De deporte a religión - Co'Report

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l críquet es como la en cada campo oficial o vida. Cuando vas a improvisado a lo largo y ancho batear estás solo. del segundo país más poblado del Delante están todos tus mundo. "No es que enemigos para "El críquet pueda considerarse aprovechar el mínimo como una religión, el de tus errores. Detrás es una religión críquet es una religión, están los tuyos, y hasta tiene sus y tiene esperando un buen dioses", afirma Sajith, resultado. Sólo tienes sus dioses" que cada día saca una oportunidad de fuerzas para vestirse, hacerlo bien y diez de ser calzarse e ir a los entrenamientos eliminado. Tienes que analizar la después de su jornada de trabajo. situación y resolver el problema "Ninguno de nosotros gana una solo. Como en tu día a día", es la rupia por hacer esto, es sólo amor analogía de Sajith, cuya pasión al deporte", dice señalando a sus inspira a sus pequeños jugadores dos compañeros entrenadores. en el campo.

Entre los tres evalúan, seleccionan y pronto entrenarán En La India, el críquet representa al equipo oficial de menores de el deporte más importante, al que catorce del distrito de Ernakulam, todos quieren jugar desde los en Cochin. Los chavales que sean recreos del colegio o el callejón elegidos se disputarán con otros del barrio más humilde hasta los trece equipos el título de más espectaculares estadios. campeones de Kerala para poder Cuando la temporada comienza, competir a nivel nacional con los familias enteras se reúnen para demás estados del país. ver los partidos. Jugadores de todas las edades y entrenadores Sajith trabaja como oficial de de los miles de clubes no separan policía en el área de Fort Kochi, la vista de la pantalla para un lugar con mucho turismo, aprender de sus estrellas y conocido por siglos de venta de animarles a ganar. El críquet especias al mundo entero. entre amigos se juega por las Recuerda salir con sus amigos tardes durante la semana y los desde su infancia a fabricarse domingos desde bien temprano bates y bolas de críquet para los 04

partidos de las tardes. "En aquella época solíamos cortar un trozo de tallo de palmera con forma de bate y hacer las bolas con papel de periódico. Una bola profesional costaba unas trescientas rupias, demasiado caro para nuestros padres.

Hoy en día, los chicos lo tienen todo", afirma con cierta mezcla de nostalgia y desazón aunque recuerda con cariño aquellos días. A los once años entró en el Muthoot ECC (Ernakulam Críquet Club), un club privado que le fichó para el equipo y este año, a sus treinta y cuatro, comienza a ejercer como entrenador 05

junto a su compañero Greethish y al veterano Ravi que ya está curtido en entrenamientos con chicos de todas las edades.

En las caras de los pequeños se aprecia la seriedad y el nerviosismo de estar jugándose el tipo en esta jornada de selección. Mientras unos batean y otros bolean, los que esperan, ensayan una y otra vez los movimientos con bolas y bates imaginarios. En la cola para bolear no hay desorden, ni risas, ni cualquier otro factor que les distraiga, por más propio de su edad

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"Juega siempre como si fueras a representar a tu paĂ­s"

que parezca. Esperan su turno en silencio y se concentran. Hacen una carrera para coger impulso y al llegar a la línea, un salto les ayuda a que la bola vaya más rápido. Sajith les observa y les puntúa en su hoja de notas.

Durante el proceso de selección, el entrenador aconseja a sus chicos mantener esa disciplina para cualquier actividad. "Lo que sea que hagas en la vida, hazlo con disciplina", asevera con firmeza. Como buen oficial, Sajith es estricto, aunque cercano y alentador, "no importa dónde estás ahora, lo que importa es hacia dónde apuntas. Sólo apuntando al cielo se llega a subir la colina. Juega siempre como si fueras a representar a tu país, ahí es adonde hay que apuntar", dice animando a los muchachos que le prestan toda su atención con el ceño casi fruncido y la mandíbula apretada, como pensando "¡sí, señor! Llegaré a lo más alto".

Sajith guarda siempre un momento, después de las sesiones, para hablar con los padres que se acercan con un: "¿qué tal ves a mi chico?".

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Para jugar al críquet hace falta una bola, un bate y dos wickets, formados por tres palos verticales y unas pequeñas piezas de madera que se apoyan sobre ellos. En el centro del campo hay un rectángulo en cuyos extremos se colocan los wickets, justo detrás del bateador y su compañero, que corren enfrentados una vez golpeada la bola. Cuando llegan al wicket opuesto se dice que han completado una carrera. En el resto del campo se distribuyen los once jugadores del equipo defensivo que deben impedir por todos los medios que el equipo que batea apunte estas carreras.

No obstante, fuera de los campos oficiales, a muchos chicos les basta con bate y bola, casi siempre por problemas económicos o de espacio, improvisan su propio wicket con lo primero que encuentran y suelen usar sólo uno.

lugar rodeado de edificaciones modernas y carreteras. "Hoy en día es tan pequeño que no cabemos los trece jugadores de un partido. Sólo podemos jugar ocho o nueve", comenta Govind, que recuerda mejores tiempos del Palace Ground. Govind nació y creció en esta zona de la ciudad.

"Mi primer bate era casi más grande que yo"

A pesar de las premisas de sus padres que le prohibían jugar para que estudiara, el joven se acuerda, con cara de pillo, de que unos trozos de bambú bastaban para echar un partido a escondidas al llegar del colegio.

Hasta hoy en día, a sus veintiocho años, dedica un buen rato cada tarde a jugar con sus colegas del barrio. Govind es abogado. Cumple su horario de nueve de la mañana a cuatro de la En el Palace Críquet Club TPRA tarde y en una hora está listo tampoco faltan jugadores cada esperando a los demás en el tarde. Sesenta años atrás, el campo que le ha visto a diario campo de críquet del área de desde que aprendiera las Tripunithura, pertenecía a la posiciones y reglas del deporte familia real de Cochin. Han nacional. "La primera vez que pasado seis décadas que lo han cogí un bate tenía tres años. Era dejado reducido a un pequeño casi más grande que yo", terreno donde la hierba, recuerda entre risas. alimentada por las abundantes lluvias, se ha acomodado y se Algunos de los chicos juegan reproduce a sus anchas. Dos descalzos, lo cual no parece ser árboles centenarios custodian el un peligro en este país de templos

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y alfombras, a pesar de tener que sortear en el campo varios cristales rotos. A veces al batear con fuerza, la bola va a parar a uno de los dos autorickshaws que vieron acabar sus días en este emblemático terreno. Algún vecino se para

"El país entero se paraliza cuando el partido es importante" en la entrada de vez en cuando con los ojos entreabiertos y media sonrisa, como diciendo: "¡ay, estos muchachos! Parece que fue ayer cuando era yo el que

corría a por la bola".

Justo al otro lado de la calle vive un enorme elefante cuya expresión no muestra desencanto ni entusiasmo alguno por el partido. Debe ser que no nació en La India.

"En esta tierra la gente reza a sus dioses para que su equipo gane. Recuerdo que en la final India-Inglaterra falté dos días a la oficina. El país entero se paraliza cuando el partido es importante", afirma Govind con una carcajada con palmada incluida. Aunque el abogado asegura que en el sur no hay tanta devoción, pues los grandes jugadores salen casi siempre de ciudades o pueblos del norte.

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En Bombay, como en el resto de rincones de este vasto país, los muchachos encuentran la manera de improvisar un campo donde sembrar sus tres palos (stumps) y hacer sus carreras. Juhu Beach es una de las playas que la costa de la ciudad ofrece a sus habitantes para pasear y apreciar fastuosas puestas de sol.

Debido a las multitudes y a lo peligroso que pueda ser, no está permitido jugar al críquet en la orilla.

Por eso, al ver venir a los guardias, Ramavtar y sus amigos esconden la pelota y el bate y, con un par de patadas, hacen que los stumps parezcan unos inofensivos e inadvertidos trozos de madera en el suelo. Basta que los oficiales den la espalda y se alejen unos metros para que el juego continúe.

En un equipo de críquet, todos los jugadores tienen que batear. Hay que desarrollar, pues, la habilidad de batear y otra a elegir entre lanzar la bola o atraparla. La especialidad de Ramavtar es bolear. Así, cada tarde, en la orilla de Juhu Beach, cuando a este joven le toca lanzar, corre, salta y tira con la fuerza que lo haría frente a un estadio desaforado donde flashes, gritos y aplausos le impulsarían a lo más alto.

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Cuenta que empezó a jugar con un amigo del barrio en el año 99. Cualquier excusa era buena para salir a la calle a jugar un rato. Ha llovido mucho desde entonces y ahora, que ha cumplido los veintitrés y está terminando su máster en ciencias de la tecnología de la información, lamenta no tener todo el tiempo libre que querría para practicar. Sin embargo sabe de la importancia de sus estudios en su futuro, en el que espera convertirse en investigador en esta ciencia, siempre jugando al críquet en sus ratos libres y recordando a sus estrellas favoritas M.S. Dhoni y el antiguo jugador Sir Donald Bradman.

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La ciudad ofrece innumerables y variopintos escenarios en los que se reúnen los chavales a jugar.

Algunos de ellos en estrechas calles entre rascacielos, otros en pequeñas plazas, garajes e incluso sobre paisajes rurales, como es el caso del barrio de Worli Koliwada, situado en la bahía de Mahim, en Bombay. Sus coloridas calles ven pasar cada tarde cientos de niños que salen de sus casas con cometas, balones y palos de críquet. El poblado termina en un saliente con vistas al mar y a un

puente de más de cinco kilómetros que cruza la bahía, el llamado Rajiv Gandhi Sea Link.

Casi al final del saliente se encuentra un fuerte abandonado, el Fuerte Worli, restaurado en 2009 y custodiado hoy en día por cientos de cuervos que aportan un matiz apocalíptico al panorama de chozas y pequeños templos maltratados por el tiempo en sus dos acepciones. Al fondo, amenazantes, los rascacielos de la urbe dan cuenta del acusado contraste del lugar y se preguntan

entre ellos cómo no han invadido aún la villa costera. Alrededor del fuerte hay un espacio de terreno deshabitado, lo cual parece impensable dada la densidad de población de la ciudad y resulta idóneo para cualquiera que desee relajar la vista y para los hijos de los pescadores de la zona que pasan allí sus horas libres. Omkar es uno de ellos. A sus doce años confiesa sentir atracción por casi todos los deportes, pero el críquet es su favorito. "Llevo cuatro años jugando. Mis padres empezaron a dejarme salir al fuerte a jugar con mis amigos a los ocho años", señala el pequeño con la actitud

La selección femenina ha ganado cuatro copas de Asia

de quien posee la experiencia de un veterano. En Koliwada, las niñas prefieren cantar y bailar, pues, según su educación, el batear es de chicos. Sin embargo, en La India se juegan también campeonatos de críquet femenino en los que compiten grandes jugadoras. El equipo nacional femenino ha ganado cuatro copas de Asia y ha llegado hasta la final del mundo.

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Desde el siglo XVIII, los marineros ingleses llegaban a Europa con referencias del críquet en La India. Hoy en día, el país se ha convertido en un referente mundial gracias a más de doscientos años de esfuerzo y pasión por el deporte y a millones de jugadores que empiezan sus entrenamientos desde la infancia en callejones de cualquier pueblo o ciudad. Millones de historias de jóvenes y no tan jóvenes que sueñan, o un día soñaron, con ver sus nombres brillar en los estadios del mundo.

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