Pueblo diaguita

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COPIAPO HUASCO

LA SERENA COQUIMBO

CHOAPA

ELQUI

Los diaguitas han vivido desde hace miles de años esencialmente en las Regiones de Atacama y Coquimbo. Esta es la zona de los valles transversales: Copiapó, Huasco, Elqui, Limarí y Choapa.En cada uno de ellos corre un río que lleva el mismo nombre. Actualmente hay diaguitas en el Valle de Huasco Alto .

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Valle transversal:Valle que atraviesa el territorio desde la Cordillera al Océano Pacífico.


Antonio hizo un viaje y escribi贸 lo siguiente en el libro: Mis abuelos viven en el valle del Huasco, un lugar de la Regi贸n de Atacama. Fui en bus a visitarlos durante las vacaciones. Ellos viven en el campo.

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Mi abuelo vino a buscarme.Yo nunca hab铆a montado a caballo, as铆


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es que tuve miedo cuando me subí al anca. Él ya es viejito, pero sabe cabalgar muy bien.


En el camino me enseñó el nombre de los árboles que se encuentran en los cerros que rodean el valle: “Este es el chañar, allá hay un pimiento, este otro es el espino y por allá hay guayacanes y algarrobos. Ahora hay viñas y plantaciones de olivos, duraznos, almendros, nogales. ¿Qué son esos palos con espinas grandes? –le pregunté al abuelo. “Esos son cactus, típicos de la zona del Norte Chico. Dan un fruto que le llamamos copao. Su sabor se parece al del kiwi. En la mañana siguiente acompañé a mi abuela a ordeñar las cabras. Juntamos un balde lleno de leche. La abuela nos preparó el desayuno con leche y queso. Ellos tienen una majada de cabras. Mi abuela las ordeña. Con la leche fabrica queso de cabra.

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Después cogió un poco de trigo y se puso a moler en la piedra chancuana. Para el almuerzo quería preparar frangollo que se hace con trigo molido, porotos, choclo y zapallo. Aquella tarde mi abuela se puso a trabajar la greda.Ya tenía varios jarros listos para cocer en el fuego. Mi abuela me contó que ese oficio lo aprendió de su madre y ella de su abuela: “Los diaguitas antiguos fueron alfareros. Fabricaban vasijas, jarros y platos de diferentes formas. Los pintaban con líneas de color rojo, blanco y negro que representaban animales o rostros de personas. Se utilizaban para preparar alimentos o para almacenar agua o bebidas. Ahora se conoce a los diaguitas por la cerámica que ellos hacían. Era muy bonita. La han encontrado en los cementerios de nuestros antepasados. Pero ahora somos pocas las personas que trabajamos la greda.”


Con mi abuelo conversamos sobre la historia del valle y de nuestra familia. “Este es el valle del Huasco, uno de los valles transversales de Chile, Antonio”. ¿Y quién vivía aquí antes? – pregunté. “¡Uf! Esa es una historia muy antigua. Dicen que por estos lados vive gente desde hace varios miles de años. De ellos se han encontrado pinturas rupestres, herramientas y cántaros de greda.” -Mi profesora me contó que en estos valles antes vivían los diaguitas- acoté. “¡Y todavía vivimos, hijo!. Estos son los valles de los diaguitas. ¡Y nosotros somos diaguitas! ¡Y tú también eres diaguita!” -¿Cómo es eso abuelo? ¡Si dicen que ya no hay más exclamé. “¡Eso no es tan así y yo te voy a contar la historia!”

diaguitas. ¡Que se extinguieron!-

Aquella noche mi abuelo comenzó a contarme parte de la historia de nosotros, los diaguitas:

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“Los diaguitas llegaron a estos valles transversales hace más de 1000 años. Antiguamente, tenían sus costumbres y hablaban su propia lengua – el kakán-. Mi bisabuelo me contaba que ellos viajaban de un valle a otro para buscar alimento para los animales, hacer comercio o ver a otras familias para las fiestas. Eran muy buenos caminantes. A veces atravesaban la Cordillera de los Andes con los animales hasta el territorio que ahora es Argentina. Antes los valles estaban divididos en dos partes. Una parcialidad eran “los de arriba”, que vivían hacia la Cordillera de los Andes y otra eran “los de abajo”, que habitaban en la Cordillera de la Costa. Nuestra familia siempre vivió en la parte de arriba, pero teníamos parientes en la parte baja del valle. En cada lado, mandaba un jefe.” Mi abuelo se detuvo un momento y luego siguió recordando. “Cuando yo era pequeño mi abuelo me llevó a visitar a unos primos que vivían en la parte baja, cerca del mar. De regalo les llevamos maíz, porotos, zapallos y un cabrito. Cuando regresamos ellos nos regalaron pescados y mariscos. Eran bonitos esos viajes. Pero ahora, aunque quedamos muy pocos diaguitas, nos seguimos juntando igual que antes, porque nuestra familia vive en esta zona desde hace más de 300 años y aunque ya no hablamos el idioma ancestral seguimos teniendo las mismas costumbres”. Mi abuelo se quedó callado, entonces le pregunté “¿Y porqué pasó eso abuelo?”

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“Bueno, pasó que de repente, por ahí por 1470, llegaron los inkas que venían del Norte. Cuentan que ellos obligaron a los diaguitas a entregarles parte de sus cultivos para mandarlos al Cuzco. Dicen que también les enseñaron a adorar al sol, tal como lo hacían ellos. Pero gracias a los inkas los diaguitas también aprendieron a trabajar mejor la tierra y a perfeccionar la técnica de la alfarería que acá los diaguitas ya conocíamos. En 1541, llegó un conquistador español, Pedro de Valdivia. El venía con un ejército, con sus caballos y armas de fuego matando a mucha gente y robando la comida de los que vivían aquí. Entonces, los diaguitas se defendieron con sus armas: arcos y flechas, dardos, hondas, porras, piedras y ollas de greda con fuego. En las batallas se cubrían con gruesos cueros de animales a modo de escudos, pero los conquistadores tenían mejores armas. “


“Estos españoles buscaban oro, pero les fue mal. Sin embargo, encontraron que estos valles eran tan bonitos que decidieron quedarse para siempre. Se apoderaron de las tierras de los diaguitas, los obligaron a trabajar para ellos y a creer en su Dios. Muchos diaguitas murieron en las batallas, otros se enfermaron de enfermedades que acá no existían y así cada vez fueron menos. Por eso, después se pensó que se extinguieron. Pero no es así, porque también hubo diaguitas que se refugiaron entre las montañas de la Cordillera de los Andes. Así lo hizo nuestra familia, por eso aún conservamos los apellidos y algunas costumbres.” Esa noche me fui a acostar pensando en lo que mi abuelo me había contado. ¿O sea que yo también soy diaguita? Mi abuelo quería ver a sus animales que pastaban arriba en la Cordillera. En la mañana siguiente lo acompañé en ese viaje. ¿Cómo se habla en kakán, abuelo? - pregunté. “Ahora ya nadie lo habla. Sólo existen algunos nombres de lugares que tienen ese origen. Por ejemplo: Limarí, Cogotí, Chanchoquín, Talinay, Chihuinto, Chollay y apellidos como el nuestro que es Campillay y otros como Tamblay, Guanchicay, Mercanday.” Esa noche comimos charqui, queso de cabra y para la sed bebimos cocho. Dormimos en una ramada que mi abuelo tiene en la cordillera. Está construida con palos de chañar, cardón y algarrobo.

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Antes de acostarnos mi abuelo me contó una historia que casi no me dejó dormir en toda la noche, de puro miedo: La leyenda del Llastay o el guanaco blanco

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“Cuando yo era joven trabajaba en una mina en la cordillera. Y sucedió que mis amigos y yo ya no teníamos qué comer. Se nos ocurrió ir a cazar. Salimos con varios perros. Cuando llegamos a una quebrada, divisamos una manada de guanacos. Los perros corrieron y cercaron a un guanaco pequeñito. Lo cazamos y lo comimos. Al día siguiente, regresamos para cazar otro. De pronto, escuchamos un relincho y se nos apareció un gigantesco guanaco. La piel de su lomo era de color miel, pero el pecho estaba cubierto por lana tan blanca y larga que casi le cubría las patas. El guanaco nos quedó mirando y lanzó otro potente relincho. Nosotros nos paralizamos de miedo. Los perros arrancaron asustados. El animal se dio media vuelta y desapareció. Seguimos tras el guanaco y de pronto lo vimos en lo alto de la montaña. El animal esperó sin moverse del lugar. Estábamos seguros que lo cazaríamos. No nos dimos cuenta que mientras nos acercábamos el guanaco se transformaba. Cuando llegamos al lugar, en vez del guanaco blanco nos vimos frente a un monstruo con cabeza y cuerpo de hombre, pero con cachos en la frente y patas de guanaco. ¡Arranquémos, es el Llastay!, gritó uno de mis amigos. ¡Es el guanaco blanco que se transforma en monstruo para proteger a la manada!”


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