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Encierro

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En la pandemia

En la pandemia

Roger Santiváñez

Y entonces miro las aguas parpadeantes, los charcos en el jardín, residuos de la lluvia de ayer que me dejó mojado, con ganas de perderme en la vastedad del universo fugaz donde tú quizá me aguardas para darme el beso del amor por el que tal vez muera, como una canción que se adormece en tus labios y me saca del encierro en que me encuentro, solo contigo en la oscuridad de una luz foránea, invisible a los ojos desnudos, en la aproximación de la ternura más sexy por ti conseguida, bañada en la purificación de los días venideros que no sabemos cuáles serán, pero podrían dibujarse en la premeditación hollada de la membrana más suave y blanda, distraída del tiempo que se consume sin ti y no se sabe para qué.

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[escrito durante el confinamiento de estos días]

Roger Santiváñez es fundador del movimiento Kloaka. Entre sus poemarios más importantes están El chico que se declaraba con la mirada (Asalto al Cielo/Editores, Lima, 1988), Symbol (Asalto al Cielo/Editores, Princeton, 1991), Cor Cordium Santiago Weksler estudió fotografía analógica en el Truman College de Chicago, donde se especializó en blanco y negro. Su trabajo ha sido publicado en diferentes revistas y diarios de Chicago: Contratiempo, Hoy, After Hours y Diálogo.

Fotografía: Santiago Weksler

Foto: Creative Commons

Los virus y el efecto manada

Federico Navarrete Linares

La primera vez que leí la frase “herd immunity”, inmunidad de manada, fue en la boca de un científico inglés que causó un escándalo al justificar así la indiferencia del gobierno inglés al visible crecimiento de la epidemia de COVID-19 a fines de marzo. Cuando las aterradoras proyecciones de muertes que provocaría esa política se hicieron públicas, el gobierno abandonó su intención de dejar al virus infectar a la población para lograr la inmunización compartida, mientras obligaba a los vulnerables a guarecerse de la enfermedad. Incluso desmintió haber pensado jamás en esta inmunización ganaderil. Paradójicamente, o no, el primer ministro de Inglaterra cayó enfermo poco después, demostrando más allá de toda duda que él sí era parte de la manada.

Y en efecto, inmunes o no, poderosos o vulnerables, todos somos una manada ahora. Una parvada (o cardumen) inconmensurable de virus nos invade y se propaga entre nosotros porque nuestros cuerpos viven cercanos unos a los otros, porque para ellos no somos más que una inmensa concentración de animales infectables. Así nos transforman en una población, no una suma de individuos, sino un ente biológico que trasciende nuestra individualidad.

Manada también han sido los gobiernos que han tenido que lidiar con el coronavirus, en fatal y predecible sucesión. Y aquí pienso en las famosos imágenes de los animales que siguen ciegamente el ejemplo de sus vecinos y congéneres, incluso para lanzarse por un precipicio, como los famosos lemmings. China tardó semanas en reconocer la gravedad del nuevo virus, pero luego implementó medidas de contención radicales y sin precedentes, forzando la cuarentena de la mayor parte

de su población; al mismo tiempo desarrolló la estrategia de expansión hospitalaria y los protocolos médicos, así como los métodos de monitoreo poblacional que le permitieron aplacar el crecimiento exponencial de los contagios, “bajar la curva” y controlar la epidemia. A partir de entonces la mayor parte de los estados del mundo, han copiado e imitado el modelo chino. Desde Finlandia hasta Sudáfrica, desde India hasta México, desde Estados Unidos hasta Australia, desde El Salvador hasta Nueva Zelanda los confinamientos masivos que nos horrorizaron en febrero y se atribuyeron al carácter autoritario del régimen chino, se han normalizado como una estrategia inevitable, muchas veces sin consideración debida a las circunstancias particulares. En algunas como Sudáfrica y El Salvador, se imponen incluso de manera mucho más violenta.

No es la primera vez que los estados nación actúan como una manada. En 1918 los gobiernos se copiaron declarando hostilidades a diestra y siniestra y estalló la Primera Guerra Mundial, a partir del atentado contra un príncipe austriaco. Después de la Gran Depresión de 1929, los estados se copiaron para cerrar sus fronteras y acaparar oro, haciendo mucho más brutal la contracción económica. En 2020 los estados se han copiado cerrándose y aislándose, poniéndose en cuarentena al igual que sus poblaciones, como una parvada de avestruces que entierran sus cabezas. El aislamiento desesperado de cada una de sus naciones ha dado un golpe casi mortal a la Unión Europea, incapaz de coordinar una reacción conjunta. En Estados Unidos, ante la criminal negligencia del gobierno federal, los estados individuales han tenido que protegerse y han protegido a sus poblaciones cada uno por su cuenta, poniendo en entredicho a la autoridad y al narcisismo presidencial.

El efecto de manada se explica también en el comportamiento competitivo de nuestros “machos alfas”, los autócratas del siglo XXI, desde Xi Jingpin hasta Donald Trump, pasando por Vladimir Putin, Viktor Orban y Narendra Modi, Abdala Bukaram y Jair Bolsonaro. Todos han aprovechado la circunstancia para usurpar poderes y eliminar derechos y se han golpeado el pecho con gruñidos nacionalistas para demarcar sus territorios de dominio. Compararlos con gorilas sería un insulto a nuestro primos evolutivos. En todo caso, estos desplantes machistas se vuelven doblemente ridículos cuando vemos a las burocracias de cada país seguir el mismo modelo de manejo de la epidemia. ¡Qué lejos estamos del sueño cosmopolita de Kant, o de cualquier promesa de futuros mejores que nos habían hecho la ciencia, el capitalismo, el progreso, la democracia, etc., etc.! mayo de 2020, nuestros gobiernos juegan al “sálvese quien pueda” como ovejas asustadas, chocan entre sí, se pegan con rocas, pisotean a sus crías, y balan las mismas mentiras. Trágicamente, los pisoteados en esta estampida son los mismos de siempre: los pobres, los racializados, los “enfermos”.

Pareciera que lo único que nos queda es jugar al comal le dijo a la olla (the pot calling the kettle black) en ejercicios, muchas veces vergonzantes, de a ti te fue (o te va a ir) peor que a mí; un Schadenfreude de la vergüenza. Estados Unidos, que tardó dos meses en tomarse en serio la epidemia y como resultado tiene ahora la cuarta parte de los casos y de los fallecimientos del mundo (1,245,000 el día 7 de mayo de 2020), denuncia la negligencia de China porque tardó tres semanas en reaccionar y logró detener su epidemia debajo de los 100,000 casos. Los estados europeos que reaccionaron de manera criminalmente lenta, insisten en que la epidemia tiene un ciclo natural mortífero, y no mencionan que China logró bajar la tasa de mortalidad del covid-19 de 7% a 1% en dos meses, mientras que la mortalidad en España e Italia subió a más de 10% en un periodo equivalente. El País y otros medios europeos parecen anhelar que la epidemia cobre dimensiones infernales en América Latina y en el “Tercer mundo” para no tener que verse en el espejo de la falla catastrófica de sus sistemas de salud y de sus gobiernos.

Claro que se puede decir que China oculta casos y muertes, pero lo mismo se dice de Rusia, y de Estados Unidos, de España y de México y de cualquier gobierno. En esta época todos tenemos nuestros propios datos y sembrar la duda sobre las cifras de los otros es la mejor manera de desviar la atención de las fallas en las cifras propias; o también la manera más eficaz que tiene la oposición en cada país para atacar al gobierno. Desde luego que la trágica mortandad en Europa y Estados Unidos se debe a las características de su población: los occidentales son más viejos, tienen más agravantes de salud, etc. Pero la población de estos países ya era así desde antes y la mayoría de sus gobiernos demostraron ser incapaces de proteger su salud en esta crisis debido a décadas de recortes en servicios públicos. Otro argumento es que las sociedades democráticas reaccionan más lentamente que las autoritarias y por eso no lograron proteger a sus poblaciones; pero en primer lugar hubo democracias que sí reaccionaron a tiempo y al final todos los gobiernos, hasta los más lentos de Europa, han adoptado las mismas medidas de control autoritario y lo han hecho con innecesarios despliegues de autoritarismo, a la Macron. Lo que “falló” en este caso no fue la democracia, sino el modelo económico imperante y su dogma ideológico de que la salud de la economía demandaba el sacrificio de la salud de las personas por medio de los recortes a los presupuestos de seguridad social.

Ahora en mayo, se inicia una nueva ola de copia a tu vecino para terminar las cuarentenas y “salvar” las economías de cada país. Vemos los mismos argumentos y las mismas políticas repetirse de un gobierno a otro y también las mismas acusaciones entre vecinos. Pronto, me temo, nuestros gobernantes se copiaran también las maneras de justificar el aumento en el número de casos, aprenderán de otros cómo hacer invisibles a los muertos, aprovechando que serán personas confinadas, pobres, enfermas, de otras razas.

Más allá de estas lógicas de manada en que parece atraparnos la necesidad de enfrentar la epidemia, nos toca y nos tocará a las ciudadanas de cada país juzgar las fallas, e incluso los aciertos, de nuestros gobernantes.

Federico Navarrete Linares (29 de octubre de 1964, Ciudad de México) es un historiador, antropólogo e investigador mexicano especialista en temas de historia de mesoamérica, la conquista de México y racismo en México.

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