NOTAS SOBRE PEDAGOGÍA Y MOVIMIENTO
Condró, Lucas y Pablo Messiez, Asymmetrical-Motion, editorial Continta Me Tienes, Madrid, febrero de 2016 Edición y colección Escénicas a cargo de Sandra Cendal. 86 pp. 16 x 10,5 cm. Depósito legal: NA 47-2016 ISBN: 978-84-944176-7-2 IBIC: AS_Danza y otras artes escénicas
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Colección Escénicas, 12 © Lucas Condró y Pablo Messiez © del prólogo: Claudia Faci © de esta edición: Continta Me Tienes Diseño de cubierta: Marta Azparren Primera corrección: Ilona Aczel
Lucas Condró y Pablo Messiez
NOTAS SOBRE PEDAGOGÍA Y MOVIMIENTO Prólogo de Claudia Faci
Índice
Prólogo, por Claudia Faci............................................11 Introducción...................................................................21 Notas................................................................................27 Ejercicios.........................................................................63
Pr贸logo, por Claudia Faci
Para que cuerpos, palabras e imágenes continúen siendo algo vibrante, en tensión con su infinita potencia, en tensión con su relación con lo infinito, en relación con lo imposible. F. Renjifo, Mayo siglo XXI
Según el discurso hegemónico –sí, ese que no acaba de desarticularse por mucho que se cuenten por decenas de miles las personas que han dedicado su vida entera a tratar de hacerlo– el conocimiento es algo que hay que buscar en una especie de armario que huele a viejo, lleno de cajones y cajoncitos convenientemente etiquetados: el cuerpo, la historia, la mente, las sensaciones, el pensamiento, los procesos fisiológicos, lo espiritual, las emociones, los afectos, la filosofía, el placer, la disciplina, el sistema nervioso, la política, la sexualidad, la ciencia, la poesía, la danza, el género, el teatro, lo abstracto, la técnica, la intuición, el amor, el lenguaje… todo por separado, compartimentos estanco, no sea que confundamos la velocidad con el tocino o el culo con las témporas. Acotados los campos de conocimiento, se subdividen a su vez por sectores, por competencia, por ámbitos de interés y se persigue la especialización en uno, en otro, o en el de más allá; somos especialistas en especializarnos en algo dando la espalda a lo demás, que es competencia de otros especialistas. El diletantismo, al que por cierto tanto deben muchas de esas áreas de conocimiento, está mal visto, tanto como la bisexualidad o los híbridos. El diletante es un vago, el bisexual un puto hetero caprichoso. Una cosa es el sueño y otra el soñador. Por un lado está el que percibe, el suje-
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to, que es el que importa, y por otro lo percibido, predicando sobre aquel. Los autores del pequeño y delicioso tratado que sigue a estas líneas trabajan para abolir distinciones que, como las arriba citadas, forman parte de los arreglos que el hombre occidental ha venido haciendo para entender el mundo. O, más en concreto, para configurarlo de modo que resulte aprehensible. Trucos, fórmulas, ficciones que tomamos por ciertas y nos permiten creer que –casi– controlamos la realidad. Una herramienta importante para ejercer esa suerte de control es nuestro aparato conceptual; una vez que este incluye los recursos que consideramos necesarios a tal fin, creemos que los vericuetos por los que discurre nuestro pensamiento –súbdito fiel de la razón– nos conducirán a la comprensión de eso que llamamos realidad. Así, analizamos las conductas, establecemos medidas, ámbitos, fronteras, convenios, órdenes de relaciones posibles e imposibles, determinamos competencias, consensuamos todo con los que se parecen a nosotros y procuramos mantenernos dentro de esos parámetros que con tanto cuidado y esfuerzo hemos ido construyendo en pos de una vida manejable y feliz asumiendo que lo segundo implica lo primero. Hay excepciones que confirman las reglas, claro, accidentes, errores, a-normalidades que con-
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forman la otredad, esa cosa informe y amenazadora a la que conviene someter o, al menos, neutralizar. Atendiendo a esta lógica, nos han enseñado que hay instancias que solo afectan al cuerpo y otras solo a la mente. Bien delimitados los ámbitos de afección, seguimos delimitando: cada órgano trabaja por separado, cada víscera, cada función en su cajón, de suerte que nos tomamos por algo parecido a un monstruo hecho de partes y gobernado por esa especie de disco duro externo que es el cerebro, al que nos referimos como si no estuviera contenido en el mismo saquito de piel que nos contiene y nos aísla. Lo que habla es siempre algo distinto del cuerpo, estamos convencidos de que la función del lenguaje no le atañe, ni le afecta. Y luego están el libre albedrío, el espíritu, la imaginación, las pasiones, esas instancias que le otorgan cierta gracia, no exenta de peligro, a nuestra ordenada vida. Quiero pensar que el lector –sobre todo la lectora– estará pensando que todo esto no va con él, que afortunadamente disfruta de un sentido crítico que le ha permitido apartarse de esas lógicas y discurrir por derroteros más abiertos, iluminados por nociones como la del pensamiento holístico, la inteligencia emocional y esa dimensión espiritual que tanta falta nos hace cuidar. Pero a pesar de que, en efecto,
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hemos integrado en nuestra vida cotidiana prácticas que supuestamente atienden a estas inquietudes, resulta sorprendente observar hasta qué punto las conductas y las decisiones siguen respondiendo a una visión del mundo acorde a nuestra gramática, es decir, que acata un orden vertical sostenido por la causalidad. De ahí que resulte tan pertinente proponer y llevar a cabo prácticas como las recogidas en las notas que componen este libro y que dialogan con un universo de relaciones en el que nada «es» sino que deviene, en función del curso de los flujos y de los acuerdos hechos in media res.
La propuesta de Condró y Messiez, como las de otros que antes y a la vez que ellos han trabajado para tratar de des-condicionar-se con el fin de acceder a otras realidades, implica una suerte de des-aprendizaje consciente y voluntario; un viaje hacia atrás, no en el tiempo –pues la linealidad de este forma parte de esas ficciones a las que nos hemos referido antes– sino en el proceso de adiestramiento al que la socialización ha sometido a nuestros cuerpos. Más allá de la enseñanza de una técnica concreta o la transmisión de una serie de herramientas y pautas para ganar libertad a la hora de bailar –o moverse– el compromiso que Condró asume en su
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proyecto pedagógico pasa por llevar a cabo algo parecido a una campaña de higiene para la mirada y una revisión del lenguaje, es decir, de las relaciones entre el pensamiento, las imágenes, los afectos y las palabras. «Dejar de saber para poder ver. […] Ver para nombrar. Nombrar para ver.» Y ahí es donde el ojo y la sensibilidad de Messiez vienen a sumarse a los de quien puso en marcha el proceso de investigación que aquí se refleja, con el fin de vigilar, contestar y cuidar al máximo los procesos de enunciación y transcripción de la experiencia. Ambos autores se retroalimentan constantemente para destilar cada una de las notas que componen el texto central de este libro, porque la inquietud y los intereses que lo promueven son comunes. Escribir a medias no es tarea fácil, resulta complicado soltar la opinión y el gusto propios para permitir que lo que el otro propone sea, pero sucede que precisamente esa es una de las reglas a acatar en el laboratorio durante la práctica, así que no les queda más remedio que aplicarla también a la hora de producir el material que prologamos ahora. El acuerdo para habilitar, consciente y voluntariamente, todos los espacios susceptibles de generar conocimiento, es sagrado; saben que los procesos
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de comprensión pueden darse en muchos lugares y están dispuestos a investigar en todos. Y todo para recuperar un cuerpo sabio, liberarlo de todo lo que no le es propio, descolonizarlo, atender a la forma como sustrato sobre el que han operado los discursos, las disciplinas, las creencias, y des-adiestrarlo para recuperar un cuerpo salvaje, inocente, fuerte, sensible y en relación a su infinita potencia. No se trata de inventar un cuerpo, ni promover una idea de cuerpo, ni un modo de bailar, ni mucho menos un estilo, sino de observar con todos los sentidos y constatar que lo que hay contiene en potencia un infinito. No se trata de una aventura metafísica sino física, «allí donde la fisis es mucho más que física». Claudia Faci, diciembre del 2015
Claudia Faci (Lille, 1966) es bailarina, coreógrafa, actriz, directora, docente y autora independiente. Su obra se nutre de su experiencia como intérprete y se relaciona con la literatura, la filosofía y la escritura.
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