chicago, illinois
nĂşmero 16
agosto 2004
Testimonios de guerra
Juan Manuel, el primer argentino
Entrevista con El Gran Silencio
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consejo editorial Ricardo Armijo, Raúl Dorantes, Jochy Herrera, Francisco Piña, José Ángel Navejas, Moira Pujols, Julio Rangel, Humberto Uribe, Febronio Zatarain
jefe de redacción Raúl Dorantes
diseño Francisco Piña
fotografías: Estudiantes de la secundaria Benito Juárez
Fotógrafo: José Guzmán aztlanjoe@hotmail.com
contratiempo 773.769.2923 1434 West Thorndale Avenue Chicago, IL 60660
Foto: Cortesía de National Veterans Art Museum
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Editorial Humberto Uribe Un veterano de guerra Raúl Dorantes y Febronio Zatarain De la guerra del barrio a la otra guerra Roberto Barreto Las guerras las declaran los ricos y las pelean los pobres Joel Soto Trauma y metamorfosis en el Museo de Veteranos Raúl Dorantes y Febronio Zatarain Juan Manuel, el primer argentino Moira Pujols ¿Parlez vous tortura?
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deshoras Julio Rangel Poemas León Leiva Gallardo El testamento
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mirada cómplice Julio Rangel Fotógrafos de la Benito Juárez
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tiempo extra Juan Mora-Torres Entrevista con El Gran Silencio José Ángel Hernández El conjunto tejano: Un bosquejo de su historia Antonio Zavala El hallazgo de Las dos Fridas Manuel Zatarain C. Vida escolar y currículum oculto Luisiana Meléndez Currículo y valores Desnudo de un mundo artificial Iván Torrijos Cupido entró al zoológico
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Érika Buchancow Safe in Sound: Un disco por la paz
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Joel Soto The Corporation: Nuestro fracaso documentado Francisco Piña Héctor R. Hernández: 15 años al frente de la Rudy Lozano
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tiempo de sobra Jochy Herrera Marlon Brando om ulloa ay cuba, cubita
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Ed i t o r i a l La primera sección de este número de contratiempo está dedicada casi exclusivamente a la guerra en Irak. Ofrecemos una serie de testimonios tanto de veteranos como de sus familiares. Como constante en la comunidad hispana encontramos que, por lo general, los jóvenes ingresan a las Fuerzas Armadas motivados por el deseo de continuar sus estudios al terminar con su servicio. Sin embargo, estos veteranos también se sienten comprometidos con la defensa del país, es decir, están listos para retornar a las filas si una de las cuatro instituciones militares requiere de sus servicios. Ante dicha actitud de sacrificio, el gobierno de los Estados Unidos ha respondido, sobre todo en la guerra en Irak, con decisiones irresponsables. Es comprensible que cada país tenga un ejército, pero inaceptable que se le dé instrucciones al mismo para que invada una nación. Irak no constituía una amenaza para la seguridad nacional de los Estados Unidos. Como se sabe, el régimen de Bagdad —tiránico y déspota, si se quiere— no tenía la capacidad para atacar el territorio estadounidense ni los medios para desarrollar dicho ataque. El 22 de julio pasado, la comisión encargada de aclarar los sucesos que culminaron con los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, no encontró ninguna prueba que vinculase al gobierno de Irak, o al propio Sadam Hussein, con el grupo Al Qaeda. Sin embargo, la actual administración de la Casa Blanca, se empecina en afirmar que, gracias a la invasión, hoy vivimos en un mundo más seguro. Esta afirmación deja de lado a los más de novecientos soldados estadounidenses que han perdido la vida en Irak. También deja de lado a los casi seis mil heridos de guerra, muchos de ellos lisiados. E ignora, por supuesto, la frustración y el dolor de decenas de miles de iraquíes que han sido víctimas de una invasión que en su momento la comunidad internacional trató de detener. Esta misma comunidad no dudó en apoyar a los Estados Unidos en su intención de capturar a Bin Laden y de desmantelar sus campos de entrenamiento en Afganistán. Si bien es cierto que se desmantelaron dichos campamentos, la búsqueda de los líderes de Al Qaeda pasó a un segundo plano para darle prioridad al derrocamiento de Saddam Hussein. Si se hubiera continuado persistentemente con esa búsqueda —de la misma manera en que se persistió para invadir a toda costa Irak—, probablemente se habrían evitado atentados tales como los que se perpetraron en Arabia, Turquía, Bali y España. Pero, como hoy sabemos, en vez de continuar lo que se había iniciado en Afganistán en octubre de 2001, se desviaron los esfuerzos para apresurar la caída del régimen de Hussein. La tragedia del 11 de septiembre fue manipulada en su origen por el vicepresidente Dick Cheney al declarar que el régimen de Bagdad poseía armas de destrucción masiva que podía usar para atacar a los Estados Unidos. Y para justificar mejor la invasión el mismo vicepresidente habló de una posible relación entre Bin Laden y Sadam Hussein. Estas afirmaciones las fue avalando el presidente Bush. Hasta ahora no deja de ser ambiguo si fue Cheney y el presidente quienes informaron a la CIA de sus sospechas o si dicha agencia les entregó un informe previo a sus declaraciones. La opinión pública percibió la participación de la CIA sólo cuando el secretario de estado Colin Powell presentó ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas diversas pruebas que “apoyaban” la tesis de que Irak estaba produciendo armas químicas y biológicas. Como las pruebas no eran lo suficientemente sólidas, y previendo que el Consejo de Seguridad votaría en contra, Bush —con sus dos aliados más importantes, Inglaterra y España— anunciaron la inminente invasión. En el caso específico de Irak, no se puede afirmar que hubo un error en los trabajos de inteligencia. Resultaría ingenuo. Recordemos que en los meses previos al inicio de la guerra, la Casa Blanca minimizó el trabajo que estaban haciendo los inspectores de la ONU, pues tarde o temprano éstos determinarían la inexistencia de las armas de destrucción masiva en Irak. A la comunidad internacional entonces le quedó la certeza de que las fuerzas militares estadounidenses iban a ese país no con el propósito de buscar tales armas —ni de democratizarlo, como ahora se dice— sino con el fin de controlar los yacimientos petroleros. Un gran sector de la sociedad estadounidense todavía se resiste a reconocer abiertamente que su presidente mintió, y que ha estado actuando más en función de los intereses del grupo económico al que pertenece que en función de la seguridad nacional. Después de la publicación del reporte de la 9/11 Comission, es difícil creer que ese sector se deja llevar con ingenuidad por las mentiras del presidente. Por desgracia, la gente que sigue apoyando a Bush cree que la guerra preventiva es la mejor manera de proteger a la nación. Primero bombardeamos, luego averiguamos.
Un veterano de
guerra Humberto Uribe
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on Juan Antonio Ortega Luna fue uno de los fundadores del rancho Potrero de Campa, municipio del Oro, Durango, y trabajó desde muy joven, de sol a sol, cultivando maíz, frijol, chile, ordeñando vacas y cabras, cuidando gallinas y puercos. Al mismo tiempo fue construyendo su casa con piedra y tierra que cavaba en la montaña, que mezclaba con pasto seco y agua que traía del río. A pesar de tan arduo trabajo, se mantenía saludable y de buen humor. Por las noches arrullaba a cada uno de sus hijos, hasta dejarlos dormidos, interpretando en su armónica los corridos de la Revolución. Por ese entonces, era un joven recién casado y tenía que esconderse de las tropas de Pancho Villa para evitar que le robaran a su primera esposa. Don Juan Antonio vivió 104 años, enviudó tres veces y engendró 24 hijos. Sobrevivió tres años a su tercera esposa, doña María Magdalena Ramirez Terrazas, con la que tuvo 13 hijos: siete mujeres y seis hombres. Yo tuve el honor de conocer a don Juan Antonio un año antes de su muerte, cuando aún se le veía ágil y derecho. Subimos y bajamos la montaña hasta llegar a unos baños de aguas termales y regresamos sin que se le notara cansancio alguno. Me dicen que una noche pronosticó su muerte y pidió que no les avisaran a los hijos que estaban en los Estados Unidos porque, según él, “ya los había visto y otro viaje a México nomás pa’ enterrarlo, no valía la pena”. Sofía Ortega Ramírez era la octava hija del tercer matrimonio de don Juan Antonio. A pesar de que la joven Sofía pertenecía a una familia
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conservadora, no tuvo más remedio que separarse de su esposo porque el hogar que habían fundado lo gobernaban la suegra y la hermana de su cónyuge, y no hubo arreglo posible para que las cosas mejoraran. Sofía llegó de Durango a Chicago, embarazada, dejando atrás a dos de sus hijos: Crisol y Armando. A los pocos días de haber llegado dio a luz a Ryan. Sus hermanos llegaron dos meses después y se reunieron con su madre en casa de su tía Luciana, hermana de Sofía. A Sofía la conocí en Chicago cuando ella estudiaba en la Erie House, donde yo daba clases de GED. Los tres niños —de uno, cuatro y cinco años respectivamente— la seguían como patitos. El menor, tan pequeño que apenas caminaba; la mayor risueña y el de la mitad nervioso, como buscando algo que se le hubiese perdido. Sofía siempre delante de los niños, seria, de cabellos y ojos negros acaramelados, piel morena, paso tranquilo, mirando al frente; el rebozo enmarcaba su cara afilada; su vestido floreado, estrecho en la cintura, se ensanchaba hasta los tobillos como abanico repleto de pliegues; los zapatos negros, con tacón mediano, realzaban su estatura media, bien formada y en sus mejores años. Cuando llegó la fecha de la graduación, sentí que perdía a mi alumna preferida. Pero ese día me invitó a comer, y al entrar a su casa sentí un olor como de maíz recién molido. A la semana siguiente la llamé so pretexto de agradecerle la invitación que me había hecho; traté de darle confianza y le sugerí que nos viéramos nuevamente. Me dijo que le parecía bien y que en cuanto llegara la primavera me invitaría al parque. Terminado el invierno fui a su casa y salimos con sus niños. Ella, como siempre, vestida con sus faldas largas plegadas y sandalias que dejaban ver los talones y los tobillos color arcilla. Cuando llegamos al parque, escogimos el sitio apropiado para ubicarnos con los niños; después se arrodilló en el prado, tendió un mantel a cuadros, encendió el asador, puso una rejilla y sobre ella colocó la olla de frijoles molidos con queso rayado, esparció las tortillas recién hechas y les dio vueltas hasta que se doraron. Crisol, Armando y Ryan corrían felices alrededor de un árbol cercano al asador. Sofía preparó la ensalada de papa y puso las servilletas y los cubiertos sobre el mantel. Cuando los frijoles estuvieron calientes, los extendió sobre las tortillas, agregó lechuga, tomate, queso rayado y una cucharada de “pico de gallo”. Nunca había comido algo tan completo y nutritivo en tan sólo una tortilla. Los niños, después de comer, se alejaron a los columpios; entonces, Sofía y yo nos tomamos de las manos, nos fuimos detrás de un árbol y nos dimos un beso.
Después de cinco años de salidas al parque, nos casamos. No fue fácil adaptarnos después de 18 años de haberme separado de la que fue mi mujer y Sofía después de siete de haberse divorciado. Sin embargo, tanto ella como yo fuimos superando los inconvenientes propios de la vida conyugal y los niños se fueron acomodando a su nueva vida. Mientras los niños iban a la escuela, Sofía iba a la universidad. A los ocho años empezó a ejercer como maestra. Para el año 2000, Crisol se matriculó en el Instituto de Arte; a Armando le faltaba un año para terminar la high school y Ryan apenas la iniciaba. Armando Gracia Ortega Desde que estaba en la secundaria, Armando tuvo varias novias; pero, al final, se comprometió con una bella muchacha de origen mexicano, un año menor que él. La relación parecía firme. En su tiempo libre, él trabajaba en un restaurante de comida rápida y estacionando autos en un centro nocturno. Un día después de graduarse de la high school, Armando nos vino con la sorpresa de que se había enlistado en la Marina de los Estados Unidos. Argumentó que necesitaba esa disciplina y que además le darían, después de cuatro años de servicio, 35 mil dólares para pagar sus estudios. A Sofía no le gustó la idea, pero se consoló pensando que cuatro años pasarían pronto. Para entonces Sofía ya se había graduado y Crisol estaba cursando su segundo año en el Instituto de Arte. Un año después de enlistarse en el ejército, la novia de Armando se graduó de la secundaría e ingresó a la universidad; él vino a verla en su propio automóvil desde Carolina del Norte, donde prestaba su servicio militar. La novia se mostró con él atenta pero no amorosa, y le dijo que como estaba estudiando en serio no podía tener novio. Por ese tiempo ya había ocurrido lo de las Torres Gemelas y la invasión a Afganistán. Poco después vino la invasión a Irak y Sofía no quería ni imaginar a su hijo en esas tierras extrañas arriesgando la vida. Pero antes de lo pensado, Armando ya estaba asumiendo su papel en la guerra. Por suerte, desde un principio, él había escogido la sección de mantenimiento de vehículos y de ingeniería. Su labor era darle mantenimiento a los vehículos. Sofía tenía pesadillas cada vez que se enteraba de las bajas de soldados norteamericanos. Su dolor era mayor cuando se informaba que las tropas, en su confusión, se disparaban unas a otras causándose a sí mismas bajas y heridos. No era fácil para ella tener paz en las noches, porque la comunicación con su hijo estaba restringida; esporádicamente Armando enviaba una carta o, cuando se lo permitían, hacía una llamada y hablaba con sus hermanos y su madre. Antes de dormir yo trataba de tranquilizarla, pero en las madrugadas me despertaba su llanto. Su trabajo y el quehacer le ayudaban a mitigar la preocupación, pero los noticieros la hostigaban.
Armando Gracia Ortega, hijo de Sofía Ortega Ramirez y nieto de don Juan Antonio Ortega Luna, regresó de Irak a los 21 años como veterano de guerra. A los pocos meses le propusieron que continuara en el ejército. Él prefirió darse de baja. Cuando regresó a casa, su mamá ya era maestra, Crisol había terminado su carrera y Ryan se había graduado con honores de la high school. Esto, probablemente, lo hizo pensar seriamente en el estudio y decidió dedicarle medio tiempo al trabajo y otro tanto a la universidad. A continuación transcribo una conversación que tuve con Armando, recién llegado de la guerra: ¿Cuando te enlistaste en el Ejército pensaste en la posibilidad de ir a la guerra? No, nunca se me ocurrió que estaría en combate. Porque en el año 2000 los Estados Unidos no tenía conflictos internacionales serios y menos la posibilidad de una guerra. Yo sólo buscaba una forma de ayudarme a financiar mis estudios. ¿Cómo te sientes cuando alguien te critica por el hecho de haber participado en la guerra en Irak? Críticas no he recibido, pero muchos me preguntan por qué te enlistaste. Yo les repito que fue por tratar de avanzar por mí mismo en los estudios. Soy mexicano, nacido en México… Nadie puede imaginar cómo se siente uno en la guerra si no la ha experimentado; una vez que estás allí notas que tus compañeros te cuidan la espalda y que uno cuida la de ellos; y esto, en el campo de batalla, es muy importante porque tu seguridad está en manos de ellos y viceversa. Es un equipo que se cuida mutuamente, y como es obvio, se estrechan los lazos de amistad. Pero si alguien me critica, yo le diría que una vez en la guerra tienes que aprender a salir de ella. Sé que valió la pena como experiencia pero ahora tengo que vivir el presente y prepararme para el futuro. ¿Qué pasaba por tu mente cuando estabas en el campo de batalla? Había noches en que no dormíamos, pero te entrenan para no dormir, para pensar positivamente y estar alerta. En las noches dormíamos dos horas, era el momento en que pensaba en mi familia. Yo sabía que se preocupaban por mí. Me hubiera gustado haberles llamado con más frecuencia y decirles que estaba bien. Era duro porque, como ya dije, hay que estar alerta debido a que las cosas malas pasan cuando la gente no pone atención. Era triste pensar que cualquier cosa podría pasar, sobre todo si aparece un loco que no le importa vivir y en un instante mata a varios de sus compañeros y luego se suicida, tal como ha sucedido en esta guerra.
¿Cual es el suceso que te impactó más en el tiempo que estuviste en Irak? Bueno… una noche que estábamos fuera de un pueblito llamado An Nasiriyah tuvimos que entrar para suministrar municiones a los infantes de la Marina y ayudar a abrir un pasaje para que todos pudiéramos salir adelante sin consecuencias graves. Nuestro comandante nos dijo que estuviéramos alerta porque él sentía que iba a pasar algo y nos dijo: “No he recibido ninguna información al respecto pero creo que va a pasar algo”. Y a los veinte minutos empezaron los balazos. En ese momento yo pensé: ¿Qué nos va a pasar? Por suerte nadie fue herido. ¿Crees que la guerra en Irak se justifica y que valió la pena que hayas ido a luchar? Hay diferentes opiniones al respecto, pero yo sólo puedo decir que no debería haber pasado. Me acuerdo que en 1991, Estados Unidos estuvo en Kuwait tratando de acabar con Saddam Hussein. Aquí dijeron que habían ganado la guerra, pero el dictador decía lo mismo: que Irak había ganado. Es dificil pensar que un país tan poderoso como los Estados Unidos no pudo derrocar en aquella ocasión al dictador; sin embargo, en este tema hay mucha controversia y yo sigo pensado que esto de Irak no debió suceder; se gastó mucho dinero y están muriendo muchos hombres y mujeres tanto de los Estados Unidos como de Irak. La población civil muere en el fuego cruzado y por las bombas que caen sobre sus casas. La guerra es horrible; debería haber otra manera de resolver los problemas internacionales ¿Que le aconsejarías a un joven que quiere enlistarse en el Ejército? A mí me abrió los ojos; yo era un muchacho muy joven. El hecho de haberme enlistado me dio la oportunidad de disciplinarme. Abrí mi mente y conocí diferentes culturas pero, en el fondo, soy la misma persona; sólo que un poco más maduro. Pero si alguien quisiera enlistarse para conseguir fondos para la escuela yo le diría que no es lo más aconsejable. Es mejor ir a la universidad y después, si quiere, ir al ejército.Yo sufrí la experiencia de estar en la guerra y sé que mi familia se preocupó por ello, y por eso no me gustaría que un hermano o un primo se fuera al ejército para luego ir a la guerra. Sin embargo, no podría interferir en su decisión de enlistarse, si así lo desea. ¿Qué piensas de tus compañeros que aún están en Irak? En este momento hay varios compañeros en Irak y me pongo a pensar cómo están, qué necesitan; algunos de ellos regre-
Armando con su hermana Crisol
sarán en septiembre. Yo le pido a Dios que los cuide porque la situación en Irak cada día empeora. Todos los que estamos en los Estados Unidos dormimos bien gracias a los sacrificios de los que están luchando; no todos piensan en el sacrificio de los soldados; a estas personas hay que recordarles que hay jóvenes de 18, 19 y 20 años que están en Irak muriendo para protegernos. Es algo que debemos apreciar y respetar. ¿Cómo te sientes ahora entre los tuyos? Regresé en mayo y en ese momento no lo podía creer. Pasaron los cuatro años muy rápido. Es fantástico estar de nuevo con los míos, pero confieso que también extraño lo vivido en el Ejército. Pues estaba acostumbrado a esa disciplina. Aquí voy a hacer lo mejor que pueda, empiezo la escuela en agosto y tengo un trabajo que me gusta. Yo sé que me va a ir bien porque es lo que quiero hacer. Ahora es tiempo de pensar en mí; cumplí con el servicio militar y viví la crueldad de la guerra; es hora de concentrarme en mis cosas. Pero si por algún motivo requieren que vuelva, tendré que hacer una pausa en mis planes y partir de nuevo a servir a la patria, porque es dificil olvidar a la gente que te protegió y que protegiste en el campo de batalla. ¿Qué opinas del último informe sobre la inexistencia de armas de destrucción masiva en Irak, hecho que constituyó la base para invadir y qué piensas de la muerte de más de mil miembros de las Fuerzas Aliadas, sin contar con los miles de muertos de la población civil y militar de Irak? En el momento que fuimos a la guerra, la mayoría del pueblo estadounidense, según las encuestas, creía en la importancia de eliminar esas armas de destrucción masiva. Saddam Hussein ya las había usado contra su propia gente y podía usarlas contra cualquier otro país. Tanto el presidente como el Congreso creyó en la versión de la CIA. En cuanto a la pérdida de vidas, es lamentable; yo ya sé lo que es perder a un compañero en combate. Lamento mucho que la CIA sea, aparentemente, la responsable de tantas muertes, y me duele saber que cada día mueren más y que yo no puedo hacer nada para impedirlo.
Armando dándole dulces a una niña en Irak
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De la guerra del barrio a la
A
Raúl Dorantes y Febronio Zatarain
finales de 1981, en la churrería Little Village de las calles Veintiséis y Kedzie, se conocieron Gloria y Alfredo Gutiérrez. El empleo regular de Gloria estaba en la compañía Jarco, que producía sensores de luz, pero por esos días había tenido uno de sus tantos pleitos con el jefe, y por eso, mientras se contentaban, trabajaba despachando churros, tamales y atole en ese establecimiento de La Villita. Aunque en dicho trabajo no le pagaban bien, Gloria lo había aceptado porque le permitían llevar a Israel, su único hijo de casi dos años. —Desde la primera vez que platiqué con Alfredo me pareció buena gente, a pesar de que entonces andaba de borracho y de callejero. Alfredo Gutiérrez, por su parte, trabajaba como maquinista en la tortillería Del Rey, empresa en la que entonces se iniciaba el conflicto sindical más sonado en la historia de La Villita. Liderados por el ya legendario Rudy Lozano, la mayoría de los trabajadores quería que la empresa reconociera su decisión de sindicalizarse. El noviazgo de Gloria y Alfredo no pasó de los seis meses. —Un día de repente me dijo que ya estaba bueno de andarle haciendo al tonto. Y en cuanto pudieron, fueron los tres al City Hall, “y de ahí nos trajo para un departamento que había rentado en la Veinticuatro y Trumbull. Desde entonces no hemos dejado La Villita”. Alfredo y Gloria procrearían en este barrio cuatro hijos más. La infancia de Israel, como la de su hermano y sus tres hermanas, estaría marcada en primer término por el español y la cultura provenientes del mundo rural potosino y jalisciense, y en segundo término por el mundo híbrido de las escuelas y las calles de este barrio, caracterizado en las últimas dos décadas por la extrema violencia entre pandillas. A principios de 1997, cuando apenas cursaba su tercer año en la Marie Curie High School, Israel fue aceptado en los Marines. Se había enterado de la existencia de esta institución militar por una compañera de clase llamada Melina Morgado, quien le decía continuamente que él estaba hecho justo para ser marine. Luego de haber completado los créditos requeridos para graduarse de la high school, asistiendo a clases extras durante las noches, Israel viajó a la base de San Diego, California, el 16 de marzo de 1998. Ahí comenzaría la carrera militar que lo llevaría a desempeñarse, en diversas partes del mundo como mecánico de aviación y como miembro
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otra guerra
del cuerpo de seguridad de la diplomacia de los Estados Unidos. En septiembre de 2003, Israel cumplió con los cinco años de servicio que había convenido con los Marines. Nos cuenta que en ese lustro pisaron la cárcel muchos de sus amigos de cuadra y de la escuela, y que fueron asesinados por lo menos diez; sus dos amigos más cercanos, Joe y Pascual, fueron gravemente heridos de bala, dejando a uno de ellos paralizado de por vida. Tanto para Israel como para sus padres, el haberse hecho marine fue lo que sin duda lo salvó de la cárcel, de la invalidez o incluso de la muerte. Los campos de batalla en los que participó fueron peligrosos, pero nunca más peligrosos que los campos de batalla en los que se quedaron Joe, Pascual y el resto de sus amigos. De acuerdo con la página web del Departamento de Policía, desde principios de 2003 hasta junio de 2004 ha habido 813 asesinatos en la ciudad de Chicago, la mayoría de ellos ocurridos en enfrentamientos entre jóvenes pandilleros de comunidades como La Villita; llama la atención que una cantidad similar es la que ha muerto en el año y medio que lleva la guerra en Irak. Aquella guerra quizás se alargue y termine en tres o cuatro años. En cambio, la guerra que se libra entre los jóvenes de los barrios latinos y negros de Chicago parece no tener fin.
Gloria Gutiérrez nació en 1959, en Pozo del Carmen, San Luis Potosí. Es la tercera de una familia de 10 hijos. En esa ranchería solamente se podía estudiar hasta tercer grado de primaria; por eso desde los ocho años se dedicó a recolectar ciruelas y chile piquín. En una de esas tardes en que regresaba del campo, su madre le dijo que preparara la poca ropa que tenía porque se iba ir a vivir con un matrimonio del Distrito Federal. En la capital les ayudaría con el quehacer y ellos a cambio la iban a mantener y a mandarla a la escuela. Hasta la fecha, Gloria no tiene claro si sus padres la regalaron o la vendieron. A lo largo de seis años en la capital, Gloria no volvió a saber de su familia. Y aunque el matrimonio la inscribía anualmente en una escuela de la colonia Ramos Millán, lo de la educación jamás se concretó, ya que por las mañanas ella —junto con otros dos niños de su edad— se iba al puesto que improvisaba en el mercado sobre ruedas. Sobre un tendido de plástico, los tres niños colocaban pruebas de tela,
de perfumes y de paquetitos de cosméticos preparados por ellos mismos. Ya por las tardes se iban a los tiraderos de fábricas a pepenar pruebas y desperdicios de diversas telas y cosméticos que en la noche preparaban para venderlos. Todos los días, para evitarse una paliza, los tres niños tenían que entregar un promedio de 200 pesos. En sus ratos de descanso, como muchos niños de la época, Gloria se entretenía leyendo las historietas de Lágrimas y risas, Fuego y sobre todo Memín Pingüín, que la salvaron de volverse una analfabeta funcional. En 1974, y ya cumplidos los 14 años, el padre de Gloria y un agente de la Policía Judicial se presentaron una tarde en las puertas del domicilio en que vivía. Gloria no reconoció al padre, se sintió asustada y les pidió que se fueran. De cualquier modo, el agente le dejó su tarjeta “para lo que se le ofreciera”. Un día la mandaron a comprar pescuezos de pollo y ella compró pechugas, por lo que recibió una golpiza. Al siguiente día llamó al agente, quien la llevaría de nuevo a Pozo del Carmen. A pesar de que las golpizas eran pan de todos los días, lo más traumático para Gloria fue el constante abuso sexual al que era sometida por parte de ambos esposos y de un ayudante que tenían. Pero la pareja no se dio por vencida y la fueron a buscar casi de inmediato arguyendo —con pistolas y el acta de nacimiento en mano— que Gloria les pertenecía. La directora de la recién fundada escuela primaria organizó a la población de Pozo del Carmen, y lograron echar del pueblo a la pareja y al ayudante. Gracias a esta misma mujer, Gloria pudo completar en un año su educación primaria. Pero nos cuenta que en Pozo del Carmen no se halló, y en cuanto pudo se mudó con una familia de la ciudad de San Luis Potosí. “Era una familia pobre y muy conservadora de la que aprendí ciertos valores que me permitieron encontrar por fin un balance en la vida”. Su hermana mayor —única persona de su familia con la que había logrado establecer una relación— para entonces ya vivía en Chicago y se carteaban. Como el novió la dejó, Gloria decidió mudarse a Nuevo Laredo con la idea de cruzar en algún momento la frontera. En Nuevo Laredo trabajó como doméstica y vendió vajillas, pero a los tres meses su hermana le envió un coyote que la cruzaría acostada en un falso piso de tráiler y que más tarde la pondría sana y salva en Chicago. Alfredo Gutiérrez es el décimo hijo de una familia de doce. Nació en Santa Rosa de Lima, municipio San Juan de los Lagos, Jalisco, en 1957. Ahí pudo estudiar hasta cuarto grado, que era lo máximo que se podía estudiar. Desde los nueve años, Alfredo se encargó de llevar la leña que se necesitaba en la casa, ya que se cocinaba en una hornilla. También a esa misma edad, comenzó a laborar en las tierras de otros. Pero él nunca vio un cinco, pues su padre era el que cobraba. Alfredo siempre anduvo descalzo. Nos cuenta que a los 17 años se encontró unos zapatos rotos y agujereados y se los llevó al huarachero de su pueblo. Este se los arregló a cambio de 50 cuartillos de maíz que Alfredo se tuvo que robar. A los 18 años, su padre decidió mandarlo a Chicago, donde ya vivían dos de sus hermanos. Cruzó por Tijuana el primero de septiembre de 1974. Y ya en Chicago trabajó un tiempo en la tortillería El Ranchero así como de lavaplatos y de busboy en los restaurantes del centro. Casi todo lo que ganaba se lo mandaba a su padre, parte para que se mantuvieran y construyeran la casa y otra parte para que se la depositaran en el banco, ya que él quería casarse con la novia que había dejado en el pueblo. Cuando consideró que había ahorrado lo suficiente, le llamó a su padre para que pidiera la mano de Ofelia. Éste le respondió que para casarse primero tenía que ahorrar. Alfredo entonces le pidió una explicación; al parecer, su hermano mayor se había casado unos meses antes y había tomado todos los ahorros. Desencantado y sin avisarle a nadie, Alfredo tomó un avión para Portland, Oregón, porque desde que estaba en su pueblo había escuchado de un lugar que se llamaba Woodburn. “Llegué a Portland y un taxista me llevó. Pero en ese lugar sólo había sembradíos y huertos por un lado y por otro. Entonces divisé una casa en la que había un Mustang colorado con un sign. Ahí mismo me lo dejaron en 600 dólares”. Alfredo no sabía manejar, pero lo había comprado para vivir en él. A los pocos días se fue a la pizca de la manzana, así empezaría su vida de trabajador migrante. De Oregón se trasladó al estado de Washington; de Washington a Nueva York; luego de Nueva York a West Virginia; y de West Virginia a Texas; y así viviría durante seis años.
En Siria, 2001. Foto: cortesía de la familia Gutiérrez
—Hasta que me agarró la migra en Flórida… Cuando pisó de nuevo Santa Rosa de Lima, su hermana se asustó al verlo, pues hacía varios años que se había corrido el rumor de su muerte. Sólo estuvo tres días porque ya no se encontró entre los suyos. Y esta vez cruzó ya sin coyote la frontera de Nuevo Laredo a Laredo. Llegó a San Antonio y empezó a trabajar otra vez en la pizca. “Pero después de unas semanas me entró una flojera muy grande que no sé cómo explicar.” Y se tiró a la calle, donde conoció a un salvadoreño. “Dormíamos en esos huecos que se dejan en los puentes de los highways. Pero a veces me entraban ganas de regenerarme, y en una de ésas le llamé por teléfono a uno de mis hermanos.” Y el hermano le envió trescientos dólares, que en un dos por tres se los malgastó con el salvadoreño. —Al mes le volví a llamar, pero ya no me quiso mandar dinero. Me compró dos boletos y los recogimos en la Greyhound.
Israel con sus padres, 2004
Ya en Chicago, Alfredo entró a trabajar a las tortillerías Del Rey. El salvadoreño no quería trabajar; así que el hermano de Alfredo le puso un ultimátum y a los pocos días desapareció. Israel Gutiérrez nació el 31 de julio de 1980 en el barrio de Humboldt Park. Nunca conoció a su padre biológico. Cuando tenía dos años, Alfredo lo registró como su propio hijo. Desde que estaba en la primaria Robert Burns (hoy Rosario Castellanos), Israel quería sentirse un poquito diferente: “si todos los niños llevaban mochila azul, yo la quería verde”. Nos cuenta que los anuncios televisivos del ARMY le caían mal. Hasta la edad de 14 años, su madre lo consideró un niño obediente, pero al ingresar a la high school perdió control sobre él. En un barrio como La Villita es común que algunos padres pierdan autoridad y comunicación con los hijos desde los últimos grados de la primaria. Aventuremos varias razones: los padres se mueven mayormente en español y los hijos en inglés; el esquema de crianza de los padres responde más al mundo rural mexicano (donde la madre sigue siendo la columna del cuerpo moral de los hijos) que a la compleja estructura de una metrópoli como Chicago; debido al trabajo de ambos padres, los niños se pasan buena parte de la tarde solos, ya sea en la casa viendo televisión o en la calle con los amigos. Si algunos muchachos y muchachas se distancian de los padres en las postrimerías de la primaria, al entrar a la high school el puente comunicativo y de control se agrieta seriamente. Israel, acaso buscando por un lado la diferencia y por el otro un mayor distanciamiento de la autoridad maternal, no fue a la Farragut High School, que era la que le correspondía, sino a la Mari Curie, que estaba fuera de su barrio. Nos cuenta que desde el primer día el viajar a aquella high school representaba ir en busca de una aventura. “Un día en que no me peleaba, en que no me iba de pinta o en que no hacía algo arriesgado, era un día aburrido”. Y para que un día adquiriera sentido en la vida de Israel, por lo menos tenía que buscar un pleito. Esta rebeldía del joven urbano —sostenida más que todo por el cuerpo moral adquirido a través de la televisión y del mundo adolescente que se arma en las esquinas— fácilmente puede ser absorbida por la violencia y el crimen. A lo largo de tres años en la escuela Curie, Israel se volvió un experto en la pelea callejera. Podía distinguir si otro joven —a veces más alto o pesado que él— sabía pelear o no a partir de la observación de ciertos movimientos corporales. Esta habilidad la fue notando su amiga Melina, y por eso le decía que estaba hecho justo para ser marine. Un día, ante tanta insistencia, aceptó la visita de los reclutadores de esa institución militar.
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Vinieron varias ocasiones a su casa. Israel los escuchaba y le sorprendía que se comportaran como vendedores expertos: la tarjeta, la atención, los buenos modales, la enumeración de los beneficios que iba a adquirir, el aparentar interés en sus pasatiempos, etc. “Si yo les decía que me gustaban los carros, a la visita siguiente ya venían preparados para hablar de carros”. A cambio de los beneficios pedían un contrato por cinco años con los Marines. A estas alturas, los padres, que siempre estuvieron presentes durante las visitas, llegaron a simpatizar con la idea de que Israel se hiciera marine; para Gloria y Alfredo Gutiérrez el servicio militar era la única forma de salvar a su hijo de los peligros que representaba la ganga. El 16 de marzo de 1998, sin maletas, en un vuelo de la aerolínea United, Israel viajó a la ciudad de San Diego, California, con el propósito de iniciar su entrenamiento como marine. Arribó a las tres de la tarde y de inmediato se reportó a las oficinas de los Marines que se hallan en el mismo aeropuerto. Ahí se fueron juntando otros jóvenes que venían de todo el país. A las ocho de la noche llegó un autobús de aspecto escolar pero de color blanco. Se subieron y empezaron a conversar, y cuando el murmullo recorrió todo el autobús se oyó de pronto una voz: “Why are you talking in my bus? You are not allowed to talk in my bus”. Y después de que los calló, el sargento les ordenó que se pusieran las manos en la nuca y metieran la cabeza entre las piernas. Callados y en esta posición cruzaron San Diego y llegaron a la base Marine Corps Recruit Depot. Una vez ahí, los colocaron a lo largo de una franja amarilla que servía de guía para formarse correctamente. Después, Israel se quitó la ropa que llevaba puesta y se vistió con su primer uniforme. Entró a un pabellón de 50 literas y buscó la 20, número que en adelante no solamente señalaría su litera sino que reemplazaría a su propio nombre. Más tarde quiso saber la hora y notó que en las paredes no había relojes. Esa noche no pudo dormir. En los tres meses que duró el entrenamiento, Israel no supo la hora ni el día de la semana en que vivía, excepto los domingos, gracias a los servicios religiosos. Como sabemos, la vida se da en el espacio y en el tiempo, y al anularles a los nuevos reclutas su sentido del espacio y del tiempo, junto con su nombre, se les anulaba también la vida personal que habían llevado hasta ese día. Ahora, como reza el credo de los Marines, cada recluta se había vuelto propiedad de esta institución, y su tiempo, su espacio y también su nombre (El Veinte) estarían determinados por la misma. Terminó el entrenamiento. Su papá y su hermana Rosa sabían, por la correspondencia, de su añoranza por los tacos. Por eso, al finalizar la ceremonia de graduación lo llevaron
Israel con su mamá y su hermano, 1999
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En Siria, 2000
a un restaurante mexicano. Israel pidió tres de carne asada y una soda, pero no pudo comerse ni la mitad de un taco y apenas probó la soda. De inmediato se sintió débil. Entonces recapituló: cuando le hicieron su examen físico, el doctor le había dicho que estaba sano, pero muy delgado y aún en crecimiento, y que por eso comería doble ración todos los días. Se alimentó con avena, verduras, frutas, todo tipo de carnes y leche descremada, un mínimo de sal y casi nada de azúcar. Al término de tres meses, había crecido tres pulgadas y pesaba veinte libras más. Esta dieta, rigurosa y nutritiva, explica que su cuerpo haya rechazado los tacos y la soda y que incluso se haya sentido un poco débil. Después de diez días en Chicago, Israel se dio cuenta que ya no pertenecía al barrio: que las cosas en las que andaban sus amigos ya no le despertaban ningún interés. Él ya pertenecía a otro lugar. —Al regresar con los Marines, me la pasé un año y medio pa arriba y pa abajo en puros entrenamientos. En Quantico, Virgina, se graduó como mecánico de aviación y obtuvo el grado de Private First Class. Luego de su graduación lo asignaron, ya como marine, a la base de Carolina del Sur. Nos cuenta que mientras vivía en ese estado fueron baleados en Chicago sus dos amigos más cercanos, Joe y Pascual. En las dos ocasiones, Israel quiso venir a verlos, pero el sargento White, que de algún modo era su mentor, le recomendó que no viniera, que en estos casos era muy fácil pensar en la venganza y volver a ser el Israel que había sido. A estas alturas ya habían matado a Fernando, al Gato y al Chino, y estaban en la cárcel el Pelón y el Tortuga. De acuerdo con Ricardo Muñoz, concejal de La Villita, el índice anual de muertes por problemas de pandillas fluctúa en su distrito entre quince y veinte; en cambio, nos dice, en los casi tres años que lleva la guerra contra el terrorismo sólo ha tenido conocimiento de tres soldados muertos: uno en Afganistán y dos en Irak. Para distanciarlo de las tragedias que estaban enfrentando sus antiguos amigos, el sargento White gestionó para que lo mandaran a la guerra que se había iniciado en Kosovo. Otro oficial señaló que, debido al estrés, no era conveniente enviarlo al campo de batalla. Finalmente, lo mandaron a la base de Iwakuni, Japón. Lo que más recuerda del Japón es lo relacionado con Hiroshima, ya que el 4 de agosto —día en que los japoneses recuerdan a las víctimas de la bomba atómica— estaba terminantemente prohibido abandonar la base. Esto lo motivó a visitar la ciudad de Hiroshima y su museo. —Yo conocía la historia de la bomba, pero nuestra versión. Allá la vi desde el punto de vista de las víctimas.
En enero de 2000, Israel retorna del Japón y pronto solicitó su ingreso en el Marine Security Guard. Como iba a trabajar en las embajadas norteamericanas, tenía que entrenarse para ser guardaespaldas y para librar enfrentamientos en espacios de civiles. Lo mandaron a Siria, donde el momento más riesgoso se dio el 4 de octubre de ese mismo año, justo en el comienzo de la segunda Intifada. Como protesta por el apoyo de los Estados Unidos al gobierno israelí, cerca de seiscientos refugiados palestinos se manifestaron frente a la embajada estadounidense, luego lanzaron piedras y bombas Molotov; rompieron las cámaras de seguridad y eso permitió que uno de ellos llegara a la azotea y tomara la bandera de los Estados Unidos. Cuenta Israel que las tres principales funciones de los guardias de seguridad son proteger al embajador, la bandera y los archivos. De modo que era necesario subir y recuperar la bandera. A pesar de que el refugiado palestino los amenazó con aventarse al vacío si se le acercaban, finalmente lograron controlar la situación: recuperaron la bandera y entregaron al manifestante a las autoridades sirias. De Siria lo enviaron a la embajada de Zimbawe. Ya llevaba dos meses en esa nación africana cuando aconteció el ataque terrorista del 11 de septiembre. “Me despertaron y mandaron por mí el carro blindado. Estuvimos sin salir de la embajada más de 48 horas, en guardia permanente. Al tercer día empezó a haber algunos vuelos comerciales y mi jefe me dijo que no pospusiera más la visita a mis padres, que viniera una semana a Chicago, porque la guerra se iba a venir encima”. Israel estuvo en Chicago, regresó a Zimbawe, donde permaneció hasta el 5 de marzo de 2003. De ahí lo enviarían a su última misión: Omán, lugar en que además de ser guardia de seguridad, daba entrenamiento a las tropas de ese país. El pasado mes de mayo Israel recibió una carta de The United States Marine Corps en la que le preguntaban si estaría dispuesto a ir a Irak en caso de que el conflicto se alargara. El respondió afirmativamente. Nos dice que respondió así en primer lugar porque muchos de los marines que han muerto en Irak no tenían suficiente experiencia en combate; cuando ve los noticieros siente que los que mueren allá son parte de su familia. Además, argumenta que su comandante en jefe es el presidente en turno de los Estados Unidos y que no es su función cuestionar si dicha orden es correcta o incorrecta. Él, como marine, simplemente tiene la obligación de cumplirla.
Las guerras las declaran los ricos y las pelean los pobres
¿C
Roberto Barreto
Entrevista a la puertorriqueña Sonia Santiago, del grupo Madres, familiares y amigos contra la guerra.
ómo llega su hijo al Ejército? Bueno, cuando mi hijo tenía 16 años, residíamos en los Estados Unidos; tú sabes que a los muchachos, como condición para entrar a la universidad, les hacen llenar una tarjeta. Entonces yo busqué el apoyo de los cuáqueros, y él se declaró objetor por conciencia. Lamentablemente, termina su bachillerato en Puerto Rico, no consigue trabajo, se frustra… Él además tenía una deuda por un préstamo estudiantil universitario. Y yo entiendo que el Ejército es muy hábil para manipular a los jóvenes. Pues entran por la situación de que cuando termines te pagamos la maestría, cuando termines vas a tener unos créditos que te van a ayudar a conseguir un trabajo, y pues son muchachos que quieren superarse…
Por eso es bien importante crear conciencia en Puerto Rico. Tú ves a una Sila [María Calderón] casi casada con las políticas de Bush. Cuando se declara la guerra de Irak, la gobernadora le hace un llamado al pueblo de Puerto Rico para denunciar a Saddam. Y Aníbal Acevedo Vilá, cuando va allá, ofrece una especie de apoyo tácito a la ocupación en Irak. En Puerto Rico hemos tenido gobiernos con historial nefasto. Cuando la guerra en Vietnam, aquí se aprobó una resolución apoyando la guerra. Y ahora no han tenido la valentía, la osadía de declararse en contra de esta guerra injusta e inmoral.
¿Cuál es la situación de su hijo en el Ejército? Como tenía bachillerato, entró en Recursos Humanos. Así que cuando fue a Irak, estuvo trabajando en el área de Recursos Humanos procesando licencias por enfermedad, y ese tipo de cosas. Llega a Irak el 16 de abril de 2003. Y me dice: “mira mami, esto es solamente por un año, la asignación es por un año”. Lamentablemente en tiempos de guerra, los presidentes tienen comando y Bush decide extender la estadía en Irak a varios batallones. Cuando se cumple el año, que fue el pasado abril, le reclasifican su puesto. Y en vez de estar en Recursos Humanos, lo denominan como infantero. Y ahora él ha estado vigilando campos de aterrizaje militar en varias ciudades. Como infantero, vigila las calles. Pero yo quiero hacerte una aclaración: dado el clima represivo del Acta Patriótica, yo no puedo hablar a nombre de mi hijo, te hablo en mi calidad de madre. Ha habido muchos reportes que indican que los soldados no están equipados adecuadamente. Además de no tener el equipo adecuado, yo quiero hacer de conocimiento al país que debido a la resistencia iraquí, que yo la entiendo, bueno, la justifico en el sentido de que si un país te invade, tú tienes perfecto derecho de defenderte... Y al decir eso, no estoy avalando al gobierno de Saddam, pero ellos están siendo ocupados y yo entiendo su resistencia. Es precisamente por esa resistencia que los suministros no llegan, falta agua. Te voy a decir: yo le mando a mi hijo hasta agua, protección solar, cremas para la piel. Actualmente la temperatura allá llega hasta los 146 grados durante el día. En las noches tienen mucho frío, y hay muchos cambios de temperatura. El agua que están utilizando es agua reciclada. Existen unas turbinas que la hierven y la pasan otra vez como si fuera agua regular. Faltan frutas, faltan vegetales, falta comida fresca. Ellos están comiendo comida enlatada y disecada en bolsitas. Así que la nutrición deja mucho que desear. Y padecen de estreñimiento, de enfermedades de la piel. O sea, están en una condición infrahumana. Ellos están bajo unos toldos sin aire acondicionado y pasan unas vicisitudes extraordinarias. Usted ha estado viendo todo lo de las revelaciones que han ido saliendo sobre el carácter y los propósitos de la guerra. Es económica, es por petróleo. Y yo quiero decirte, el pueblo norteamericano cada día repudia más esta guerra y la denuncia. Este es otro Vietnam. El área de Mesopotamia es la segunda más grande en abastos de petróleo. Esta es una guerra orquestada, primero, para el control del petróleo. No podemos olvidar que Bush es descendiente de una familia que controla las acciones petroleras. Todo esto de las armas de destrucción masiva, y de las conexiones con Al-Qaeda, es falso. Y tú sabes, lo que más me duele a mí es que aquellas personas que somos amantes de la paz dijimos que esto iba a ocurrir. Éramos profetas, lo decíamos, pero quién nos hace caso. No tenemos el control. Las compañías multinacionales, se han dividido el país. O sea, los contratos son de 165 mil millones de dólares, que se han dividido en términos de “mira pues tú construyes el puente, tú construyes aquello, lo otro”, y no dejan cotizar a
Armando Gracia de “visita” en un vecindario iraquí.
nadie más que no sea aliado de Inglaterra o de los Estados Unidos. El 15 de febrero de 2003, mundialmente se rebasaron los 10 millones de personas que se movilizaron para impedir que la guerra sucediera. Incluyendo los escudos humanos, que fue un acto de mucha honra. Este movimiento incluye el desarrollo de organizaciones de familiares como Military Families Speak Out y Bring Them Home Now. También tenemos a Mothers Against the War, que es el grupito con el cual más me comunico. Estamos, entiendo yo, en una época donde los medios de comunicación han traído imágenes que la gente ha visto. Y entiendo también que hay una resistencia dentro del ejército norteamericano. Porque esas fotos de la prisión —y reitero que no estoy hablando a nombre de mi hijo—, las sacan los mismos soldados que están allí, que no sienten que esta guerra está justificada. Inclusive yo recibí un correo electrónico de un soldado que dice “qué pantalones, los de Bush, después que declara la guerra unilateralmente, ahora pide que las Naciones Unidas avalen su decisión y lo apoyen y le envíen refuerzos militares; eso es inaudito”. Hay mucha resistencia… yo entiendo que la guerra de Vietnam acaba cuando se oponen las comunidades y los soldados que regresaron… Me acuerdo del grupo Vietnam Vets Against the War, que todavía existe. Y en la medida en que estos movimientos cobren auge, van a seguir ejerciendo presión sobre sus respectivos políticos.
Hay diecisiete casos de puertorriqueños que han muerto en Irak. ¿Conoce a algunos de los familiares? Sí, hemos visitado a algunos. De hecho, participamos en el entierro del joven Mora López, allá en Arecibo, que fue el último que murió. Tenemos entendido que hubo un herido boricua en el mismo asalto en que murió el muchacho de Arecibo y que ese herido está en un hospital militar en Chicago… Pero yo creo en el internacionalismo. Y por eso quiero hacer mención de los miles de iraquíes muertos. Porque hasta donde yo sé el pueblo iraquí no ha invadido jamás Puerto Rico y nosotros no tenemos ninguna vendeta contra ese país. Entonces yo quiero que se entienda también que mi misión de madre es en solidaridad con las madres de los iraquíes muertos… El Pentágono aboga el supuesto derecho de meterse donde no le importa para imponer sus criterios y sus gobiernos. Y por eso es que el pueblo iraquí repudia al gobierno marioneta que está tratando de imponer Estados Unidos. Y por eso es que los matan, precisamente. Porque están repudiando esa injerencia; eso le compete al pueblo iraquí, no le toca a los Estados Unidos decidir quién va a gobernar allí. Quiero hacer un señalamiento adicional y es que las guerras las declaran los ricos y poderosos y las pelean los hijos del pueblo, los pobres. En el ejército norteamericano tú vas a ver al blanco de Los Apalaches, al blanco de Kentucky, al blanco pobre de los residenciales públicos, de las ruralías donde no hay trabajo, vas a ver a los afroamericanos, a los latinos y a los indígenas norteamericanos. ¿Hay algo más que usted quiera decir? Yo quisiera que el pueblo entendiera la necesidad de expresarse. Que el silencio es cómplice de lo que uno considera que está mal. No podemos seguir con nuestras vidas, como si nada, como si todo estuviera bien. A como dé lugar, hay que dar una lucha consecuente, desobediencia civil... Y fíjate, el caso de Vieques trae mucha esperanza, porque ahí hay un pueblo que se organizó, y se logró la salida de la Marina. Así que siento que hay esperanza.
Roberto Barreto es maestro de escuela y editor del periódico Socialismo Internacional. Radica en San Juan, Puerto Rico.
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Trauma y metamorfosis en el Museo de Veteranos Joel Soto
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e las tragedias de guerra nos enteramos por medio de las noticias que difunden diariamente la radio, las revistas, los periódicos, la televisión y, ahora, la Internet. Lo cierto es que todo esto que leemos, miramos y escuchamos es hasta cierto punto superfluo. En muy pocas ocasiones, muy raras, nos enteramos de los sucesos directamente del soldado al que se le murió en los brazos su compañero, del que se fue a la guerra convertido en un valiente soldado y regresa emocionalmente hecho trizas o físicamente mutilado. En busca de testimonios de este tipo encontramos The National Vietnam Veterans Art Museum, un lugar que nos habla, por medio del arte, del dolor, la pesadilla de todas las noches y los mil rostros de la guerra. Desde el primero de abril, el museo presenta Trauma and Metamorphosis, exposición relacionada con el tema del trastorno de estrés postraumático entre los veteranos de Vietnam. La obra se enfoca en los efectos de la guerra vividos por siete veteranos y artistas durante los años posteriores a su servicio militar. Se trata de 130 obras en las que se usan las artes visuales como una manera de enfrentar los continuos efectos traumatológicos. Más de 90 de estas pinturas pertenecen a Ron Mann, nacido en el estado de Michigan en 1943. Ron sirvió en el Ejército desde 1966 hasta 1968 como soldado de infantería. Sus distintivas imágenes en blanco y negro nos son presentadas en una narrativa que nos lleva desde su llegada a Vietnam hasta los días presentes. Una cita de Ron Mann dice lo siguiente: “Hemos destruido todo lo que nos ha sido posible, incluso para las generaciones venideras. Hemos envenenado la tierra sin hacer mención de toda esa gente que regresó al mundo y sigue muriendo por los efectos de esa mierda. Me duele y me lastima hasta estos días.” Otro de los artistas participantes, Stephen Ham, pasó un año en combate. Comenta lo siguiente: “La primera vez que miré a hombres salidos directamente del campo de batalla, fue una noche en la que entraron dos de ellos en mi tienda de campaña. Nos miramos los unos a los otros sin pronunciar palabra. Nunca había mirado ningún rostro como el de estos dos hombres. Pude entonces sentir el miedo, pude conocer su sabor. ¿Estarían enfermos? Comprendí que era la metamorfosis que nos esperaba a mis amigos y a mí. En unos días seríamos como ellos”. La participación femenina dentro de esta exhibición corre a cargo de Helen White, que estuvo en Vietnam de 1969 a 1970 como oficial de la sección de enfermería. En su obra se plasman rostros humanos, pero no se trata de cualquier rostro; los de ella son rostros que nos muestran unos ojos enormes y llenos de llanto. Rostros boquiabiertos que recalcan el asombro, el estupor y el pasmo. Le pregunto: —¿Por qué crees que es importante la existencia de un museo como éste? —Creo que el museo le está ofreciendo a los artistas veteranos la oportunidad de expresarse. Es un tipo de arte muy particular. No sólo sirve como terapia… Hay gente que lo cataloga como simple terapia. Es en realidad arte, quizás podríamos llamarlo el arte del sentir. También hay alguna gente que relaciona mi trabajo con el de los expresionistas alemanes, pero yo no sabía nada del trabajo de este grupo hasta que me lo mencionaron. —¿Cuál es el mensaje específico de tu obra? —Cuando miras el trabajo expuesto en el museo, te das cuenta que todos los artistas usamos un estilo diferente, con el fin de reflejar lo que aún sigue ahí. Es como contar historias de una manera diferente. En mi caso, hablo de la experiencia de ser enfermera en un campo de batalla. —¿Por todo lo que hasta ahora hemos mirado en Irak, piensas que en algún futuro habrá un museo de los veteranos de Irak? —En realidad espero que sea así, que se le dé a todos estos combatientes la oportunidad de mostrar su arte y lo que quieren expresar en él. Helen White ha publicado un libro que incluye su trabajo artístico titulado Lipstick and a Smile y algunas de sus pinturas pueden ser vistas en Internet en la dirección www.artkc.com A través de la historia de las guerras recientes es posible encontrar anécdotas y
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descripciones de los incidentes traumáticos de carácter psicológico y de comportamiento del ser humano. Los estudios más sistematizados comenzaron a hacerse durante la Guerra Civil. Ya durante la Primera Guerra Mundial los médicos interesados en los efectos de la guerra acuñaron el término “shell shock” para referirse a un grupo de síntomas que incluía la pérdida y la alteración del sueño, el nerviosismo, la irritabilidad, los temblores físicos y el “volverse loco”. Se llegó a pensar que este síntoma era causado por las explosiones en los pequeños vasos sanguíneos, que a su vez estallaban y afectaban el sistema nervioso. Ésta fue la primera vez que el estrés traumático fue visto como un síndrome clínico en lugar de ser visto como el resultado de una disciplina pobre o cobardía. Ya durante la Segunda Guerra Mundial, a los mismos síntomas anteriores ahora se les dio el nombre de “battle fatigue”. Se creyó que los síntomas eran reacciones normales a situaciones anormales y que todos los soldados tenían un punto de quebranto en el que dejaban de funcionar bien. El tratamiento consistía en descanso, buena alimentación y la compañía de sus camaradas A partir de varias investigaciones hechas después de la Segunda Guerra Mundial y durante la Guerra de Corea, el Ejército realizó muchos cambios en la manera de llevar a cabo la guerra. Los soldados sabían exactamente cuándo y qué tanto estarían peleando. Tenían la oportunidad de salir del campo de batalla periódicamente. El tratamiento estaba disponible ahí mismo, y la medicina moderna ya había inventado y aceptado nuevos sedantes. Para el conflicto con Vietnam, los cambios realizados ayudaron a reducir las bajas. Después de Vietnam no hubo posibilidades de evadir los problemas experimentados por muchos veteranos. Un nuevo entendimiento empezó a surgir a partir de la combinación de lo aprendido en otros grupos de traumatismo, como lo son las víctimas de violación, de desastres naturales y sobrevivientes de campos de concentración. Un nuevo diagnóstico había nacido; se le llamó “trastorno de estrés postraumático”. El trastorno de estrés postraumático consiste en un grupo de síntomas centrados alrededor de uno o más eventos traumáticos y puede variar en sus efectos, que van desde el fastidio hasta la incapacidad mental. En el trastorno de estrés postraumático el enfermo experimenta dificultad para dormir, irritabilidad, arrebatos de coraje, problemas de concentración, hiperactividad y respuestas exageradas a cualquier susto. Algunas frases comunes de los afectados por este tipo de trastornos son las siguientes: “No soy paranoico,
Niño en Vietnam
simplemente cuidadoso”. “Las imágenes son tan vivas e impactantes que pareciera que todo pasó apenas ayer.” “Los errores pueden ser mortales.” En los primeros días de julio, la revista The New England Journal of Medicine publicó los resultados de una investigación en la que se señala que por lo menos uno de cada seis soldados estadounidenses que regresan de Irak sufre problemas mentales graves. También se señala que la mayoría de ellos no busca ayuda por miedo a ser estigmatizados. The National Vietnam Veterans Art Museum abrió sus puertas con una exhibición permanente en agosto de 1996. El director Jerry Kykisz nos cuenta que la idea de que se quedara en Chicago fue del alcalde Richard M. Daley. —Primero montamos una exhibición. La visitó el alcalde y le pareció muy buena, y entonces sugirió que toda la obra se quedase aquí en Chicago. El mismo hizo algunos arreglos para proporcionarnos este edificio. —¿Y económicamente cómo se mantienen? —Pues organizando eventos y de algunas donaciones, como casi todos los museos. —¿Existe en la nación algún otro museo como éste? —No, creo que no existe otro museo en la nación que se especialice en el arte que surge a partir de la guerra, específicamente de la de Vietnam.
Y la reacción de la gente ha sido muy buena en estos ocho años; nos visitan muchos estudiantes de historia, psicología, filosofía, arte y literatura. —¿Cuál es el mensaje de esta exhibición? —El mensaje consiste en hacerle saber al público todo lo relacionado al trastorno de estrés postraumático, cómo se adquiere, cómo repercute en la persona, cómo afecta a la familia y al círculo social. —¿Cómo logran reunir toda esta obra? —La mayoría la ha traído gente que sabe de nosotros, y ocasionalmente nosotros contactamos a algún artista para proponerle la inclusión de su obra. —¿Qué piensa en lo personal de la obra reunida en el museo? —Me parece grandiosa. Aunque no sea de las más bellas, produce un enorme impacto emocional. Toda la obra está estrechamente relacionada con la guerra y sus consecuencias; y llega a reflejar un sin fin de emociones sobre un sin fin de situaciones. —¿Y cuál es la reacción de la gente? —Creo que la gente llega a sentir lo que los soldados experimentaron o al menos busca comprenderlos. —¿Y qué piensa de la guerra en Irak? —Creo que ambas guerras, la de Vietnam y la de Irak, son guerras injustas, planeadas para la conveniencia de unos cuantos, en las que se ocultó y se oculta información valiosísima. En caso de que la guerra sea necesaria, habría que planearla muy cuidadosamente para que no se prolongue tanto y no suceda lo que ocurrió en Vietnam. Jerry Kykisz es también veterano de Vietnam. Sirvió en el Ejército de junio de 1968 a mayo de 1969. Su contribución al museo consiste en una serie de fotografías que acompañada de anécdotas que describen sus tareas diarias en esos días. El Museo de Arte de los Veteranos de Vietnam se nos presenta como un testigo sin igual, único, dispuesto a contarnos lo que callan el gobierno y los medios de comunicación. Se convierte en el personaje apto para detallarnos tanto la rapidez como la lentitud de la muerte, cada grito, cada gesticulación, la sangre, el sudor y el llanto derramados. Cada fotografía, pintura o poema contiene una historia que espera ser vista o escuchada atentamente. Después de Trauma y Metamorfosis, que se exhibirá hasta el 30 de septiembre, el museo planea montar una exhibición dedicadas a las mujeres en la guerra y otra a los niños en la guerra. Algunos la han mirado Algunos le temen A otros les gusta Algunos han muerto en ella Yo simplemente la odio John Miller Dic. 1977 Soy un medio usado por la muerte Y ahora mismo estoy procesando su dolor Stephen Ham
Joel Soto vive en Chicago desde hace 5 años.
Juan Manuel, el primer argentino Raúl Dorantes y Febronio Zatarain
A
las dos de la tarde del pasado martes 12 de julio, Juan D. Torres recibió la llamada que ningún padre que tiene un hijo en las Fuerzas Armadas quiere recibir. Dos días atrás, Juan Manuel Torres había muerto a la edad de 25 años en Afganistán, durante la campaña Enduring Freedom. Le dijeron que el cuerpo ya se encontraba en la base militar de Delaware, y que al cabo de cinco días sería trasladado a Houston, Texas, ciudad en la que creció y en la que aún vive la madre de Juan Manuel. Pasados esos días, el sargento Potter les recomendó a los padres que no fuesen a abrir el ataúd, ya que debido al impacto de la bala los médicos forenses habían tenido que reconstruir la cabeza, y que por eso estaba completamente vendada. Cuando Juan le pidió al sargento que le explicara la manera en que su hijo había perdido la vida, éste le respondió que el caso todavía estaba bajo investigación. Pero tanto Juan como Susana, su ex mujer, querían ver por última vez a su hijo. El domingo 18, hablaron con la administradora de la funeraria, quien en ningún momento se opuso a la decisión de los padres. Ellos tenían claro que en vida un soldado pertenece a las Fuerzas Armadas, pero que al morir los padres o el cónyuge automáticamente adquieren los derechos sobre el cuerpo del difunto. Y al ver que su hijo no tenía ninguna venda en la cabeza, Juan sintió la necesidad de saber qué había pasado. La administradora de la funeraria tampoco se opuso a que Juan tramitara una autopsia, por la que se enteraron que a su hijo le habían dado un balazo en la nuca con un revólver de alto calibre. Volvió a llamar al sargento y entonces supo que Juan Manuel había muerto dentro de la base, pero que aún no se sabían los detalles; “me dijeron que la investigación a veces se prolonga varios meses”. El miércoles 21, un día después de que Juan Manuel recibiera los honores militares, sus padres fueron a gestionar lo del sepelio y se enteraron del despido de la administradora. Esto los intrigó todavía más. Llamaron a Rudy, vecino de Susana que tiene un hijo asignado en la misma base que Juan Manuel, para preguntarle si sabía algo. Como ningún familiar puede llamar a los soldados que se hallan en Afganistán, es necesario esperar a que éstos llamen. Finalmente llamó el hijo de Rudy, y cuando el joven iba a contarle los detalles de la muerte de Juan Manuel la llamada se cortó. Hasta la fecha el hijo de Rudy no ha vuelto a llamar. El contrato por ocho años de servicio que firmó Juan Manuel Torres con las Fuerzas Armadas había expirado el pasado 10 de junio, pero el presidente Bush, a través de una orden ejecutiva, lo extendió otros dos meses. Para después del 10 de agosto, el joven tenía pensado casarse, irse de vacaciones a la Argentina con su esposa y con su padre y al regreso dedicarse a su carrera de contador. Juan Manuel Torres nació en Córdoba, Argentina, el 7 de febrero de 1979. Llegó a Houston cuando apenas tenía nueve meses. A los 16 años, en algún centro comercial, se topó con un reclutador del Army. Su entusiasmo lo llevó a terminar un año antes la high school y en marzo de 1996 ya estaba de camino a Kosovo. Como las fuerzas armadas estaban prácticamente estacionadas en aquel lugar, a Juan Manuel le quedó tiempo para tomar algunos cursos de nivel universitario. Al año, retornó a Houston donde terminó su carrera de contador público en Houston University. En mayo del 2003 lo llamaron para que se encuartelara y cuatro meses más tarde fue enviado a la base de Bagram, en Afganistán. Juan D. Torres trabaja en la industria hotelera del área de Chicago desde 1995. En estos días ha tenido que viajar
a Houston. Como la familia no quiso que Juan Manuel fuese enterrado en el cementerio militar de Fort Hood, ubicado en San Antonio, la mayor parte de los gastos del funeral ha corrido por cuenta de ambos padres. Nos dice Juan que a mediados de junio su hijo vino por una semana a los Estados Unidos; en esa ocasión le comentó que la guerra de Afganistán había dejado de tener sentido. Y para el mismo Juan, la guerra en ese país, en su origen, sí había tenido algo de sentido, ya que se trataba de capturar a Bin Laden, responsable directo de los atentados del 11 de septiembre, “pero cuando Bush se obstinó en invadir Irak, todo se volvió absurdo”. Hasta ese lunes 12 de julio, Juan D. Torres sentía que de algún modo había logrado el sueño americano, pues desde que llegó a este país ha tenido buenos trabajos; pudo comprar una casa en Houston y otra en Chicago; sus hijos Juan Manuel y Verónica fueron a la universidad; y como buen hincha del fútbol argentino ha tenido la posibilidad de acompañar a su selección en los últimos siete mundiales. “Pero ahora yo y todos en la familia estamos en el suelo. Y si en la próxima semana no aclaran lo que pasó, voy a ir con la foto de mi hijo a protestar frente al Pentágono. No me importa perder esta casa, no me importa perderlo todo”.
Juan Manuel Torres y sus padres en Chicago
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¿Parlez vous tortura?
La contratación y preocupante labor de los
intérpretes en la guerra en Irak
Moira Pujols
A
un más que las tertulias sobre terminología, la actividad que más seduce y ocupa al intérprete, sobre todo en el fuero penal, es debatir los puntos más sutiles de la ética profesional. El análisis más profundo se reserva para la infinidad de decisiones morales que se toman en el transcurso de una sola jornada de trabajo al escuchar, entender, procesar y reformular cada expresión de los interlocutores; siempre tratando de ser fieles a los matices que son de suma importancia. Sin embargo, nunca faltan recordatorios de la informalidad o hasta irresponsabilidad con que se aboca frecuentemente este oficio. Las consecuencias son a veces graciosas. Puesto que la labor del intérprete tiene siempre el potencial de mover a la acción inmediata; también pueden ser trágicas. Esto se vio reflejado en una de las últimas y más decepcionantes facetas de lo que gran parte del mundo considera una desacertada ocupación norteamericana de Irak: el ya muy conocido y triste espectáculo del trato infrahumano de los prisioneros en la cárcel de Abu Ghraib por parte de contados contratistas y miembros del ejército estadounidense. Entre las actividades que se reportan, los encarcelados se vieron obligados a desnudarse y posar para fotografías de carácter humillante o sexual, a veces amenazados por perros de ataque. Resulta que entre los principales protagonistas hay personal civil: un interrogador, Steven Stefanowicz, y un “intérprete”, John Israel. Ambos estaban en Irak contratados por CACI International, Inc., empresa que a su vez era subcontratada por Titan Corporation, Inc. Hasta que se abrió la oportunidad comercial de ofrecer servicios de interpretación al gobierno como secuela de la tragedia del 11 de septiembre, Titan no era actor conocido en esta industria, sino que facturaba aproximadamente dos mil millones de dólares por concepto de lo que el sitio web de la empresa llama “soluciones y servicios completos de sistemas de información y comunicación” para el Departamento de Defensa. La adquisición de la empresa BTG, Inc. ese mismo año, incluía un contrato de diez millones de dólares para suplir intérpretes. Gracias a la subcontratación de CACI, quien proporciona tecnología de información “necesaria para imponerse en la nueva era de defensa, inteligencia y de e-governement” según texto de la empresa, Titan adquirió experiencia en este sector por obra y arte de magia, y con ello fueron contratados los servicios de intérpretes por sueldos que ascendían hasta los cien mil dólares, como incentivo para ayudar a la lucha contra el terrorismo. ¿Pero quiénes se prestaban para trabajar de intérpretes por medio de Titan? Aparte del intérprete implicado en los maltratos de Abu Ghraib, otro intérptrete también contratado por la empresa, Ahmed F. Mehalba, fue arrestado en Guantánamo el año pasado acusado de espionaje. El San Diego Union-Tribune reportó en mayo que Titan suplía cientos de intérpretes que tenían un pobre dominio del inglés y ninguna experiencia como intérpretes. Al faltar personas capacitadas, como exigía el contrato con el gobierno, Titan comenzó a contratar choferes de taxi, comerciantes y otros que apenas dominaban el inglés. “Yo he trabajado con lingüistas profesionales, y [los de Titan] no eran profesionales”, le dijo al mismo periódico el Sargento Paul Shaffer del Batallón 320, que sirvió en Abu Ghraib. Kevin Hendzel, vocero de la American Translators Association manifestó al periódico que no era muy probable que estas personas contratadas fueran profesionales y contaran con el conocimiento técnico requerido, lo cual era clave. Básicamente, dice, Titan había prometido algo que no podía cumplir. Aunque la implicación aquí no es que sea de menor importancia el papel grotesco de los interrogadores, de alguna manera parece el colmo del cinismo, que hasta los que estaban allí sólo para facilitar la comunicación actuaran como los primeros, bien remunerados por un trabajo
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para el que no parecían haber recibido capacitación sobre interrogatorios o interpretación. ¿Quién se detenía a examinar las prácticas de contratación y supervisión que seguían los contratistas gubernamentales como Titan y CACI, o la capacitación profesional de quienes trabajan para ellos, cuando había tanto dinero autorizado por el Congreso para la guerra y tantos deseos de gastarlo? Quizás los mismos que se cercioraban unos años atrás de que los martillos que compraba el Pentágono realmente valieran los cientos de dólares que pagaban por ellos. En 2003, los ingresos de Titan por el contrato de interpretación aumentaron en $112 millones, según documentos de la empresa que depositaron con el Securities and Exchange Comission. En la base de datos de los empleos de CACI, podemos ver la descripción del Interrogador que se asignaría a Bagdad. El nivel de supervisión de la empresa sobre esta persona se define como “moderado”, y se explica que eso quiere decir que se espera, entre otras cosas, que la persona sea capaz de trabajar sin instrucciones continuas y específicas en lo que respecta a los detalles de la realización de su trabajo. Esta persona tendría también que saber cómo trabajar con intérpretes y comunicarse con la población local. Si la supervisión de CACI sobre el interrogador, y por consiguiente sobre el intérprete, era a lo más “moderada”, esto hace dudar del nivel de control sobre una tarea tan delicada. El Mayor General Antonio M. Taguba, en su informe sobre Abu Ghraib, pinta un panorama caótico, sobre todo en los niveles de comandancia. Otros informes dicen que parecía ser la unidad de inteligencia quien controlaba la prisión, no el personal militar. Seymour Hersh reportaba en The New Yorker que el General Taguba ya había recomendado en febrero de 2004 despedir por lo menos al interrogador Steven Stephanowicz , por haber mentido al equipo de investigadores y permitir u ordenar que miembros del personal, “que no estaba entrenado en técnicas de interrogación, realizara las mismas bajo condiciones que ni estaban autorizadas” ni seguían los reglamentos del Ejército. Dijo Taguba que “él [Stephanowicz] sabía bien que sus instrucciones llegaban a ser maltrato físico”. A pesar de esto, todavía el 25 de abril parecía seguir en su cargo de interrogador el señor Stephanowicz, o por lo menos alguien con un nombre casi idéntico, Steven Stefanowicz, según el diario que otro interrogador, Joe Ryan, publicara como “blog” a esa fecha. Entre una sesión y otra de interrogación, jugaban partidos de golf, según el mismo Ryan. A principios de año el Departamento de Justicia de los Estados Unidos había iniciado investigaciones sobre las empresas Titan y CACI para determinar si las mismas acataban la Ley sobre Prácticas Corruptas en el Extranjero. Desde febrero de este año, Lockheed Martin, que es uno de los grandes contratistas en la industria armamentaria, cortejaba a Titan para realizar
una fusión de las compañías, al tiempo que identificaba y ponía en tela de juicio las negociaciones de Titan fuera del país. Así lo confirmó Titan el 5 de marzo, cuando la empresa reconoció estar enterada de las acusaciones de que varios consultores de su compañía o de una subsidiaria suya habían efectuado pagos indebidos o regalado objetos de valor a funcionarios de otros países. Titan mantiene que ha prestado su cooperación continua al Securities and Exchange Commission en su investigación y al Departamento de Justicia en la suya. Esta fusión de empresas no se llegó a concretar, aunque al reportarlo a la prensa a principios de mes, Gene Ray, de Titan, expresó con optimismo que la empresa esperaba tener ingresos récord este año 2004, y que desde el punto de vista de la empresa, “todos los sistemas están funcionando a todo vapor”. El optimismo podría deberse entre otras cosas, a que el centro de sistemas SPAWAR, (US Navy’s Space and Naval Warfare Systems Command) en San Diego, otorgó a la empresa un contrato de cuatro años definido como de entrega y cantidad indefinida (ID/IQ), que asciende a los 15 mil millones de dólares. Lo que choca es que este contrato gubernamental se concede al tiempo que otra rama del gobierno investiga la ética comercial de la empresa y el comportamiento de más de un subcontratista en lo que se ha tildado —dependiendo del sesgo político del que denuncia— desde técnicas no autorizadas de interrogación hasta abuso y, finalmente, tortura de prisioneros en Bagdad. En su sitio web, Titan afirma que “proporciona un ambiente donde se motiva al empleado a innovar, diseñar y elaborar soluciones para nuestros clientes en un ambiente de colaboración y alta energía”. Aplicado al contexto de Abu Ghraib, suena caricaturesco. ¿Cuánta colaboración y energía son necesarios para realizar el trabajo de intérprete en tiempos de guerra? Los informes en la prensa hasta ahora describen un rol tan proactivo del “intérprete” John Israel que resulta irreconocible para el practicante profesional. Aquí ya no hablamos de sutilezas, ni matices, ni fiabilidad: se alega que el “intérprete” hasta dirigía en algunos casos la tortura. Otros dicen que el intérprete sólo hacía su trabajo. Aún desde esta “generosa perspectiva”, hasta el más inconsciente de los intérpretes se plantea en algún momento la posibilidad de que si como consecuencia directa de su trabajo le acontece toda clase de humillación y maltratos a otra persona que no ha prestado voluntariamente su presencia y no cuenta con nadie que abogue por ella, quizás ése sea el momento de cuestionar su trabajo. Por otro lado, si el afán de pelear contra el enemigo de turno y de transmitir los valores, juicios y prejuicios personales a otros nublan en la población civil toda clase de comprensión y objetividad en su vida personal y profesional, será imposible para aquéllos tener la certeza moral necesaria para tomar esos cientos de decisiones diarias que rigen y permiten la comunicación con los demás.
En esta entrega de deshoras presentamos a dos autores, León Leiva Gallardo y Julio Rangel, que han contribuido sustancialmente al desarrollo literario en español de Chicago. El texto de León Leiva Gallardo es la confesión de un infanticida cuyo relato en sus mejores momentos nos recuerda la amargura del anónimo hombre de Dostoievski y la frialdad del Castel de Sábato. Por su parte, los poemas de Julio Rangel son una compilación de melancólicas imágenes. Más allá de simplemente recrear una memoria, su poesía parece preguntarnos “¿qué valoramos en el mundo y por qué? ¿Cuál es el motor que lo mueve: es cualquier miércoles o es la poesía?” Al final, los textos de ambos nos dejan con una sensación de desaliento y satisfacción a la vez: un nudo que se forma en la garganta porque en ambos casos acudimos a un mundo que se disipa.
Julio Rangel
(Insomnio) El tren suelta sus amarras con la ciudad dormida como barco que avanza a la oscuridad mar adentro. Escucho el bramido jubiloso de animal que parte a sus dominios. La burbuja de la noche se rompe contra las montañas dentadas del amanecer. El tren marcha hacia los líquidos contornos de la madrugada en el desierto. Bienaventurado lo que es en la estampida.
Foto: Angélica Pérez
Leer al mundo en páginas de vaho. El mundo llega como una desesperación, un viento en el adobe óseo de la casa y todo ese temblor que rechina: el mundo. Escribir dilata la tierra, induce una nueva orografía que se cumple en el aire, y el recorrido por todos los nombres es adivinación y sierpe, escultura de nube. Por mis callejones tañen todos los oficios, por los balcones pasa el fantasma satinado de la hierba clara: rumor y balbuceo, dolor y sueño en el ritmo incesante. Cada lunes un cuerpo en harapos. Martes y manzanas, peroles y cuchillos, la sonrisa cariada de cada día. Un hombre entiende recita sus guarismos laborales pero no entiende: ha pasado un tedio largo por el viernes. Herido, dejo estas líneas atadas con un cáñamo de niebla; estas flores de manzanilla que zumban como abejas.
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Escribo esto porque es miércoles y porque mis zapatos no me llevan a ninguna parte. Escribo bajo el ceño fruncido de las nubes entre peatones y monedas huecas. Por el arco de piedra pasan los siglos, pasan los miércoles, pasan los perros. El pasto cubre las baldosas, el apretado silencio de los insectos. Escribo: "La ciudad está hecha de tiempo", afectado por esa gramática de los espacios que me conduce al centro de un miércoles por esa sintaxis del movimiento con que se escribe el presente.
Al poeta Alfredo Contreras
El demonio azul que nos duele y ríe como una tierna floración inesperada. Los meses que se van como corderos de espuma al matadero del éter, dejando esquirlas en la memoria. En esta alcoba reposó la diosa. Eterna como un río la luz de su fina urdimbre. Apuradas las copas del desasosiego, heme ciudadano demencial de otra provincia. A destiempo para mis guardias, presente para el ángel. Seria química, manos en los bolsillos: es de noche en el barrio de Tlaxcala. Apagado el olor de fritangas. Un fulgor implosionado en la perspectiva de adoquines. Detrás del orden de cada esquina se prolonga la voz descalza: aquel mundo donde reinaba un caballito verde, el mercado matinal donde compramos los frutos. ¿Estaba ya la poesía o entró en el mundo por gracia del lenguaje? Respira, poeta: por allí se escabulle la panterita.
Foto: José Orea
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Bored
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In my cousin's house Thanksgiving, 2003
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Weird light bulb hanging Took a picture
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Laid in bed, still bored.
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Muffy is my bird for two years. She likes it when I hug her. In the morning when the light turns on she sometimes sings and wakes me up. When the cage is open she goes to my room to see what I am doing. The thing that I like about Muffy is how she walks because it looks like she’s dancing. Sometimes when I'm eating she wants what I'm eating too. —Miguel
Julio Rang
Expression, trap between
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four walls looking In the mirror what I see is just sadness, A cry for help!
d. —Juan
angel
—Angie
Sea en los medios impresos o electrónicos, el comercio de imágenes y su omnipresencia parece inducir en el espectador contemporáneo un sentido de la fotogenia que se antoja innato, una predisposición a fotografiar y ser fotografiado, a validar la memoria personal con una colección de instantes congelados en un cuadro fijo o con secuencias grabadas en cinta magnética. Esta cercanía con la foto y otros medios de registro no agota necesariamente las múltiples posibilidades que ofrece la cámara como vía de expresión personal. De allí que sea refrescante una exposición como la que se lleva a cabo actualmente en el Café Mestizo, en Pilsen, en la que estudiantes de la secundaria Benito Juárez (justo a la vuelta del café) muestran cómo la fotografía puede ser una herramienta de expresión creativa incorporada al diario registro de lo inmediato, y cómo el cotidiano trato de los jóvenes con las tecnologías de registro y grabación de imágenes no excluye la capacidad de exploración estética. Las fotos son producto del taller after school que coordina Jonathan Gitelson en la citada escuela, y en su conjunto, la muestra nos hace pensar en la importancia de los programas que ayudan a incorporar las artes al proceso educativo. El taller fue parcialmente auspiciado por el Columbia College, y la exposición muestra el trabajo de un año con los muchachos, lapso en el que se reunieron dos veces por semana en sesiones de dos horas. Lo que asombró a Gitelson es el hecho de que los estudiantes no habían hecho fotografía antes de entrar al grupo, “aprenden deveras muy rápido” dice, “son muy creativos y trabajan duro, pues llegaban a las sesiones después de un día de clases”. Al detenerse en estas fotos, es notable la sensibilidad con que los expositores recogen su entorno. La familiaridad con que incorporan la cámara a su mundo personal para crear imágenes de una intimidad cercana al diarismo. De hecho, algunas de las fotos se complementan con breves textos que abren pequeñas narrativas interiores y le añaden otra dimensión a la imagen fotográfica. Sea la angustia o el tedio, el amor a la mascota o las calles del barrio, hay en esta muestra una intención de abolir la jerarquización entre los temas “serios” y los “triviales” para dar al instante toda su dignidad de epifanía. Toda historia merece ser contada, parecen decirnos estas fotos.
La exposión de estos fotógrafos jóvenes se exhibe en Café Mestizo hasta el 18 de agosto 2123 S. Ashland (312) 942-0095
León Leiva Gallardo La confesión Por si llegan a preguntarme por qué lo maté, les voy a contar todo, y con dignidad; sólo para satisfacer la morbosidad que pretenden disfrazar con esa jerga psiquiátrica. Voy a constatarlo resumidamente.
Si me preguntan que desde cuándo lo odiaba a muerte,
Pero antes de comenzar quiero que sepan, ustedes, señores filisteos
les responderé que lo aborrecía a priori. Si no les satisface mi respuesta, hipnotícenme, si es que pueden atravesar las
anorretentivos, que no me arrepiento, y que lo hice con convicción
esferas de mi aura. Reto a cualquier “mago alquimista” a
filantrópica. Porque bien saben, y sabía todo mundo, que yo no quería
que intente auscultar —sin acudir a un post mortem— esta
ninguna blástula trabada en mi faringe como bocado maltragado. Y no me vengan con humanidades y menos con supersticiones, porque ya superé todo tipo de esclavitud. A mí, a quien acusan de carecer de conciencia, justamente me sobra libertad para hacer con mi cuerpo, y con el de los demás, lo que ustedes no se atreven ni pensar, por el miedo a cargar la culpa que agobia al autómata aún antes de haber cometido trasgresión alguna. Confieso que gocé al verlo expirar. Y si mi esposa me acusa de psicópata, que lo haga concienzudamente, que recuerde que yo muchas veces le advertí, desde el comienzo, que lo iba a matar. Quiero también que sepan ustedes, señores “jueces del Apocalipsis”, que a mi esposa no le guardo ningún rencor y que por consiguiente le pido al “inquisidor mayor” que la excluya de cualquier tipo de complicidad. Si no creen en su inocencia, examínenla, pues ella sí puede corresponderles con una serie de complejos que vulgarmente llaman abnegación, amor, maternidad. Mas lo cierto es que ella carece de su propio ser, es totalmente sumisa, una cónyuge llegada al colmo, quizá de los tipos que no existen desde los tiempos de los clanes micenios. Mi esposa es la alfombra por donde yo camino, para no embadurnarme de lo consuetudinario. Mi esposa cunde la
nuez que llevo coronada altivamente. Quien lo logre deberá ser otro como yo, otro caso eximido por la particularidad de ser inescrutable. Pero bien, yo sé que estoy desviándome del motivo de la predicha entrevista. Ustedes, señores espiritistas de la cibernética, quieren que comience a contarles los pormenores de ese acto crucial y exacto; el acto que los tiene tan ocupados, ponderando posibles respuestas y conclusiones; el acto que los tiene sublimando sus propios impulsos animales con actividades seudo científicas, para después palmearse los omóplatos entre camaradas, ataviados de gestos de autosuficiencia y complacencia, con las sonrisas de primates sumamente civilizados. Pues bien, les contaré, les contaré que esta misma noche a las doce y media, después de leer El perfume, me levanté de mi sillón de lectura, caminé, sin alterarme, hacia el dormitorio y suspiré frente a la puerta. Mi mano derecha no tembló al darle vuelta a la perilla nacarada, ni perspiró humores para los rastreadores. Abrí, tranquilamente, y entré sin hacer ruido. Por la ventana se filtraba el resplandor de la calle. El gemido grave del aire, la alfombra espeluznada y el sueño fueron mis cómplices. Me acerqué primero a la cama de mi esposa —dormida como de costumbre en esa posición que detesto tanto— y metí mis dedos entre sus muslos para cerciorarme de que estuviera bien dormida. No hubo reacción. Di dos pasos hacia atrás, rozando con mi mano izquierda el mimbre del moisés, y lo vi: su detestable cuerpo subdesarrollado, sus extremidades anfibias encogidas, las manos empuñadas, su cabeza, al perfil, y como de otro cuerpo, acomodada sobre una almohadilla. Fue fácil darle vuelta a su cuello y ponerlo boca abajo; lo demás fue un lapso de firme opresión. Mas la sangre me pudo, la asfixia no fue la causa principal. Mi mano adquirió el ímpetu de un dios y, bajo la contracción del arco formado por mi pulgar e índice, lo desvertebré, sin lugar a desagradables estertores. Cuando sus extremidades cedieron, después de una mínima desesperación, mi mano encendida en ira se extendió en el innoble ambiente del cuarto y, con volición propia, se elevó como un miembro fantasma. Salí, sin inmutarme, y regresé a mi estudio. Me senté de nuevo en mi sillón de lectura y cuando mi mano volvió a su estado natural de dependencia, comencé a escribir esto que ahora, ustedes, jueces del resentimiento, acaban de leer.
definición etimológica de la palabra familia. Estoy seguro que si ella hubiese estado despierta, no sería yo el que estuviera explicando estas cuestiones. Pero la ligereza de mis pies, y mis pasos levemente suspendidos, me permitieron entrar y salir, inmune, del cuarto donde yacía lo que más odiaba en este mundo, lo que vino a ocupar el espacio que sólo mi cuerpo ocupaba, lo que Foto: Angélica Pérez
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vino a ocupar el espejo de mi existencia.
El vaso de vino Esta es la cuestión de mi muerte, que también es mi existencia. Pues como sabrán —y si no, lo van a ver— muerte y vida es una misma caída; nada más que una es vacua y la otra vacía. Dormir
deje de vagueaciones! Tienen razón, comenzaré. Cuando termine de beber el vino envilecido, el vino ira-
es despertar en el sueño. Entonces, mi fin es un sueño recurren-
cundo, habrá un lapso de estertores —ya saben a cuales me refiero— y llegará el instante en que mi cuerpo y mi mente
te: un juego de sol y clorofila, ser humus, gravedad y marea, ser
cederán. Entonces, el desaparecido, aunque a siete pies bajo
plancton. Mi fin vacilante, oscilante, elíptico, se reaparece en
tierra, aunque incinerado, arrojado al mar, el desaparecido
forma de pétalo, hoja, raíz; en forma de piel, ojos, cerebro, corazón. Soy mártir y martirio. Soy.
no seré yo, sino él. Nunca lo volveré a ver, a sentir, a presen-
Para que mi muerte se entienda claramente, la haremos
tir. Nunca le volveré a tener miedo. Porque en el momento
forzada, quiero decir impuesta. Pronto, cuando termine esto
en que las bellas almendras de mis ojos toquen fondo, el fondo del mar, después de caer lentamente por la vacua
que estoy escribiendo, alguien vendrá, se acercará y me dará
espesura, para mí, todo desaparecerá. Entonces el hombre
un vaso de vino. Yo lo he de aceptar a sabiendas, sin ni siquiera delegar gallo
pensará que yo me deshice cuando en realidad quien se
alguno y sin lle-
será él y su maldad —acabo de morder mi lengua, la palabra maldad es un arcaísmo. Me voy a deshacer de un enemigo, nunca volveré a tener un enemigo. Y él, pues, imagínense, me pensará de vez en cuando, me odiará hasta en el recuerdo; gozará mi muerte como buen morboso, pero de alguna manera hará que yo permanezca Foto: José Orea en la memoria. Mientras que yo, nada; sin memoria, sin sentidos, absolutamente nada. Y si no me recuerda, habrán otros que me recordarán —mis acreedores— y otros que me mencionarán de buenas y malas maneras. Yo probablemente lo sobreviva en la memoria. Bueno, ha llegado la hora, como les dije; ahí viene el verdugo con el vaso de vino. Me lo entrega firmemente, lo acepto con una sonrisa y comienzo a beber, pensando que el veneno que me ha dado lo está ingiriendo él, pensando que el esfumado será él. Porque bien sabemos todos que es difícil deshacerse de un ser humano; su cuerpo puede desaparecer, pero la memoria de su cuerpo queda vagando. Por eso tomo este cáliz felizmente, porque quiero zambullirme en la nada. Quiero más que todo, matar a mi enemigo. Lean, lean, lean como el va desapareciendo, lean como su cuerpo se esfuma del espacio que tienen frente a ustedes. Las teclas de esta máquina van estampando su cuerpo con espacios vacíos, la lectura lo desintegra con el ácido invisible que lleva la tinta. Mientras que yo me embriago en las venas de la savia clorofila, en los dulces ríos de la hemoglobina y en todo lo inánime que pronto puede cobrar vida.
varme asedia por nunca haber sido preferido augurio de oráculo. Beberé el contenido hasta observar, desde el brocal, la desaparición de las heces —la uva siempre ha sido superior mitigadora— pero en este caso servirá de salvoconducto. Como buenos amantes de la necrosis —perdón— de la necropsia, querrán saber por qué me matarán, y como gentilhombre se los diré, aunque lo importante es que debo morir para que se resuelva la cuestión. ¿Que quién me matará? Otra pregunta necia. Pero voy a ser complaciente, les voy a satisfacer la curiosidad. Hay un hombre que me odia, y porque me odia quiere que yo “desaparezca de la faz de la tierra”. Esas son sus palabras, yo nunca me rebajaría a decir algo tan pumpuneado. Me odia porque no soy un autómata, porque no sigo los preceptos teológicos de la usura cibernética, porque no soy vástago de la tecnocracia —estamos en pleno siglo de las segundas luces—; y es aquí donde comienza lo que ustedes pueden llamar contrariedad. Sucede que el hombre que me odia, me quiere matar y hacer desaparecer porque cree que el peor daño que yo puedo sufrir es volverme nada. Pero yo sé, y ustedes lo verán pronto, que el único que terminará perjudicado será él. No porque mi muerte cause repercusiones de tipo legal o moral, tampoco porque yo crea en una segunda. El hombre, mi asesino, en vez de hacerme un daño me hará un favor —quiero que sepan que todavía no detesto la vida, pero morir tampoco es gran tragedia. No accedo a mi muerte por huir de la existencia, muero porque sé que al morir le llevo la contraria a mi enemigo. ¿Cómo? ¿Que ya me
habrá deshecho
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La autopsia El médico forense hizo la primera fisura a lo largo de
esa nuez de meninges vencidos, se volvió humúnculo en sus manos. Cortó
mí esternón. Partió mi tórax en dos y lo abrió como se abriría un cofre: habitualmente. Entonces sí se escapó
con una sierra una media luna de mi frente para poder observar el lóbulo
el último suspiro, el que se había rezagado en mi
frontal, la neocorteza. Tomó notas. Volvió a tapar mi cráneo calado, como se hace con una vasija rota. Me repugnó que abriese mi privacidad con esa luz
pecho. Estaba allí mi corazón, un panal de tierra
tan penetrante, que revisara mis más preciados secretos, que se riese de mi
hormiguera, noblemente púrpura. Yo deseé que lo
apéndice emperifollada de piedras preciosas, vellos púbicos y amores no
auscultara para ver si quedaba alguna burbuja de sangre en un rincón helado, recóndita agonía. Para
correspondidos. Faltaba mucho para que explotara y desplazara el cinismo
escrutinar alguna dolencia tardía que hubiese queda-
ban para completar esa arritmia, esa disonancia: esa cesura que recibimos —sin justicia poética— sin percatarnos de lo fugaz, de lo inútil que es la vida.
do haciendo eco con las paredes de mi armonioso cor-
por el resto de esa bóveda en cual vivimos encauzados. Muchos versos falta-
pus hermeticus. Pero no. Le satisfizo observarlo dete-
Solamente dos personas saben lo insignificante que es un cadáver, el
nidamente para saber su estado postrero. Con sus manos divinas comenzó a escudriñar los intersticios
médico forense y el asesino. Estos dos prescinden de la importancia del
de mi alma. Registró el transverso de mis órganos
en tocarlo íntimamente. El uno ejecuta, el otro oficializa. Y a veces hasta funcionan bajo la misma batuta, bajo una orquestación común. Sin embargo, yo sabía que las manos que me estaban dando las últimas palmadas no eran del lado oculto, del oprobio. Tampoco eran manos redentoras como se equivocan muchos difuntos. Aquellas manos me estaban diciendo adiós fríamente, pero con la intención de hacer una enmienda en mi certificado de defunción. Me había partido en dos para encontrar la verdad: como si la verdad gozara del don de la ubicuidad, como si fuese una entidad auscultable, imperecedera. Pues qué mortal no perece en nuestro rincón ecológico, en nuestra Micenea de enanos titánicos, en nuestra mitomanía de prometeos sepultados en fosas comunes, en nuestro hades de bichos y espíritus parasitarios. Entonces quise regresar a la tierra. El humus, la vida mezclada con la muerte, cual un elemento nuevo, amalgamado. El olor a tierra mojada, tierra de cementerio, la mejor tierra de la tierra, deleite de los antropófagos hortelanos. El suelo más santo de los suelos, el parque más sano de los parques; donde la paz se sienta sumamente cansada y retorna la infancia de la vejez para acompañar a los recién nacidos y a los que a media jornada suspiraron el gaseoso y filoso vaho. El olor a tierra mojada, tierra de los enamorados, de los engañados angelitos, de las vírgenes incautas, de las pecaminosas beatas y los necrófilos labradores. Humedad sudorífera del suelo, estación de los morbosos, perpetuo refrigerio, y feliz, feliz nidal de los desposeídos. Tierra mojada el olor, y lo pulcro, lo pulcro que es el velo de la media noche sobre las osificadas sepulturas, sobre las cruces igualitarias: el césped, el césped rociado y eternamente fresca flor del humus de la tierra, la fresca flor del humus de la tierra...
vitales. Tomó muestras de sangre y tejido. Mi cerebro,
cuerpo; para ambos es meramente un objeto. Ambos pueden ser los últimos
León Leiva Gallardo, poeta y narrador honduerño Es autor de Poemas a Marcy.
Foto: José Orea
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T odoSom0s políticos Entrevista con El Gran Silencio Juan Mora-Torres Los hermanos Tony y Cano Hernández formaron El Gran Silencio en 1992. Hoy en día, esta agrupación es considerada uno de los mejores grupos de “rock”. Aclamado por músicos y críticos, El Gran Silencio mezcla cumbia, norteño, hip-hop, ska, reggae y otros sonidos para crear sonidos nuevos. Con gran orgullo, ellos llaman “chúntaro” a su estilo musical. El 19 de junio entrevistamos a algunos miembros de la banda: Cano, Campa, Ezequiel y Tony. La siguiente es una versión breve de la entrevista.
¿Por qué Monterrey tiene pegue con el rock en español? La mayoría de los grupos que estamos en el medio, tenemos más de seis, siete años de estar dale y dale, pero ninguno se parece uno a otro y eso ha hecho que la música en Monterrey se diferencie de las otras ciudades. Sin embargo eso no quiere decir que haya un movimiento muy fuerte porque la mayoría de los grupos ya tienen muchísimo tiempo de estar tocando. No hay grupos nuevos que tengan una propuesta interesante. Inclusive, los grupos nuevos son los mismos grupos que se desintegran y forman otro. Por ejemplo, Zurdok se desintegró y formó Vaquero. Antes había varias corrientes; el objetivo era tocar y tocábamos. Hacer el arte por el arte de la música. Ni siquiera teníamos la intención de ir al De Efe y tocar o buscar medios de comunicación. Se trataba de hacer mucho ruido y eso llamó la atención de las compañías disqueras y nos sacó a flote. Eso no quiere decir que en otras ciudades no haya buen rock. ¿Cuál es la diferencia entre el rock de Monterrey y el de la ciudad de México? Los músicos de Monterrey tienen muy buen nivel a la hora de componer. Eso hace que las agrupaciones que ellos forman siempre tengan una gran popularidad. También creo que Monterrey tiene mucha influencia musical porque por ahí entra la música extranjera. Hay una zona que se llama Colombia y por ahí pasan todos los camiones que van hacia México. Entonces, la gente que pasa por ahí va dejando de todo: ropa, comida, música. Por eso escuchamos música de todo tipo: jazz, rock, soul, punk, hip-hop. Las diferencias son que no existe un movimiento real. Somos los mismos grupos desde hace diez años. La gente no hace nada por el rock en español en México, ni siquiera fanzines. Monterrey es un lugar donde hay grupos muy famosos, pero solamente tiene dos lugares para tocar rock, que son El café iguanas y La tumba, o El Clandestino ahora, y eso no es suficiente para un movimiento. Se ha vuelto un mito. Monterrey no tiene ni siquiera movimientos interesantes de avanzada. Por otra parte, hay un movimiento más fuerte de música colombiana que de rock. ¿Cuál es la diferencia entre ustedes que vienen de la colonia La Unidad Modelo y Zurdok que vienen de San Pedro? Siempre habían existido esos dos tipos de grupos, unos de barrio o que se juntaban en cierto lugar y los que venían de San Pedro. Pero realmente no creo que esa diferencia sea una barda. Simplemente son localidades y ellos hablan más de los carros, de sus avenidas, un block tope, un mal trip-hop. Es un hip-hop más comercial a diferencia del hip-hop que se hace en los barrios que es más de drama o cuestión social. Sí existe mucha diferencia en ese sentido. Pero todos son buenos músicos y todos se llevan. Ustedes han influenciado a muchos grupos, ¿cómo lo han hecho? Desde que salimos nosotros, empezamos a mezclar la cumbia con el rock y el hip-hop
y otros estilos. Llegó un momento en que se volvió económicamente viable para muchas agrupaciones y salieron muchos grupos que mezclan la cumbia con el rock. Sin afán de ofender, un ejemplo es Celso Piña. Él era un músico muy bueno en cuanto a la música colombiana, pero se vio obligado a mezclarlo con rock. Él no era músico que mezclara el rock, ni hip-hop. Tocaba solamente, pura cuestión folclórica vallenata. Llegó un momento en que grabó el primer disco de este tipo. Nosotros participamos con él, grabamos Cumbia Poder. Pero ahora no puede dejar de mezclar rock con cumbia y si lo hace pierde público. Sacó el segundo disco Mundo Colombia y vuelve a mezclar ritmos e invitar a otros roqueros. Saca el tercer disco y otra vez vuelve a invitar roqueros y esperamos el cuarto disco exactamente igual. De una u otra manera se vio influenciado por nosotros y nos da mucho gusto que una persona que ha tenido mucha trayectoria en Monterrey, también se vea influenciado de otra manera. ¿Cómo definen el sonido chúntaro? Pues realmente el concepto de chúntaro comenzó como un juego en la manera como nos veían a nosotros en Monterrey. Había ciertas personas que nos llamaban chúntaros por la manera en que nos vestíamos, caminábamos, por la manera de dirigirnos a la sociedad, pues decían: “es un chúntaro”. Es una cuestión peyorativa, es una palabra mala para señalar a una persona y nosotros tratamos de limpiar un poquito esa palabra porque las personas que nosotros conocemos que les dicen chúntaros, esos somos nosotros mismos. Tratamos de reivindicar un poco al chúntaro y sacamos este tipo de música con la mezcla de música popular que escuchan en los barrios, en las fiestas y que es vista con prejuicio. Mezclamos esos sonidos y creamos otros sonidos. Se habla mucho de que no se entiende qué son ustedes, ¿son un grupo de cumbia, grupero o roqueros? ¿Cómo se identifican ustedes? Nosotros realmente no nos consideramos roqueros. Nos movemos en el ámbito del rock porque el rock nos dio esta ideología de ser anarquista. El rock es rebeldía y es ir en contra de lo
establecido y para nosotros no hay nada más roquero que meterse a un concierto de rock y romper con lo establecido tocándoles una cumbia. Somos los más roqueros en ese sentido porque uno llega y les rompe todos los parámetros. A mí se me hace chistoso que nos digan: “¿Por qué tocan cumbia? ¿Por qué tocan norteño?”. Se les hace raro que nosotros toquemos una cumbia. Se les hace más normal que toquemos un ska, rock, pop. A mí se me hace raro porque la cumbia es lo que se escucha en México. En una entrevista que le hicieron a Mick Jagger cuando tocaron los Rolling Stones en México le preguntaron que cómo había visto al Tri ya que había abierto el concierto y era considerado el mejor grupo de México. Mick Jagger dijo: “Eso que hicieron ellos, lo hicimos nosotros hace cincuenta años”. A él le hubiera gustado oír un rock realmente mexicano, que tuviera esa carga cultural. Nos hubieran invitado a nosotros o a X. Lo que pasa es que hay mucho prejuicio porque cuando Red Hot Chili Peppers fue a México le preguntaron cuál era el grupo de rock mexicano que más les gustaba y dijeron que El Gran Silencio. Y todos respondieron: “No, no, no, de rock”. “Pues El Gran Silencio”. “No, sí bueno, El Gran Silencio sí, ¿pero de rock?”. “No, no, no que como una jodida que nos gusta El Gran Silencio. Para nosotros El Gran Silencio es el mejor grupo de rock mexicano”. En una entrevista con La Jornada hablaban de la negritud y hacían hincapié de que en México se rechaza la negritud. ¿Pueden explicar algo sobre eso? Muchos de nosotros no queremos entender o somos ignorantes de que existe en nosotros una influencia muy fuerte de los negros en nuestro ser y más en la gente de Veracruz. Si hay un grupo de rock, que se cree rock-rock, rock-hip-hop y le dices “que buena influencia negra tienes”. Se ofenden y no quieren entender que el rock que están tocando fue creado por negros, que el jazz , el hiphop, el reggae, el ska fueron creados por negros. Entonces, todos tenemos una influencia muy fuerte de la negritud. Es una energía muy interesante que mueve a la mayoría de los movimientos y negarlo e ignorarlo puede ser hasta un pecado porque no queremos aceptar que tenemos en nosotros un negrito reprimido. Y políticamente, ¿dónde se identifican ustedes? Creo que todos somos políticos: en la banda y el ser humano en general. El que diga que es apolítico pues
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será de otro pinche planeta porque simplemente en la casa se crea una sociedad de quién manda y se establecen reglas y se crea una política. Creemos que la política es individual y cada quien tiene su manera de verla. Pero hablando de los gobernantes, que no es lo mismo que política, pues somos antigobernantes... es que somos rojillos de una u otra manera y a la vez somos muy capitalistas. Es una mezcla muy extraña porque aunque seamos muy rojillos y presumamos al Ché Guevara en una bandera y nos creamos rastas y la chingada, a la hora que nos pagan vamos como locos a consumir la bola de chingaderas que venden en la pulga. Por un lado puede uno estar de acuerdo con un movimiento socialista, pero mientras se está escuchando un discurso de Fidel al mismo tiempo se están comiendo unas conchitas y tomando un jugo Valencia. Estamos concientes que existen gobernantes muy maletas, pero si uno se vuelve apolítico, uno se vuelve alguien que no está exigiendo a su gobernante lo correcto. Tienen un par de canciones sobre la migración, ¿cómo ven ese fenómeno? Hay varios tipos de migración y las he estado observando mientras hemos estado viajando. Pienso que la necesidad es cabrona y hace que esta gente emigre a buscar nuevas oportunidades de trabajo. Pero la gente que emigra hacia el sur de Estados Unidos, que vive cerca de la frontera, lo hace más por cuestión cultural y no por necesidad porque lo mismo que ganan en la frontera lo pueden ganar en Monterrey. Yo digo que la tierra te habla, te llama. Esa tierra le perteneció a nuestros antepasados. No sé que tenga que ver porque cuando llegas a una ciudad de California o Texas, te sientes como que algo es tuyo que estaba ahí: te la robaron y culturalmente tienes que tomar por asalto lo que te quitaron. ¿Qué grupos escuchan? De hip-hop la mayoría son nativos, Afrika Bambaataa, Run-DMC, Fadhili William, no sé, muchos grupos muy antiguos. Los nuevos se ven como dicen ahora mucho bling bling. Mucha onda de ego y a nosotros nos gusta algo con más carga social como Public Enemy, por ahí va la onda. Y de lo norteño nos gusta la vieja escuela, Ramón Ayala, Los Alegres de Terán. A mí me gusta mucho
Los Doneños, la mezcla de saxofón y acordeón me gusta un chorro. Lo que hicieron un tiempo Los Tigres del Norte de usar el saxofón con acordeón. Los grupos nuevos como que andan en otros rumbos. Solamente estos batos Los Alegres de la Tierra y Los Huracanes han vuelto a retomar el saxofón con el acordeón. Los Montañeses del Álamo también son muy atrevidos con el ritmo al mezclar el bajo sexto con el clarinete. De la música colombiana están Los Corraleros del Majagual, Aniceto Molina, Andrés Landero, Chico Cervantes, la típica R-7, están un montón... ¿Hacia dónde va El Gran Silencio en letra y música? ¿Cómo pueden rebasar el éxito de Chúntaro Radio Poder y Super Riddim Internacional? Es una responsabilidad medio cabrona. Creemos nosotros que de los accidentes nacen las buenas culturas. Cuando se planean, sale un pinche Frankestein muy pedorro. Uno trata de romper con algo y de continuar. Por ejemplo, tocamos en un festival de reggae y tocamos para toda la comunidad rasta de California y cada que tocamos en festivales de ese tipo nos damos cuenta que estamos en lo correcto porque a la gente que escucha El Gran Silencio, les llevamos un poquito de México. Yo pienso que vamos a tratar de seguir con eso porque no hubiera pasado nada si fuéramos un grupo de reggae y hubiéramos tocado en un festival de reggae. Hubiéramos sido un grupo más, pero no. Tocamos cumbia y algo de norteño y a ellos les gustó mucho y quedaron con ganas de más y con ganas de conocer más la música mexicana. Lo mismo nos pasó cuando fuimos a Japón y tocamos de lado con grupos como The Mods, Massive Attack, ahí nos damos cuenta de que no estamos tan mal. En la historia del rock nacional, si te das cuenta, la canción que hizo que todo el mundo volteara a ver el rock que se hacía en México fue una cumbia: La Negra Tomasa de Caifanes. La canción que más le pegó a La Lupita fue un cover de Los Tigres de Norte: Contrabando y traición. La canción que más se recuerda de Cuca es un son: Son del dolor. De Maldita, Kumbala, un bolero. De Café Tacuba, Ingrata, una norteña. Y ése es el rock nacional, pues.
Juan Mora-Torres es profesor de historia en la Universidad DePaul. Es autor de The Making of the Mexican Border. El Gran Silencio se presenta el viernes 13 de agosto en Aragon Ballroom. Información: (773) 227-7059.
El conjunto tejano: Un bosquejo de su
historia
José Ángel Hernández Las cavilaciones estilísticas de la música de conjunto tejano-mejicano podrían definirse como la interpretación hipermoderna del más conocido ritmo norteño mexicano. Sin embargo, el estilo suplementario característico del narcocorrido —donde el acordeón tiene un rol más bien complementario contra la letra y los demás instrumentos— dista mucho de lo que es el conjunto, siendo éste una más fluida y lúcida interpretación que no solamente combina la música country, blues y tejana, sino que también confiere al acordeón el papel central en el repertorio musical. Así, el acordeón hace de instrumento a través del cual estos géneros musicales más recientes se integran, a la vez que se aferran a sus raíces del norte mexicano. En resumen, el conjunto es música norteña en esteroides, saturada de una dosis perpetua de figuras rítmicas y solos de acordeón. Como se habla tanto hoy en día de la centralidad del acordeón, y por consiguiente del acordeonista, se podría argüir que este es uno de los aspectos principales que distingue la música norteña de la de conjunto. Esto quiere decir que la centralidad del acordeonista en la música de conjunto puede interpretarse como expresión de una individualidad en la que influye el concepto de individualismo norteamericano. Pero la primera es distinta del individualismo aislacionista producto de la clase media en los Estados Unidos: el acordeonista sigue perteneciendo a un todo más amplio. Siguiendo un concepto de individualidad parecido al que describe Cornell West en su análisis del blues, al acordeonista se le permite ser un ente individual dentro del grupo. Contrasta aquí el ritmo norteño, para el que este aspecto es generalmente irrelevante, ya que el grupo se hace conocer como una colectividad proveniente “del norte”. Se oye hablar, entonces, de Los Tigres del Norte, Los Tucanes de Tijuana, Los Relámpagos del Norte, etc. La música de conjunto, por otro lado, se presenta al público con la imagen de una persona, que en la mayoría de los casos resulta ser tanto acordeonista como cantante principal del grupo; así tenemos a Esteban “Steve” Jordan, Flaco Jiménez, Tony De La Rosa, Rubén Vela, Valerio Longoria, etc. A esta observación se agrega que raras veces se escucha o lee de acordeonistas en México que traten de cultivar “su propio estilo” de tocar, mientras que entre los de Texas, el tema es una obsesión que cobra fuerza en festivales donde, con el nombre de “Abuso de acordeón” y “La balacera de conjuntos”, se celebran actuaciones creadas como vehículo para el lucimiento del talento acordeonístico de cada conjunto. En resumen, que esta faceta del ritmo se puede equiparar al clásico solo de guitarra del rock norteamericano. Las raíces musicales del conjunto se esbozaban ya a los inicios del siglo XIX en Monterrey. El más conocido etnomusicólogo del género de conjunto tejano-mejicano, Manuel Peña, cree que los lazos económicos que unen a San Antonio, Texas, y Monterrey, Nuevo León, han existido desde mediados del siglo XIX. A estos lazos comerciales y culturales le debemos la introducción de la música norteña. En el sitio web del conjunto de Gilberto Reyes, el acordeonista dice que “mi abuelo Pablo Reyes (1912-1982)… hizo un trueque de ganado por un acordeón diatónico de una fila con un comerciante alemán en Monterrey, Nuevo León, México, en el 1927”. Pero este intercambio cultural también ocurría a nivel local. Uno de los pioneros del conjunto, Santiago Jiménez Sr., recuerda haber llevado a sus hijos (“Flaco” y Santiago Jiménez) a ver los bailes de polka en los asentamientos alemanes de Texas. Las peculiaridades de la música de conjunto conjugan en su repertorio la sensibilidad y filosofía tejano-mejicana con la asimilación de influencias musicales euroamericanas, que incluyen estilos checos, polacos y alemanes. Esta teoría no es muy difícil de aceptar si se piensa que los inmigrantes y comerciantes alemanes en Colombia y Mazatlán,
Sheng, instrumento precursor del acordeón
México, contribuyeron también a la formación del vallenato y la banda, respectivamente. La historia e introducción del acordeón en la música de conjunto disfruta de un debate que se sigue produciendo precisamente porque la incorporación del instrumento coincide con varios estilos alemanes de música y danza conocidos como la polka y el vals. Sin embargo, el acordeón en sí tiene una historia que se remonta varios miles de años, con orígenes no alemanes o italianos, sino en el instrumento chino conocido como “sheng”. El sheng, una armónica china de lengüeta, se toca soplando por una boquilla, y de las armónicas conocidas, se le considera
una de las más antiguas. El sonido característico del acordeón es el producto de una lengüeta (en un principio hecha de bambú) que vibra y produce sonidos cada vez que se presiona un botón y se fuerza el aire por una de esas lengüetas. De acuerdo con algunos investigadores, el inventor del sheng fue el emperador chino Nyu-Kwa durante el tercer milenio antes del nacimiento de Jesucristo, o sea, en el 3,000 a.C. Europa desarrollaría luego el principio de este instrumento de lengüeta cuando el misionario jesuita Jean Joseph Marie Amiot lo dio a conocer por primera vez en el 1777. Esto estimularía “el uso del principio del instrumento de lengüeta en la construcción de órganos y otros instrumentos, lo que
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incluye la evolución del acordeón”. Pero no sería hasta medio siglo después que el instrumento que conocemos ahora como acordeón adoptara su nombre, más la formación mecánica y estructural que posee hoy en día. Cyrillus Damian, de ascendencia armenia, vivía en Vienna cuando patentó el acordeón en París, el 6 de mayo de 1829. Lo que Damian presentó en la oficina de patentes fue “un pequeño aparato de cuatro octavas que serviría de base para la creación de un instrumento absolutamente revolucionario”. El acordeón seguiría infiltrándose en otros países europeos, donde cada lugar contribuiría a su desarrollo y complejidad. En Italia, el acordeón se vio por primera vez en 1863. Según dice la historia, un peregrino que pasaba por el territorio de Castelfidardo en su peregrinaje al santuario de la Virgen de Loreto, se detuvo por casualidad en la granja de Antonio Soprani con “una caja de música rudimentaria”. El acordeón despertó la curiosidad del hijo mayor de Antonio, Paolo Soprani. Paolo desarmó el instrumento y concibió la posibilidad de construir otros similares. Pronto, el ex-agricultor había incursionado en el negocio de vender un instrumento mejorado tanto desde el punto de vista estético como musical, que podría vender al gran número de peregrinos que visitaba la Virgen de Loreto. La aparición del acordeón en México es tema de cierto debate, aunque la mayoría coincide en que con toda probabilidad llegó con los inmigrantes alemanes en la segunda mitad del siglo diecinueve. Peña dice que ocurrió en la década de 1860, probablemente por Monterrey, la ciudad que tenía la mayor concentración de alemanes en el norte de México. Ya para 1895, se dice que 113 alemanes trabajaban en calidad de supervisores del proceso cervecero en esa naciente industria de la ciudad. El acordeón sin duda gozaba de popularidad en la clase trabajadora alemana, y la relación de este grupo con la población local mexicana no era tan conflictiva como la relación entre los tejanos y sus vecinos alemanes. Independientemente de su origen y su inspiración texana o mexicana, la influencia musical alemana es obvia. Lo que sí es inconfundible es lo que los mexicanos de Texas hicieron del acordeón una vez se integró al género musical. Algunas de las primeras grabaciones de música de conjunto se oyeron a fines de la década del 1920 igual que otros géneros musicales propios de norteamérica como el blues y el zydeco, lo que hace creible la teoría de que evolucionó como arte norteamericano. Algunos de los pioneros del género musical eran también maestros del acordeón que contribuyeron de su manera especial. Los tejanos como Bruno Villarreal, Narciso Martínez y Santiago Jiménez, Sr. grabarían parte de su discografía con acordeones de botón y una o dos filas. Con el pasar de los años, la música adquirió velocidad y complejidad; el acordeón diatónico de tres filas se convertiría en el instrumento predilecto de los acordeonistas de conjunto. Y ahí terminaría la historia, de no haberse rehecho y manipulado el acordeón para producir un singular sonido y una estética particular. En manos de los músicos de conjunto, el acordeón se desarmó, manipuló y armó nuevamente. Como la música era mucho más rápida
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que la polka común y corriente, se extrajeron las lengüetas de bajo pesadas, y la responsabilidad por el sonido del bajo recayó sobre el bajo-sexto. Se sacaron las lengüetas propiamente dichas, se limaron (rebajaron) y se deformaron para producir una variedad de sonidos hasta entonces desconocidos. Cuando empezaron los músicos a tocar de pie, como lo hizo Valerio Longoria, se incorporaron los tirantes, posibilitando una mayor rapidez y potencia al tocar. Para fines de la década de 1980, el fabricante Hohner lanzaría al mercado su primer “Tex-Mex Rockordeon”, siguiendo las especificaciones del “Jimi Hendrix del acordeón”, Esteban Jordan. El “Tex-Mex Rockordeon,” según lo estimo yo, se convierte en la esencia de la música de conjunto. El “Rockordeon” es más ligero que la mayoría de los acordeones, dado que se fabrica de madera más ligera (el bajista de Jordan me dijo una vez que lo hacían de “madera de durazno”). Los fuelles de “cartón” también están reforzados pero son menos pesados que la mayoría para que la caja sea a su vez más ligera y por tanto más fácil de manejar. Los botones del lado derecho están más cerca de la caja y acolchados con fieltro, lo que proporciona un nivel de agilidad dáctil inalcanzable con los botones más grandes de nácar, tan comunes en las cajas italianas. Se incluyen correas ajustables para ambos hombros y la mano izquierda a fin de darle al músico lo que los aficionados del conjunto ansían: velocidad. El día de hoy, el acordeón vuelve a estar de moda en el sur de Texas. Las clases de acordeón abundan en San Antonio y hasta el colegio universitario Palo Alto ofrece clases donde los
Acordeón antiguo de dos filas
estudiantes pueden aprender canto, acordeón y bajo-sexto. El elevado precio del acordeón significó en algún momento un impedimento para aprender a tocarlo. La ironía es que los creadores del principio de la lengüeta libre contribuyen ahora a la música de acordeón de una manera totalmente diferente. Antes de que los fabricantes chinos incursionaran en el mercado, el precio de $1,000 por acordeón era bastante común. Pero a medida que fueron entrando al mercado estadounidense los acordeones chinos, ahora se venden por poco menos de $250, muchos disponibles por Internet. Y con más de 300,000 acordeonistas en el territorio continental, no me sorprendería enterarme de otras contribuciones de los chinos, musicales o de otro tipo.
José Ángel Hernández es candidato al doctorado en Historia por la Universidad de Chicago Traducción: Moira Pujols
Steve Jordan
El hallazgo de
Las dos Fridas Antonio Zavala
El caso de Las dos Fridas es tan interesante como nostálgico. Según los críticos, esta pintura marcó un nuevo paso artístico y emocional en la vida de su autora. Cuando recientemente se presentó la exhibición de las obras de Frida Kahlo en los Estados Unidos, se incluyó por primera vez en mucho tiempo la pintura original Las dos Fridas, la cual había estado perdida en este país por varias décadas. Varios periódicos de los años cincuenta detallan que en la ciudad de Toledo, Ohio, desapareció el citado cuadro, en lo que en la prensa norteamericana se llegó a conocer como el caso de “The Missing Fridas”. Cuentan los periódicos que después de tres meses de exhibición en el Museo de Arte Moderno de Toledo, las obras de Kahlo viajarían a Nueva York para exhibirse allí en el invierno de 1956, apenas a dos años de la muerte de la trágica pintora. Se cuenta que al descargar las obras en el Aeropuerto Internacional La Guardia de Nueva York, un empleado del museo de Arte Contemporáneo notó que Las dos Fridas había desaparecido. Como resultado, fue arrestado el curador del museo de Toledo, Ohio, un tal Irving C. Woziak. El sospechoso se defendió argumentando que él mismo había supervisado el desmantelamiento y preparado la transportación de la obra al aeropuerto. Como al curador del museo no se le pudo comprobar nada, fue puesto en libertad. Los periódicos especularon que pudo haber sido un “inside job”, o sea que alguien de mayor autoridad dentro del Museo de Toledo había orquestado la desaparición del cuadro. Durante el escándalo, el embajador mexicano de ese tiempo, Artemio Orejuela, presentó una protesta oficial ante las autoridades de Washington alegando que no había habido suficiente seguridad para salvaguardar tan importante colección , y que si en el futuro ocurría ese mismo problema México no tendría otra alternativa que enviar, junto con cualquier otra colección de arte, a un equipo de seguridad del servicio secreto mismo. Las autoridades norteamericanas no respondieron a la acusación. Expusieron que la protesta sólo buscaba publicidad gratuita y que no había una preocupación real del gobierno de México por el arte nacional. Aun así, el caso de “The Missing Fridas” ocupó por muchos días las páginas principales de algunos diarios de los Estados Unidos y, por supuesto, de México. Mientras recordamos este famoso caso, hagamos una pausa para recordar el estado de ánimo de la artista durante el año en que pintó dicha obra: 1939. Cuentan los historiadores, que Frida Kalho en ese tiempo pasaba por una fuerte crisis de autoestima no sólo a causa de Diego sino de ella misma. Sufría migrañas y siniestros malestares que cada vez más le impedían hacer lo que ella más quería: pintar en el solar de su casa de Coyoacán. Un doctor que la examinó en ese entonces
se atrevió a declarar en su informe médico que Frida sufría de un tipo de esquizofrenia. No hay pruebas de que eso sea cierto, pero varios escritores que en ese tiempo visitaron a Diego y a Frida notaron que a ella se le veía ausente y distraída mientras que Diego parecía mas jovial y enérgico que nunca. Uno de esos escritores, Jacinto Inclán, cuenta en un oscuro y casi olvidado reportaje, publicado en 1942 en la revista Plástica Maravilla, que un día al regresar de Cuernavaca, Frida, cansada e irritada, le tiró las maletas a Diego en pleno aeropuerto. La causa exacta no se dio a conocer pero se especuló que Frida en esa ocasión había encontrado al maestro del muralismo en una situación comprometedora con una de sus jóvenes modelos en su estudio de Cuernavaca. No hay consenso sobre ésta y otras anécdotas, pero lo que sí está claro es que nadie sabe lo que Frida sufría y pensaba en ese día lluvioso de octubre en que comenzó a pintar a Las dos Fridas. “¿Por qué dos, mi bien?”, dicen que le preguntó Diego. “¿Por qué no?”, dicen que contestó Frida. “Tal parece que una no es suficiente para ti”. En ese tiempo, Diego tenía mucho trabajo y estaba contento porque lo habían invitado a Rusia a dar una serie de charlas sobre el muralismo. Quizás por eso no le contestó. Fue al jardín, donde se divirtió con las plantas y los rayos de luz, y le trajo una rosa roja a su mujer. Sorprendida por el detalle, Frida no pudo más que sonreír y le dio un beso a la rosa. La noche que terminó Las dos Fridas, la autora y su cónyuge tuvieron una fiesta en su estudio en Coyoacán. Entre los muchos invitados —cuentan los diarios— asistieron el Indio Fernández, el actor Anthony Quinn y por un momento fugaz, Dolores del Río. Durante la fiesta, Diego, el Indio y Quinn platicaron sobre el cine mientras se acababan varias botellas de tequila. Frida, quien sólo tomó vino tinto, se encargó de platicar con los demás invitados. Un crítico del arte que asistió al evento asegura que ella estaba en buenos espíritus y que la terminación de Las dos Fridas la había hecho descargar su ira contra Diego y su intenso dolor interno. Un diario de la capital mexicana alabó Las dos Fridas preguntando si en cada humano existe la dualidad como en los mitos griegos. Un crítico alemán, Hanz Mueller, declaró en una nota en Der Spiegel que Kahlo algún día sería la diva del arte mexicano y que su pintura Las dos Fridas mostraba “los recursos de la psique femenina en momentos de contratiempos personales”. Frida siguió pintando en su estilo único después de terminar Las dos Fridas, pero siempre guardó un lugar muy especial para esta pintura. Después de su fallecimiento, en 1954, dicha obra fue una de las primeras en ser incluidas en la colección que viajaría a los Estados Unidos con el resultado que ya conocemos.
Pero ¿en dónde estuvo extraviada por tan largo tiempo? Fue un detective mexicano, de nombre Elías Ordóñez, asignado por el procurador general de México, quien finalmente la recuperó. El detective Ordóñez, quien siempre había sido un amante del arte, tenía más o menos una idea de cómo funcionaba el cerebro de alguien que desea robar una obra maestra de arte. Viajó a Toledo y revisó todos los nombres de los empleados que estuvieron trabajando en el museo durante la muestra de arte de 1956. También tuvo que investigar a todos los parientes, vivos o muertos, de cada empleado. Ordóñez investigó durante meses y llegó a la conclusión de que un empleado —o un pariente de un empleado— había desviado “Las dos Fridas” a otra ciudad. Pero ¿cual ciudad? ¿Y quien había hecho esto tan magistralmente? Un día después de hablar con la viuda del curador Irving Woziak, Ordóñez supo que el hermano de Irving, Stanley, compraba y vendía arte en Chicago y que por un tiempo había tenido una pequeña galería que él mismo manejaba . Lo que la viuda no sabía era si Stanley Woziak aún vivía. Ordóñez entonces viajó a Chicago y encontró a Stanley, quien ya tenía 92 años y estaba condenada a una silla de ruedas en un asilo para ancianos en el lado norte de la ciudad. Después de hablar con Stanley por más de dos horas, casi más a señas que en vocablos, Stanley, con mano temblorosa, escribió la dirección “1807 South Allport”, y es así que Ordóñez, quien recibió la Medalla Azteca del presidente Echeverría, encontró a Las dos Fridas en un majestuoso pero abandonado salón llamado Thalia Hall en el barrio mexicano de Pilsen. La pintura estaba tan bien protegida en un cuarto fresco que ningún daño atmosférico hubiera podido dañarla. Con lágrimas en los ojos, el antiguo vendedor de arte, con un inglés entrecortado, apenas le había podido decir a Ordóñez: “No pude vender la pintura, era muy conocida, todos tenían miedo de que su compra desatara un incidente internacional”. Las dos Fridas, desde su recuperación, permanece bajo guardia oficial en el Museo de Arte Contemporáneo de la Ciudad de México.
Reportaje ficción a cincuenta años de la muerte de la pintora. Antonio Zavala es coordinador del Programa de Ciudadanía de Casa Aztlán.
Nickolas Muray. México, c.1938.
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Vida escolar y currículum oculto Manuel Zataráin C. En las escuelas no solamente se enseña aquello que aparece en los programas y planes curriculares que utilizan los profesores para comunicar conocimientos a sus alumnos. Más allá de todo lo explícito que encierra un currículum, existe una zona de conocimientos y valores “implícitos”, una zona de lo “no dicho” que opera con igual o mayor fuerza que un currículum abierto o explícito. A este territorio de lo “no dicho” y de lo “implícito”, se le conoce con el nombre de “currículum oculto” (CO), porque no se dice lo que es y lo que representa para el mantenimiento —o reproducción, o status quo— de un orden social cualquiera. Así, al CO se le adjudican significaciones ideológicas implantadas a través de valores como la obediencia, la disciplina, el respeto a la autoridad, el acatamiento, la resignación, la imagen de un mundo armónico. En la vida escolar, por lo general, estos valores del CO son presentados como universales a priori, esto es, que no merecen discusión por profesores y alumnos, no obstante que son construcciones sociales basadas en supuestos normativos y políticos específicos. Los sistemas educativos más conservadores son los que más apelan a una enseñanza basada en los valores del CO, por ejemplo, la enseñanza basada en principios religiosos constituye un paradigma que se apoya en extremo en estos valores. Desde distintas posiciones críticas se ha querido elaborar un contradiscurso que dé cuenta de todas las implicaciones socioeducativas que tiene el hecho de imponer una visión o una actitud a través de los valores del CO. Se dice con frecuencia que inhiben la iniciativa, la creatividad, imaginación y autonomía de alumnos y profesores. En estas posiciones podemos ubicar los discursos de P. Bourdieu y Passeron, de Michael Apple y el de Henry Giroux. Sin embargo, bien miradas las cosas no todo lo que emana del CO puede ser tachado simplemente de “conservador” y “reproduccionista” o favorecedor de los intereses de los grupos dominantes de una sociedad. En efecto, en estos momentos podemos encontrar discursos más abiertos, cuyos planteos teóricos nos conducen a pensar la cuestión educativa en los siguientes términos: a) Las escuelas no son sitios exclusivamente de dominación o ideologización, sino que ahí también existe la contradicción y el conflicto, la contestación y resistencia de profesores y alumnos que no son autómatas o receptores pasivos de un currículum implantado. Nuevamente encontramos aquí la propuesta pedagógica de Henry Giroux que se conoce como “teoría de la resistencia educativa” o “teoría de la contestación”. b) Si pretendemos ver las cosas en términos más esperanzadores, los discursos educativos de Antonio Gramsci, John Dewey y Lawrence Stenhouse son muy elocuentes y propositivos. Gramsci, por ejemplo, y quizá a contrapelo de la imagen marxista que posee, ve con un gran optimismo la emergencia del Estado capitalista moderno, cuya gran responsabilidad ética en materia educativa es, nada menos, que la instauración de la “Escuela Unitaria”, o sea, aquella que no debe educar en términos clasistas: los grupos subalternos a ser “instruídos” para el desempeño de trabajos manuales; los grupos dominantes a ser “educados” para el desarrollo de tareas intelectuales y de dirección social y política. La propuesta educativa de Gramsci es clásica, por la gran actualidad que todavía posee y porque se produce en un contexto donde el fascismo es reinante. En John Dewey la escuela en las sociedades modernas y democráticas es como una especie de garantía en el cumplimiento de nuestros fines humanos. En pocas palabras, no hay modernidad ni democracia sin una educación para todos, que incentive la creatividad, el desarrollo de una inteligencia crítica y el compromiso social. Por ello, para él la democracia no es un simple régimen de gobierno, sino toda una forma de pensar y sentir la vida, y la escuela es fundamental en la práctica y enseñanza de los valores democráticos. Por su parte, L. Stenhouse, apenas desaparecido en los años ochenta, realiza una valiosa contribución para entender el mundo escolar: “La enseñanza es algo más que una tecnología que quepa dominar, es un arte y el artista es el investigador (profesor) por excelencia... la educación es aprendizaje en el contexto de una búsqueda de la verdad... la buena enseñanza es
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obra de buenos profesores que no necesitan oír lo que han de hacer... la única posibilidad de entender el mundo del aula es investigándolo... El profesor es el que tiene que realizar la innovación en el aula, más allá de estar ‘centrado en el alumno’”. c) Dominar implica reproducir un orden de cosas establecido; y reproducir implica una acción de “poder”, es decir, tomar decisiones en un contexto donde unos mandan y otros obedecen. Y todo poder encierra cierta “positividad”, (Foucault) independientemente de si se es dominado o se es dominador. Incluso, hasta cierto placer y precisamente, el concepto de “hegemonía” en Gramsci tiene estos sentidos: el dominio de unos por otros, no evita el crecimiento humano en los dos polos. Hegemonizar es educar, en la perspectiva unitaria que construye el pensador italiano. Por lo anterior, el currículo oculto debe ser visto y tratado en una doble dimensión: es una “arbitrariedad cultural”, si, pero nos sirve; tiene algo de encanto, no sólo reproducimos y ya, también producimos, también pensamos por cuenta propia. Conocer lo que pretende un poder que conozcamos, finalmente no es sólo un acto negativo, máxime cuando se trata de conocer fórmulas científicas y complejas, como ahora en nuestro tiempo que está signado por una especie de “sociedad del conocimiento”. Cierta dosis de eso que acarrea el CO, no nos viene mal, o sea, algunas dosis de obediencia, disciplina, responsabilidad, acatamiento y conocimiento complejo. El problema es quedarse ahí.
NOTA: Los textos de los autores que se mencionan en este artículo, son los siguientes: Pierre Bourdieu, La Reproducción, Fontamara, México, 1998; Antonio Gramsci, La Alternativa Pedagógica, Fontamara, México, 1998; John Dewey, Democracia y educación, Ediciones Morata, Madrid, 1978; Henry Giroux, Teoría y resistencia en educación, Siglo XXI, México, 1995; L. Stenhouse, La investigación como base de la enseñanza. Selección de textos por: J. Rudduck y D. Hopkins, Ediciones Morata, Madrid, 1998; Michel Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI, México, 1987.
Manuel Zatarain es profesor en la Facultad de Sociología de la Universidad de Guadalajara.
Currículo y valores
Desnudo de un mundo artificial Cupido entró al zoológico Iván Torrijos
Luisiana Meléndez El arte de enseñar no es más que el arte de despertar la curiosidad intelectual propia de los más jóvenes, con el propósito final de satisfacerla. Anatole France
Todavía recuerdo mi primer trabajo como maestra, hace ya más años de los que me gusta confesar. Me sentía entusiasmada ante el reto de enseñar a un grupo de niños y niñas sus primeras letras; más aún, estaba francamente maravillada ante la posibilidad de abrir sus jóvenes mentes a lo que yo calificaba, desde mi doble posición de inexperiencia e idealismo, al CONOCIMIENTO con letras mayúsculas. Cerca de 25 años de ejercicio profesional me han enseñado —valga la redundancia— que el oficio de enseñar conlleva, además de innumerables satisfacciones y gozos, una responsabilidad que muchas veces abrazamos sin tener plena conciencia. Al elegir el contenido de lo que se va a enseñar, aquello que se conoce como currículo, maestros y maestras estamos no sólo transmitiendo 'conocimientos' sino apoyando el valor implícito en cada lección que impartimos en nuestro salón de clase. Si bien es cierto que muchas de las decisiones sobre aquello que vale la pena ser enseñado, y por lo tanto aprendido, se toma en los niveles medio y alto del escalón administrativo, los educadores a menudo aceptamos estas decisiones sin cuestionar su validez, ni nuestro papel en la perpetuación de los valores insertos en la dinámica cotidiana de la enseñanza-aprendizaje. Durante mis primeros años como maestra, la mayor parte de mis energías iban dirigidas a llevar a cabo mi labor como facilitadora del aprendizaje de mis alumnos, a mantener la disciplina y a tratar de consolidar mi repertorio pedagógico; poco tiempo tenía para elucidar cuáles eran los parámetros filosóficos, que aun a pesar de mi ignorancia, tomaban cuerpo en cada una de las actividades que yo diseñaba con el fin de que mis alumnos aprendiesen. Habría de transcurrir mucho tiempo antes de que yo me diera plena cuenta de que, al decidir llevar a cabo con mis alumnos una unidad de estudio sobre las leyendas con que los grupos indígenas de toda América elaboraban explicaciones para los fenómenos naturales, o al elegir los cuentos que leíamos cada mañana, yo estaba de manera categórica e indudable, contribuyendo a la formación de valores y actitudes frente a la sociedad en que vivimos y a las diferentes gentes que la conforman. Si bien es cierto que las escuelas, y por ende los currículos que adoptan maestros y maestras, son tan sólo una parte del vasto universo de experiencias que contribuyen a la formación de los hombres y mujeres del mañana, su influencia no debe ser subestimada. Aquello que pasa a formar parte de lo que se enseña y aprende trasciende lo inmediato y lo concreto de su contenido, y asume valores sociales y políticos que no pueden ser ignorados. El paso de los años y la acumulación de experiencias con estudiantes y sus familias, me han llevado a comprender que desde el salón de clase, de manera muchas veces modesta, maestros y maestras asumen a diario la tremenda responsabilidad de contribuir a la consolidación del ‘status quo’, o a su desaparición.
Luisiana Meléndez es investigadora y educadora.
Una vecina mía de hace ya tiempo tenía un perro llamado “Comotú” (¡En serio, así se llamaba!), por las noches el canino aullaba como loco y durante el día gustaba de espantar con sus ladridos a la gente que pasara cerca de su puerta. Mi vecina decía que el perro simplemente se divertía y que los ladridos nocturnos eran porque el animal veía pasar a la Llorona. Comotú era extraño y, aunque me acostumbré a sus cantares de noche, había algo que definitivamente me molestaba de él y era que, cuando Doña Onésima (la vecina) visitaba a mi mamá o nosotros íbamos a su casa, el perro en varias ocasiones intentó seducirme violando mi pierna. Doña One siempre se reía y decía “Condenado perro, me salió tan gay”. Bueno, el asunto es que recientemente investigaba sobre el tema y encontré que diversos estudios realizados han descubierto comportamientos homosexuales en más 400 especies de animales; por ejemplo, en febrero de este año se hizo pública una noticia sobre dos pingüinos que se amaban viviendo juntos en un zoológico de Manhattan. Roy y Silo se daban arrumacos, entrelazaban sus cuellos y tenían sexo; lo más bonito de la historia es que un día los dos juntos construyeron un nido y en él pusieron una piedra creyendo o imaginando que era su huevo. Se dice que un cuidador del zoológico al ver tal acción decidió ponerles un huevo de verdad que necesitaba de cuidado. Poco después nació un pingüinito y fue criado por la pareja durante dos meses y medio hasta que pudo valerse por sí mismo. Algunos científicos creen que ese tipo de comportamiento se debe simplemente a un instinto animal de procreación. Otras personas han investigado al respecto y encontraron que al ser la homosexualidad algo tan natural, está presente incluso en los animales. Se dice que ellos no piensan, pero resulta interesante ver cómo su sexualidad no se limita realmente a la procreación, al sexo, sino que, como en el caso de Roy y Silo, se demuestran también actos de afecto y protección. Es más, pareciera ser que uno de ellos era un tanto transgénero ya que se comportaba aparentemente como del sexo opuesto al haberse sentado a incubar ese huevo del que luego salió su hijito adoptivo. Le comenté a un amigo sobre todo lo anterior y me decía: “Los gays no queremos tener hijos que nazcan de nuestros estómagos”. Y sí, pero más bien pensaría que se trata de ese instinto humano de cuidado y protección que existe en muchos, un hijo es una forma perfecta de expresar ese amor, de ahí que pienso, las personas del mismo sexo adoptan —o quisieran adoptar— un niño. El mismo amigo decía “los humanos no podemos ser comparados con animales porque ellos simplemente no piensan”. Correcto, entonces, si los animales no piensan como lo hacemos los humanos de ahí que actúan como se les antoja y les vale gorro lo que vayamos a decir nosotros. Roy y Silo nunca se preocuparon por expresarse afecto enfrente de la niñita que chupando su paleta los veía acariciarse, eso nos comprobaría entonces que la naturaleza actuaba ahí de forma muy natural sin importarle en absoluto cumplir con los estereotipos sociales que los humanos hemos inventado. En Amsterdam existe un zoológico que se llama Artis en el que —a fin de demostrar que la homosexualidad es un fenómeno natural del mundo— se exhiben varios animales que se sienten atraídos por otros de su mismo sexo y que viven y conviven en pareja. Me pregunto qué dirá un padre homofóbico cuando el guía de turistas informa: “A su derecha verán a las chimpancés lesbianas que ahora precisamente se encuentran sacándose un piojito”. Mejor aún, qué diría Bush viendo eso, tal vez ordenaría arrestar a las bestias y exigiría crear un ley especial para prevenir que se destruya la santidad y el orden social. No sé, pero como vemos, ser gay no es un invento humano.
Si deseas más información sobre la comunidad latina GLBT sintoniza el programa Homofrecuencia; se transmite todos los lunes de 8 a 10 de la noche en Radio Arte 90.5 FM, Chicago. También puedes escucharlo en vivo a través de la Internet en la página: www.radioarte.org. Preguntas y/o comentarios a: ivanukor@yahoo.com El maestro tiene la última palabra. Foto Hispanic Border Leadership Institute
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Safe in Sound:
The Corporation:
Un disco por la paz
Nuestro fracaso documentado
Érika Buchancow El disco Safe in Sound es un proyecto que se ha creado con el propósito de ayudar a los niños víctimas de la guerra. Fue idea de AEMMP Records, empresa discográfica del Columbia College de Chicago, que actualmente ofrece la carrera de producción musical. El disco fue llevado a cabo por los mismos estudiantes de AEMMP Records, quienes tienen como finalidad recaudar fondos y beneficios de todo tipo para la organización War Child. Esta organización no lucrativa lucha por el avance del proceso de paz, invirtiendo en la salvación de pequeñas almas que buscan un lugar en el mundo. Sin duda, Safe in Sound es una oportunidad para recaudar fondos por una causa humana, a través de la música, es decir, que no existan posturas bélicas entre naciones o grupos, empleando como modo de vida la libertad de expresión, la voz y el voto, sin temor a ser perseguido o bombardeado. Además de que hay una buena razón para comprar esta compilación musical, el disco tiene también una buena razón de existir como material artístico. Nos brinda además un repertorio que se destaca en todos los estilos músicales, con artistas no sólo nativos de Chicago sino también de otros países. Todos han donado sus canciones para este importante proyecto. La compilación de este disco consta de diferentes estilos musicales, como la banda venezolana Fauna Crepuscular, que surge energética con sus canciones llenas de rock, ska y reggae poniendo a hervir la sangre, invitando a saltar y bailar. El músico nativo de Illinois Cameron Mc Gill, cuenta con la dulzura melódica al dar un toque de sensibilidad a sus composiciones. Su elemento básico es el enfoque en las melodías vocales que expresan su gran influencia británica. Dick Prall,por su parte, se considera un juglar; tiene la virtud de consolidar cada instrumento con los matices de su voz. Punsayapa es el grupo que da comienzo al disco; aparece como sorpresa a nuestros oídos, con la prolija rítmica de la batería que se escucha hasta el final del tema, intercambiando sonidos de delfines, distorsión de guitarras eléctricas y el toque perfecto de una mandolina que aparece como perdida en algunos rincones del tema. Dremana, con la exótica voz de la cantante Grace Sharington, nos ofrece una fusión poderosa al mezclar sonidos supergalácticos con una guitarra que emite acordes punk rock, lo que la define como una banda llena de fuerza tanto en estudio como en vivo. Otra banda chicagoense, Saraphine, suena perfecta para cualquier oído, llena de frescura en sus composiciones, con una estructura folk-rock contemporáneo. Jason Bayle se destaca en sus arreglos vocales que nacen de forma natural; su voz y su estilo constan de la combinación de jazz, blues y música soul, que enriquecen las letras de cada canción. Esta es una breve impresión que me ha quedado del disco, una compilación con un nivel perfecto en producción y material artístico, que tiene como ambición un cambio y una oportunidad a la paz. Dremana se presenta el 8/28/04 en The Abbey, a las 8 P.M., los boletos están a 8 dólares. Saraphine se presenta el 8/31/04 en Navy Pier, a las 7 P.M., con un show gratuito. Esta es una excelente oportunidad de conocer a la gente de Columbia College y de felicitarlos por contribuir para War Child USA y disfrutando de la buena música. Los estudiantes de Columbia College están orgullosos de que Safe in Sound lleve vendido 4,209 dólares, que han sido donados a War Child USA. Safe in Sound se puede adquirir vía cibernética en cdbaby.com. También, AEMMP esta aceptando la participación de artistas que quieran colaborar para la compilación que se va a realizar el año que viene. Todo aquel que esté interesado puede visitar aemmprecords.com. Esperamos la mejor energía de cada lector de este artículo, tu apoyo a esta causa y tu presencia desde donde sea que te encuentres.
Érika Buchancow es estudiante en Lakeview Center.
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Joel Soto Al consultar cualquier diccionario de la lengua española, en la definición de la palabra “corporación” encontramos lo siguiente: 1. Empresa, normalmente de grandes dimensiones, en especial si agrupa a otras menores. 2. Organización compuesta por personas que, como miembros de ella, la gobiernan. 3. Institución financiera organizada en forma de holding. Y holding significa a su vez: forma de organización de empresas, según la cual una compañía financiera se hace con la mayoría de las acciones de otras empresas, y éstas reciben a su vez acciones de la primera, siendo controladas por ella. The Corporation es un documental dirigido por Mark Achbar y Jennifer Abbott, y escrito por Joel Bakan, inspirado en un libro de este último titulado The Corporation: The Patological Pursuit of Profit and Power. Este documental nos dice, buscando la definición misma, que una corporación es, en términos legales, una persona. “Son éstas un tipo especial de personas, las cuales carecen de conciencia moral, diseñadas, igualmente bajo la ley, para preocuparse solamente por sus intereses”, afirma Noam Chomsky. Nos dice que 150 años atrás una corporación era aún una entidad relativamente insignificante, pero ya en el presente goza de una presencia intensa y dominante en nuestra vida diaria. Al igual que la Iglesia, el comunismo y el monarquismo en otros tiempos, las corporaciones son las instituciones dominantes en el mundo actual, y a diferencia de aquéllas, quizás el tiempo no logrará derrotar a “la corporación”. Por medio de un magnífico trabajo, el documental logra mostrarnos, en gran parte, el lado oscuro detrás de todas esas marcas de renombre que nos son tan familiares en la actualidad: la explotación laboral, la manipulación de los medios y el historial ilícito de las corporaciones a través del tiempo. Tomando en cuenta a America Latina, el documental nos muestra una extensa entrevista a Oscar Olivera, un activista que junto al pueblo boliviano nunca dejó de creer en el poder que la gente posee para lograr cambios significativos a su favor, en el caso de la privatización del agua en Bolivia. Nos demuestra cómo una corporación puede comprar un gobierno y hacer que éste
explote e intimide a su pueblo con tal de no afectar a su comprador ni sus intereses propios. La lucidez en este documental radica, probablemente, en la ambición de su realización. Entrevistas que van desde escritores críticos y reconocidos como Noam Chomsky y Howard Zinn, el ganador del premio Nóbel de economía Milton Friedman, publicistas expertos en los medios, físicos, ecologistas, jefes ejecutivos de distintas empresas, periodistas de investigación y más, con pruebas y ejemplos claros de lo comentado. El resultado es satisfactorio para un público con una opinión crítica de los problemas sociales de nuestros días. Y el mensaje es claro: como sociedad estamos haciendo las cosas mal al permitir la desmedida acumulación de poder de estos organismos que mueven sus capitales por el mundo sin rendir cuentas de sus irregularidades. Nos lo ejemplifica desde los primeros minutos el documental, con la evocación de los primeros intentos del hombre por volar, una y otra vez la intentona de vuelo fracasaba porque el ser humano no se detenía a pensar en sus errores y obtenía como resultado la caída, el fracaso. En el presente sucede lo mismo, intentamos elevarnos y volar apoyados en “la corporación”, pero no lo logramos por la falta de un análisis minucioso que nos demostraría los grandes errores en los que estamos cayendo y cómo estamos afectando nuestro propio futuro.
Joel Soto es escritor independiente.
Héctor R. Hernández: Francisco Piña
La biblioteca La biblioteca pública Rudy Lozano cumple 15 años de servir a la comunidad mexicana de Pilsen en Chicago. En esos tres lustros, sus estantes han albergado la colección más grande de libros en español de las bibliotecas públicas del Medio Oeste estadounidense. La biblioteca se ha vuelto uno de los símbolos más representativos de la comunidad mexicana en Chicago. Es un lugar de referencia ya sea por sus archivos bibliográficos o por sus colecciones, pero también por sus instalaciones. Ahí se reúnen estudiantes de Radio Arte, los Rotarios de la Dieciocho, organizadores comunitarios, el consejo de la escuela Cooper, organizaciones de veteranos de guerra, miembros de Alcohólicos Anónimos, Proyecto Vida, etcétera. “Aquí le damos cabida a todos —dice Hernández— pero no es fácil porque esta biblioteca tiene cierto renombre y todo mundo quiere venir acá y hacer reuniones. La gente que quiere alcanzar o llegar a la comunidad mexicana dice: ‘tienes que ir a Pilsen, tienes que ir a la Lozano’. Y por eso tenemos gente que viene de todos lados.” La biblioteca lleva el nombre del activista Rudy Lozano, quien fuera asesinado el 8 de junio de 1983. Nacido en Harlington, Texas de padres mexicanos, Lozano fue un líder carismático que luchó por los derechos políticos y laborales de los inmigrantes. No obstante, su activismo no se centró tan sólo en el área de Pilsen, pues entre sus méritos se le atribuye el haber sido una pieza clave para lograr la coalición de las comunidades afroamericana y latino para que Harold Washington se instalara en la alcaldía de Chicago en 1983. Héctor R. Hernández no lo conoció personalmente; sin embargo, acentúa que la biblioteca misma es fruto del activismo que predominó a partir de la década de 1960 y del cual formó parte Rudy Lozano. En aquel tiempo, “el barrio de Pilsen era de los más activos. Había más organizaciones comunitarias activas, como APO, Pilsen Neighboors, Casa Aztlán y otras. Entonces, el activismo era más movido, había más protestas, había más exigencia, había más ruido, más movimiento y la biblioteca surgió, en parte, en ese ambiente.” El hombre Durante el tiempo tumultuoso de los años setenta, la participación activista de Héctor R. Hernández “no fue gran cosa; además no vivíamos en Pilsen. De cierto modo, vivíamos otra realidad en Bridgeport. Cuando era universitario, sí participé en algunas actividades en la Universidad de Illinois para que se construyera el Centro Cultural Rafael Cintrón-Ortiz. Los estudiantes nos reunimos con la administración de la universidad, pero no fue una parte super activa de mi vida universitaria. Yo más bien andaba trabajando, arreglando mis asuntos”. No es que su actitud fuera un tanto egoísta, sino que él creía que había otras maneras de ayudar a la gente y convertirse en bibliotecario era una de esas formas. “A mí siempre me ha llamado la atención servir al público. Se me hace más interesante que estar metido en la oficina todo el día y este trabajo me ofrecía la oportunidad de trabajar en la administración y la otra mitad me mantenía en contacto con la gente. Aquí puede venir un niño de 5 años, un joven de 15 o uno de 30 o un anciano de 70 , y siempre vienen y te hacen una pregunta. Si no sabes la respuesta vas y la buscas y aprendes algo a la vez que ayudas a la persona a encontrar la información que necesita. Además, te pagan para aprender.” Y efectivamente aprender es una de las actividades que siempre han mantenido ocupado a Héctor. Recuerda que cuando tenía como 15 años se la pasaba hasta la una de la mañana leyendo episodios de la Revolución Mexicana en la ¡Alarma! También “era un gran aficionado de los crucigramas”. Su vida libresca le viene por todas partes:
15 años al frente
de la Rudy
“por el lado de mi madre —sin que ella hubiera tenido mucha educación— había mucha inteligencia natural. Mis hermanas mayores eran maestras en México. Mi madre prefería utilizar la inteligencia y no el garrote para hacer entender a sus hijos. “Mi madre ahora tiene Alzheimer’s y recuerda cosas muy antiguas. Pregunta por su mamá que falleció hace 40 años, pero cuando ella estaba bien, se levantaba un día y decía: ‘Hoy es 5 de enero, hoy nació la niña de Lupita’. Mi madre terminó como el cuarto de primaria porque era la mayor de ocho y la sacaron de la escuela para que ayudara a cuidar a los demás. En aquellos tiempos se vivía en una sociedad agricola y tener muchos hijos era bueno porque servían para recoger la cosecha. Mi padre no fue a la escuela mucho tiempo, pero tenía una agilidad mental sorprendente.” Y en la agilidad mental de Hernández se puede apreciar la combinación de genes de sus progenitores, pues tiene una memoria prodigiosa. No es casual que mientras cursaba la maestría en bibliotecología, dos de sus compañeros lo apodaran con el nombre de ese inolvidable personaje borgiano: Funes el memorioso. Por el momento, Hernández recuerda con optimismo que pronto la biblioteca cumplirá 15 años de servicio, pero también recuerda que del personal que empezó a laborar en la biblioteca ya solamente quedan dos de 17: La señora María Reyes, que es dependiente y él, que es el director. El ajedrez Hernández llegó a Chicago el 20 de agosto de 1965. Fue un viaje de dos largos días en ferrocarril. Él tenía 12 años y recuerda que entonces no entendía nada del guiri-guiri que escuchó en la radio cuando iban cruzando la frontera. Y es que en el pueblo fronterizo General Treviño, Nuevo León, donde nació no se hablaba el inglés. “A veces usábamos unas palabras porque estábamos muy próximos a la frontera y decíamos que ‘muchos tenkius’ y ‘por plis’, y cosas de esas, pero eso era más bien por diversión.” El inglés lo vino a aprender en la primaria en Bridgeport, donde asistió a la escuela. Si al principio no le fue tan fácil, después de tres años de haber llegado de México representó a la escuela católica donde asistía y se coronó campeón de ortografía. Aprendió a
Lozano
comunicarse tanto en inglés como español. Hasta la fecha está muy consciente de la manera en que emplea ambos idiomas. “A mí ningún gringo me va a decir que yo no hablo bien español”, me dijo. Y eso lo dejó muy claro entre los maestros y los estudiantes desde que estudiaba español en la Universidad de Illinois. Sobre todo porque algunos decían: “Los pobres chicanitos y los pobres puertorriqueños no saben hablar ni inglés ni español. Por otra parte, también notaba una cierta preferencia por lo peninsular o por lo sudamericano en el departamento”. A pesar de que Hernández tiene dos maestrías en dos campos diferentes, no escribe ni sobre literatura ni sobre bibliotecas, escribe sobre ajedrez, quizá la mayor de sus pasiones. “Siento esa necesidad de dejar constancia de mi paso por la vida; de lo que va uno haciendo”, me comentó. Y así como es de reservado, desde el anonimato ha ido dejando huella por donde ha pasado. Lleva casi 24 años trabajando para las bibliotecas públicas; fundó el club de ajedrez en los años setenta en la biblioteca del barrio de las empacadoras; fue corresponsal de la revista argentina El mundo del ajedrez; y desde 1975 ya andaba ganando torneos, empatando el segundo lugar en Nueva York en 1993, que fue un año muy satisfactorio para Hernández, pues casi llegaba a Maestro. “Le gané a varios Maestros fuertes. Progresé bastante en ese año. Brinqué de la primera categoría a Maestro.” Y algo que lo satisface aún más es ver a los jóvenes que han pasado por el club de ajedrez de la biblioteca. “Vienen, están y ya luego se van. Esa estadía transcurre entre los12 y 17 años de edad. Digamos que han cruzado un río crecido por un puente que se tambalea y ahí por ese caminito los lleva uno hasta que llegan al otro lado: llegan a los 17. Ya a esos años comienzan a buscar trabajos de media jornada, consiguen novia, otras amistades y ya no se meten en las broncas de las pandillas o en otras cosillas. O como dice ahí: ‘Los chicos que se resuelven los problemas ante un tablero en vez de hacerlo en el callejón’”. Alumnos de ajedrez ha tenido muchos y numerarlos a todos aquí atiborrarían cuartillas. Con afecto especial recuerda a Jorge Luis Reyes, que recientemente se graduó de la Universidad de Stanford con su título en Ciencias de Computación y ahora es maestro. Mientras mira unos recortes de periódicos, me menciona que Fernando Montoya tenía mucha perseverancia y “Miguel Camargo, el de azulito, tenía mucha intuición”. Fernando fue campeón a nivel secundaria en Illinois y Miguelito quedó en primer lugar en un torneo nacional a los pocos meses de haber aprendido. Jorge era muy sistemático; al hacer una tarea, decía: “Punto uno, dos, tres; a, b, c”. Tony es la estrella máxima de aquí. Es el que más ha logrado, el que más ha avanzado. Los Peña, también... y la lista sigue y Hector Hernández continúa dando clases de ajedrez en la Biblioteca Rudy Lozano. Y ya para terminar la entrevista, Hernández me comenta: Si algún día yo escribiera un artículo, yo le pondría: “Héctor R. Hernández: Hombre con cantar propio”. Y es que alguien escribió un artículo, Wilfredo Cruz, que decía: “Héctor Hernández his own role model”. O sea, que yo fui abriéndome paso y Héctor, El Memorioso, declama en voz alta: “Caminante no hay camino / se hace camino al andar”.
Héctor R. Hernández en una partida con un alumno del club de ajedrez de la Lozano. Foto José Guzmán
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Marlon Brando
ay cuba, cubita, que del cielo no cesan de caerte penurias, y ahora se suman las cenizas del gades…
Jochy Herrera Se nos fue una de las penúltimas rebeldías náufragas…
om ulloa
L. E. Aute
Hoy, aquí, en el lecho y a mi cabecera, junto a una flor que rebelde duerme el silencio y perfora mi olfato, aquí, como Bertolucci, yo también he llorado. Ella no lo sabe, sobre todo porque la he besado callado (y porque ella nació tarde, junto al último tango), pero mis lágrimas son de memorias y son de adolescente. Marlon Brando éramos nosotros, todas nuestras rabias y todas nuestras lágrimas incluídas. Fuimos él cuando en aquella década rebelde desesperadamente sosteníamos la esperanza con la mano izquierda y a su paso, cargábamos el cerebro dentro del corazón. Yo era Brando cuando desorientado y curioso, a los doce, leía el Nuevo Testamento, a Sartre y a Rulfo. Lo fui cuando a los 14 el tango y el desamor con sabor a mantequilla me sacudieron los ojos y la razón. Fui Brando deseando a los 15 años tener ese pecho de camiseta blanca sudada-Kazan, o parecerme a ese atractivo muchacho malo de motocicleta-Savage que todos llevamos dentro, pero que a pocos nos regaló la naturaleza o la testosterona. No recuerdo actores que me sacudieran como lo hizo él. Hubo muchos, pero él, fue él. No recuerdo películas que te incrustaran la inconformidad de la realidad como las de él, aunque hubiera muchos Passolini, Woody Allen y Federico; las de Brando te dejaban con el eco de su voz regresando cuantas veces fuesen necesarias (como la del Coronel apocalíptico que siempre yo escucho al pasar por el tramo La Romana-Chavón y veo el río y la ribera donde se reinventó aquel endemoniado Vietnam en mi propio país; como la tierna voz de Don Corleone infructuosamente buscando a su nieto entre las flores del jardín donde cae muerto; ¿ recuerdan? ¿ Acaso olvidaron la sórdida voz de aquel cincuentón divorciado que le lloraba a la Schneider con el corazón roto nada más y nada menos que en Paris?). No sé ustedes, pero yo sí he llorado por él, muerto que vivió en un hospital, en bancarrota y rebelde, arropado por tragedias que ya no eran de las películas. Es por ello tal vez que este domingo tiene un gris negruzco absolutamente divorciado de la primavera. Es tal vez por ello que hoy no he visto ni un pájaro asomarse a mi ventana, quizás obedeciendo el cartelito que de vez en cuando, como en la canción de Joaquín Sabina, se lee en la portada de mi corazón: “cerrado por derribo”.
estoy en una fiesta. saludo a gente que hace tiempo no veo. se habla, se bebe, se come. al rato, con mirada furtiva me informa un amigo que antonio gades, el gran bailarín español, ha muerto. y después, cargándose de burla, añade que su último deseo fue expresado en una carta a raúl castro, co-comandante del gobierno cubano. vaya, resulta que el gran bailaor quiso que sus cenizas fertilicen el rico suelo cubano. ¿y qué opinas de eso?, me preguntan los que allí estaban entre risas, burlas y comentarios. pues qué bueno, pienso, pero no digo nada. me alejo del grupo a saludar a otros. nunca me apetece hablar de cuba y su política entre amigos, entre los que hay de todo, como debe ser: capitalistas, socialistas, comunistas, bushistas, fidelistas, judíos, maoístas, y hasta neo-nazis. por si no lo sabían, a mí las cosas me gustan variadas, mezcladas, pintorreteadas de muchos colores e ideas para aceptar yo lo que me dé la gana. así que qué bueno que a mi tierra le caigan las cenizas de tan gran artista, volví a pensar mientras hablaba de arte y de letras sueltas, nunca amarradas. qué rumbón, qué maravilla, seguí pensando, cuando lo vean llegar el beny, arsenio, celia… estará en buena compañía, sigo pensando al rato de saber la noticia, porque mi tierra, ya se sabe, es rica en música; además, la rumba cubana y la gitana son hermanas de sangre, eso nadie lo puede negar. como no había leído los periódicos en varios días, ejercicio que recomiendo para mantenerse humano, decidí leerme los diarios en español de la web a ver qué se decía de todo eso. el mundo, de españa, llamó a gades “el último comunista”, lo que me dio risa y hasta sentí alivio a sabiendas de que no era cierto. en méxico se dijo de todo, como siempre. en miami explotaron de ira los mismos que siempre lo hacen y el granma, de cuba, alabao, ponía a gades en los cielos de los cielos comunistas, sentadito al lado de lennin y marx, ya casi calentando la silla que ha de ocupar su ídolo, el máximo líder. yo, que tuve una adolescencia feliz en españa gracias a fidel castro y su comunismo ruso-caribeño, respeto el hecho de que antonio gades haya sido comunista, de “patria o muerte” como se dice en cubano, hasta el final. sin embargo, me pica en mi infestada herida cubana su apoyo a un régimen totalitario que ha durado 45 años dirigido por un dictador a quien le encanta apagar las voces artísticas y creativas de su país con un balazo certero o con unos veinte años de cárcel, en calabozos heredados de la conquista española, vaya. recuerdo que gades se hizo estrella durante la época del caudillo (léase máximo líder) francisco franco, tiempo en el cual viví en madrid. recuerdo haber ido a ver sus películas, algunas muy malas, por cierto, claro, debido a la censura franquista. aunque la magia de su arte floreció después de la muerte del caudillo, al menos gades podía trabajar durante ese tiempo. tenía su compañía de baile, hacía giras mundiales y hasta se casó con marisol, la niña dorada del cine español durante franco. que nada, que la vida es una tom-tom-tómbola. y mi punto es éste, por si se lo empezaban a cuestionar: dudo mucho que antonio gades, de haber nacido cubano de verdad, no de mentiritas, hubiera llegado a ser el gran artista que fue. porque en la cuba de castro los únicos que pueden llegar a ser grandes artistas son los que se pasan la carrera alabando al régimen, cantándole, bailándole, aplacando su ira con odas al ché y a allende, y nunca criticándolo de frente, como hacía gades con franco. que se lo pregunten a heriberto padilla y a reinaldo arenas, a ver. dudo mucho que gades, quien dijo en una ocasión que hubiera querido nacer mujer para poder interpretar el papel principal de Carmen, su gran adaptación en baile flamenco de la ópera, se hubiera librado de una inolvidable excursión a los campos del UMAP, donde el gobierno de castro envió a miles de artistas de “dudosa inclinación sexual”, jóvenes que por tener pelo largo y escuchar a los beatles, eran considerados homosexuales y por lo tanto, indeseables, escoria, lacra de lacra. que se lo pregunten a pablito milanés y a silvio unicornio, vaya, que tuvieron su picnic por allí. y para concluir, dudo mucho que si gades, quien dijo no considerarse un gran artista, sino un miliciano vestido de verde olivo, con un fusil en la mano para siempre estar a las órdenes del máximo líder cubano, hubiera sido miliciano de verdad y hubiera tenido que combatir en angola o cualquiera de las guerruchitas subdesarrolladas a las que tanto le gusta al maxlíder enviar a la juventud cubana, estaría muy dispuesto a seguir defendiendo causas perdidas por la ambición y el orgullo sin medida de un hombre que prefiere hundir un país entero a ser un revolucionario de verdad. para mí gades fue y será un gran artista, una maravilla gitana con unos buenos tacones retumbando en el escenario y la pasión por el baile desgarrándole el alma. lo de comunista me resbala y se lo respeto, al fin, a la gente le encanta ponerse etiquetas para definirse. pero lo de fidelista no, eso sí que no se le puede respetar a nadie en medio del año 2004.
om ulloa es autora de selectos lapsos de memoria (una serie de fetos) y prendas de mujer.
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