hasta la cueva de Belén, concluyéndose el séptimo día con el nacimiento del Señor; los días restantes son una meditación de contrastes entre la bondad divina y la dureza del pecador. La meditación termina con la decepción que experimentan los seres de la naturaleza por la indiferencia del género humano ante el nacimiento de su Salvador. Las consideraciones de la Madre María Ignacia son un itinerario contemplativo hacia la gruta de Belén. Se refieren a la ingratitud humana, pero se detienen más en el aspecto de suplicar humildemente a Dios la gracia para saber aprovechar el don de su Nacimiento, que tiene lugar el último día de la Novena. La Madre De Ágreda escribe en la cumbre de la piedad barroca española del siglo XVII. Fray Fernando de Jesús pertenece a la escuela franciscana hispanoamericana del siglo XVIII, y la Madre María Ignacia hace parte de la espiritualidad del siglo XIX, alimentada con el espíritu republicano de la sociedad bogotana.
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ORACIÓN para todos los días
B b
enignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amasteis a los hombres que les disteis en vuestro Hijo la mejor prenda de vuestro amor, para que, hecho hombre en las entrañas de una Virgen, naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo, en nombre de todos los mortales os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio. En retorno de él, os ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de vuestro Hijo humanado, suplicándoos por sus divinos méritos, por las incomodidades con que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongáis nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con total desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén. Se reza tres veces el Gloria al Padre. Sigue la consideración del día.
Jesús niño y el Padre Eterno
Óleo sobre tela. Siglo XVIII. Pedro Figueroa. Capilla del Bautisterio. Catedral de Bogotá.
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día
primero
E
n el principio de los tiempos, el Verbo reposaba en el seno de su Padre en lo más alto de los cielos; allí era la causa a la par que el modelo de toda creación. En esas profundidades de una incalculable eternidad permanecía el Niño de Belén antes de que se dignase bajar a la tierra y tomar visiblemente posesión de la gruta de Belén. Allí es donde debemos buscar sus principios, que jamás han comenzado; de allí debemos datar la genealogía del Eterno, que no tiene antepasados, y contemplar la vida de complacencia infinita que allí llevaba. La vida del Verbo eterno en el seno de su Padre era una vida maravillosa; y sin embargo -¡misterio sublime!- busca otra morada, una mansión creada. No era porque en su mansión eterna faltase algo a su infinita felicidad, sino porque su misericordia infinita anhelaba la redención y la salvación del género humano, que sin Él no podría verificarse. El pecado de Adán había ofendido a un Dios, y esa ofensa infinita no podía ser condonada sino por los méritos del mismo Dios. La raza de Adán había desobedecido y merecido un castigo eterno; era, pues, necesario para salvarla y satisfacer su culpa, que Dios, sin dejar el Cielo, tomase la forma del hombre sobre la tierra, y con la obediencia a los designios de su Padre expiase aquella desobediencia, ingratitud y rebeldía. Era necesario, en las miras de su amor, que tomase la forma, las debilidades e ignorancias inconscientes de la infancia para expiar las debilidades e ignorancia sistemáticas del hombre; que creciese, para darle crecimiento espiritual; que sufriese, para enseñarle a morir a sus pasiones y a su orgullo. Por eso, el Verbo eterno, ardiendo en deseos de salvar al hombre, resolvió hacerse hombre también, y así redimir al culpable. Después de la consideración del día se continúa con la oración a Nuestra Señora (Pág. 17)
Artículo 1. Credo in unum Deum Patrem Omnipotentem Creatorem coeli et terrae.
Creo en un solo Dios Padre Omnipotente Creador del cielo y de la tierra. Artículos del Credo. Colección de doce óleos sobre tela pintados por Miguel de Santiago en el siglo XVII.
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ORACIÓN a
nuestra señora QUE CON LO QUE SE SIGUE SE DIRá todos los días
S
oberana María, que por vuestras grandes virtudes y especialmente por vuestra humildad, merecisteis que todo un Dios os escogiese por Madre suya; os suplico que vos misma preparéis y dispongáis mi alma y la de todos los que en este tiempo hiciesen esta novena, para el nacimiento espiritual de vuestro adorado Hijo. ¡Oh dulcísima Madre! Comunicadme algo del profundo recogimiento y divina ternura con que le aguardasteis vos, para que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén. Se reza tres veces el Avemaría y el Gloria al Padre.
Inmaculada Concepción.
Óleo sobre tela. Siglo XVIII. Pablo Caballero.
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ORACIÓN a
san josé
QUE CON LO QUE SE SIGUE SE DIRá todos los días
o O
h Santísimo José, esposo de María y padre putativo de Jesús! Infinitas gracias doy a Dios porque os escogió para tan altos ministerios y os adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Os ruego, por el amor que tuvisteis al Divino Niño, me abraséis en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su Divina Esencia le veo y le gozo en el cielo. Amén.
Se reza un Padre Nuestro, un Avemaría y el Gloria al Padre.
San José con el Niño.
Óleo sobre tela. Siglo XVII. Gaspar de Figueroa.
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AFECTOS Y ASPIRACIONES
PORLA VENIDA DELniño jesús Dulce Jesús mío, mi Niño adorado, ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
Adonái: “Señor mío”, nombre hebreo que hace referencia a Dios.
Jesé es el hijo de Obed, nieto de Booz y padre de David. Árbol genealógico de Jesucristo.
¡Oh, Sapiencia suma del Dios soberano, que a infantil alcance te rebajas sacro! ¡Oh, Divino Niño, ven, para enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios!
Llave de David que abre al desterrado las cerradas puertas de regio palacio: Sácanos, oh Niño, con tu blanda mano, de la cárcel triste que labró el pecado.
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto! ¡Oh, Adonai potente que, a Moisés hablando, de Israel al pueblo disteis los mandatos! ¡Ah, ven prontamente para rescatarnos, y que un Niño débil muestre fuerte brazo!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto! ¡Oh, Lumbre de Oriente, Sol de eternos rayos: que entre las tinieblas tu esplendor veamos! ¡Niño tan precioso, dicha del cristiano, luzca la sonrisa de tus dulces labios!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
¡Oh, Raíz sagrada de Jesé, que en lo alto presentas al orbe tu fragante nardo! Dulcísimo Niño que has sido llamado Lirio de los valles, bella flor del campo.
¡Espejo sin mancha, Santo de los santos, sin igual imagen del Dios soberano! Borra nuestras culpas, salva al desterrado y, en forma de niño, da al mísero amparo.
Detalle Puerta de los Ángeles. Ángel tañedor con Arpa. Madera tallada, dorada y policromada. Siglo XVII.
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Puede leerse: “ven, que ya Maria prepara sus brazos donde verán al nino en tiempo cercano”.
¡Rey de las naciones, Emmanuel preclaro, de Israel anhelo, Pastor del rebaño! Niño que apacientas con suave cayado, ya la oveja arisca, ya el cordero manso.
¡Del débil, auxilio; del doliente, amparo; consuelo del triste, luz del desterrado! ¡Vida de mi vida, mi dueño adorado, mi constante amigo, mi divino hermano!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
¡Ábranse los cielos y llueva de lo alto bienhechor rocío como riego santo! ¡Ven, hermoso Niño! ¡Ven, Dios humanado! ¡Luce, hermosa estrella! ¡Brota, flor del campo!
¡Véante mis ojos de Ti enamorados! ¡Bese ya tus plantas! ¡Bese ya tus manos! Prosternado en tierra te tiendo los brazos, y aun más que mis frases te dice mi llanto.
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
¡Ven, que ya María previene sus brazos, do su Niño vean en tiempo cercano! ¡Ven, que ya José, con anhelo sacro, se dispone a hacerse de tu amor sagrario!
Ven, Salvador nuestro, por quien suspiramos: ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
Detalle. Ángeles tañedores de laúd, arpa, viola pomposa y bajón.
Madera tallada, dorada y policromada. Hacian parte del expositorio del retablo mayor de la Catedral en el siglo XVII y ahora se encuentran en la Puerta de los Ángeles, tránsito entre la Catedral y la Capilla del Sagrario.
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ORACIÓN al
niño jesús
QUE CON LO QUE SE SIGUE SE DIRá todos los días
A
cordaos, ¡oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijisteis a la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos vuestros devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado.” Llenos de confianza en vos, oh Jesús, que sois la misma Verdad, venimos a exponeros toda nuestra miseria. Ayudadnos a llevar una vida santa para conseguir una Eternidad bienaventurada. Concedednos, por los méritos infinitos de vuestra Encarnación y de vuestra Infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto (se pide la gracia que se desea obtener). Nos entregamos a vos, ¡oh Niño omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza y de que, en virtud de vuestra divina promesa, acogeréis y despacharéis favorablemente nuestra súplica. Amén.
La Virgen del velo
Óleo sobre madera. Siglo XVI. Escuela Flamenca. Colección del Capítulo Metropolitano.
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día
SEGUNDO
E
l Verbo Eterno se halla a punto de tomar su naturaleza creada en la santa casa de Nazaret, en donde moraban María y José. Cuando la sombra del decreto divino vino a deslizarse sobre ella, María estaba sola y engolfada en la oración. Pasaba las silenciosas horas de la noche en la unión más estrecha con Dios; y mientras oraba, el Verbo tomó posesión de su morada creada. Sin embargo, no llegó inopinadamente: antes de presentarse envió un mensajero, que fue el Arcángel San Gabriel, para pedir a María, de parte de Dios, su consentimiento para la Encarnación. El Creador no quiso efectuar este gran misterio sin la aquiescencia de su criatura. Aquel momento fue muy solemne; era potestativo en María el rehusar. ¡Con qué adorables delicias, con qué inefable complacencia aguardaría la Santísima Trinidad a que María abriese los labios y pronunciase el fiat, que debió ser suave melodía para sus oídos, y con el cual se conformaba su profunda humildad a la omnipotente voluntad divina! La Virgen Inmaculada ha dado su asentimiento. El Arcángel ha desaparecido. Dios se ha revestido de una naturaleza creada; la voluntad eterna está cumplida y la creación completa. En las regiones del mundo angélico estallaba un júbilo inmenso, pero la Virgen María ni le oía ni hubiera prestado atención a él. Tenía inclinada la cabeza, y su alma estaba sumida en un silencio que se asemejaba al de Dios. El Verbo se había hecho carne y, aunque todavía invisible para el mundo, habitaba ya entre los hombres, a quienes su inmenso amor había venido a rescatar. No era ya sólo el Verbo Eterno: era el Niño Jesús revestido de la apariencia humana y justificando ya el elogio que de Él han hecho todas las generaciones al llamarlo “el más hermoso de los hijos de los hombres.” Después de la consideración del día se continúa con la oración a Nuestra Señora (Pág. 17)
La Anunciación
Óleo sobre tela. Siglo XVIII. Andrés de Callejas.
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día
TERCERo
A
sí había comenzado su vida encarnada el Niño Jesús. Consideremos el alma gloriosa y el santo cuerpo que había tomado, adorándolos profundamente. Admirando en primer lugar el alma de ese divino Niño, consideremos en ella la plenitud de su gracia santificadora, la plenitud de su ciencia beatífica, por la cual desde el primer momento de su vida vio la divina Esencia más claramente que todos los ángeles y leyó lo pasado y lo por venir con todos sus arcanos y conocimientos. No supo nunca por adquisición voluntaria nada que no supiese por infusión desde el primer momento de su ser, pero Él adoptó todas las enfermedades de nuestra naturaleza a que dignamente podía someterse, aun cuando no fuesen necesarias para la grande obra que debía cumplir. Pidámosle que sus divinas facultades suplan la debilidad de las nuestras y les den nueva energía, que su memoria nos enseñe a recordar sus beneficios, su entendimiento a pensar en Él, su voluntad a no hacer sino lo que Él quiere y en servicio suyo. Del alma del Niño Jesús pasemos ahora a su cuerpo, que era un mundo de maravillas, una obra maestra de la mano de Dios. No era, como el nuestro, una traba para su alma: era, por el contrario, un nuevo elemento de santidad. Quiso que fuese pequeño y débil como el de todos los niños y sujeto a todas las incomodidades de la infancia, para asemejarse más a nosotros y participar de nuestras humillaciones. El Espíritu Santo formó ese cuerpecito divino con tal delicadeza y tal capacidad de sentir, que pudiese sufrir hasta el exceso para cumplir la grande obra de nuestra redención. La belleza de ese cuerpo del Divino Niño fue superior a cuanto se ha imaginado jamás; y la divina sangre que por sus venas empezó a circular desde el momento de su Encarnación es la que lava todas las manchas del mundo culpable. Pidámosle que lave las nuestras en el sacramento de la Penitencia, para que el día de su dichosa Navidad nos encuentre purificados, perdonados y dispuestos a recibirle con amor y provecho espiritual. Después de la consideración del día se continúa con la oración a Nuestra Señora (Pág. 17)
Bodas místicas de Santa Rosa de Lima. Óleo sobre tela. Siglo XVII. Gregorio Vásquez.
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Día
CUARTO
D
Desde el seno de su Madre comenzó el Niño Jesús a poner en práctica su entera sumisión a Dios, que continuó sin la menor interrupción durante toda su vida. Adoraba a su Eterno Padre, le amaba, se sometía a su voluntad; aceptaba con resignación el estado en que se hallaba, conociendo toda su debilidad, toda su humillación, todas sus incomodidades. ¿Quién de nosotros quisiera retroceder a un estado semejante con el pleno goce de la razón y de la reflexión? ¿Quién pudiera sostener a sabiendas un martirio tan prolongado, tan penoso de todas maneras? Por ahí entró el Divino Niño en su dolorosa y humillante carrera; así empezó a anonadarse delante de su Padre; a enseñarnos lo que Dios merece por parte de su criatura; a expiar nuestro orgullo, origen de todos nuestros pecados, y hacernos sentir toda la criminalidad y desorden de este orgullo. ¿Deseamos hacer una verdadera oración? Empecemos por formarnos de ella una exacta idea, contemplando al Niño en el seno de su Madre. El Divino Niño ora, y ora del modo más excelente. No habla, no medita ni se deshace en tiernos afectos. Su mismo estado, aceptado con la intención de honrar a Dios, es su oración: y ese estado expresa altamente todo lo que Dios merece y de qué modo quiere ser adorado por nosotros. Unámonos a las adoraciones del Niño Dios en el seno de María; unámonos a su profundo abatimiento, y sea éste el primer efecto de nuestro sacrificio a Dios. Démonos a Dios, no para ser algo, como lo pretende continuamente nuestra vanidad, sino para no ser nada; para quedar enteramente consumidos y anonadados; para renunciar a la estimación de nosotros mismos, a todo cuidado de nuestra grandeza, aunque sea espiritual, a toda mira interesada, a todo movimiento de vanagloria. Desaparezcamos a nuestros propios ojos, y que sólo Dios sea todo para nosotros. Después de la consideración del día se continúa con la oración a Nuestra Señora (Pág. 17)
La Virgen en contemplación.
Colección pictórica de Gregorio Vásquez. Siglos XVII y XVIII.
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día
QUINTO
Y
a hemos visto la vida que llevaba el Niño Jesús en el seno de su purísima Madre; veamos hoy la vida que llevaba también María durante el mismo espacio de tiempo. Necesidad hay de que nos detengamos en ella si queremos comprender, en cuanto es posible a nuestra limitada capacidad, los sublimes misterios de la encarnación y el modo como hemos de corresponder a ellos. María no cesaba de aspirar al momento en que gozaría de esa visión beatífica terrestre: la faz del Dios encarnado. Estaba a punto de ver aquella faz humana que debía iluminar el cielo durante toda la eternidad. Iba a leer el amor filial en aquellos mismos ojos cuyos rayos deberían esparcir para siempre la felicidad en millones de elegidos. Iba a ver aquel rostro todos los días, a todas horas, a cada instante, durante muchos años. Iba a verle en la ignorancia aparente de la infancia, en los encantos particulares de la juventud y en la serenidad reflexiva de la edad adulta. Haría todo lo que quisiese de aquella faz divina: podría estrecharla contra la suya con toda la libertad del amor materno, cubrir de besos los labios que deberían pronunciar la sentencia a todos los hombres, contemplarla a su gusto durante su sueño o despierto, hasta que la hubiese aprendido de memoria… ¡Cuán ardientemente deseaba ese día! Tal era la vida de expectativa de María; era inaudita en sí misma, mas no por eso dejaba de ser el tipo magnífico de toda vida cristiana. No nos contentemos con admirar a Jesús residiendo en María, sino pensemos que en nosotros también reside por esencia, potencia y presencia. Sí, Jesús nace continuamente en nosotros y de nosotros, por las buenas obras que nos hace capaces de cumplir y por nuestra cooperación a la gracia, de manera que el alma del que se halla en gracia es un seno perpetuo de María, un Belén interior sin fin. Después de la comunión, Jesús habita en nosotros durante algunos instantes, real y sustancialmente como Dios y como Hombre, porque el mismo Niño que estaba en María está también en el Santísimo Sacramento. ¿Qué es todo eso sino una participación de la vida de María durante esos maravillosos meses y una expectativa tan llena de delicias como la suya? Después de la consideración del día se continúa con la oración a Nuestra Señora (Pág. 17)
Bodas místicas de Santa Bárbara. Óleo sobre tela. Siglo XVII. Gregorio Vásquez.
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día
SEXTO
J
esús había sido concebido en Nazaret, domicilio de José y de María, y allí era de creerse que había de nacer, según todas las probabilidades; mas Dios lo tenía dispuesto de otra manera y los Profetas habían anunciado que el Mesías nacería en Belén de Judá, ciudad de David. Para que se cumpliese esta predicción, Dios se sirvió de un medio que no parecía tener ninguna relación con este objeto, a saber: la orden dada por el Emperador Augusto de que todos los súbditos del imperio romano se empadronasen en el lugar de donde eran originarios. María y José, como descendientes que eran de David, no estaban dispensados de ir a Belén; y ni la situación de la Virgen Santísima ni la necesidad en que estaba José del trabajo diario que les aseguraba la subsistencia, pudo eximirles de este largo y penoso viaje, en la estación más rigurosa e incómoda del año. No ignoraba Jesús en qué lugar debía nacer, y así inspira a sus padres que se entreguen a la Providencia y que de esta manera concurran inconscientemente a la ejecución de sus designios. Almas interiores, observad este manejo del Divino Niño, porque es el más importante de la vida espiritual: aprended que el que se haya entregado a Dios ya no ha de pertenecerse a sí mismo ni ha de querer en cada instante sino lo que Dios quiera para él, siguiéndole ciegamente aun en las cosas exteriores, tales como el cambio de lugar a donde quiera que le plazca conducirle. Ocasión tendréis de observar esta dependencia y esta fidelidad inviolable en toda la vida de Jesucristo, y éste es el punto sobre el cual se han esmerado en imitarle los santos y las almas verdaderamente interiores, renunciando absolutamente a su propia voluntad. Después de la consideración del día se continúa con la oración a Nuestra Señora (Pág. 17)
La Virgen Inmaculada.
Óleo sobre tela. Siglo XVII. Gaspar de Figueroa,
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día
SÉPTIMO
R
epresentémonos el viaje de María y José hacia Belén, llevando consigo, aún no nacido, al Creador del universo hecho Hombre. Contemplemos la humildad y la obediencia de ese Divino Niño que, aunque de raza judía y habiendo amado durante siglos a su pueblo con una predilección inexplicable, obedece así a un príncipe extranjero que forma el censo de población de su provincia, como si hubiese para él en esa circunstancia algo que le halagase y quisiese apresurarse a aprovechar la ocasión de hacerse empadronar oficial y auténticamente como súbdito en el momento en que venía al mundo. ¿No es extraño que la humillación, que causa tan invencible repugnancia a la criatura, parezca ser la única cosa creada que tenga atractivos para el Creador? ¿No nos enseñará la humildad de Jesús a amar esa hermosa virtud? ¡Ah...! ¡que llegue el momento en que aparezca el Deseado de las naciones, porque todo clama por ese feliz acontecimiento! El mundo sumido en la oscuridad y el malestar, buscando y no encontrando el alivio de sus males, suspira por su Libertador. El anhelo de José, la expectativa de María, son cosas que no puede expresar el lenguaje humano. El Padre Eterno se halla, si nos es lícito emplear esta expresión, adorablemente impaciente por dar su Hijo único al mundo y verle ocupar su puesto entre las criaturas visibles. El Espíritu Santo arde en deseos de presentar a la luz del día esa santa humanidad tan bella que Él mismo ha formado con tan especial y divino esmero. En cuanto al Divino Niño, objeto de tantos anhelos, recordemos que hacia nosotros avanza lo mismo que hacia Belén. Apresuremos con nuestros deseos el momento de su llegada; purifiquemos nuestras almas para que sean su mística morada, y nuestros corazones para que sean su mansión terrenal. Que nuestros actos de mortificación y desprendimiento preparen los caminos del Señor y hagan rectos sus senderos. Después de la consideración del día se continúa con la oración a Nuestra Señora (Pág. 17)
Virgen de la Rosa. Óleo sobre tela ubicado detrás de la Cátedra. Catedral de Bogotá.
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día
OCTAVO
L
legan a Belén José y María buscando hospedaje en los mesones, pero no lo encuentran, ya por hallarse todo ocupado, ya porque se les deshace a causa de su pobreza. Empero, nada puede turbar la paz interior de los que están fijos en Dios. Si José experimentaba tristeza cuando era rechazado de casa en casa, porque pensaba en María y en el Niño, sonreíase también con santa tranquilidad cuando fijaba sus miradas en su casta esposa. El Niño aún no nacido regocijábase de aquellas negativas, que eran el preludio de sus humillaciones venideras. Cada voz áspera, el ruido de cada puerta que se cerraba ante ellos, era una dulce melodía para sus oídos. Eso era lo que había venido a buscar. El deseo de esas humillaciones era lo que había contribuido a hacerle tomar la forma humana. ¡Oh Divino Niño de Belén! Estos días que tantos han pasado en fiestas y diversiones o descansando muellemente en cómodas y ricas mansiones, han sido para vuestros padres un día de fatiga y vejaciones de toda clase. ¡Ay! El espíritu de Belén es el de un mundo que ha olvidado a Dios… ¡Cuántas veces no ha sido también el nuestro! ¿No cerramos continuamente con ruda ignorancia la puerta a los llamamientos de Dios, que nos incita a convertirnos o a santificarnos o a conformarnos con su voluntad? ¿No hacemos mal uso de nuestras penas, desconociendo su carácter celestial, aunque cada uno a su modo lo lleva grabado en sí? Dios viene a nosotros muchas veces en la vida, pero no conocemos su faz. No le reconocemos hasta que nos vuelve la espalda y se aleja después de nuestra negativa. Pónese el sol del 24 de Diciembre detrás de los tejados de Belén, y sus últimos rayos doran la cima de las rocas escarpadas que le rodean. Hombres groseros codean rudamente al Señor en las calles de aquella aldea oriental y cierran sus puertas al ver a su Madre. La bóveda de los cielos aparece purpurina por encima de aquellas colinas frecuentadas por los pastores. Las estrellas van apareciendo una tras otra. Algunas horas más y aparecerá el Verbo Eterno.
Después de la consideración del día se continúa con la oración a Nuestra Señora (Pág. 17)
El Sueño de San José. Óleo sobre tela. Siglo XVII.
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Día
NOVENO
L
a noche ha cerrado del todo en las campiñas de Belén. Desechados por los hombres y viéndose sin abrigo, María y José han salido de la inhospitalaria población y se han refugiado en una gruta que se encontraba al pie de la colina. Seguía a la Reina de los Ángeles el jumento que le había servido de humilde cabalgadura durante el viaje, y en aquella cueva hallaron un manso buey, dejado allí probablemente por alguno de los caminantes que había ido a buscar hospedaje en la ciudad. El Divino Niño, desconocido por sus criaturas racionales, va a tener que acudir a las irracionales para que calienten con su tibio aliento la atmósfera helada de esa noche de invierno y le manifiesten con esto y con su humilde actitud, el respeto y adoración que le había negado Belén. La rojiza linterna que José tiene en la mano ilumina tenuemente ese pobrísimo recinto, ese pesebre lleno de paja, que es figura profética de las maravillas del altar y de la íntima y prodigiosa unión eucarística que Jesús ha de contraer con los hombres. María está en oración en medio de la gruta, y así van pasando silenciosamente las horas de esa noche llena de misterios. ¡Pero ha llegado la media noche, y de repente vemos dentro de ese pesebre, poco antes vacío, al Divino Niño esperado, vaticinado, deseado durante cuatro mil años con tan inefables anhelos! A sus pies se postra su Santísima Madre, en los transportes de una adoración de la cual nada puede dar idea. José también se le acerca y le rinde el homenaje con que inaugura su misterioso e imponderable oficio de padre putativo del Redentor de los hombres. La multitud de Ángeles que desciende del cielo a contemplar esa maravilla sin par deja estallar su alegría y hace vibrar en los aires las armonías de ese Gloria in Excelsis, que es el eco de la adoración que se produce en torno del trono del Altísimo, hecho perceptible por un instante a los oídos de la pobre tierra. Convocados por ellos, vienen en tropel los pastores de la comarca a adorar al recién nacido y presentarle sus humildes ofrendas. Ya brilla en Oriente la misteriosa estrella de Jacob y ya se pone en marcha hacia Belén la caravana espléndida de los Reyes Magos, que dentro de pocos días vendrán a depositar a los pies del Divino Niño el oro, el incienso y la mirra, que son símbolo de la caridad, de la oración y de la mortificación. ¡Oh adorado Niño! Nosotros también, los que hemos hecho esta novena para prepararnos al día de vuestra Navidad, queremos ofreceros nuestra pobre adoración: ¡no la rechacéis! Venid a nuestras almas, venid a nuestros corazones llenos de amor. Encended en ellos la devoción a vuestra santa Infancia, no intermitente y sólo circunscrita al tiempo de vuestra Navidad, sino siempre y en todos los tiempos; devoción que, fielmente practicada y celosamente propagada, nos conduzca a la vida eterna, librándonos del pecado y sembrando en nosotros todas las virtudes cristianas.
Adoración de los pastores.
Óleo sobre tela. Siglo XVII. Gregorio Vásquez.
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Después de la consideración del día se continúa con la oración a Nuestra Señora (Pág. 17)
A
continuación presentamos las Jornadas de la Virgen María y San José en su viaje de Nazaret a Belén. Estas Jornadas fueron escritas por fray Fernando de Jesús Larrea a petición del sacerdote Pedro Ramírez, y se meditan tradicionalmente en las iglesias de los franciscanos, en las cuales el arreglo del pesebre va cambiando desde el día 16 hasta el 24 de Diciembre de acuerdo a cada jornada.
jor na das 43
DÍA
PRIMERO
E
sta es la primera jornada, y es en el monte Tabor, donde obró el Divino Niño el misterio de la Transfiguración en su crecida edad, manifestando su gloria a los tres discípulos. Allí contemplarás la humildad y pobreza con que emprendió su viaje nuestra purísima Reina, no llevando otra cosa que un poco de pan y fruta para tan dilatadas jornadas y andando por entre aquellos montones de nieve en un pobre y humilde jumento. Verás al santísimo Esposo que, hecho paje de estribo de la Reina Madre, lleva en sus hombros el fardito de la ropa y el ajuar del Divino Niño, y guía el jumento por las veredas más suaves. Contempla también cómo, llegando a aquel alto monte, le formó el santo José entre las ramas un pabellón con su humilde capa, para resistir los aires fríos del riguroso invierno. Mira también al Divino Niño en aquel virginal tálamo desde donde, teniendo muy presente el misterio de la Transfiguración, miraba a los pocos que le habrían de seguir por las sendas del camino de la cruz para llegar a la posada eterna de la gloria, y a los muchos que habrían de perderse en la peregrinación y viaje a la eternidad, por el camino ancho de la perdición. Mira qué camino llevas, y pídeles a nuestros peregrinos sagrados que te admitan en su compañía, para llegar con seguridad al Belén de la gloria.
La Sagrada Familia.
Óleo sobre tela. Siglo XVII. Gaspar de Figueroa.
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DÍA
SEGUNDO
E
sta es la segunda jornada, y es en la ciudad de Naín, donde resucitó el Niño Dios, en su crecida edad, al hijo de la viuda. Contempla en esta jornada los trabajos de nuestra Reina y Señora, que experimenta las lluvias del cielo, los aires fríos y las penalidades del camino. Su santo Esposo aparta el jumento de las veredas ásperas y limpia los caminos pedregosos; va a pie y cansado hasta llegar a la ciudad. Allí puedes considerar la vergüenza que pasa este Patriarca santo en las puertas de los mesones, mientras busca posada para su fatigada Esposa; considera las palabras ásperas y desabridas con que le despedían los mesoneros y el desconsuelo con que se quedaría en el rincón del portal; aumenta la pena de ambos esposos el ver a Dios a las puertas de un mesón donde no se le da entrada a la misma Luz. Mira tú cuántas veces has hecho lo mismo, despidiendo a Dios de tu corazón con el pecado, por tener tu alma hecha un mesón público de los demonios. Abre en este día las puertas de tu corazón y oye lo que te dice Dios desde el vientre de su Madre: “Mira, alma mía, en cuya busca vengo para llevarte a mi gloria, que estoy llamando a las puertas de tu corazón; ábreme, que no tengo dónde reclinar la cabeza.”
La Anunciación.
Óleo sobre tela. Siglo XVIII. Pablo Antonio García del Campo,
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DÍA
TERCERO
L
a tercera jornada de nuestra purísima Reina va desde la ciudad de Naín hasta los campos de Samaría, donde salieron al encuentro del Niño Dios, en su crecida edad, aquellos diez leprosos. Considera cómo siendo mucha la gente que cruzaba aquel camino para ir a empadronarse cumpliendo con el edicto del César, al ver a nuestros sagrados peregrinos en tan suma pobreza, unos los atropellan y otros los apartan como a gente humilde y despreciable. Míralos llegar a los campos de Samaría sin tener dónde alojarse; ¿qué sentiría el santo Patriarca alojándose en aquel despoblado campo, todo cubierto de nieve, sin poder aliviar la pena que padecería con los aires fríos la más tierna y delicada niña, su santísima Esposa? ¿Y qué penas padecería el Divino Niño viendo así tratada a su Santísima Madre? Mira cuántas veces atropellas al Dios Niño conculcando su santa Ley, apartándole de tu corazón y de tu alma por hacer tu gusto y voluntad. Procura en esta posada salir a su encuentro y mostrarle tus llagas, para que te sane como a los leprosos, pues no viene a otra cosa que a curar la lepra de todo el linaje humano.
Nuestra Señora de la Misericordia. Óleo sobre tela. Siglo XVIII.
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DÍA
CUARTO
E
sta es la cuarta jornada, y es en el pozo de Siquén donde contemplamos los nuevos trabajos de nuestra Reina y Señora. Avanza, unos ratos a pie y otros en el jumentillo, y el santo José -los pies descalzos y ampollados- tira de la bestiezuela. Habiendo llegado, puedes considerar cómo nuestra soberana Reina, viendo que se acercaba su dichoso parto y teniendo a la vista aquella fuente de agua, desenvuelve con devoción el fardito del ajuar del Divino Niño, e hincada de rodillas lava la camisita y los pañalitos en que habría de envolver aquel rico Tesoro de los cielos. Mira y contempla el fuego de amor en que se abrasa su corazón con los deseos de ver entre sus brazos a aquel Verbo hecho carne para nuestro remedio.
Adoración de los Magos.
Óleo sobre tela. Siglo XVII. Gregorio Vásquez.
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DÍA
QUINTO
C
amina, alma mía, en compañía de nuestros sagrados Peregrinos sin perderlos de vista, y contempla esta quinta jornada que hizo nuestra purísima Reina desde el pozo de Siquén hasta el llamado Necmas. Contempla lo que dice la venerable Madre María de Jesús de Ágreda: que muchas veces se hospedaba la Santísima Virgen entre los corrales de las ovejas, porque no le daban otro mejor lugar los hombres. Pues considera este día, que no hallando en este corto lugar posada, se retira a la montaña; al entrar por las puertas de la cabaña, se levantan alegres los corderillos y las ovejas, y con sus balidos le ofrecen aquel humilde lugar, retirándose a un rincón, como dice la venerable Madre, reconociendo los brutos a su Señor y Creador. Considera, pues, la humildad de la Santísima Virgen y Reina de los Ángeles, mírala apearse del jumentillo y acogerse entre los espinos. Imagina cuáles serían los pensamientos de aquel divino Pastor en las entrañas de su Madre. Vino a buscar la perdida oveja, ¿qué lágrimas derramaría por las veces que le habrías de tener entre las espinas de tus pecados?
Detalle. Artículo 1. Credo in unum Deum Patrem Omnipotentem Creatorem coeli et terrae. Artículos del Credo. Colección de doce óleos sobre tela pintados por Miguel de Santiago en el siglo XVII.
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DÍA
SEXTO
C
ontempla la sexta jornada que hicieron estos Príncipes soberanos hasta llegar al lugar donde perdieron al Divino Niño Jesús, a los doce años de su edad. Allí podrás considerar los trabajos que padece esta tierna y delicada niña en aquella doblada tierra, ya subiendo los montes altos, cubiertos de nieve, ya pasando la serranía, hasta llegar a aquel despoblado sitio donde, viéndole el santo Patriarca atormentada por las inclemencias del tiempo, le ruega tome algún descanso y refresco para proseguir su jornada. Y mientras el santo Esposo busca alguna sombra para aquella que a todos hace sombra con su intercesión, contempla el dolor que padece el Niño Dios en las entrañas de su Madre al tener muy presente lo que habrá de padecer ella al perderle en aquel sitio, y el poco sentimiento que habrán de tener los hombres perdiendo a Dios, su amistad, gracia y amor.
La Virgen con el Niño.
Colección pictórica de Gregorio Vásquez, correspondiente a los siglos XVII y XVIII.
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DÍA
SÉPTIMO
E
sta es la séptima jornada y es en la ciudad santa de Jerusalén, donde se contempla la inmensidad de penas que padecerá nuestra Reina y Señora cuando, pasando por aquellas calles, contempla, como quien sabe lo mucho que en aquella ingrata ciudad habrá de padecer su Divino Jesús, las penosas jornadas que habrá de hacer de Tribunal en Tribunal, las posadas tan malas que habrá de hallar y aquellos Pretorios y Tribunales, consideración que le saca las lágrimas a los ojos. Contempla el tormento que el Niño Dios padece en sus entrañas; allí, diría, me darán la bofetada, y en aquella casa abrirán un calabozo para ponerme aprisionado; en aquel palacio se abrirán las puertas para atormentarme con más de cinco mil azotes; y en aquel Tribunal me tratarán como a loco y simple. Con esta consideración llegan al Monte Calvario, donde, viendo el santo José a su santísima Esposa hecha un mar de lágrimas, traspasa su corazón el dolor de no poder suavizar sus penas.
La Visión de San Bernardo
Fresco en el plafondo o centro de la bóveda de la Sacristía Mayor de la Catedral de Bogotá. Ricardo Acevedo Bernal. 1910.
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DÍA
OCTAVO
C
ontempla la octava jornada desde Jerusalén hasta llegar a Belén. Habiendo llegado nuestros peregrinos sagrados a las cuatro de la tarde, pensaba el santo Patriarca hallar segura posada para la Madre de Dios entre sus deudos, parientes y conocidos, poniendo fin y término a sus trabajos. Pero entonces se le multiplicaron las penas, porque habiendo cumplido con el edicto del César, llegaron a las puertas de los parientes a buscar posada y todos le dieron con ellas en la cara. Considera el sentimiento grande que padecería su atribulado corazón en aquellas calles, buscando a las puertas de los mesones un portal o pajar para la Emperatriz de los cielos. Piensa en la mortificación que padecería con las palabras ásperas y desabridas con que los despedían, tratando al santo Esposo de ocioso y vagabundo, al verlo con tanta humildad y pobreza; ¡qué lágrimas no derramarían sus ojos! Y más cuando, habiendo entrado la noche y desgajándose la nieve, corriendo los aires fríos y no teniendo dónde volver los ojos, miraba a su Santísima Esposa desamparada y llorosa con el desprecio de los hombres. Considera también qué sentiría el Divino Niño al ver a su Madre traspasada con tan sangriento cuchillo de dolor, ¡qué lágrimas derramaría en sus entrañas, al ver sus amorosos llamamientos despreciados, la sordera voluntaria de los hombres y el recibimiento que le hizo el mundo! Míralos salir a las nueve de la noche, después de haber trasegado todos los mesones y casas de los poderosos sin hallar un portal para su descanso, tristes, llorosos, afligidos y desamparados, a buscar entre los brutos la piedad que los hombres le negaron. ¿Qué haces, alma mía, que no se abren de dolor las puertas de tu corazón para dar posada a la Santísima Virgen María y al Niño Dios? Procura salirles al encuentro y llevar al Divino Niño a tu alma, recibiéndole sacramentado este día, para que al fin de tu jornada te abra las puertas de su gloria.
Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, Patrona de Colombia. Óleo sobre tela. Siglo XVII. Capilla de San José. Catedral de Bogotá.
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ÚLTIMO
DÍA
H
emos llegado, alma mía, a la última posada y palacio que le previno el Eterno Padre a su Unigénito Hijo para su nacimiento, y es una humilde cueva y pesebre de brutos, donde puedes considerar cómo, habiendo llegado los dos peregrinos sagrados, dan gracias al Eterno Padre por aquel humilde y despreciado hospicio; después lo barren y lo asean, y en imitación lo hacen los Ángeles que de guardia asistían a nuestra Reina y Señora. Mira y contempla cómo el santo Esposo desdobla el fardo, y de la humilde ropa forma el pesebre que sirvió de lecho al parto de la Reina Madre y una cama para su descanso. Habiendo hecho lumbre con los instrumentos que llevaba, se retira a un rincón del portal. Llegada la media noche, sintiendo nuestra gran Reina y Señora se llega la hora de su dichoso parto, hincada de rodillas, puestas las manos en el pecho, los ojos levantados al cielo, elevadas las potencias y sentidos y toda divinizada, da al mundo al Unigénito del Eterno Padre y suyo, Cristo Jesús, Dios y Hombre verdadero, a quien en brazos de San Miguel Arcángel adora; y recibiéndolo con profunda humildad y reverencia en sus santísimos brazos, le adoran los santos Ángeles, como en el altar sagrado, como a su verdadero Dios, Señor y Creador. Contempla el gozo del Señor San José cuando, despertando de aquel dulce sueño en el que estaba mirando tan soberano misterio, ve en brazos de la Aurora al divino Sol de justicia desterrando las sombras de la noche con su inaccesible luz, alegrando al mundo con su venida, y aquella humilde cueva hecha un abreviado cielo. Y viéndole su Santísima Madre tiritar de frío y hacer pucheros, le envuelve en aquellos humildes pañales, le abriga entre sus pechos y le regala con su dulce néctar, y luego le pone entre la paja y el heno, donde le adoran los brutos como a su Hacedor y Señor. Y con la noticia que tuvieron los pastores por medio de un Ángel, con júbilo y alegría vienen en busca de luz, entran en la cueva y, dando el parabién a la Santísima Madre, reciben al Niño en brazos con singular regocijo y alegría de ver a Dios hecho Niño tierno en un establo, ceñidos los brazos, envuelto en mantillas, y al León de Judá hecho Cordero humilde en una cueva.
Detalle Artículo 3. Qui conceptus est de Spiritu Sancto ex Maria Virgine.
Por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen. Artículos del Credo. Artículos del Credo. Colección de doce óleos sobre tela pintados por Miguel de Santiago en el siglo XVII.
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El Villancico en Colombia por Egberto Bermúdez Profesor Titular Universidad Nacional de Colombia, Bogotá.
A a
l mencionar la palabra villancico, es inevitable evocar inmediatamente la música de las festividades navideñas. Sin embargo, antes del siglo XIX, los villancicos no estaban exclusivamente asociados con la Navidad. La palabra villancico, desde el siglo XIV, se refiere a una canción o composición poética con música inspirada en los cantos y bailes de campesinos y labradores, llamados en ese entonces villanos por ser quienes vivían en las villas y aldeas en oposición a los más refinados habitantes de las ciudades. La definición del Diccionario de Autoridades de 1739 distingue al villano del ‘hidalgo o noble’ y añade que es sinónimo de rústico’ y descortés y ‘significa también ruin, indigno o indecoroso’. Estas nociones –en el marco del notorio paternalismo español con respecto a la tradición popular- explican el uso de la palabra villancico (en diminutivo) que ya en la definición de Sebastián de Covarrubias de 1611, indica que era una ‘imitación’ de las canciones que ‘suele cantar la gente del campo’. La tradición de usar fragmentos de estos cantos populares en la poesía culta se consolida en los siglos siguientes con ejemplos como las serranillas y villancicos poéticos de autores como
Órgano de la Catedral de Bogotá.
Instrumento construido por Aquilino Amezua, Barcelona-España. Siglo XIX.
el Arcipreste de Hita (c.1270-c.1350) y el Marqués de Santillana (1398-1458). La estructura de este genero consta de un estribillo y una o varias estrofas o coplas y a pesar de que en él son comunes todos los esquemas de versificación, predominan sin duda las cuartetas de seis y ocho sílabas. La interpretación tradicional de estas piezas es la de alternar el estribillo con las estrofas o coplas. El uso de estas composiciones en el contexto religioso estuvo sujeto a censura y prohibición por parte de las autoridades eclesiásticas cuyos documentos mencionan cantos y bailes que se hacían en los atrios y aún dentro de las iglesias y que en muchas ocasiones estaban asociados a representaciones o dramas de asunto religioso que en el período medieval fueron importantes vehículos para el acercamiento de las clases subalternas al dogma y a la practica religiosa. La introducción de canciones en lengua vernácula durante el oficio religioso es atribuída al primer arzobispo de Granada cristiana, Hernando de Talavera. La reconquista de Granada musulmana en 1492 fue, junto con la llegada de los
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españoles a América, el comienzo de un cambio fundamental en el catolicismo español. Muchos autores coinciden en que los esfuerzos que la iglesia hizo para lograr la incorporación de la gran población morisca de aquel reino fue un taller de experimentación muy importante para la tarea de cristianización y aculturación de los indígenas americanos. De esta forma, el reemplazo de los responsorios en latín del oficio de maitines por los villancicos en castellano apropiados a las diferentes ocasiones litúrgicas, puede considerarse como un ejemplo de uso político de la música, la poesía y los aspectos visuales del culto para la consolidación de la unidad religiosa en la sociedad peninsular y la incorporación de la población indígena americana al vasto imperio ultramarino español. Sin embargo, la tradición más popular del villancico era la profana que continuaba aquella plasmada en las colecciones de poesía lírica o cancioneros que reunían obras de intelectuales o poetas cortesanos que en algunos casos también eran compositores como Juan del Encina, autor de varios ejemplos alusivos a la conquista de Granada. Suyo es el romance Que es de ti desconsolado? que pone en boca de Boabdil, el último rey Nazarí, un sentido poema de la más castiza tradición hispánica, en el que el destronado musulmán tiene que admitir que Dios estaba de parte de Fernando e Isabel y por eso se ve llamado -con claro ánimo propagandístico- a abrazar la fe católica: Torna, tórnate buen Rey a nuestra ley consagrada, porque si perdiste el reino tengas el alma cobrada. Encina es autor de otro villancico en el que dos sencillos pastores Pascual y Carrillo, comentan en los alrededores de Granada la reciente victoria de sus reyes. El curioso Carrillo, usando el habla de los pastores montañeses, incita a Pascual a bajar a la ciudad:
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Levanta, Pascual, levanta aballemos a Granada que se suena que es tomada! Sin embargo, el proceso de introducción del villancico en las festividades de Navidad, Epifanía, el Corpus Christi y en menor grado la Semana Santa seria lento. Los años de consolidación de la contrarreforma fueron definitivos para la popularización de este género como parte de la propaganda religiosa dirigida a contrarrestar a Calvinistas y Luteranos quienes precisamente sostenían que los cantos sencillos, en lengua vernácula y cantados por toda la colectividad eran la vía verdadera de la devoción popular en oposición al boato y la exhuberancia del fasto religioso católico. Los villancicos fueron la contraparte católica de los sencillos himnos protestantes y fueron usados por el clero contrarreformista, especialmente por los Jesuitas con la misma intención proselitista. Durante el siglo XVI en España el villancico de tema amoroso y cortesano se convertiría en el equivalente del madrigal italiano o de la chanson francesa, los mejores exponentes de la refinada tradición poético-musical europea. Esto ocurría durante el reinado de Carlos V y en ciertas cortes italianizantes como la de Valencia. Sin embargo, con la llegada al trono de Felipe II en 1556 se consolidó la composición de villancicos religiosos conocidos también como villanescas o chanzonetas, o lo que fue más común, la composición de textos ‘a lo divino’ para obras profanas que ya tenían textos llamados ‘a lo humano’. La primera colección integral de estas obras es la del compositor sevillano Francisco Guerrero (1528-99) denominada Canciones y Villanescas Espirituales y publicada en Venecia en 1589 por Giacomo Vincenti, uno de los más prestigiosos impresores musicales del momento. Esta importante colección fue el modelo imitado por los compositores de la siguiente generación y en ella predominaban los villancicos para la fiesta de Navidad, la que desde ese momento se convirtió en la principal ocasión para su uso.
Uno de los villancicos más atractivos de esta colección retrata una disputa entre dos pastores, Gil y Pascual para saber quien describe mejor los atributos del recién nacido en Belén. Apuestan zagales dos por el zagal soberano, dice Gil que es hombre humano y Pascual dice que es Dios!
llego a ser rey después de la abdicación de su padre pero que desafortunadamente murió pocos meses después obligando a su padre a retornar a trono. El anónimo autor del texto del villancico contenido en el Archivo de la Catedral de Bogotá sintetiza en forma magistral la situación:
Después de una colorida y culterana controversia, por cierto bastante impropia de personajes rústicos, un tercer personaje (el juez, Juan Lozano): dice que aciertan los dos y así el caso queda llano y el zagal por hombre y Dios.
nuevo rey el Nuevo Reino
Otro de los ejemplos de esta colección tiene un inteligente texto aplicable a la festividad navideña al igual que a la del Santísimo Sacramento. El texto se refiere al día de la fiesta y sintetiza el evento así: Todo cuanto pudo dar este día nos ha dado Dios y hombre en un bocado! La colección de manuscritos musicales pertenecientes al Archivo de la Catedral de Bogotá constituyen, junto con las de Puebla, México, Oaxaca, Sucre y Guatemala, uno de las más ricas muestras del villancico en América. El grueso de esta colección está constituido por música compuesta entre 1650 y 1770 y contiene villancicos para las fiestas de Navidad, Epifanía, Corpus, las diferentes fiestas marianas y una amplia lista de santos entre los que se destacan aquellos relacionados con las principales órdenes religiosas del período colonial como los Dominicos, Franciscanos, Agustinos y Jesuitas al igual que las santas relacionadas con los monasterios femeninos como los de las Clarisas, Carmelitas, la Concepción y Santa Inés. Eran frecuentes también los villancicos compuestos para las profesiones religiosas, especialmente de monjas, al igual que para los festejos de los nacimientos y coronaciones reales, tal como uno que fue compuesto con ocasión de la coronación en 1724 de Luís I, hijo de Felipe V y quien
Sin perder al gran Filipo es fortuna que corone, y que de uno y otro goce. Si en el ejemplo anterior se ponía de manifiesto uno de los aspectos más importantes y vitales de la tradición de versificación española, es decir el de la improvisación sobre temas actuales o repentismo, en otros casos se hacia gala de un gran conservadurismo y de un apego estricto a la tradición. En uno de los villancicos más interesantes de José Cascante padre (c.1615-c.1678), se reproduce –un siglo después- la ya citada disputa de pastores para describir mejor las virtudes del recién nacido. Tenia que ser graciosa pues el autor indica: Que no hay cosa en el mundo de más sazón, que escuchar a dos necios con presunción. Y después de una larga serie de adjetivos, uno mas exagerado que el otro, y presumiendo de conocer temas profanos y eclesiásticos, ellos mismos - esta vez sin necesidad de un juez- concluyen: Y los dos niño mío, tenemos razón que hombre y Dios, amante, cordero y león, todo lo sois vos. Uno de los temas más comunes en los villancicos navideños tanto en España como en América fue la alusión – a través de un lenguaje estereotipado- a minorías étnicas y grupos marginales. En el caso de la península, gallegos, asturianos, vascos y portugueses eran protagonistas de graciosos villancicos en los que su dialecto y la deformación del castellano pro-
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pia de su peculiar pronunciación crearon estereotipos que fueron seguidos durante décadas. En el caso de los grupos marginales, los más relevantes en nuestro caso son los de los esclavos africanos y los indígenas americanos, aunque en el medio peninsular se seguía incluyendo a labradores y pastores desde una perspectiva paternalista y con un lenguaje sencillo que expresaba los simples conceptos a ellos atribuidos. Igual ocurría con los gitanos, a los que se caracterizaba por su tradición trashumante y de comerciantes deshonestos, con textos ricos en elementos onomatopéyicos referidos a los panderos y sonajas usados en sus bailes. El ‘habla de negros’ hispánica, con sus típicos giros como el cambio de la ‘r’ por la ‘l’ y la confusión con el uso de los artículos, es el lenguaje usado en los ‘villancicos de negros’ que a menudo incluían también palabras de origen africano o que sonaban africanas (como gurumbé, zambacaté, cumbé, etc.) y que reforzaban el estereotipo que asignaba a los africanos un papel ingenuo y de seres humanos en ‘estado natural’. Generalmente, dichas palabras cumplen un papel rítmico en los estribillos y es posible que estuvieran relacionadas con términos musicales en lenguajes africanos aunque por ahora no contamos con elementos suficientes para confirmar o negar esta hipótesis. Por otra parte, muy posiblemente estas obras eran cantadas por blancos o mestizos que se tiznaban de negro la cara a la usazan de los Minstrels norteamericanos. Desde el siglo XVI la interpretación de los villancicos incluyó instrumentos como el arpa, guitarra, cornetas y bajón y eran cantados por grupos de hombres, con excepción de los conventos femeninos, en donde las cantantes e instrumentistas
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eran la monjas mismas. En los años finales del siglo XVIII, el villancico incorpora elementos nuevos tomados de la música profana e instrumental entre los que vale la pena destacar la cantata y el aria da capo, que se había convertido en la espina dorsal de la opera italiana. Más tarde la tonadilla también prestaría muchos de sus elementos estilísticos antes de que fuera definitivamente proscrito de la liturgia en las décadas finales del siglo XVIII. Esta tradición se mantuvo en la periferia cultural española y en América entre campesinos e indígenas durante el siglo XIX. El escritor costumbrista Eugenio Díaz narra como el canto de los villancicos era uno de los aspectos más tradicionales, pintorescos y esperados de la celebración de la Navidad en Chapinero por parte de las familias santafereñas en sus casas de recreo. A finales de ese siglo- desde una perspectiva de anticuario- estos se retomaron y popularizaron en la cultura urbana, renovándose con el repertorio recién traído de España, especialmente por miembros de las comunidades religiosas encargadas de instituciones educativas después del Concordato de 1886. Este proceso se fortaleció a comienzos del siglo siguiente, especialmente en los años veinte y treinta, cuando en el marco del nacionalismo español se llevó a cabo una recuperación de tradiciones culturales campesinas y se las incorporó a la cultura urbana, tradiciones que fueron rápidamente absorbidas por ciertos medios culturales latinoamericanos que abrazaron el nuevo hispanismo encarnado en la Exposición de Sevilla de 1928. Ya para ese momento, villancico significaba solamente una canción de Navidad, manteniendo en realidad muy poco del estilo forjado a través de su larga historia en España y América.
Detalle. Libro de Coro.
Francisco de Páramo. 1607. Archivo del Capítulo Metropolitano.
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Esta tercera edici贸n de la Novena de navidad editada por la catedral primada de colombia se termino de imprimir el dia 7 de noviembre de 2011, Fiesta de Nuestra Se帽ora del Topo, en el Cuarto Centenario de la milagrosa renovaci贸n de su imagen. Este libro fue compuesto con la tipografia felix titling, georgia, trajan pro, arabesque initialen, palatino y nyala. MMXI
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