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Universidad Nacional de Colombia Doctorado en Ciencias Económicas
Trazos para Retomar el Rumbo en la Educación Enero 20 de 1994
Yanod Márquez Aldana Doctor en Ciencias Económicas
Siempre que intentemos aproximarnos a una definición sobre lo que hay que hacer para mejorar la educación, lo primero que debemos tener claro es la respuesta acerca de ¿una educación para qué? Si no tenemos clara la respuesta a esta pregunta, todo lo que hagamos se parecerá al caminar de aquel que no sabe para donde va, a quien el camino no lo lleva a ninguna parte. La educación hoy, ayer y siempre ha servido y servirá para construir o reproducir sociedades. Cada tipo de sociedad es construido y reproducido con un muy particular modelo educativo. Esparta, por ejemplo, fue una sociedad guerrera y esclavista, por tal motivo la educación se orientaba a formar guerreros y a formar artesanos que fabricaban instrumentos de guerra. La guerra definía la orientación de las instituciones, así también la familia, los demás miembros del sistema productivo y el estado se diseñaron de tal manera que fueran capaces de servir de base a esa sociedad guerrera y esclavista.
Por su parte Texcoco, la patria nahualt del cacique poeta Alcoltmiztli Nezahualtcoyolt en la Centroamérica que encontraron los españoles, fue una sociedad pacífica que buscaba el equilibrio social, el respeto por la dignidad humana; era una sociedad donde se cultivaban las artes y las letras de una manera singular. Su alto concepto acerca de la justicia le permitió desarrollar un sistema judicial tan reconocido que a él acudían en busca de justicia los demás pueblos centroamericanos. Como es de esperarse, el sistema educativo de este pueblo estaba lleno de escuelas para artistas y para jueces justos e incorruptibles. La educación de los griegos permitió lo que Platón tanto temió: los griegos convirtieron a Grecia en un desierto. Los indoamericanos a pesar de que al momento de la conquista tenían ciudades más grandes que cualquiera de las europeas, mantuvieron tal equilibrio en su relación con la naturaleza que hoy se reconoce la necesidad de retornar a ese
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modelo para que a América no le ocurra lo
la insatisfacción y el conflicto social golpean
mismo.
su realidad cotidiana, requieren de una educación que recurra a toda la capacidad creativa de que disponga.
Por eso antes de hablar de la educación debemos previamente hacerlo sobre modelo de sociedad que aspiramos a sufrir o a disfrutar. Ese análisis tiene que llevarnos a definir si el modelo actual de sociedad que tenemos es el deseable o si por el contrario hemos de diseñar otro. Esta decisión tiene grandes implicaciones en el modelo educativo. Si lo que queremos es reproducir la actual sociedad nos basta con seguir haciendo lo mismo que hasta hoy hacemos en educación; para eso no se requiere un gran esfuerzo, podríamos entonces conservar los contenidos enciclopédicos con escasa profundidad y las pedagogías verticales y memorísticas. Si por el contrario la decisión que tomamos es la de construir un modelo de sociedad diferente de nada nos sirve la repetición enciclopédica, por el contrario requerimos de contenidos que nos permitan aproximarnos a la identificación de nuestros problemas y aspiraciones y al diseño y ejecución de las respectivas soluciones. La pedagogía en este caso no podría ser otra que aquella que permita la participación creativa en esa identificación diseño y ejecución. Todo pedagogo que se respete sabe que las pedagogías de la repetición son aptas para aquellas sociedades que están satisfechas de sí mismas y que no sienten la necesidad de hacer modificaciones importantes, y que en cambio aquellas sociedades donde el atraso,
Si nos declaramos satisfechos entonces, de acuerdo con lo que ya hemos dicho, podremos descansar en paz ahorrándonos las molestias de una inútil discusión al respecto; si acaso formularíamos pequeños retoques construyendo una que otra escuela, nombrando tal y cual maestro y revisando salarios y dotaciones. Hablemos de esa sociedad que hoy tenemos. En Colombia al finalizar el gobierno de Barco, un 45%de su población vivía en la pobreza absoluta y algo así como un 30% en la pobreza simple. En Europa y estados unidos entre el 66% y el 75% del producto interno bruto correspondía al ingreso de los trabajadores, en Colombia ese porcentaje era tan solo del 36%. La violencia tan vieja e incrustada en nuestra cultura que ya parece eterna e inevitable, y la falta de incentivos para la producción agropecuaria, han generado una concentración urbana similar a la de los países industrializados sin que seamos uno de ellos. Los emigrados del campo conforman hoy grandes concentraciones humanas en barrios subnormales, junto con aquellos desplazados de las zonas más prósperas de las ciudades.
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Durante
el
gobierno
de
Gaviria
las
siendo pobres. Por el contrario Inglaterra se
condiciones se han empeorado; claro que no para todos, pues ya es centenaria la expresión aquella que acuñaron los economistas del siglo pasado: "la economía va bien pero el país va mal", lo que quiere decir que unos cuantos han hecho un buen negocio que la mayoría ha pagado con su miseria. Las cosas han empeorado porque nos han vuelto a engatusar con un cuento que también es viejo, el del mercado libre y las ventajas comparativas que lograron imponer con la fuerza de la propaganda, la diplomacia, la corrupción y el chantaje o con los cañones de la armada británica cuando las demás métodos fracasaron.
volvió rica comprando materias primas baratas que luego de procesadas se vendían caras a las colonias.
Los economistas ingleses Adam Smith y David Ricardo promovieron la tesis de que la mano invisible del mercado libre permitía que cada país hiciera un gran negocio especializándose en aquella actividad económica para la cual gozara de ventajas comparativas, así los países con abundante sol, agua, y tierras fértiles podrían dedicarse a la producción agropecuaria; por su parte Inglaterra se dedicaría a ser el gran fabricante de productos industriales para vender en un mercado sin fronteras. El resultado fue que aquellas colonias y ex colonias como la América Latina, luego de la independencia se dedicaron a cultivar las mismas especies. Todos cultivaban arroz, algodón, añil y producían cueros, de tal manera que saturaron el mercado, todo se vendía barato y las ex colonias siguieron
En esa época hubo quién no se comió el cuento. Alemania y Estados Unidos luego de su independencia, liderados por los economistas Alexander Hamilton y Friederich List consideraron que había cosas baratas que salían demasiado caras, pues más importante que comprarle barato a otros países era el construir un sistema productivo propio. Los alemanes acostumbraban a decir en ese entonces: “puede que las locomotoras inglesas sean mejores, pero las que fabricamos, son las nuestras, hechas con nuestro acero y con nuestros obreros”. Lo mismo hicieron con su agricultura. De esa manera desarrollaron un mercado interno que los convirtió en potencias. Toda potencia conocida ha llegado a serlo por el desarrollo de su mercado interno. Aunque sea difícil creerlo, Estados Unidos tan sólo exporta el 7% de su producción. Las economías nacionales crecen y se fortalecen cuando se hace con ellas como el jardinero cuando siembra un árbol: para que nadie lo pise le construye un corral. El corral que Estados Unidos puso para su economía implicó altos impuestos aduaneros. Desde que los impuso Alexander Hamilton - quien fue Secretario del Tesoro norteamericano 5
durante el gobierno de George Washington -
baja en los precios tan grande que hace poco
hasta 1904, cuando aún conservaban un nivel del 73%.
rentable continuar cultivándolos.
Hoy también intentan que creamos y aceptemos lo mismo por medio de la sugestión de la propaganda o la coerción del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Que dejemos de producir lo que ellos producen mejor y más barato, para que nosotros nos dediquemos a aquellas cosas que a su vez podemos producir con ventaja. Pero resulta que nosotros podemos producir trigo mejor y más barato, aunque durante algunos años los Estados Unidos nos lo vendieron a muy bajo precio o, incluso regalado. La verdad es que ellos nos han engañado al respecto porque le otorgan fuertes subsidios con créditos baratos, seguros de cosecha, bajos impuestos y reembolsos por ventas a bajos precios y propaganda. Lo mismo ocurre con el arroz y con las demás especies que se pueden cultivar en todos los continentes. En los últimos cinco años de la década de los 90, Estados Unidos se gastó 105.000 millones de dólares en subsidios para el agro. Otro es el caso de las especies que Estados Unidos ni Europa pueden cultivar, pues eso los convertiría en potenciales compradores de nuestra producción, sin embargo no podemos disfrutar de esa ventaja porque también se cultivan en Africa, Asia y la mayor parte de América, esto presiona una
Con otros productos agrícolas se disfruta muy poco del hecho de tener ventajas relativas como para ser el mejor productor. A pesar de que somos el país con mayores ventajas para producirlo, al banano que producimos los europeos le aplican impuestos altos para que no entre en sus mercados, favoreciendo a sus antiguas colonias. Si protegen tanto su producción agrícola no es por simple negocio, es por seguridad alimentaria, es decir, por tener la seguridad que en ningún momento de crisis van a depender del suministro de otras potencias. Es bien conocida la situación de la minería. Nuestro carbón es el mejor del mundo pero tenemos que venderlo a menos de la mitad del precio que se presupuestó cuando nos embarcamos en el Cerrejón, lo mismo ocurre con el níquel de Cerromatoso. El petróleo baja su precio constantemente a pesar de estar cerrados los pozos de Irak y Kwait. Por todo esto, decir que en el mundo hay mercado libre resulta ser un chiste, y más aún sabiendo que sus principales promotores jamás han abierto sus propios mercados; pero el chiste resulta pesado si aspiran a que nosotros, el llamado tercer mundo, seamos los únicos que abramos los mercados internos, lo que traería como consecuencia la
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frustración de un desarrollo nacional por la
diferente. Todo pueblo exitoso ha empezado
invasión de sus productos.
por adquirir conciencia de sí mismo, ningún pueblo está obligado a jugar un partido en el que de antemano se le ha asignado el papel de perdedor.
La industria no pasa por mejores aventuras, pues sabemos que ellos ya se definieron como los países industrializados, si nos tienen como perdedores en el agro, en la industria nos reservan la peor de las partes. Si permitimos que la apertura arrace con las posibilidades del desarrollo agrícola e industrial, no nos quedará más opción que convertir a Colombia en una zona franca para vender en ella mano de obra barata, con el agravante de que no hay posibilidades de desarrollo a través de este tipo de zonas. Claro que esto no quiere decir que ningún colombiano pueda hacerse rico, unos cuantos lo harán a costa de vender el futuro de los demás. La apertura y la internacionalización de la economía sólo logrará agudizar el doble sistema de exclusión y de privilegios que sufre el pueblo colombiano, frente a la clase dominante de nuestra nación y frente a los países industrializados. Esta situación no es por ventura, ni grata ni aceptable. Nuestra nación debe salir del atraso, la desigualdad y la guerra para transitar por el camino que nos lleve hacia un desarrollo que alcance para todos y nos permita vivir en paz y con dignidad. Decir que tenemos que retomar otra senda es establecer diferencias con la anterior, es adquirir conciencia de tener una identidad
Hay quienes lucharon con denuedo tratando de evitar que recorriéramos sendas que no eran ni son las nuestras, y que asumiéramos el reto de apropiarnos de nuestro destino. Para que nos diéramos la oportunidad de construir una sociedad que enalteciera la dignidad humana. José Antonio Galán, el comunero, comandó una lucha por liberar al negro de la esclavitud, al indio de la servidumbre, y a todos de la dependencia extranjera. Quería una sociedad donde el poder político emanara del común. El Libertador Simón Bolívar, mientras libraba la guerra de la independencia, trató de convencernos de que si algún sentido tenían tan sangrientos sacrificios, era el de lograr la construcción de una sociedad donde la libertad, la igualdad y la fraternidad fundamentaran una república donde la soberanía popular se convirtiera en una realidad. El proyecto de Bolívar, como se puede suponer, exigía una escuela propia cuyos contenidos y métodos trataran de aprovechar al máximo el mejor de los recursos, el recurso humano, pues de la humanidad sale la ciencia y la acción productiva. Sin embargo y para desgracia nuestra, la escuela que se impuso en las jóvenes repúblicas americanas 7
luego de la muerte del Libertador, fue la del inglés Jeremías Benthan y del francés Benjamín Constant, la del libre cambio y la democracia representativa, la que le reservó al Imperio Británico la parte del león y para nosotros la del zamuro. Hoy, repito, se discute lo mismo, nos subimos o no al transbordador espacial de Milton Friedman con la privatización y la ley del más fuerte, y la de Francis Fukuyama quien ha declarado que el modo de vida americano ya triunfó para siempre. De la decisión que tomemos dependerá que el neoliberalismo se convierta para nosotros en el ventarrón que sometió a Macondo a cien años de soledad, o que el pensamiento y sentimiento de patria que nos heredaron Simón Bolívar y los comuneros de Mogotes y Charalá, nos sirva de base para diseñar un modelo educativo que nos conduzca por caminos más gratos.
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