La guerra según Santa Teresa

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maría folguera

«En vez de disparar a alguien, escribo. Es una fortuna, ¿no? En el escenario puedo asesinar con total libertad. Y también puedo suicidarme un millón de veces.»

maría folguera

Teresa de Jesús

El texto original de María Folguera, atea e hija de ateos, parte del deseo de comprender la experiencia de la mística. La santa le responde con fragmentos del célebre Libro de la vida y de Meditaciones sobre los Cantares. Pero hay otros invitados: ¿qué pensaba Simone de Beauvoir de todo esto? ¿En qué se parecen los libros de canallerías a las series como The Wire o Los Soprano? Con prólogo de María Fernanda Moscoso, antropóloga y especialista en la obra de Teresa de Jesús.

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¿Cómo hizo Teresa de Jesús para vivir tantas vidas, para dividirse, multiplicarse y seguir provocando nuestra inquietud?

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LA GUERRA SEGÚN SANTA TERESA


Folguera, María, La guerra según Santa Teresa, editorial Continta Me Tienes, Madrid, octubre de 2015 Edición y colección Escénicas a cargo de Sandra Cendal. 62 pp. 16 x 10,5 cm. Depósito legal: NA 1852-2015 ISBN: 978-84-944176-4-1 IBIC: DD_ Obras de teatro, textos teatrales

Continta Me Tienes C/ Belmonte de Tajo 55, 3º C 28019, Madrid 91 469 35 12 www.contintametienes.com info@contintametienes.com www.facebook.com/ContintaMeTienes @Continta_mt

© María Folguera © del prólogo: María Fernanda Moscoso © de esta edición: Continta Me Tienes Diseño de cubierta: Marta Azparren


María Folguera

LA GUERRA SEGÚN SANTA TERESA Prólogo de María Fernanda Moscoso


María Folguera (Madrid, 1984) es escritora, directora de escena y dramaturga. Ha estrenado y dirigido, además de La guerra según Santa Teresa, otros textos suyos como Hilo debajo del agua (Premio Valle-Inclán de Textos Teatrales 2009) y El amor y el trabajo (Continta Me Tienes, 2012). Como narradora, ha aparecido recientemente en las antologías Última temporada. Nuevos Narradores Españoles 1980-1989 (Lengua de Trapo, 2013) y Bajo treinta. Antología de Nueva Narrativa Española (Salto de página, 2013). Su primera novela es Sin Juicio, Premio Arte Joven 2001, publicada por Visor (2002). Próximamente se publicará su segunda novela.


Índice

Prólogo: Cuerpo, amuleto y despojo.........................11 Las guerras en torno a Santa Teresa.........................17 La guerra según Santa Teresa...................................23 Epílogo: Los leones y el hambre..................................49



Prólogo: Cuerpo, amuleto y despojo Hay un tiempo de maduración, un tiempo de exaltación un tiempo de mierda. ¿Qué hacer? Hoy tuve una pelea terrible, sangrienta, aunque sin sangre, cruel, aunque con una crueldad inocente.

«La pelea», Washington Cucurto

El cuerpo. Simone de Beauvoir observa al cadáver de su madre, un cadáver en ciernes. Un cuerpo desnudo y sin tiempo. Un cuerpo reducido de pronto por esa renuncia a no ser sino un cuerpo, que en nada se diferenciaba de un despojo. Lo que ocurre después del acto de morir, desde una perspectiva antropológica, tiene un significado cultural. Las vidas se van. Los seres humanos nos quedamos con lo que permanece y hemos de hacer algo con ellos, con los cuerpos de nuestros muertos, que se convierten 11


en despojos: carne, vísceras, pelos, huesos, ojos, pulmones, uñas. Los cadáveres generan, de cierto modo, pudor. Representan los restos orgánicos de las personas que se fueron. Pero cumplen una función. Una de las desgracias principales de los personajes de la serie The Leftloverss es que sus seres queridos se esfumaron un día concreto a una hora determinada. No se sabe si fueron secuestrados por un grupo de extraterrestres, si Dios decidió reducir el número de habitantes en el planeta o si pasaron a habitar otra dimensión. En la serie, quienes se quedan se enfrentan a la terrible extrañeza de vivir en un mundo en el que la persona que partió ya no está, es decir, a la muerte del otro, pero no tienen la posibilidad de reflexionar frente a los cadáveres de sus amados. Porque la vida se explica también con los despojos de los muertos. Los objetos materiales que son la permanencia cultural de quienes han desaparecido. La prueba irrefutable de que nos morimos todos, incluso los santos. Aunque hay santos que no mueren del todo. Cuyos cuerpos se convierten en reliquias, como ocurrió con el cadáver de Santa Teresa de Ávila. Su pie derecho y parte de la mandíbula superior están en Roma. La mano izquierda en Lisboa. El ojo izquier-

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do y la mano derecha en Ronda. El brazo izquierdo y el corazón en Alba de Tormes. Un dedo en París. Otro dedo en Sanlúcar de Barrameda. Teresa de Ávila, quien en vida escribió «me muero porque no muero», fue una especie de héroe de caballería que se vio abocada a atravesar diferentes pruebas para lograr la recompensa principal que todo caballero busca: el amor y la fama. Amor y fama que son alcanzados, por la santa, a través de una apropiación de lo divino, del mismo Dios, aunque de manera escandalosa. La mujer se autoproclama esposa de Jesús. Y ¡zasca!: pasa a formar parte de la llamada iglesia triunfante, es decir, es ni más ni menos, capaz de interceder ante Jesucristo por la humanidad, por los vivos en la tierra y por los difuntos en el purgatorio. Libra un combate personal en el que no hay espadas de acero ni armas reales. Pero hay un cuerpo. Un cuerpo censurado y clausurado que pone en práctica una lucha en un contexto en el que es sometido a una triple exclusión: como mujer, en una época en la que la cultura estaba dominada por hombres y letrados; como descendiente de una familia de origen judío, en una sociedad en la que se perseguía y castigaba a las familias judías; y como perteneciente a una burguesía provinciana, en una época en la

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que los honores se conservaban para las personas de origen noble. Si durante su vida, Teresa de Ávila es capaz de exponer a todo el mundo las metamorfosis de un cuerpo enamorado con el pretexto de un deseo por la «humanidad de Cristo» –un deseo que es femenino y masculino (Kristeva: 2015)–, en su muerte ese cuerpo se transforma en un terreno sobre el que se libra un combate descarnado. Una guerra que tiene lugar porque es imprescindible apropiarse de su cadáver. Una lucha que se lleva a cabo, sin embargo, sin el caballero –la santa. El cadáver de Teresa de Ávila fue descuartizado, cercenado y repartido en varios sitios de Europa. Se corta la carne, se atraviesa la piel, se parten los huesos y se rebana. Todo en nombre de la fe. La mano de la santa, la mano incorrupta, la misma que acarició hostias, espinas y dorsos, siglos después fue apropiada por el dictador, quien era incapaz de separarse de ella. Si para dormir, Franco la ponía en la mesilla de noche y se la llevaba a todos sus viajes, cuesta no pensar en el poder que se le atribuía al trozo de carne, tendones y uñas, arrancado del cadáver de la santa. En sus despojos transformados en reliquias y las reliquias en amuletos. Amuletos a (Mauss: que tienen poder porque tiene un mana 1965): la cualidad mágica que permite que un brazo sin un meñique sea un objeto simbólico de poder.

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Para Simone de Beauvoir su madre había existido siempre y nunca había pensado seriamente que algún día la vería desaparecer. Su fin se situaba, como su nacimiento, en un tiempo mítico. Teresa de Ávila no tuvo hijos. Si en vida fue el caballero que supo hacer hazañas, en su muerte, fue la shamana a y la santa cuyo cuerpo fue convertido en un campo de batalla. Su proeza: triunfar en la última jugada. Retirarse. Desaparecer dejando tras de sí un conjunto de despojos que, al fin y al cabo, se han convertido en cosa de hombres. En la guerra de los hombres. María Fernanda Moscoso

María Fernanda Moscoso es antropóloga y otras cosas. Dr. Phil en Antropología por la Freie Universität Berlin. Tercer Premio Nacional de investigación Marqués de Lozoya en España (2012). Desarrolla su actividad académica entre América Latina y Europa. Compatibiliza su actividad en la Universidad con la escritura y el arte, áreas en las que ha obtenido premios con la instalación Ay Madrecita (La Naranjilla Mecánica, Quito), Al locro-lado (Queens Museum of Art, New York) y Santa Teresa reloaded (Los Oficios Terrestres, Mallorca).

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