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La sanidad en Latam, una radiografía tras la pandemia
América Latina ha sido una de las regiones que más ha sufrido la crisis del coronavirus, lo que ha supuesto un fuerte impacto en sus sistemas sanitarios del que aún tratan de recuperarse. En este artículo analizamos cuál es el estado actual de la sanidad en la región.
Pese al retroceso del covid y a que presenta algunas carencias históricas, la sanidad latinoamericana se había caracterizado en las últimas décadas por los importantes esfuerzos para ampliar su alcance. “Antes de hablar de los retos a los que se enfrentan los distintos sistemas sanitarios de la región es necesario reconocer que muchos de sus países han realizado avances significativos para intentar llegar a una cobertura universal”, afirma Ricardo González García, director de Análisis, Estudios Sectoriales y Regulación de MAPFRE Economics.
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Este avance ha sido valorado por la OCDE en un reciente informe, en el que menciona a Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, México o Perú, por la puesta en marcha en las últimas décadas de políticas para fortalecer la atención primaria de salud y situarla en el centro de su estrategia sanitaria. Este trabajo ha dado sus frutos, entre los que destacan el incremento de la esperanza de vida (en 2019 era en esos siete países de 78,5 años, tres más que en el 2000) y una importantísima reducción de la mortalidad infantil, que en los últimos 20 años ha caído a la mitad.
El revés del covid y la “medicina de guerra”
Prácticamente todos los estudios que han analizado el impacto de la pandemia, incluido el realizado por MAPFRE Economics, coinciden en que Latinoamérica ha sido una de las regiones más afectadas. Dos datos ilustran la dureza de la situación vivida: Perú y México presentan las cifras de excesos de mortalidad más altas del mundo. Y en los siete países mencionados anteriormente, murió más gente en 2020 y 2021 que en los cinco años anteriores.
Ante esa avalancha de casos de covid, los sistemas sanitarios, al igual que en buena parte del mundo, se vieron abocados a una “medicina de guerra” centrada en el tratamiento -y la supervivencia- de los pacientes con covid. De este modo, se dejó de lado el estudio de otras enfermedades, con la medicina preventiva y la atención primaria como grandes sacrificadas. Por ejemplo, en Perú se diagnosticó un 50 % menos de casos de cáncer en 2020 que en la media de los cuatro años anteriores, y en Chile el tratamiento del cáncer de cérvix se redujo a más de la mitad en el año de la irrupción de la pandemia. Estos datos nos muestran una brecha en la detección precoz que se traduce en diagnósticos más tardíos y con menores posibilidades de tratamiento, un cuello de botella que también ha afectado a los profesionales sanitarios por el incremento de su carga de trabajo.
“El estrés que han sufrido los servicios de atención primaria durante la pandemia ha dejado secuelas en su funcionamiento que todavía habrá que superar, como es también el caso en la mayor parte de los sistemas sanitarios del mundo, incluidos los considerados como más avanzados”, asegura Ricardo González, que apunta que “queda mucho camino por recorrer” en Latinoamérica en aspectos como la dotación de personal sanitario, la mejora de la infraestructura o la alta fragmentación territorial y funcional, que dificulta tanto el acceso a los servicios sanitarios como a la información sobre los pacientes por parte de los profesionales. Este refuerzo es necesario no solo en la atención primaria, también en las urgencias y en las atenciones secundaria y terciaria.
El envejecimiento de la población y la desigualdad, otros retos en el horizonte
Estas carencias sanitarias agravadas por la pandemia se solapan con otros importantes retos estructurales, que trascienden el ámbito de la sanidad. Entre ellos, Ricardo González menciona la creciente carga de enfermedades crónicas o el envejecimiento de la población, dos factores demográficos que muestran a una región en transición a una pirámide poblacional más similar a la de los países más desarrollados; y otros de carácter económico, como los elevados niveles de desigualdad sociosanitaria, la falta de inversión y las fuertes restricciones presupuestarias.
La cuestión económica es clave para medir el estado de la sanidad. Los datos de los países latinoamericanos muestran que, en general, hay una relación directa entre los altos excesos de mortalidad y los mayores niveles de pobreza y pobreza extrema. Por otra parte, una de las características de los sistemas sanitarios en la región es el elevado porcentaje de gastos que sus habitantes deben cubrir de su propio bolsillo: la OCDE estima que, entre las principales naciones latinoamericanas, el gasto de bolsillo representa una media del 28,1 % del gasto sanitario, superando en algunas de ellas el 40 %, muy superior a la media de la OCDE (18,1 % en 2020), lo que es indicativo de la existencia de barreras para acceder a los servicios de salud y de la existencia de brechas de cobertura.
El papel de los seguros privados
Los modelos sanitarios latinoamericano difieren mucho en los distintos países, como analizó este informe de MAPFRE Economics, pero la mayoría son modelos mixtos, con características propias de los sistemas de seguros sociales de salud (como los sistemas de Chile, Colombia o Costa Rica) con otras que los acercan, en mayor o menor medida, a los sistemas nacionales de salud, de cobertura pública universal y gratuita para un paquete de servicios básicos (como sucede en Brasil).
En todos ellos, los seguros privados juegan un papel complementario al del sector público. Puerto Rico es la única excepción en Latinoamérica, ya que, al igual que países como Estados Unidos, Holanda o Japón, concede a las entidades aseguradoras la potestad de participación en el sistema de cobertura universal obligatorio.
En ese marco, “el rol del sector asegurador en la región latinoamericana puede ser fundamental, complementando a los sistemas públicos, para cubrir las brechas de protección que actualmente presentan”, afirma Ricardo González.
Fuente: mapfre.com