Acampando el tiempo nunca pasa

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Acampando, el tiempo nunca pasa

Eduardo Campos


A mi madre... Quien sin su amor y apoyo incondicional, esto no hubiera sido posible.

Gracias al apoyo de Supérate Fundación Raíces y ConTextos.


Acampando , el tiempo nunca pasa Eduardo Campos


Tía Jessica terminaba de trapear. Estrictamente no podía bajarme del sofá hasta que el piso estuviera seco...


...Sin embargo, desde el sofá podía ver un bosque, una cascada y árboles extendiendo sus ramajes sobre la cama... Un mundo completamente distinto en el cuarto de mi madre, donde ya tenía decidido, plantaría una tienda de campaña como las que salen en las caricaturas.


Yo tenía cuatro años y en ese entonces aún no tenía hermanos. Mamá llegaba a medianoche de trabajar. De niño, aprendí muy rápidamente a entender el motivo por el cual no estaba mucho tiempo en casa. Siempre volvía del trabajo tarde. Hubo días en los que llegaba en la madrugada y yo despertaba adormitado para quedarme a su lado, para compensar las horas perdidas, al menos en sueños.


Tía Jessica nos cuidaba en ese entonces, y mientras ella solía ver la telenovela de las nueve, me gustaba escabullirme en la habitación de mi madre: ágil entre las sombras, y silencioso como la hoja seca que cae al suelo; todo a pesar del inevitable riesgo de un regaño, para quedarme a dormir allí...


A veces tía Jessica me dejaba dormir hasta tarde y era cuando disfrutaba más mis visitas a la habitación de mamá.


Su habitación era muy espaciosa. Tenía televisión pero no me gustaba encenderla en estos momentos en los que podía dormir hasta tarde porque simplemente no habían caricaturas. En el cuarto de mamá solía dejar guardados mis preciados osos de peluche con los que jugaba a esa edad.


Una noche en la que pude quedarme despierto hasta tarde, estando completamente aburrido, pero sin ganas de dormir, tomĂŠ mis peluches e improvisĂŠ una tienda para acampar sobre la cama de mamĂĄ...


Improvisando, primero con dos palos de escoba para detener la tienda y luego con las cintas de mis pequeĂąos zapatos como sujetador, lleguĂŠ hasta mi meta, creando una tienda de campaĂąa, sencilla pero creada como todo un mundo...


En la tarde de ese día, había tomado a escondidas un paquete de galletas para saborearlas en mi campamento nocturno en mi tienda-palacio de malaquita; así que luego de haber construido mi tienda de campaña con las cobijas de la cama, me dispuse a comer mis galletas y a hacer una infinidad de sombras con la lámpara del celular de mi tía.



Nunca supe exactamente en que momento me quedé dormido. Recuerdo haber despertado adormitado y muy cansado a media noche, cuando alguien me abrigaba con una cálida sábana dándome un beso muy cariñoso en la mejilla y acariciandome el cabello. Recuerdo haber abierto mis ojos al día siguiente, y despertar junto al lado de mi madre.



Extraño esos momentos ahora que ya no puedo jugar sobre la cama, ni ver bosques en el cuarto de mamá. Muchas veces intenté crear de nuevo una tienda de campaña, mejorando su estructura cada vez más. Muchas de éstas cosas han cambiado y algunas han quedado en el olvido, sin embargo, lo que nunca ha cambiado, ni cambiará, es que aquel niño que esperaba a su madre, lo siga amando...



...Por siempre.



Eduardo Campos nació el 17 de octubre de 1999 en San Salvador. Creció en Soyapango y a pesar de que creciera bajo el seno de una familia extensa, su fuerte conexión con su madre ha sido el principal rasgo que ha marcado su trayectoria. Se considera una persona positiva y perseverante. En esta historia nos muestra un lado muy característico de él.


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