Al borde de la colina. Sistematización de experiencia comunitaria de protección al cerro El Capricho

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SISTEMATIZACIÓN DE LA EXPERIENCIA COMUNITARIA DE PROTECCIÓN AL CERRO EL CAPRICHO (SAN JOSÉ DEL GUAVIARE-GUAVIARE)

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KELLY JOHANA PEÑA RIVEROS SOCIÓLOGA CONTRATISTA

CONSORCIO POR EL DESARROLLO INTEGRAL SOSTENIBLE Y LA PAZ DEL GUAVIARE SAN JOSÉ DEL GUAVIARE OCTUBRE DE 2014

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CONTENIDO INTRODUCCIÓN ...................................................................................................................................4 1.

CRÓNICA DE UN ENCUENTRO ENTRE LA PICA Y LA MONTAÑA DEL BOSQUE HÚMEDO TROPICAL 7

2.

REDES FAMILIARES Y VECINALES ...............................................................................................20

3.

LOS CULTIVOS ILÍCITOS, LA PRESENCIA DEL CONFLICTO ARMADO Y EL CERRO EL CAPRICHO .....27

4.

LAS ZONAS PROTECTORAS FORESTALES.....................................................................................30

5.

LA COLINA Y SU AGUA ..............................................................................................................33

6.

LA SELVA Y EL FUTURO DEL CERRO ............................................................................................36

BIBLIOGRAFÍA ...................................................................................................................................40

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La colonización es siempre un apasionante episodio que se alimenta de futuro. El colono es un hombre que busca desesperadamente dejar atrás su pasado, y hay en él una silenciosa conciencia de que sus privaciones serán recompensadas. Vive de la esperanza. Asume su adversidad cotidiana con la entereza de quien se sabe un pionero (...) es un fundador y por ello el historiador rústico de una experiencia que no tiene historia. Alfredo Molano, Selva Adentro (1987)

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Cláusula de exención de responsabilidad Este documento es resultado del trabajo de consultoría realizado por Kelly Peña Riveros y su equipo técnico para el Programa Nuevos Territorios de Paz NTP en el Guaviare. El contenido de este documento es responsabilidad de la consultoría contratada por el consorcio para el Desarrollo Integral Sostenible por la Paz –Deispaz- y no refleja las posiciones del Departamento para la Prosperidad Social –DPS-, ni de la Unión Europea – UE-.

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INTRODUCCIÓN El sentimiento como lógica afectiva aguza la imaginación en una cadena de efectos sucesivos que se expresa en las mil y una formas de la creatividad popular (Fals Borda, 1985). La familia, los amigos, las redes de solidaridad, en algún momento se reflejan en grandes obras humanas. Decía Fals Borda repetidamente cuando hablaba de kasiyadu que la solidaridad era uno de los elementos de la identidad colombiana que habíamos heredado del campesinado. Son pues, estas redes de la solidaridad campesina y el compadrazgo los que guían la acción de Víctor Roldán, sus familiares y amigos para conseguir un objetivo concreto; fundar un pueblo. No existía para ellos ningún manual que les refiriera como hacerlo, más no lo necesitaban. Hijos de montaña, sabían cómo usufructuar los recursos y hacerlos sostenibles en medio de esos grandes sueños. No había frontera para la tierra, estaba toda ahí a su disposición, sin embargo, el agua no es algo que dure para siempre, esa era la gran certeza de Víctor Roldán y se la allegó a todos sus cercanos como quien siembra una semilla en un nuevo campo. Era un ideólogo decía en sus conversaciones Mauro Mendoza, construyó una idea de un nosotros como lo hace “Chepe” Corba en sus disquisiciones sobre el cerro. Esa es la forma más rudimentaria pero a la vez más compleja de ejercer poder; “Poder es ser capaz de actuar bien en la vida con lo que uno

sabe y lo que tiene a mano” (Fals Borda, 1985). Este texto intenta acercarse a una experiencia de vida que ató a otras a una idea de preservación para proyectarse un futuro. En un país donde la distribución de la tierra es tan desigual y empuja al campesino inevitablemente a la pauperización en la ciudad, copando sus cinturones de miseria, los campesinos han buscado la solución a su tragedia en estos “nuevos territorios”. Esta situación ha ampliado la desventura a otras dimensiones como la naturaleza y a los indígenas que la habitaban, no obstante, experiencias como la de los “caprichosos” son un botón de muestra que es posible Cra 22 Nro. 11-36, Barrio La Esperanza, San José del Guaviare, correo electrónico: c.deispaz@gmail.com, deispaz@hotmail.com, celular 3102651752-3102650780

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concebirse de manera diferente, ante la incesante negación del campesinado como sujeto primordial de la formación social colombiana. Es posible que la solución que por décadas se ha buscado en el Estado, como la Paz con Justicia Social se encuentre en una sociedad civil autogestiva que va creando alternativas a los problemas estructurales. La Amazonia constituye otra de las reservas de bienes naturales más importantes del planeta, tal vez la más importante hoy existente. Se extiende por 7,5 Millones de km – el 40% de la superficie continental de América del Sur – y abarca territorios de ocho países latinoamericanos, la atraviesa la cuenca del río más grande del globo y contiene la quinta parte de las reservas de agua dulce, una de las mayores densidades de fauna y flora de la biosfera y el bosque tropical más extendido donde viven un tercio de las especies conocidas (Seoane & Taddei, 2009). Hoy día pensar en su protección implica negociar, dialogar, construir con todos sus actuales habitantes en relaciones simétricas, incitando a procesos de apropiación de dicha protección, desde la coherencia de una necesidad de protección para el bien común y no para las empresas que hoy día tienen puestos los ojos en estos territorios. Finalmente, este documento se estructura en cinco capítulos: un primer capítulo que intenta capturar la historia de la colonización del Capricho desde un análisis de dicho proceso y su relación con la preservación del cerro, un segundo capítulo que aborda los procesos organizativos como medio para que dicha preservación tuviese lugar, un tercer capítulo que continua una narración histórica sobre la relación entre el cerro, el conflicto armado y los cultivos de uso ilícito, un cuarto capítulo que profundiza sobre el agua como recurso de uso común y finalmente, un capitulo quinto que habla del futuro del cerro y su bosque como motivador para seguir con el proceso comunitario de protección del cerro El Capricho.

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1. CRÓNICA DE UN ENCUENTRO ENTRE LA PICA Y LA MONTAÑA DEL BOSQUE HÚMEDO TROPICAL

“En Colombia, entre 1960 y 1978 la superficie total destinada a la agricultura se incrementó de 5 millones a 8.8 millones de hectáreas. Cumpliendo los propósitos gubernamentales, el mayor crecimiento se produjo en los cultivos comerciales hacia donde se dirigieron los mayores incentivos y las facilidades de financiación del Fondo Financiero Agropecuario. Los Cultivos de algodón, arroz riego, sorgo, soya y azúcar fueron los más favorecidos, en detrimento de cultivos tradicionales como el maíz, el frijol, el plátano o la yuca. Los primeros, cuyos requerimientos de capital solo podían ser cubiertos por empresarios capitalistas, eran cultivos altamente subsidiados que rompían la lógica de la producción tradicional” (CORPOICA, 1999). Colombia, para mediados del siglo XX se sumía en la consolidación de un modelo agroalimentario que se configuraba a favor de la agroindustria, el monocultivo y la concentración de la tierra relacionado al declive y transformación del conflicto bipartidista endémico en el campesinado, transformándolo demográficamente de un país rural a un país en transición a la urbanización. Eminentemente el gran damnificado de todo este proceso era el campesinado colombiano. “Diferentes han sido las causas que obligan al campesino a trasladarse al territorio del Llano como una de las zonas de colonización; el proceso de concentración territorial en la región Andina, expulsión del pequeño y mediano productor, violencia política y social, etc. El colono busca un lugar que le permita trabajar en paz y a que además le sea propio. Las características más comunes de estos campesinos y sus familias es que se vinieron compelidos por la fuerza de las circunstancias a abandonar su lugar de nacimiento cuando se agotaron todas las posibilidades de supervivencia como individuos y como familia. Traen consigo todas las secuelas de la pobreza, el analfabetismo, la mala nutrición, la carencia de capital y las frustraciones. Su único

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patrimonio lo constituye su fuerza de trabajo y la esperanza de ver redimidas su vidas” (Acero Velásquez, 1991). La historiografía de la colonización de la Amazonía Colombiana caracteriza dos tipos de migraciones; una, asociada a la combinación de la pequeña producción agropecuaria excedentaria para el abastecimiento de los mercados locales [con ] (1) las prácticas de extracción cauchera (que tuvo otro pequeño auge durante la segunda guerra mundial), (2) a la extracción de maderas, principalmente el cedro, (3) a la caza de animales para la exportación de sus pieles y cueros a Europa y los Estados Unidos (esta actividad se conoció en Colombia con el nombre de tigrilleo) y (4) a la extracción del recurso hidrobiológico para abastecer a Bogotá y sus poblaciones vecinas (exportación amazónica de pescado seco a los Andes) (Salgado Ruiz, 2012) que data de los años treinta a los cincuenta, denominada sociológicamente como colonización rapaz y otra, que se caracterizó por dos frentes de colonización y que inicia en los años cincuenta compuesta en una parte por un campesinado pauperizado en la disyuntiva de migrar a las ciudades o iniciar un viaje aventurero hacía la selva en busca de “la tierra para el que la trabaja” y las columnas de marcha que surgieron a mediados de 1955 en el marco de “un operativo militar de gran envergadura contra las zonas rojas de Sumapaz (Cundinamarca) y Villarica (Tolima) (Molano, 1990). La caracterización que Alfredo Molano da al frente de colonización iniciada durante este tramo de tiempo por el campesinado no armado fue la de colonización espontánea: “Por el río Ariari, desprendiéndose del piedemonte, de Granada, de San Martín, de Acacias o bien directamente del interior del país, a través de Bogotá, la colonización espontánea (...) es inorgánica y, más que metas explicitas, acaricia sueños difusos” (Molano, 1987). Sin embargo, Salgado (2012) contradice esa tesis afirmando que “la región amazónica en Colombia ha sido una de las principales regiones receptoras de grandes contingentes de campesinos expulsados de sus territorios, por factores ligados a la presión del mercado, a la implementación de programas de restructuración agraria y la persecución política. Según los datos censales, entre 1938 y 1973 esta región recibió 208.471 personas, las cuales, en su mayoría, estaban huyendo de la guerra. Los empresarios Cra 22 Nro. 11-36, Barrio La Esperanza, San José del Guaviare, correo electrónico: c.deispaz@gmail.com, deispaz@hotmail.com, celular 3102651752-3102650780

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agrarios y el Estado colombiano habían emprendido una de las primeras guerras no declaradas contra el campesinado. Para este período, conocido como la “Violencia”, fueron asesinados más de 200.000 campesinos y cerca de 2.000.000 de ellos fueron obligados a emprender nuevas jornadas de colonización forzada por todo el país, o a incrementar los cinturones de miseria de las grandes ciudades”. Más que encontrarse a favor de alguna de las dos tesis, ambas presentan elementos complementarios a lo que se puede observar en la colonización del Capricho (Guaviare). Ambas describen dicho proceso simplemente que una se posiciona desde la estructura y la otra desde el sujeto. Cómo el ideal de este texto no es separar individuo y estructura analíticamente se tomarán los dos conceptos para observar la migración de jóvenes decididos individualmente a iniciar una nueva vida y que a la vez son forzados a constituirla en otro lugar por razón de la coyuntura social del momento, es decir, entendiendo a su vez que son producto de un “sistema de disposiciones durables y transferibles que expresan, bajo la forma de preferencias sistemáticas, las necesidades objetivas que lo han producido” (Bourdieu, 1983). “La colonización armada y la campesina proveniente del Ariari, ya entremezcladas, dejaron su huella en la ocupación de las vegas de los ríos Guayabero, Ariari y Guaviare. Y aunque también se adentraron en tierra firme, este último territorio se pobló más que todo por una nueva ola de migrantes, conocida como la colonización del El Retorno. Esta colonización se inició en 1968 por iniciativa de dos personas, el comisario del Vaupés (a cuya administración pertenecía la región del Guaviare en aquel entonces) y el periodista Orlando López García, quien dirigía desde Cali, un programa radial dedicado al campo. Conmovido por las decenas de familias migrantes que le escribían sobre la miseria en que vivían en las ciudades, el periodista acudió al Incora y, cuando allá le comunicaron que no ayudaban a "excampesinos" lanzó el proyecto de colonización. Este consistió en una campaña de radio, la ayuda de la Fuerza Aérea para transportar familias en sus aviones y unos campamentos construidos por la comisaria en el sitio de Caño Grande (después llamado El Retorno). Se delinearon lotes de 50 hectáreas por familia y se realizó

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una campaña de salud a través de la prensa y la radio. Ese fue todo el apoyo institucional con que contaron los colonizadores” (Meertens, 1988). El gobierno y la empresa privada se asociaron a la iniciativa y los políticos la vieron como una gran oportunidad para crear un coto electorero. En pocos meses la colonización, medio dirigida, medio espontánea, era un hecho (Molano, 1987). En efecto, el Comisario del Vaupés, Narcisio Matus Torres en ese momento fue quien realizó su campaña “de Retorno al Campo” aprovechando las circunstancias y estimulando una migración principalmente de Boyacá, de “filiación conservadora. Había sido llevado por un líder político de Boyacá para contrarrestar la fuerza política liberal que hasta ese momento predominaba en el Guaviare. Así, llegaron familias de las regiones de San Luis de Gaceno, Almeida, Cedros, Campohermoso y Rondón, todos pueblos que combinaban su ultraconservatismo con el agobiante problema del minifundio, razón suficiente para aceptar la invitación a la migración por parte de su jefe político” (Meertens, 1988). El Retorno era un municipio a treinta kilómetros al sur de San José, tuvo este nombre dado que muchos de estos campesinos que fueron llegando encontraban en esta migración la posibilidad de retornar al campo. En una de las entrevistas realizada por Alfredo Molano (1989) describe la migración al Retorno así: “al año las cosas comenzaron a cambiar. La gente llegaba sin parar. Detrás de los caldenses llegaron antioqueños y vallunos, tolimenses aporreados por la violencia y huilenses desterrados; gente de Cundinamarca, de los lados del Guavio y de Medina. La palma se la llevó fue Boyacá. De toda esa región del Valle de Tenza y San Luis de Gaceno llegaron cientos” (Molano, 1989). Es bajo está época, en 1968 que migran al Guaviare Víctor Roldán, José María Corba y más adelante, su primo de 14 años Mauro Mendoza y Julio Roldán del Valle de Tenza (Boyacá), zona de producción minifundista -el padre de José María Corba tenía una finca de 13 Has- (Corba, 2014a). “En Valle de Tenza y San Luis de Gaceno el que más tenía en ese tiempo eran 3 fanegadas, habían fincas de media hectárea y ante la posibilidad pues los hombres comenzaron a venirse, las familias de Boyacá son numerosas entonces se venían 18 personas sólo de una familia y así comenzaron a consolidarse las veredas” Cra 22 Nro. 11-36, Barrio La Esperanza, San José del Guaviare, correo electrónico: c.deispaz@gmail.com, deispaz@hotmail.com, celular 3102651752-3102650780

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(Mendoza, 2014b). Es posible que estuvieran un año o dos antes de la gran migración de Boyacá, porque no relacionó con el conservadurismo ni con el mensaje radial. Vinieron con un colono que compró una tierra en el Retorno cuando este era corregimiento y él formó una finca en la vereda El Trueno, “era el rico de la región, allá tenía buena ganadería, tenía (...)1 trapiche, caña, plátano, yuca, gallinas, marranos, de todo, era una finca ya organizada” (Corba, 2014b). Describen los alrededores de El Retorno lleno de fincas “de una hectárea de tumba y un ranchito en techo de palma, eran todas las casas a bordo de carretera” (Corba, 2014b), está construida por un buldócer y el caserío en proceso de fundación donde había un rancho grande en techo de tarriago, ahí se guindaban las hamacas, era el hotel del pueblo (…) le vendían comidita, pescadito, yuquita, plátano”. También en las entrevistas de Alfredo Molano (1989) existe una pequeña descripción para la época: “En El Retorno, que todavía no se llamaba así sino Cañogrande, había únicamente dos ranchos. Uno lo había hecho la comisaría y era el parador donde guindábamos; el otro era la tienda de un tal Horacio, que ahora anda por las bocas del Inírida. Vendía salchichas enlatadas, tacos de galletas y gaseosas. Llegamos directamente a guindar. En ese tiempo no había paludismo y esto no era Guaviare sino Vaupés” (Molano, 1989). Ellos vivieron un tiempo en el Retorno y fueron descubriendo la enorme selva que desde los ojos de la colonización significaba gran cantidad tierras baldías. Comenzaron a indagar con la gente del caserío, cómo se podía acceder a ellas. Es reseñado en varios documentos el momento en el que se generaban expediciones a diario para acompañar la búsqueda del requirente de un lugar deseado para “fundarse”. “En este proceso de reasentamiento, las organizaciones campesinas, -tanto el Sindicato de Pequeños Agricultores del Alto Ariari, como el Movimiento Agrario del Pato y el Guayabero- jugaron un rol determinante en la conducción de la colonización hacia el Guaviare y el Caquetá, respectivamente (Molano, 1987; González, 1992). Estas organizaciones indicaban la ruta a seguir y el lugar donde los campesinos podían establecerse. Obviamente, igual papel central jugaron los campesinos que estaban asentados de tiempo atrás en el área. Ellos 1

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le indicaban al campesino recién llegado el punto o espacio donde podían construir su casa -que inicialmente no fue más que un cambuche – y su predio, es decir, el sitio donde podía fundar (una acepción lingüística que denotaba que tenía que re-iniciar su vida familiar y social)” (Salgado Ruiz, 2012).

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Foto 1. Víctor Roldán en las fiestas de El Retorno

Para este tiempo Víctor Roldán tendría 25 años y José María “Chepe” Corba tendría 20 años. La juventud y el género de los migrantes colonizadores es una constante en la migración de la época; para el contexto selvático en el que se introducían sólo era posible que la mayor parte de ellos cumpliera con estas dos características poblacionales: migración de hombres solteros con altísima capacidad de fuerza de trabajo con experiencia, herederos de la tradición de trabajo rural y con expectativa de prolongar ese habitus hacía el futuro. La constante en la región era tomar las tierras baldías de las que se encontraban al borde de la carretera El Retorno-San José del Guaviare, sin embargo, Víctor Roldán y José María Corba se interesaron más por adentrarse a la selva para poder capitalizar mucho más los Cra 22 Nro. 11-36, Barrio La Esperanza, San José del Guaviare, correo electrónico: c.deispaz@gmail.com, deispaz@hotmail.com, celular 3102651752-3102650780


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recursos de la naturaleza. Ante la prerrogativa de conseguir tierras selva adentro, algunos colonos del lugar se ofrecieron para consolidar un grupo expedicionario conformado por diez personas, entre ellas; Juan Sánchez, Gonzalo Lozano, Martín Porras, José María Corba y Víctor Roldán: “si quiere lo llevamos, nos reunimos un grupito y vamos por dentro de la selva y le mostramos la selva y pues si le gusta la tierra y quiere coger un pedazo pues lo hacemos” (Corba, 2014b). El grupo inició la búsqueda desde “El Retorno” hasta lo que actualmente se llama Cerritos, por la pica que terminaba en ese lugar y decidieron pasaron la noche haciendo un primer campamento de tarriago para cubrir la candela “el dormidero de nosotros era de un árbol a otro guindábamos el chinchorro, le colocábamos el toldillo y encima un plástico, ese era nuestro campamento, nosotros no teníamos techo, el techo era la selva y únicamente techábamos el fogón donde cocinábamos, en el momento que llegamos volaron una cantidad de tentes, matamos tentes, hicimos la comida como con siete tentes, los cocinamos y ellos dijeron a un señor que estaba ahí, que se iban a fundarse allí y dijo él el caño es mío, de ahí para allá lo que quiera, avancen busquen caños, busquen piedras, donde se amañen cojan eso” (Corba, 2014b). De acuerdo a la narración de José María Corba, por la mañana avanzaron haciendo pica, subieron a donde actualmente vive Julio Gabanzo en alto Cerritos y ahí se encaramaron en un árbol, miraron por encima de la selva, vieron las hondonadas y pensaron que ahí debían haber caños, razón por la cual orientaron la pica hacía las hondonadas en línea recta y llegaron a los nacimientos del caño que ahora es el del colegio, pasaron el caño y llegaron al grande que actualmente se llama Caño Capricho. La colonización de esta época es principalmente aluvional (Cubides, 1989). Si bien, los protagonistas de la colonización del Capricho no se establecieron en la vega del Río Guaviare, encontraron en una red de caños el lugar para establecerse. Caño Capricho, Caño Caribe, Caño Dorado, Caño Triunfo fueron bautizados por aquellos fundadores que se va creando paisaje en cuanto se va avanzando y abriendo pica. El establecimiento de la toponimia de los lugares y accidentes geográficos implicaba para el colono la apropiación del territorio. “El consenso determina un nombre el cual refleja la Cra 22 Nro. 11-36, Barrio La Esperanza, San José del Guaviare, correo electrónico: c.deispaz@gmail.com, deispaz@hotmail.com, celular 3102651752-3102650780

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idiosincrasia del colono que va creando y transformando el paisaje según sus necesidades y aspiraciones” (Acero Velásquez, 1991). Ahí establecieron sus “fundaciones” con fincas grandes a diferencia de muchas fundaciones en el contexto del Retorno. En principio, mientras la tierra se adaptaba a la agricultura y la ganadería, fueron usufructuando del pescado y la marisca para la venta en el Retorno. “Se encontraron en un vasto territorio, huérfano de una trayectoria agrícola o ganadera y con un colono que más que campesino era un trotamundos. Por ello, y naturalmente por su origen campesino, las nuevas modalidades de colonización se asentaron en las vegas de los ríos, abriéndose así un periodo de reacomodo entre las tres fuerzas de la vida social de la región. Los viejos colonos, algunos ricos, que controlaban el comercio de pescado y pieles y el comercio de abastecimiento, vieron con desconfianza pero con esperanza a los recién llegados. Estos, sin poder imponerse de entrada, debieron aceptar las reglas de juego establecidas: vender pescado y pieles a los comerciantes del río. Sin embargo, al lado de la caza y la pesca, los nuevos colonos comenzaron a desarrollar una actividad hasta entonces despreciada y, por despreciada, un tanto insólita en aquellos parajes: la agricultura. Por primera vez se observaron a lo largo del Guaviare quemas de bosques, "descumbres" que con el tiempo se convertirían en "mejoras" (Molano, 1987). Un día intentado ampliar el lindero de Víctor Roldán y Julio Roldán y se encontraron con el Cerro, subieron por la pica y se dieron cuenta de los nacederos, de la abundancia de fauna. Los colonos que se iban estableciendo se les iba diciendo, “si usted quiere hacerse al borde de la Colina, se puede hacer, pero no puede tumbar ni un metro de lo que es rocoso” (Corba, 2014b). La gente del Retorno (o Caño Grande en ese entonces) los llamo Caprichosos por no quedarse en el asentamiento que se estaba consolidando y de allí nace el nombre del Capricho. Describen esa visión del cerro así: “Si sabíamos del Cerro pero no lo veíamos porque la montaña era tan grande que no se veía, pero nosotros apenas nos le medimos al cerro y lo conocimos por debajo de la selva, sin haber picas ni nada sino que Víctor Roldán era muy baquiano para la selva, entonces el hacía todo ese trabajo y nosotros lo seguíamos (…) el Cerro en sí no lo veíamos pero desde Mirolindo si se miraba, de cualquier rosadito Cra 22 Nro. 11-36, Barrio La Esperanza, San José del Guaviare, correo electrónico: c.deispaz@gmail.com, deispaz@hotmail.com, celular 3102651752-3102650780

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ya se miraba ya distante ya más de 5 Km, allá donde hicimos los primeros rosados se miraba bien” (Mendoza, Primera entrevista Mauro Mendoza, 2014). Los primeros años se pueden ver cómo años de consolidación de un proceso transicional, donde con elementos de la colonización anterior se fue apuntalando insertando la agricultura; su asiento en el Capricho no fue total sino hasta los primeros años, después de la expedición regresaron a los 4 meses y así fueron transitando de El Retorno (Guaviare) a las fundaciones y en algunos casos, como Mauro Mendoza, de catorce años aproximadamente ese paso de la economía extractiva en su vida a la agricultura fue transversalizado por largas temporadas por el Río Inírida en busca de pieles. La tigrillería fue uno de los mayores sustentos en principio, aunque su entelequia era diferente. Se vendían las pieles para comprar ganado como una manera de fortalecer las fincas ya fundadas, diferenciándose así de la tigrillería de la colonización rapaz, como lo afirma Molano (1987): “El tamaño de "la pica" expresa, por último sus sueños”.

Foto 2. Juventud de Víctor Roldán

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La alimentación estaba basada en la cacería, ya que la comunicación con el centro poblado del Retorno no era tan fácil de lograr, era necesario, en ese entonces, consolidar la colonización, de manera que se fueron asentando más familias allegadas y acogidas por estos primeros grupos de colonos en un campamento mientras “se les otorgaba las tierras” por estos mismos. El Cerro o la Colina como le llaman en El Capricho no estaba en los posibles territorios de “fundación”, se asumía en principio que había suficiente tierra todavía para tumbar y que esta era propiedad de Víctor Roldán2. Es posible pensar que no se entendiera en ese entonces como baldío, es decir, como común y expropiable, sino que tenía un único poseedor que argüía la preservación como una manera de perpetuar un bien de uso común: el agua que dicha colina producía. Para Víctor Roldán el agua tenía diferentes servicios: “Al cerro le caen varias cañadas bajan y atraviesan por la finca, fuera de eso pasa un caño grande que es el caño capricho que también atraviesa toda la finca, baja otro caño por el cerro que se llama Orocio que también baja por otro costado de la finca. Él decía, yo aquí me voy a ahorrar kilómetros de cerca, pues, porque por los caños le iba a servir a él de cerca” (Roldán E. , 2014). La distribución de la tierra desde el principio fue controlada principalmente por Víctor Roldán: “La idea del fundador aquí fue que él cogía su cerro y a nosotros nos dejaba lo que él quisiera, para acá él me dejó, don Chepe le dejó para allá y así consecutivamente (…) el baquiano, él dijo que su cerro (…), a lo mejor duró más de diez años que era por tenerlo, no se rosaba, venía a cacería, porque en esto había una cacería especial, venado, cafuche, zaínos, pava, entonces veníamos más a la cacería, a la sola cacería que eso” (Mendoza, 2014). La vocación agrícola de esta colonización es observable en las narraciones. “veníamos solamente por pescar y empezar a hacer rocería, por empezar a hacer los primeros semilleros de toda cosita, cada uno traíamos un colino de plátano, el otro dos semillas de yuca, el otro una semilla de caña, así cada uno iba trayendo algo y de eso era la semilla que se iba a fabricar para el otro año que sería en el año 71, sería para sembrar 2

No es muy claro aún si la propiedad autoproclamada era de Víctor Roldán o era compartida por José María Corba. Cra 22 Nro. 11-36, Barrio La Esperanza, San José del Guaviare, correo electrónico: c.deispaz@gmail.com, deispaz@hotmail.com, celular 3102651752-3102650780

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de esas mismas semillas que se producían, o sea no se traía por arrobas, no se traían, sino era por onzas, por pepitas, por maticas” (Mendoza, 2014). Más adelante, varios motivos conllevaron a la consolidación de procesos organizativos. En primer lugar era de vital importancia solidificar objetivos concretos en la conformación del territorio “Ya comenzamos a pensar, bueno, como nosotros estamos a nueve horas de camino del Retorno organicemos un sitio para que algún día esto sea un pueblo, hagamos un pueblo acá y comenzamos a correr la selva y a buscar el sitio, buscamos un sitio que eran las bocas del Dorado, donde desemboca el caño Capricho y el Dorado, ahí fue un sitio que nos gustó que para hacer el pueblo, después, que allá en Caño Claro, hicimos una reunión de los colonos, dijimos no, el mejor sitio, por votación ganó allá, entonces como íbamos a hacer el pueblo allá, colocáramos la primera escuelita allá” (Corba, 2014b). Posterior a todo ello, hubo un accidente donde se quemó la escuelita y dado que, en ese momento se encontraba un buldócer construyendo la vía de Triunfo 2 al Retorno, deciden hacerlo en la finca de Víctor Roldán, teniendo en cuenta el agua gravedad que les da la colina. Todo ello tiene que ver, en principio, con la necesidad de legalizar las fundaciones. Sin embargo, este motivo no es el único, ya que muchos de ellos venían de lugares cercanos de Boyacá y tenían algunas relaciones de parentesco que se desarrollarán más adelante y estas se debían consolidar en figuras que permitieran fortalecer la idea de comunidad de manera organizada. “Por ahí unos tres años o cuatro años después, por ahí en el año 74, ya empiezan a planear que hay que hacer una Junta de acción Comunal entre esos poquitos, empieza a planear de que él si va coger ahí pero que a nadie, le va a proponer que nadie tumben el cerro porque algún yo no sé cuántos años se secaba el agua y que ese cerro iba a ser la fuente de agua y que ese cerro iba a ser la fuente de agua de esta jurisdicción y próximamente para El Retorno” (Mendoza, 2014).

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Foto 3. Acta de Creaci贸n de la Junta de Acci贸n Comunal

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Se fue estableciendo un poder legitimado por la antigüedad, que se solidificó en la creación de la Junta de Acción Comunal en 1974 con 28 socios3, siendo presidente de dicha Junta Víctor Roldán y secretaría su hermana Bárbara Roldán, esposa de su primo José María Corba. En principio, como lo observa Salgado (2012) “En este proceso de construcción territorial, de nuevas relaciones sociales e identitarias, de resignificación de estigmas y de establecimiento de nuevas lealtades y solidaridades, se gestaron las veredas. Estas se fundaron a partir del reencuentro con familiares, viejos vecinos y paisanos que habían marchado también hacia la selva, del interrelacionamiento con otros pobladores procedentes de diferentes regiones de Colombia, y del intercambio, entre todos ellos, de afectos, bienes y fuerza de trabajo” (Sahlins, 1976). A las veredas se les asignaron nombres que identificaran a sus pobladores, el lugar de donde procedían o que reflejaran algún atributo natural, y en ellas, en las veredas, resurgieron de nuevo altos niveles de solidaridad y de comprensión y se reconstituyeron espacios simbólicos de lealtad y de compromiso comunitario (Acero Velásquez, 1991).

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Véase solicitud de personería jurídica al comisario especial del Vaupés Dr. Anastasio Matus Torres sin fecha, probablemente en noviembre del 1974. Cra 22 Nro. 11-36, Barrio La Esperanza, San José del Guaviare, correo electrónico: c.deispaz@gmail.com, deispaz@hotmail.com, celular 3102651752-3102650780

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2. REDES FAMILIARES Y VECINALES FINCA AL BORDE DEL CERRO ABUELO

ABUELA

PASTOR PIÑEROS

MADRE DE

HILDA AMIGO DE VÍCTOR ROLDÁN VIVIÓ EN EL CAPRICHO

MAMA DE CHEPE

MAMA DE VÍCTOR

SECRETARIA JAC

RAUL MENDOZA

MAMA DE MAURO

VIVÍA CERCA AL CERRO EN LOS PRIMEROS AÑOS

BÁRBARA JULIO ROLDÁN ROLDÁN FUNDADOR/PRESIDENTE JAC JOSE MARÍA CORBA

FINCA AL LADO DEL CERRO MAURO MENDOZA

? HENRY CORBA (ROLDÁN)

Leyendas de relaciones emocionales

?

Símbolos del genograma

ALIX ROLDÁN

20

HILDA

VÍCTOR ROLDÁN

ELKÍN ROLDÁN

1 Buenos amigos / amistad muy cercna

Leyendas de relaciones familiares ? Masculino Femenino Género Defunción desconocido

4 Inmigración

7 20

Genograma 1. Familias constituidas en El Capricho

Como se observa, la mayor parte de la fundación y consolidación de las fincas aledañas al Cerro en el sector de la vereda el Capricho eran de la misma familia o tenían lazos con otras familias, asegurándose una red de familiares y allegados que asumieran el compromiso de no tumbar ‘la Colina’. Es muy interesante ver en principio, cómo la colonización del Guaviare contenía gran parte de los problemas que el nuevo modelo agrario venía imponiendo para Colombia, porque muchos de los colonos, con “su cultura al hombro”, la abundancia de la selva en forma de espacio y territorio propio (apropiado) y las miles de necesidades que los obligaron a desplazarse se mezclaran para realizar un sueño; “la tierra para el que la trabaje”. Muchos de ellos, en el impulso por conseguir dicho sueño devastaron gran parte de los territorios que iban poblando en muy poco tiempo, sin embargo, en este caso puntual, a pesar de las generalidades culturales e sociales compartidas con otros Cra 22 Nro. 11-36, Barrio La Esperanza, San José del Guaviare, correo electrónico: c.deispaz@gmail.com, deispaz@hotmail.com, celular 3102651752-3102650780


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procesos de la colonización guaviarense, se genera un límite y un compromiso frente al paisaje. Las redes familiares permiten en primera instancia elaborar escenarios de confianza que otras formas de asociación no, dado que facilita el diálogo como lo destaca Ostrom (2000): se hacen acuerdos basados en el diálogo, acuerdos que pueden ser negociados; “aquí se puede tumbar, hacer potreros, tener vaquitas, a cultivar, pero la colina no se puede tocar y comenzamos a colocar la gente que se comprometía a no tumbar la colina los fuimos colocando alrededor de la colina con la condición de proteger esa colina”4 (Corba, 2014b). “Un segundo rompecabezas que debe resolverse al explicar la manera como un conjunto de causantes pueden autoorganizarse para obtener beneficios colectivos a largo plazo es el problema del compromiso (…) en el caso en que los individuos se han autoorganizado para resolver problemas de RUC, los apropiadores establecer reglas que restringen severamente las acciones autorizadas. (…) si todos, o la mayoría, siguen estas reglas, las unidades de recurso se asignarán de manera más predecible y eficiente, se reducirán los niveles de conflicto y el propio sistema de recursos se preservará a lo largo del tiempo (Ostrom, 2000b). En este caso concreto, el uso autorizado para el Cerro era el de “mariscar”. A pesar de los usos y capacidades del que en algún momento muchos pudieron evaluar como la calidad de la tierra en las áreas de meseta y la altísima presencia de maderables, no fue necesaria ninguna acción coercitiva asociada a la violencia para que estas reglas fueran asumidas y respetadas. De alguna manera también hay aspectos que disminuyen la ambición de algunos, sobre ese territorio como es la presencia de zonas rocosas o alta pendiente, sin embargo es observable en la misma región, espacios geográficos con las mismas características que fueron devastadas en función de diversos tipos de cultivo.

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La cursiva es nuestra. Cra 22 Nro. 11-36, Barrio La Esperanza, San José del Guaviare, correo electrónico: c.deispaz@gmail.com, deispaz@hotmail.com, celular 3102651752-3102650780

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Foto 4. Folleto de la vereda Cerritos de 1984

En efecto, si bien el recurso de uso común es el agua, el sistema de recursos está en la Colina, donde se produce el recurso, donde están los nacederos que a su vez dependen de la vegetación para ser sostenibles. Así, se instauran por los fundadores reglas de juego claras en las que aparece como fundamental la preservación del sistema y estas son aceptadas por las primeras familias, donde la base de un compromiso creíble frente a las reglas está basada en relaciones de cohesión fijas en la amistad –entendida desde la cultura campesina- y la familia, receptora de un liderazgo que ejercía Víctor Roldán desde el principio de la fundación. “Toda la gente que comenzará a llegar por el camino que nosotros hicimos, ahí llegaba, nosotros le dábamos yuca, plátano, comida, y lo llevábamos por diferentes sitios y donde le gustaba ahí marcaba la finca. Todos los días salía la comisión a marcar una fundación y regresar en la tarde con cafuche, otros traían un venado y así, y todos a hacer la comida Cra 22 Nro. 11-36, Barrio La Esperanza, San José del Guaviare, correo electrónico: c.deispaz@gmail.com, deispaz@hotmail.com, celular 3102651752-3102650780


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ahí, había veces que nos reuníamos veinte pero todos hombres, gente que se venía de afuera a conocer y a ver si se podía coger un poquito de tierra, selva y ya cuando tenía su campamento en lo propio, se iba y traía la familia y nosotros le dábamos la semilla de yuca, plátano, maíz y gallinitas para que empezaran y ya todos se organizaban y nosotros alegres porque ya teníamos vecinos, ya teníamos otra compañía, pero, entonces los vecinos nos quedaban a una hora de camino, porque las fincas se hicieron fue grandes, vecinos de una hora o dos horas para poderlos visitar” (Corba, 2014b). En este momento, la mayor parte de la migración que llegaba a la zona de fundación eran amigos o familiares donde se concentraba la solidaridad entre pares colonizadores. Desde los inicios de la fundación, se generaron relaciones vecinales de trabajo. “aquí vinieron a fundar de dos veredas; o sea vinieron de Capricho los caprichosos que eran Víctor Roldán, Chepe Corba, Mauro Mendoza y Gonzalo Lozano y los de Mirolindo eran unos señores Cárdenas; Miguel Cárdenas, Gonzalo Cárdenas, Guillermo, ese era el grupo que veía y fundábamos Capricho e íbamos entre ese grupo le ayudábamos allá y acá, o sea nos ganábamos fuerzas y nos íbamos a trabajar allá ganándole fuerza para ellos vinieran acá a pagarla aquí en el trabajo” (Mendoza, Primera entrevista Mauro Mendoza, 2014). “En esta etapa la práctica de manodevuelta o manoprestada es fundamental porque además de utilizar mano de obra que le permite al colono establecerse, asegura trabajo para la recolección de la primera cosecha. Esta práctica común de la colonización niega la idea de cierto individualismo por el cual el colono se tiene que enfrentar solo al medio. El compromiso y el cumplimiento dado bajo la palabra sustentan esta relación entre colonos, dejando sentadas las bases para el trabajo comunitario futuro. Por otro lado, formas de trabajo como manodevuelta o las partijas desarrollan en el colono el sentido de la solidaridad y lo identifican como tal”. (Acero Velásquez, 1991). La solidificación de estas alianzas se formaliza a través de la Junta de Acción Comunal en 1974. Existían varias situaciones que precisaban del trabajo organizado como la construcción de vías de comunicación, puentes, acueductos, la escuela, entre otros, para la consolidación de un espacio común, en este caso un “pueblo”, por ello la reafirmación Cra 22 Nro. 11-36, Barrio La Esperanza, San José del Guaviare, correo electrónico: c.deispaz@gmail.com, deispaz@hotmail.com, celular 3102651752-3102650780

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de las alianzas familiares y de solidaridad debían organizarse en razón de la gestión del espacio ante las instituciones del orden gubernamental. Víctor Roldán fue dinamizador de esas alianzas en todo sentido, “un hombre de mucho saber para conquistar a la otra gente, o sea se llama ideólogo”, cogía un grupo de gente y los batía y charlaba y quedaban conforme de lo que él decía, y como lo que él decía se hacía, más o menos, y el empuntaba para hacer las cosas, entonces pues, comprometía a las personas para que se hicieran, entonces, un mandato, el primero que echaba adelante era él (…) y empezaba a mandar como hacerla como si fuera el patrón, entonces como sabía cualquiera le ponía cuidado y miraban que como mandaba iba a quedar bien, pues lo dejaban que mandara porque le respetaban la función que hacía, un puente, un empalizado, bueno lo que fuera, él lo manejaba” (Mendoza, 2014). Sin embargo, con el crecimiento demográfico fueron llegando más familias venidas de San José del Guaviare o del Retorno que se fueron apostando en el borde del cerro y que su nivel de compromiso ya no era capitalizado a partir de las relaciones familiares, razón por la cual Víctor Roldán tomó la vocería y bajo el poder de la palabra, convenció a los nuevos habitantes de la protección del Cerro “el mismo señor se fue comprometiendo y como por toda parte fueron arrimando al cerro y él se iba y así tuviera que vender una vaca para ir a gastarle cerveza, pero él se iba, los reunía, les decía que no tumbaran el cerro, que hicieran las fincas en el plan y así lo hicieron entonces la gente por el otro lado tampoco, usted ve en el mapa y ve verbalmente y al cerro no le han hecho mayor cosa, perjuicio, poquitico, la gente tiene las fincas en el plan y en el cerro lo tiene porque da muy bueno los plátanos por ejemplo, tumban cualquier poquito de árboles para sembrar unas maticas de plátano pero como da muy bien, como da tan bien entonces no se necesita tumbar tanto” (Mendoza, 2014). Todas estas reuniones tenían lugar en el Retorno o en las fiestas que se realizaban para recoger fondos. “La comunicación cara a cara en un buen juego público -así como en otros tipos de dilemas sociales- producirá un aumento sustancial de la cooperación que se mantienen a través de todo período” (Ostrom & Walker, 1997). Cra 22 Nro. 11-36, Barrio La Esperanza, San José del Guaviare, correo electrónico: c.deispaz@gmail.com, deispaz@hotmail.com, celular 3102651752-3102650780

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Posteriormente, se necesitaron más aliados materializados en la integración interveredal TRICEMICAR integrada por las veredas Termales, El Retiro, El Capricho, La Carpa, Dorado, El Tablazo y Triunfo 2, Cerritos, Mirolindo y veredas del río Guayabero5. Es evidente el rol que juega El Capricho y sus dirigentes en este proceso de integración que se evidencia en varios escritos y actas de este tiempo de dicha interveredal; “estamos entrando a una nueva etapa a nivel de Integración Veredal, y digo nueva, porque con el transcurrir del tiempo todos y cada uno de los habitantes de nuestras comunidades que habíamos cifrado nuestra esperanza en un mandatario comisarial y un equipo de gobierno con muchas raíces en el Guaviare, que todos en un momento pensamos sería la redención administrativa (...) por eso no hemos vuelto a visitar sus oficinas y cuando tengan el gusto de hacer Turismo por nuestras veredas les ofrecemos el placer de palpar los trabajo que estamos realizando en vías y escuelas para que se den el lujo de decir: "ESTAMOS HACIENDO" como es costumbre, porque nunca dicen: "LA COMUNIDAD LO HIZO". (Roldán V. , 1985). Es evidente que como institución la organización comunitaria juega un rol primordial en el logro de objetivos al corto y mediano plazo, en procesos y situaciones donde el Estado estaba primordialmente ausente y que su injerencia era mínima frente a los logros propios de los procesos comunitarios. De hecho, en varias actas de la Junta de Acción Comunal o de TRICEMICAR es evidente que las solicitudes no implicaban la construcción o elaboración de los objetivos comunes, dado que ellos sabían que con el trabajo colectivo se lograban más rápido los objetivos, sino en implementos complementarios a dicho trabajo. Una manguera, un buldócer, un tanque, etc. Es por ello que, ni la autoridad del Estado, ni una empresa privada podían garantizar para el momento la realización de los medios, entre ellos, la elaboración de acueductos o la protección del cerro para la sostenibilidad del recurso hídrico. En el ámbito más general el problema que enfrentan los apropiadores de RUC es de organización: cómo cambiar la situación en la que los apropiadores actúan de manera independiente a otra en que adoptan estrategias

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Ver Acta No. 002 de 3 de febrero de 1985 Cra 22 Nro. 11-36, Barrio La Esperanza, San José del Guaviare, correo electrónico: c.deispaz@gmail.com, deispaz@hotmail.com, celular 3102651752-3102650780

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coordinadas para obtener mejores beneficios comunes o para reducir sus daños (Ostrom, 2000b). Ese liderazgo de Víctor Roldán fue vital en la constitución de procesos comunitarios de la región y en arbitro entre los apropiadores del agua6 - compuestos por familiares, allegados y nuevos aliados- como Recurso de Uso Común (RUC)7 con el compromiso de no talar el sistema de recursos8 y de preservarlo como medio para asegurar el futuro del soñado “pueblo” en El Capricho.

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Siguiendo a Plott y Meyer (1975), llamo al proceso de sustracción del recurso "apropiación". Quienes sustraen esas unidades del recursos "apropiadores" (Ostrom, El Gobierno de los Bienes Comunes: La evolución de las instituciones de acción colectiva, 2000b). 7 El término recurso de uso común alude a un sistema de recursos naturales o hechos por el hombre que es lo suficientemente grande como para volver costoso (pero no imposible) excluir a destinatarios potenciales de los beneficios de su uso (Ostrom, El Gobierno de los Bienes Comunes: La evolución de las instituciones de acción colectiva, 2000b). 8 Los sistemas de recursos como variables de acervo capaces, en circunstancias favorables, de producir una cantidad máxima de flujo variable sin perjudicar el acervo o el sistema de recursos. Entre los ejemplos de sistemas de recursos están las áreas de pesca, cuencas subterráneas, áreas de pastizales, canales de riego, puentes, estacionamientos, computadoras centrales, así como ríos, lagos, océanos y otros cuerpos de agua (Ostrom, El Gobierno de los Bienes Comunes: La evolución de las instituciones de acción colectiva, 2000b). Cra 22 Nro. 11-36, Barrio La Esperanza, San José del Guaviare, correo electrónico: c.deispaz@gmail.com, deispaz@hotmail.com, celular 3102651752-3102650780


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3. LOS CULTIVOS ILÍCITOS, LA PRESENCIA DEL CONFLICTO ARMADO Y EL CERRO EL CAPRICHO

La crisis de la producción agrícola en la región (Serranía de La Macarena, Ríos Ariari y Guayabero y el Guaviare) fue el impulso de una nueva época que vendría con el experimento del cultivo de la marihuana. “A la Serranía de la Macarena llegaron pilotos con semillas que distribuyeron gratuitamente. Instruyeron de manera superficial al colono, alzaron el vuelo. Regresaron cuando ya las primeras matas producían generosamente. Pagaron bien el experimento y los campesinos volvieron a sembrar, esta vez en grande (...) el éxito se regó como pólvora y a la vuelta de pocos meses el cultivo se extendió en el curso de los ríos que bajan del piedemonte: el Güejar, el Guayabero, el Ariari y finalmente, el Guaviare. Una nueva bonanza (...) el colono olvidó el fracaso del maíz y la semilla de la marihuana cayó en el campo abonado para sus privaciones y esperanzas (...) Todos sin embargo, se engañaban. La bonanza fue efímera. La crisis de la marihuana, de la que la siembra en los Llanos no era sino una de sus manifestaciones había comenzado (...) La ocasión no tardó. El optimismo de la frustrada bonanza de la marihuana no había perdido su impulso cuando apareció la coca o, mejor, el comercio de la coca, porque la hoja se conocía desde siempre en el Guaviare (...) Lo que llegaba ahora eran las fórmulas para su procesamiento industrial y la red para su comercialización” (Molano, 1987). Estos procesos no fueron ajenos al Capricho, de hecho, dinamizaron la introducción de nuevos habitantes en la región. Si bien, ya se venían vendiendo terrenos en esta zona a las personas que iban llegando en la búsqueda del soñado pueblo. Algunos colonos aprovecharon la oportunidad que trajo la coca para venderles a nuevos compradores y salieron del Capricho, otros sin más observaron el proceso desde sus propias fincas. “Cuentan que en un comienzo, allá por 1978, se hicieron las primeras "chagras" muy en secreto, y se trajeron las primeras semillas. Pronto, sin embargo, se vería que la variedad Cra 22 Nro. 11-36, Barrio La Esperanza, San José del Guaviare, correo electrónico: c.deispaz@gmail.com, deispaz@hotmail.com, celular 3102651752-3102650780

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vernácula también era rentable. Unos dicen que los primeros cultivos comerciales fueron contratados con los indígenas. Otros afirman que los primeros fueron los colonos. Siempre suele pelearse el origen como la paternidad para esbozar un mérito o para evadir una responsabilidad. Lo cierto es que la misma red de traficantes que había visto frustrado sus negocios con la marihuana introdujo el cultivo comercial de la hoja” (Molano, 1987). El Capricho, en su desventaja frente a otros lugares donde no había vías carreteables, era visto como un lugar ideal para instalar el cultivo de la coca, donde la selva camuflaría lo que no podía ser evidente aunque fuese un negocio compartido por muchos habitantes de la región. “Con todo, el negocio era fabuloso para el cultivador. Una hectárea sembrada de coca producía en una cosecha todo el dinero junto que no había visto pasar por sus manos en la vida. Todo el dinero que había dejado de ganar con el maíz, el arroz, el cacao. Los sueños de tierra de promisión que los colonos habían perseguido en el Guaviare se hacían, por fin realidad tangible y sonante. La vida volvió a San José, se extendió a las vegas del Guaviare y, con ella, llegaron miles de personas: un abigarrado ejército de desempleados, aventureros, trujamanes, comerciantes de todo género, mujeres, niños, jóvenes, viejos... era la bonanza de la coca. La esperada. El kilo de base llegó a pagarse a un millón de pesos en 1979” (Molano, 1987). Estos nuevos habitantes del Capricho y de la región aledaña al Cerro (Caracol, Triunfo 2, El Refugio y el Dorado) vieron en el cerro la posibilidad de esconder sus cultivos o por lo menos de evitar la fumigación, aunque dicha estrategia no fue del todo exitosa porque en algunos lados del cerro, “la avioneta volaba bajito y les tumbaba”. También, por sus mesetas y la calidad de sus tierras abrían la oportunidad ideal para el cultivo de la hoja de coca con fines comerciales. Fue posiblemente las primeras descumbradas al cerro. Sin embargo, no fue una práctica generalizada, muchos de los fundadores habían invertido en la cría de animales, en especial cerdos, para sostenerse, por ello el cultivo de coca en los colonos fundadores no fue el centro de la producción en sus fincas. Sin embargo, los nuevos compradores si trabajaron la planta en el cerro y esto fue motivo de conflicto entre algunos de ellos. De ello hace advertencias Elinor Ostrom: “Sin embargo, en Cra 22 Nro. 11-36, Barrio La Esperanza, San José del Guaviare, correo electrónico: c.deispaz@gmail.com, deispaz@hotmail.com, celular 3102651752-3102650780

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algunas situaciones el comportamiento oportunista desenfrenado limita gravemente lo que puede hacerse en conjunto, sin grandes inversiones en arreglos para supervisar y sancionar” (Ostrom, 2000b). No obstante, el fenómeno de la coca se acompañó de la consolidación de las FARC en la región, generándose en cierto modo, como en muchos lugares del Guaviare, un ejército con una función policiva en parajes donde la fuerza pública no tenía ingreso. Molano (1989) en su entrevista la describe así: “Un buen día fue apareciendo otra ley, la ley de los muchachos, la de las guerrillas. La primera vez que nosotros los vimos fue hace como unos dos años (…) desde ese día para acá, ellos son los que arreglan todos los negocios. Las peleas de marido y mujer entre padres e hijos, entre vecinos por linderos, que son muchos, son ellos los que las arreglan. Llaman a los que andan desavenidos, les hablan, les hacer ver las cosas y los ponen a comer en el mismo plato (Molano, 1989). Esta situación tampoco fue ajena al Capricho, durante mucho tiempo esa región del Guaviare tuvo como única presencia “policial” a la guerrilla redimiendo los conflictos de la región. De alguna manera, en el proceso progresivo de descumbres en el cerro, que son detalladas por algunos habitantes, esta “fuerza” intervino, poniendo multas a los colonos de hasta un millón doscientos mil pesos, frenando procesos en los que ya había mucha intervención u obligando a los colonos a arborizar y proteger los aljibes. Es entonces, cuando lo que fue inmanejable para los fundadores tras la llegada de nuevos habitantes, fue asumido por la guerrilla en su momento9. El declive de la coca en este sector vino con la profundización del modelo ganadero, que para la actualidad rodea buena parte del cerro, estableciéndose principalmente pastos en sus bordes.

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No es posible establecer las razones por las cuáles dicho actor armado asumiera ese rol frente al cerro. Cra 22 Nro. 11-36, Barrio La Esperanza, San José del Guaviare, correo electrónico: c.deispaz@gmail.com, deispaz@hotmail.com, celular 3102651752-3102650780

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4. LAS ZONAS PROTECTORAS FORESTALES

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FUENTE: CDA, mapa inédito.

En el Guaviare cerca del 93% del territorio están dentro de la reserva forestal de la Amazonia, mientras que el 7% restante ha sido sustraído por efectos de los procesos sociales allí existentes para el desarrollo de actividades productivas asociadas ocupación del territorio (SINCHI, 1999). Esta reserva forestal fue creada durante los años cincuenta por medio de la Ley 2 de 1959. Durante la época de los sesenta como se había reseñado anteriormente, se fue consolidando una oleada colonizadora que más tarde se sintetizaría en una primera sustracción a la reserva forestal de la Amazonia y que favorecía principalmente al Retorno. En una segunda sustracción que favorece a San José del Guaviare, se determina “con el fin de legalizar la situación de los colonos de la Cra 22 Nro. 11-36, Barrio La Esperanza, San José del Guaviare, correo electrónico: c.deispaz@gmail.com, deispaz@hotmail.com, celular 3102651752-3102650780


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margen derecha del río Guayabero y zona de Calamar, en la Comisaría del Guaviare respectivamente, el INCORA solicitó al INDERENA mediante oficio No. 016129 del 29 de octubre de 1985 y 00983 del 31 de enero de 1986, se estudiara la posibilidad de excluir de la reserva forestal de la Amazonía el sector comprendido entre la sustracción ya realizada en San José del Guaviare y la delimitada como zona de pastos naturales de la Sabanas del Refugio y el Yarí, margen derecha de los ríos Guaviare y Guayabero (INDERENA, 1987). En dicha sustracción se hace hincapié que el “dentro del globo delimitado en el artículo, se excluyen de la sustracción la Serranía de San José denominada también Serranía de La Lindosa, la Serranía del Capricho y la Serranía Angostura II, las cuales se declaran como "reservas forestales protectoras", que tendrán en su periferia un kilómetro de amortiguamiento y cuyos linderos definitivos serán precisados previa visita de campo y mediante declaración por Resolución de Gerencia General del INDERENA (INDERENA, 1987). Esta figura de reserva forestal protectora fue regimentada recientemente en el Decreto 2372 de 2010 por el cual se reglamenta el Decreto Ley 2811 de 1974, la Ley 99 de 1993, la Ley 165 de 1994 y el Decreto Ley 216 de 2003, en relación con el Sistema Nacional de Áreas Protegidas. En el Artículo 12, señala que Las Reservas Forestales Protectoras son un “Espacio geográfico en el que los ecosistemas de bosque mantienen su función, aunque su estructura y composición haya sido modificada y los valores naturales asociados se ponen al alcance de la población humana para destinarlos a su preservación, uso sostenible, restauración, conocimiento y disfrute. Esta zona de propiedad pública o privada se reserva para destinarla al establecimiento o mantenimiento y utilización sostenible de los bosques y demás coberturas vegetales naturales. La reserva, delimitación, alinderación, declaración y sustracción de las Reservas Forestales que alberguen ecosistemas estratégicos en la escala nacional, corresponde al Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial, en cuyo caso se denominarán Reservas Forestales Protectoras Nacionales.

La administración corresponde a las

Corporaciones Autónomas Regionales de acuerdo con los lineamientos establecidos por el Ministerio (Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial, 2010). Cra 22 Nro. 11-36, Barrio La Esperanza, San José del Guaviare, correo electrónico: c.deispaz@gmail.com, deispaz@hotmail.com, celular 3102651752-3102650780

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A pesar de las facultades otorgadas al Gerente del INDERENA para la formalización de la declaratoria la Serranía del Capricho como Zona Forestal Protectora nunca se hizo puesto que no fue limitada. Eso lo mantuvo bajo la figura de baldíos nacionales. En 1998 se vuelve a plantear el alinderamiento y amojonamiento de la Serranía El Capricho: “El Ministerio del medio Ambiente y la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Norte y Oriente Amazónico, coordinarán las acciones del caso con la Gobernación del Guaviare, la Alcaldía Municipal de San José del Guaviare, el INCORA Gerencia Regional Guaviare, el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas - SINCHI, para alinderar y amojonar las Áreas de Reserva Forestal Protectora, Serranía - La Lindosa - Angosturas II, Serranía El Capricho, Mirolindo y Cerritos, localizadas al interior del área sustraída” (Ministerio de Medio Ambiente, 1998). Al día de hoy este alinderamiento, el amojonamiento y el respectivo Plan de Manejo no se han realizado, sin embargo, es probable que inicié licitación durante el año en curso. A pesar de su inclusión en los procesos de protección subyacentes a la sustracción en San José, el ausentismo ha sido la constante del Estado. Muchos de los colonos refieren la intervención del Estado como incompetente, sosteniendo que el problema no se resuelve poniendo multas a los colonos sino generando procesos reales de participación y fortalecimiento de las economías campesinas, ya que no sirve de nada que lo multen a uno si se tiene la necesidad y ahí está la tierra” (Mendoza, 2014)

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5. LA COLINA Y SU AGUA

“Las serranías de La Lindosa y las colinas de Cerritos, Mirolindo y Capricho son algunos de los afloramientos rocosos del Guaviare. Los suelos según sean formados a partir de las areniscas de la formación Araracuara, o de la sienita nefelínica de las colinas, presentan características diferentes; en el primer caso, son superficiales de textura franco arenosa y la fertilidad es muy baja y en el segundo caso presentan texturas franco arcillosas y la fertilidad es moderada (Giraldo Benavides, Zubieta Vega, Vargas Ávila, & Barrera García, 2013). A dichos bosque se le asignó la categoría de Zonas Protectoras Forestales porque “protegen el agua reduciendo la erosión superficial y la sedimentación, filtrando los contaminantes del agua, regulando la escorrentía, moderando las inundaciones, propiciando las precipitaciones” (Organizacion de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, 2006). Cada uno de las personas, destaca en sus relatos algunos atributos del cerro como su “tierra negra”, las mesetas, los nacederos, la fauna, entre categorías que describen la relación de estos con el ecosistema y el conocimiento que tienen sobre él; sin embargo, al unísono destacan el agua como de altísimo valor para la comunidad. Los fundadores del Capricho vieron en el agua un recurso de uso común y entendieron rápidamente que para poderle dar sostenibilidad era necesario cuidar el sistema de recursos, en este caso, el Cerro. Esta no es una constante en el Guaviare, como lo demuestran otras Zonas Protectoras forestales como La Lindosa, Cerritos o Mirolindo que fueron centro de intervención humana para la agricultura y la ganadería. En el Capricho, los colonos que arribaron generaron otro tipo de relación con el entorno; “comenzamos a descubrirle los cañitos, los nacimientos de agua, esos árboles frondosos, esa cantidad de venados aquí en el cañito de borde de cerro, era venado de ese rojo y eso era por manadas, hartas (…) yo me amañé aquí porque esto era un paraíso” (Corba, Entrevista colectiva a Chepe Cra 22 Nro. 11-36, Barrio La Esperanza, San José del Guaviare, correo electrónico: c.deispaz@gmail.com, deispaz@hotmail.com, celular 3102651752-3102650780

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Corba, 2014b). Era evidente que dicho cerro cumplía con varias condiciones forestales para la producción de agua y es en la búsqueda de un lugar donde fundar el pueblo que ellos evidencian que “la colina nos da agua gravedad si hacemos un pueblo, para el colegio le podemos traer agua gravedad, la colina nos puede servir”.

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Foto 5. Caño Dorado

Esa función del cerro fue entendida desde el primer momento; “Una vez pisamos caño grande y con gajos pequeños esos nos llevaron a la loma apenas el primer día de excursión dimos a la loma, y como de lejos si se miraba el cerro, de Retorno, de Cerritos, de Caño Bonito, la idea ya era la gente venía a fundar por el agua, el caño era muy rico en pescado, esa era otra cosa muy elegante” (Mendoza, 2014). Sin embargo, es notable que en las zonas planas, los caños no tuvieron la misma suerte que el Cerro. A los actuales propietarios ya no les importa quitar selva cerca a los caños y por eso tumban ellos dicen que tienen que aprovechar todo (Corba, 2014a). Esto parece ser una constante en las áreas que rodean al cerro y muchos han venido disminuyendo su caudal. Cra 22 Nro. 11-36, Barrio La Esperanza, San José del Guaviare, correo electrónico: c.deispaz@gmail.com, deispaz@hotmail.com, celular 3102651752-3102650780


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Los descumbres más grandes, como lo muestra la Foto No. 6, se han realizado en el Dorado, en Caracol en la mayoría de las fincas aledañas, en Triunfo 2, en el alto de la virgen donde existe en la actualidad un mirador y en la copa del Cerro donde se encuentra el un Batallón del Ejército desde hace 4 años aproximadamente.

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Foto 6. Imagen Landsat del Cerro El Capricho en Google Earth

También en la actualidad casi todas las veredas aledañas se surten de las aguas nacidas en el cerro, entre estos acueductos se encuentran Caracol, Triunfo 2, Capricho y El Dorado.

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6. LA SELVA Y EL FUTURO DEL CERRO Desde el principio el Cerro el Capricho ha sido fuente de cacería para los lugareños, Dantas, Cafuches, Venados, Micos y toda clase de animales propios de este ecosistema. Si bien existía una prohibición de común acuerdo sobre talar o descombrar el cerro, sobre la cacería no existía ningún tipo de requerimiento. En la actualidad muchos de esos animales siguen existiendo en el Cerro pero se ha disminuido tanto la cacería como el número de animales, sin embargo se sigue usufructuando del cerro para dicha actividad. Algunos de ellos hablan de hacerles advertencias a las personas sobre el número de animales que se debían cazar, sobre su “uso sostenible”. A ellos no sólo los motivaba preservar por el agua, sino en esa proyección que se hacía del futuro, la abundancia de la selva quería ser salvaguardada para conocimiento de los descendientes. “El pensamiento de nosotros es que en un futuro, o sea dentro de veinte, de cincuenta años, cuando en esto ya no haya selva, que haya la muestra cómo era la selva en el Guaviare. El pensamiento de nosotros era que ojalá en esa Colina tuviéramos Dantas, Venados, Cafuches, de todas las especies de animales que hay en estas selvas del Guaviare y que nuestros hijos, nuestros nietos supieran cómo era esto aquí, como es una selva porque en Boyacá eso era selva y ahora no hay árboles porque todo lo destruyeron, todo lo tumbaron y nosotros siempre el pensamiento era conservar esa Colina para surtirnos de agua al caserío y que conserváramos la fauna para que en el futuro supiera la fauna que existía en el Guaviare” (Corba, 2014b). Notablemente, el agua resultaba el bien común superior que dicho espacio geográfico proporcionaba, pero la visión de futuro ponía no sólo de manera instrumental la relación del cerro sino que se denota una acción social con arreglo a valores asociado a la mistificación del bosque húmedo.

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Foto 7. Joven Nükák rumbo a la cacería en el Cerro

Hoy día, con un corregimiento a las faldas del cerro, veredas en cada uno de sus costados, y una diversidad de personas de diferente índole que usufructúan de los recursos del cerro, continuar con esos propósitos de preservación se convierte en una necesidad imperante que debe ser desdoblada a las generaciones venideras para sostener ese proyecto humano y ecológico que concibieron un día los primeros hombres en habitar dicho bosque. Hoy en día existen varias situaciones que generan incertidumbre en la comunidad; la tala de árboles, la contaminación de las fuentes hídricas sea por basuras o por disposición de excretas en los nacederos y la posibilidad siempre latente de extracción de minerales hacía el futuro, todo esto sumado al declive en la calidad de las tierras actualmente cultivadas. Teniendo en cuenta las necesidades y la experiencia de la comunidad sobre la vida del Cerro, es importante que el Estado como administrador del Cerro El Capricho, asuma una posición de diálogo simétrico con el campesinado buscando alternativas para continuar con los procesos de protección del cerro, asumiendo que “la complejidad de los recursos a niveles locales, regionales y nacionales requieren de sistemas complejos de Cra 22 Nro. 11-36, Barrio La Esperanza, San José del Guaviare, correo electrónico: c.deispaz@gmail.com, deispaz@hotmail.com, celular 3102651752-3102650780


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gobernanza que involucren la contribución ciudadana de distintas formas” (Ostrom, 2001).

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TABLA DE ILUSTRACIONES Foto 1. Víctor Roldán en las fiestas de El Retorno ___________________________________________ 12 Foto 2. Juventud de Víctor Roldán _______________________________________________________ 15 Foto 3. Acta de Creación de la Junta de Acción Comunal ______________________________________ 18 Foto 4. Folleto de la vereda Cerritos de 1984 ______________________________________________ 22 Foto 5. Caño Dorado __________________________________________________________________ 34 Foto 6. Imagen Landsat del Cerro El Capricho en Google Earth _________________________________ 35 Foto 7. Joven Nükák. Hijo de Dugugbe rumbo a la cacería en el Cerro ___________________________ 37 Genograma 1. Familias constituidas en El Capricho __________________________________________ 20

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