Revista unidad Alvaro Ulcue version 5

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Edición N° 5, año 2020, Popayán, Cauca, Colombia


Revista Unidad Álvaro Ulcué

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Edición 5 - 2020

Foto de portada:

Esta edición se imprimió en el año 2021

Mayora en la movilización, día de

posterior a la fecha de conmemoración

retorno de la Minga Social 2020 a los

de los 50 años del CRIC.

territorios, 21 de Octubre de 2020 Bogotá, Autor: Casa fractal

Aporte solidario: $3.000 Fotografías internas: Una publicación del Consejo Regional

Comunicaciones CRIC

Indígena del Cauca - CRIC Diagramación: Calle 1 No. 4-50

Mónica Fernanda Realpe

Popayán - Cauca - Colombia

Natalia Fernández Hormiga

www.cric-colombia.org comunicaciones@cric-colombia.org

Impresión

Teléfonos 0057-8242594 - 8242153

Stylo Gráfico HRA

Editores: Yamilk Sánchez Dora Muñoz Equipo editorial: Colectivos de comunicaciones Red AMCIC - CRIC Dora Muñoz Martin Vidal Trochez Manuel Ferrer Luz Mery Avirama Yamilk Sánchez Natalia Fernández Hormiga Mauricio Dorado Autores: Alex Secue Pazu Eldemir Dagua Proceso de liberación de la madre tierra Karina Gugú Jorge Andrés Vásquez Calambás Cristian Conejo Diana Collazos Natalia Fernández Hormiga Antonio Palechor Arévalo Casa Fractal - Cali

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Fotografía: Niña Nasa jugando en la lluvia Campamento - Palacio de los deportes, Bogotá, Minga 2020 Autor: Casa Fractal


Cincuenta años de fuerza, lucha y esperanza

En los años sesenta del siglo pasado, Colombia vivía las consecuencias de largos años de una violencia que desplazó a las comunidades rurales y las despojó de sus tierras. En el Cauca los terratenientes utilizaron como forma de explotación el terraje - una relación de carácter feudal, según la cual un indígena debía pagar en trabajo gratuito dentro de la hacienda el derecho a vivir y usufructuar una pequeña parcela. A los pueblos indígenas se les habían invadido y arrebatado las tierras ancestrales, condenándolos a la desaparición física y cultural. En ese contexto surgió, en febrero de 1971, el Consejo Regional Indígena del Cauca - CRIC, una propuesta de organización social acompañada por movimientos campesinos y sectores populares que dio continuidad a cinco siglos de experiencia y resistencia en defensa del territorio y de los pueblos indígenas. En esta larga travesía, las mujeres han estado siempre allí, aunque, fue hace poco que su rol protagónico comenzó a ser reconocido. Cuenta una “mayora” del pueblo Misak que ellas, sin renunciar al cuidado de la familia, reemplazaron a los hombres cuando eran perseguidos, detenidos e incluso asesinados en las luchas por la recuperación de la tierra. Eran ellas quienes llevaban la información vital de la organización de comunidad en comunidad, haciéndose pasar por vendedoras para evadir los retenes de los grupos armados que servían al Gobierno y a los terratenientes. Son ellas las que han transmitido a los hijos la idea de la resistencia, garantizando con su enorme fortaleza espiritual la continuidad de la conciencia e identidad indígena. En este trasegar la comunicación ha jugado un papel fundamental, y en las últimas dos décadas de la historia del CRIC dejó de entenderse sólo como un instrumento, para convertirse en un nuevo derecho a ser reivindicado como parte de la revaloración de las culturas indígenas del Cauca, de Colombia y el mundo.

Tal vez muchos han escuchado de los “mayores” o recuerdan, al periódico Unidad Álvaro Ulcué, el medio de comunicación del CRIC, que pasaba de mano en mano y llegó a tener circulación nacional, inspirando la creación de medios indígenas en otros países latinoamericanos. El periódico se publicó hasta mediados de los años noventa, y en la actualidad, el Programa de Comunicaciones del CRIC lo ha recuperado en el formato de revista, que circula impreso y también en una versión digital que puede leerse desde cualquier parte del mundo. Ese ha sido el papel de la comunicación en cincuenta años del CRIC: contribuir a través de la divulgación, la denuncia y la concientización en la defensa de los derechos que nos unen. En estos años hemos aprendido que la comunicación debe reivindicarse como un derecho especial para la construcción de la memoria y el resguardo de nuestras culturas en un mundo cada vez más globalizado. Si no se contara con la comunicación en sus distintas formas, difícilmente esta historia podría ser relatada. Uno de los logros importantes del CRIC es la promoción de nuevas generaciones de comunicadores y comunicadoras; jóvenes que tienen la conciencia de nuestros mayores y que hoy cuentan nuestra historia desde los medios, desde los idiomas propios y desde las manifestaciones del arte y la cultura. En esta edición, compartiremos un trabajo realizado en minga por los Colectivos de Comunicación Indígena del Cauca. Esta vez, la edición de la revista se pensó, se escribió, se revisó y se editó en colectivo, y en ella contamos muchas de las historias que nos alcanzaron en el extraño año 2020, un tiempo que será recordado por la expansión global de la pandemia originada por el virus Covid-19.

La pandemia nos afectó, pero también nos movió y nos unió, despertó muchas de las sabidurías y principios que estaban dormidos. Aquí les contamos acerca de lo que ha significado hacer comunicación en estas circunstancias. Les contamos también sobre la pandemia de la violencia que nos mata y nos divide, sobre las luchas por el territorio, la unidad y la organización, que no se ha detenido a pesar de tanta adversidad. Les contamos acerca de los desafíos que han afrontado nuestros pueblos en los ámbitos de la salud y la alimentación, sobre el papel de la mujer Kiwe Theg’na (Guardia Indígena) en la defensa del territorio, y les contamos lo que están haciendo nuestros hermanos amazónicos para organizarse y defender su territorio en la Bota Caucana. En medio de la pandemia, la minga a Bogotá fue un acontecimiento histórico. ¿Por qué marchas a Bogotá?, le preguntamos a una compañera: “Yo marcho porque nos duele lo que vivimos en el territorio, marcho por ver mi tierra bien, libre de grupos armados, libre de cultivos ilícitos, marcho porque están matando a la gente, porque se están llevando a los muchachos a la guerra, por todas las esperanzas despojadas, por los incumplimientos del Gobierno; marcho por el mismo sueño de lucha que unió a mayores y jóvenes hace 50 años, y que con su lucha nos legaron un territorio libre”. No muchas organizaciones alcanzan a conmemorar 50 años de vida. Por eso desde la revista UNIDAD ALVARO ULCUE queremos invitarlos a todos y todas a persistir en la siembra de esperanzas, a seguir creyendo en esta historia de la que todos y todas formamos parte cada día y así, bajo la fuerza del sol que nos alienta, regresar a la tierra y volver a echar raíz. Colectivos de Comunicación Indígena del Cauca - CRIC 50 años.


Contenido 30

Salvaguardar la vida y el territorio Kokonuko

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El pueblo Totoroez se protege contra la peste

Pági na

08

El regreso a los territorios en tiempos de We’ Wala (pandemia)

20

La liberación de la Madre Tierra La lucha que no paró ante la pandemia

P ági n a

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Pági na

14

Comunicación y control territorial aliados en tiempos de pandemia

44

La palabra que camina para hacer memoria en medio de la amnesia obligatoria

50

En el Cauca otra pandemia continúa matándonos

24

Puyaksa U’y Mujeres guerreras, lideresas de cuerpo y espíritu

58

Comunidades se organizan para defender la Bota caucana

64

Fotorreportaje - Minga 2020

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El regreso a los territorios en tiempos de We’ Wala (pandemia)

Por Alex Secue Pazu. Estudiante de Comunicación Propia intercultural de la UAIIN. Pueblo Nasa.

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n medio de la cuarentena, la gente en las veredas hablaba con preocupación del regreso de las personas que habían salido del territorio hacia ciudades como Bogotá, Cali, Medellín, Popayán y Santander de Quilichao, un pueblo que parece la capital del norte del Cauca. “Que no los dejen entrar a la comunidad”, “si se fueron que no vuelvan”, eran los comentarios habituales que se escuchaba murmurar en las veredas del resguardo indígena de Jambaló al enterarse de que los Nej’wesx (autoridades tradicionales) permitirían la llegada al territorio de quinientas personas que se encontraban en las ciudades. Para indagar un poco más sobre la preocupación de las comunidades ante el posible regreso de algunas personas desde las ciudades a las veredas de Jambaló, fui a la casa de la señora Aurelia Escué Caracol para conocer su historia ya que pocos días antes había regresado a su vereda, Vitoyó. Toqué la puerta y abrió la ventana, se colocó un tapabocas y sin mediar muchas palabras empezó a contarme su historia. Me dijo que hacía cuatro años había tenido que irse a la ciudad, que partió en busca de otras oportunidades porque en la comunidad no tenía los ingresos económicos suficientes para sacar a su

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familia adelante. En Vitoyó, vereda del resguardo de Jambaló, vivía de lo que le daba el café y la coca, pero como tenía tan pocas matas no le alcanzaba para cubrir los gastos de sus dos hijos. El café lo podía cosechar una sola vez al año y la coca la dejó abandonada porque en la vereda se hablaba de la sustitución voluntaria. Así que, como no tenía más opciones para sacar a la familia adelante, se fue en busca de otras oportunidades. Al fondo de la vivienda se escuchaba la radio, sonaba música propia. Mientras tanto, yo anotaba en mi libreta. La señora Aurelia me contó que se fue a Santander de Quilichao. En este lugar, comerciantes, campesinos, nasas, afrodescendientes y compañeros del pueblo Misak, provenientes del municipio de Silvia, se aglomeraban para vender sus cosechas o cacharros y comprar lo necesario. En la galería le ofrecieron trabajo para revender verduras y hortalizas, el mercado era muy bueno pero le pagaban muy poco y no le alcanzaba para apoyar a la nieta en sus estudios. Por ello siguió el consejo de una amiga comerciante y logró sacar un permiso con la alcaldía de Santander de Quilichao para colocar un puesto propio. Empezó a vender cebolla, plátanos, yuca, papa, arracachas, zanahorias, remolachas, repollos y ullucos.

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En ese lugar llevaba trabajando cuatro años hasta que llegó la peste y se decretó la cuarentena por el aumento de contagios del Coronavirus. Las cosas para doña Aurelia cambiaron por las restricciones a su forma de trabajo, la misma forma con la que muchas familias se ganaban la vida. Mencionó que la gente no se va a las ciudades porque quiera irse sino porque necesita “garantizarles a sus hijos que coman, se eduquen y cuando crezcan se puedan defender por sí solos”. La idea con su familia era trabajar en la agricultura, pero por falta de suficiente tierra decidieron emigrar y dedicarse al comercio. Su hijo trabajaba transportando artículos para mascotas desde el Valle del Cauca hasta el casco urbano de Toribío. Su hija le ayudaba vendiendo los productos en la galería. Aurelia tuvo que regresar a su territorio para evitar el contagio y para estar junto a su compañero sentimental. Dejó el negocio a su hija para que pudiera seguir manteniendo a su nieta.

“Me dijo que hacía cuatro años había tenido que irse a la ciudad, que partió en busca de otras oportunidades”

En la vereda estuvo encerrada hasta cumplir la cuarentena de quince días para no poner en riesgo a la comunidad. Ella no tenía el virus, pero estaba acatando la resolución del municipio para evitar cualquier posibilidad de contagio. Contó que en la comunidad todo marchaba bien, las familias madrugaban a coger café o a sembrar en sus parcelas; otros con sus machetes y azadones limpiaban los productos que les habían garantizado el sustento en muchas crisis económicas que habían vivido dentro de su vereda desde la recuperación de la tierra.

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Después de pasar un largo rato de conversa detrás de la ventana, la señora Aurelia abrió la puerta, me hizo pasar a su casa, me ofreció una deliciosa sopa de verduras y una taza de chocolate. A lo lejos se veía salir a los finqueros con su carga de café a lomo de caballo, mientras la señora Aurelia me contaba cómo en el campo los días se hacen cortos, “la gente entra al trabajo a las siete de la mañana, almuerza a las once del medio día y sale a las tres de la tarde”. Mientras la señora Aurelia caminaba en la sala recogiendo unos vasos para lavarlos me dijo que en la comunidad la cuarentena no se había sentido tan duro como pasa en las grandes ciudades, donde están aguantando hambre porque las ayudas del gobierno han sido insuficientes para contrarrestar la emergencia. “Si las comunidades indígenas dependieramos de las ayudas que da el gobierno ya estaríamos muriéndonos de hambre”. Las raciones no llegaron a tiempo ni fueron suficientes para las familias que son numerosas, es por eso que al igual que ella, mucha gente regresó a las comunidades de origen para poder sembrar.

Era una tarde con brisa, el sol se ocultaba en las altas montañas, entretanto la señora Aurelia sonreía contando lo bonito y difícil que es la vida para muchos fuera de la comunidad. Hace la diferencia entre vivir y sobrevivir. Mencionó que en la comunidad por muy poca tierra que tengamos se puede sembrar, ya que el clima es propicio para cultivar distintas variedades de

“La idea con su familia era trabajar en la agricultura, pero por falta de suficiente tierra decidieron emigrar y dedicarse al comercio.” plátano, yuca, cebolla, fríjol, alverja, maíz, arracacha, café, naranja, banano, guama, aguacate, guayaba, mandarina. Como la vereda tiene sus microclimas, en la parte alta se pueden cultivar moras, tomates de árbol, zanahorias, papas amarillas, remolachas, acelgas y otras verduras; en la parte baja donde la zona es más caliente, se pueden cosechar mangos y otros frutales que se adaptan al clima. Aurelia también expresó que la Madre Tierra es totalmente apta para el Wët Wët Fxi’zenxi (Buen Vivir), a diferencia de las ciudades donde muchos comuneros se quedaron atrapados por culpa del Coronavirus, dado que allí solo se puede comer si se tiene dinero para comprar. Reflexionó sobre su estadía en la ciudad, señalando que hallarse en una ciudad, encerrada en cuatro paredes y sopesando varios meses de cuarentena, es sobrevivir. “Allí no se puede cultivar, todo se compra, las pocas reservas económicas se acaban rápidamente pues los productos son más caros en estos tiempos de pandemia; además, toca pagar arriendo, energía, agua y gas”.

“Si las comunidades indígenas dependieramos de las ayudas que da el gobierno ya estaríamos muriéndonos de hambre”.


La señora Aurelia se sentó al lado de la mesa y relató que cuando inició la pandemia ella observó que los productos de primera necesidad escaseaban rápidamente en la galería. El guineo castillo y el rollizo fueron los que más rápido se vendieron, mientras que en la comunidad ese guineo es el que menos se consume. Así mismo, uno ve que cuando hay cosecha de naranjas, guayaba, limón, guama y aguacate estos productos se desperdician. No hemos aprendido a valorar lo valiosas que son estas tierras, que producen todo sin necesidad de fertilizantes ni abonos químicos. La señora Aurelia continuó su relato recomendando a los jóvenes y a la comunidad en general que aprendamos a valorar la Madre Tierra que nos da la comida. La cuarentena hasta el momento no se ha sentido tan duro en las comunidades indígenas que tienen tierra para cultivar el Tul (huerta nasa). Ahí la gente no tiene suficiente plata pero hay comida, razón por la cual muchos de los que se fueron a jornalear a las grandes ciudades y otros lugares del país, regresaron a la comunidad donde sus padres les sembraron el cordón umbilical. A propósito de lo que menciona la señora Aurelia sobre la siembra del ombligo, Mario Javier Güegüe, guardia indígena y sabedor ancestral del pueblo Nasa, quien desde afuera escuchó la conversa, mencionó que esta práctica cultural consiste en sembrar el cordón umbilical del recién nacido en la parte derecha de la vivienda o a un lado de la tulpa o fogón, se siembra con maíz, fríjol y Ҫxayuçe (Yerbalegre). Las semillas, para que el niño crezca con dientes sanos y sea trabajador; el Ҫxayuçe, planta medicinal para que el nuevo ser viva en armonía en su entorno. Mientras le brinda chirrincho a los espíritus, dice que la siembra del ombligo significa el arraigo del ser Nasa con la Madre Tierra. Junto con las semillas se siembran las energías que tiene una persona,

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para que cuando crezca, por muy lejos que se vaya sin importar el tiempo o el lugar, algún día vuelva a su tierra de origen. Afirma que en la actualidad muchos están dejando esta práctica cultural porque no entienden la importancia ni lo profundas que son las raíces del ser Nasa. Muchas personas que han estado por largo tiempo fuera del territorio han buscado la manera de regresar a la comunidad. Incluso los que se fueron renegando y manifestando argumentos como: “estas tierras no dan nada”, “no son tierras aptas para el trabajo”, “el cabildo indígena no apoya”, “no hay recursos para sembrar”; también ellos han regresado. Mientras Mario Javier Güegüe decía estas palabras, en la emisora comunitaria Voces de Nuestra Tierra el Nej’wesx Jose Cruz, autoridad tradicional de Jambaló, decía que fuera del resguardo había dos mil personas, de las cuales quinientas habían regresado durante la cuarentena. Mencionaba, además, que las personas que han emigrado hacia las grandes ciudades, se han ido en busca de oportunidades laborales, por temas de estudio, por amenazas, por falta de tierra como desplazados o porque conforman familias con personas de otros territorios. Contaba que el tiempo de pandemia ha permitido el regreso de los comuneros a sus territorios, resaltando que aunque hayan salido de sus veredas, han permanecido vinculados a la organización a través del censo del resguardo y han mantenido sus raíces culturales y su identidad.

“La señora Aurelia continuó su relato recomendando a los jóvenes y a la comunidad en general que aprendamos a valorar la Madre Tierra que nos da la comida. La cuarentena hasta el momento no se ha sentido tan duro en las comunidades indígenas que tienen tierra para cultivar el Tul (huerta nasa)”

Mientras oscurecía y la autoridad indígena terminaba su alocución, la señora Aurelia decía que el regreso a los territorios de origen en tiempos de We’ Wala (pandemia) nos había dado una lección: “la vida de todos los seres depende de la Madre Tierra, la esencia de lo que somos es lo que comemos y en tiempos de pandemia ha sido el Tul (huerta nasa) el que nos ha salvado de muchas hambrunas” d

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Por Eldemir Dagua Comunicador indígena Cxhab Wala Kiwe - ACIN. Pueblo Nasa.

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inicios del mes de febrero del año 2020, por los medios masivos de comunicación se escuchaban las noticias acerca de un virus mundial, el Covid-19. Según reportes, el virus había surgido en una población de China, lugar muy lejano de nuestro territorio, hablaban de los síntomas y se especulaba mucho de su verdadero origen. Esa primera noticia acerca de la pandemia no llamó mucho nuestra atención porque venía desde muy lejos. No imaginábamos que llegaría hasta nuestras tierras. Pasaron algunas semanas y nuevamente escuchamos noticias del virus, ahora más cerca. Informaban del primer caso en Colombia y de colombianos que se encontraban en Wuhan, China, afectados por el virus. ¡Ahora sí, la situación era seria!

Comunicación y control territorial aliados en tiempos de pandemia [14]

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El panorama se tornó más tenso cuando se escuchó que en Popayán, la capital del Cauca, se había detectado dos infectados con el virus, uno de ellos el Alcalde Municipal; muchos nos alarmamos con la noticia, y como era fin de semana los que andábamos por fuera aprovechamos para desplazarnos hacia los territorios. Por su parte, el Gobierno Departamental expidió el primer decreto de aislamiento preventivo obligatorio en todo el departamento y posteriormente el Gobierno Nacional declaró la cuarentena obligatoria en todo el país.

Así que ese fin de semana me desplacé desde Popayán hacia mi territorio, Jambaló, Cauca. Mientras viajaba en el vehículo, el conductor sintonizó una emisora en la que se anunciaban los controles en las vías, en particular en el municipio de Silvia, Cauca. Íbamos por carretera y una fuerte lluvia acompañaba el viaje, “que lapo de agua”, decía un señor adulto. La fuerte lluvia fue la excusa para pasar por los controles sin ningún inconveniente. Más allá del municipio de Silvia me esperaba una larga travesía en moto hasta llegar a mi territorio, Baçu’kwe Kiwe (Jambaló). Llegando al pueblo estaba el retén de la policía restringiendo la entrada en cumplimiento del decreto municipal, departamental y nacional. Finalmente, sin mayores contratiempos logré llegar. Ya en el territorio, veía reflejado el temor en las personas, murmuraban en voz baja, sentían miedo y el pánico había sido sembrado en ellas por la amenaza de la pandemia. Me miraban con desconfianza. Yo había estado en Popayán y allí ya estaba la peste, no me querían saludar con la confianza de siempre, me sentí como un extraño. Ya el día lunes debía regresar a Popayán a cumplir con los compromisos laborales, pero las vías estaban cerradas. La guardia indígena, en ejercicio del control territorial, estaba restringiendo la entrada y salida con el fin de prevenir la llegada de la enfermedad.

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No me fue posible regresar a Popayán, me quedé en la comunidad, y para cumplir con mis responsabilidades comunicativas fue necesario buscar la manera de realizar las actividades correspondientes - el Informativo Regional, entrevistas telefónicas, notas de prensa y la producción de mensajes radiales- contando sobre la minga hacia dentro, declarada por las autoridades tradicionales a causa de la pandemia, y las acciones de autocuidado. Todo con el fin de mantener la comunidad informada y atenta ante la nueva amenaza que ya se acercaba a nuestros territorios. A ese punto pensé que la pandemia no podía debilitar la comunicación, al contrario, se debía fortalecer, porque era necesario informar con claridad y orientar a la gente acerca de lo que estaba pasando, explicar las estrategias y procedimientos de autocuidado, motivarlos a participar en los puestos de control territorial para el cuidado de la vida y en defensa del territorio. Para este arduo trabajo, la radio sería como en otras ocasiones, la mejor aliada. Al no poder regresar a mi lugar de trabajo, al día siguiente me reuní con los comunicadores de Voces de Nuestra Tierra, la radio comunitaria del territorio de Jambaló. Establecimos un plan de comunicación y procuramos que todas las acciones comunitarias adelantadas para enfrentar la emergencia de salud fueran visibilizadas mediante los espacios informativos a nivel local y regional y mediante boletines de prensa, los cuales se emitían por las emisoras de los territorios y por las redes sociales. Sin embargo, no todo funcionaba bien, tuvimos muchas fallas con la señal de internet, en otras ocasiones creíamos que esto no era tan necesario, pero nos dimos cuenta de que en algunos casos es indispensable. Fue una verdadera lucha poder circular la información, en los territorios no contamos con un buen servicio de internet, pero nos dimos a la lucha para visibilizar las acciones comunitarias desde los territorios.

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Aquella tarde nos unimos a los recorridos territoriales que realizaban los Kiwe The’gnas (Guardia Indígena), observábamos y registrábamos cómo la gente se preparaba para enfrentar la emergencia de salud. Y así nos metimos al cuento. En los puntos de control se prendía el fogón, se alistaban los utensilios para preparar los alimentos, se templaban los plásticos para cubrirnos de la lluvia y el sol, se preparaba el sahumerio a base de eucalipto, pino y otras plantas. Entre tanto, otros comuneros sigilosos atravesaban la guadua pintada de rojo y verde en la vía, y la bandera del CRIC ondeaba a lo alto, señalizando el punto de control territorial.

“A ese punto pensé que la pandemia no podía debilitar la comunicación, al contrario, se debía fortalecer, porque era necesario informar con claridad y orientar a la gente acerca de lo que estaba pasando”

personas; se organizaban turnos de seis a seis, seis de la mañana a seis de la tarde. Para acompañar el punto de control llegábamos con un palo de leña y alimentos para la olla comunitaria.

“Definitivamente la vida en el campo también cambió. Fue un cambio brusco, inesperado, nunca habíamos vivido una cuarentena, estar encerrados en nuestros propios territorios” En el punto de control se distribuían las funciones: unos se dedicaban a preparar los alimentos, otros hacían su trabajo en la guadua, otros se encargaban de la desinfección. También había tiempo para jugar parqués, dominó, ajedrez y conversar. Mientras esto ocurría, los comunicadores nos dedicábamos a hacer los registros fotográficos y entrevistas para difundirlos por los medios de comunicación. La

radio fue la compañera fiel en todos los espacios de control territorial, allí todos permanecían atentos a las informaciones que las y los comunicadores reportaban. Sin embargo, me di cuenta de que no todo era armónico en los puntos de control porque en algunas ocasiones los encargados del control, debíamos soportar insultos y reproches por parte de las personas a quienes no se les permitía transitar por esos lugares. En el territorio se le denominó “We’ Wala”, peste grande. Este dichoso virus causó pánico y muchos cambios en las comunidades. A raíz de la cuarentena ya no fue posible transitar libremente por los caminos tradicionales, extrañábamos las tardes de reunión con los amigos en las canchas de fútbol de las comunidades, los paseos hacia el río, incluso para algunos ya no fue posible desplazarse a otros lugares a jornalear como actividad económica de subsistencia, los niños, niñas y jóvenes ya no pudieron regresar a las escuelas, colegios, ni universidades, las tiendas de las comunidades se desabastecieron y todo se volvió costoso. Definitivamente la vida en el campo también cambió. Fue un cambio brusco, inesperado, nunca habíamos vivido una cuarentena, estar encerrados en nuestros propios territorios, es una situación bastante difícil. Sin embargo, mientras acompañaba los controles también observaba a las comunidades trabajando en sus huertas sembrando los alimentos propios.

Como comunicadores y guardianes del territorio pudimos observar con satisfacción cómo la comunidad y, especialmente, los jóvenes se empoderaban de las acciones de autocuidado; acompañaban los puntos de control territorial, los cuales se estructuraron en turnos por veredas; se conformaban comisiones en grupos de 10 a 15

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Ante la situación que se presentaba, las autoridades tradicionales tenían que buscar estrategias para prevenir la llegada de la enfermedad al territorio, por eso, la Consejería Mayor del Consejo Regional Indígena del Cauca, CRIC, emitió la resolución número 006 del 17 de marzo de 2020, declarándose en minga permanente de protección de la vida, la salud y el buen vivir de los territorios indígenas del departamento del Cauca. A su vez, las autoridades ancestrales Nej’ Wesx de Jambaló emitieron una resolución interna para reforzar la resolución regional y realizar la minga de control territorial. Resoluciones que de manera constante se socializaron a través de las emisoras. Escuchamos críticas y reproches hacia las autoridades por mantener la vía cerrada, por no permitir que se realizaran los eventos comunitarios o fiestas tradicionales, por no permitir la entrada de personal externo a los territorios, quienes buscaban las trochas evadiendo los controles, situación que generaba más preocupación. Transcurrían los días, yo permanecía aún en Jambaló, se notaba que la comunidad iba comprendiendo la magnitud de la enfermedad y cerca de dos mil personas del territorio de Jambaló que se encontraban en otros lugares pedían regresar. Contaban que se encontraban en estado de vulnerabilidad, muchos en las ciudades se quedaron sin trabajo, no lograban conseguir para el arriendo y sustento. Ante esta situación los comunicadores acudimos hacia las autoridades tradicionales para indagar qué estaban pensando frente a esta situación y nos informaron que los sabedores espirituales ya estaban en el análisis, para propiciar el retorno de los comuneros al territorio.

tierra. Por eso, en vista de la cuarentena acudieron a las autoridades tradicionales para regresar a los territorios. Ante esta situación volvimos a ser conscientes de que el territorio es la vida, que nos corresponde cuidarlo, protegerlo y sobre todo no destruir lo que nos permite la pervivencia. Uno de esos días mientras acompañaba los puntos de control territorial, un comunero de Jambaló se me acercó y me dijo: “yo no pensaba que esa enfermedad iba a llegar por acá, yo no tengo un trabajo estable, sostengo a mi familia con lo que produce la finca, tuve que salir hacia otro municipio al rebusque, la pandemia me agarró en el lugar donde estaba trabajando, cuando quise volver a la casa ya no pude, porque estaban las vías taponadas. Sin embargo, logré llegar a mi territorio cumpliendo con todos los protocolos de bioseguridad establecidos por las Autoridades del Resguardo”. También tuve la oportunidad de conversar con Harold Secue, Thu’thesa de la Cxhab Wala Kiwe, acerca de la situación de algunas personas que habían ingresado al resguardo en tiempos de pandemia. El Thu’thesa dijo: La situación que estamos viviendo ha conllevado a que todos tomemos conciencia, a que volvamos a trabajar con amor a la tierra y a sembrar alimentos, a cuidar la vida y proteger el territorio y en medio de las diferencias, saber que en el campo aún podemos vivir tranquilos y felices I

“Ante esta situación volvimos a ser conscientes de que el territorio es la vida, que nos corresponde cuidarlo, protegerlo y sobre todo no des truir lo que nos permite la pervivencia.”

Muchas personas por diversas circunstancias salen de los territorios en busca de oportunidades, pero como buenos Nasas, no olvidan sus raíces y su

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La liberación de la Madre Tierra: la lucha que no paró ante la pandemia

Por Proceso de liberación de la Madre Tierra Norte del Cauca, Colombia. Pueblo Nasa

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ue yerba mala nunca muere, dice el dicho. Y hay que ser muy maleza para ganarse esa frase. Pues aquí donde nos ven, en la Liberación de la Madre Tierra, sí que somos como la yerba mala. Pero ¿seremos merecedores de semejante título? Es que ser yerba mala no es cualquier cosa; porque no cualquier cosa es yerba mala. Para la agroindustria, la industria cañera del norte del Cauca, la yerba que no genera ganancia, la que estorba y se toma el atrevimiento de invadir un pedacito de su campo productor, es maleza y hay que erradicarla. Para el estado patriarcal, todos aquellos brotes de rebeldía que vayan en desobediencia de sus mandatos y traten de salirse de su normalidad son maleza y hay que erradicarlos. En cambio para las mayoras nasa, la yerba mala no es tan mala. Porque la verdolaga, el diente de león, la zarzamora o la ortiga son alimentos y medicinas para la gente, para los animales y para la tierra misma. Las malezas son la avanzada de Uma Kiwe (Madre Tierra) en su reclamo por la vida. Se cuelan por orificios y grietas. Rompen el cemento y amenazan la productividad, la rentabilidad y la explotación de la tierra. Estas maticas invaden y liberan. Fotografía: Liberación de la madre tierra en norte del Cauca, dos hombres cortan la caña para sembrar nuevos y variados alimentos. Autor: Comunicaciones CRIC

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Y lo cierto es que a estas maticas por más veneno que les echen, por más ‘round up’ que les caiga, más resistentes se ponen. Y sí, también en nuestro caso es igual. Hemos vivido recientemente la estrategia de agresión más fuerte en contra del Proceso de liberación. Encabezada, claro, por la pandemia, que logró lo que muchos gobiernos tanto intentaron: desarmar resistencias y disipar luchas. Pero como buenas malezas lo que no nos mató nos hizo más fuertes. En medio de la pandemia, la Liberación de la Madre Tierra no se detuvo. Seguimos en movilización permanente desde hace seis años. Cosa fácil de decir pero difícil de vivir. Si les contáramos que en plena cuarentena el eje del mal (Incauca, Asocaña y el estado colombiano) lanzó una nueva fase de ataques contra nuestro proceso. A mediados de abril trazaron un plan, aún vigente, que incluye ataques militares, desalojos policiales, judicialización de liberadores, campañas mediáticas y estrategias institucionales articuladas para por fin borrarnos del mapa. Toda una ingeniería de fina perversidad contra un proceso que avanza con machetes y caucheras y con la convicción de que no tenemos afán y de que esta lucha no se negocia. Como saben, somos el Proceso de Liberación de la Madre Tierra desde el norte del Cauca, un montón de familias que decidimos accionar el punto número uno de la plataforma del CRIC entrando a los terrenos que la agroindustria cañera explota Edición 5 - ¡Sin Miedo!

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intensivamente en la región del valle geográfico del río Cauca; aquí cortamos la caña y sembramos comida. Esa es nuestra forma de liberar la Madre Tierra, nuestro modo de enfrentar el capitalismo, no para acomodarnos dentro del sistema sino para construír algo nuevo. A diferencia de las luchas de los años 70 y 80, cuando las comunidades entraban a una finca a picar potrero, dañar cercos y cultivos y por estrategia luego salían, ahora la estrategia nos lleva quedamos a vivir aquí en las tierras que vamos desocupando de caña haciendo comunidades de vida en cambuches de plástico, en medio de las huertas que vamos sembrando, junto con el monte que va creciendo, junto con los animales que criamos y con los animales de monte que van retornando.

Y si les contáramos que la Liberación de la Madre Tierra no paró ni por la cuarentena ni por el plan del eje del mal. Con decirles que al inicio del confinamiento, en abril y mayo, cuando el virus encerraba a la gente y el miedo lo paralizaba todo, y la vida se veía en riesgo, decidimos compartir cosechas de tierras liberadas con las comunidades populares y amigas de Cali, acciones que llamamos Marcha de la comida. Dos camionados salieron de las fincas en Liberación del norte del Cauca repletos de yuca, zapallo, fríjol y maíz hacia la capital del Valle: en pleno aislamiento, rompiendo todos los cercos y sorteando todas las prohibiciones hicimos dos Marchas de la comida que llegaron como un abrazo fraterno en medio de la angustia.

La agroindustria y el gobierno no soportan este acto de monte, de yerba mala. Desde 2015 han intentado varias estrategias para frenarnos y destruirnos, dejando 12 compañeros asesinados, más de 600 heridos, cientos de hectáreas de nuestros cultivos destruídas… Sin embargo aquí seguimos.

Uno de los ataques más violentos de estos seis años liberando la Madre Tierra ocurrió el 13 y 14 de agosto. El ejército y el esmad combinaron un enorme operativo en el que destruyeron y quemaron cambuches, destruyeron cultivos, retuvieron un compañero y asesinaron al periodista comunitario Abelardo Liz y al liberador Jhoel Rivera. Desde el inicio de la cuarentena no hubo una semana en la que no tuviéramos que afrontar ataques, hostigamientos, explosivos, desalojos, amenazas, ofertas de recompensas por liberadores asesinados… Esta gente del poder impone la cuarentena pero se lanza a las calles y a los caminos a delinquir. El virus de Asocaña, Incauca y el gobierno de Duque son el verdadero peligro.

El primer acto del plan que estrenaron durante esta cuarentena fue el envenamiento de 16 vacas liberadoras en el punto de liberación de La Emperatriz, el 25 de abril de 2020, en el que gente de Incauca y Asocaña lanzaron veneno en los potreros donde la comunidad pastorea sus vacas. Les decimos vacas liberadoras porque ellas son un gran apoyo para acabar con la caña. Días antes, el 18 de abril, un grupo armado hostigó contra la policía que custodia la casa de La Emperatriz generando un combate en el que los liberadores de la Madre Tierra se convirtieron en objetivo de los disparos. El resto del año 2020, hasta el 31 de diciembre, fue igual: los grupos armados lanzan explosivos y hostigan a la fuerza pública que cuida las casas de las fincas cañeras que estamos liberando y luego policías y soldados apuntan sus armas contra la comunidad liberadora. La fuerza pública nunca sale afectada... Los ataques, amenazas y persecuciones que vivimos liberadoras y liberadores, han sido constantes, pan de cada día.

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Pero, entre más golpes nos propine el eje del mal, más persistimos. Como la maleza, ¿recuerdan? Con fuerza, con terquedad, con música y alegría. El dolor por los compañeros caídos no nos doblega, nos da fuerza. Rebelde es nuestro ser. Y es eso. En medio de la cuarentena, nuestra familia también creció. No había que desaprovechar la oportunidad: tomamos una nueva finca cañera y ahora llegamos a 13 predios en vía de liberación. Ya son cuatro mil hectáreas liberadas de la esclavitud de la industria cañera. Poco a poco llegaron más

personas a los 13 puntos de liberación a sumar manos y a compartir sueños. Abundaron los cambuchitos y la compañía. Abundaron las vacas, los patos, las gallinas y las ovejas, las aves, las culebras, los guatines y las ardillas. Para todos hubo espacio y comida. Y es que la comida brotó sin freno en las tierras de la Liberación. Porque en vez de parar cada día hubo más mingas de corte, siembra y cosecha. Cada día, más huertas, en más fincas, en más territorios liberados. Seguimos avanzando y regándonos como verdolaga en playa. La Liberación de la Madre Tierra seguirá caminando; de frente y sin temor en defensa de la vida y regando semilla. Ahora, a 50 años de lucha de nuestra organización regional, nos encaminamos hacia la ‘escuela’ de nasa yuwe (idioma nasa), la reforestación de cuencas y ojos de agua en las tierras liberadas, la ampliación de las huertas, el fortalecernos como comunidades y la ampliación del territorio por vías de hecho. Las yerbas malas, aunque a simple vista parezcan insignificantes con sus hojitas y sus tallitos, son tan persistentes porque su fuerza está en la raíz. Y la nuestra está arraigada en estas tierras liberadas, conectada con nuestra historia y nuestros ancestros. Como buena yerba mala, seguimos avanzando, sin prisa pero sin pausa. p

“Desde 2015 han intentado varias estrategias para frenarnos y destruirnos, dejando 12 compañeros asesinados” Edición 5 - ¡Sin Miedo!

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Puyaksa u’y: mujeres guerreras, lideresas de cuerpo y espíritu

Por Karina Gugú Hurtado. Comunicadora indígena CRIC Pueblo Nasa de Tierradentro Cauca

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n las escarpadas montañas del departamento del Cauca, día a día, por encima de las condiciones climáticas, la situación de orden público y la pandemia se levantan las mujeres cuidadoras del territorio a seguir regando la semilla de la digna lucha histórica por la equidad, la justicia y la protección de la vida. La mujer guardia indígena es símbolo de resistencia, valentía y amor. Bebiendo un sorbo de café caliente en su casa, Zuli recuerda sus inicios en la guardia indígena, un camino que comenzó desde los doce años orientado por sus tías y que hasta ahora sigue ejerciendo con todo el amor y la convicción de defender el territorio. Como mujer guardia de su resguardo, ha estado presente en diferentes espacios, ha librado grandes batallas y se ha convertido en un referente en su comunidad para continuar luchando. Zuli Alexandra Mazabuel Achipiz es una Puyaksa U’y, una mujer guardia, una luchadora incansable, una guerrera de tez trigueña, cabello y ojos negros y estatura alta; en su piel lleva marcada la historia de varios acontecimientos ocurridos mientras desempeñaba su valiente labor; es madre de un niño de once años, tía de dos hermosas niñas, hermana, hija y amiga. A la temprana edad de doce años empezó a caminar el proceso de lucha en su resguardo, cuando ‒cuenta‒ todo era más difícil y debían caminar horas y horas para llegar a una reunión, a una concentración, a una minga.

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-K diecisiete, K diesisiete, ¿me copia? Mientras Zuly responde a sus compañeros por el radio, sus sobrinas, su hijo y su hermana observan atentamente sus movimientos, saben que en cualquier momento tendrá que salir a acompañar a los demás guardias a solucionar algún problema con su bastón, su chaleco y la pañoleta del CRIC que guarda con tanto cuidado. Ellos la admiran, pues han sido testigos de la entrega de su familiar con el movimiento indígena por muchísimo tiempo, aunque no están totalmente de acuerdo con su labor. -Tía, ¿ese es su celular? ¿Tan grande? -pregunta con curiosidad y ternura su sobrina más pequeña, señalando el radio. Todos ríen y ella responde “sí”, acariciando su cabello mientras continúa hablando por el radio con sus compañeros guardias sobre un hecho ocurrido en uno de los puntos de control del resguardo. Son innumerables los acontecimientos, los obstáculos y los problemas a los que se ha enfrentado para poder cumplir con su papel de guardia, madre, cabildante (persona elegida por la asamblea para desempeñar una labor específica dentro del cabildo). Uno de los hechos que Zuli más recuerda -cuenta mientras el radioteléfono sigue sonando al fondo- fue una vez que despertó en la oscuridad de las cinco de la mañana en medio de una balacera.

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“Son innumerables los acontecimientos, los obstáculos y los problemas a los que se ha enfrentado para poder cumplir con su papel de guardia, madre, cabildante (persona elegida por la asamblea para desempeñar una labor específica dentro del cabildo)”

Estaban en un ritual de armonización, había llovido mucho toda la noche y prendieron un fogón grande, se quedaron dormidos ante el frío y varios tiros hicieron que todos corrieran buscando refugio. Ante ese temor, en medio de las ramas y barrancos, ella salió corriendo, se golpeó en diferentes partes del cuerpo hasta que por fin encontró un lugar seguro y tuvo que permanecer allí varias horas mientras la situación se calmaba, pues se encontraban en desventaja ante esos actores armados. En el resguardo indígena de Kweta’d, en Tierradentro, como en muchas otras zonas del departamento, históricamente ha existido una disputa territorial entre indígenas y campesinos de las cuales se han derivado múltiples hechos desafortunados que han afectado la armonía de las dos comunidades. Con relación a esa disputa, Zuli comenta: “Es determinante el papel de la mujer guardia o autoridad, pues en apresurados momentos se pueden llegar a tomar malas decisiones, pero somos las mujeres quienes sentamos una posición con firmeza en aras de evaluar y optar por un camino que conlleve a un beneficio común, pues son temas de trato delicado… A veces los hombres se las quieren dar de muy fuertes, pero ahí entramos a mediar nosotras, cuando nos parece que algo está mal les decimos y orientamos cómo creemos que se debe hacer.”

tan conocida pandemia, y para lo cual adoptaron turnos, adecuaron un rancho y se las ingeniaron con elementos propios de la región para realizar la desinfección a las personas y los vehículos que ingresan a la vereda. En estos puntos, se turnan entre hombres, mujeres, niños y jóvenes para vigilar en horarios específicos. Los comuneros de la vereda han estado siempre prestos a colaborar y han sido las mujeres quienes con entrega y disciplina han contribuido a la organización y el estricto funcionamiento de los puntos de control. Zuli piensa, entonces, en su hijo. Quiere que él siga su camino y se vincule a los procesos comunitarios, que recorra el territorio y se apropie de los elementos de su cultura, pues en su familia ha estado presente siempre el espíritu de la resistencia abanderado principalmente por las mujeres; de hecho, fueron sus tías quienes en su tiempo la llevaron a las grandes mingas en La María, Piendamó.

“En ese tiempo dormíamos donde nos tocara, comíamos lo que nos dieran; así aprendí a caminar en esos territorios y para mí -recuerda con nostalgia-ha sido un proceso muy bonito, y desde esa edad tengo la convicción clara”, comenta mientras observa el humo que sale de la taza de café y escucha el radio que no deja de sonar. Fueron esos hechos y vivencias lo que reafirmaron en Zuli la fuerza, y que terminaron por sembrar el amor por la lucha de la defensa de los pueblos indígenas en el Cauca. En el andar de sus tiempos adquirió experiencia y el camino que hasta ahora lleva es digno de ser admirado, pues son pocas las mujeres que en esta zona dedican su vida a los procesos comunitarios tan de lleno. Su lucha también ha sido contra los prejuicios sociales, pues muchas personas no ven con buenos ojos el hecho de que una mujer porte un bastón de guardia y que trabaje junto a

Nuevamente llaman al radio, poco a poco el café se enfría y esta vez parece que un comunero, que hacía pocos días había ingresado al resguardo, no estaba respetando la cuarentena y andaba por la vereda haciendo contacto con otras personas, lo cual significa un riesgo inminente que echaría a perder una larga batalla de cuidado frente a la pandemia que comenzó hace meses. Allí está instalado uno de los 384 puntos de control, los cuales buscan regular la entrada y salida de personas con las medidas de bioseguridad adecuadas para proteger a la comunidad de la

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otros hombres de la misma manera. En su resguardo existen al menos otras 25 mujeres en esta labor, pues éste es un proceso que aún está gestándose y con el apoyo de algunas autoridades se ha podido continuar; sin embargo, según Zuli, hace falta todavía dar la batalla por sembrar en las conciencias de las personas para dejar de lado el machismo y las críticas negativas hacia las mujeres que deciden emprender ese camino. De las diez personas que manejan la comunicación por radio teléfono dentro del resguardo Zuli es la única mujer, y junto a Edwin, Ary, Reinaldo, Misael, Ernesto, Bernardo, Miguel, Jacinto y Gerardo trabajan por mantener la armonía del resguardo y atender los hechos que pretendan desequilibrarla.

“Somos dadoras de vida, cuidadoras del territorio, cuidamos de la familia, de los niños, de los mayores… Ninguna mujer es merecedora de semejante hecho, debemos denunciar”

“Siempre seré de mi organización, a mi organización la quiero mucho”, expresa con orgullo, y una enorme sonrisa ilumina su rostro, mientras casi termina la bebida. Llaman al radio de nuevo, mientras revisa su celular y encuentra una publicación sobre un feminicidio cometido recientemente. Su rostro refleja la impotencia, la rabia y el dolor de muchas mujeres ante hechos que apagan la vida de una compañera, amiga y hermana, como ella, como muchas que incansablemente dan la pelea: mujeres trabajadoras, guerreras, líderes, de alma y espíritu transformador dentro de sus comunidades. “Somos dadoras de vida, cuidadoras del territorio, cuidamos de la familia, de los niños, de los mayores… Ninguna mujer es merecedora de semejante hecho, debemos denunciar”, dice Zuli. Aún la tristeza está en sus ojos. La noche se asoma, las personas de la vereda regresan de su ardua labor de agricultura, los niños regresan de jugar en la cancha, el sol lanza sus últimos rayos sobre las plantas que Zuli y su hermana cultivan en el tul: coca, tabaco, tomillo, orégano, cilantro… Y mientras ella bebe el último sorbo del café, ya frío, escucha un nuevo llamado al punto de control: deben atender una situación de emergencia. Rápidamente se despide de sus familiares, se cuelga el bastón, acomoda su radio en el bolsillo del chaleco, enciende su moto negra y emprende camino nuevamente por la carretera, se pierde en las curvas camino a enfrentar una situación. Para Zuli, ser mujer, guardia y madre es el mayor de sus orgullos. Desea continuar su lucha hasta el final y empoderar a las mujeres indígenas para defender sus derechos, enraizadas con el territorio y volando alto siguiendo sus sueños R

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Salvaguardar la vida y el territorio Kokonuko

Por Jorge Andrés Vásquez Calambás. Dinamizador indígena Pueblo Kokonuko

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okonuko es un resguardo ancestral que se encuentra ubicado en la cordillera central, lugar de muchos volcanes. Dos de ellos son los más importantes y cosmogónicamente se denominan Padre Jukas y Mamá Dominga, considerados los padres de los kokonukos que han habitado estas tierras desde tiempos ancestrales. Es un espacio donde la calidez de la gente se complementa con la riqueza natural que existe y se conserva, como por ejemplo los sitios sagrados, los bosques, las cascadas y los lugares de aguas termales medicinales. Somos además privilegiados, porque existen tierras propicias para la ganadería y la agricultura de clima frío. En este espacio de vida existe una organización comunitaria que es dirigida por el Cabildo, elegida el mes de noviembre por la comunidad en asamblea general para el lapso de un año. Se cuenta con quince Juntas de Acción Comunal -quienes delegan un capitán de loma y un guardia para apoyar al cabildo- y treinta y cinco grupos comunitarios que delegan un guardia para todo un año de trabajo voluntario, siguiendo así lo consagrado en los mandatos planteados por nuestra comunidad en el Plan de Vida.

Fotografía: Casa del cabildo de Kokonuko Autor: Jorge Andrés Vásquez Calambás.

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A través de los tiempos, el resguardo de Kokonuko ha fortalecido la unidad frente a situaciones que se han presentado en diferentes momentos históricos. Tal es el caso de la recuperación de tierras en posesión de los terratenientes y la curia de Popayán, así como la resistencia frente al surgimiento de los grupos armados. Los acontecimientos que quisieron desarmonizar el territorio hicieron que la gente promoviera la organización, la lucha y el trabajo en minga para solucionar de raíz tan complejos problemas. En los tiempos de la pandemia que llegó a nuestros territorios y se consideró una amenaza para nuestro pueblo, la comunidad no fue indiferente y reaccionó con los cuidados que se necesitaban. Siguiendo los protocolos de bioseguridad y alrededor del fuego que se avivaba con el sahumerio de plantas naturales, se hicieron los conversatorios de mayores y mayoras, sabedores y sabedoras, autoridades, presidentes de las Juntas de Acción Comunal, docentes y jóvenes.

“En los conversatorios que se realizaron con los mayores y mayoras fue muy importante escuchar lo que se pensaba sobre la pandemia causada por el Covid-19.”

En ese espacio de orientación, de aprendizaje, se unificaron los pensamientos y se plantearon las propuestas de trabajo conjunto, articulado con la Guardia y demás comuneros, para aplicar las estrategias en defensa de la vida. Además, mucha gente de diferentes lugares estaba llegando al resguardo, generando un riesgo muy alto de contagio, especialmente entre los más vulnerables. En los conversatorios que se realizaron con los mayores y mayoras fue muy importante escuchar lo que se pensaba sobre la pandemia causada por el Covid-19. Para Franquelina Calambás, mayora de 70 años, sabedora ancestral que reside en la vereda

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de Pisanrabó, resguardo indígena de Kokonuko, hay diversas versiones: “el origen de estos virus, se puede decir o se especula desde diferentes puntos de vista, en primer lugar se considera como un castigo de Dios que está profetizado ante tanta injusticia y desobediencia que existe al poder divino de un Dios creador del Universo; en segundo lugar, el Covid-19 surge como una respuesta de la madre naturaleza ante el uso desproporcionado de los recursos naturales, el uso excesivo de insecticidas, pesticidas que generan la contaminación y desgaste de la Madre Tierra, el maltrato y exterminio indiscriminado de las especies de animales nativos en muchos países, afectando al medio ambiente y los ecosistemas en donde se encuentran”. Para otros pensadores de la comunidad del resguardo de Kokonuko, es como una combinación de las creencias y de lo que existe en la naturaleza: “El Covid-19 surge ya que Dios ha creado el mundo con todos los seres, las cosas y ha dado la sapiencia al ser humano para administrar, hacer un uso racional de todo lo que existe y usar la inteligencia para que bajo todos los principios naturales ayude a la conservación de las especies sin alterar los principales equilibrios que conllevan a la armonía de la naturaleza, pero ante esta desobediencia y el mal enfoque que se le da a la sabiduría, se requiere dar una reprensión desde la misma naturaleza, especialmente a las personas, las organizaciones y a los gobiernos que no aportan en su conservación”. Los planteamientos de nuestros mayores y mayoras de acuerdo a su pensar, saber y sentir desde la experiencia, coinciden con una realidad que se está viviendo en nuestro mundo, debido a todas las injusticias políticas, sociales y económicas como la destrucción de nuestro planeta

y la obtención del poder pasando por encima de los pueblos y sus diversas manifestaciones de vida.

al centro del país, Popayán, Putumayo y la Amazonía con el vecino Ecuador.

Culminados los conversatorios, las autoridades expidieron una resolución desde el Derecho Propio encaminada a preservar la vida, evitar la circulación de personas, las reuniones e incluso cerrar el acceso a los sitios sagrados de las termales de Salinas y Agua Hirviendo, sitios que aglomeran visitantes propios y turistas que llegan en diferentes medios de transporte a disfrutar de fines de semana y festivos. También se suspendieron las clases oportunamente para más de mil estudiantes en las instituciones y centros educativos del resguardo.

En este lugar, conocido como Patico, se ubicaron los miembros de la Guardia Indígena acompañados de otros comuneros en un trabajo articulado, voluntario y permanente, donde se hizo el control para el ingreso a la comunidad. Consistió en detener los automotores, revisar la cantidad y situación de salud de sus ocupantes, lugar de origen y destino. Además, se daba las recomendaciones en un proceso de sensibilización en cuanto a la pandemia y las actividades que se estaban llevando a cabo en el marco de la defensa de la vida y el territorio. Se culminaba realizando la respectiva limpieza y desinfección con medicina tradicional que incluía plantas como el eucalipto y el pino, en sahumerio, y otros elementos convencionales que se utilizan para la desinfección de automotores.

Estas decisiones posibilitaron promover el cuidado de los niños y mayores, la solidaridad, el trabajo en la unidad familiar, pero también dejaron efectos negativos en la economía de las personas que se benefician del sector del turismo y de las pequeñas iniciativas productivas. Las autoridades de Kokonuko, en unidad de fuerza con los resguardos de Puracé y Poblazón, determinaron posicionarse en el punto de control localizado en el sector de Patico, ya que este lugar es un punto de entrada a los tres resguardos y está ubicado justo en la vía internacional que comunica

Cada guardia y comunero encargado del turno hizo el papel que le correspondía con gran responsabilidad para el cumplimiento del Fotografía: Patico en la vía panamericana, como punto estratégico para el control de ingreso de propios y visitantes a los resguardos indígenas de Puracé, Kokonuko y Paletará. Autor: Jorge Andrés Vásquez Calambás.

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protocolo de bioseguridad que buscaba proteger a la comunidad, ya que cada día se incrementaba de una u otra forma el contagio en las principales ciudades y se expandía hacia otros lugares. “Pero esta experiencia,en ocasiones,no es muy gratificante”, comentan los integrantes de la Guardia, “se tiene a diario inconvenientes con los mismos comuneros que quieren viajar a la ciudad a vender y comprar productos, también con los transportadores que se trasladan a distintos lugares por este importante corredor vial y hasta con los ciclistas, que en sus rutinas diarias quieren pasar hacia Kokonuko y Puracé, queriéndonos irrespetar cuando ven que estamos poquitos, porque no son conscientes, no están acostumbrados a estas cosas pero lo hacemos por el bien de la comunidad”. En cuanto a la vida dentro del resguardo indígena de Kokonuko, había una ventaja para quienes se encontraban en las parcelas de trabajo, ya que con mayor dedicación y sin ningún problema seguían desarrollando tranquilamente sus actividades que se convirtieron en la rutina del diario vivir. Ellas y ellos se sentían seguros por la labor que hacían las autoridades y la Guardia Indígena en los puntos de control. Por el lado de nuestra niñez, los días giraron alrededor del compartir en familia las labores del campo, donde padres, madres, hermanos mayores, niños y niñas trabajaban desde la siembra hasta la cosecha de la papa y los niños más grandes cuidaban a los más pequeños, los distraían con juegos, los alimentaban, les enseñaban algunas dinámicas y eran de mucha ayuda mientras sus padres realizaban las actividades. En este tiempo no se pensaba en tareas de la escuela porque se hizo la reflexión en familia de que no había condiciones para recibir, desarrollar y enviar las tareas, por eso se tomó la decisión de que para el próximo año se repitiera el año lectivo. “Es mejor que se aprenda bien con el profesor que les explique, ya que no es lo mismo con lo virtual o con las copias, mientras tanto están con nosotros aprendiendo el trabajo del campo”, dicen los padres y madres de

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familia, mientras van desarrollando la cosecha de la papa.

Fotografía: Las familias en la cosecha de papa en las parcelas del resguardo indígena de Kokonuko. Contando con la seguridad y buena labor de las autoridades y guardia en la defensa del territorio.Autor: Jorge Andrés Vásquez Calambás.

Finalmente, nuestra comunidad sigue con el cuidado de la vida y con el trabajo por hacer en cada una de las parcelas, conscientes de que hay que producir para el sustento y, por supuesto, enviar comida a las ciudades y comprar otras cosas que se necesitan para los hogares. Se mantiene a la espera de que los tiempos mejoren en cuanto a la pandemia para poder estar tranquilos y poder transportarse a otros lugares, libres de un posible contagio, pero también en que los precios de las cosechas mejoren ya que están cada día más bajos, mientras que el de los insumos, cada día más elevado.

atenta contra el derecho fundamental que es la vida de cada comunero, la comunidad debió ser disciplinada, coherente, consecuente, no indiferente y hacer aún más fuerte aquel principio de unidad en el proceso organizativo que conlleva a resistir, permanecer y defender el territorio, fortaleciendo procesos de identidad, apoyados en la experiencia de los mayores, mayoras, sabedores, sabedoras que orientan, enseñan y aprenden cada día de las señas y mensajes de la naturaleza W

El pueblo Kokonuko ha forjado lazos de unidad como principio fundamental de la organización y eso ha hecho que se haya mitigado diversas problemáticas que en su trasegar histórico se quisieron propagar y desarmonizar la comunidad. Hoy que se atraviesa una nueva dificultad que

Nota: Este escrito se hizo con base en la conversa con mayores y mayoras de la comunidad, las autoridades indígenas y la Guardia Indígena.

“Nuestra comunidad sigue con el cuidado de la vida y con el trabajo por hacer en cada una de las parcelas, conscientes de que hay que producir para el sustento” Edición 5 - ¡Sin Miedo!

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El pueblo Totoroez se protege contra la peste

Por: Cristian Conejo Comunicador indígena CRIC Pueblo Totoroez

L “La comunidad, los Muripɨk (médicos tradicionales) y las autoridades tradicionales cuidan el territorio del pueblo Totoroez con las plantas medicinales”

os pueblos indígenas no estábamos preparados para una situación de emergencia tan complicada como la que hemos enfrentado con este “enemigo invisible”, como lo denominan los mayores del territorio, situación que ha afectado el tejido social, cultural y económico de la comunidad del pueblo indígena Totoroez. Cuando la peste empezó a recorrer el mundo nadie imaginó que tendría un impacto tan grande en nuestras comunidades. Por ello no estábamos preparados para esta emergencia sanitaria. Sin embargo, es de resaltar que al interior del territorio se ha fortalecido la unidad, la solidaridad y la resistencia. Esto también se ha reflejado a nivel regional en los distintos territorios indígenas del Cauca. La comunidad la denomina “peste”, puesto que nuestros mayores señalan que si se nombra por el nombre con el cual se designa a nivel mundial estaremos atrayéndola. Por ello han dado la orientación para que la comunidad la denomine peste en todas las secciones del territorio. Algunos de los procesos fundamentales para la contingencia ante la peste fueron los puntos de control humanitario, la salud propia, la seguridad alimentaria y el plan de comunicación y educación. Fotografía: Muripɨk en la cima de las montañas armonizando el territorio para el control de la peste. Autor: Cristian Conejo

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En cada uno de los pueblos ancestrales las comunidades indígenas decidieron hacer un cerco para que la peste no llegara a los territorios. “Lo mismo hizo nuestra comunidad del pueblo Totoroez, que llevó a cabo la prevención con plantas medicinales”, mencionó Diana Lucía Quirá Ulcué, indígena del pueblo Totoroez. En cuanto a la seguridad alimentaria, los pueblos indígenas del Cauca hicieron los respectivos trueques de alimentos para el sostenimiento de las familias del territorio. Las chivas salían a cada territorio con alimentos de tierra fría cultivados por la comunidad indígena para intercambiarlos con alimentos de tierra caliente. De regreso a los territorios se hizo entrega de los alimentos a las familias más vulnerables para que pudieran solventar sus necesidades. Así mismo, se hacían trueques internos dentro de las familias, veredas y secciones, con el propósito de evitar que la comunidad saliera del territorio.

El bloque político lidera acciones de cuidado frente a la peste Dentro del territorio del pueblo Totoroez los comuneros acataron las orientaciones del bloque político organizativo, espacio operativo del Cabildo para dinamizar los mandatos comunitarios del plan de vida hacia el buen vivir de la comunidad. “El recorrido que necesita hacer la comunidad de Totoró con el Plan de vida es un compromiso comunitario, colectivo, autónomo, solidario, auténtico, de carácter y obligatorio cumplimiento. Con el objeto de mantener vivas y fortalecidas la cultura, la lengua, las costumbres, las creencias, la tradición oral, las formas de alimentarnos, la educación, la salud, las leyes o normas propias, la autoridad, en general todos los aspectos que forman parte de nuestro mundo. Las partes comprometidas en la

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dinamización y la prolongación integral Totoroez son: el territorio, la comunidad, el gobierno y la cultura”. (Así lo dice el plan de vida del año 2002). El bloque político organizativo está conformado por los grupos comunitarios, las Juntas de Acción Comunal, las madres comunitarias, los docentes, los programas de apoyo, los exgobernadores, los líderes, los sabedores espirituales y la comunidad en general. En este espacio comunitario se analiza, se reflexiona y se toman decisiones colectivas con el propósito de proteger y prevenir al pueblo Totoroez. Asimismo, se desarrollaron protocolos de bioseguridad para los comerciantes que por motivos de necesidad y sustento de la familia tuvieron que salir hacia ciudades como Cali, Santander de Quilichao, y Popayán. Para todas estas dinámicas productivas y de comercio que realiza la comunidad se orientaron los lineamientos para que los comuneros fueran conscientes y responsables con sus familias y se evitara el contagio. El pueblo indígena Totoroez implementó un plan de comunicación y educación pedagógica comunitaria con el propósito de concientizar y sensibilizar a la comunidad sobre el autocuidado y la prevención de la enfermedad a través de contenidos comunicativos en radio, video, impresos y redes sociales. Esto permitió visibilizar el ejercicio colectivo que realizaron la Guardia Indígena, los grupos comunitarios, las Juntas de Acción Comunal y los programas de apoyo en los puntos de control humanitario. También se mantuvo la sabiduría ancestral con el apoyo de los sabios espirituales, realizando armonizaciones dentro del territorio para la prevención de la peste en la comunidad. Otro de los aspectos a resaltar es el proceso de creación y distribución de medicamentos propios

e insumos, que viene adelantando el programa de salud IPS-I Namoi Wasr a través de la Casa de la Hierbabuena “Namoi Jao”, con el propósito de afianzar los protocolos de bioseguridad en las familias, la comunidad y los puntos de control humanitario a nivel regional. Toda esta dinámica de protección y prevención de la peste ha generado que el Gobierno nacional reconozca el esfuerzo comunitario que vienen realizando los pueblos y organizaciones indígenas. Sin embargo, el Gobierno no ha garantizado los recursos necesarios para salvaguardar a las comunidades indígenas, a pesar de estar consideradas entre los grupos más vulnerables.

Fortalecimiento de la Sabiduría Ancestral El Cabildo Indígena del pueblo Totoroez resalta la labor incondicional de los sabios ancestrales para fortalecer y para contrarrestar todas las desarmonías que se han presentado en el territorio. Este proceso se debe continuar fortaleciendo desde las prácticas propias, puesto que esta peste ha hecho que se evalúe internamente algunos procesos. Queda la tarea de ajustar algunas dinámicas comunitarias que a futuro nos permitan hacerle frente con más contundencia a las pandemias que lleguen a nuestros territorios. La oralidad de los mayores ha sido otro aspecto de mucha importancia, debido a que cada familia ha mantenido y puesto en práctica procesos culturales. La comunidad de manera permanente realiza rituales, los sahumerios, las bebidas propias con plantas y vaporizaciones producidas en el Trau Misak (huerta tradicional, en nuestro idioma Namtrik). Los Muripik, en coordinación con el programa de salud, realizan armonizaciones y rituales en los espacios de vida, en las familias y en la comunidad como mecanismo de protección y salvaguarda del pueblo indígena Totoroez.

“Los Muripɨk, en coordinación con el programa de salud, realizan armonizaciones y rituales en los espacios de vida, en las familias y en la comunidad como mecanismo de protección y salvaguarda del pueblo indígena Totoroez”

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Se realizan con los campesinos y pobladores urbanos que conviven en el territorio. En este proceso de contrarrestar la enfermedad un grupo de sabios trabaja de manera articulada y coordinada, así lo menciona Marina Sánchez, coordinadora de la Namoi Jao, la Hierbabuena: “Los medicamentos se están produciendo en la Hierbabuena, hay noventa y un medicamentos para las diferentes enfermedades en el territorio; se está produciendo la flor de cabuya, esencia de higuillo, jarabe de eucalipto, esencia de guasguil, manzanilla y romero. También se están produciendo pomadas, pastillas, jabones y aceites. En cuanto a la desarmonía de la peste se está preparando la esencia de flor de cabuya, esencia de higuillo y jarabe de eucalipto; estos son para la prevención. Nosotros mismos vamos a recoger las plantas de la parte fría, de la parte media y la parte baja, después las plantas llegan a la Namio Jao donde se clasifican y se lavan. Seguidamente se realiza la transformación de las plantas, y luego ya salen para la dispensación de medicamentos al lugar que llamamos la Hierbabuena. Al mismo tiempo se hace un kit para entregar a la población del pueblo Totoroez, para los crónicos, es decir, para los diabéticos, los hipertensos y los que están bajitos de defensas, a ellos se les está entregando los medicamentos”.

Los Trau Misak son un aspecto fundamental en la garantía de la alimentación de las familias y comunidad, pues, además de producir insumos, medicamentos y producción agropecuaria para ser comercializada en otras regiones del país, han permitido el autosostenimiento en los hogares del territorio indígena del pueblo Totoroez.

Comunidad Totoroez retorna al territorio Para los comuneros que son parte del territorio ancestral del pueblo indígena Totoroez, y que, por motivos de trabajo, estudio y otras necesidades se encuentran en otras regiones del país, se construyeron protocolos para el retorno al lado de sus familias. Quienes regresaron tenían que acogerse a las normas que se habían establecido para evitar que la peste llegara a la comunidad. Se estableció un espacio propio de aislamiento donde debían permanecer por quince días, allí se realizaban los respectivos exámenes médicos y cuando se tuviera la certeza de que no padecían ninguna desarmonía de salud podían llegar a su casa y reencontrarse con sus familias. “Hasta el momento la IPS-I sigue desarrollando exámenes médicos en las diferentes secciones y brindando medicamentos propios de la Hierbabuena”, mencionó en su momento Oliverio Conejo, coordinador del programa de salud IPS-I Namoi Wasr, Oliverio fue asesinado por actores armados el 11 de septiembre del año 2020.

Prevención y cuidado desde la comunicación El proceso de comunicación propia está direccionado desde el Plan de Vida del pueblo Totoroez, cuyo propósito es fortalecer la cultura, el proceso político organizativo, la defensa y la protección del territorio. Fotografía: Mayor Marcos Ulcué, es hablante del Idioma de Namtrik del Pueblo Totoroez, además, hace acompañamiento a toda la comunidad fortaleciendo la parte cultural y social a los comuneros del Territorio. Autor: Cristian Conejo

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El programa de comunicación y cultura es uno de los procesos fundamentales para la comunidad

en tiempos de esta enfermedad a nivel mundial. La base fundamental de la comunicación son las formas propias de comunicar y su significado. Por ese motivo, la sabiduría ancestral y lo espiritual vienen jugando un papel de mucha importancia para la protección y prevención de la peste. Otro de los planes de concientización y sensibilización a la comunidad es a través de la emisora Radio Libertad la cual tiene una cobertura del 100% en el territorio, como también en otros pueblos indígenas, municipios y departamentos de Colombia. Por ese motivo, la programación de la emisora es pluricultural, y en sus diferentes espacios se transmite sobre los riesgos de la peste, los protocolos de cuidado y el cómo prevenirla utilizando la sabiduría ancestral. Se trabajan contenidos informativos en vídeo, escritos, programas y mensajes radiales, radio teatro y mensajes en las redes sociales. El plan de comunicación contribuye con la visibilización y promoción de las prácticas culturales, el uso de las plantas medicinales, los sahumerios familiares y comunitarios, las ritualidades, el Trau Misak y la comida tradicional del pueblo indígena Totoroez.

Conflicto Armado en el Territorio, la otra pandemia. Otra de las dificultades que se presenta en el resguardo es con los actores armados que desarmonizan el Buen Vivir de la comunidad, pues han querido generar terror y pánico con acciones bélicas que ponen en riesgo la comunidad y el territorio. Por esta razón, la Guardia Indígena ha hecho el control territorial frente al ingreso de personas poniendo un punto de control en la vía el Libertador, con el fin de cuidar a la comunidad, y es especial a los niños y mayores no solo de la peste sino de actores ajenos al territorio.

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En los siete meses de cuarentena se presentaron tres hostigamientos armados, retenes y amenazas a la autoridad tradicional y líderes. Por ese motivo, desde la autoridad tradicional se han realizado los recorridos de control territorial. Se le ha exigido al Ejército Nacional y a los grupos armados legales e ilegales respetar el territorio y no hacer presencia dentro de él. Lo anterior, se ha dado a conocer al Ministerio Público, a los organismos internacionales, al Gobierno Nacional y a la Corte Constitucional para que se generen mecanismos de protección y salvaguarda a la comunidad. Como resultado, la Corte emitió el Auto del 20 de mayo del 2020, donde se comunica que en veinte días el Ministerio del Interior, el Ministerio de Defensa y la Unidad de Víctimas, debían realizar un informe del cumplimiento del Plan de Salvaguarda del pueblo indígena Totoroez. Sin embargo, cabe mencionar que hasta la actualidad el cumplimiento de esta orden judicial es mínima y es evidente que el conflicto armado nuevamente está agudizado en los territorios indígenas. En conclusión, debido a la pandemia o peste que se presenta a nivel mundial, la comunidad del pueblo Totoroez tomó la decisión de hacer el control de bioseguridad durante los siete meses que duró la cuarentena, lo hizo las veinticuatro horas del día en el punto de control humanitario y de salubridad, “el romboy”, con la ayuda de los sabedores espirituales, las plantas para el sahumerio, los grupos comunitarios, las Juntas de Acción Comunal, los programas de apoyo al Cabildo, la Guardia Indígena y las personas de la comunidad quienes ayudaron voluntariamente. Por su parte el programa de comunicación y cultura continúa adelantando procesos para fortalecer la oralidad y la comunicación propia dentro del territorio. La autoridad tradicional continúa en ejercicio de sus facultades para proteger la comunidad con el fin de que no llegue la desarmonía por parte de los

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actores armados. Además, ha exigido al Gobierno Nacional que debe respetar el territorio y adelantar mecanismos de protección y garantías a los derechos fundamentales de la comunidad, ya que este es su deber. Los únicos legítimamente autorizados para realizar el ejercicio de control territorial en unidad para el alcance del Buen Vivir de la comunidad del pueblo Totoroez, son: la comunidad, la autoridad tradicional y la Guardia Indígena y

“la comunidad del pueblo Totoroez tomó la decisión de hacer el control de bioseguridad durante los siete meses que duró la cuarentena, lo hizo las veinticuatro horas del día en el punto de control humanitario y de salubridad, “el romboy”, con la ayuda de los sabedores espirituales”

Fotografía: Oliverio Conejo (Q.E.P.D) Coordinador del programa de salud en año 2020, en este año fué asesinado en nuestro Territorio. Oliverio apoyaba el trabajo con las plantas medicinales para cuidar su comunidad Totoroez. “seamos esencia nunca apariencia, eso hace la diferencia”, nos decía. Autor: Cristian Conejo

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La palabra que camina para hacer memoria en medio de la amnesia obligatoria

Por: Diana Collazos Comunicadora indígena. Tejido de Comunicación - ACIN. Pueblo Nasa.

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omo pueblos que luchan reconocemos la existencia de una emergencia sanitaria anunciada como Covid-19, que pone en riesgo la vida y que se suma a la larga lista de amenazas que rodea a toda la humanidad, de la cual no estamos exentos los pueblos indígenas ni los sectores sociales del país; pandemia que este gobierno mezquino ha aprovechado como cortina de humo para seguir haciendo de las suyas, valiéndose estratégicamente de la propaganda a través de los medios masivos de comunicación. La cuarentena o aislamiento obligatorio y egoísta como el “quédate en casa”, decretado por el Gobierno Nacional, ha ignorado a gran parte de la población colombiana que no cuenta con una vivienda digna, que vive del rebusque y que, además, gracias a sus políticas de terror, ha sido desplazada y despojada de la tierra, su único sustento, para así dejarla en manos de los grandes industriales, quienes por muchos años la han explotado y arrebatado a sus legítimos dueños. Mientras se agudizaba la pandemia, los pueblos indígenas seguimos siendo testigos del reiterado e invisibilizado atropello por parte de la fuerza pública (policía, ejército, ESMAD) hacia las comunidades. Recordemos un poco los hechos ocurridos el primero

Ilustración de Michael Guetio

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@trazonindigenas

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de mayo del 2020, donde en un nuevo intento de desalojo dispararon contra las y los liberadores de la Madre Tierra en el norte del Cauca y envenenaron 16 vacas consideradas parte fundamental del proceso, tal como lo denunció el Proceso de liberación de la Madre Tierra en uno de sus comunicados: “Los autores de todos estos ataques son el eje del mal: Incauca, Asocaña (que agrupa todos los ingenios azucareros de la región) y el estado colombiano. Llenan de odio a la opinión pública contra nuestro proceso, envenenan a pueblos contra pueblos, tuercen la información en favor de los ricos, usan la estrategia paramilitar, desestabilizan y persiguen procesos alternativos, coordinan grandes subsidios con dineros públicos para intereses privados. El eje del mal entra a la historia por cometer la primera masacre de vacas liberadoras” (1).

“Mientras se agudizaba la pandemia, los pueblos indígenas seguimos siendo testigos del reiterado e invisibilizado atropello por parte de la fuerza pública (policía, ejército, ESMAD) hacia las comunidades” Otros de los casos emblemáticos de esta estrategia de impunidad bajo el pretexto de la pandemia son el asesinato de Ánderson Arboleda en Puerto Tejada,

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a manos de un policía, quien le propinó tres golpes en la cabeza con un bolillo por infringir las medidas de aislamiento, y el de Estrella Valencia, quien fue asesinada durante una asonada en Buenaventura, donde la policía en su actuar arbitrario, dispara contra la población civil, quitándole la vida a esta mujer de 50 años. Otra de las víctimas invisibilizadas es Alejandro Erazo, un joven de Popayán a quien un miembro de la fuerza pública le quitó la vida argumentando que fue en defensa propia. Según las declaraciones del coronel Nelson Díaz, comandante de la Policía Metropolitana de Popayán, a un medio local “El individuo se abalanzó hacia el uniformado y trató de agredirlo con el cuchillo, por lo que reaccionó en defensa propia con su arma de dotación y lo impactó a la altura de la espalda”. Alejandro se abalanzó hacia el policía y el disparo fue por la espalda, algo bastante absurdo. El abuso a vendedores ambulantes es otra de las constantes situaciones de vulneración de derechos que se dan en este país, recordemos el caso de Don Néstor, el vendedor ambulante de la tercera edad que fue agredido por un miembro de la Policía Nacional y que después de una disculpa por parte del comandante de la policía nacional, el caso pasó a la historia. Y cómo olvidar el caso de la niña Embera Chamí abusada sexualmente por siete soldados del Batallón San Mateo, adscrito a la Octava Brigada del Ejército, en el municipio de Pueblo Rico, Risaralda, el 21 de junio del 2020, y el de otras niñas indígenas abusadas por militares, hechos que fueron silenciados porque no hay garantía desde la institucionalidad, la cual siempre cobija y defiende a los “héroes de la patria”. Lo único cierto en todos estos casos es que ninguno tuvo la oportunidad de defenderse, ni de buscar justicia. Tal como siempre ha pasado.

Los enfrentamientos entre los diversos actores armados tampoco cesan, y en este tiempo de cuarentena, en las montañas de Tacueyó, le arrebataron la vida a Yílber Yatacué, un joven de tan solo 14 años, quien estando en su casa no se salvó de la bala que le robó los sueños, tal como le sucedió a José David Puscué, un niño de 11 años, Kiwe Thegna del resguardo indígena de Chinas, a quien la estrategia de terror y guerra no le permitió volver a casa. Estas son algunas de las muchas muertes que se han ocultado detrás de la emergencia de salud por la pandemia, de las cuales el Gobierno Nacional es responsable. El exterminio cultural y físico al que hemos estado expuestos siempre los pueblos indígenas en el departamento del Cauca, al igual que en muchos territorios en Colombia, ha sido constante; el conflicto armado entre los actores que hacen la guerra (legales e ilegales) se ha ensañado en los últimos tiempos contra los pueblos implementando milimétricamente un plan de muerte que se alimenta del terror, que acolita el despojo y la esclavitud de la tierra. En solo cuestión de días nuestro territorio ha sido testigo de asesinatos, desmembramientos, desapariciones, atentados, desalojos y amenazas que parecen ser la condena de los y las colombianas. Toda una tragedia familiar que debería enlutar a Colombia, y, sin embargo, nos catalogan como uno de los países más felices del mundo. Durante un encuentro con la Guardia Indígena, Jhoe Sauca, un compañero del pueblo Kokonuko, al preguntarle sobre lo que duele de este territorio, mencionó: “Duele el que atropellen nuestra dignidad, duele el que hoy por los intereses de las multinacionales, por los intereses políticos del gobierno nos maten autoridades o guías espirituales y que nos estén quitando la vida por una guerra que nunca nos ha pertenecido. Es muy difícil escuchar que otros pueblos se están muriendo de hambre, porque nos están matando de diferentes formas; aquí nos matan a bala o de hambre, aquí nos matan porque hemos

sido del Consejo Regional Indígena del Cauca, proceso que lleva más de 50 años resistiendo”. En un momento en el que reventaban los escándalos de corrupción, que incrementaban los desplazamientos de las comunidades indígenas y afros, así como las amenazas y asesinatos de líderes sociales, llega la noticia del primer contagio por Covid-19 en el país, y desde entonces mediáticamente todo lo que se ve y oye es eso, el número de infectados y recuperados, logrando así sumergir al pueblo colombiano en la peor de las pandemias, la amnesia obligatoria. Así que haciéndole frente a esa pérdida de memoria hoy, desde cada rincón de nuestra Madre Tierra, gritamos con fuerza y con acciones contundentes echamos a andar la palabra desde el corazón de la comunidad, para así despertar ante esta realidad que se ha ensañado contra nuestros cuerpos, los viola y asesina por el simple hecho de ser hijos e hijas de la Tierra. Es por ello que en medio del confinamiento en el que el Estado ha sumido al país, momento en el que se afianzan sus estrategias de exterminio al servicio de quienes masacran y secuestran la vida, les contamos que como pueblos originarios seguimos haciendo memoria, caminando la palabra con dignidad y orgullo en defensa y por la libertad del territorio. “Hay que caminar la palabra porque ella no camina sola” dicen los mayores y mayoras. Por eso desde este rinconcito del Cauca hemos querido echar a andar la voz de quienes se enamoran de la vida porque esa es la palabra que camina el territorio, ese es el palabrandar de nuestra gente. Desde nuestra lucha no queremos acostumbrarnos a la muerte, ya estamos cansados de ella y por eso hemos venido enamorándonos de lo simple, de los sueños colectivos que nos dignifican en uno solo.

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Los miedos ya no son nuestros, ese no es nuestro camino; no queremos llenarnos de miedos y ser un nombre más en la gran lista de las víctimas de este Estado. Nosotros los pueblos indígenas queremos y vamos a seguir caminando la palabra hacia la vida en libertad.

y a esa generación hay que ponerla en esa sintonía; nosotros ya estamos viejos y en algún momento nos vamos a ir, si no nos mata el coronavirus nos matará otra cosa, pero esa generación tiene que coger las riendas de la organización y volver a la tierra que tanto se luchó y por la que muchos han muerto”.

Por ello desde cada rincón de este gran territorio vamos a seguir fortaleciendo desde cada pueblo los distintos puntos de control que camina el Consejo Regional Indígena del Cauca, CRIC, puntos que no se reducen solo a controlar la pandemia, como lo han mostrado algunos medios, sino que también le hacen frente al conflicto armado y a todo lo que nos mata.

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En esta lucha sin afanes, desde abajo y desde el sentir de los pueblos, les decimos que vamos a continuar en resistencia, soñando, danzando, tejiendo y cantándole a la vida, vamos a hacerle minga a nuestras huertas para seguir echando raíz en los territorios donde nos hemos ombligado y desde donde defenderemos la memoria y lucha de quienes soñaron nuestro proceso y que hoy son truenos protectores de este territorio. Desde estas bonitas tierras les decimos que nosotros los pueblos originarios vamos a seguir luchando por un buen vivir, por un mundo diferente en donde viva la vida, en donde quepamos todos y todas. Y ya para ir cerrando este gran tejido de sentires, les quiero compartir las palabras de Nelson Valencia, un Nasa bien malicioso y pata e´perro (andariego) del territorio de Munchique los Tigres, quien en una noche en uno de los puntos de control territorial, mientras compartíamos un poquito de chirrincho para pasar el frío, nos dijo: “Hay un tema que es de reflexión y es el volver a la tierra. Hay una generación que nos va a reemplazar

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“Desde cada rincón de este gran territorio vamos a seguir fortaleciendo desde cada pueblo los distintos puntos de control que camina el Consejo Regional Indígena del Cauca, CRIC, puntos que no se reducen solo a controlar la pandemia, como lo han mostrado algunos medios, sino que también le hacen frente al conflicto armado y a todo lo que nos mata”

Fotografía: Encuentro nacional de la guardia indígena - Toribio - 12 octubre 2019. Autor:Ariel Arango.

Nota: (1) Tomado de: www.liberaciondelamadretierra. org / Masacradas 16 vacas en la Emperatriz. https:// liberaciondelamadretierra.org/masacradas-13-vacas-en-laemperatriz-incauca-asocana-y-estado-colombiano-el-eje-delmal-contra-la-liberacion-de-la-madre-tierra/

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En el Cauca otra pandemia continúa matándonos

“Los nadies (…) Que no tienen nombre, sino número” Eduardo Galeano, Los Nadies

Por: Natalia Fernández Hormiga Comunicadora indígena CRIC. Pueblo Yanacona.

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egún la Organización Mundial de la Salud, OMS, una pandemia es la propagación de una enfermedad en distintas regiones del mundo. El asesinato de líderes y lideresas sociales en Colombia podría compararse con una pandemia, una “enfermedad” que nos ha acompañado por muchos años y que hoy sigue afectando muchas regiones donde la lucha por la defensa de los Derechos Humanos pone en riesgo y cobra miles de vidas. Colombia es hoy por hoy el país donde las cifras de asesinatos en toda América Latina son abrumadoras. A esta conclusión llegó el informe de la ONU sobre la situación de los Derechos Humanos en Colombia en el año 2019, el cual fue entregado en el mes de febrero del año 2020. Esta misma organización ratifica en su informe trimestral de los meses junio a septiembre que “la violencia contra los líderes sociales y los defensores y defensoras de los derechos humanos continúa. En 2020, el ACNUDH ha verificado un total de 48 homicidios, incluidos los de 9 miembros de comunidades étnicas y 5 mujeres (2 de ellas de origen indígena).” La violencia prolonga el conteo de asesinatos durante el presente año, un panorama desesperanzador que sigue vigente hasta el momento sobre todo para las regioners rurales del país. Mientras las grandes estructuras económicas y de poder promovieron estratégicamente la inactividad total con el ánimo de contrarrestar el contagio

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masivo del Covid-19, la violencia no cesó en nuestros territorios. Según datos del programa de Derechos Humanos del Consejo Regional Indígena del Cauca, CRIC, tan solo durante el periodo de cuarentena se registraron 20 homicidios en los territorios indígenas caucanos y en lo que llevamos del año se cuentan 76 asesinatos, entre los que figuran tres feminicidios. El panorama empeora a medida que indagamos. El departamento del Cauca es la zona donde se registra el mayor índice de asesinatos de líderes y lideresas sociales en toda Colombia, situación que no ha sido distinta desde que los pueblos indígenas iniciaron la lucha por la recuperación de la tierra hace más de medio siglo. Los asesinatos, incluso anteriores a la formación de organizaciones y agremiaciones en el Cauca, no se detienen y así como ayer el control territorial es el eje central de la disputa. En tiempos de pandemia mundial continúa la lógica de quienes detentan el poder armado o económico de eliminar a quien considera una amenaza para su normalidad, una normalidad en la que hay mucho para pocos y poco para muchos. Así pues, pareciera que los frecuentes asesinatos son parte de la normalidad, nos hemos acostumbrado a ver, escuchar y leer la violencia como una compañera de cualquier lucha, pero definitivamente no lo es, tal como lo afirma el investigador mexicano Jacobo Dayán Askenazi: “el primer paso es entender que la

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violencia NO, no es normal (…) desarrollamos cierta inmunidad hasta a las cosas más horribles”. Por ello, al parecer, las cifras en aumento diario se convierten en solo eso, un número, un registro más, el cual desdibuja las vidas humanas en una larga lista de asesinatos. Mientras en la memoria colectiva se borran los rostros, se van con ellos cada historia de vida y las luchas lideradas en compañía de toda una comunidad. En los medios de comunicación se registra el hecho violento, se cuenta la cifra y no se ahonda en las circunstancias que le llevaron a la muerte o el proceso interrumpido con la desaparición de cada líder o lideresa en el país.

La paradoja de las cifras que invisibilizan Varios problemas presenta el tema de la narrativa de la violencia y del registro de personas asesinadas en territorio colombiano reconocidas en sus comunidades como líderes y lideresas sociales. Algunos de ellos son: En primera medida, a nivel nacional no existe un acuerdo para el conteo de los líderes y lideresas asesinados. El registro llevado por el Gobierno Nacional, las organizaciones de Derechos Humanos y las organizaciones sociales no coincide. Cada uno cuenta con criterios diferentes al momento de contabilizar los asesinatos, así lo afirma el integrante de la fundación Paz y Reconciliación, PARES, Ariel Ávila, en entrevista para un medio nacional. Entonces, mientras se dan estas disputas por definir quiénes son o no son líderes en los territorios, el gobierno colombiano no acepta los asesinatos como un proceso sistemático ya que no existe un solo actor reconocido como directo responsable de todas las muertes. Sin embargo, y según palabras del mismo Ávila, lo que sí es sistemático es el modus operandi de los asesinos y las características de las personas asesinadas, en su mayoría hombres y mujeres que en los territorios deciden acompañar y agenciar propuestas realizadas por las comunidades, las

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cuales requieren de tareas específicas, dedicación en tiempo y una vocería que esté dispuesta a interlocutar con diferentes agentes, quienes para el caso del Cauca, van desde el Estado, pasan por los grandes terratenientes y llegan hasta los grupos armados que hacen presencia en los territorios. En segundo lugar, el programa Somos Defensores, en uno de sus informes anuales, afirma que las cifras manejan un subregistro de los verdaderos casos de amenazas o muertes de los líderes y lideresas sociales, ya que dadas algunas condiciones de seguridad muchos de ellos o sus familiares no se atreven a presentar las respectivas denuncias ante las instancias correspondientes. Por otro lado, Mauricio Acosta Rangel, profesor universitario, quien se dedica a la enseñanza y análisis de narrativas audiovisuales, comenta, en entrevista con la Revista Unidad Álvaro Ulcué,que existe un discurso difundido por las grandes plataformas comunicativas de Colombia, quienes ponen en tendencia cada cierto periodo de tiempo temas que no están conectados unos con otros lo que provoca en el imaginario una segmentación de las problemáticas, las cuales, según Acosta, se encuentran interconectadas y obedecen a la continua disputa del control territorial que distintos grupos sociales y armados ejercen con el ánimo de materializar proyectos que contraponen perspectivas sobre la tierra, la distribución de la riqueza, la concentración de la tierra y el enriquecimiento ilícito, dinámicas que no solo se encuentran en tensión en el Cauca sino también en otras zonas de Colombia. Acosta añade que segmentar los temas ayuda a que no logremos identificar más allá de los asesinatos, las circunstancias que dan paso a una oleada de muerte como la vivida por muchos años en nuestros territorios. “Lo importante no es saber cuántos, sino, por qué los matan” afirma.

ocasiones desaparecen los nombres propios de todos los asesinados en nuestro país. Los números, al parecer, son la vía para informar de forma concreta acerca de una dinámica social que de ese modo imposibilita la empatía. En nuestro imaginario colectivo ahora solo registramos cifras de una situación aparentemente reciente, pero que ha sido una constante en la historia de nuestro país. Tras las cifras queda el duelo vivido por los familiares y las comunidades cuando un líder o lideresa social es arrebatado de su territorio. Tal y como lo menciona Gloria Arias Nieto en su artículo denominado La huella de los líderes: “Las cifras se olvidan, porque, además de ser distintas, casi siempre son distantes. Pero los seres humanos, vivos o muertos, son historias, verdades, ausencias y afectos.” Bajo este panorama es importante reconocer que en su gran mayoría los medios de comunicación se han dedicado a cubrir el hecho de violencia y en adelante son pocas las veces en las cuales vuelven a preguntarse por los muertos o a poner en sus noticias las situaciones desembocadas luego de los asesinatos, a menos que sean de nuevo tragedias.

“No existe un acuerdo para el conteo de los líderes y lideresas asesinados. El registro llevado por el Gobierno Nacional, las organizaciones de Derechos Humanos y las organizaciones sociales no coincide”

Otra situación, relacionada con las cifras, es el imaginario que éstas activan, pues en muchas Edición 5 - ¡Sin Miedo!

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Una lucha por no olvidar

QUE SOÑAR NO NOS CUESTE LA VIDA

Durante los últimos años vienen surgiendo algunas propuestas en el país que buscan rescatar la historia de los líderes y lideresas asesinados, estas apuestas se han enfocado en la construcción colectiva, en la difusión de los rostros de quienes han pasado a solo ser una cifra. Otros apelan aun al registro pero juntan los datos con investigaciones y reportajes de la situación actual en los territorios colombianos, mantienen una narrativa actualizada, constante y toda esta información es difundida a través de sus redes sociales, escenarios ampliamente visitados por los colombianos. Algunas de estas propuestas son:

Propuesta realizada desde el departamento del Cauca con la que se pretende realizar ilustraciones gráficas, sonoras y escritas de los líderes y lideresas asesinados en Colombia. Esta iniciativa comenzó en el año 2018 y sigue convocando hasta el momento a personas interesadas en producir contenidos que ayuden a preservar la memoria de aquellos que ya no están entre nosotros. Puede ver más en:

POSTALES PARA LA MEMORIA

Este proyecto nace como una iniciativa ciudadana que inició en el año 2018 como una alternativa de construcción conjunta y de circulación nacional, donde a través de ilustraciones usadas en formato postal se ayudara a difundir la imagen de los líderes y lideresas asesinados, su nombre y el lugar de procedencia. Su misión es ayudar a que nuestra memoria colectiva no olvide a ninguna persona asesinada bajo estas circunstancias. Esta iniciativa también cuestionó en su momento que el contexto comunicativo hiciera énfasis en unos hechos más que en otros, por tal motivo se dieron a la tarea de rescatar todas las historias posibles; sin embargo, en el camino notaron cómo la información al respecto es escasa y diversa. La propuesta por el momento se encuentra en pausa pero las imágenes de líderes y lideresas están disponibles para su uso y difusión gratuita, sin ánimo de lucro. Puede ver más en:

www.facebook.com/NosCuestaLaVida

PACIFISTA!

Este es un proyecto enfocado en temas de Derechos Humanos que cuenta con una sección específica para el tema de líderes y lideresas sociales; en ella maneja mapas interactivos del registro de asesinatos, textos y videos realizados en diferentes contextos de Colombia. Así mismo, conserva un contador que por las condiciones de violencia se actualiza cada 4 días ya que la cifra va en aumento. Hasta el 21 de diciembre su registro estaba en 341 líderes. Esta es otra forma de narrar una difícil situación, abogando por recordar y reconocer las luchas que estas personas realizaron en cada territorio. Puede ver más en:

www.pacifista.tv/lideres/

www.postalesparalamemoria.com

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Seguramente existan en nuestro país muchas más propuestas, sin embargo, todas estas palabras se tejen en la idea de reconocer que con el asesinato de un líder o lideresa social se busca acabar un proceso, transmitirle un mensaje simbólico a toda una comunidad acerca de la suerte que correrán quienes quieran continuar estas luchas.

“¿Y qué sucedería si además de hablar de los hechos de muerte hablamos y ahondamos en sus luchas, en el legado dejado a su comunidad? ¿Cómo haremos para que los asesinatos no sean un tema de tendencia, que hoy es importante y mañana no? ¿Cómo tejemos noticias que nos ayuden a entender el contexto de una forma articulada y no segmentada? ¿Cómo rescatar su memoria y lograr que su lucha similar a la de otros en distintas partes de Colombia no acabe solo en una crónica roja?”

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¿Y qué sucedería si además de hablar de los hechos de muerte hablamos y ahondamos en sus luchas, en el legado dejado a su comunidad? ¿Cómo haremos para que los asesinatos no sean un tema de tendencia, que hoy es importante y mañana no? ¿Cómo tejemos noticias que nos ayuden a entender el contexto de una forma articulada y no segmentada? ¿Cómo rescatar su memoria y lograr que su lucha similar a la de otros en distintas partes de Colombia no acabe solo en una crónica roja? Estos son grandes retos a los que nos vemos convocados todos los y las comunicadoras que desde nuestros territorios difundimos información. ¿Cómo haremos para que nuestros vecinos, vecinas, compañeros, compañeras, amigos y amigas no sean una cifra más? v

“¿Cómo haremos para que nuestros vecinos, vecinas, compañeros, compañeras, amigos y amigas no sean una cifra más?”

Referencias X Organización Mundial de la Salud. ¿Qué es una pandemia?

X DAYÁN ASKENAZI. Jacobo. No, no es normal. Dirección General

Disponible en: https://www.who.int/csr/disease/swineflu/frequently_

de Publicaciones de la Secretaría de Cultura. México. 2017.

asked_questions/pandemic/es/.

X Zona Franca. ¿Cómo parar el asesinato sistemático a

X Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos

líderes sociales? disponible en: https://www.youtube.com/

Humanos sobre la situación de Derechos Humanos en Colombia

watch?v=f5At7MKBWfg.

durante el año 2019. Informe. Disponible en: https://www.hchr.org.co/

X BARBOSA, Francisco, consejero. “No hay sistematicidad”.

index.php/informes-y-documentos/informes-anuales/9136-informe-

Canal de la Consejería para los DDHH y Asuntos Internacionales.

del-alto-comisionado-de-las-naciones-unidas-para-los-derechos-

Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=LSfi2vFTEdk

humanos-sobre-la-situacion-de-derechos-humanos-en-colombia-

X La naranja mecánica. Informe anual 2018. Sistema de

durante-el-ano2019.

información sobre agresiones contra personas defensoras de

X Reporte de oficina de Derechos Humanos del Consejo Regional

derechos humanos en Colombia – SIADDHH. disponible en: https://

Indígena del Cauca- CRIC – Año 2020 Mes Noviembre.

somosdefensores.org/wp-content/uploads/2019/04/informe-somos-

X Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Colombia.

defensores-2019-espanol-web.pdf

Informe del Secretario General. Abarca el período comprendido entre

X ARIAS NIETO, Gloria. La hu ella de los líderes. Revista La línea

el 27 de junio y el 25 de septiembre de 2020.

del medio. Disponible en: https://lalineadelmedio.com/la-huella-de-

X Disponible en: https://colombia.unmissions.org/sites/default/

los-lideres/

files/sp_-_n2024006.pdf

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Comunidades se organizan para defender la Bota caucana

Por: Antonio Palechor Arévalo Comunicador indígena CRIC Pueblo Yanacona

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n Santa Rosa, municipio conocido como la Bota caucana, en el sur del departamento del Cauca, comienza la Amazonía colombiana; una región con diferentes ecosistemas y pisos térmicos que cuenta con una gran variedad de especies en fauna y flora, además de una abundante riqueza minera. En esta región nacen los ríos Mandiyaco, Villalobos, Cascabel, los cuales tributan sus aguas al río Amazonas. Comunidades indígenas, campesinas y afrocolombianas con el correr del tiempo se han asentado en este sector en busca de mejores condiciones de vida o en busca de refugio por la ola de violencia que viven sus territorios de origen. Allí habitan indígenas de los pueblos Yanacona, Inga y Embera agrupados en ocho resguardos, afrocolombianos llegados del valle del Patía y campesinos de diferentes partes del país. Estas comunidades convivieron pacíficamente durante un buen tiempo, pero actualmente han tenido algunas dificultades, especialmente por la tenencia de la tierra en la que ahora buscan ejercer control por ser la razón de su existencia.

Fotografía: Encuentro de comunicadores indígenas red AMCIC Bota Caucana, en el marco del convenio DW – CRIC. Autor: Didier Palechor – Comunicaciones CRIC

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Según las comunidades asentadas en este municipio, son muchas las amenazas que tiene esta región y las resumen en el interés del sector minero en apropiarse de grandes extensiones de tierra. Se trata de empresas multinacionales como la Anglo Gold Ashanti, C2 Gold S.A.S. (C2G S.A.S), Oro Barracuda S.A.S., que buscan el aprovechamiento del recurso minero. Así mismo, empresas que pretenden explotar yacimientos de petróleo que hay en los territorios, como el caso de la Empresa Colombiana de Petróleos en el sector de Sajonia, corregimiento San Juan de Villalobos, y la Minera S.A., con un proyecto de prospección aurífera consignado en un informe dado a conocer por la propia Alcaldía Municipal de Santa Rosa en el año 2019. Según el alcalde municipal actual de Santa Rosa, Diego Andrés Ortiz Bambagüé, desde el periodo anterior “existen alrededor de 27 solicitudes de títulos mineros a cielo abierto que pretenden intervenir más de 100 mil hectáreas de tierra que, para un ecosistema como el de Santa Rosa, traería como consecuencia un desastre sin reversa para el futuro”. Por su parte, representantes de la Asociación de Juntas Comunales de la Media Bota Caucana y la Asociación de Cabildos Indígenas del Municipio de Santa Rosa afirman que las solicitudes para la obtención de licencias mineras alcanzan el 80% del municipio. Entre ellas, ya existen cuatro concesiones que no han tenido una consulta a la comunidad y no cuentan con datos claros sobre

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los daños que se puedan ocasionar a la fauna, la flora y los nacimientos de agua que alimentan los acueductos veredales y regionales. Según la Agencia Nacional Minera los títulos mineros tienen como objetivo la explotación de yacimientos de oro, platino, minerales no ferrosos y sus concentrados, así como arenas, gravas naturales y silíceas.

cabo los sabedores espirituales, les brinda espacios de esparcimiento y es esencial para el crecimiento del bosque, y por tanto, les aporta los materiales necesarios para la construcción de sus viviendas. Por esta razón, su intervención traería como consecuencia la desaparición física de los pueblos con el correr del tiempo.

Por la formación rocosa que registran varios de los ríos, habitantes de esta extensa región aseguran que hay intenciones de empresas multinacionales que buscan explorar posibilidades para la construcción de hidroeléctricas, pero no conocen detalles por la forma silenciosa con que actúan esta clase de grupos empresariales. Ese tipo de construcciones, dicen, acabarían no solo con el paisaje natural, sino con la forma de vida de las comunidades que habitan sus riberas y que aprovechan esas fuentes hídricas para la pesca de subsistencia y para sus prácticas culturales, especialmente en la medicina tradicional.

A las situaciones mencionadas se agrega el adelanto de proyectos viales de quinta generación como, por ejemplo, la construcción de la vía que comunica a los departamentos del Putumayo, Cauca y Huila con el centro del país, la cual ya se encuentra contratada con la firma Aliadas para el Progreso, pero hasta el momento no ha iniciado los trabajos respectivos. Esta vía tendría el mismo recorrido de la actual carretera, pero sería ampliada, así que afectaría a los pobladores que tienen sus viviendas al lado de la carretera, para quienes hasta el momento no se ha definido una reubicación o indemnización. Eso sin tener en cuenta la instalación de tres peajes que afectarían la economía de los pobladores de la región por el incremento en el costo del transporte.

Para las comunidades de la región el agua es la raíz de la vida. Ésta les ofrece un sustento diario mediante la pesca, les brinda los sitios sagrados para el adelanto de los rituales de armonización o sanación que llevan a

“El 3 de febrero del 2016, en el resguardo de Santa Marta, con presencia de autoridades indígenas, Juntas de Acción Comunal y la Alcaldía Municipal de Santa Rosa, constituyeron la Mesa Interétnica como una forma de trabajo mancomunado en beneficio de estas comunidades.”

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Además de esta clase de afectaciones traería como consecuencia el incremento de la población que ingresaría en búsqueda de tierras. Además, diversas especies faunísticas verían afectados sus hábitats lo cual las llevaría a desplazarse a la zona selvática, por lo que, según las autoridades indígenas y las organizaciones campesinas, podrían desaparecer. Según el presidente de la Asociación de Juntas Comunales de la Media Bota Caucana, Fernando Insuasty, solo la apertura de la vía existente ya ha causado daños por el continuo paso de vehículos de carga, que afectan con la generación de ruido y con el derrame de crudo que contamina las fuentes hídricas y genera accidentes. Afortunadamente esta región ha sido habitada por comunidades indígenas, campesinas y afrocolombianas quienes desde hace muchos años han tenido que abrirse paso en la manigua para obtener un pedazo de tierra, porque ésta no solo les da sustento diario, sino que les proporciona alegrías. Por ello, la cuidan como la raíz de su existencia y, así mismo, vienen concertando mecanismos para su defensa. Las alegrías de las que hablan sus pobladores tienen relación con el cómo han visto el cambio en sus vidas, con el crecimiento de sus familias, con los cultivos plantados, con el hecho de contar con un hermoso paisaje natural, con la posibilidad de gozar de la tranquilidad de un bonito atardecer y un amanecer en medio del cantar de las abundantes aves, y, en general, gozar de la convivencia estrecha con la naturaleza. Son estas amenazas las que motivaron a las comunidades que habitan esta región a iniciar, hace más de ocho años, reuniones de análisis sobre la situación, ya que existían rumores del ingreso de nuevas empresas al territorio y de la llegada de personas extrañas con maquinaria desconocida. Además, en ese momento Ecopetrol ya contaba con licencia de exploración. Por ello, en dichos encuentros buscaban, en primera medida, poner fin

a las disputas territoriales por límites de resguardos indígenas, veredas, corregimientos y territorios para comunidad afrocolombiana; y en segunda medida, ejercer el control del extenso territorio. Fue así como luego de varias reuniones de acercamiento, el 3 de febrero del 2016, en el resguardo de Santa Marta, con presencia de autoridades indígenas, Juntas de Acción Comunal y la Alcaldía Municipal de Santa Rosa, constituyeron la Mesa Interétnica como una forma de trabajo mancomunado en beneficio de estas comunidades. Esta mesa se constituyó en una reunión de dos días, que contó con espacios autónomos que permitieran establecer objetivos, formas de participación, intereses individuales y colectivos. Además, contó con el acompañamiento del Consejo Regional Indígena del Cauca, CRIC, el Comité de Integración del Macizo Colombiano, CIMA, y la Asociación de Consejos comunitarios del Norte del Cauca, ACONC. Los propósitos de la mesa son: cuidar el territorio ante las distintas amenazas, adelantar el ordenamiento de manera concertada con todos los sectores sociales y buscar garantías en la defensa de sus derechos colectivos a un ambiente sano y una vida digna. Dentro de las acciones puntuales se trazaron las tareas de sanear, ampliar y constituir Resguardos Indígenas, constituir un Consejo de Comunidades Negras y constituir una Zona de Reserva Campesina con características especiales, teniendo en cuenta que se trata de una zona de interés no solo del orden nacional sino internacional, ya que es considerada el pulmón del mundo. Esas iniciativas recaen en ocho delegados por cada uno de los sectores sociales, que se comprometen con el respaldo de las organizaciones que los representan y el acompañamiento de la Alcaldía Municipal de Santa Rosa.

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La tarea se inició y ha habido avances significativos en la realización de los recorridos territoriales que han ayudado a definir los límites de Resguardos, Consejos de Comunidades Negras y Zonas de Reserva Campesina. Dichos recorridos contaron con el apoyo de instituciones como Parques Nacionales, la Universidad del Cauca y la Universidad Javeriana, lo cual permitió la elaboración de una cartografía que ya fue entregada a la Agencia Nacional de Tierras para su estudio respectivo. De forma paralela iniciaron los trámites ante el Ministerio del Interior para el reconocimiento de varios Cabildos y para el Consejo de Comunidades Negras. Así mismo, se radicó la solicitud para la creación de la Zona de Reserva Campesina. La solicitud de creación de la Reserva Campesina originó la convocatoria de una consulta previa con las comunidades indígenas y negras que ha tenido varias sesiones en los Resguardos de Santa Marta, Mandiyaco y la zona campesino-indígena de Descanse donde se hicieron conocer las pretensiones de los grupos étnicos para dar vía libre a dicha reserva. Se hicieron compromisos por parte de la institucionalidad que se han venido cumpliendo, manteniendo siempre la intención de que los tres procesos avancen con igualdad de condiciones. Luego de una evaluación realizada el 26 de noviembre del 2020, con asistencia de los integrantes de la Mesa Interétnica, se propuso el cierre de la consulta de forma parcial, permitiendo que se avanzara en la constitución de la Reserva Campesina sin dejar de cumplir todos los acuerdos pactados. Infortunadamente la llegada de la pandemia del Coronavirus ha retrasado considerablemente el proceso, dada la suspensión de varias actividades como mecanismo para evitar la expansión de la peste. Sin embargo, “el futuro es esperanzador para blindar el territorio de las pretensiones de diferentes sectores por acceder a las riquezas”, aseguran sus dirigentes.

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Consideran que la constitución de la Mesa es un buen método para proteger el territorio, toda vez que si mantienen la unidad de todos los sectores no será fácil el acceso de agentes externos que se aprovechan de las debilidades de la población para sus planes económicos. Igualmente, afirman que, disminuidas las tensiones entre las comunidades por los límites territoriales, podrán adelantar muchas acciones encaminadas a mejorar sus condiciones de vida como el acceso a los servicios públicos, la educación, los servicios de salud los cuales en el momento son recibidos a través de empresas del vecino departamento del Putumayo. Gracias a todo lo anterior, podrán enfrentar de forma unificada cualquier agresión contra sus integrantes o su espacio físico. Paralelamente, se viene impulsando la puesta en marcha de programas de turismo de naturaleza de manera comunitaria, fortaleciendo iniciativas en materia de reservas naturales como Verde Oxígeno, intensificando el avistamiento de aves con la participación en el Global Big Day (1) por parte de varios grupos conformados. De Igual manera, a través de la Mesa se logró el adelanto de un Diplomado en Turismo de Naturaleza con el apoyo de varias instituciones oficiales y privadas, que brindó elementos a los participantes para la creación de planes en el orden local y regional, que les permitan la generación de ingresos y el cuidado de los recursos naturales. A raíz de este diplomado, hay actualmente varias familias prestando el servicio de turismo mediante la visita a diferentes lugares del municipio y el avistamiento de aves. Así mismo, han iniciado el mejoramiento de infraestructura con este mismo objetivo. La participación en el Global Big Day ha permitido dar a conocer el municipio de Santa Rosa y sus comunidades en el mundo entero, teniendo en cuenta la destacada participación en el último certamen adelantado en octubre del 2020. Los resultados de este ejercicio de observación de aves

indican que, a nivel mundial, Colombia ocupa el primer lugar con 1.283 especies, y el departamento del Cauca ocupa el tercer lugar en Colombia con 490 especies. Así mismo, que la participación del Turismo Comunitario de Santa Rosa aporta con 349 especies y 36 listas registradas en la plataforma E-bird (2), ocupando el primer puesto en Colombia y el quinto en el mundo por el número de especies avistadas. “Con estas iniciativas se espera que haya una ganancia en la concertación territorial con los pueblos que aquí habitan, que se fortalezcan las organizaciones y sobre todo salir adelante con la defensa del territorio. Se han logrado avances significativos y el más importante es el acuerdo de voluntades para tratar de convivir sanamente y esperamos que se consolide” afirmó uno de los líderes en la reciente reunión de la mesa. Entre tanto, sobre el tema ambiental, Fernando Insuasty asegura que “se busca generar conciencia entre los santarrosanos en la necesidad de cuidar el pulmón del mundo que se puede enfermar si no se le presta la debida atención”. Los caminos trazados para proteger la región vienen avanzando en medio de diferentes dificultades. Algunas de ellas son la falta de atención por parte del Gobierno Nacional a las distintas iniciativas, los intereses individuales de algunas personas que no ven con buenos ojos el trabajo comunitario y hasta la intervención de las empresas privadas para dividir la naciente organización. Sin embargo, esta comunidad mantiene el propósito de tener un territorio que sea ejemplo de convivencia pacífica a Fotografía: Bota caucana piedemonte de la Amazonia, en el marco del convenio DW – CRIC. Autor: Horacio Enrique Pechené – Comunicaciones CRIC

Notas: (1) Evento mundial de avistamiento de aves, que consiste en lograr que gente de todo el mundo salga y registre colectivamente la mayor cantidad posible de especies de aves. (2) Es una herramienta virtual en la cual las personas pueden reportar las aves avistadas durante la jornada. Funciona a modo de base de dato y permite contabilizar los registros de aves que se desarrollan en todo el mundo.

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Las Mercedes, Cauca - Sat Tama Kiwe, 11 octubre 2020 La Minga empieza a juntar los pueblos, niños y niñas, mujeres y hombres, mayores y mayoras se visten de guardia y se preparan para la movilización pacífica nacional por la vida, por los territorios, por la unidad y por la autonomía. “Minga significa el trabajar, el compartir, el ayudar, el avanzar desde nosotros mismos. Es el símbolo del trabajo solidario de los pueblos.”

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Vía Panamericana, Cauca - Pital, 11 octubre 2020 El llamado es a la Minga para defender la paz, el pueblo Paez, las organizaciones campesinas y estudiantiles atienden la consigna y se juntan a los pueblos originarios para decirle al país y al mundo que #NosEstanMatando por defender la vida. Nuestros líderes y lideresas están sufriendo el exterminio sistemático y queremos que se implementen los acuerdos de paz.

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Armenia, Quindío - Marcha hasta la Plaza Bolívar, 15 octubre 2020 La Minga camina y no se rinde. Seguimos nuestra marcha hacia Bogotá, con música y cultura ancestral, para llevar el mensaje al Gobierno nacional y al conjunto de la sociedad colombiana, que este torrente hecho de pueblos negros, indígenas, comunidades campesinas, juventudes, estudiantes, docentes, sindicatos, movimientos urbanos, víctimas del conflicto armado, líderes y lideresas sociales y ciudadanías dignas que defendemos la vida, el territorio, la democracia y la paz, ¡SEGUIMOS JUNTXS Y FORTALECIDXS!

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Armenia, Quindío - Plaza Bolívar, 15 octubre 2020 Bruce, el canino minguero, guardián de la guardia indígena y caminante por la dignidad de los pueblos, comunero, acompañando toda la juntanza de la Minga que llega a Armenia.

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Calarcá, Quindío - Mariposario, 16 octubre 2020 La Minga camina y no se rinde. Avanza la Minga social y comunitaria por la vida, el territorio, la democracia y la paz. Salimos de la ciudad de Armenia hacía Ibagué. Chivas, mingueras y mingueros, animales y espíritus nos acompañamos en este digno caminar por el alto de la línea, entre nubes y montañas, cada vez más cerca de Bogotá.

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En camino al Tolima, Ibagué Chivas, 16 octubre 2020 Los espíritus mayores, junto a nuestros médicos tradicionales y los protocolos de bioseguridad son parte de la Minga, el COVID-19 no es tan peligroso como el mal gobierno, nos cuidamos en comunidad, la Minga no trae enfermedad, la enfermedad viene de Occidente y no puede detener el torrente de dignidad por el que luchan los pueblos.

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Ibagué, Tolima - Plaza de Toros, 16 octubre 2020 Viajamos todo el día desde Calarcá, la Guardia forma en la plaza, mientras helicópteros de la fuerza pública sobrevuelan y estigmatizan con sus altavoces a la Minga, el tratamiento militar a la movilización pacífica es parte del repertorio de odio del Estado hacia el pueblo.

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Hacia Fusagasugá, Cundinamarca - Chivas, 17 octubre 2020 La Minga es juntanza, fogón, fuerza ancestral, alimento, comunicación, saberes ancestrales y costumbres milenarias, las chivas van cargadas de dignidad, de la voz de los pueblos y de una reivindicación política para decirle al Estado, al presidente Duque y a todos los ciudadanos que queremos que paren las masacres, queremos paz y buen vivir en los territorios ancestrales, campesinos, afros, educación digna e implementación de los acuerdos con la FARC.

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Fusagasugá, Cundinamarca Alcaldía, 17 octubre 2020 La comunicación es parte fundamental de la Minga, l@s jóvenes se apropian de las herramientas para llegar a todas las personas y juntarnos en la movilización pacífica hacia Bogotá, le hacemos frente a los medios de comunicación tradicionales que discriminan y estigmatizan al pueblo que pide paz. La historia que nunca nos han contado hoy empieza a ser visibilizada por el trabajo y responsabilidad de los medios alternativos.

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Fusagasugá, Cundinamarca Alcaldía, 17 octubre 2020 Cientos de personas salen al recibimiento de mingueras y mingueros, hoy palabreamos aquí entre pueblos, movimientos sociales y ciudadanías, para reforzar nuestros pasos hacia Bogotá. En la plaza central del municipio, cientos de procesos urbanos y populares, movimientos sociales, colectividades ciudadanas y familias se juntaron a esta Minga para gritarle al mundo que a los territorios nunca llegó la paz. Hoy seguimos nuestra marcha hacia Bogotá, con nuestros corazones y espíritus unidos y firmes.

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Soacha, Cundinamarca – Chivas, 18 octubre 2020 La música armoniza el camino hacia Bogotá, miles de personas de Soacha salen a recibir la Minga, desde los puentes peatonales arengan y extienden pancartas, hacen calle de honor a la dignidad y a la reivindicación política que llevan más de 50 chivas. Se siente el amor y las ganas de transformar la realidad que hoy desangra los territorios.

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Soacha, Cundinamarca – Chivas, 18 octubre 2020 La música armoniza el camino hacia Bogotá, miles de personas de Soacha salen a recibir la Minga, desde los puentes peatonales arengan y extienden pancartas, hacen calle de honor a la dignidad y a la reivindicación política que llevan más de 50 chivas. Se siente el amor y las ganas de transformar la realidad que hoy desangra los territorios.

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Bogotá, Cundinamarca – Marcha hacia la Casa de Nariño, 19 octubre 2020 Con instrumentos ancestrales llamamos a la unidad, que es uno de nuestros principios, hoy nos alegra ver en las calles bogotanas muchas otras voces que se unen a este grito de resistencia. Exigimos al Gobierno nacional no ignorar nuestras voces, atender el llamado al debate político y darle la cara al país para aclarar cuáles son las medidas que se tomarán frente a la violencia que viven nuestros territorios.

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Bogotá, Cundinamarca – Juicio Ancestral al Presidente Iván Duque Márquez. Plaza de Bolivar, 19 octubre 2020 El presidente de Colombia NO ATENDIÓ el llamado del pueblo, dejó una vez más la silla vacía, y con ello da la espalda a los territorios y comunidades hoy movilizadas por la vida, el territorio, la democracia y la paz. Pueblos indígenas, afros, campesinos, estudiantes, trabajadores llenaron la plaza bolívar y al unísono estuvieron de acuerdo con el juicio ancestral. 19 de octubre del 2020, día histórico para Colombia, juicio a Iván Duque Márquez y a su gobierno de terror y odio, se hizo el llamado nacional a la paz y a la unidad.

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Bogotá, Cundinamarca – Palacio de los Deportes, 20 octubre 2020 El fogón ha sido ancestralmente estandarte y símbolo de unidad, nos llama a juntarnos, alimentarnos y a organizarnos para el buen vivir comunitario, la Minga es fogón, las ollas están llenitas de dignidad y de la reivindicación política que trajo la Minga a Bogotá.

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