Antología Soy Autor Vol. I

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Antología

Soy Autor Centro de Inserción Femenino Vol. I


El proceso de escritura con autoras del Centro de Inserción Femenino del Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Niñez y la Adolescencia ha demostrado que la escritura es una experiencia auténtica de libertad y descubrimiento que invita a dialogar, compartir y sentir empatía por cada autora. La presente obra es el resultado colaborativo entre estudiantes y docentes para convertirnos en autoras.

En colaboración con:


ExtraĂąando a mi amor A. Meenen Perla


Todo empezó cuando mi papá se fue. Recuerdo bien ese día, me sentía tan sola como cuando no hay un día soleado. Mi papá me dejó sola con mi mamá, ese día fue tan duro, muy difícil de creer y de aceptar. Pasó como un abrir y cerrar de ojos, todo fue tan rápido. ¿Cómo es el amor de padre? ¿Cómo es jugar con mi padre? ¿Cómo son las caricias de un padre?

No lo sé. No lo sé. No lo sé.

Quisiera tener a mi padre como las abejas que necesitan la miel. Envidio a mis amigas que tienen su padre con ellas, pero me da coraje cuando no lo valoran o se avergüenzan de él. Pasaron 16 años sin saber de mi padre, pero un día conseguí el número de teléfono de su casa. Me puse nerviosa, ansiosa, muy inquieta y con muchas preguntas. Marqué y escuché que la llamada enlazó: - ¡Alo! ¿La familia Meenen? - ¡Sí! - ¿Se encuentra George? - ¡Él habla! – respondió mi papá. Me puse helada, nerviosa, parecía como una gelatina acabada de salir de la refrigeradora y no sabía qué decirle. Lloré de felicidad al escucharlo porque no sabía que él aún estaba vivo. Desde esa primera llamada, mi vida dio un giro de 180 grados. ¿Por qué no los 360 grados? Porque aún no sé qué es tener a un papá que esté conmigo en las buenas y malas, en mis triunfos y en mis errores. No sé qué es tenerte a mi lado, George. I miss you. Quisiera acariciar su cara llena de arrugas como una pasa dulce. Quisiera oir sus regaños como los de mi mamá. Hay momentos que quisiera que volviera el pasado así como una máquina del tiempo, solo para tener a mi lado a mi papá. Extraño su olor que despedía por la mañana. Era como un puro de chocolate dulce y amargo. Papá, papá quisiera que me vieras así como estoy. Soy una bachiller, soy una presidiaria. Tengo tatuajes y aún recuerdo lo que tú me decías: "No te manches la piel con lapiceros", y ahora que ando tinta permanente quizás no me abrazaras. No dejo de ser la niña soñadora que extraña y necesita a un padre. I love you father, Daddy.



Huellas de amor J. Payés El día que me reencontré con mi hermana Astrid me sentí como algodón de azúcar en feria. Me parecía incierto volver a estar junto a ella. Nunca me imaginé verla arrecostada en los barrotes de hierro de este lugar. Desde donde se encontraba, me observaba con sus ojitos llenos de lágrimas. La tomé de la mano y caminamos juntas hacia su cama. Le canté sus canciones preferidas hasta dejarla dormida, así como lo hacia nuestra mamá cuando éramos niñas. En ese momento, empecé a pensar “¿Cómo le voy ayudar a mi hermana?” Sólo me decía a mí misma:

“Tengo que amarla, tengo que cuidarla, tengo que protegerla". Recuerdo que lo que más nos gustaba era jugar fútbol juntas. Me encantaba jugar con ella, aunque se enojaba porque el equipo en que yo jugaba en ocasiones le ganaba al equipo de ella. ¡Era tan bonito saber que mi hermana se sentía muy segura a mi lado! Un día me puse a pensar, “¿Qué sería de mí sin mi hermanita?” No quería pensar en que estuviéramos separadas. Sin embargo, me surgía la inquietud todos los días porque yo sabía que tarde o temprano eso iba a suceder. Pero no lo aceptaba, no lo creía y dejé esa duda siempre presente. Un día al despertar en la mañana, vi que Astrid estaba sentada a mi lado de la cama. Me puse a llorar, no paraba, mis lágrimas salían sin pensar. Tenía la sensación que ella se iba, no quería aceptar que ese momento llegara. La abracé fuertemente. Mi hermanita me decía que el día que ella se fuera, que fuera fuerte, que siempre estaría a mi lado. Un 9 de febrero, recuerdo que mi hermanita se levantó de su cama y me dijo "Te amo Negrita, sos mi vida". Al escuchar esas palabras mi corazón se derrumbó poco a poco. ¡Llegó ese día que se marcharía! Sólo observé su rostro fijamente y le dije, “¡Que Dios te bendiga, te amo!” La vi marcharse de mi lado. Recuerdo que la buscaba como ajuga en un pajar y nunca la encontré. Era como buscar sus huellas en el mar. Lloro y sufro porque no estás a mi lado, hermanita, te agradezco porque gracias a ti he descubierto el amor de una hermana. ¡Te amo Astrid!



My Big Love L. Bonilla Recuerdo el día que recibí una llamada sorprendente. Respondí y era mi mamá: - ¡Mira fíjate que tu hermana está embarazada! - Ha ya va pues. - yo sorprendida contesté. Me sentía muy enojada, como una brasa encendida en llamas porque mi vida tendría un gran giro. Pasaron los primeros dos meses, pero en un abrir y cerrar de ojos me encontraba tras las rejas. Después de un mes y medio, un día de visita cualquiera yo esperaba a mi mamá. Mi mamá siempre ha estado apoyándome en todos los momentos de mi vida, siempre está en las buenas y las malas. ¡Está cada día de visita a mi lado! Pero de repente escuché a una de mis compañeras del sector gritando: “¡Gata, tu hermana!” Salí de prisa, emocionada. Cuando la vi no pude evitar ver su pancita. No me daba emoción por la baby que ella esperaba, sino por lograr ver a mi hermana de nuevo. Ella sospechaba que yo la veía de una manera extraña desde que me dieron la noticia que estaba embarazada. En mi mente pasaban pensamientos feos: "Ya nada sería igual con esta niña". "Mi hermana se arruinó la vida". Me enojó tanto pensar que habría una boca más que alimentar en la familia. Me gustaba mucho ver las pancitas de mis amigas embarazadas, pero no podía decir lo mismo de mi hermana. Después de mucho tiempo, un día ya estaba en tribunales y me dijeron: "Se va en libertad y regresa en 20 días". Salí del juzgado junto a mi mami, y yo como siempre con mi orgullo y rebeldía. Cuando cumplía la semana de que yo estaba libre en mi casa tuvimos una discusión fuerte con mi hermana. Ella ya tenía 5 meses de embarazo. Durante la discusión ella se resbaló en las gradas. Me asusté tanto, en ese momento sentí que me estaban torturando. En ese instante me di cuenta que ella y su pequeña bebé que aún no conocía eran parte de mi vida. Ahora siento emociones que antes no sentía.Ver a la bebé me llena de mucha alegría. Tuve que regresar a la misma pesadilla del encierro, pero desde que regresé a este lugar espero en cada visita a mi baby, mi vida, mi todo. Cuando mi hermana no viene a visitarme siento que me quitan 10 años de vida porque no puedo ver a mi niña. ¡Te amo Ale, mi bebé hermosa!


Llegó mi tiempo de ser tu heroína V. Ramos - ¡Mami, Mami, Mamita! - corría y gritaba emocionada. - ¿Qué pasó mi amor ? – respondía sorprendida. Me cargaba, me abrazaba, me besaba como si hubieran pasado años sin verme.


A partir del momento que ella llegaba cansadita de trabajar comenzaba su princesita a hacer travesuras por toda la casa. Jugábamos tanto con mi hermanito que le causábamos carcajadas y también preocupaciones por lo inquietos que éramos. Pero como éramos niños inquietos siempre, siempre, ocurrían accidentes. - ¡Mami!—gritaba mi hermano. Corría mi mami como la mujer maravilla a ver qué pasaba, preocupada y enojada al mismo tiempo.Yo, una niña de 6 añitos, llorando y tirada en el piso, gritaba como si no tuviera a nadie a quien recurrir, perdida en el desierto sin consolación. Mi mami me cargaba, consolaba y con palabras suaves decía: “Tranquila mi amor, todo está bien, ya pasó” y me abrazaba. - ¿Qué pasó? – volvió a preguntar mi mamá. - Estábamos jugando de columpiarnos y ella se cayó – se reía mi hermanito arriba de un árbol. Era solamente un niño, tan lindo disfrutando riéndose al recordar cómo yo había quedado tirada en el suelo. A pesar de que mamá siempre nos decía y nos repetía muchas veces que tuviéramos cuidado, siempre ocurría algo. ¡Ups! “¿Y ahora que pasó? Otra pequeña travesura, hay ustedes”, respondía ella misma. ¡Otro grito! ¡Otra pequeña travesura! ¡Otro juego! Otra vez los niños jugando y del juego salían llorando. Otra vez mamá preocupada y enojada. A pesar de todas las pequeñas travesuras que hiciéramos siempre estaba allí para darnos amor, caricias y abrazos con aquella alegría. Cada vez que yo quería algo… “Mami, quiero pastel”. “Mami, quiero dulces”. “Mami, quiero libros para estudiar”. “Mami, quiero que me ayude con las tareas”. “Mami, necesito todo su amor y sus abrazos para seguir adelante”. Para todo lo que yo necesitaba, allí iba mi súper heroína corriendo a traérmelo y junto a eso me brindaba todo su amor con caricias y palabras. Ahora es mi turno, mi heroína hermosa. Ya crecí, es alegría saber que han pasado los años, como esos pajaritos en el aire volando muy rápido.Ya quiero que llegue el momento en que yo te cuide y te proteja, que pueda estar a tu lado siempre y no alejarme de ti. No volveré a pasar tanto tiempo lejos de ti. ¡Perdóname, mamá!



Cuánto te extraño hermanito Y. Rodas Nuestra vida era de felicidad cuando estábamos juntos: mi papá, mi mamá, mis dos hermanos y yo. Pero mi hermano Carlos y yo siempre estábamos juntos. Compartíamos momentos de alegría y de tristeza. Cuando mi mamá se fue de nuestra casa nos causó un gran dolor. Él me decía que tendríamos que salir adelante y que siempre estaríamos juntos él y yo. Me sentía más feliz con él cuando salíamos al polideportivo. El sol nos picaba la piel como una hormiga. Jugábamos fútbol, yo me tiraba a la grama artificial y él se me tiraba encima. Me sentía muy feliz. Junto a mi hermano me sentía protegida. Creí que jamás me dejaría, que siempre iba a estar conmigo en las buenas y en las malas. Cuando unos barrotes me separaron de él, tenía la esperanza de volver a su lado y creía que eso dependía de mí misma. Por eso hacía mi mejor esfuerzo por hacerlo todo bien: iba a talleres, a la escuela, me integraba a todo a lo que me invitaran. Estaba luchando por volverlo a ver, tenía la esperanza de salir rápido para que se diera ese momento de reencontrarnos. Pero pasó el momento más doloroso que yo nunca hubiera querido que pasara. Recibí una noticia muy fuerte. Mi hermano se me fue, ya no lo volveré a ver jamás, ¡lo mataron! Pensé que esto nunca pasaría. Fue un impacto muy duro en mi corazón. Mi vida ya no tenía sentido.

Todavía no lo supero. Cuando salga de este lugar compartiré esta historia con mi padre y sé que derramaré muchas lágrimas pero

tengo que salir adelante. Hermano, gracias por compartir muchos momentos de felicidad, de tristeza y de dolor, ¡jamás te olvidaré! Daría mi vida para que estuvieras a mi lado y reviviéramos aquellos momentos. Descansa en paz. En memory de mi brother.



Lejos de mi hermana Z. Garay Todo comenzó cuando los policías tocaron la puerta de mi casa. Nos dijeron que los acompañáramos, que estábamos detenidas mi hermana y yo. Desde ese momento mi vida cambió totalmente. Me sentí como la presa cuando un gavilán llega a separarla de su hogar, alejada de mi familia, triste porque ya no pude ver, platicar, reír y llorar juntas con mi hermana como siempre. El día más difícil fue cuando cumplí años. Necesitaba los abrazos y las palabras de ella. Su ausencia me llenó de tristeza. ¡Cuánto extraño a mi hermanita! Quiero decirle muchas cosas, tenerla cerca de mí, escuchar cada palabra, cada regaño y cariño que sale de su boca.

Espero algún día decirle todo lo que me ha pasado en este tiempo sin ella, volver a sentir la misma alegría de cuando estábamos juntas disfrutando con nuestra familia. Te amo hermana Elizza, ¡pronto estaremos juntas!


Mi regalo adelantado de Navidad R. Coto Mi vida iniciĂł a ser diferente a partir de de mayo de 2010 cuando me hice la prueba de embarazo. El mismo dĂ­a obtuve el resultado:

Positivo.


Mi rostro estaba lleno de sonrisa y emoción de saber que sería madre. Mi mamá, que estaba conmigo en ese momento, también compartió mi alegría. La noticia fue una enorme sorpresa para mi esposo y demás familia. Quedaron sin saber qué decir de la emoción. Mi embarazo avanzaba con el tiempo. Era tan maravilloso vivir esta experiencia. Sentía una emoción similar a cuando se ve una película romántica. En el quinto mes, me sentía tan ansiosa por saber si tendría un niño o una niña. Me hice la ultrasonografía. El resultado: ¡Niña! Me emocioné tanto, enorme alegría… Mi estómago crecía como un globo que cada día se infla más, y así pasaron 6, 7, 8, 9 meses. El nacimiento de mi hija fue el 18 de diciembre a la 1:35 am. ¡Un día inolvidable! Al escuchar el llanto y ver su rostro angelical por primera vez corrieron lágrimas en mi mejía, lágrimas de felicidad. Ha sido el mejor regalo que he recibido en Navidad. Desde ese día he sentido como que ha llegado una estrella a quedarse en mi vida. Su nombre es Belén. Cinco años después, debía ir al kínder por primera vez a estudiar. ¡Lloró y lloró porque no quería quedarse! Me tomó de la mano y no me quería soltar, quería irse conmigo. Con mi corazón dividido tuve que acompañarla al salón. Me veía con unos ojitos llorosos y me dijo: - ¿A qué horas vendrás por mí, mami? - A las doce del mediodía, hija. Sentí la mañana más larga de mi vida. Por mi mente pasaba el pensamiento, “¿Cómo estará si se quedó llorando al lado de la puerta?” A la hora de ir a recogerla al colegio, fue lindo saber que había pasado su primer día de clases. Me observó y exclamó “¡Mami!” y me abrazó muy fuerte, “Me gustó el kínder”. “Reto superado” pensé yo. Soy una madre feliz junto a mi linda hija. Pido a Dios me brinde la oportunidad de poder siempre apoyar y cuidarla, y animarle a dar lo mejor de sí misma. Siempre estaré para escuchar y corregirla, brindándole la confianza para que me comente hasta de su primer amor. Cada día me seguiré esmerando por ser una mejor madre y ejemplo para ella. Te amo hija, mi linda Belén.


Una gran decisión S. Orellana Recuerdo una mañana de un día lunes que llegué a casa a almorzar y prepararme para ir a la universidad. Había sido un día muy pesado en mi trabajo pero tenía que asistir a clases. Me encontraba en la parada de buses donde abordaba mi autobús para ir a la universidad. Allí estaba un chico que tenía meses de verlo en el mismo lugar pero nunca nos habíamos hablado. Lo había observado a la misma hora en el transcurso de este tiempo. Abordamos el mismo autobús y fue la primera vez que cruzamos palabras. Fue lindo escuchar como se expresaba.


Parecía un Romeo hablándole a su Julieta. Me dijo: - ¡Hola! ¿Va a estudiar? - Sí – respondí. Nos sentamos juntos y comenzamos a tener una conversación muy amena, parecía un chico muy amable, respetuoso y caballeroso. Llegamos a la universidad y me consultó: - ¿A qué hora sale? - A las seis –respondí. - Le esperaré.

Mi corazón sintió como una bomba interna de tanta alegría que mi piel se erizaba. Compartimos de nuestras vidas personales en la plática que tuvimos. Fue muy hermoso.

Con las semanas, la historia se repitió y se iba convirtiendo en algo diferente. Pasó de amistad a noviazgo. Ambos seguimos estudiando y nos teníamos mucha confianza. Nos ayudábamos mutuamente, pensábamos en grandes proyecciones a futuro como pareja. Esos tres años de estudio los sentí como lo más hermoso que me había pasado en la vida. El tiempo pasó y la situación fue diferente. Ese chico que se había adueñado de mi corazón ya no era el mismo. Había dejado de ser cariñoso, caballeroso y comprensivo. Con sus actitudes me hacía sentirme maltratada. Tenía tanto miedo decírselo porque su reacción podría ser como un fulminante que explota con tan sólo tocarlo. Había pasado a ser alguien desconocido para mí. En una ocasión salimos con mis amigas a celebrar el cumpleaños de mi mejor amiga, Wendy. Decidimos salir a bailar a una discoteca por la noche. Como ya habíamos hecho una costumbre de informarnos donde estábamos, le envié un mensaje de texto al móvil de mi novio. Sin embargo no respondió. Nos fuimos a disfrutar y en transcurso del camino tuve una sensación

extraña en mi

corazón, sentí un dolor similar a cuando uno se pincha con una espina de rosa. Esa sensación fue permanente por un buen tiempo.

Estando en la discoteca recibí una llamada. Rim rim rim sonó de un número desconocido, así que no respondí. Estábamos muy contentas con mis amigas disfrutando de la fiesta cuando de repente recibí nuevamente una llamada: Rim rim rim sonó, esta vez del número de él. Respondí de una manera amorosa, como siempre lo hacía. “¡Le ordeno que salga de ese lugar!” me dijo gritando.


Unos minutos habían pasado después de la llamada cuando él ya estaba en el lugar donde me encontraba con mis amigas. Me gritó de una manera bien fea frente a ellas. Me sentí ofendida. Le dije que se calmara por favor; sin embargo estaba tan agresivo que era incontrolable. En ese momento pensé, “Le tengo que decir que no estoy bien, ya no aguanto esta situación”. Se me vinieron muchas cosas a la mente y al final solo le pedí que nos fuéramos. Durante íbamos por el camino ninguno de los dos se dirigió la palabra. Cuando llegamos a casa le dije: - Necesito hablar contigo. - No quiero hablar – respondió muy agresivo. Ese día tomé

el valor y de una manera muy decidida le dije:

“Esta relación debe terminar. Ambos nos estamos haciendo mucho daño. Debes buscar ayuda”. El tiempo ha pasado y desde ese día no he vuelto a saber nada de él. He seguido mi vida con normalidad y soy una mujer profesional.

Sobre todo soy una mujer feliz.



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