Antología
Soy Autor Centro de Inserción Femenino Vol. II
El proceso de escritura con autoras del Centro de Inserción Femenino del Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Niñez y la Adolescencia ha demostrado que la escritura es una experiencia auténtica de libertad y descubrimiento que invita a dialogar, compartir y sentir empatía por cada autora. La presente obra es el resultado colaborativo entre estudiantes y docentes para convertirnos en autoras.
En colaboración con:
Génesis: el principio de una historia diferente por A. Rivera El principio de esta historia es de felicidad pero termina en dolor. El 20 de enero del 2016 Dios me regaló algo tan maravilloso que cambiaría mi vida por completo. ¡Fue mi hija! Fue la personita que transformó mi vida y mi corazón, quien me enseñó a valorar y amar profundamente. Ella fue el regalo más grande que Dios me ha podido compartir.
Cuando ella nació, no podía estar conmigo porque había nacido con problemas de salud y de su cuerpo. No tenía su brazo derecho ni su pierna derecha. Tenía que permanecer por un tiempo en el hospital. Para mí fue una gran impresión saber que mi hija había nacido así. Me dolió mucho y entonces me enojé y le reclamé a Dios. Le dije, “¿Por qué a mí? ¿Qué hice para merecer esto?” Lo que yo no sabía era que él tenía un gran propósito para nosotras, porque a pesar de sus dificultades corporales ella y yo fuimos profundamente felices. Después de un mes sin tenerla a mi lado, me desesperé mucho y les pregunté a los doctores: - ¿Cuándo me entregarán a mi bebe? - Cuando ella esté bien – respondieron. Creí que sería una semana o un tiempo más corto. Iba a visitarla al hospital, pero era tan difícil verla y no poder tenerla en mis brazos, besarla, acariciarla, amanecer a su lado y prepararle su pachita. Mi desesperación fue cada vez más grande porque no me entregaban a mi niña. Fui con mi mamá a visitarla, pero en esta ocasión fue muy diferente. Al preguntarles a los doctores por la salud de ella, me dijeron: “¡No va a vivir!” Fue tan doloroso para mí escuchar eso. No sabía qué hacer ni qué decir. ¡Deseaba estar libre y salir corriendo! Era imposible. Debía pagar el error que he cometido estando en este lugar por un buen tiempo. Tuvimos que volver del hospital y yo venía con un enorme llanto de tristeza. Me vine al cuarto y llegó mi amiga Aracely. Me preguntó, “Qué tienes?” Con un nudo en la garganta le respondí lo que los doctores me habían dicho de la niña. “No creas en lo que ellos dicen, Dios tiene más poder que todos ellos”. Me sorprendió escuchar esas palabras. Yo no creía que Dios me pudiera hacer el milagro de poder tener a mi hija conmigo. Sin embargo así fue. Pasaron tres meses cuando al fin podía tener a mi lado a mi bebé. Pude abrazarla, besarla. Era tan maravilloso tenerla conmigo. Mi vida había recobrado sentido. Un día se enfermó y tuvimos que ir al hospital. Fue muy doloroso ver cuando la inyectaban. Ella lloraba fuertemente, para mí era mucho dolor.
Deseaba tomarla en mis brazos y salir corriendo juntas. Después de once días sin dormirme, el doctor me dijo que nos podíamos ir ambas. Eso me llenó de felicidad.Volvimos y mis compañeras muy alegres me decían, “Préstame la bebé, queremos chinearla”. La chinearon todas, fue muy lindo. - Qué bonita tu bebita, es muy preciosa – me decían todas. - Gracias – les dije muy sonriente. Entramos al cuarto y lo primero que hice fue decirle a Dios, “¡Gracias por todo, señor! ¡Tú eres grande!” ¡Pasaron 3 días tan felices! Luego llegó el momento que yo no quería…al amanecer ella había fallecido. ¡Fue tan duro ese momento! Lloré a gritos y deseaba morirme junto a ella. Me sentía tan triste. No entendía por qué Dios me la había prestado solamente 3 meses y 5 días. Llegaron medicina legal y muchas personas, yo no quería hablar con nadie. Sólo la deseaba a mi hija. ¡Amo tanto a mi hija! Cuando llegué donde la estaban velando no la pude ver en su cajita. Mi familia me abrazaba y me decían: - Estamos contigo. - Perdónenme por como me he portado con ustedes – les dije a todos, y encontré a mi hermana. – Te quiero mucho – le dije a ella. Debía retirarme para volver a este lugar. Cuando regresé aquí estaba mi amiga Aracely. Me abrazó y me dijo, “¡Dios está con vos, no estás sola! Hay que seguir adelante”. No pude decirle nada, me sentía muy triste. Llegada la hora de dormir me arrodillé y le dije a Dios, “¿Por qué a mí me sucedió esto? ¿Por qué cuando ella estaba bien tuvo que pasar esto?” Pero luego pensé en todos los momentos felices que tuve con ella, los momentos que la pude besar y abrazar. “¡Gracias Dios por todo!” le dije. Cuando tengas la oportunidad de leer esta historia, reflexiona y perdona a tus seres queridos, ámalos y valóralos por lo que son, con la dignidad de ser humanos. El nombre de mi hija: Génesis Maritza Rivera. Te amo, hija, y hasta el cielo un enorme beso y abrazo.
Un lugar muy grande en mi corazón C. Hernández En 2015, mi hermano estaba en problemas. Una mañana que no me encontraba en casa, fue detenido y llevado a las bartolinas. Mi primo fue a darme la noticia. Me sentí muy triste, no sabía qué hacer en ese momento. Mi hermano estuvo detenido alrededor de 7 días. Esos días fueron largos para mí. Me hacía mucha falta porque él y yo pasábamos juntos todos los días. Lo extrañé tanto a mi hermanito. Junto a su novia íbamos todos los días al mediodía y en la tarde a dejarle comida. El día que él salió libre fue un miércoles, creo que en la tarde. Ese día yo andaba estudiando, por eso no acompañé a mi mami cuando fue por él. Al llegar a casa pregunté a mi mamá: - ¿Mi hermano salió? - Sí – respondió ella. Él se estaba bañando. Me llenó de felicidad el saber que ya estaba con nosotros, con mi mami y conmigo. La mitad de mi corazón estaba de vuelta conmigo.
Volvimos a estar juntos como familia completa en nuestro hogar. Mi hermano es alguien que tiene un lugar muy grande en mi corazón. Él es muy importante para mí. Amo tanto a mi hermano que si me faltara no sé qué sería de mí, ni qué haría sin él. ¡Te amo hermanito!
Mis hermanos y yo I. Morales Me sentía como una mariposa que vuela y se detiene sobre una rosa. Eran casi siete lunas de no ver a mis hermanitos, me sentía tan triste. Sentí como que habían pasado mil estrellas fugaces sin vernos. Me llenó de felicidad volver a encontrarnos. ¡Jugamos y jugamos! Nos hacíamos cosquillas como lo hacíamos cuando éramos niños. Lo repetimos tantas veces hasta que nos dolió el estómago de tanto reírnos. Ese fue un día inolvidable para mí. Está marcado en mi corazón como un escrito en piedra. Cuando los vi alejarse de mí, mi corazón se llenó de una gran tristeza y brotaron las lágrimas como rocío sobre mi rostro. Nunca olvidaré la noche que me llegaron a separar de ustedes. Fue difícil sentir que me acusaban de un hecho que yo no había cometido. Era tan duro, lloré tanto… Me dolió mucho alejarme de mi casa y saber que era incierto cuándo podíamos estar nuevamente juntos como familia. ¡El tiempo ha ido pasando y los extraño tanto! Ahora estoy aquí. Asisto a clases en la escuela, participo en los talleres, busco de Dios. Espero el día con ansias cuando se me puedan abrir estas puertas de libertad y estar junto a ustedes.
Regresar a donde siempre he tenido que estar: con mi familia. Volveré y seré una mujer intelectual, orgullosa de mí misma y sé que ustedes se sentirán orgullosos de ver la persona en que me he convertido. Pronto estaremos juntos.
Aprendiendo a decirle papá J.J. Calderón Díaz A mis 9 años de edad He pasado mucho tiempo triste en mi vida. El día que yo nací mi papá no estuvo acompañando a mi mamá, me da tristeza saberlo. Fueron años, meses y días sin saber nada de él…hasta que un día mi mamá me invitó a sentarme para platicar. ¡Ese fue el primer día que supe cuál era
el nombre de mi papá!
Me habló tanto de él que en ningún momento me mencionó algo negativo del porqué no había estado.
Llegó el día en que lo conocí. Me dije, “¡Este hombre es mi papá!” Él me abrazó y me besó. Me dijo que era su chiquita, su granito de azúcar. Ese momento fue tan especial para mí que sentí que había vuelto a nacer. Me sentí llena de cariño en los brazos de él. Sin embargo, poco a poco yo lo iba rechazando.
Era una niña que no sabía de él. Sentía algo incómodo. A mis 10 años de edad Volvimos a encontrarnos con él. “Te amo”, me dijo. Solamente levanté mi rostro, no pude decirle nada. En mí pasaban pensamientos y ganas de decirle que no lo amaba. Me preguntó, “¿Cómo te sientes?” No pude responderle, me sentía molesta. ¡Él dijo que mis hermanas y yo somos sus princesas! Luego platiqué con mi mamá y le dije, “¡No quiero a ese hombre desconocido para mí! Para mí está muerto mi papá”. Mi mamá me explicó en ese momento cómo se había alejado de él… A mis 11 años de edad Un día normal cuando yo estaba en la escuela estudiando, él llegó a mi casa. Al llegar, lo encontré allí y me dijo: - ¿Cómo estás hija? - ¡Bien! – respondí fríamente.
Me sentí triste porque no lo pude llamar papá y pensé, “Él se ha de sentir mal porque yo no le digo papá”. A mis 12 años de edad Llegó el día que pude decirle papá, fue algo incómodo. No fue tan agradable porque yo no sentía el cariño y amor para él como mi papá, sino más bien como un amigo. Pasó mucho tiempo y no había vuelto a casa a visitarnos, cuando por fin regresó nuevamente. Me dijo, “Disculpame”. Yo lo ignoré. Lo ignoré por mucho tiempo. Hoy A medida el tiempo ha ido pasando he ido cambiando mucho y lo he conocido más. Nos hemos comunicado mejor y ha ido creciendo el cariño hacia él. Sé que un día con mucha alegría y saliendo desde mi corazón le diré, “Te amo, papá”.
Lo mejor que me ha pasado L. García Aún no recuerdo en qué fecha sucedió, ese momento tan hermoso en mi vida cuando regresé a casa de mi familia con los ojos llenos de lágrimas por la alegría de volver en casa. Nos encontramos con mi mamá y nos abrazamos fuertemente. Me sentí segura, protegida y amada por ella, esa sensación hermosa linda que solo las mamás pueden hacerlo sentir a uno cuando lo aman. El vacío que había tenido en mi vida se superaba estando junto a mi madre y mi hermana. Dos meses eran los que había pasado lejos de casa, pero sentía que habían sido una eternidad. Caminamos abrazadas con mi mamá a un lugar donde cenaríamos juntas, felices de volver a estar juntas. Al día siguiente que desperté en casa me sentía tan feliz que dije, “¡Wooo! Siento que estoy en el paraíso”. Estaba en casa con mi hermosa mamá. ¡Cuánto extraño ese momento! Poco tiempo duró mi alegría… Una semana después fui detenida y enviada al centro de reinserción. Me dolió mucho volver a separarme de mi madre. Ver los ojos de ella llenos de lágrimas ha roto mi corazón, me duele que mi mamá me vea en este lugar.
Ella me visita todas las semanas. También lo hace mi papá, mi hermana y mi mejor amigo. Siempre me he sentido apoyada por mi familia, a pesar de las circunstancias. Agradezco todo su apoyo incondicional para mí.
Deseo enormemente salir de aquí y poder estar juntas, mostrarle todo mi amor y decirle que me perdone por tanto daño que le he causado. Me llena de alegría cuando puedo hacer un recuerdo en el taller porque lo hago con tanto amor para luego entregárselo a ella. Quiero decirle que día con día me esfuerzo por dar lo mejor de mí. Espero poder salir pronto y cuidar a mi madre, que dejemos juntas tanto dolor en el pasado. ¡Espero que te sientas orgullosa de mí, mamá! Eres lo mejor que me ha pasado en la vida, mamá.
Nuestro futuro está en nuestras manos V. Martínez Quiero compartir una pequeña historia de mi vida. A mis 15 años tuve una relación de noviazgo con un chico a quien quise mucho. Junto a él conocí muchos amigos. Sin embargo no me daba cuenta de qué tipo de amigos había conseguido. Con ellos al poco tiempo comencé a fumar hasta lo prohibido, sin pensar en las consecuencias que esto tendría.
Dos años habían pasado cuando encontré la oportunidad de conocer de Dios de cerca. Tuve un encuentro muy especial con él. Esa experiencia ha cambiado mi manera vivir. Se me ha demostrado lo hermoso que es la vida y la felicidad que se siente de vivir sin consumo de drogas. Me he encontrado con mis viejos amigo, con los cuales nos dábamos la fumada y por gracia de Dios he podido decirles:
“¡NO!” Ya no quiero fumar. Ha sido muy difícil el poder decir: No, no, no. En una ocasión me encontré con uno de estos amigos y me regaló una bacha de esa hierba prohibida. La acepté, pero solo pasé pensando: “¿Me la fumo o no me la fumo?” “Lo haré por fin será sólo una vez”. “No creo que sea malo hacerlo”. Pero a esos pensamientos respondí: “No, no, no lo haré”. “No está bien hacerlo, debo cambiar”.
Resistí y fui muy fuerte y convencida con mi decisión. Decidí no fumarla, sin embargo sabía que era una tentación tener conmigo eso. Mejor se la compartí a un viejo “amigo”. Han pasado dos años y tres meses y no he tenido la necesidad de consumir eso que se había convertido en una adicción para mí. Con la ayuda de Dios y con mi fuerza de voluntad lo he logrado enfrentar y superar. Ahora me siento libre de esa adicción, soy volver a aquellas redes.
yo misma, vivo muy feliz y no tengo el deseo de
"Todos los actos buenos tienen su recompensa y todos los actos malos tienen su consecuencia".
Mi pequeño Josué M. Ochoa El 16 de mayo del 2016 fue un día súper hermoso y que no olvidaré. Ese día me dieron la noticia que me encontraba embarazada. Mi felicidad fue tan grande que me sentí como una niña
que recibe por primera vez un juguete que tanto deseaba.
Sin embargo, no todo era felicidad. Pensar cómo mi mamá recibiría la noticia me ponía inquieta y tenía miedo a ser rechazada por ella. Mi madre siempre me aconsejaba y apoyaba; por eso creí que le decepcionaría por lo que había hecho. Decidí mantenerme sin decirle a nadie lo que me estaba pasando. Pasó el tiempo, pero un día decidí decirle lo que me estaba pasando. Fue difícil para mí. Mi linda madre no recibió con alegría la noticia. Sin embargo, me dijo que me apoyaría. Ella acariciaba mi estomago, disfrutaba besarlo y platicaba con mi bebé, era algo tan lindo. Pero a la vez me sentía que no merecía que me tratara tan bien porque le había fallado. Llegó un día en que me separaron de mi familia. Fue duro por el estado en que me encontraba. Mi familia no pudo acompañarme en todo el proceso de embarazo. Pasaron los meses y llegó el día más hermoso de mi vida, un día inolvidable. El 4 de enero del 2017 nació mi bebé. Fue una felicidad inmensa, inexplicable poder ver a mi hijo por primera vez y tener a mi bebé en mis brazos. Fue algo maravilloso. Sentí miedo de lastimar esa pequeña creatura, mi hijo, que tenía en mis brazos. Había que asentarlo y en mi búsqueda de nombre que ponerle, encontré “Josué”. Es un nombre bíblico y me dije que era el indicado para mi niño. Disfruto como mamá el poder amamantarlo, bañarlo, vestirlo y dormirlo cantándole sus canciones infantiles. Soy la mujer más feliz del mundo junto a mi bebé. Recién sentí que nació y ya ha cumplido dos meses de vida. Mi bebé es tan dulce y siento que es el regalo más maravilloso que me ha dado la vida. ¡Te amo Josué! ¡Sos mi vida, hijo!
Mi regalo adelantado de Navidad R. Coto Mi vida iniciĂł a ser diferente a partir de de mayo de 2010 cuando me hice la prueba de embarazo. El mismo dĂa obtuve el resultado:
Positivo.
Mi rostro estaba lleno de sonrisa y emoción de saber que sería madre. Mi mamá, que estaba conmigo en ese momento, también compartió mi alegría. La noticia fue una enorme sorpresa para mi esposo y demás familia. Quedaron sin saber qué decir de la emoción. Mi embarazo avanzaba con el tiempo. Era tan maravilloso vivir esta experiencia. Sentía una emoción similar a cuando se ve una película romántica. En el quinto mes, me sentía tan ansiosa por saber si tendría un niño o una niña. Me hice la ultrasonografía. El resultado: ¡Niña! Me emocioné tanto, enorme alegría… Mi estómago crecía como un globo que cada día se infla más, y así pasaron 6, 7, 8, 9 meses. El nacimiento de mi hija fue el 18 de diciembre a la 1:35 am. ¡Un día inolvidable! Al escuchar el llanto y ver su rostro angelical por primera vez corrieron lágrimas en mi mejía, lágrimas de felicidad. Ha sido el mejor regalo que he recibido en Navidad. Desde ese día he sentido como que ha llegado una estrella a quedarse en mi vida. Su nombre es Belén. Cinco años después, debía ir al kínder por primera vez a estudiar. ¡Lloró y lloró porque no quería quedarse! Me tomó de la mano y no me quería soltar, quería irse conmigo. Con mi corazón dividido tuve que acompañarla al salón. Me veía con unos ojitos llorosos y me dijo: - ¿A qué horas vendrás por mí, mami? - A las doce del mediodía, hija. Sentí la mañana más larga de mi vida. Por mi mente pasaba el pensamiento, “¿Cómo estará si se quedó llorando al lado de la puerta?” A la hora de ir a recogerla al colegio, fue lindo saber que había pasado su primer día de clases. Me observó y exclamó “¡Mami!” y me abrazó muy fuerte, “Me gustó el kínder”. “Reto superado” pensé yo. Soy una madre feliz junto a mi linda hija. Pido a Dios me brinde la oportunidad de poder siempre apoyar y cuidarla, y animarle a dar lo mejor de sí misma. Siempre estaré para escuchar y corregirla, brindándole la confianza para que me comente hasta de su primer amor. Cada día me seguiré esmerando por ser una mejor madre y ejemplo para ella. Te amo hija, mi linda Belén.
Una gran decisión S. Orellana Recuerdo una mañana de un día lunes que llegué a casa a almorzar y prepararme para ir a la universidad. Había sido un día muy pesado en mi trabajo pero tenía que asistir a clases. Me encontraba en la parada de buses donde abordaba mi autobús para ir a la universidad. Allí estaba un chico que tenía meses de verlo en el mismo lugar pero nunca nos habíamos hablado. Lo había observado a la misma hora en el transcurso de este tiempo. Abordamos el mismo autobús y fue la primera vez que cruzamos palabras. Fue lindo escuchar como se expresaba.
Parecía un Romeo hablándole a su Julieta. Me dijo: - ¡Hola! ¿Va a estudiar? - Sí – respondí. Nos sentamos juntos y comenzamos a tener una conversación muy amena, parecía un chico muy amable, respetuoso y caballeroso. Llegamos a la universidad y me consultó: - ¿A qué hora sale? - A las seis –respondí. - Le esperaré.
Mi corazón sintió como una bomba interna de tanta alegría que mi piel se erizaba. Compartimos de nuestras vidas personales en la plática que tuvimos. Fue muy hermoso.
Con las semanas, la historia se repitió y se iba convirtiendo en algo diferente. Pasó de amistad a noviazgo. Ambos seguimos estudiando y nos teníamos mucha confianza. Nos ayudábamos mutuamente, pensábamos en grandes proyecciones a futuro como pareja. Esos tres años de estudio los sentí como lo más hermoso que me había pasado en la vida. El tiempo pasó y la situación fue diferente. Ese chico que se había adueñado de mi corazón ya no era el mismo. Había dejado de ser cariñoso, caballeroso y comprensivo. Con sus actitudes me hacía sentirme maltratada. Tenía tanto miedo decírselo porque su reacción podría ser como un fulminante que explota con tan sólo tocarlo. Había pasado a ser alguien desconocido para mí. En una ocasión salimos con mis amigas a celebrar el cumpleaños de mi mejor amiga, Wendy. Decidimos salir a bailar a una discoteca por la noche. Como ya habíamos hecho una costumbre de informarnos donde estábamos, le envié un mensaje de texto al móvil de mi novio. Sin embargo no respondió. Nos fuimos a disfrutar y en transcurso del camino tuve una sensación
extraña en mi
corazón, sentí un dolor similar a cuando uno se pincha con una espina de rosa. Esa sensación fue permanente por un buen tiempo.
Estando en la discoteca recibí una llamada. Rim rim rim sonó de un número desconocido, así que no respondí. Estábamos muy contentas con mis amigas disfrutando de la fiesta cuando de repente recibí nuevamente una llamada: Rim rim rim sonó, esta vez del número de él. Respondí de una manera amorosa, como siempre lo hacía. “¡Le ordeno que salga de ese lugar!” me dijo gritando.
Unos minutos habían pasado después de la llamada cuando él ya estaba en el lugar donde me encontraba con mis amigas. Me gritó de una manera bien fea frente a ellas. Me sentí ofendida. Le dije que se calmara por favor; sin embargo estaba tan agresivo que era incontrolable. En ese momento pensé, “Le tengo que decir que no estoy bien, ya no aguanto esta situación”. Se me vinieron muchas cosas a la mente y al final solo le pedí que nos fuéramos. Durante íbamos por el camino ninguno de los dos se dirigió la palabra. Cuando llegamos a casa le dije: - Necesito hablar contigo. - No quiero hablar – respondió muy agresivo. Ese día tomé
el valor y de una manera muy decidida le dije:
“Esta relación debe terminar. Ambos nos estamos haciendo mucho daño. Debes buscar ayuda”. El tiempo ha pasado y desde ese día no he vuelto a saber nada de él. He seguido mi vida con normalidad y soy una mujer profesional.
Sobre todo soy una mujer feliz.