contratiempo chicago, illinois, n煤mero 54
Elecciones
2008:
La gran inc贸gnita
marzo 2008
contratiempo
marzo 2008
Directiva Frances R. Aparicio, Raúl Dorantes, Gregory X. Gorman, Jochy Herrera, Fernando Olszanski, Félix Masud-Piloto, Moira Pujols
Directora ejecutiva Moira Pujols
Director editorial Julio Rangel
Consejo editorial Beatriz Badikian, Gerardo Cárdenas, Julio Rangel, José Castro Urioste, Raúl Dorantes, Febronio Zatarain
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Jefe de redacción Febronio Zatarain
Directora de arte Esmeralda Morales
Diseño gráfico Marisa Bueno, Esmeralda Morales
Diseño de portada Roberto Estaraneta
Fotos Luis Soto, Santiago Weksler
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Para envío de colaboraciones: Julio Rangel directoreditorial@revistacontratiempo.com Raúl Dorantes tiempoextra@revistacontratiempo.com
contenido 3
Editorial
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E.U.A. 2008: Lo que se juega, Jorge Frisancho
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Los mexicanos en las Primarias: Inercia y racismo, Febronio Zatarain
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América Latina: Gran ausente en los debates presidenciales, Félix Masud-Piloto
dossier 8 latinidad 9
El significado del voto religioso, Gerardo Cárdenas Informe de las mesas redondas de los alcaldes metropolitanos sobre la integración latina: La vivienda, Berenice Alejo y Sylvia Puente
deshoras 11 Murania, Alejandro Pérez Cervantes mirada 14 Chupacabras: El mito en en la era de Internet, Julio Rangel 19
El ojo cautivo: La escafandra, la mariposa, la perfección, Gerardo Cárdenas
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Lo que nos pasó, pasó aquí, Raúl Dorantes
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De las cenizas, Kari Lydersen
23 Francisco González Crussí y La fábrica del cuerpo, Jochy Herrera 24
Nada nuevo bajo el sol: El son remix del nuevo milenio, Catalina María Jonson
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El legado de Andy Palacio (1960-2008), Guillermo Anderson
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Contrafoto, Esmeralda
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Tras las huellas brumosas de Marguerite Yourcenar, Ernesto González
tiempo 26 Emilio Carballido, escritor veracruzano, Herlinda Ramírez-Barradas extra tiempo desobra 27 Entrega inmediata
Editorial
Elecciones 2008: Mucho camino por recorrer Quien se haya despertado el miércoles 6 de febrero esperando que tras el “Supermartes” se hubiera definido ya quiénes serían los candidatos demócrata y republicano a la presidencia de los Estados Unidos, seguramente se llevó una gran decepción. La “Súper-resaca” del “Supermartes” resultó larga y ácida, y dejó a millones de votantes y decenas de analistas políticos con la mirada borrosa: lo que a la distancia parecía la figura de un candidato demócrata y otro republicano, resultó seguir siendo una hidra de muchas cabezas: las de Hillary Clinton y Barack Obama, del lado izquierdo, y las de John McCain y Mike Huckabee, del lado derecho. A los pies de la hidra quedan las cabezas aún frescas de John Edwards, Rudy Giuliani y Mitt Romney. El cedazo de los días previos e inmediatamente posteriores al “Supermartes” fue implacable. Y el monstruo sigue ahí, inamovible, en medio de la habitación, sin dar muestras claras de qué rumbo tomará. La guerra Clinton-Obama ha resultado, sin duda, la preferida de los medios de comunicación. Cada uno es un fenómeno mediático, cada uno apunta a dos sectores distintos y fuertes del electorado: Clinton, a la generación del ‘baby boom’, que comienza a jubilarse, que busca recuperar las certezas centristas de la era Bill Clinton, que intenta obtener una segunda oportunidad para apuntarse el rescate de la Seguridad Social, y la reforma del sistema de cuidados de salud; Obama, a la generación menor de 45 años, a los primeros votantes, a los jóvenes profesionistas, hombres y mujeres, que parecen por fin alejarse en bloque de estereotipos racistas, y que quieren un candidato ajeno al enrarecido ambiente de Washington, D.C. Pero la disputa McCain-Huckabee, aún siendo menos ‘sexy’ para los medios, no es menos intensa. Es una batalla ideológica por el alma de la derecha, cuyos modelos parecen haberse agotado con George W. Bush. Si es Huckabee el elegido para disputar la presidencia en noviembre, será porque el ala religiosa del partido Republicano ha conseguido un control de la agenda del instituto político fundado por Abraham Lincoln. Si es McCain, será en andas de un conservadurismo más moderado, pero que corre el riesgo de alienar al voto religioso y sufrir en carne propia lo que le pasó al demócrata Jimmy Carter en 1980 –que muchos demócratas, insatisfechos con su presidencia, prefirieron votar por Reagan o abstenerse que facilitarle la reelección. En este panorama, y con el voto afroamericano ya claramente decantado del lado de Obama, el curso electoral puede definirse a favor de quien pueda tener en su mano el voto latino. Y de momento, nadie parece tenerlo asegurado. El campo de Hillary Clinton afirma que la senadora se ha hecho con el control del voto latino, y que eso se demuestra con sus victorias en el oeste del país. Ese mismo campo apunta al supuesto fracaso de la campaña de Obama por ganar el voto latino aún en Illinois. Pero darle la razón a esa lógica sería suponer que el voto latino actúa como bloque, y no es ese el caso. ¿Realmente los jóvenes latinos prefieren a Clinton por encima de Obama? ¿No han sido criticados una y otro por sus posturas en materia de reforma migratoria? ¿Y no es McCain quien más simpatías podría atraerse de los nuevos votantes latinos, precisamente por su postura a favor de una reforma migratoria amplia? Son muchas preguntas a ponderar. El votante latino tiene hoy la posibilidad y la responsabilidad de mesurar su voto pensando en quién realmente puede responder a los grandes retos que enfrenta este país: reforma del sistema de salud, creación de empleos, seguridad económica, fin de la guerra en Irak, reforma migratoria. Si el voto latino es el fruto que todos quieren bajar del árbol, hay entonces que valorarlo y no entregarlo a quien se estire más, sino a quien sepa qué hacer con la manzana en la mano.
EE.UU. 2008: Lo que se juega Jorge Frisancho
Analistas y observadores coinciden en afirmar que, pase lo que pase, las elecciones presidenciales del 2008 en los Estados Unidos tendrán un tremendo valor histórico. La razón es obvia: cualquiera sea el resultado de las elecciones primarias del partido Demócrata, su candidato será una mujer o un afroamericano. Hace apenas unos años, este escenario hubiera sido impensable; habría que ser víctima de aguda insensibilidad histórica para no reconocer la importancia que tiene. Sin querer restarle validez a estas observaciones, vale la pena anotar que su contenido es sobre todo simbólico: la perspectiva de tener una presidenta o un presidente afroamericano es sin duda importante a ese nivel, y habla del avance de las actitudes antirracistas y feministas como parte del mainstream norteamericano. Pero en otro terreno, al nivel de los contenidos ideológicos y políticos en juego en el proceso electoral, dice más bien poco. En este último orden de cosas, el género o la raza de quien encabeza el poder ejecutivo no cuentan demasiado para determinar cuanto progreso representa su administración (imaginemos, si no, una presidencia de Condoleezza Rice, algo no del todo imposible en el futuro). Peligro de autodestrucción demócrata Es fácil suponer que la candidatura de Barack Obama es una insurgencia contra el establishment Demócrata; es fácil suponer que su contraparte, la candidatura de Hillary Clinton, representa precisamente a ese establishment. Esta percepción, sin embargo, no es exacta. Si bien la oratoria de Obama ha sido capaz de articular y dar voz a muchos de los sentimientos del ala progresista, sus propuestas específicas, su estilo de trabajo político por consenso y acomodación (primero en el Senado estatal, luego en Washington) y hasta la composición de su equipo de asesores lo ubican más bien hacia el centro, no demasiado lejos de lo que ha sido la facción dominante del partido Demócrata en las últimas tres décadas. Por su parte, Clinton es quizá la heredera natural de esa facción, proviniendo como lo hace de su núcleo de liderazgo, el Democratic Leadership Council. Empero, en algunos terrenos (por ejemplo, en su propuesta de política de salud con cobertura universal), Clinton se sitúa más cerca de posiciones progresistas que su rival. En el curso de las elecciones primarias hasta mediados de febrero, Obama ha contado con más respaldo progresista y ha sido capaz de movilizar —gracias por un lado al poder de su carisma y su elocuencia, y por el otro al excelente trabajo organizativo de su campaña— al sector joven del electorado. Clinton, por su parte, contó inicialmente con más apoyo entre sectores demócratas tradicionales, como los sindicatos. Las diferencias, como sea, son pocas: Obama y Clinton están luchando por los mismos votos, que son en esencia los votos de la coalición centrista que domina al partido Demócrata. En una contienda electoral tipo “guerra de posiciones” entre dos candidatos sin grandes diferencias ideológicas que compiten por el mismo electorado, la tentación del golpe bajo, el ataque directo y el negativismo será muy difícil de esquivar. Así, la lucha entre Clinton y Obama puede hacerse tan encarnizada que ambos candidatos terminen destruyéndose el uno al otro, reduciendo en el proceso sus opciones de victoria en las elecciones generales. Una posibilidad muy real es que ni Obama ni Clinton lleguen a la convención del partido Demócrata (en agosto, en Denver) con una mayoría absoluta de delegados. De ser así, la elección del candidato quedará en manos de los “superdelegados”. Éstos son un grupo de funcionarios públicos y directivos internos del partido, 796 en total, a quienes se les confiere un sitio automático en la convención y la posibilidad de votar por cualquiera de los candidatos (en general, los demás delegados votan de acuerdo a los resultados de las primarias en sus respectivos estados; cada candidato recibe un número de delegados proporcional a la votación que obtuvo). En la práctica, este sistema tiene el potencial de ser profundamente antidemocrático. No es difícil imaginar un escenario en el cual un candidato percibido como establishment resulte favorecido sobre uno percibido como insurgente, a pesar de
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haber obtenido este último mayor votación y más delegados en las primarias. El candidato demócrata a las elecciones de noviembre podría acabar siendo el resultado de intensos cabildeos internos, a puerta cerrada, sin mayor transparencia y en contra de la voluntad de los electores del partido. En esas condiciones, la desmovilización de importantes segmentos del electorado demócrata sería inmediata, y las posibilidades de victoria para el partido disminuirían considerablemente. El fragmentado campo republicano Del lado Republicano, las cosas están más claras y no hay muchas posibilidades de que cambien. Tras una campaña de muchos altibajos, con varios candidatos de gran fanfarria —Fred Thompson, Rudolph Giuliani, Mitt Romney— que se desinflaron rápidamente, John McCain ya parece haberse asegurado la candidatura; Mike Huckabee continúa en carrera, pero en un muy distante segundo lugar. Un aspecto curioso de esta situación —hay varios— es que nadie la predijo ni por asomo: hace apenas unos meses, a McCain se le daba por muerto políticamente, y Huckabee ni siquiera aparecía en los radares de los expertos y los comentaristas. Lo que ha sucedido en el ínterin es la fractura quizás definitiva de la coalición electoral que sostuvo al partido Republicano desde los años noventa, algo que ya había empezado a verse en las elecciones legislativas del 2006 pero que sólo se aprecia con claridad ahora. La coalición republicana de los últimos años, la que llevó a George W. Bush a la Casa Blanca en el 2002 (con ayuda, por cierto, de la Corte Suprema) y lo mantuvo en ella en el 2004, tiene tres pilares esenciales: el núcleo ideológico neo-conservador, la derecha “libertaria” o anti-impuestos, y la ultraderecha religiosa. La actual administración republicana ha gobernado básicamente en respuesta a estos tres grupos, y a cada uno de ellos la nación le debe una pieza clave de la política seguida por el régimen (respectivamente: la invasión a Irak; los recortes de impuestos en favor de los más ricos; la implantación en la Corte Suprema de jueces opuestos al aborto). De estos tres grupos, la ultraderecha religiosa es la única realmente capaz de movilizar votantes; los otros dos son sobre todo posturas intelectuales, no movimientos de masas. Este año los intereses del bloque evangélico y los intereses de los otros dos sectores han dejado de coincidir, y las consecuencias podrían ser devastadoras para el candidato que entre a las elecciones generales con el estandarte republicano. Huckabee, pastor evangélico, ex-gobernador de Arkansas, se ha convertido en el portavoz de este bloque, y aunque no tiene ya posibilidades de alzarse con la candidatura, ha obtenido importantes victorias, sobre todo en estados del sur del país. Es interesante notar que Huckabee es conocido por su desdén hacia la derecha “libertaria” —que lo condenó por un alza de impuestos cuando gobernaba su estado— y su desacuerdo con los neo-conservadores —por ejemplo, en temas como la tortura—. Es decir, no se trata solamente de un evangélico, sino de un evangélico claramente opuesto a las otras dos facciones de la coalición. McCain, por su parte, ha emergido como la alternativa “de centro”, basando su fortuna en las primarias, al menos inicialmente, en el apoyo de votantes independientes y moderados, no de las alas más radicales del partido. McCain tampoco goza de las simpatías de los neo-conservadores, que no lo consideran suficientemente comprometido con la causa, y menos aún de los “libertarios”, con los cuales ha tenido muchas disputas en su larga carrera como senador. Su candidatura ha sufrido los ataques constantes de tradicionales baluartes de la lealtad republicana como los comentaristas radiales y televisivos de ultraderecha que tanta influencia tuvieron en elecciones previas.
Hacia noviembre En cualquier caso, ni el candidato demócrata ni el republicano llegarán a las elecciones generales como claros representantes de la base tradicional de su partido; ambos serán el producto, de una manera o de otra, de divisiones en sus respectivos electorados. Quizás esto sea el augurio de que la era de extremismo partidario en el aparato estatal, tan claramente representada por el gobierno actual, está llegando a su fin. Para ganar en noviembre, McCain necesita el apoyo del bloque evangélico que hoy se aglutina detrás de Huckabee, y para conseguirlo tendrá que moverse a la derecha en temas de política social. Esa es una posición en la cual McCain, muy conservador en asuntos económicos y de política exterior, pero no tanto en otros terrenos, nunca se ha sentido cómodo. Además, este deslizamiento hacia las posturas francamente reaccionarias que el electorado evangélico favorece inmediatamente negaría su posicionamiento como una opción de centro, clave para capturar los votos independientes que también necesita. Ésta fue la clave de la victoria de Bush en el 2002, con su “conservadurismo compasivo”. Un dilema quizás imposible de resolver, ocho años más tarde.
Del lado demócrata, la clave de la victoria en noviembre es doble: mantener los niveles de energía que se han visto en las primarias, con récords de participación de votantes en muchos estados y un entusiasmo que no se veía en mucho tiempo, a la vez que se atrae y retiene la atención de los independientes e indecisos. Sin duda, Obama está en mejor posición que Clinton para lograr ambas cosas. Los votantes demócratas responden a su candidatura de manera visceral, con emociones intensas y sostenidas; hasta donde puede colegirse de las encuestas nacionales, su aceptación entre independientes, e incluso entre republicanos, es alta. En una eventual contienda con McCain, Obama tiene más posibilidades que Clinton de ofrecerse como una alternativa de cambio: no sólo un cambio de partido, sino también un cambio generacional, algo para lo cual el electorado norteamericano parece estar listo. Jorge Frisancho es poeta peruano. Autor de Estudios sobre un cuerpo. Vive en Chicago.
Los candidatos y sus posturas (En materia de reforma migratoria, la guerra de Irak, la reforma de la salud y la economía.) Demócratas HILLARY CLINTON
BARACK OBAMA
Reforma Migratoria
Apoya una versión muy similar a la última considerada por el Congreso, con Virtualmente el mismo plan. También votó en favor del muro en la frontera entre un proceso gradual de legalización, imposición de multas a quienes contraten México y Estados Unidos indocumentados. Votó a favor de la muralla fronteriza.
Guerra de Irak
Aunque votó a favor de la guerra, ahora dice que está en contra; se opone En contra de la guerra desde un primer momento. Favorece un retiro total en 16 al aumento de tropas y apoya un retiro progresivo de elementos a completarse meses. en el 2013.
Reforma de la salud
Apoya un plan de cobertura universal subsidiado por empresas y el Implementaría en primera instancia un seguro médico para todos los niños, seguido gobierno y financiado por la anulación de descuentos fiscales a hogares con de un seguro médico global financiado por la anulación de descuentos fiscales. ingresos por encima de $250 mil anuales, y por ahorros generados por el nuevo sistema.
Economía
Una infusión inicial de $70 mil millones para relanzar la economía; anulaIntroduciría un plan de alivio fiscal para la clase media, al tiempo que anularía los ción de los descuentos fiscales de Bush. descuentos fiscales de Bush.
Republicanos JOHN McCAIN
MIKE HUCKABEE
Reforma Migratoria
Co-autor del plan Kennedy-McCain de legalización gradual y aprendizaje Daría a indocumentados un plazo de 120 días para registrarse, como requisito obligatorio del inglés. Votó a favor del muro de la frontera. para regularizarse. Apoya la conclusión del muro para el 2010.
Guerra de Irak
Votó a favor de la invasión de Irak y sigue a favor de la guerra. Está a favor A favor de la guerra, a favor de un aumento de tropas, y en contra de calendarizar del aumento de tropas, y en contra de un retiro progresivo. el retiro.
Reforma de la salud
Apoya la idea de que cada persona tenga cobertura médica pero está en A favor de un sistema regulado por el mercado. Su plan es abaratar el precio de contra de un sistema obligatorio. A favor de un sistema regulado por el mercado los seguros mediante créditos fiscales y control de algunos costos. y el consumo, y en contra de financiar un seguro universal con impuestos.
Economía
Haría permanentes los descuentos fiscales dados por Bush a los hogares A favor de eliminar todos los impuestos federales sobre la renta y el impuesto de más ricos para incentivar el gasto directo en el consumo. Eliminaría el impuesto nóminas. Impondría una tasa nacional de ventas obligatoria de 23 por ciento, salvo mínimo alternativo. en educación.
(Con información del diario the New York times). contratiempo
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Los mexicanos en las primarias: Inercia y racismo Febronio Zatarain
Las elecciones primarias demócratas en Illinois generaron una diversidad de posiciones al interior de la comunidad latina. Como Barack Obama es senador federal por dicho estado, la clase política local del partido Demócrata ha decidido apoyarlo. En este grupo se encuentran los oficiales electos puertorriqueños liderados por el congresista Luis Gutiérrez y por Miguel del Valle, Secretario de Gobierno de la ciudad de Chicago, actitud que ha sido respaldada por la comunidad puertorriqueña en su conjunto, mas no por la mexicana, grupo nacional mayoritario en esta minoría. Llama la atención el hecho de que el concejal de Pilsen, Danny Solís, que se ha caracterizado por ser un incondicional del alcalde de Chicago Richard Daley, haya discrepado con su jefe político y apoye a la senadora Hillary Clinton. Quizás esta discrepancia se explique porque la hermana del concejal, Patti Solís Doyle, fue hasta el pasado domingo 10 de febrero la coordinadora de campaña de la Senadora. La toma de partido fue mucho más complicada para los activistas que trabajan en la comunidad mexicana, pues tanto Clinton como Obama han evitado tocar a lo largo de sus campañas el tema de la migración y, lo peor, ambos votaron a favor de la construcción de un muro de más de 700 millas en la frontera sur. Uno puede pensar que ante esta actitud por parte de ambos candidatos demócratas, a los activistas pro inmigrantes no les quedaba otra más que repudiar a ambos candidatos y plantearse una tercera opción o simplemente quedarse callados y dejarlo todo a conciencia de cada uno de los electores, porque no valía la pena meter las manos al fuego por ninguno de los dos. Pero no fue así. Días antes del llamado Súpermartes (5 de febrero), un grupo de activistas, entre los que destacaban Carlos Arango y Omar López, distribuyeron una carta vía Internet en la que exhortaban a la comunidad latina a no votar por Obama, pues éste no apoyaba las demandas de los inmigrantes. Estos activistas no se atrevieron a decir abiertamente que endosaban a Clinton, pero en la práctica era lo que estaban haciendo (si no es por el gato tiene que ser por la gata). Como estaba preparando este artículo, les pedí a los firmantes que se definieran, que a partir del contenido de la carta no había claridad en su posición, pues el saco de antiinmigrante que le habían puesto a Obama le quedaba también a la Clinton. Obviamente, estos activistas ante mi petición actuaron como el niño que tira la piedra y esconde la mano. Tuve que insistir para que me respondieran, es decir, para que enseñaran la mano. Me respondió Arango diciendo, ahora sí, que apoyaban a Hillary. Luego mandó los apartados del programa de campaña de Obama y de Clinton dedicados al tema migratorio para que, según él, viéramos que el de Clinton
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era mejor. Este “descubrimiento”, al parecer, es solamente válido en la cabeza de este activista, porque en la única línea del programa de Clinton, y en las dos del programa de Obama dedicadas al tema, se desprende que ambos tienen pensado plantear una reforma migratoria. Un día después, el comentarista Jorge Mújica en su columna “México del Norte”, que se distribuye a través de Internet, escribió un artículo titulado “Obama contra Obama” (esto con la intención de apoyar a los firmantes de la mencionada carta), en la que muestra todas las contradicciones del candidato afroamericano con respecto al tema migratorio. El artículo de Mújica me hizo pensar que si Obama gana la nominación demócrata, y estos activistas –caracterizados por la inercia política– deciden apoyarlo, entonces se verá obligado a escribir su “Mújica contra Mújica”. Sin embargo, dentro de la mesa de discusión virtual del Movimiento 10 de marzo (que es donde más se leyó la carta en contra de Obama) hubo voces que discreparon. La más sobresaliente fue la de Armando Campa, quien propuso la necesidad de condicionar el voto latino; que éste se debería dar al candidato que se pronunciara en contra de las deportaciones y luchara por detenerlas ahora mismo. Después del Súpermartes, en esa mesa de discusión se dio a conocer un artículo de Jorge A. Bustamante, especialista en temas migratorios, en el que hablaba, entre otras cosas, acerca de la desinformación que hay sobre los Clinton y el tema migratorio, pues la principal razón que dieron los latinos para votar por Hillary fue que el ex presidente Bill Clinton “fue muy bueno con los mexicanos”. Bustamante señala que esto es una falsa apreciación, pues Bill Clinton aprobó en 1996 tres leyes de profundos efectos anti-inmigrantes, “además de haber aprobado la Operación Guardián que, desde sus inicios en 1994 al presente, ha estado asociada a la muerte de más de cuatro mil inmigrantes indocumentados mexicanos”. ¿Por qué Arango, que a fines de los años noventa llegó a señalar —acertadamente— que para los inmigrantes la administración de Ronald Reagan había sido mucho mejor que la de Clinton precisamente porque ésta había puesto en marcha la Operación Guardián, ahora llama a la comunidad mexicana a que apoye a Hillary? Vienen al caso también otras dos preguntas: ¿por qué locutores de radio, como “El Pistolero” o Javier Salas, en sus programas previos al Súpermartes manipulaban la información haciéndole creer a su audiencia que la diferencia entre Hillary y Obama era que la primera apoyaba una reforma migratoria y el otro sólo apoyaba las licencias de manejar para los indocumentados? ¿Por qué el radioescucha, el televidente o el lector mexicano se dejaron manipular tan fácilmente?
No quisiera pensar que inconscientemente nos afectó el color de piel de Obama pero, por desgracia, lo pienso y ahora lo externo. En lo que va de las primarias, ha quedado claro que el triunfo en noviembre del candidato nominado por el partido Demócrata lo determinará el voto latino. Por eso es necesario que los activistas mexicanos dejen de actuar por inercia en el territorio político-electoral y, además, tomen conciencia de ese racismo que existe al interior de nuestra comunidad: en vez de alimentarlo, hay que señalarlo y ver la forma de erradicarlo. Si queremos que se nos tome en cuenta, hay que poner atención a propuestas innovadoras como la de Armando Campa o preguntarse por qué el pastor metodista de La Villita, José Landaverde, a quien se le reconoce por su labor social, optó por romper ante las cámaras de televisión su credencial de elector, pues según él a ninguno de los precandidatos demócratas o republicanos les importa realmente la problemática de los inmigrantes. Febronio Zatarain es jefe de redacción de contratiempo.
Electo-claw por Estaraneta
América Latina: Gran ausente en los debates presidenciales Félix Masud-Piloto No cabe duda que las elecciones primarias para la Presidencia de los Estados Unidos serán recordadas como las más emocionantes, importantes e históricas de nuestros tiempos. Por primera vez en la historia del país, el partido Demócrata le dará la nominación a una mujer o a un hombre negro, hecho extraordinariamente histórico y trascendental. Los comicios también se han distinguido por la intensidad de los debates, con hasta ahora más de 25 debates entre los candidatos de los dos partidos, faltando todavía los que decidan tener los finalistas de ambos partidos para decidir la elección general. Entre los debates y centenares de discursos de campaña, los aspirantes a la Presidencia han discutido una gran variedad de temas con fervor y en gran detalle: las guerras en Irak y Afganistán, inmigración, economía doméstica y mundial, educación, ecología y globalización, para nombrar sólo alguno de los temas que parecen ser de mayor interés para los electores y candidatos. En materia de política exterior, los debates han sido igualmente intensos, donde además de Irak y Afganistán, las situaciones en Irán, China, Pakistán, Israel, India y Rusia se han discutido a fondo. Un tema que ha brillado por su ausencia es América Latina. Ni siquiera Cuba y Fidel Castro, el país y líder latinoamericano que por casi 50 años han obsesionado a diez presidentes norteamericanos, han recibido mucha atención. La única mención de ambos fue en un debate entre los pre-candidatos demócratas, celebrado dos días después que la renuncia de Fidel Castro a su cargo de Presiente de Cuba acaparó la atención de la prensa alrededor del mundo. No obstante, el tema de Cuba recibió un total de tres minutos de discusión en la reñida lucha por la nominación demócrata. Vale preguntar: ¿Por qué tanta indiferencia hacia la región más vecina de Estados Unidos? No es por falta de interés, ya que por más de dos siglos los Estados Unidos han estado extremadamente interesados en todo lo que pasa en el sur, interés que han protegido primordialmente por la fuerza de su dominación económica y militar, con más de 120 intervenciones, invasiones y ocupaciones durantes los siglos XIX y XX. Gran parte de la explicación para la ausencia de América Latina en los debates y discursos de los candidatos a la Presidencia de Estados Unidos son las guerras en Irak y Afganistán, donde el Tesoro derrocha mensualmente más de diez mil millones de dólares y donde diariamente mueren un promedio de dos soldados norteamericanos y un número no contabilizado de iraquíes. Las guerras, especialmente la de Irak, han sido desastrosas para la política exterior de Estados Unidos. No solo por su alto costo monetario y humano, sino porque han forzado a una Administración extremadamente belicosa a repensar su política imperial, lo cual también tendrá que hacer el próximo ocupante de la Casa Blanca. Terminar esas guerras será la primera prioridad de cualquiera que sea el próximo presidente. Retirar y desmovilizar a las más de 200,000 tropas de ocupación estadounidense en Irak y Afganistán también tendrán un gran costo doméstico. Solamente en atención y cuidado médico para miles de heridos, y beneficios salariales y educacionales para los veteranos de las guerras, es posible que el gobierno, a lago plazo, termine gastando mucho más de lo que ya ha gastado durante los seis años de guerra.
Oposición al ALBA La ausencia de América Latina en los debates de campaña es verdaderamente lamentable a la luz de los cambios políticos y económicos vividos en el continente durante los últimos veinte años. Las brutales dictaduras militares de derecha y el terrorismo de estado que Estados Unidos toleraba y apoyaba para “salvar al continente del comunismo totalitario”, fueron derrocadas por luchas populares que nunca recibieron ni apoyo ni ayuda de Estados Unidos. Al contrario, lo único que este “ofreció” para “apoyar” las nuevas democracias, fue la imposición de un modelo económico neoliberal, conocido como el “Consenso de Washington” con sus tratados de libre comercio que benefician mucho más al norte que al sur, ajustes económicos, dolarización, privatización y desempleo. Como rechazo al “Consenso de Washington”, hoy Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador, Guatemala, Perú, Republica Dominicana, Uruguay, Paraguay, Nicaragua y Venezuela ostentan gobiernos de corte progresista, elegidos democráticamente y dispuestos a trabajar en conjunto para protegerse de modelos extranjeros, que en el pasado eran adoptados automáticamente por los gobiernos de turno a pesar de sus a veces desastrosas consecuencias para la región. No obstante su ausencia en los debates rumbo a los comicios generales de noviembre, América Latina sigue trazando su propio camino rumbo a la integración continental. Bajo la bandera de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), proyectos como el Banco del Sur, PetroCaribe, Telesur y PetroSur, han empezado a quebrar el dominio de instituciones controladas y manipuladas por los Estados Unidos, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (IMF). Muchos en América Latina ven el ALBA como una posible solución a los tantos problemas económicos que plagan la región, especialmente el suministro de petróleo y gas natural a precios razonables y justos. Igualmente, muchos ven la naciente unidad latinoamericana como un cabal esfuerzo por hacer realidad el sueño de Bolívar, Martí, Betances y otros líderes independentistas que soñaron y trabajaron por la unidad que fue imposible en sus tiempos. Al presente gobierno de Estados Unidos no le gusta la idea del ALBA, y menos aun, el presidente venezolano, Hugo Chávez, a quien ya Estados Unidos trató y fracasó en derrocar apoyando un golde de estado contra su gobierno en 2002. Los aspirantes a la Presidencia tienen una opinión similar de Chávez. Es más, lo poco que se ha hablado de América Latina en los debates ha sido en referencia a Chávez y sus planes de integración. Todos ven al presidente venezolano como un “problema”, una “amenaza a la paz y estabilidad de la región” y como “antidemocrático”. También está claro que la unidad latinoamericana no es vista con buenos ojos en Washington, ya que su consolidación representaría el final de la hegemonía económica, política y militar que Estados Unidos ha ejercido sobre el continente por más de 200 años. Hace más de veinte años, en un ensayo en que señalaba los errores y tragedias de la política abusiva y agresiva de Estados Unidos en Centroamérica, el escritor mexicano Carlos Fuentes explicaba que los latinoamericanos no pedían que los Estados Unidos se retiraran de la región. Al contrario, “deseamos su participación civilizada”. Ojala que el próximo presidente de los Estados Unidos tenga la visión para entender que América Latina tiene realidades, necesidades y problemas propios que han rechazado y rechazarán, siempre, modelos extranjeros. Félix Masud-Piloto, cubano, es profesor de historia y director del Center for Latino Research en la universidad DePaul.
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El significado del voto religioso Gerardo Cárdenas
Generalmente ignorada por la crítica, la cinta Wise Blood (1979) dirigida por John Huston y basada en una novela de Flannery O’Connor, planteaba una realidad inquietante: un hombre vuelve de la Segunda Guerra Mundial con un profundo trastorno mental que lo hace despotricar de todas las formas posibles de religión organizada. El protagonista de la novela, Hazel Motes, en su afán por escandalizar al pacato mundo religioso que lo rodea, se declara fundador de la “Iglesia de la Verdad sin Cristo Crucificado”, lo cual sólo termina sirviéndole para que un predicador más astuto que él compre la idea y funde en su nombre la “Iglesia de Cristo sin Cristo”. Más allá de las extrañas ironías en la narrativa de O’Connor o la cinta de Huston, la historia refleja una realidad fuertemente arraigada en el sur de los Estados Unidos: la religiosidad es una constante, que de ninguna manera está limitada a sus vertientes más organizadas (catolicismo, o el protestantismo histórico –léase episcopales, metodistas, bautistas, luteranos o presbiterianos). En pocos ámbitos como en el religioso, el norteamericano exhibe la liberalidad de su carácter: cualquier persona con una intensa fe, y capacidad para mover a las masas y obtener una ganancia económica, puede fundar no sólo una iglesia, sino una religión entera, y su derecho a hacerlo es inalienable. En los Estados Unidos ha surgido desde 1950 un movimiento de restauración religiosa que ha escindido al protestantismo en decenas de ramas, y que se conoce como el movimiento de las “mega-iglesias”. Así se define a toda iglesia que consigue reunir 2,000 personas o más por cada servicio semanal bajo una liturgia no católica. Típicas del campo, las “mega-iglesias” poco han ido avanzando hacia los suburbios, y se han extendido también a otros países, en especial en Centroamérica, Brasil, Corea y varias naciones africanas. No es casual que O’Connor haya escrito Wise Blood en 1952. Ella ya veía el fenómeno extendiéndose por el sur del país. Según el fascinante informe 2005 del Hartford Institute for Religious Research, en ese año había en el país más de 1,200 iglesias consideradas como “mega”, el doble de lo que se había contabilizado en 2004. Tres cuartas partes de esas iglesias se sitúan en el sur y en el oeste del país, es decir, en estados que serán fuertemente contendidos por los dos aspirantes que quedan vivos para obtener la nominación republicana hacia los comicios de noviembre: el senador por Arizona John McCain, y el ex gobernador de Arkansas Mike Huckabee. Cada voto tiene un precio Cada voto proveniente de las “mega iglesias” es clave. Huckabee y McCain se encuentran enfrascados en una dura batalla ideológica, en un momento en el que el partido Republicano se encuentra jaloneado entre una fuerte corriente conservadora, numerosa, que ha venido siendo cuidadosamente cultivada por las élites de gobierno desde la llegada a la Casa Blanca de Ronald Reagan, y que llegó al máximo de su influencia en el periodo de George W. Bush; y una corriente centrista, menos numerosa, pero financiera y
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políticamente influyente, que quiere llevar a los republicanos a un ideario menos extremo, más conectado con el sentimiento pragmático de cuadros más jóvenes y urbanos. Huckabee sabe cómo cultivar, y ha cultivado, ese voto religioso. McCain tiene que hacer enormes esfuerzos para acercarse a él, a sabiendas que corre el peligro de alejarse de la base moderada que lo ha hecho el político republicano más influyente en el país fuera del círculo de Bush. Más de la mitad de esas iglesias se declaran abiertamente conservadoras. Entendiendo ese fenómeno, Bush llegó al poder con un fuerte apoyo de estos grupos, y devolvió el favor con una legislación que abrió las puertas al gobierno federal para financiar programas sociales a través de las iglesias. Eso les permitió a los republicanos convertir lo que era una relación puntual, en una relación permanente, y en una base popular para buscar su permanencia en el poder. Esa base ahora está en juego para un electorado que se cimbra ante el empuje de Hillary Clinton, la popularidad de Barack Obama, y la guerra ideológica que sostienen Huckabee y McCain. La dimensión del reto se deja ver en lo que le ocurrió a McCain el pasado 7 de febrero cuando, tras la renuncia a la candidatura por parte del ex gobernador de Massachussets, Mitt Romney, y su endoso al senador, éste acudió a la conferencia del Comité de Acción Política Conservadora en Washington D.C., trató de presentarse como el candidato unificador de los republicanos, y fue abucheado. Al día siguiente, Bush mismo tuvo que salir al quite y, en el mismo foro, sin mencionar por su nombre a McCain, urgió a los conservadores a que se unificaran en torno a un solo candidato para poder retener la Casa Blanca en noviembre. McCain el equilibrista No sólo foros conservadores establecidos como el Comité de Acción Política Conservadora desconfían de la capacidad unificadora de McCain. También los estridentes líderes de opinión de la derecha extrema lo ven con profunda desconfianza. Figuras mediáticas como Ann Coulter, Laura Ingraham o Rush Limbaugh, que tienen bastante peso con el votante conservador y religioso, esperaban un repunte de Huckabee o, en el peor de los casos, de Romney, pero el primero sólo mantuvo los mínimos necesarios para seguir con vida, y el segundo cayó por su propio peso, dejando a un McCain cada vez más fortalecido. No se lo tomaron muy bien que digamos. “No voy a votar por McCain porque el senador no es un conservador, y en realidad ha hecho hasta lo imposible por injuriar a aquellos que sí lo somos”, dijo en uno de los programas de Laura Ingraham el influyente James Dobson, icono del fenómeno conocido como “radio cristiana” y cuyos programas se retransmiten por más de 3,000 estaciones abiertamente conservadoras del país. Otros analistas, sin embargo, ven más el problema en el propio bloque religioso, que en cualquiera de los candidatos. John Green, catedrático de la Universidad de Akron, miembro del Foro Pew sobre la Religión y
la Vida Pública y autor del libro El factor fe: cómo la religión influye las elecciones americanas, publicado en 2007, dijo en una entrevista con el Chicago Tribune que los grupos religiosos que llevaron al poder a Bush en el 2000 “ya no están tan unidos como lo estaban hace unos años”. Según Green, eso se debe a una multiplicidad de factores, desde debates internos en torno a los derechos de los homosexuales, a diferencias de opiniones con relación a la guerra en Irak, y hasta a un cambio generacional, ya que por ejemplo, dos líderes históricos del movimiento de la derecha religiosa, Pat Robertson y Jerry Falwell, murieron el año pasado. Aun si McCain logra conservar el equilibrio y abanderar al partido Republicano de cara al 4 de noviembre, queda por ver si los sectores más conservadores de la derecha realmente le dan su apoyo en las urnas, o si el voto religioso va a tomarse una siesta hasta que haya un candidato más apreciable para su paladar. “Va a ser difícil para McCain unificarlos, porque a muchos de ellos no les cae bien. Y el impacto potencial de un gran número de (votantes religiosos) absteniéndose (en noviembre) se convierte en un factor muy importante”, apuntó Green. Gerardo Cárdenas es escritor mexicano, miembro del Consejo Editorial de contratiempo.
Informe de las mesas redondas de los alcaldes metropolitanos sobre la integración latina: La vivienda Berenice Alejo y Sylvia Puente Forging the Tools for Unity: A Report on Metro Chicago’s Mayors Roundtables on Latino Integration es un informe que resume las conversaciones de casi 150 líderes comunitarios, municipales, religiosos y cívicos. Enfoca el caleidoscopio de valores y retos que representa el crecimiento de la población latina en las municipalidades de la región, y siembra la semilla de una agenda regional para la integración de la población latina en los suburbios. Presenta también posibles estrategias que pueden utilizar los líderes latinos y no latinos para garantizar un futuro próspero en colectividad, que no aceptará el vivir en “silos”, con interacción limitada. Compartimos nuestro destino, y éste dependerá de nuestra capacidad de vivir juntos en paz y armonía. Nuestra prosperidad dependerá de que todos los integrantes de nuestra sociedad puedan contribuir plenamente a sus comunidades y vivir como verdaderos vecinos.
Sección II: La vivienda A. Introducción Como los latinos son responsables del 50 por ciento del aumento total de casas habitadas por sus propietarios en los seis condados de la Región Metropolitana de Chicago (T. Ready 2007), era justo que la segunda sesión de mesas redondas se enfocara en la vivienda. El gráfico 7 resalta el creciente impacto que los latinos están teniendo en el ámbito de la vivienda de la región. Los latinos que residen en los suburbios son más propensos a ser propietarios de sus viviendas. El 60 por ciento de los hogares latinos en los suburbios vive en casa propia, comparado con el 43 por ciento en la ciudad de Chicago (T. Ready 2007c). El gráfico 7 ilustra ese aumento en un período de 13 años. Para hablar de estos cambios y lo que significan para la región en general, 60 representantes de las comunidades de Addison, Aurora, Berwyn, Carpentersville, Cicero, Chicago, Des Plaines, Elgin, Joliet, Midlothian, Mount Prospect, Northlake, Palatine, Warrenville y Waukegan, participaron en la segunda mesa redonda en Addison el 11 de abril de 2007. El tema clave que surgió de la conversación fue la intersección de la asequibilidad y el hacinamiento. B. Resultados 1. Asequibilidad Cuán asequible sea la vivienda afecta a toda la región, no sólo a la población latina. En todo el mercado metropolitano de Chicago, el valor de los terrenos, las tendencias de urbanización y la demanda de los residentes están subiendo el costo de la vivienda. Es cada vez más difícil para algunos segmentos de la población —tanto la fuerza laboral como los ancianos de escasos a medianos recursos— encontrar viviendas que puedan costear, incluso hasta en las comunidades donde trabajan o han residido por años. Si bien éste es el caso de todas las razas y etnias, los latinos se ven particularmente afectados
por la falta de viviendas de precio asequible porque representan una gran proporción del nivel inferior del mercado laboral. Por esto, muchos latinos no pueden comprar viviendas cerca de sus trabajos y optan por vivir con otros —familiares y conocidos— por necesidad económica. Aunque más gente se muda a áreas lejanas en los seis condados de la región, las oportunidades de alquiler de vivienda no crecen a igual ritmo. Para las familias que ganan de $20,000 a $30,000 anualmente, el costo total de la vivienda y el transporte excede el 60 por ciento de sus ingresos. En 2005, casi la mitad de todos los inquilinos en el estado de Illinois y el área metropolitana de Chicago usaba más del 30 por ciento de su salario para cubrir el gasto de vivienda. Esto ocurrió en cada uno de los condados de la región (Snyderman 2007); la falta de viviendas de costo asequible es un problema que afecta a todos. La Tabla 1 muestra el reto que afronta el trabajador típico cuando busca una vivienda asequible en los condados de Cook, DuPage, Kane, Lake y Will. Sólo en Joliet puede una familia que gane $56,938 costear indistintamente alquiler y compra de casa. Los expertos de la región han apoyado iniciativas tales como desarrollo de la fuerza laboral, programas comunitarios de vivienda, fideicomisos de vivienda y viviendas parcialmente subvencionadas por empleadores, para resolver esta crisis. Homes for a Changing Region, una alianza entre el Metropolitan Mayors Caucus y Chicago Metropolis 2020, ofreció un análisis del desfase entre la oferta y la demanda de viviendas en la región usando dos perspectivas. En la primera, la perspectiva a partir de las tendencias, se basó el pronóstico en dos tipos de viviendas que se construirían hasta el 2030 si se mantuvieran las tendencias existentes. En la segunda, la perspectiva de la proyección de demanda, el pronóstico se basó en los tipos de vivienda con mayores probabilidades de demanda por parte de la población cambiante de la región, teniendo en consideración la edad, los ingresos y la etnia de los residentes. Se comparó el pronóstico a partir de tendencias (que asume el estatus quo) con el pronóstico de la proyección de demanda (en base a la nueva población). Estas dos perspectivas nos muestran que la cantidad de casas que se construyen en grandes solares hoy en día quizás no sean las que vayan a satisfacer las necesidades y demandas de la población cambiante, sino que a medida que se acerca el 2030, lo serán las casas de familia en solares pequeños con unidades anexas. Dadas estas proyecciones, es obvio que las prácticas actuales de urbanización deben cambiar para acomodar las necesidades de contratiempo
Las ordenanzas reguladoras de viviendas deben, entonces, equilibrar la seguridad pública y los derechos individuales. Deben evitar: • La aplicación selectiva de las leyes • Redadas a medianoche • Definir lo que es una familia • Códigos de ley que sean más estrictos que los estándares del Consejo de Códigos Internacional • Reacciones estrictamente punitivas Es importante darle oportunidad a la gente de remediar las infracciones. Los inspectores bilingües debidamente capacitados pueden brindar información sin intimidar a la comunidad (Martínez 2007b).
la población. Esto es particularmente importante para los latinos, que han representado virtualmente la totalidad del crecimiento de la población en los últimos 20 años, y tienden a comprar residencias de menor tamaño, un sector donde queda claro que no coinciden la demanda y la oferta proyectadas. Este desfase afecta no sólo el tipo de vivienda, sino también su asequibilidad. Se calcula que 140,000 familias —además de las 730,000 que actualmente sufren por el alto costo de la vivienda— pagarán más de lo que pueden costear por la falta de viviendas de costo asequible (Metropolitan Mayors Caucus 2007). A nivel nacional, casi la mitad (46 por ciento) de las familias latinas gasta más del 30 por ciento de sus ingresos en gastos de vivienda (T. Ready 2006, 18). 2. Hacinamiento Según la definición del Censo, un hogar hacinado es aquél donde vive más de una persona por habitación. El hacinamiento ocurre cuando entran en juego cuestiones culturales y económicas, y factores de vida como cuando en el hogar comienzan a nacer los hijos. A nivel nacional, el 26 por ciento de los hogares latinos se consideran hacinados, comparados con el 8 por ciento de los hogares afroamericanos y 4 por ciento de los blancos. Los latinos nacidos fuera de los Estados Unidos son más propensos a vivir en condiciones de hacinamiento que su contraparte nacida en
el país o Puerto Rico. En Chicago, 37 por ciento de los hogares de latinos nacidos fuera de EE.UU. vivía en estas condiciones, comparado con 12 por ciento de su contraparte nacida aquí. (McConnell y T. Ready 2005, 18). El 36 por ciento de los hogares latinos consiste de cinco personas o más, comparado con el 9 por ciento de los blancos no latinos (T. Ready 2007b). Esta diferencia, conjuntamente con normas culturales muy marcadas, puede causar malentendidos con los vecinos. Los participantes en las mesas redondas indicaron que tanto tránsito de personas y varios vehículos en la marquesina representaban problemas que los vecinos asociaban con el hacinamiento. Esto podría mejorar si se capacitara personal bilingüe para actuar de mediadores en la comunidad y disolver las tensiones que pudieran surgir. Para resolver las condiciones de hacinamiento, la educación de la comunidad y los reglamentos gubernamentales deben trabajar conjuntamente. Muchos residentes latinos no conocen el concepto de ordenanzas reguladoras de vivienda, puesto que no son comunes en México, por ejemplo. Por tanto, sería beneficioso iniciar una campaña de educación antes de imponer multas y adoptar medidas punitivas. En Mount Prospect han puesto en marcha un innovador programa de inspección, que ha concluido que “la sistematización de las inspecciones y la provisión de copia escrita de la ordenanza sobre asuntos que atañen a propietarios e inquilinos garantiza que las partes estén preparadas para participar en el proceso de aplicación del código de ley. Esto permite que la ciudad o pueblo, los propietarios y administradores de propiedades y los inquilinos, se eviten problemas que pueden resultar caros resolver a la larga” (Metropolitan Planning Council).
El tema de la educación de la comunidad permeó la discusión sobre el hacinamiento. La información respecto de los reglamentos y responsabilidades de los inquilinos y propietarios se consideró crucial para resolver la situación. Se destacó también la necesidad de formar alianzas entre el sector público y el privado para ofrecer capacitación y ampliar el radio de acción. Ejemplos de esto último incluye inspecciones antes de comprar casas, panfletos en dos idiomas, ferias de vivienda, sitios Web fáciles de usar, y una revisión de los procesos de inspección actuales que garanticen que el personal haya recibido la debida capacitación y tenga los materiales correctos que necesiten distribuir. C. Posibles estrategias • En las comunidades donde las inspecciones de las propiedades ocurren actualmente después de la venta de una casa, estudiar la posibilidad de exigir inspecciones antes de la venta para proteger al comprador y garantizar el cumplimiento de las leyes de zonificación y seguridad. • Crear y ampliar los programas modelo de educación para los inquilinos y compradores. • Elaborar ordenanzas flexibles que permitan considerar los factores económicos y culturales que resultan en el “hacinamiento”. • Ofrecer servicios locales de mediación con la comunidad para resolver conflictos con los vecinos, usando intérpretes si fuese necesario. • Trabajar en conjunto con los urbanizadores que tienen experiencia en la construcción para las comunidades latinas, para poder construir entendiendo su estilo de vida y normas culturales. • Incorporar la diversidad en la vivienda: construir casas más pequeñas y accesibles para acomodar la demanda actual de vivienda de los latinos. • Reforzar las iniciativas de vivienda a costo razonable tales como desarrollo de la fuerza laboral, programas comunitarios de vivienda, fideicomisos de vivienda y viviendas parcialmente subvencionadas por empleadores. Berenice Alejo y Sylvia Puente son coordinadora de proyectos y directora, respectivamente, del Center for Metropolitan Chicago Iniciatives del Instituto de Estudios Latinos de la Universidad de Notre Dame. Este texto es un extracto de la publicación Forging the Tools for Unity, A Report on Metro Chicago’s Mayors Roundtables on Latino Integration Traducción de contratiempo
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lejandro Pérez Cervantes (Saltillo, México, 1973) escribe porque cree “en la literatura a secas”, como dijo en una entrevista reciente con Tierra Adentro tras la publicación por parte de esa editorial de Murania. Pérez Cervantes, que escribe de la inmigración —o mejor dicho de la transmigración— de la diáspora, del desamparo, la violencia, la locura y el arte, es un autor que crea sin banderas, patrias o himnos porque viaja constantemente, porque “desde la fragilidad” erige su patria. Además de escritor, Pérez Cervantes es artista plástico. Titulado como Licenciado Gráfico por la Universidad Autónoma de Coahuila, desde 1993 ha sido colaborador de diversos medios en el norte de México en el área del periodismo cultural, como El Norte, Espacio 4, Diez minutos y Vanguardia, donde obtuvo en dos ocasiones el Premio Estatal de Periodismo, además de medios nacionales como La revista de El Universal y Replicante. Es editor de la revista cultural Azimuth y fue consejero editorial de contratiempo. Autor de Los muros de niebla (1998), diversas antologías de cuento han recogido su obra narrativa en los últimos años. Actualmente se desempeña como catedrático de tiempo completo en la Escuela de Artes Plásticas Rubén Herrera de la Autónoma de Coahuila, al tiempo que continúa el desarrollo de su obra plástica, que puede verse en la página Web UADEC. Con Murania (2007), su segundo volumen de cuentos, Pérez Cervantes obtuvo el Premio Nacional de Cuento Julio Torri. Murania es un libro en el que la realidad y el sueño cruzan fronteras y se mezclan, formando híbridos y mutantes que se van distanciando el uno del otro, pero que nunca dejan de estar ligados por un cordón umbilical común, Murania, que puede ser el nombre de una revista, una canción, una palabra grabada en cristal, o un susurro a las puertas de un manicomio. Es un misterio que jalonea vidas enteras, que no se materializa, pero que define caminos. La migración real de los personajes que forman la demografía de Murania es también intensa, y deja al lector cual viajero pasmado que mira como una planicie de Indiana puede ser virtualmente idéntica a la huasteca del Noreste de México, no por paisaje o vegetación, sino por la concatenación de historias en torno al nombre misterioso. En las páginas de Murania se ven marcadas tanto la influencia del chileno Roberto Bolaño, en especial de Los detectives salvajes, como de La historia universal de la infamia del argentino Jorge Luis Borges. Murania, según reconoció Pérez Cervantes, se escribió en varios lugares del mundo, incluyendo Chicago y Madrid. “Yo construí Murania como erigir un nido espiritual y lingüístico del cual agarrarme en la soledad, un huevo dónde pelearme con el lenguaje, dónde oírlo yo solo, dónde andamiar esas palabras... siento que la posible música de la narración tiene mucho que ver con el hecho de gestar una mirada y un pasmo en un ambiente completamente extraño. Creo que ayudó vivir otra vida para asomarse a esas otras vidas imaginadas”, dijo el autor en su entrevista con Tierra Adentro. “Murania es un libro que trata sobre los sueños de personajes que están, igual que yo en el tiempo aquel, encontrándose con su ser en el vórtice mismo del extravío… Murania fue una constante batalla entre lo concreto y lo ambiguo. Siento que esa frontera de silencio donde se diluyen los actos de los personajes resultaba más elocuente, más rica en matices. No me interesaba explicarlos, sino ahondar en esa parte que a los escritores tanto nos fascina: la especulación”, agregó. Presentamos para los lectores de Deshoras algunos fragmentos de Murania que confiamos serán de su agrado.
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Lauro Zavala (Caborca, Sonora; 1949-Cholula, Puebla; 1988) A Lauro Zavala jamás le tembló la mano. Ni a la hora de defender su extinta honra de niño, o judicial aspirante en un rapto de cocaína, cintarear a su propio padre. O cuando ya en plan de asaltante, en fuga rumbo a Zacatecas, acribilló por la espalda a su compadre del alma, el temido capitán Lemuel. Sólo una vez, y así se gestó su caída, cuando desde el gobierno le ordenaron matar a su amigo de la juventud, Apolonio Ugarte. Zavala pensaba que todos los traileros eran suicidas, que querían morirse. Con ése y otros pretextos, escapó de la obligación de heredar el oficio paterno, de trabajar como sudó su estirpe; del sopor de las carreteras y la inquietud de atravesar con la carga desbocada largos y sinuosos caminos. Su madrina, una bruja yaqui, le decía cuando niño que si uno se asoma al abismo, el abismo se asoma también dentro de uno. Él recordaba a la vieja en las madrugadas eternas a través de los desfiladeros antes de llegar a Mazatlán o San Luis. Su padre manejando como un sonámbulo, con sus párpados de batracio, hendiendo las tinieblas en una interminable caída horizontal. Lauro nunca supo a partir de cuándo el abismo pasó a vivir dentro de él, si desde la primera vez que miró sus manos tintas de sangre, o cuando el capitán le ordenara descargar su pistola reglamentaria sobre el rostro de indígenas amarrados en algún poblado de la Costa Chica. Lo cierto es que le tomó gusto. Y atravesó la nación como un depredador más de las cientos de policías y cuerpos de seguridad que durante décadas apuntalaron la hegemonía priísta. Guardia rural en la Chihuahua de Praxedis Giner Durán, apaleando normalistas en el Casco de Santo Tomás, o de infiltrado entre los disidentes de la Universidad de Sinaloa, Lauro Zavala dejaba detrás de sí una estela de quejidos y sombras, una gran mancha de sangre. Duro de la cabeza, en la Nacional Preparatoria, antes de esbozar su destino carnicero, conoció a un muchacho norteño un poco más joven que él. Fueron años intensos, de poesía y ruidos de esténcil, de pintas y carreras a través de una ciudad a oscuras. Luego todo se perdió. Zavala llegó a desarrollar un profundo odio hacia los poetas porque por más esfuerzo que pusiera en ellos, sus sonetos terminaban indefectiblemente mal: los renglones eran torcidas torres de versos aprisionados que rimaban con estrépito de fierro, imágenes sin sustancia, balbuceo puro. Luego, en sus años de policía del regimiento de motopatrullas, tirador avezado, y más tarde comandante en la Federal, llegó a pensar en la literatura como un chiste gris, una ocupación de imbéciles, una vocación de fatuos parásitos. Y nunca disfrutaba tanto, como cuando en las redadas por Nepantla o en algún barrio de Jalisco, en alguna casa de seguridad, entre los militantes de alguna célula, se encontraba con algún escritor aspirante, o alguna poetisa feminista. Entonces, sólo entonces, era la hora de la venganza. En esos menesteres volvió a encontrarse con su viejo amigo, Apolonio Ugarte, su “carnal del alma”. Ugarte militaba en una célula entrenada en Corea, instalada clandestinamente en un rancho de Apodaca. Luego de una breve escaramuza que se apagó con los últimos rescoldos del crepúsculo, el intercambio de fuego finalizó. Rendidos, a los demás se los llevó la noche. Ugarte acompañó en avión al comandante Zavala en su regreso a la Capital. Llevaba consigo dos libros: Vidas imaginarias, de Marcel Schwob, Spoon River Anthology, de Edgar Lee Masters, y un manuscrito propio intitulado Siete muchachos desnudos bajo el arcoiris de fuego. Se pusieron al tanto dentro de lo que cabía, midiéndose como dos tigres encerrados en un círculo trazado por las llamas. Ugarte intuyó las monstruosidades incubadas en la persona de su viejo amigo. Como si un ánima venida de otro mundo se hubiera instalado en la cáscara corporal del envejecido aprendiz de poeta. Hablaron poco, de años remotos, de una revista, de un número único: Murania. Y quizá en el afán de distraerse de los gritos que perforaban las paredes,
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empezaron a discutir sobre el origen de aquella palabra, sobre el autor del título, sin poder precisar bien a bien quién lo propuso. Sería tal vez un término compuesto, como el Trilce de Vallejo, como la Masmédula de Girondo… En el número único de Murania, perdidos sus ejemplares para siempre, se publicó uno de los primeros cuentos de un ingeniero industrial, oriundo de León, que años más tarde moriría en un accidente aéreo en España; un soneto de un joven y silencioso zacatecano apellidado Almaguer, a quien muchos despreciaban por preferir el bolero ranchero a Edith Piaff y las cintas mudas de vaqueros a las fábulas de Jean Cocteau; además de los delirios mal rimados de una joven y desequilibrada escribidora, que con su último happening puso de moda el acto de arrojarse a las vías del metro. También, un cuento indigenista de un narrador chiapaneco, miembro del grupo Motín de Espigas, quien muchos años después fungiría como Secretario de Gobierno durante los meses más cruentos de la revuelta zapatista de 1994. En su silencio, el comandante Zavala parecía lamentar la escasez de sus méritos para figurar en el recuerdo de aquel sueño perdido en una larga noche de ráfagas y altavoces, de sicodelia y almas en estampida. Ugarte, quien lo miraba como desde un pozo sin fondo, en un chiste cruel que dejaría al comandante sumido en la duda durante años: si su amigo seguiría huyendo en el reino de los asesinos, o haciendo juegos de palabras en el país de los muertos, le dijo: “Tú has ganado lauros a bala…”
III
Para Lauro Zavala 1973 fue un año de mierda. Se acabaron los enemigos. Las universidades se aplacaron, y los líderes sobrevivientes huyeron becados a Europa. Ya no hubo a quien culpar de la subversión contra la patria. El trabajo escaseó. Quedaban los incipientes traficantes de la frontera y los caciquillos. Los políticos enemigos del Presidente. Eso y la nada. Eso y el tedio. Eso y los ejércitos depredadores rumiando sus hábitos de cacería, volviéndose viejos, gastando su dinero en mansiones del Ajusco. Comprando carros importados. Vistiendo como la gente. Haciendo negocios. Fundando compañías de seguridad. Pero no Lauro Zavala. Fue el único que miró caer los pájaros. Primero, una tarde plomiza de Tuxpan, mientras un petrolero se alejaba hacia un mar de lodo, cuando una gaviota cayó en picada casi encima de sus mocasines llenos de arena. Entonces, el corazón se le llenó de presagios. Huyendo de ahí, los vio caer en Monterrey, donde el calor del crepúsculo, como un horno ubicuo y feroz, los tumbaba por millares desde el oscuro cableado: una llovizna negra que azotaba los tendidos de los mercados y las marquesinas de los prostíbulos por la calle de Salazar. Luego Torreón, donde los diarios marginales culparon al plomo enseñoreado en el aire, que también hacía nacer niños sin masa encefálica. Años después, tendiendo enlaces para su red de contrabando, en un polvoso pueblo de Texas; cuyo nombre era San Arcángelo, una tarde de ceniza había entrado a un antiquísimo bar para borrarse esas ideas de la cabeza. El lugar estaba vacío. Un estruendoso solo de guitarra emergía de una radiola de más de medio siglo, cimbrando las copas acomodadas detrás de la barra. Al fondo de una penumbra azulosa, infinita, un negro enorme lloraba a gritos, mojando la vieja madera de la pequeña mesa con sus mocos y con su llanto. Molesto, y casi a punto de sacar su pistola, Zavala preguntó al cantinero de quién se trataba; “Es Luther Perkins, señor… nuestra gloria local”. “¿Y eso qué chingados es?”, reviró el policía impaciente. “Es una pieza suya, su más grande éxito…”, dijo el hombre que le servía, antes de escabullirse hacia una pequeña trastienda, como intuyendo la mal disimulada brutalidad de aquel extraño cliente. Al terminar un ron blanco que le sentó fatal, su curiosidad de sabueso lo empujó a buscar en la radiola la carátula de aquel disco y comprobar el dicho del bartender.
El anciano negro aún seguía llorando, el rostro escondido entre los brazos, como un ídolo rodeado de ofrendas de cristal vacías. El disco era una antigüedad de vinil. El brazo mecánico del aparato sostenía una funda de cartón donde se leía el nombre de la disquera: Eolo Media Records. Una foto en sepia, retocada a la manera de los viejos carteles de cine, mostraba el rostro de un hombre negro luciendo una amplia sonrisa, sentado en un banquillo de músico, abrazando una rudimentaria guitarra eléctrica. Haciendo un mínimo esfuerzo, cualquiera podría darse cuenta de que se trataba de la misma persona, aun y cuando los años habían hecho lo suyo. Lo que ya de plano no le gustó para nada al ex comandante fue el título del disco, un resquemor que lo hizo salir apresurado del bar y de aquel pueblo maldito: Luther Perkins. Gone days like broken wings: “Días idos como alas rotas”. Pero la visión más atroz, vigilando un cargamento procedente de Nuevo Laredo, la tuvo un sábado por la tarde, frente al Penal de Matehuala. Uno de los peores e inmundos agujeros a dónde podía caer un hombre. Tripulando su Caprice, seguido por sus escoltas que siempre un kilómetro adelante abrían el paso a un tráiler sin placas, Lauro Zavala vio crecer una nube negra desde el poniente, una sombra viva que oscilaba como desgajándose y volviéndose a conformar. Un zumbido oscuro que cubría el cielo. La enorme cortina de pájaros negros vino a posarse encima de las herrumbrosas bardas de la penitenciaría, para en un segundo detenerse y empezar a llover como pedradas, cayendo las aves por miles. Durante poco menos de un minuto, los pequeños cuerpos se estrellaron contra las torres de los vigías, contra la oscuridad de la carretera; abollando la carrocería y dejando como lloviznada de sangre la blancura del Caprice último modelo. El fenómeno lo enmudeció, siguiendo al pesado silencio un estallido de rabia que detuvo la caravana para dirigirse a pendejear al director del Penal, amparado en su fuero de comandante vitalicio. Un cuarto de hora después, cuadrillas de presos, muchos de ellos indígenas huicholes, salieron custodiados a barrer las miles de aves. Limpiaron la sangre de las bardas, de las patrullas, de las torres, de los señalamientos de la Secretaría de Comunicaciones. Armados de palas y escobas fueron formando montones. Oscuros montones como de hojas secas, hojas yertas que el viento ya jamás podría arrastrar. Entrada la noche, cuando la caravana del comandante Zavala tenía horas de haber partido, pequeños fuegos crecieron aquí y allá, alumbrando el desierto. Eran pájaros, muchos pájaros. Así empezó la locura del comandante Zavala. Aludido por un diluvio de pájaros. Pelícanos que morían en las playas de Campeche. Zopilotes cubriendo el cielo de Ciudad Obregón. Epidemia de palomas en Saltillo. Gaviotas enlodadas en Tuxpan. Auras hipnóticas en las carreteras de Sonora. Estruendo de cuervos, montañas de plumas negras cubriendo la arena y los mármoles blancos en la zona hotelera de Cancún. Alfombras de plumas en el Distrito Federal… Lauro Zavala veía a los muchachos muertos, los anónimos rostros aplastados por su puño, en la multitud de pájaros abatidos. Niños alados que lo perseguirían sin descanso hasta el final de sus días, la tarde de un domingo lluvioso en el manicomio de Cholula, cuando diluida la Federal de Seguridad un lustro atrás, disuelta su leyenda en el papeleo de jóvenes abogados que desconocían sus crímenes en pro de la patria, lejos ya de la vorágine de asaltos junto a su jefe Ausencio Ríos Magaña, quien incógnito en Estados Unidos se volviera ministro adventista. Lejos del fuego de las armas y de la coherencia, recordando a veces las palabras de Apolonio Ugarte, fugado hacia la noche años atrás entre tiros, en un basurero de Neza. Aquel día, en la Estancia, las enfermeras se cuidaban de decir la palabra “manicomio”, las cosas habían empezado a andar mal. Un estreñimiento de días le había puesto el ánimo de lo peor; volvían las pesadillas, y hacia las tres de la tarde, al entrar en al área de juegos, en el ventanal nublado por la llovizna y la transpiración de 60 dementes, Lauro Zavala contempló algo que le cortó la respiración:
con el dedo, como un niño travieso, un visitante invisible había escrito el vocablo maldito: Murania. Evadiendo a las enfermeras, el ex policía corrió rumbo al patio, bajo una llovizna pertinaz. Su bata se le pegaba al vientre combo, a las nalgas lisas. El frío le mordía la calva, y venciendo la artrosis, limpiándose las cortinas de agua que el cielo arrojaba sobre él, pudo contemplar a la silueta que recargada contra la balaustrada de la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe -la gente decía que bajo aquel cerrito palpitaba enterrada una pirámide-, lo contemplaba fijamente. Parecía un turista extraviado que desde aquella cumbre se asomaba a un patio de locos. Sus dudas se despejaron cuando el hombre alzó el brazo, saludándolo. Era su único amigo, su único prófugo, Apolonio Ugarte.
Apolonio Ugarte (Palaú, Coahuila; 1955-Waukegan, Illinois; 2013) “Vine hasta aquí huyendo de mí mismo. De la peor de todas las voces que sin querer nos habitan. Durante años, incluso antes de la primera mirada desde el desamparo de mi padre hacia las esquivas rodillas de mi madre, ya se cocinaban este veneno y este desconcierto. Me llamo Apolonio Ugarte. En El Desierto, desde donde vine, el polvo y el calor crean durante el crepúsculo tonalidades imposibles. Espejismos. Los tráilers flotan sobre la respiración de las carreteras, negras serpientes de asfalto custodiadas por soldados. Un domingo por la tarde, entre La Laguna y el impreciso principio de El Desierto, desde un autobús atestado, vi recortado contra el atardecer a un hombre grisnegro que en la cima de un basural gritaba frente a un Caterpillar. La mohosa maquinaria parecía cuestionarlo con su fiera pala suspendida en el aire. La imagen duró apenas unos segundos, antes de quedarse atrás, como los rostros de nuestros días, las noticias de los diarios, lo recién descubierto. Remito la imagen del hombre y la bestia de acero porque a veces así vislumbro mi diálogo con el mundo. Una maquinaria que me amenaza sorda, a punta de dentelladas, mientras mis gritos se pierden en las depresiones de lo no vivido, la pestilente y vistosa armonía del basural. Me estoy desviando del punto de partida. Pero, ¿existe realmente un punto de partida, o al menos una certeza, el ubicuo “punto de fuga”, el borroso principio, el imaginario final? En El Desierto, el polvo que flota como un ser vivo, y una suerte de hambre, me empujaron hasta acá. Los espejismos insepultos no me sedujeron más. Y un día me vi de pronto, con una valija prestada, ascendiendo hacia el cielo mecánico de los aeropuertos. Dos horas y media después, la nubosidad escupida por El Lago volvió mi destino un limbo indescifrable. Ciudad Fénix era un punto indefinido entre la niebla. Una luciérnaga que temblaba en el radar. Una palabra en la sien del piloto. Una ciudad presentida. Una nieve que flotaba horizontal, como nunca volveré a ver en mi vida, martirizaba los árboles. Entré a Sodoma por la trastienda. Me recibió la brutal geometría de sus rascacielos, la tortuosa sarna de los puentes viejos. En un ático color gris rata, donde los antiguos inquilinos habían dejado en su partida pósters rasgados, restos de sus idolatrías y cabello muerto, sobre su falso cielo, coloqué dos imágenes. Una, de mi otra vida: en ella, un hombre fuera de foco, diagonal entre tendederos, abraza a un niño de meses, blanco y fuerte, con terciopelo en los párpados, sonriente y feliz. La otra postal es un sinuoso recorte, casi un rombo, arrancado a punta de navaja de una enciclopedia. Una imagen que me perturba desde la primera vez. Tenía alrededor de cinco años y pueril aspiraba a la sabiduría vía dos ajados volúmenes de la Enciclopedia Bruguera. Hojeaba en el tiempo muerto memorizando: generales prusianos y montañas de Australia. Deidades mesopotámicas
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Mirada Cómplice
Chupacab
El mito e Julio Rangel
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os mitos y leyendas han sido vehículo de conocimiento y autoconocimiento de los pueblos. Estudiarlos implica hurgar en sus mecanismos culturales más profundos. La leyenda urbana en la era de Internet, esa caja de resonancia que masifica rumores a la velocidad del rayo, se ofrece a toda clase de lecturas para ser examinada como un animal bajo el bisturí de sociólogos, antropólogos, pero sobre todo, artistas.
Pazaran) del ex presidente de México Carlos Salinas de Gortari (el collage de Salvador Jiménez), de las compañías multinacionales (el cuadro de Patricia Acosta), del NAFTA (Ricardo González), etc. Sanguijuelas diversas de la sangre del pueblo, representadas con diversos grados de fortuna que van de lo obvio a lo propositivo.
La exposición Chupacabras que se presenta en el Museo Nacional de Arte Mexicano ofrece el acercamiento de un grupo de jóvenes artistas de Chicago a la leyenda que durante los noventa se propagó por los pueblos latinoamericanos, al parecer proveniente de Puerto Rico. Entidad monstruosa y ubicua, el Chupacabras fue “visto” robando gallinas, atacando al ganado caprino y vacuno, quitándoles el sueño a campesinos de todas partes.
Dos trabajos que se destacan sobremanera son Se escapó mi chupacabras, imagen digital sobre tela y calcomanía de Miguel Cortez y Chupacabra Gothic de Judithe Hernández. El primero es una aproximación fresca e imaginativa que juega a un tiempo con la imaginería urbana y con los límites del espacio físico del cuadro. Escurridizo como el mito, fuera de encuadre, el chupacabras de Cortez es una calcomanía pegada a la pared que ha burlado el margen rectangular de la obra, dejando una silueta vacía donde debería ir su representación.
Era de esperarse que la mayoría de los artistas en esta muestra optaran por el símil político. Como los judas que se queman en Semana Santa vestidos de Tío Sam o de algún gobernante corrupto para catarsis popular, el Chupacabras toma aquí las formas de George Bush (el óleo de Antonio
El segundo es una alusión al Gótico americano, el cuadro de Grant Wood que ha alcanzado el nivel de icono, parodiado de mil maneras, especie de retrato quintaescencial del espíritu del Medio Oeste americano. El cuadro de Hernández, un fino trabajo al pastel, representa
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una figura caprina y un hombre vestido como algún político o ejecutivo de Wall Street con la cabeza cubierta por la bandera estadounidense, ambas figuras unidas por una sonda de transfusión sanguínea que drena al pobre cuadrúpedo. Al fondo, lindando con un prodigioso azul, la vastedad de la pradera donde la mano de obra inmigrante habrá de aplicarse al trabajo agrícola. Es en este cuadro donde el trasfondo político parece más sólido y de mayor alcance: el humor, la reflexión y la resolución formal se unen de manera acertada. También interesante es San Chupa, el cuadro en técnica mixta de Juan Compeán que alude a los vitrales religiosos y recuerda en sus trazos a los grabados de Leopoldo Mendez. Como ha sucedido en otras exposiciones de este museo, uno querría que se pusiera en los textos en español el mismo cuidado que se pone en los textos en inglés y no ver faltas de ortografía en el texto informativo. Pero, definitivamente, vale la pena asomarse a esta muestra plural y que cada quien elija su obra preferida.
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en la era de Internet
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Chupacabras, artistas reinterpretan el mito Museo Nacional de Arte Mexicano 1852 West 19th Street 5. 1. Judithe Hernández,Chupacabras Gothic, 2008. Pastel sobre papel 2. Antonio Pazaran, El chupacabras, 2007. Óleo sobre lienzo 3. Cirilo Esquivel, Sin título, 2007. Óleo sobre tela 4. Juan Compean, San Chupa, 2008. Técnica mixta 5. Patricia Acosta, Technochupacabras, 2007. Óleo sobre cartón 6. Judithe Hernández, Cuando venga el chupacabras, ¿vendrá en dos patas o en cuatro?, 2008. Pastel sobre papel 7. Luis de la Torre, Bienvenidos a Freedomlandia, 2007. Óleo sobre tela 8. Miguel Cortez, Se escapó mi chupacabras. Imagen digital sobre tela y calcomanía (Todas las fotos: Luis Soto)
Participan: Patricia Acosta, Cirilo Esquivel, Ricardo González, Luis de la Torre, Judithe Hernández, Salvador Jiménez, Miguel Cortez, Juan Compean, Ricardo Compean y Antonio Pazaran.
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y novelistas de la Posguerra. Ahora no sé si fue en la “B” de “Babel” o de “Brueghel” donde apareció. Ese edificio cónico e infinito, donde se afanaban en su pequeñez los hombres, tenía algo de maravilloso y de terrible. Desde entonces, el acto de verla, y armado de lupa auscultar sus Con el tiempo, y la llegada de la madurez o el cinismo, pude adquirir reproducciones más detalladas, más distantes. Y hasta pude acumular el saber inútil de su historia. Su autor, Pieter Brueghel, llamado postreramente “El Viejo”, procreó un vástago, que a su vez heredó el oficio y las obsesiones del padre. El enigma de La Torre. Grandeza. Incomunicación. Castigo. Así existen, entre muchas, dos versiones de Babel, hechas por un padre y su hijo. Y como mencioné anteriormente, aunque luego accedí a infinidad de reproducciones, bibliografía, e incluso pude contemplar en un oscuro éxtasis el primer original en Viena, conservé para siempre la modesta lámina de aquella rota enciclopedia. Como el guerrero que en la retirada raja la piel y extrae el corazón del camarada abatido, así yo la arranqué de su página durante mi última noche en el hogar paterno. El ruido del papel al rasgarse anunciaba ya la fractura. Este extravío. Cuentan que en el Parque Marquette marcharon los primeros nazis americanos, y años después, por razones diametralmente opuestas, Martin Luther King Jr; yo sólo podría agregar que la ciudad me entregó su primer muerto una mañana corriendo, en un claro junto a una laguna, suspendidos entre la niebla asomaban sus tenis caros y una bolsa negra sobre su cabeza. Por otra parte, los libros de historia afirman que antes del Mayflower, la evolución y el saqueo, los indígenas Kikapoo vivieron al sur de El Lago, para luego del “Trial of Tears”, acabar reducidos a la frontera mexicana. Hoy, al norte de Coahuila, regentean casinos, convertidos en personificaciones de su propio mito. Técnicamente son mis ancestros, y yo, nacido un siglo después de la diáspora en lo que fueran sus Campamentos de Invierno, sentí un búfalo desbocado en mi pecho, cuando por primera vez, perdido, topé de frente con El Lago. Era uno de esos crepúsculos magenta poco antes de la nevada. Frente a Navy Pier y alcoholizado, vi una Rueda de la Fortuna girar encendida sobre las aguas de El Lago como la aureola de un santo decapitado. Ahí supe que Ciudad Fénix, más que erigida de acero y cristal, era una ciudad soñada. Erguida primero en El Viento. Luego en La Mirada. Como el paisaje grabado en antiguas ballestas, o las mujeres que en la Avenida Michigan giran como cuchillos sobre las pistas de hielo.
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Aquí soy todo y nada. Fotógrafo de ratos. Lavaplatos. Inútil crítico de plástica. Raramente, corrector de pruebas. Como fiel creyente del Ojo Mecánico aspiro a que la fotografía culmine en un proceso fundido al palpitar mismo de la mirada, que capture la vida tal y como la percibimos, con esa densidad y esa dureza. Porque siempre existe entre lo visto y lo fotografiado una dolorosa distancia, un puente de arena. Y uno se queda rumiando impotente ante el vulgar resultado. Como corrector de pruebas aspiro a una sola cosa: dinamitar las salas donde oprobiosamente se cocina tanta escoria. Finalmente, como crítico de arte, mi silencio se repliega. Las voces se van apagando y finalmente cesan. Y cada vez me convenzo más que tratándose de pintura como de personas, las sombras añaden volumen, profundidad. En el Art Institute entendí finalmente a Edward Hopper. Su tristeza tan americana. El pintor de la melancolía urbana ya lo sabía: Como en “Night Hawks”, somos apenas pasajeros, parroquianos con una luz cenital volviéndonos la piel verdosa. Y aunque en la barra se respira la suficiencia, la soledad en tumulto es inevitable. La noche es larga y promete. Igual que en un vagón de la línea roja, nadie mira a los ojos de nadie, arracimados, el vértigo nos aniquila igual, la penumbra fruto de los rascacielos es un crepúsculo interminable, y en este bar, donde reina un cantinero sonámbulo, -si atienden con atención al cuadrono existe una salida. Fue ahí donde la encontré. Hipnotizado por las anguladas sombras de Hopper -ventanas a oscuras, edificios raros- ella olfateaba
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el desajuste que se pone a hablar por mi espalda. Cierto encogimiento, las preguntas que llenan de dureza mis hombros. Al girar y mirarla, un resplandor anuló a los demás. Pupilas de obsidiana sobre un vestido verde. Y si no fuera por los audífonos y su escaso par de brazos, pasaría por Kali la Negra. Nuestra Señora de los Asesinos. Existe un amplio registro de expresión en unos párpados hindúes. Un cierto ensueño. Un desinterés ultraterrenal. Absorbido en mis lucubraciones perdí la nube negra de su cabellera. Como siempre. Como las promesas de vagón. Lo que se contempla y se pierde. Las desconocidas que pasean a sus fantasmas o a sus perros en Lake Shore Drive a quienes no conoceremos jamás. Una gaviota chillaba sobre la cabeza de Abraham Lincoln cuando entre la populosa avenida la vi otra vez. En una vidriera dos estúpidos maniquíes me interrogaron: —¿Qué buscas? Regresa por dónde viniste. Aquí no hay nada para ti. Contemplé a los habitantes de la boutique. Esos espacios que ofertaban sofisticación y belleza. Retumbaron en mi entendimiento palabras como “free”, “sale”, “high”. Términos como “sadness”, “homesick” o “yawn” nunca estarían rotulados prometiendo nada. Así eran los salones del polvo proscrito. Uno se siente el perseguidor. Reflexiona fríamente. Olvida la visión panorámica donde somos la solitaria presa. Los maniquíes me hicieron perderla otra vez. Oí a mis espaldas sus risas. Su aséptico murmullo. Subo y vuelvo a bajar en Roosevelt. Camino jadeando hasta Dearborn. Regreso como imbécil hasta State, y en el cabalístico séptimo piso de la librería Harold Washington –“Lenguas Foráneas”- más allá de los pulidos espejos donde se acicalan los vagabundos, como una reina entre náufragos de cinco razas, sus párpados –los pétalos de una rosa oscura- se levantan de un antiguo libro para calibrar mi desconcierto. Su mirada blanquísima y abismal me atraviesa como una lanza. Mi razón oscila como una aguja enloquecida cuando atiendo al título sostenido entre sus manos, donde tintinean pendientes y anillos: Siete muchachos desnudos bajo el arcoiris de fuego. Un libro nacido y muerto hace 30 años. El vértigo se vuelve insoportable, y me vuelvo trastabillando sobre la dentadura eléctrica de las escaleras, cuando, sin dejar de mirarme, con una voz submarina, como proveniente del sueño de los ahogados, en perfecto español repite la voz del muchacho disuelto, el olvidado poema escrito por mí: Yo soy el Hombre Menguante. Sonámbulo paracaidista en la Ciudad de Los Vientos. He mirado al policía de camiseta y sobaquera -ese animal ortopédicocuidar de mañana Las Rosas. Y al hijo del presidiario una tarde de domingo arropar en sus manos Un Pájaro. En la interminable Avenida de la Tierra de Ceniza cada tarde me derrumbo como esas sillas que de noche, vueltas tarántulas, de frente se vuelcan sobre las mesas... Una vez pasado el aturdimiento, seguí buscándola durante meses, sin éxito. Pero una noche de 1999, en las avenidas del barrio polaco que llevan rumbo a Indiana, tuve un extraño
encuentro: en la parada de un autobús, repentinamente, una mujer empezó a hablar conmigo. Era pasada la medianoche. Dijo llamarse Allison O´Brien. Sangraba de una muñeca. Un amasijo de papel de colores taponaba sus heridas. En el antebrazo, a puros rasguños, llevaba tatuada una palabra Murania. Como las pintas repetidas en un barrio árabe de la zona norte.
III
Una noche antes del último día, un viento feroz que ladraba en mi ventana me arrebató de ese sueño: en él, las imágenes se empalmaban, el verde casi insoportable de Oak Park era un luminoso follaje en blanco y negro. Hemingway moría de soledad y aburrimiento añorando promesas de pólvora. Luego, yo viajaba de noche en un tren vacío de la línea verde. En Clark & Lake descendía hacia una ciudad desierta. Sólo el viento. En la ruta circular del Metro buscaba la espiral de mis huellas. Cerca de Roosevelt, una cruz de neón rojo suspendida en el aire intentaba convencerme: JESUS SAVES Volvía sobre mis pasos hacia el corazón vacío de la ciudad. Cercado por luces que parpadeaban y el viento de El Lago, un rumor de pisadas avanzaba desde el sur. Eran ruidos amortiguados, luego bufidos y rasgar de uñas sobre el asfalto. Entonces los vi. Eran una manada que recorría las calles, ocupándolas. Sus miradas eran tristes y terribles. Lustrosos y negros, los cientos de perros con el hocico enjaulado oteaban en el aire un algo indefinido que no terminaban de encontrar. Sus carreras se entrecruzaban, como soldados apresurados que tomaran sus posiciones, hasta detenerse en silencio al pie de los rascacielos, donde alzaban sus cabezas, ansiosos, ante los murmullos provenientes de El Lago. Entonces desperté.
IV
Ahora soy el muerto que los diarios venderán mañana. Evaporado de pronto como uno de los miles de desesperados que configuran esta oscura geografía. El peatón luminoso que aparece durante segundos en los semáforos. La yonqui de 20 años que te pide lumbre de madrugada en la estación de Central Park. El elotero de La Villita que perdió a su hijo en un tiroteo. El redactor de Pilsen que tuvo que soportar la estupidez de un poeta hondureño. La chofer negra de la CTA que cuidaba a sus hijos mientras conducía el autobús. El obrero de la calle 18 que levantaba 50 libras en turnos de 10 horas. La muchacha de Michoacán que atravesaba la ciudad de noche para sostener dos trabajos. El jardinero de Joliet al que las pandillas le quemaron la casa con su familia dentro. La anciana polaca que dormida frente al televisor soñaba con las huelgas de Lech Walessa en los astilleros de Dansk. El lavaplatos chino que en sótanos con olor a salsa leyó en una galleta de la suerte un mensaje escrito por Buda: ”The versatility is your better attribute...” El boxeador puertorriqueño cuyo cuerpo fue hallado en un basural. El árabe de la calle Belmont que estudiaba francés. El profesor de español de Skookie que trabajaba en un camión de mudanzas. El curtido padre de cinco que volaba en su Van sobre la 290 escuchando a Chalino Sánchez, para llegar temprano al taller. El mismo que con más de cuarenta, haciendo malabares con la propia nostalgia, aún tenía coraje para jugar al futbol. Los que iban y regresaban. Los que no. Los que se dormían y se despertaban soñando con regresar. Un sueño que adquirió volumen en la intemperie. El peso específico de la soledad. Sobre la yerta serpiente del agua oscura, el antiquísimo puente abre sus mandíbulas. Kali con sus ojos abiertos me contempla sumergida al filo de la superficie. Sus múltiples brazos me llaman, chapoteando las verdosas aguas del Río Fénix. Pero no saltaré.
Ahora sé que he nacido para este momento. Soy ahora el que está cayendo siempre. El que nacerá mañana. El que cada día mirará esta ciudad con el asombro y el terror del recién llegado. Acunado en la suave curva que erige la lenta noche. Anterior al miedo y la nostalgia. Erguido de esperas e inexactitudes. El que hablaba entre dientes de pronto, solo, caminando, como poseído. El que apenas conoció a sus hijos en el borroso vértigo de una web cam. El cocinero que en la Ruta Ashland escribía poemas con las cejas rotas. Soy el que vuela de ida, el que vuela de regreso. El habitante dominical de los garages. El que vislumbró los terribles secretos en las mansiones de ensueño. El que escapó del vórtice de las lavanderías de la madrugada, donde crecían jugando los niños. La silueta que en los callejones encendía un cigarro, a la hora de sacar la basura. Si en un vagón cualquiera miras el reflejo de tu rostro en otro rostro abatido, en un resplandor paralelo, ahí estaré yo. El que soñó durante décadas con esta Babel, la de la Torre que mucho tenía de Coliseo y de caída. Aun en la hora de la partida, habito este territorio, como el búfalo abatido con un arco hecho de sus propios tendones. Ahora soy uno con esta urbe, ciudad soñada, descubierta en mis palabras de niño, en mis gestos de asesino y en mis visiones de santo.”
Allison O’ Brien (Terre Haute, Indiana; 1973-Indiana Dunes, Lake Michigan; 1999) Hija de un pensionado de la General Motors, Allison O´Brien creció en un suburbio del norte de Indiana. Muchas décadas después, Ben O´Brien, su abuelo paterno, moriría de inanición en una inmunda barriada de Calumet City, llamada en otros tiempos la Sodoma del Medio Oeste, fama surgida luego de las históricas fotos que a mediados de los treinta el legendario Robert Cappa entregara para la revista Life: en tiempos de la prohibición, Calumet se había erigido como un territorio aparte. El mito contaba que en aquellos tiempos llegó a acoger más bares que todo el sur de Chicago. En una de las imágenes, se apreciaba a un niño de pantalones cortos brindando en la barra con una meretriz. La toma dejaba ver la sonrisa pícara del chico buscando la aprobación de su compañera, sus piernas colgando de un banquillo reservado a matones de la peor calaña, y la expresión entre coqueta y sonámbula de la mujer. Apenas publicada, el escándalo movió a las autoridades a iniciar una investigación sobre los alcances de la perversión en aquella pequeña villa del sur de Illinois. Luego, se descubriría que la bebida del menor era refresco, siendo además primogénito del propietario del bar. Pero la imagen quedó para la historia, aunque opacada en un modesto segundo plano ante las estrujantes fotos que luego Cappa realizara en la Segunda Guerra, hasta su repentina muerte en Indochina. Hacia finales del Siglo Veinte, incluso los mismos habitantes del Medio Oeste ignoraban la oscura fama de Calumet, así como a los estrambóticos protagonistas de aquel olvidado escándalo. Sin embargo, Ben O´Brien, abuelo de Allison, aseguraba ser el muchacho que en aquella postal despertara las más truculentas interpretaciones en la mojigatería de su tiempo. Y siempre parecía dispuesto a contar la anécdota a quien se dejara, aun y cuando el fortuito interlocutor no se lo hubiera pedido. En la viudez y en la soledad, hasta el día de su muerte, olvidado por su hijo en la casa que habitara desde siempre. Los vecinos, hispanos recién llegados, trabajadores temporales, suponían que el 3507 de la Calle Séneca Park no tenía habitantes. Hasta que el jardín anegado por los aspersores automáticos alertó a los servicios municipales. Al acumularse las multas en el buzón, una trabajadora social descendiente de senegaleses pasó un oficio con dos copias al oficial adscrito al sector. Forzada la puerta del porche trasero, el ayudante del alguacil encontró a su paso una impecable colección de cañas de pesca y fotos amarillentas. Al abrir la puerta hacia el sótano, el hedor lo abofeteó. El cuerpo de Ben O´Brien yacía torcido
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en una posición imposible en un hueco de la escalera. Un traspié lo había dejado inmovilizado durante días. Nadie oyó sus gritos. El forense decretó muerte por inanición. En un cenicero de cristal a colores fabricado en los años veinte, al que los anticuarios clasificaban como “Cristal de la Depresión”, con letras góticas, estaba grabada la palabra Murania. En ese tiempo, Allison cursaba sus prácticas de psiquiatría en la Universidad de Notre Dame. Suponía que su padre —lo habían acordado meses atrás— estaría al pendiente cada tercer día del abuelo y sus nimias necesidades. Todo se resolvía casi siempre con una llamada y algún modesto encargo. Hasta aquel verano infernal. Luego, todo cambió. Allison rompió toda relación con su padre. Nunca lo perdonó. Tampoco encontró justificaciones para sí misma. Dejó la escuela. Entonces, empezó a robar. A veces, en pleno mediodía, mientras duraba el peatón luminoso de los semáforos, se soñaba despierta montando en un tigre blanco, sobre el que cabalgaba en un vértigo de libertad y vientos feroces en sus cabellos. Al terminar abruptamente la visión, descubría su entrepierna húmeda y un ligero sudor en la palma de sus manos. Sabía entonces, que al fervor seguía la ansiedad. Y la única manera de aplacarla, era yendo a cualquier farmacia. En las avenidas de Indianápolis, como en las de cualquier ciudad promedio del Medio Oeste, es raro encontrar gente a pie; salvo algún ecuatoriano rezagado que regresa de trabajar turnos dobles al suburbio donde seguramente algún sótano habilitado como vivienda lo separa del frío en invierno y del calor en verano. Allison vagaba por esas avenidas, no sabía a partir de cuándo, y miraba sin ver a los ecuatorianos que pasaban pequeños y raudos a su lado, tampoco a los puertorriqueños rapados que la hostigaban en un lenguaje híbrido e incomprensible. Luego de la caída del sol, hora en la que se sentía abrigada por una extraña forma de paz, la ciudad mutaba, más solitarias las estaciones del tren suburbano que cortaban la larga y oscura avenida como el filo de una navaja intersecta una temblorosa muñeca. Avanzaba a un ritmo regular pero vigoroso, bisbiseando largos monólogos a media voz, sin ver a las putas negras en bicicleta que merodeaban los edificios, ni inquietarse por el sangriento fulgor de los autos policiales que pastaban en el asfalto como una manada de bestias perdidas. Cristalina y oscura. Radiante e inaccesible, su figura parecía levitar sobre las aceras mojadas de llovizna o de hielo, como un hada buena o el fantasma de una mujer asesinada salvajemente. Entraba apenas sin ser vista en cualquier farmacia de tamaño regular: un Walgreens cada tercer noche estaba bien. Deambulaba cobijada por la luz mercurial de los pasillos, como una anónima ama de casa sacada repentinamente de su útero doméstico a causa de alguna emergencia. Una de esas polacas ligeramente alcohólicas y trastornadas. O una de esas irlandesas que acostumbran beber cerveza y no les tiembla el pulso para manejar un tractocamión cargado de placas de acero. Eso y otras cosas más parecía. Una dama pálida. Una belleza desmejorada. Una puta incipiente. Una sombra sin biografía. Se demoraba largamente en el área de cosméticos, extrañada como un científico ante la vista de utensilios aborígenes. Miraba el reflejo nublado de su rostro en los refrigeradores donde se hacinaban postres de fantasía ignorados por las multitudes que a esa hora deambulaban en pos de jeringas y valium. Pero ella no buscaba la droga, sino las visiones: un pasillo repleto de revistas, como una Caverna de Platón a colores; aquel espacio era un multiplicado delirio, una multitud de ventanales por los que ella buscaba asomarse a otros mundos. Más allá de las estupideces impresas, de los lugares comunes y las infamias como mercancía, Allison buscaba signos ocultos en las imágenes; muecas secretas en los rostros de las estrellas de cine; tatuajes invisibles en los magníficos cuerpos de las reinas de belleza negras. Mensajes para sí misma en
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los estrambóticos encabezados de los panfletos sobre avistamientos de ovnis y demás sucesos insólitos. Cuando su intuición lo dictaba, como si se tratase de una planta curativa, o una piedra sagrada, arrancaba de golpe alguna página. A veces montones de ellas. Apresuradamente, sus largas manos las incrustaban entre su tibio pecho sin sostén y el áspero tacto del suéter de lana. Bajo la chamarra verde militar, en ese ámbito de sueños distorsionados, cabían por igual los nuevos planetas de las revistas científicas y el brillo muerto de las momias de Hollywood; los accidentes aéreos y los galanes recién divorciados; irreales habitaciones tan perfectamente decoradas como vacías y el último cuento de un narrador hindú. Eso y la sangre. Porque su enrevesada lógica, una espiral retorcida de razonamientos ciertos, la había conducido a la inamovible certeza de que sólo las imágenes elegidas eran las adecuadas para detener el caudal de su sangre, cuando con un trozo de cristal del cenicero de su abuelo, donde estuviera grabada la palabra Murania, debía abrir como válvulas sus muñecas, dejando un alfabeto bermellón por las carreteras negras. Un mensaje invisible. Un tatuaje para videntes. Cuando la expiación terminaba, las imágenes hacían el resto, como una escayola que se endurecía por la acción misma de la sangre, fundiendo la pasta de papel en una sola materia nueva, semejando una delgada capa de fina madera rojiza. Me llamo Apolonio Ugarte, y cuando yo la conocí, una noche de hielo y autobuses vacíos, hablaba sola contra la noche a través de un cristal: en su voz, aflautada y ronca, se sucedían playas de Portugal y bosques de Wisconsin. Parvadas de patos contra un cielo de plata y jugadores de futbol americano muertos en un estadio. Al levantar su brazo para dibujar un bulto en el aire, mientras hablaba de la gigantesca estatua de Caballo Loco que se construía en una montaña de Dakota del Sur —un gigante de piedra que una vez completo dentro de 100 años cabalgaría de nuevo para aplastar a sus enemigos— mostró una parte de su antebrazo. De la pálida extremidad bajaban hilos bermellones, como rejas. A la altura de la muñeca, una plasta de papel multicolor taponaba a duras penas la herida. La foto de encima en aquel collage delirante, mostraba al presidente desplegando su clásica sonrisa triunfal. Entre los dientes, la sangre se le escurría, borrándole media faz.
Todas las imagenes son detalles de las obras de la exhibición Chupacabras, artistas reinterpretan el mito, que se presenta en el Museo Nacional de Arte Mexicano
TIEMPO EXTRA El ojo cautivo: La escafandra, la mariposa, la perfección Gerardo Cárdenas Si el cuerpo queda reducido a una piltrafa, pero no muere, ¿cómo podemos definir los límites de la vida? Si ese cuerpo responde de alguna manera a estímulos exteriores, ¿cómo podemos explorar y determinar si la inteligencia sobrevive? Y el que vive o sobrevive al interior de ese cuerpo destrozado, ¿qué siente, qué piensa, qué opina de quienes le rodean, ya sea que le ignoren, compadezcan o luchen contra todo pronóstico por su recuperación? Ninguna de estas preguntas tiene una respuesta fácil, y aproximarse a ellas sin caer en la trampa del debate moral sobre la eutanasia, requiere de un profundo compromiso artístico y filosófico. Esto lo ha conseguido el director neoyorquino Julian Schnabel con el largometraje La escafandra y la mariposa (The Diving Bell and the Butterfly), llevando a la pantalla la historia real del periodista francés JeanDominique Bauby. Bauby, que era el editor de la revista Elle, sufrió a fines de 1995 una embolia que lo dejó casi completamente paralizado, capaz solamente de escuchar, y de mover un solo ojo. Esta condición, conocida como síndrome de locked-in, no le impidió a Bauby desarrollar una forma de comunicación por medio de una terapia de parpadeos. Así pudo dictar sus memorias, precisamente tituladas La escafandra y la mariposa, que concluyó poco antes de morir de una neumonía en 1997. Contar esa historia, sin caer en la sensiblería del telefilme requiere de una entereza profesional que es especialmente sorprendente y refrescante en un director como Schnabel, quien apenas había dirigido dos largometrajes previos, aunque uno de ellos, Antes que anochezca ya había recibido muy buenas críticas. Como nota curiosa, el papel protagónico, el de Bauby, se le había ofrecido a Johnny Depp, quien declinó el ofrecimiento para estelarizar Piratas del Caribe: Al final del mundo. Su lugar fue ocupado por Matthieu Amalric, quien cuenta con una sólida trayectoria en el cine francés, y que ha logrado en esta producción la mejor actuación de su carrera. Emanuelle Seigner, un estupendo Max von Sydow, MarieJosée Croze, Anne Consigny y Olatz López Garmendia (esposa de Schnabel) redondean un magnífico reparto secundario.
El ojo cautivo Schnabel no desliza al espectador suavemente hacia la historia de Bauby, sino que lo enfrenta brutalmente al cautiverio del cuerpo de éste. Cuando la cinta inicia, Bauby ya ha sufrido la embolia, ya está confinado por el resto de sus días a una invalidez virtualmente total, a una cama de hospital, a la compasión de sus médicos y terapeutas. Inicialmente, Bauby no entiende lo que ha pasado, y Schnabel relata esos momentos desde la perspectiva del propio periodista, que comienza a ver borrosamente, como desde la escafandra de un buzo, que pierde foco a veces, que se rebela impotente ante la irreversibilidad de su situación. Sólo cuando Bauby entiende y acepta que su espíritu aún está vivo, que su invalidez no es tal que le impida recuperar sus sentimientos y volverse a conectar con las personas que lo rodean, cuando es capaz de hacer el esfuerzo por aprender una nueva manera de comunicarse por medio de parpadeos, cuando se vuelve consciente de que si bien su cuerpo está perdido, su imaginación y sus recuerdos siguen vivos, es entonces cuando Schnabel, poco a poco, va cambiando la perspectiva del espectador, introduciendo elementos externos, otros puntos de vista, relacionando la acción desde otros objetos y lugares. Pero lo que el director quería lograr queda claramente establecido: el mundo ya sólo existe desde el ojo cautivo de Bauby, y desde esa mirada desesperada, punto focal de un rostro que ha quedado deformado en una mueca de agonía, Bauby tiene que reconstruir su persona y darle un nuevo sentido a su vida. Antes de la embolia, Bauby había vivido una intensa vida amorosa con diferentes mujeres. Imposibilitado sexualmente tras la embolia, Bauby continúa sin embargo una vida amorosa sui géneris con las mujeres que protagonizarían el resto de su vida: Celine (Emanuelle Seigner), madre de sus tres hijos y que permanece a su lado pese a que él la había abandonado porque estaba enamorado (y siguió enamorado hasta su muerte) de Inés (Agathe de la Fontaine); Henriette (MarieJosée Croze) y Marie (Olatz López Garmendia), las dos terapeutas que le devuelven
La escafandra y la mariposa ha entrado como un obús en las preferencias de críticos y jurados cinematográficos. Los críticos del Washington Post, Wall Street Journal, Los Angeles Times, New York Post, Slate, Christian Science Monitor, Salon, The New York Times, Philadelphia Inquirer, Boston Globe, Premiere, Newsweek y Miami Herald, tan sólo en este país, la han ubicado entre las diez primeras cintas de 2007. Sin contar los premios que aún pueda acumular, la película ha ganado las preseas a mejor adaptación de un guión por la Academia Británica de Cine; mejor cinta extranjera y mejor director por los Golden Globe; mejor director en Cannes; mejor cinta extranjera del National Board of Review, mejor director, mejor fotografía, y mejor cinta extranjera de la Sociedad de Críticos de Cine de Boston; mejor película de la Asociación Online de Críticos de Cine de Nueva York; mejor fotografía por la Asociación de Críticos de Cine de Los Angeles; mejor película extranjera por la Asociación de Críticos de Cine de Washington, D.C.; mejor cinta extranjera por el Círculo de Críticos de San Francisco; y mejor cinta extranjera por la Asociación de Críticos de Toronto.
la capacidad de comunicarse con el mundo exterior; y la paciente Claude (Anne Consigny), quien toma el dictado de sus memorias. Pero junto con estos amores, que agitan las alas de la mariposa de su imaginación, Bauby hace espacio también en la mirada ansiosa de su ojo cautivo para sus hijos y para su padre (Von Sydow). Pese a las muchas contradicciones de su vida, Bauby aun en su invalidez no pierde de vista que su integridad como persona pende de no olvidar la continuidad del tiempo entre la generación que le precedió, y la que le sigue. La extraordinaria fotografía de Janusz Kaminski, la excelente adaptación cinematográfica del libro de Bauby por parte de Ronald Harwood, no bastarían para hacer de La escafandra y la mariposa una cinta fuera de serie. Para ello requería del toque maestro del director, Schnabel, que navegó por este campo minado sin caer ni una sola vez en la trampa del juicio moral, el maniqueísmo o la manipulación de los sentimientos del espectador. Schnabel, cinematográfica y narrativamente, cuenta el calvario de Bauby como es: seco, brutal, desesperanzado, pero a la vez marcado por la riqueza de la imaginación del protagonista y por su ácido, incontenible sentido del humor. Gerardo Cárdenas: Mexicano, es parte del consejo editorial de contratiempo. contratiempo
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Lo que nos pasó, pasó aquí Raúl Dorantes
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agua. Se oyen voces huecas y alguien repite ‘ya está muerto, ya está muerto…’”
Fotos: Luis Soto
En diciembre de 2010 se vence el contrato que tienen los 30 inmigrantes indocumentados con discapacidad que durante varios años vivieron en el Oak Forest Hospital, considerado uno de los centros médicos más importantes del Condado Cook. Por ahora, los inmigrantes reciben atención médica en dos lugares del sur: Bel Heaven Clinic y Midway Neurological Clinic. Con el año 2011 llega de nuevo la incertidumbre. En otro diciembre, el de 2006, contratiempo publicó una crónica en la que se exponía la situación de uno de los pacientes de Oak Forest: el oaxaqueño Artemio García. A pesar de estar limitado por una cuadraplejia que apenas le permite mover la cabeza y mínimamente la mano izquierda, Artemio se dedica a pintar al óleo, colabora en el programa de radio Vida Independiente y escribe un libro de memorias. Al igual que los otros 30 pacientes, Artemio sería desde el 10 de enero de 2007 el blanco de una serie de ataques provenientes del Departamento de Salud del Condado Cook. Ese día les anunciaron que pronto se tendrían que ir a vivir con un familiar o regresar a su país de origen. Ya en enero de 2008, me vuelvo a encontrar con Artemio en un cuarto del quinto piso del Midway Neurological Clinic, casi a espaldas del aeropuerto. Junto a su cama hay una ventana desde donde se puede ver el este de la calle Harlem: un McDonalds, el supermercado Pony’s, la farmacia CVS… Artemio comparte su cuarto con Santiago Montes de Oca, quien desde hace unos meses decidió seguir los pasos de Artemio: pintar con la boca. —No es el único —me dice Artemio—. En Oak Forest se quedó Onix, una señora hondureña, también sin documentos, que necesita todo el tiempo los aparatos de respiración, lo que llaman en inglés ventilation. Ella se ha entusiasmado con esto de la pintura y está aprendiendo rápido. Así como la de Onix, la situación de Santiago es seria, pues está completamente paralizado del cuello hacia abajo. Por eso tiene que estar conectado a un tubo de oxígeno, aunque no de forma permanente. Con unos ojos que se agrandan al hablar, me cuenta que se crio con sus abuelos en Teloloapan, Guerrero: “cultivábamos maíz, calabaza, frijol y amate”. Cuenta que allá cursó la primaria y que, por referencia al apellido Montes de Oca, los compañeros le llamaban El Niño Héroe. Y ríe: la risa está en sus ojos, que se encharcan. (Si los demás usamos todo el cuerpo para expresarnos, Santiago vuelca la totalidad de cada emoción hacia sus ojos.) A los 13 años cruzó la frontera con otras seis personas a altas horas de la noche. “Era fun esconderse entre los arbustos cuando llegaba el mosco con sus luces, de pronto yo quería que me agarraran, ver qué se sentía que te agarraran”. Pero no lo agarraron. Amaneció en la casa del coyote muy cerca de San Diego. Ya en Chicago, vivió y trabajó en el área de Lakeview, primero lavando los pisos y los baños de un restaurante de la Halsted y después como lavaplatos. Recién cumplidos sus 19 años, caminaba por un callejón paralelo a la avenida Addison cuando de repente sintió un metal frío en lo alto de la espalda. Supo que detrás de ese metal había alguien y llegó a sentir el peligro. “Alcancé a decirle wait for me, pero estas palabras sólo sonaron en mi cabeza. Fue como cuando se va apagando un foco o como cuando uno se va hundiendo en el
Tocan la puerta. Dos enfermeros vienen a revisar los aparatos que usa Santiago. Piden permiso y corren la cortina que rodea su cama. Yo volteo hacia el espacio de Artemio para seguir con el tema del Oak Forest Hospital. Desde el 10 de enero de 2007, cuando les avisaron que se tenían que ir, Artemio ha representado a los pacientes hispanos y muy en específico a los indocumentados. Le lanzo una pregunta: ¿de dónde surgió la idea de expulsarlos? —La administración del Cook County dijo que había un déficit de 500 millones de dólares por problemas no resueltos en varios años. Ellos mismos no saben a ciencia cierta qué pasó. Pero necesitaban culpables. Nosotros estábamos pagando las consecuencias de sus errores. El 23 de enero de 2007 fuimos a un hearing. Estaban todos los representantes del Oak Forest y los comisionados del Cook County. Vimos que había un grupo de comisionados que estaba a favor de hacer un recorte del 17% al presupuesto del hospital. Y mientras fueron pasando los días, ese recorte fue creciendo hasta llegar a casi el 80%. Lo primero que cerraron fue el servicio de lavandería y de corte de pelo. Artemio se queda en silencio como para recordar la secuencia de los hechos. A finales del mismo mes de enero, Horacio Esparza, activista y locutor del programa Vida Independiente, formó un comité ad hoc para defender a los 220 pacientes de la sección long-term care. El comisionado Roberto Maldonado (sin duda, el político que mejor ha entendido el problema de los discapacitados) fungió como representante del mismo y Artemio representó a los pacientes latinos. Le pregunto si durante esos encuentros los administradores del Departamento de Salud les ofrecieron alguna solución alternativa. —Mira, cuando en Chicago empezaron aquellas marchas de 2006 para pedir la reforma migratoria, la gente se dio cuenta que los inmigrantes éramos tantos. Eso no gustó. Lo mismo sucedió en el Oak Forest. Fue en ese tiempo que “empezaron a descubrir” que de los 220 pacientes de la sección long-term care, 30 eran indocumentados. No todos mexicanos. Había polacos, centroamericanos y de la India. La situación de nosotros era doblemente crítica como indocumentados y como discapacitados. A mí me preguntaban: “¿a poco en México no hay un hospital como éste?” Yo les respondía que lo que nos pasó, pasó aquí. Y les explicaba que había sido víctima de un crimen, un crimen ni siquiera dirigido a mí, que yo era como cualquier otro paciente que necesitaba de ese lugar. Fundado en 1918, el Oak Forest Hospital ocupa un área de 340 acres y tiene capacidad para albergar hasta 1500 pacientes. Hasta mediados de los años cuarenta, era el hospital en que la sociedad de Chicago “exiliaba” a sus enfermos mentales; las condiciones de higiene dejaban mucho que desear. Ya con el desarrollo de los suburbios, que tomó fuerza en los cincuenta, el Oak Forest Hospital fue adquiriendo una mejor reputación. Fue uno de los primeros centros médicos del área de Chicago en ofrecer servicios de respiración artificial y de cuidado permanente a los pacientes con enfermedades crónicas que no pueden valerse por sí mismos.
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Página anterior y ésta: Artemio García y sus últimas pinturas
Esto cambió desde ese 10 de enero de 2007. Hoy todavía se mantienen abiertas las áreas de cuidado intensivo y de emergencias, pero en general el enorme complejo médico parece un edificio fantasma. Le pregunto a Artemio cuál fue el momento más crítico de la lucha que enfrentaron. —Lo más fuerte que llegamos a escuchar vino de Bob Simon, director del Departamento de Salud del Cook County. Nos dijo que nos iba a mandar a México. Para él, ésa era la única solución: pagarnos un ticket y subirnos en un avión. No le importó que algunos pacientes no fueran mentalmente independientes y otros más cuadrapléjicos. Llegó a decir que el gobierno de México se tenía que encargar de “esa gente”. Esto pasó en mayo. El comisionado Maldonado entonces fue a decirle que teníamos derechos, aunque fuéramos handicapped. Otros pacientes y yo también reaccionamos. ¿Por qué de pronto les interesaba nuestro estatus legal? En el hearing de enero les había dicho a los comisionados que el Oak Forest era un hospital público que se corría con el dinero de los taxes, incluyendo los muchos taxes que pagan los inmigrantes; ahora les repetí que no era tan fácil eso de mandarnos a nuestro país porque casi todos somos de lugares rurales donde ni siquiera puede andar una silla de ruedas… Los enfermeros que atendían a Santiago abren las cortinas y salen del cuarto con la misma discreción. Pareciera que las balas se vuelven caprichosas al infligir sus daños. Tanto Santiago como Artemio recibieron impactos de bala en la parte alta de la espalda. El impacto afectó la sensación corporal de un modo distinto: Santiago está paralizado y sólo siente del cuello a la cabeza; Artemio también está paralizado pero su cuerpo entero siente. Vuelvo al tema del Oak Forest. Le pregunto a Artemio que si los ataques sólo vinieron del Departamento de Salud y de los comisionados del Condado Cook. —No solamente. Algunas enfermeras de pronto querían que nos fuéramos a México. No nos lo decían en nuestra cara pero sí entre ellas. Y algunos pacientes anglos nos llegaron a decir que lo que estaba pasando era culpa nuestra. No tomaban en cuenta que yo tenía ya 14 años en el Oak Forest, y que otros tenían más de 17 años. Entonces ¿cuándo surgió la alternativa de las dos clínicas? —Ya en junio Bob Simon se retractó de lo que había dicho y mandó una carta pidiendo disculpas. Horacio Esparza y el comisionado Maldonado fueron a hablar con él para ver qué proponía. Parecía que el Cook County iba a contratar los servicios de un par de clínicas. Pero ante la incertidumbre, a finales de ese mismo mes tuvimos una conferencia de prensa enfrente del hospital y bloqueamos con nuestras sillas el Highway 159. Llegó la policía local, pero no arrestó a nadie. También llegaron cinco canales de televisión; era lo que queríamos. En cosa de días nos avisaron que había una clínica en Bel Heaven y otra en el suroeste de Chicago. Yo simplemente miré en cuál de las dos había los servicios que las personas cuadrapléjicas necesitamos. Entonces les dije a los pacientes indocumentados que adónde se querían ir… Mi amigo Alfonso se fue para la otra clínica… 17 pacientes nos vinimos para acá.
Artemio habla con un tono lineal: no se altera. Al parecer, ha sabido procesar el dolor y los obstáculos acumulados desde la noche de aquel 15 de septiembre de 1991, cuando recibió dos impactos de bala en el barrio de La Villita. A través de la ventana, Artemio mira de nuevo los negocios de la Harlem: el mismo McDonald’s, el mismo supermercado, la misma farmacia. Y dentro del cuarto 511, las mismas paredes. Es como si la realidad a veces se detuviera y los pensamientos no dejaran de fluir. Aprender a lidiar con esos pensamientos es lo que ha logrado. Acaso por eso no dejan de buscarlo los demás pacientes. Artemio García es realmente una presencia en el Midway Neurological Clinic. —Estamos acá desde el 4 de septiembre. Es una clínica privada. Esta y la de Bel Heaven tienen un contrato por tres años con el Condado de Cook. Termina en diciembre de 2010. Después de esta fecha no sabemos qué va a pasar con los pacientes indocumentados. Sólo espero que de aquí a diciembre de 2010 se apruebe una nueva reforma migratoria. Desde su silla, Santiago se ve listo para continuar la conversación. Le pregunto que cómo se le ocurrió tomar el pincel. Da un sorbo al tubito del agua y sólo me responde que es alumno de Artemio. En la pared, junto a un Cristo y varias postales, se halla su segunda pintura al óleo: una playa, dos árboles, el cielo azul, todo en un primer plano. —Allá en el Oak Forest —me dice Artemio— sí teníamos un espacio para pintar. Había computadoras y una biblioteca. Aquí hay un lugar pero lo ocupan para diferentes cosas. Nos dan cierto tiempo, algo limitado. Pero ya nos dijeron que van a abrir un lugar. Ojalá, porque es parte de la terapia. Por último, surge mi curiosidad por el futuro del Oak Forest Hospital. Me dice Artemio: —En 1992, cuando yo llegué allí, había casi 1300 pacientes. Ahora hay menos de 100; son los últimos. Se cree que lo van a reabrir para dar servicios a los veteranos, a la gente que regresa de la guerra. Raúl Dorantes: Autor de Y nos vinimos de mojados.
Foto: Luis Soto
Fotos: Luis Soto
La situación de nosotros era doblemente crítica como indocumentados y como discapacitados. A mí me preguntaban: “¿a poco en México no hay un hospital como éste?” Yo les respondía que lo que nos pasó, pasó aquí.
Detalles de la obra Sin título, de Santiago Montes de Oca contratiempo
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De las cenizas Kari Lydersen Alfonso “Piloto” Nieves estaba en la fiesta de cumpleaños de un amigo —fiesta que seguía en pleno auge a las cuatro de la mañana justo el día antes de la Nochebuena—cuando recibió una llamada de Omar Magaña. Magaña es dueño del edificio en La Villita donde Nieves alquilaba un estudio. Le dijo que el edificio ardía en llamas. No era nada raro que lo llamara Magaña a esas horas, puesto que son buenos amigos. Así que Nieves supuso que se trataba de una broma; y con ganas de regresar a la fiesta, colgó el celular sin pensarlo dos veces. No fue hasta unos minutos después, cuando recibió otra llamada de alguien que vivía cerca del edificio, que se dio cuenta de que la situación iba en serio. Aunque Nieves no vivía en el estudio de la 2214 S. Sacramento, pasaba largas horas allí creando sus características esculturas apocalípticas hechas de arcilla, objetos desechados y residuos industriales, y almacenaba allí también algunas de sus obras terminadas. Otros siete artistas —fotógrafos, pintores, escritores y músicos— vivían en el amplio edificio de cuatro pisos; y Expresiones Artísticas, colectivo que tenía programado inaugurar su primera exposición el 17 de enero, tenía su sede allí también. “Somos una verdadera comunidad,” explica Nieves. “Si sentías el aroma de comida, nada más ibas y tocabas a la puerta del que estuviera cocinando. Si necesitabas una cerveza, buscabas una en el refri de alguien. Era como una familia...” Como la mayoría de su familia está en México, esos detalles significaban mucho para Nieves. Después de esa segunda llamada, él y Marco Téllez —residente del edificio que también estaba en la fiesta— salieron al frío de la calle rumbo a La Villita. Mientras iban pasando las taquerías y las tiendas cerradas de la Cermak, podían ver la humareda y las llamas que salían de su cuadra. Ya cuando se acercaron, vieron algo peor: los bomberos lanzaban chorros de agua desde sus escaleras de rescate encima del techo de edificio, que ya se iba desintegrando. Debido a que la calle estaba bloqueada, dieron vueltas hasta que se pudieron estacionar. Luego corrieron hacia la Sacramento. Temblaban del frío y miraban ensimismados el incendio. Las fotógrafas Cheryl Tomlin y Paola Valera, así como el pintor Gustavo Pérez, estaban desolados pues era evidente que habían perdido gran parte de su obra y de sus materiales. Angela Anderson —organizadora de Expresiones Artísticas— dormía cuando empezó el incendio. Se despertó con el sonido de las alarmas y de las piedras que tiraban los vecinos en las ventanas. La policía había derrumbado la puerta poco tiempo antes de que llegaran los bomberos; todos salieron ilesos del edificio. Nieves dice que del shock pasó al alivio cuando vio que sus amigos estaban fuera de peligro. “Una vez que los vi, me empecé a reír. Mi mundo entero se había volcado patas arriba en un instante: mi trabajo de los últimos siete años se quemaba. ¿Qué más podía hacer sino reír?”
De algún modo, el fuego era un buen final para las esculturas de Nieves, que tienen como tema la muerte y la destrucción. Aunque es relativamente joven, ha vivido fascinado por lo tenebroso y el mal. Creció en la ciudad de Querétaro, donde a la edad de nueve años empezó a jugar fútbol americano. Ya como estudiante de la Universidad Autónoma de Querétaro siguió practicando este deporte, y fue el entrenador del equipo que lo llegó a apodar “Poncho Piloto” (en referencia a Poncio Pilatos). Cuando no estaba jugando, Nieves cantaba con un grupo de heavy metal que se llamaba Ruinas Malditas. Aunque no sabía tocar ningún instrumento, sí podía gritar, y le encantaba el estilo de vida del rock. El grupo era parte del underground y tocaban en naves abandonadas, clubes y festivales al aire libre. Pero en 1997, durante un concierto, Nieves se lanzó del escenario y se lastimó el oído, terminando de esta manera su carrera de fútbol. “Después de que me lastimé, sentí que no me quedaba nada en México.” Ese mismo año vino a Estados Unidos de gira con Ruinas Malditas. Se encontró con sus tíos en Chicago; y al sentir que había más oportunidades aquí, decidió quedarse. La novedad
precisamente algunos de esos artistas que expusieron en Las Palmas los que llegaron a formar Expresiones Artísticas en 2004. En estos últimos años, Nieves ha seguido puliendo su técnica: crea figuras humanas en diversos estados de dolor, desesperación y terror causados por la destrucción ambiental y el deterioro urbano. Su reputación ha crecido, y recientemente ganó el segundo lugar en un concurso nacional de arte patrocinado por Red Bull; en su obra, hecha de latas vacías, vemos a un toro saliendo de un torso humano. Nieves fue también seleccionado para participar en la exposición Chupacabras!, que se inauguró el mes pasado en el Museo Nacional de Arte Mexicano. Ya estaba por terminar su contribución a la muestra —llamada Illegal Alien, y que mostraba un casco de construcción blanco sobre una mandíbula metálica y dientes sonrientes hechos de piedrecitas compradas en una tienda de dólar— cuando el fuego acabó con todo lo que había en su estudio. En total 30 obras. Unos días después del incendio, Nieves recorrió los pasillos calcinados del edificio. Recogió algunos desechos (un balde medio derretido, tuberías quemadas, maderas casi convertidas en carbón) para armar su primera obra posterior al fuego, que será parte de la fiesta de recaudación de fondos. Nieves prepara esta obra en el basement de la casa de sus tíos. En el centro, un ángel abatido con alas hechas de mandíbula de chivo. De las orejas sale una rueda metálica con esqueletos que gimen. Como muchas de sus obras, ésta también representa la destrucción y la muerte, pero también representan el ciclo de vida y renacimiento. Nieves recuerda que la noche antes del incendio él y Téllez fueron a ver una obra teatral que trataba de la gente que busca en los basureros en la época de Navidad. “Uno se pone nostálgico en Navidad, y te hace falta México y tu familia,” dice Nieves. “Veíamos la obra y decíamos, ‘Mierda, mira qué mal se sienten estos tipos’. Y al día siguiente esos tipos éramos nosotros.” Este texto fue publicado originalmente en el Chicago Reader. Lo reproducimos con permiso de la autora.
El fuego destruyó un edificio de artistas de La Villita, pero no la comunidad que albergaba.
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inicial de este nuevo entorno se disolvió en la realidad de la dura vida que espera al inmigrante que habla poco inglés. Nieves cayó en la depresión y sintió que necesitaba otra forma de expresarse. Caminaba un día debajo de la autopista y se sintió conmovido al ver las alas de unos gorriones muertos a la vez que otros volaban sobre ellos. “Sentí algo muy raro”, recuerda. “simplemente los recogí, fui a casa e hice una escultura.” Su padre y su abuelo habían sido artistas, así que no le resultó difícil cierta atracción hacia la plástica. En aquel tiempo, Nieves estudiaba inglés en el Lakeview Learning Center. Uno de los profesores, al notar su interés, lo invitó a que pintara un mural en la escuela. Nieves se dedicó con tesón a la tarea; tenía algo que expresar. El mural mostraba la figura de Cristo con un par de balanzas en la mano. En una se balanceaban una calavera y un avión bombardero; en la otra se veía una pareja abrazada y un fajo de dinero. El mural provocó reacciones dispares: algunos estudiantes y profesores lo consideraron ofensivo; otros, impactante. El mural permaneció allí por casi seis años. Poco después comenzó a estudiar cerámica en el Truman College. Animado por su profesor, José García, empezó a experimentar con la escultura; para eso tuvo que aprender soldadura y otras técnicas de sus amigos artistas. Para ganarse la vida, trabajó como mesero, cocinero, entrenador de fútbol y maestro de arte en programas extraescolares. Después de una serie de odiados trabajos en restaurantes, terminó en Las Palmas, restaurante mexicano que está muy de moda en Wicker Park. Uno de sus trabajos en metal —un dragón serpenteante— todavía adorna el interior de dicho restaurante. Ahí también ayudó a organizar exposiciones, que se tornaban en fiestas de largo aliento. Fueron
Kari Lydersen: Periodista independiente. Traducción: Moira Pujols
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Francisco González Crussí y La fábrica del cuerpo Jochy Herrera En su más reciente libro en español el destacado anatomopatólogo mexicano Francisco González Crussí analiza, con la minuciocidad característica de su oficio, la evolución histórica, antropológica y cultural del cuerpo humano. El ensayo de 150 páginas titulado La fábrica del cuerpo, publicado en la colección “Cuadernos de Quirón”, parte de la premisa de que hoy el cuerpo es una “fábrica”, una máquina que contiene la esencia del hombre: células, órganos y esqueleto, aunque, sin embargo, una fábrica a la que la modernidad y la ciencia le han arrebatado el espíritu, ese otro componente que le humaniza. La figura del centauro Quirón es explícita y oportunamente escogida para dar título a la colección iniciada con esta obra. De acuerdo a la mitología, Quirón fue no sólo un prestigioso médico de la escuela de Asclepio, sino también un honorable paciente quien tras ser herido por el gran Hércules, en un acto de eutanasia primitiva, prefiere escoger su mortalidad a la perpetuación del sufrimiento físico. González Crussí no solamente es un reconocido autor de textos relacionados con su profesión y colaborador de revistas médicas y Profesor de Patología de la Universidad Northwestern en Chicago, sino también un prolijo ensayista que ha sabido aprovechar el privilegio de su profesión para crear, es decir, para hacer literatura. Sus ensayos han sido antologados en nueve libros en inglés y castellano; uno de los más conocidos, Notes of an Anatomist, fue premiado por la Society of Midland Authors. El más reciente, A short history of Medicine, Random House 2007, acaba de publicarse hace apenas unos meses. Entender el cuerpo a través de la historia Nuestros antepasados homo sapiens, tras erguirse y convertirse en bípedos, parecieron tomar conciencia a través de su cuerpo, ya que el caminar les brindó la oportunidad de emprender la búsqueda de su destino. Esta idea quedó claramente evidenciada en el arte rupestre, que ilustra, más que nada, la interacción del hombre primitivo con su entorno. Siglos después, los griegos consideraron la belleza corporal como parte esencial del existir, ya que provee el equilibrio entre el ser y el saber; de hecho, la primera educación que los jóvenes helénicos recibían era la referente al uso del cuerpo, algo nada sorprendente en vista de que toda su mitología giraba en torno a éste. Con la llegada del Renacimiento el hombre mide y construye su mundo a partir del cuerpo y el cuerpo es la medida de todo lo existente. En “El hombre de Viturbio” Leonardo da Vinci se inspira en el texto De Architectura, escrito en el siglo I antes de nuestra era, y muestra la visión del ser humano como centro del Universo: las partes corporales, en concreto el ombligo y los genitales, demarcan “la proporción áurea” y su relación con la naturaleza. Las artes y la filosofía renacentistas dotan así al cuerpo de emociones, sean éstas de índole romántica, ilustrativas del dolor padecido por la humanidad o recordatorio del dominio divino. Hasta el Renacimiento temprano, el conocimiento médico se había basado en el empirismo teórico heredado de Galeno e Hipócrates quienes desarrollaron sus planteamientos mediante el estudio de órganos de
animales, ya que nunca exploraron el cuerpo humano. La sociedad grecoromana, que se oponía a la disección, imposibilitaba a sus filósofos y médicos la cercanía al cuerpo humano y su estudio. Tras las conquistas de Alejandro Magno, la dinastía egipcia de Ptolomeo estaba decidida a hacer de Alejandría el verdadero “cuartel general” del conocimiento. Así, siguiendo los preceptos aristotélicos de que el estudio del cuerpo únicamente era posible mientras el sujeto vivía, autoriza a Eristrato y a Herófilo a conducir no sólo autopsias en los muertos sino también a realizar prácticas en los desdichados reos condenados a muerte quienes eran literalmente desollados en carne viva en pos de la verdad científica. Y el resto es conocido: tras la caída del Imperio Romano, las ciencias médicas sufren un estancamiento que se extendió por más de un milenio, en parte como consecuencia de la oposición a la exploración del cadáver que predominó en diferentes civilizaciones. No fue sino hasta los albores del siglo XIII cuando se autorizaron de nuevo las autopsias, circunstancia que permitió a la Universidad de Padua convertirse en pionera del avance de la anatomía en toda Europa. La revolución del cuerpo Fue necesario que apareciera un tratado fundamental, De humani corporis fabrica libri septem, para que la medicina sufriese una primera gran revolución. Su autor, el belga Andrés Vesalio lo publica en 1543 cuando apenas contaba con 28 años de edad. En dicho tratado, Vesalio detalla la anatomía humana con un estilo narrativo que se apoya en poderosas imágenes, en las antípodas de la errónea enseñanza tradicional. La fábrica del cuerpo, de González Crussí, parte del texto de Vesalio y nos pasea a través de la historia informando al lector de los rumbos que la interpretación del cuerpo humano ha tomado. Se trata de una obra de evidente índole médica, mas no es un texto de medicina. Así lo deja implícito el Secretario de salud mexicano en sus palabras introductorias donde el funcionario, a mi parecer, está en lo justo al establecer que la literatura es uno de esos fenómenos que acercan el médico al paciente o viceversa. En el terreno común de las palabras, afirma, ambos protagonistas comparten la celda de dolor que atrapa el enfermo y la torre de marfil en que reside la figura portentosa del médico moderno. Esta suerte de llamado de alerta a dicha profesión es precisamente el punto clave del libro: una invitación al reencuentro del cuerpo como sostén del individuo en su globalidad a partir del conocimiento de los componentes de su fábrica, sean éstos las más complejas partículas celulares del ADN o la simple anatomía muscular; un encuentro donde el profesional de la salud rescate la “humanidad” de su ejercicio. Ya se ha dicho que la división impuesta por el planteamiento cartesiano, cogito ergo sum (pienso luego soy), separó la concepción del mundo y de las cosas en lo pensante y el resto. La práctica médica no se libró de tal ruptura al permitir el desarrollo del abismo que la tecnología moderna ha establecido entre el enfermo y el médico. González Crussí se pregunta si al ver el cuerpo de un hombre, ¿vemos un cuerpo o vemos
un hombre?. “La obvia respuesta es, en palabras de Ortega y Gasset, que el hombre no es sólo cuerpo, sino que atrás del cuerpo hay una psique, un espíritu o conciencia, o como se llame lo que antes se decía alma”. El proceso en que esta obra se embarca, entre anécdotas y anécdotas, entre páginas y páginas que arman el engranaje de la historia del cuerpo, pudiera bien definirse como “El descubrimiento del ser”. Y en dicho viaje González Crussí ha desafiado al lector virgen a adentrarse en los vericuetos del teatro anatómico, en los asuntos de la patología y en las inquietudes o meditaciones que el escenario de la muerte, tradicionalmente estereotipado como tétrico u mórbido, podría facilitarnos en pos de una mejor comprensión de nuestro ser y de un ejercicio médico más justo.
Ilustración de “De humani coporis fabrica”, Andres Vesalio
Jochy Herrera. Dominicano, miembro de la mesa directiva de contratiempo.
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Nada nuevo bajo el sol: El son remix del nuevo milenio Catalina María Jonhson Tuve la fortuna de participar recientemente en un taller organizado por la Orquesta Sinfónica de Chicago, que se llevó a cabo en una secundaria del sur de la ciudad. Participaron doce estudiantes de unos dieciséis años de edad, sentados en sillas plegadizas, alrededor de una pequeña mesa en un salón enorme. Algo tiesos y sentados muy formalmente, escuchaban con reservada atención la presentación de dos músicos y del compositor Osvaldo Golijov, creador de la ópera flamenca Ainadamar. Antes del taller, me había comentado uno de los estudiantes, Malcom Smith, que nunca había presenciado una ópera, y me confesó, dando como ejemplo un alarido en falsetto de ¡aaaaaaaaah!, que eso era lo único que sabía del género, pues era lo que había visto en televisión. Sin embargo, a Malcolm le entusiasmaba la posibilidad de ver cómo se creaban “beats” en la computadora, algo que le habían prometido como parte del taller. Y efectivamente, en la mesa había una computadora portátil y Jeremy Flower —artista norteamericano cuyo instrumento es la laptop— les pedía a los estudiantes que crearan algún tipo de sonido. En el gran salón no había mucha disposición para hacer ruido. Poco a poco los estudiantes se animaron. Hacían clic con la lengua, pataleaban y deslizaban los tenis para que se oyeran el zapateo y rechinar sobre el piso, emitían uno que otro grito y se reían. Flower grabó los diversos sonidos en la computadora —incluyendo las risas— y luego los organizó en una secuencia de sorprendente eufonía, alterándolos un poco en loop. Después, el percusionista venezolano Gonzalo Grau, también con gran maestría, recogía los ritmos y los incorporaba en golpes de percusión aflamencados. En un momento mágico, nació una pequeña pieza musical. El cuarto vacío y doce estudiantes sentados en sillas plegadizas se habían convertido en una orquesta. Más o menos por el estilo (mantenidas las debidas proporciones) se armaron ciertas secuencias de Ainadamar, que fue presentada por Chicago Symphony Orchestra el mes pasado, hecho que a pesar de la acogida entusiasta del público, en ciertos ámbitos ha causado gran consternación. Algunos críticos despotrican en sus blogs contra la infame herejía de darle estatus de instrumento a la computadora, y encima, reclaman, el compositor incorpora improvisación, looping, remix y sampling en la obra (hay un momento en el cual Flower graba la orquesta en vivo, le hace sampling y altera el sonido para crear la sensación de que la orquesta ha sido sumergida en agua, en referencia a la muerte de Lorca junto al pozo antiguo llamado la Fuente de Lágrimas, en árabe “Ainadamar”). Por lo tanto —se quejan algunos críticos— queda destruida la noción de lo que es original y lo que es un acto de creación. Al leer los comentarios de esta índole casi se escucha el hondo y sacudido sorbo de aire con el que la nariz del crítico se frunce y se eleva en alto. Supongo que algunos críticos también temen que, Dios nos libre, a alguien se le ocurra reemplazar todos los instrumentos de la orquesta con computadoras. (Demasiado tarde.
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Ya existe el Princeton Laptop Orchestra, mejor conocido como PLOrk, y vienen a Chicago el 5 de abril). En el ámbito de la música contemporánea, las artes plásticas y hasta la danza, a nadie le molesta la idea del remix. La mezcla como práctica de producción cultural nació con la música en las décadas de los sesenta y setenta, pero es la llegada de Internet, con su digitalización de los contenidos y su exuberancia informativa, lo que inicia el imperio del remix como práctica creativa. El artista e historiador salvadoreño Eduardo Navas define lo que es el remix: “…. es un segundo mix de algo preexistente, y el material que es remixeado por segunda vez necesita ser reconocido; de lo contrario la obra podría ser entendida como algo nuevo, sería plagio. Sin una historia, el remix no puede ser Remix.” En el remix, tanto el material original como la habilidad para referirse al mismo, al igual que el creador, cobran una importancia vital. Hay discos compactos enteros que son remix de la misma canción, por ejemplo, el de “El Burrito” de los Tucanes de Tijuana, con varias versiones que incluyen las excelentes y muy diferentes de DJ Dolores, de Brasil, y de Camilo Lara, del Mexican Institute of Sound. El Cholo Soy Project, del peruano Jaime Cuadra, incorpora en el remix electrónico del vals criollo no sólo grabaciones anteriores, sino que sacó de sus más de 40 años de jubilación al maestro Luis Abanto Morales, de 82 años de edad, para incorporarlo en vivo, cantando su famosa composición, “Cholo soy y no me compadezcas”. Los DJ´s de Zizek Urban Beats de Buenos Aires —que por cierto se presentan en Sonotheque, aquí en Chicago el 21 de marzo— crean composiciones en las que destruyen y reconstruyen las cumbias del Pacífico colombiano de Petrona Martínez, de 69 años de edad. Después de analizar con gran alegría el resultado de su propia participación en la composición musical, los jóvenes de Calumet High escucharon varios ejemplos de la obra de Ainadamar. En el preludio se escuchan los cascos de los caballos en pasos lentos, galopes, trotes, sobre diferentes suelos, algunos duros, o húmedos, o blandos, acompañados de sonidos de
bridas y el rechinar y la agitada respiración de los caballos. Mezclados por Flower, estos son los ritmos recogidos por Grau para crear la percusión que maravillosamente hace transición a la orquesta. Los estudiantes escuchaban ahora con gran atención. Les intrigaban los sonidos y preguntaron “por qué había tanto caballo”. El compositor y los músicos respondieron con una descripción de la vida y muerte de Lorca, y su enorme conciencia de libertad que tanto parecieran temer los dictadores. Explicaron que el sonido de caballos era una referencia a dos elementos: Primero, la importancia del caballo como símbolo y objeto en la obra del poeta, presente por ejemplo, en el Romancero Gitano y Bodas de Sangre. Segundo, dijeron que era una referencia al caballo como símbolo de España, utilizado, por ejemplo, por Picasso en el cuadro de Guernica, en el que se ve un caballo en agonía, con el cuello torcido y quebrado por el fascismo y la Guerra Civil. En ese instante, la distancia entre doce estudiantes en el Chicago del 2008 y el poeta Lorca en la Granada de 1936 quedó abolida con el puente de la música. Los estudiantes no solo se habían regodeado de las infinitas posibilidades de la creación digital, sino que la referencia remix del caballo sirvió para transportarles al mundo de Lorca, recordado en el contexto de hoy —el de otras guerras civiles, y otros dictadores—, un presente que encuentra su pasado, lo que nos ofrece la esperanza de que podamos aprender sus lecciones y evitar sus errores. En el son remix de este milenio, todo es nuevo bajo el sol. Más información sobre los conciertos citados: Zizek Urban Beats Club: http://www.whatsupbuenosaires.com/zizek_north_american_tour Princeton Laptop Orchestra: http://plork.cs.princeton.edu/ Catalina María Johnson, Ph.D. es locutora y productora de programas de música latina para estaciones de radio pública. www.beat-latino.com
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El legado de Andy Palacio (1960-2008) Embajador musical del pueblo garífuna de Centroamérica Guillermo Anderson
Durante el transcurso del año 2007, Andy Palacio, nacido en Belice y embajador musical del pueblo garífuna de Centroamérica, parecía cumplir con una misión de vida antes de despedirse; la de sembrar la semilla musical de una cultura centroamericana desconocida en esa escena que hoy llaman “Músicas del Mundo”. Pocos meses antes de fallecer, Andy fue celebrado en la feria más grande de ese género; la World Music Expo, en Sevilla, España, como artista del año y su productor Iván Durán del sello Stone Tree Records, con el CD de Andy, Watina (Stone Tree), como productor del mejor disco de dicho género del 2007. El 19 de Enero del presente año, escuchábamos incrédulos la noticia de su fallecimiento a los 47 años a causa de un ataque cardíaco. Sobre el pueblo y la cultura garífuna se sabe poco. La historia reciente de Centroamérica no registra a los garífunas durante la guerra fría. No fueron motivo de noticias importantes como lo fueron los pueblos indígenas de Guatemala y el pueblo Misquito de Honduras y Nicaragua. La historia del pueblo garífuna comienza en la Isla de San Vicente, Islas Granadinas, donde en los siglos XVI y XVII los arauacos permitieron que convivieran con ellos primero algunos esclavos escapados de las islas cercanas y después en 1635 los esclavos africanos naufragados de dos barcos que iban rumbo a Brasil. Este encuentro de arauacos con africanos resultó en una fusión cultural muy particular, con características de las dos culturas. La isla pasó del control francés al inglés. Estos, últimos, después de una larga y sangrienta batalla contra los garífunas los expulsaron de la isla; En 1779 poco más de cinco mil garífunas entre mujeres hombres y niños fueron puestos en barcos y llevados a la Isla de Roatán frente a las costas de Honduras, donde abandonados a su suerte fundaron la comunidad de Punta Gorda, la primera comunidad garífuna en Centroamérica. Desde allí envían expediciones para luego establecer comunidades en las costas de Nicaragua, Honduras -donde está la mayor población-, Guatemala y Belice. El conocimiento de su historia y una conciencia centroamericana lleva a Andy en los años ochenta a ser parte de una brigada de voluntarios que enseñaba inglés en el Atlántico de Nicaragua. Según contaba él mismo, el haber llegado a una comu-
nidad donde sólo unos pocos ancianos hablaban su lengua terminó de convencerlo que debía hacer algo con respecto a mantenerla viva. En esa misma década, el artista se convertía en pionero de lo que eventualmente se conoció como “Punta Rock”. Un esfuerzo de Andy y un grupo de músicos por revitalizar un ritmo tradicional con instrumentos electrónicos y generar en los jóvenes orgullo por su cultura. Quizás “el ritmo de punta” sea el elemento cultural garífuna mas conocido por los latinoamericanos; una banda hondureña puso en el mapa internacional de la música popular una versión comercial del ritmo con la canción “Sopa de Caracol”. Andy había realizado algunas grabaciones en su etapa de “Punta Rock”, a estas grabaciones le siguió el disco Keimon (Vamos), grabado en Cuba, donde Palacio había realizado estudios en la Escuela Nacional de Música. Keimon es un disco de valor histórico que no tuvo la resonancia merecida pero que resulta en un experimento rico en contrastes de elementos caribeños con músicos de la isla. Luego vino lo que se podría ser la colaboración más importante y productiva de su vida artística: el encuentro en 1995 con el Productor Iván Durán, fundador del sello Stone Tree Records en Belice. En la tradición casi desaparecida de los productores que se suman a la producción como un artista más, Durán se ha dedicado desde los años noventa, a realizar grabaciones de alta calidad artística y sonora, teniendo como reto constante los obstáculos y limitaciones técnicas que implica el grabar, por ejemplo, en una pequeña bodega o en una casa de una aldea caribeña. Ello ha resultado en grabaciones dignas de una música cuyo valor en su forma tradicional hasta hace poco no había sido considerada mas allá de “antropológica”. El primer CD del sello Stone Tree en que apareció Andy fue la colección Parranda Greats que reúne a los intérpretes más grandes del ritmo parranda, un ritmo más lento que la punta y a través del cual se expresan algunas de las canciones más emotivas de esa cultura. Su segunda aportación al sello, el CD Watina fue la más importante, una colección de composiciones de Andy y de temas tradicionales; la producción llamó poderosamente la atención de la escena de World Music resultando en número uno de los charts y los reconocimientos mas altos del género. Mucho antes de ser reconocido internacionalmente, su activismo cultural había convertido a Andy en una figura muy importante en su país; sus esfuerzos por preservar la cultura garífuna llevaron al gobierno de Belice a nombrarlo Diputado Administrador del Instituto Nacional de Cultura e Historia de su país y, entre otros honores, Embajador de Buena Voluntad de Belice nombrado por la UNESCO. Su legado al pueblo garífuna de Centroamérica es un renovado orgullo por su cultura. Para el mundo, una canción desde los pequeños poblados garífunas desperdigados por la costa del Caribe Centroamericano, confirman el deseo de que su cultura y su lengua sobrevivan. Más Información y CDs de Andy Palacio en www.stonetreerecords.com Guillermo Anderson: Músico hondureño. Vive en La Ceiba.
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contrafoto Esmeralda Morales
Emilio Carballido, escritor veracruzano Herlinda Ramírez-Barradas
El 11 de febrero, a los 82 años, murió en Xalapa, capital del estado de Veracruz, uno de los más grandes representantes de la literatura mexicana: el crítico, narrador, guionista y dramaturgo Emilio Carballido. Nacido en Córdoba, Veracruz, en 1925, Carballido formó parte de una generación de grandes escritores egresados de la Universidad Nacional Autónoma de México entre los que se encuentran Rosario Castellanos, Luisa Josefina Hernández y Sergio Magaña y los centroamericanos Ernesto Cardenal, Raúl González, Carlos Illescas y Augusto Monterroso. En la Universidad, Carballido siguió la carrera de maestro en letras, especializado en arte dramático y en letras inglesas. Trabajó en la Universidad Veracruzana, en Xalapa, como catedrático y como miembro del Consejo Editorial. Fue maestro de, entre otras instituciones, la Escuela de Arte Dramático del Instituto Nacional de Bellas Artes, la Universidad Veracruzana y la Universidad Nacional Autónoma de México. Como docente sobresalió por su generosidad y dedicación hacia sus alumnos —de entre los que destacan Sabina Berman, Juan Tovar y Oscar Villegas. Al hablar del teatro, Carballido decía que “aún la obra de teatro más económica tiene la obligación de ser espectacular. Es decir, hasta una obra de dos personajes es necesario que también llegue a ser un bello espectáculo que sacuda al espec-
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tador con el gesto, con la palabra directa, todo eso es muy hermoso. Todos los elementos reunidos en una obra teatral son los que sacuden a la gente, todos reunidos hacen explosión.” El impacto teatral de las obras de Carballido se sintió desde su primera puesta en escena, Rosalba y los Llaveros, que se estrenó en 1950 en el Palacio de Bellas Artes bajo la dirección del maestro Salvador Novo, a quien consideraba le debía su carrera. A partir de Rosalba y los llaveros, una de las líneas del teatro de Carballido fue retratar la hipocresía y los prejuicios de la sociedad. Para Carballido la literatura era simplemente su pasión, pero se distinguió por su entrega total al arte dramático. Obtuvo numerosos premios, entre los que se encuentra el Premio Nacional de Dramaturgia Juan Ruiz de Alarcón, que le fue otorgado en 2002 en reconocimiento a su vasta producción teatral. Entre sus obras están los títulos Felicidad, Yo también hablo de la rosa, Medusa, El relojero de Córdoba, Te juro Juana que tengo ganas..., Un pequeño día de ira y Las cartas de Mozart. Sus obras han sido representadas en países como Cuba, Chile, Argentina, Inglaterra, Alemania, Estados Unidos, España, Francia, Suiza, Bélgica, Noruega y la República Checa, en español o en traducciones a la lengua correspondiente. Dado su entusiasmo por el teatro, Carballido promovió el enriquecimiento del repertorio dramático por medio de la revista Tramoya, una de las pocas revistas especializadas en teatro, con más de treinta años de existencia. De su trabajo al frente de la publicación le complacía, sobre todo, la selección de obras —especialmente los textos inéditos que han sido traducidos al español— y la búsqueda de nuevas propuestas. En diciembre de 2005, en el homenaje a los treinta años de publica-
ción de la revista, el maestro declaró: “Me siento muy orgulloso de la revista, hemos publicado la creación completa de Manuel Eduardo de Gorostiza, pero también hay una edición sobre autores búlgaros que es excepcional; sin embargo a la revista le falta mucho que publicar. Hay que hacer varios números especiales dedicados a otros países, a otras generaciones, y cada vez hay más teatro.” En su obra, el mar fue una constante, como se plasma en Fotografía en la playa. Y precisamente cada vez pasaba más tiempo en su estado natal Veracruz, en la costa del Golfo de México. “Me encanta el mar y cuando puede se filtra entre mis obras”, dijo alguna vez, según reseñó el diario El Universal. En marzo de 2007, ya repuesto de un infarto que lo dejó parcialmente inválido, Carballido se unió en Sociedad de Convivencia con el coreógrafo Héctor Herrera, su pareja de muchos años. Escribe Carlos Monsiváis: “la acción es inteligente y valerosa, muy consecuente en quien siempre lo fue en lo artístico, lo político, lo cotidiano.” (Revista Proceso, No.1633) Los restos de Emilio Carballido reposan en el mausoleo de veracruzanos ilustres en Xalapa. El reconocido actor, Francisco Beverido, amigo del escritor, comentó que una característica significativa de Carballido fue el arraigo a sus raíces culturales. “Él viajó por muchos lugares, conoció muchas culturas y siempre regresó a Veracruz.” Emilio Carballido queda entre nosotros y su obra, igual que el mar, rumora grandeza. Herlinda Ramírez-Barradas: Profesora de la Universidad Purdue.
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Tras las huellas brumosas de Marguerite Yourcenar
Fragmento de novela Ernesto González
A falta de los senos de mi madre, los dedos de Michel se han convertido en mi primer vínculo con una piel ajena. Mi nana Barbe se convertirá en mi segundo vínculo, cuando me levante en vilo con sus brazos rollizos, me arrope con sus caricias y me llene el cuerpo de besos. Barbe, además, me regalará la primera imagen de un cuerpo femenino desnudo, al verla salir del baño con un candelabro en la mano y una toalla en la otra, para irse a secar con hermosa paciencia junto a la chimenea. Eso ocurrirá después, al empezar a descubrir mi cuerpo a través de la belleza del de Barbe, en los espacios cambiantes que dejan las sombras, en los desplazamientos imperceptibles de sus manos por sus brazos y piernas. Nunca se me ocurrió interrumpir a Barbe, como si desde mi usual escondite aprendiera los sencillos gozos femeninos provocados por las gotas que iban muriendo, por las intermitentes sombras y el silencio que iban describiendo esa muerte. Los dedos de Michel, los besos y la piel de Barbe. Una madrugada que regresaba de juerga, Michel fue a asomarse por la puerta de mi habitación a darme sus buenas noches tardías y silenciosas. Al notar mi ausencia, fue a buscarme al baño y por los corredores de la casa. No sentí sus pasos suaves que pretendían evitar, si regresaba tarde, que lo escuchara mi abuela. No sentí sus pasos o no pude sentirlos. Era uno de esos instantes, bello y atesorable, cuando Balbe se erguía ante la chimenea y daba vueltas muy lentas para que sus últimas humedades perecieran por la cercanía de las llamas. Y a mí me brindaba una perspectiva nueva, con cada giro suyo, al cambiar de posición el candelabro o al levantarse del sofá para aproximarse a la chimenea. Barbe me mostraba ángulos insólitos de su belleza, del disfrute que puede sentir una mujer consigo misma, al arrastrar lentamente y en plena soledad, gotas moribundas de agua sobre su piel. Sonriente, Michel me abrazó por detrás, en el rincón de la escalera donde me asomaba a contemplar a mi niñera. Me levantó con una expresión de complicidad, y me devolvió a mi habitación con pasos sigilosos, como si hubiéramos regresado juntos de una farra. Me colocó en el lecho, me contempló unos
segundos sonriéndome, y acentuó el gesto de complicidad colocando dos de sus grandes dedos en mis labios. Por un acuerdo tácito, nunca hablamos de esa noche, nunca la mencionamos en nuestras conversaciones íntimas. Ahora creo que los gestos de Michel eran cómplices en muchos sentidos. Me decían que atesorara el ritual femenino que había contemplado, quizás para evocarlo un día a solas, o para guardarlo como imagen artística en una memoria que él se encargaba de desbordar con belleza. Asimismo, Michel me pedía que evitara seguir mancillando las noches de Barbe. Los niños entienden y respetan los signos que reciben en la intimidad y en el silencio. Decidí, recuerdo que con cierto esfuerzo, olvidar a Barbe y a su reinado en las madrugadas de Mont-Noir, donde las humedades fenecían a gusto y las sombras conspiraban entre sí en vías de morir con el amanecer. Cuando Michel hacía un comentario de una persona, era porque un escándalo hacía imposible evitarlo. Le pedían opinión, y su contestación era cortante, incómoda, por compromiso. Los errores nunca eran individuales sino del grupo, llámese familia, sociedad, países. Política, cultura, a veces religión. Michel no podía juzgar a un individuo. Ni cuando comprobó que Barbe me llevaba al prostíbulo donde trabajaba, y me dejaba jugando y conversando con sus compañeras en el salón lleno de humo e impregnado de sexo, probablemente un par de horas. Michel
despidió a Barbe y olvidó el asunto. Ese fue mi primer sufrimiento consciente: la ausencia de Barbe, de su deslave de besos por mi cuerpo, de sus juegos y risas. De la inolvidable imagen de mujer desnuda y húmeda que se contempla y va a secarse pacientemente bajo el pobre resplandor de un candelabro. Me he enterado, hace unos meses, que se casó con un guardabosques y tuvo varios hijos. Que me escribió tres cartas. Por órdenes de mi abuela, y a espaldas de Michel, se interceptaron las palabras escritas que hubieran secado mis lágrimas primerizas, como hacía la calidez de la chimenea de Mont-Noir en la piel de mi niñera. Me he imaginado la vida de Barbe en el campo. La he viso adentrarse en el bosque que cuida su marido y caminar hacia la ribera de un río cercano. Se ha metido en el agua con pisadas lentas, no por miedo al frío ni a resbalar sino para recibir el contacto líquido con la presencia requerida. Luego de unas juguetonas brazadas, la he visto salir a secarse, caminar entre los árboles, hablarles y girar muy despacio en busca de una brisa que seque sus poros, que los roce, los palpe, que la envuelva en un abrazo permanente, como si la caricia de un hombre, de tantos hombres, jamás hubieran sido ni pudieran ser suficientes para ella. Ernesto González. Escritor cubano. Radica en Chicago y trabaja como traductor en el periódico Hoy.
Estimado amigos de contratiempo:
entrega inmediata
Un profesor de francés visita Mount Desert, la hermosa isla donde vivió Marguerite Yourcenar en Maine por cuarenta años, y la ocasión es propicia para rememorar la conexión tan extraña como real que lo ató a la escritora, a quien sin embargo jamás conoció. La Yourcenar, por su parte, retorna para relatarnos primordiales etapas de su existencia. La voz de la escritora clama con urgencia por una real interacción humana, por la activa incorporación del otro, que es una extensión del sí mismo, por la restitución de lo sagrado en nuestro diario vivir.
Esta semana fui a ver Taxi to the Dark Side, un documental que me generó más preocupación que cualquier otro que haya visto en mucho tiempo. El documental, que obtuvo el premio en su categoría tanto en el Festival Internacional de Cine de Chicago como en la reciente entrega de los Oscares, trata de la detención, abuso y matanza de un taxista de Afganistán a manos del Ejército estadounidense. Nunca le dijeron por qué fue detenido, nunca tuvo representación legal ni la oportunidad de pasar por un proceso judicial. Y nunca encontraron pruebas que lo ligaran con el Talibán o con Al Qaeda. El documental nos cuenta tanto la historia del taxista como la historia del personal militar que participó en las sesiones de tortura. También muestra la terca ambigüedad de los encargados de la política sobre cuáles son las tácticas que se deben usar en la “guerra contra el terrorismo”. Los políticos sometieron a los interrogadores a mucha presión con la idea de producir resultados. El documental conecta con gran habilidad narrativa la historia del taxista afgano con todo el debate actual sobre la tortura: ¿debemos o no debemos aceptar el llamado waterboarding? Esta tortura consiste en introducir agua por la boca del prisionero en tales cantidades que llega a tener la sensación de estarse ahogando, esto sin rebasar el punto que puede poner en peligro su vida. El vicepresidente Dick Cheney es el protagonista del uso de la tortura en nuestros días y en particular de la técnica ya mencionada. Es un debate que me perturba porque no acepto ni siquiera la posibilidad de que se legalice la tortura como método de interrogación. Un oficial del FBI presenta en el documental una alternativa moralmente aceptable y al mismo tiempo eficaz: en vez de ofrecer dinero a los afganos por denunciar al vecino, por qué no ofrecer protección y hasta cambio de identidad a quien se crea que tiene información valiosa. El oficial del FBI dice que hemos perdido la paciencia, que sólo nos ha quedado la arrogancia y la avaricia. Taxi to the Dark Side debe verse en grupo y llamar a la reflexión sobre la necesidad de poner fin a este deplorable fenómeno que no representa lo que quiere la mayoría de los que vivimos aquí. Miedo a estas visiones tuve, pero luego que he mirado a estotras, mucho más les tengo. -Calderón María Roche
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Conferencia/Convención del Medio Oeste en Defensa del Inmigrante 8 y 9 de marzo del 2008 Sábado 8 de 10 am a 5:30 pm Domingo 9 de 10 am a 3:00 pm Casa Michoacán, 1638 S. Blue Island Ave. y lugares aledaños: Biblioteca Rudy Lozano, Radio Arte, y Yollotecalli Hall. Inscripción: sábado 8 y domingo 9 de marzo desde las 9:30 AM en la Casa Michoacán, o envía un email a orl_sep@yahoo.com, con “Registración 8 y 9 de Marzo” como título. ¡2 AÑOS DE LUCHA Y VAMOS POR EL TERCERO! Para más información llama al 1-888-DIGNIDAD (1-888-344-6432)