conVersos nº4

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Revista de poesía

conVersos nº4, año II


Índice 3

Carnet de identidad

Retrato en auto Juan Carlos Mestre

48

Fondo de armario Esther Lucio Marino

5

Pepe Alcamí

8

Alicia Naya

12

Carlos Gamarra

15

Miguel de Francisco

18

José Pérez Carranque

21

Poeta a la carta Jaime Gil de Biedma por Elisa Fernández de Castro

Territorios diVersos

“Atlas posible” - Manuela Sola Castro

26

37

Mirador “Duplicidades” - Fotos de Marisol Huerta y textos de Luis Felipe Comendador

39 2


Carnet de identidad Segundo movimiento

El miércoles pasado, en Libertad 8, la Fundación Centro de poesía José Hierro llevó a cabo una acción poética con los alumnos de sus talleres de poesía. Julieta Valero cerró el acto diciendo algo así como: “En tiempos de crisis, derrochemos poesía”. Es lo que hacemos en este espacio virtual. Derrochar sin complejos nuestros versos. Y porque es lo que nos gusta y lo que nos hace felices, queremos compartirlo con todos aquellos que navegan por los espacios poéticos.

Entregamos palabras recién salidas del horno, como lo hace el panadero cada día -cito al biógrafo de Juan Carlos Mestre, nuestro poeta invitado. Y cada día nos reinventamos, haciendo y deshaciendo con la necesidad de seguir, de buscar sin sosiego una voz propia que se ubica en el horizonte subjetivo e infinito. Siempre en movimiento hasta encontrar una finitud, como Jaime Gil de Biedma al que Elisa Fernández de Castro dedica el texto: “Jaime Gil de Biedma: Un proyecto acabado”. Todavía el mundo es inagotable y la poesía encuentra en él su casa, su patria. Una patria que llevamos dentro, como

dice Manuela Sola Castro en su “Atlas posible”.

Y porque la construcción del poema se inscribe en algún lugar y se hace doblez, Marisol Huerta captó con su cámara un objeto y su doble. Esos objetos nos devuelven su luz en forma de palabras, materializadas por Luis Felipe Comendador. “Duplicidad” es el nombre de esta acción conjunta que podéis ver en el Mirador.

Los poetas conVersos, Esther Lucio, Miguel de Francisco, Carlos Gamarra, Pepe Alcamí, Alicia Naya y José Pérez Carranque, inician su segundo movimiento en este escenario. Ya fueron presentados en números anteriores, por lo que si queréis saber algo más de su poética o de su cotidianeidad os remito a los números 1 y 3 de la revista conVersos. Con ellos os dejo. Y que seáis felices.

M.S.C. 3


Fondo de armario

Con los poetas: Esther Lucio, Miguel de Francisco, Carlos Gamarra, Pepe Alcamí, Alicia Naya y José Pérez Carranque


Fondo de armario/Esther Lucio Presente

Esther Lucio

Busco la fórmula

Soy de la arena

de conjugar

tu tiempo con mi miedo de tragar el pan

sin que me asfixie.

Cuando mis dedos te alcancen te desvanecerás y entre ellos a sorbos

iré acabando contigo. 5


Fondo de armario/Esther Lucio Silencio impreso Este silencio cubre ahora

todas nuestras voces alimenta el miedo el dolor

a olvidar

la lectura de una piel Ă­ntima y abierta.

Siempre la palabra

la que acierta o la que duele la que te desnuda y te vulnera

sin posibilidad de cubrirte de nuevo y apagar el frĂ­o. Abierta.

DesangrĂĄndote.

Es un silencio humilde

la derrota dulce aceptada

previamente sabida. 6


Fondo de armario/Esther Lucio Trilogía del desamor

I En mi museo de derrotas

III Cada día

aprendo

a no-amar.

contemplo una voz apedreándome. II Levanto el muro

que sostiene mi frente y relleno

de adobes

el hueco que deja en mi cuerpo cada pérdida.

El río se queda sin orilla.

Pez del desierto Soy de la arena buceo sobre un vientre rugoso

a doscientos metros de la orilla casi inalcanzable.

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Fondo de armario/Pepe Alcamí

Desde entonces lloro

Pepe Alcamí

Cornelius Van Horne 3.0 (al modo de Edgar Lee Masters)

y escribo

Yo traje el ferrocarril al valle. Locura, disparate, insensatez, todos disparaban sus insultos y reían, mientras apostaban borrachos contra mí en las partidas de póker en el antiguo saloon de Lilly Scandy allá en Springfield. Pero Lord Mount Stephen, presidente de la Canadian Pacific Railway, me escuchó ceñudo y malencarado y contempló los planos de las Rocosas, y el pasillo que dibujé a través del valle de Banff, y estrechó mi mano para conducirme al infierno.

Ocho mil kilómetros de traviesas y raíles, ocho mil mazazos sobre el corazón de América, ocho mil días de frío y maldiciones por parajes desérticos para desplegar el gusano de hierro, el progreso, el futuro, la utopía, entre dos océanos.

8


Fondo de armario/Pepe Alcamí Cuando retorné, rico hasta la náusea en aquel tren imposible y dije que construiría un castillo junto al lake Louise, nadie se atrevió a apostar contra mí en el casino de Banff, ni buscadores de oro, ni pistoleros por muy borrachos que estuvieran. Hoy junto al castillo, mi estatua con el brazo levantado, señala hacia el Oeste. Yo Cornelius Van Horne, nunca olvidé mis orígenes. Por eso, aún después de muerto, cada amanecer levanto mi mano de acero, la extiendo sobre el horizonte y como el ferrocarril, señalo el camino del futuro.

Yo Cornelius Van Horne, que me enfrenté a los hermanos Dalton, que compartí la cacería del oso con Jeremías Johnston, que tracé el ferrocarril como un escorpión sobre la piel de este país nunca olvidé mis orígenes. Soy hijo de una estirpe de aventureros,

navegantes, mercenarios, profetas iracundos, peregrinos, corsarios, nómadas, visionarios, poetas de sangre y barro, monos enloquecidos, seres sin patria.

Blues de la Gare de Part Dieu 3.0

El tren yacente en el andén, la curva de tu cuerpo recostado, un traje malva y negro de un día cualquiera ocultaba tu piel de caricias cercanas, bajo tu mirada azul, frente a mi mirada oscura en la Gare de Part Dieu hundida en la bruma. El negro de los túneles, el malva de las vías, el azul del viaje, la única metáfora, y tus manos en el aire, y mis ojos en el tiempo, y la distancia del andén, breve y eterna nos separa al que se va del que se queda.

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Fondo de armario/Pepe Alcamí Tu piel sobre el llanto de la tierra, tus pasos malvas sobre el andén abierto al destino del mundo, al pasar del tiempo, en la estación de una parte de Dios en un domingo azul y cualquiera en un mundo negro surcado de trenes. La curva de tu cuerpo, las rectas paralelas de las vías, la línea quebrada del destino, el regreso circular del peregrino, el laberinto sin nombre de los sueños, el eje de amor que la vida rodea.

Un andén perdido, allí donde el dios de ninguna parte, en la ciudad de Lyon o en un lugar cualquiera, mi destino de vías y traviesas, la curva de tu cuerpo color y despedida, la espera del circular regreso, nuestro viaje sobre el tiempo y sus demonios,

en la gare de Part Dieu, en Lyon, un domingo cualquiera.

Balada de Jekill y Hide 8.0

Durante mucho tiempo fueron dos desconocidos a pesar de morar un solo cuerpo, horadar la misma carne compartir mis sueños. Jekill medía minucioso el tamaño de los átomos, el recorrido milimétrico de las células, la estrategia de sus enemigos de carbono y azufre. Hide amasaba la achicoria oscura del sueño, recorría los laberintos del olvido en un Hades sin lagunas, Carontes ni monedas.

Jekill escribía con frases certeras, equilibrio de vocales, consonantes épicas, adjetivos sonoros y nombres orgullosos y erguidos, la razón del mundo, Hide alzaba un chapapote informe de palabras, bebía en las bóvedas de la sinrazón

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Fondo de armario/Pepe Alcamí el fuego último del génesis, dormía en la locura.

Y yo me debatia entre ellos.

Se encontraron un día, acunados en un nombre luminoso, un cuerpo de mujer, balanza, fuego y crisol, les otorgó la calma azul del espíritu y el reencuentro de la carne.

Desde que ella murió, Hide viaja a reinos que nunca fueron. Y en cada andén, en el límite impreciso del huracán, en la arena fronteriza del último desierto, en lindes de selvas prodigiosas... Jekill le espera, espera siempre.

Hide regresa, siempre regresa…

y relata el odio mudo de los espejos en el vacío, el dolor de la cruz de piedra que custodia los sueños, las palabras de Beatriz, Circe y Julieta, el silencio de Sísifo, la compasión del maestro, los grafitis del penúltimo círculo del infierno. Jekill escucha y llora, duerme y sueña, y escribe, esculpe

con palabras humildes, adjetivos enlutados, vocales en celo, consonantes baldías, la espera marmórea de los huesos. Ahora todo es compartido en la dolorosa claridad de los nombres. Y yo por fin, reposo en ellos.

Palabras, todavía

Dicen que sois furia, y odio y rabia, el grito de las tripas, el plañido de la angustia, el lamento del abandono.

Pero para mí fuisteis refugio, hoguera sobre la nieve, nido en la oscuridad, luz en la mazmorra, el reposo tras la vida, el perdón por tanto amor perdido

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Alicia Naya

Fondo de armario/ Alicia Naya

Mi mar interno se funde en tu inmenso azul

De nuevo ante el papel

para calmar mi ansiedad, ansiedad que no se calma con el ejercicio diario ni con las agradables actividades cotidianas. Ese ansia de algo más. ¿Qué quiero, qué me ocurre, seré como esas semillas de las pulseras de Sierra Maestra? Me dijeron los lugareños, que no germinarían si las pusiera en tierra pues tenían el corazón fuera. Este ansia ¿Ansia de qué? ¿De conectar con esa vía láctea de amor que atraviesa el universo y que solo toca a aquél que en un momento determinado es capaz de abstraerse a egoísmo y prejuicios terrenales? ¡La tierra, el cielo! Mi carne busca el término medio.

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Fondo de armario/ Alicia Naya Cañadas reales

Bosque fresco de Polonia donde prenden las estacas generoso con la tierra.

Se me antojan en contraste nuestras serranías secas con sus abruptas cañadas. Donde no prende la estaca solo prende el sentimiento que en mi añoranza anida.

Etérea bruma.

Minúsculos brazos marinos que lamen y acarician, penetrando por mis poros en perfecta amalgama.

Mi mar interno se funde en tu inmenso azul.

Ojos, mar, bruma… Perdida en tu horizonte soñando imposibles.

¡Sus tierras secas clamando lluvia, su olor a sangre de tomillo y jara! Cabras preñadas adornan tu piel y comparten con nosotros los tesoros que se encierran en sus generosas ubres. Sabiduría artesana que desentraña a esta tierra todo el amor que encierran sus polvorientas cañadas

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Fondo de armario/ Alicia Naya Qué lejos de tus pastos nutricios

me llevaron mis pasos obcecados en busca del nuevo paraíso.

Fuiste mi primer manantial. Nardos y líquenes languidecieron en mis manos ya sin luz.

Tramo de lo salvaje

por nuestras manos, roto. Hábiles para romper pero no para crear el sutil equilibrio de lo salvaje

Soy materia de tu materia, semilla concebida por tu alma, si te niego, languidezco necesito mis raíces impregnadas en tu tierra anidar en tus caricias sentir sobre mi piel el calor de tu mirada. Prendió en mí la mala hierba recorriendo mis venas y mis arterias induciéndome a cortar el cordón el cordón umbilical.

Sin alimento y sin consuelo vagué por sendas y caminos, lamiendo mis llagas, forjando mi escudo. 14


Fondo de armario/Carlos Gamarra

Carlos Gamarra

Cobijo verde

...y la cara, entre cínica e ingenua

Quiero vivir sobre un árbol protegido de la madrugada en días festivos. Me envolveré con su cálida corteza lejos de cuarteles y parroquias y del frío de la infancia.

Las ramas suavizarán la evidencia de la muerte, la noche de los hospitales, la vejez de los espejos. Sus hojas aliviarán el frío de la guerras. Con abrazo de hermano, descansaré en sus raíces.

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Fondo de armario/Carlos Gamarra Poeta sin fronteras

Cascada

El poeta puede ser visto en la Iglesia vestido de domingo, jugar con trileros en el Rastro de Madrid, y amanecer llorando en cualquier playa.

El agua se rebela y disuelve las calles sin limpiar

El poeta puede abrir cuentas en los bancos, llevar corbata y vivir casi siempre en el otoño. El poeta puede hacer trampas en el póker, viajar sin billete, mancharse los dedos de tinta y los labios de carmín. Pero cuando el poeta se funde en el poema un río de lava le penetra y sus palabras sangran de las manos. El poeta no se acuesta sin llevarse una tristeza.

En las esquinas negras mendigos y mantas dificultan el paso a las compras sin sentido

Contenedores de sombras destripan la noche beben reserva de angustia a puerta cerrada

Los intocables y otros entre leones abordan con entusiasmo la inmolación del bienestar

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Fondo de armario/Carlos Gamarra Penumbra

Desertor de medianoche

Somos invisibles salvo para nuestros perros y las listas de Hacienda

Su mirada con párpados de ateo le enfrenta a los bosques con franqueza y la cara, entre cínica e ingenua evoca tiempos agitados.

Farolas tristes evitan nuestra sombra que busca cobijo en los muros de grafiti

El amanecer lucha por abrirse camino y el rayo de luz pasa entre el insomnio de los coches mientras los árboles expiran a los lados Ojos regulados vislumbran días de penuria mientras la felicidad a la carta se sirve en los escaparates Que en tu casa secreta sobrevivas

El rictus suave de los labios, guarda sed de besos y otras cosas. Y en los ojos no hay carteles de paisajes otoñales, ni música de Bach. Los enjutos rasgos de viajero y la frente de actor, descubren a un luchador sin patria. La barba de invierno anuncia el grueso silencio de la niebla y la noche que desciende.

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Fondo de armario/Miguel de Francisco

Miguel de Francisco

La conciencia de Peabody I

...ahora que estoy sin mariposas

Un hombre grueso, borracho, con mirada degollada está sentado ante una mesa a la derecha del Padre. “El Hijo es también Dios y desconfía del sínodo de obispos.” Confiesa llamarse Richard Wagner y componer sonatas para trompa y pianoforte en su escaso tiempo libre contempla con inquieta concentración estantes llenos de libros, de anaqueles, de anacardos, de minas antipersona, de belladona infernal y angelical bicarbonato.

“Sé que no quiero equivocarme, mi dolor exige alcohol. Bebo néctar y ambrosía, y Garnacha y Tempranillo y Cabernet Suvignon, whisky escocés de diez años, tinto del Marqués de Cáceres. Asciendo a la derecha del padre y abrazo a mi dulce Amigo. ¿Hay hueco entre tu dolor para mi arrepentimiento? ¿Hay castigo señalado para mi blasfemia? ¿Debo penar eternamente mi grito de rebelión? Porque en ese caso, Señor, no se haga en mí según Tu Palabra.” 18


Fondo de armario/Miguel de Francisco Fotografía de una escena familiar Mi abuelo Nathan Peabody vestía estilete al cinto los domingos y festivos y cuchillo con cachas nacaradas los días de diario. Paseaba con zahones tachonadas de plata y chaquetilla corta que escondía una pistola trabucada.

Su caballo era negro y de su cuello pendían cascabeles de sonido demoníaco y ritmo fúnebre.

Cuando se dejaba vencer por sus impulsos más primitivos se llevaba ambas manos a la cara y daba gritos espantosos. En la foto, en tonos sepia, aparece de esta forma en primer plano. En segundo, el cuerpo inanimado de un hombre yace en el camino sobre una mancha de lo que podía ser su sangre.

Mi abuela mira al cielo con gesto de súplica y desgracia mientras se aprieta las sienes con las manos. Así se interpone entre la escena y mis ojos inocentes.

Recuerdo a Ernesto, del periódico local, mirándonos a todos a través de una extraña caja negra. Recuerdo también el horror de los gritos de mi abuelo y el extraño regocijo que sentí la primera vez que vi esta imagen.

Incitación al vicio de Dalton Peabody

Tú bajas la mirada, prominente el pecho, contemplas tus tetas asombrosas, y exclamas: “¡Oh Señor, cuán bella soy!” Yo miro mi rostro purulento, deposito mis liendres en la mesa, me ducho con gel medicamentoso y espolvoreo mi ropa y mis asientos con sustancias desinfectantes. Quisiera obsequiarte con mi gonorrea, contagiarte mis pupas y escozores, mancharte con el barro que me cubre y con toda mi promiscuidad llamarte puta.

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Fondo de armario/Miguel de Francisco La soledad sexual de Dalton Peabody

Magnum

Señor, ahora que estoy sin mariposas quién me masturbará en la maloliente ciénaga? qué pulverulentas alas, qué negras patas y cabecitas se deslizarán acariciando mi gigantesca verga? quién logrará el alegre tintineo de las copas de mis brindis, el salazón de mis prohibidísimas anchoas, la lluvia sonrosada de la menstruación de mis alondras? Las aguas sulfurosas del pantano detienen a las aladas mariposas, sus lánguidas antenas se pierden en anhídridos vapores y yo ruego a los anélidos y enredaderas que cumplan su misión y extraigan de mis abandonados genitales los bárbaros licores, la blanda orina, el prodigioso semen.

Invito al baile a cierta señorita. A mitad de la pieza piso faldas y la dejo desnuda desde el talle hasta sus lindas botas de serpiente.

Golpea con su anillo mi cabeza y caigo desmayado en el salón. Reclama su derecho a esclavizarme por mi ataque a su más oculto encanto.

Mi torpeza ha hecho daño a su vergüenza quizá por mi lujuria o por mis celos, y soy merecedor de tal castigo. He de pagar con mi obediencia ciega el descubrir su cuerpo inmaculado. En el forro interior de mi chaqué

palpo mi Mágnum del cuarenta y cinco. 20


Fondo de armario/José Pérez Carranque

Jose Pérez Carranque

Porque ahora soy invierno

Porque ahora soy invierno

y llegan las palabras aún calientes como si al final de la vida -ya todo esenciahubiese un renacer, un don profundo que te ofrecen, un lugar propio donde decir tu canto sin error, sin acierto, al servicio tan solo de un impulso, y porque el tiempo es una resma que hacemos cuadernillos -el libro que escribimos cada unoen el silencio blanco de esta página conjuro mi sosiego y mi temblor y me acerco a ciegas para estampar un sueño.

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Fondo de armario/José Pérez Carranque La donación, el hechizo y el placer.

“ Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel: porque vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma” Génesis 32:30

En este hechizo se retorna a la admiración primera, a la última inocencia de la palabra que fija la presencia de las cosas.

Y ya vislumbro aquello que puedo cosechar y me vacío en la espera lleno de nueva fe: ya soy converso.

En este decir hay un placer que no roza el tiempo. Es una donación, una gracia que se devuelve al otro como música liberada.

Y Dios era Baudelaire y dijo: ya nada posee a los poetas, cada vez más precisos en su sueño, continúan la creación y en ella encuentran lo amado sin nombre.

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Fondo de armario/José Pérez Carranque La luz contradictoria

Reconozco que, a veces, apetece iniciar un viaje no previsto y llegar a una playa aún dormida.

Calma y sorpresa de advertir que los días son distintos que tú eres el mismo y diferente que muy poco del otro te es lejano. Que lo nuevo empieza en la costumbre.

Y que también nos gusta lo que pasa cuando nos alojamos en un hotel de carretera y en una habitación pulcramente desolada jugamos a estar ciegos y felices. Que lo que más atrae es tu fuego, volver a la rutina confortable, conocer el sabor de cada límite, el lugar apropiado de las cosas en la calma que baña su misterio.

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Fondo de armario/José Pérez Carranque Tristán e Isolda envejecen en Carabanchel

Te miras al espejo de reojo y dices: ¡hay que ver qué pinta tengo!

Yo no veo tan sólo esas hechuras, te veo en la plaza de aquel pueblo de Cornualles donde nos presentaron y veo la iglesia y sus cigüeñas, el verano, la siesta, el primer beso, nuestro elixir, y esas cosas que tú y yo sólo sabemos, -bueno- que todo el mundo sabe. No soy el fiador de un yo antiguo estoy ahora y siempre en nuestra dicha que cambia pero crece con el tiempo.

Y no concibo, Isolda, este relato sin decirte que estoy acostumbrado a lo imperfecto

y no amo todo lo tuyo sino a ti, con más verdad que nunca.

Está pasando el torbellino

y ya sé que no se salva el mundo con poemas. Ha triunfado la constancia del miedo y del engaño y ya sé que cualquier tarde regresará Oliver Twist. Pero sigo sin comprender gran cosa por ejemplo por qué para entender mi corazón contaminado tengo días mejores y peores.

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Poeta a la carta

Elisa Fernández de Castro nos habla de Jaime Gil de Biedma, uno de los poetas que abrió la puerta a la modernidad en la España de los años 50.


Poeta a la carta/Jaime Gil de Biedma JAIME GIL DE BIEDMA: UN PROYECTO ACABADO. Por: Elisa Férnandez de Castro

…… Yo me salvé escribiendo después de la muerte de Jaime Gil de Biedma. J.G. de Biedma

De Jaime Gil de Biedma se ha dicho prácticamente todo: es el poeta más estudiado, analizado y publicado de la segunda mitad del siglo XX, hay decenas de tesis doctorales sobre su obra, está publicada su correspondencia y, como no podía faltar, hay algún libro oportunista que cuenta ciertas anécdotas de la vida del poeta, vicisitudes íntimas, sin aportar absolutamente nada al conocimiento de su obra; incluso se ha hecho una película que no he visto gracias a las indignadas declaraciones de Juan Marsé, que la consideró sin paliativos una estafa cultural y una afrenta a la dignidad del poeta. Qué duda cabe que pesan más las publicaciones serias que analizan a fondo su obra y sus porqués, algunas de las cuales citaré a lo largo de este

artículo. Otras, que resultarían interesantísimas de leer, están agotadas y descatalogadas, como la revista Litoral que dedicó un número completo al poeta, o el libro de Carme Riera La Escuela de Barcelona. Barral, Gil de Biedma, Goytisolo, el núcleo poético de la Generación del 50. (Ed. Anagrama).

Breve biografía Nació en 1929 en Barcelona, donde vivió la mayor parte de su infancia y juventud. En 1936 se traslada con su familia a Nava de la Asunción (Segovia) hasta el final de la guerra civil. Regresa a Barcelona donde en 1946 inicia la carrera de Derecho, de la que se licencia en 1951 en la Universidad de Salamanca. De esta época de estudiante procede su amistad con Carlos Barral, y con los hermanos Goytisolo. Durante 1953 vive en Oxford, lo que será fundamental para su carrera literaria, como luego veremos. De vuelta a España vive en Madrid y prepara oposiciones en la Escuela Diplomática (como anécdota divertida aunque triste, se supo que lo suspendieron en Cultura). Conoce a 26


Poeta a la carta/Jaime Gil de Biedma Jorge Guillén y a Vicente Aleixandre, quien le descubre a Cernuda. Regresa a Barcelona y conoce a Gabriel Ferraté y a Jaime Salinas y empieza a trabajar en la Compañía General de Tabacos de Filipinas (propiedad de su familia). Hace frecuentes viajes a Manila. Durante la larga convalecencia de una tuberculosis pulmonar, en 1956 se instala en la Nava de la Asunción y allí escribe Diario del artista seriamente enfermo que se publica censurado en 1974. Este diario no volvió a publicarse por deseo expreso suyo hasta después de su muerte, en 1991, formando ya parte de un diario más extenso con el título Diario del artista en 1956.

En los años posteriores a 1956 ejerce una constante actividad literaria (congresos, conmemoraciones), comienza a editarse la colección Colliure de Seix y Barral y aparece la antología de Castellet 20 años de poesía española 1939-1959. Vive largas temporadas en Filipinas. En 1984 publica el prólogo a la traducción catalana de los Cuatro Cuartetos de T.S. Eliot, posteriormente incluido en el libro El pie de la letra.

En 1988 dio sus últimas conferencias con motivo del centenario de T.S. Eliot.

Murió de sida en enero de 1990.

Obras publicadas Poesía:

Según sentencia del tiempo (1953). Compañeros de viaje (1959). Moralidades (1966). Poemas póstumos (1968). Antologías:

A favor de Venus (1965). Colección particular (1969). Las personas del verbo (1975) Las personas del verbo (1982), última selección de 86 poemas elegidos y ordenados por él de forma diferente a como lo hizo en la primera edición de 1975, añadiendo y suprimiendo algunos (está convenientemente explicado en el epílogo del libro). 27


Poeta a la carta/Jaime Gil de Biedma Prosa:

Diario del artista seriamente enfermo (1974) Retrato del artista en 1956 (1991). El pie de la letra, Ensayos 1955-1979, publicado en 1980, que contiene una serie de ensayos y críticas literarias entre los que destacan “Cántico: el mundo y la poesía de Jorge Guillén” y otros sobre sus modelos confesados: Eliot, Auden, Machado, Cernuda, y otros sobre amigos y escritores contemporáneos (Aleixandre, Castellet, Barral, Ferrater, Ángel González, Claudio Rodríguez, Francisco Brines). --------------------

Gil de Biedma procede de una familia de la alta burguesía catalana –rica y de derechas- y recibe la buena educación que proporciona su clase social. En esta época de estudiante universitario comienzan sus primeras lecturas poéticas (Siglo de Oro, Baudelaire y la Generación del 27).

Cuenta que el poeta que le inspiró para empezar a escribir, al que imitó durante sus primeros tiempos y al que admiró con casi veneración fue Jorge Guillén. Tuvo que conocer y profundizar en la obra de Luis Cernuda para comenzar su

transición poética hacia formas más modernas de concebir y practicar las artes poéticas. No se encuentran influencias directas de Luis Cernuda en su obra, pero sí le influyó en el sentido de reconsiderar el quehacer de los poetas del 27 y orientarse hacia una poética más rupturista no solo con las formas sino sobre todo con los contenidos, hacia el alejamiento de los románticos, hacia una poesía más moderna, en el sentido clásico de modernidad. (No olvidemos que Cernuda fue el poeta más joven y menos afín al resto de toda la Generación del 27).

Su primer poemario Según sentencia del tiempo lo forman una serie de sonetos escritos a la manera de Jorge Guillén. El segundo Compañeros de viaje contiene una serie de imitaciones de poetas clásicos por los que se sentía especialmente atraído. “Moralidades” y “Poemas póstumos” pertenecen ya a la poesía de la experiencia a la que enseguida me refiero. Cuando, acabada la carrera, se va a Oxford (año 1953), entra de lleno en la poesía de T.S. Eliot y de Auden. En los años 50 estos poetas no eran todavía conocidos en España (ya sabemos que los nuevos movimientos literarios suelan llegar a nuestro país con algunos año de retraso). Y la lectura de estos dos poetas ingleses y del libro de Robert Langbaum The Poetry of Experience cambia la forma de hacer de Gil de Biedma. 28


Poeta a la carta/Jaime Gil de Biedma Para Langbaum la poesía de la experiencia es ”una poesía que se enuncia no como una idea, sino como una experiencia de la que pueden extraerse una o más ideas como racionalizaciones problemáticas”. En el ensayo Como en sí mismo al fin que Gil de Biedma dedica a Luis Cernuda (El pie de la letra), dice textualmente:

“El monólogo dramático, según Robert Langbaum en su admirable libro “The Poetry of Experience”, no es sino una variante específica de la poesía de la experiencia –cuya iniciación él sitúa en Wodsworth y en Coleridge-, de la que no difiere esencialmente ni en su estructura ni en su funcionamiento interno. Y la poesía de la experiencia es la genuina y característica poesía moderna, en la que se mantiene vigente hasta nuestros días, incluso para los poetas que reaccionan contra el romanticismo –como los victorianos el siglo pasado, como Eliot y Pound en el nuestro-, la idea o supuesto fundamental que dio forma a la poesía romántica: “la idea de que la aprehensión imaginativa obtenida a través de la experiencia inmediata es lo primordial y cierto, en tanto que la reflexión analítica que la sigue es secundaria y problemática”. Un poema moderno no consiste en una imitación de la realidad o de un sistema de ideas acerca de la realidad –lo que los clásicos llamaban una imitación de la naturaleza- sino en el simulacro de una experiencia real. Se

trata de dar al poema una validez objetiva que no está en función de lo que en él se dice, sino de lo que en él está ocurriendo.”. Jaime Gil de Biedma comienza a escribir en clave “poesía de la experiencia” en el poemario Moralidades, aunque, dicho por él mismo, en el poema “Idilio en el café”, incluido en “Compañeros de Viaje”, ya comienza a practicar un desdoblamiento, a utilizar una voz distinta de la suya al desarrollar el poema. Y ya no va a abandonar esa línea nunca. Para seguirla se construye un personaje poético que va a ser el artífice de todos sus poemas, con el que va a jugar y a establecer esos estremecedores diálogos yo-tú-él que terminan por dar título a su antología “Las personas del verbo“. Su personaje se llama como él, se parece a él, crece con él y lucha contra el paso del tiempo con él. Gil de Biedma abre la forma y el fondo de su poética a lo que considera más alejado del sentimentalismo directo, del protagonismo del “yo” de los románticos. Su “otro yo” va a lograr establecer la distancia requerida para que la poesía fluya de otra manera, más objetiva, más neutral, más práctica. No se cuentan idealizaciones sino experiencias: ensayos o reinterpretaciones de experiencias. A partir de estos supuestos la obra de Jaime Gil de Biedma comienza a hacerse esclarecedora y revolucionaria. Nunca antes (ni después) un poeta español ha roto con el pasado y presentado un proyecto poético tan honrado, tan completo y tan acabado. 29


Poeta a la carta/Jaime Gil de Biedma Formalmente, Gil de Biedma escribe siempre sobre una base endecasílaba sin rima o con rima asonante. Voy a transcribir literalmente algunos comentarios suyos sobre asuntos que me parecen de la máxima importancia para el estudio de su poesía, sobre la rima y sobre el verso libre. Rima: “Si yo pudiera elegir, escribiría en catalán o en inglés. El castellano tiene una serie de inconvenientes alarmantes como lengua de poesía... es de una pobreza vocálica mísera… se presta muy poco a la rima consonante por la metonimia de las vocales y por la continua aparición de la e… Además, la mayoría de las palabras son llanas, las agudas son duras… la rima esdrújula resulta afectada… Si escribimos en rima consonante estamos condenados a que el 93% de los versos terminen en palabras llanas, lo que es un elemento de monotonía rítmica y melódica atroz… La rima asonante es mejor porque da la posibilidad de variación a esa pobreza vocálica… Otro problema del castellano es la escasez de palabras monosilábicas. Es un idioma largo...”. (Entrevista de E. Sylverter, La Prensa, Buenos Aires, julio 1979. Del libro Jaime Gil de Biedma. Conversaciones. El Aleph editores.). Verso libre: “No sé si esa expresión de verso libre es muy engañosa o fruto de un malentendido. Un poeta cuando escribe jamás se siente libre en el verso. Lo dijo Eliot en “Reflexiones

sobre el verso libre”, que lo que se llama así se define mejor bajo cualquier otra etiqueta. Yo he escrito siempre con un verso de base endecasílaba, añadiendo o quitando acentos, añadiendo o quitando sílabas, pero no he sentido que escribiera en libertad. He escrito de oído, pero el oído de cualquier poeta es un producto cultural que se adquiere, se consolida, se enriquece, se endurece y se pierde…”. (Entrevista de Jesús Fdez. Palacios, Fin de Siglo nº 5, marzo-abril 1983. Del libro Jaime Gil de Biedma. Conversaciones. El Aleph editores). En esos años, de vuelta en Barcelona, toma consciencia de la situación política española y toma también partido: asume una actitud personal y social de oposición al franquismo que se refleja en poemas como “Barcelona ya no es bona”, “Apología y petición”, “Noche triste de Octubre”, “Asturias 1962”, “Años triunfales” y otros. ...Pido que España expulse a esos demonios. Que la pobreza suba hasta el gobierno. Que sea el hombre el dueño de su historia. (De “Apología y petición”).

A propósito de este poema, que es una sextina, dice Juan Ferraté en su libro Jaime Gil de Biedma, Cartas y artículos: 30


Poeta a la carta/Jaime Gil de Biedma “Es indudablemente uno de sus poemas mejores, y eso merced precisamente a la rigidez de la forma, la cual confiere a todo el desarrollo una cualidad obsesiva alucinante capaz de rescatar al tema político de la vacuidad, que es la sima donde inevitablemente se despeñan los poemas de este género”. o

Media España ocupaba España entera con la vulgaridad, con el desprecio total de que es capaz, frente al vencido, un intratable pueblo de cabreros… (De “Años triunfales”). Su compromiso no es solo político, considero que su inquietud por el estudio de la literatura y por la cultura en general es un compromiso personal e intelectual consigo mismo y con la sociedad. Es un hombre riguroso y honesto, como poeta y como profesional (su trabajo “Informe de la Administración general en Filipinas”, publicado en el libro Retrato del artista en 1956, es una buena prueba de ello). …

Saber, a cada instante, que en el gesto que hacemos hay un arma escondida, saber que estamos vivos aún. Y que la vida todavía es posible, por lo visto. (De “Por lo visto”).

El estudio de las formas clásicas de la poesía le lleva a hacer imitaciones de obras determinadas o de formas tradicionales. Por ejemplo “En el castillo de Luna” está escrito en la forma típicamente romántica usada por Zorrilla y Espronceda; “Albada” es la imitación de un “alba” de Giraut de Bornehl; “Barcelona ja no es bona” nos remite a la oda de Rodrigo Caro “A las ruinas de Itálica”; y “Apología y petición“ es una sextina, composición de gran rigidez formal que nació en el siglo XII y tuvo su apogeo en el Renacimiento. Despiértate. La cama está más fría y las sábanas sucias en el suelo. Por los montantes de la galería llega el amanecer, con su color de abrigo de entretiempo y liga de mujer…. (De “Albada”).

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Poeta a la carta/Jaime Gil de Biedma Sobre los temas de fondo de los que trata la poesía de Gil de Biedma, prefiero citar dos frases suyas muy contundentes al respecto: “En mi poesía solo hay dos temas: el paso del tiempo y yo”. La segunda frase sobre otro aspecto tan recurrente en su obra es: “Solo he escrito un poema de amor. Los demás son sobre las relaciones amorosas.”. Es muy evidente la permanente consciencia del poeta sobre el paso del tiempo, desde los gratos recuerdos de su infancia reflejados en unos cuantos poemas referidos a su casa familiar de Nava de la Asunción, al paisaje castellano, a determinados parajes como la “Ribera de los alisos”, hasta la dolorosa consciencia de la pérdida de la juventud, que le sume en una crisis personal, vital, que desembocará desbordándose en el poemario Poemas póstumos, y en el final de su trayectoria como escritor de poesía. Pasada ya la cumbre de la vida, justo del otro lado, yo contemplo un paisaje no exento de belleza…. Un orden de vivir, es la sabiduría… Aunque el placer del pensamiento abstracto es lo mismo que todos los placeres: reino de juventud. (De “Píos deseos al empezar el año”);

Pero ha pasado el tiempo y la verdad desagradable asoma: envejecer, morir es el único argumento de la obra. (De “No volverá a ser joven”) o

De la vida me acuerdo, pero dónde está. (De “De senectute”).

Cuál es el poema de amor que escribió Gil de Biedma no lo sé. Podría considerar que son varios ese al que se refiere como único. Desde luego sobre la relación amorosa hay muchos a cuál más hermoso y más lúcido. Pondré solo un par de ejemplos: Porque son ya seis años desde entonces, porque no hay en la tierra, todavía, nada que sea tan dulce como una habitación para dos, si es tuya y mía. (De “Canción de aniversario”)

o del famoso “Pandémica y Celeste”:

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Poeta a la carta/Jaime Gil de Biedma … mientras seguimos juntos hasta morir en paz los dos como dicen que mueren los que han amado mucho. En un estudio titulado “Fragmentos de sentido. La identidad transgresora de Jaime Gil de Biedma” (PPU Barcelona 1997), Joana Sabadell Nieto opina que Las Personas del Verbo puede leerse como una autobiografía. Y es una opinión que me parece muy acertada.

Es destacable también en la obra de Gil de Biedma la sencillez del lenguaje que utiliza, el coloquialismo de muchos poemas, cómo aparecen nombres o referencias de sus amigos (por ejemplo, en “Amistad a lo largo”, en “En el nombre de hoy”, en “Después de la muerte de…”, dedicatorias…. En el poema “Piazza del popolo” da voz a María Zambrano, en un monólogo dramático con personaje distinto de sí mismo. También se aprecia ese culto a la amistad que practica durante toda su vida leyendo su correspondencia, en el libro “Jaime Gil de Biedma. El argumento de la obra”, edición de Andreu Jaume, publicado por Lumen (2010). Y no solo eso: en esta correspondencia y en el libro de Juan Ferraté Jaime Gil de Biedma. Cartas y artículos, (ed. Acantilado 1994), podemos seguir el proceso creativo del poeta, que comparte con sus amigos dudas, avances, descubrimientos, críticas y todo tipo de pormenores sobre sus poemas.

… Un destino condujo diestramente las horas, y brotó la compañía. Llegaban noches. Al amor de ellas nosotros encendíamos palabras, las palabras que luego abandonamos para subir a más: empezamos a ser los compañeros que se conocen por encima de la voz o de la seña…. (De “Amistad a lo largo”).

A partir de una crisis vital bastante grave (1966-1967), Gil de Biedma acaba –en sus propias palabras- asumiendo la identidad de su personaje y “en el instante en que una identidad inventada es de verdad asumida, el ciclo se cierra”. (Entrevista publicada en Babelia (El País, 12-8-2000). Decía al comienzo de este artículo que el proyecto poético de Jaime Gil de Biedma era honrado, completo y acabado. Pues bien, lo considero así porque llega hasta el límite de cerrar su trayectoria con un suicidio literario, con la muerte de Jaime Gil de Biedma -- ¿el personaje o el autor? es discutible y además no importa – en el irrepetible poema “Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma”: 33


Poeta a la carta/Jaime Gil de Biedma De los dos eras tú quien mejor escribía. Ahora sé hasta qué punto tuyos eran el deseo de ensueño y la ironía, la sordina romántica que late en los poemas míos que yo prefiero, por ejemplo en Pandémica… A veces me pregunto cómo será sin ti mi poesía. Aunque acaso fui yo quien te enseñó. quien te enseñó a vengarte de mis sueños, por cobardía, corrompiéndolos. En el ensayo sobre Cernuda citado antes, “Como en sí mismo al fin”, plantea el problema de la “identidad” del poeta, y lo hace con una metáfora inteligente, divertida e irónica:

“... esa doble conciencia que hace que me reconozca a la vez –simultánea o alternativamente - uno, unigénito, hijo de dios, y uno entre tantos otros, un hijo de vecino. El juego de estas contrapuestas dimensiones de la identidad, que solo en momentos excepcionales logran reposar una en otra, que incesantemente se espían y se tienden mutuas trampas, cuando no se hallan en guerra abierta, configura decisivamente nuestra relación con nosotros mismos y nuestras relaciones con los demás. Era esa la experiencia que debe servir como supuesto básico de todo poema contemporáneo, precisamente porque no es nueva, porque es tradicionalmente moderna”.

Esto de sentirse simultánea o alternativamente hijo de dios y un hijo de vecino, además de las muchas preguntas y consideraciones a las que ha dado lugar en periodistas y críticos de su obra, se convierte en una respuesta sencilla y humilde a muchas de las cuestiones que plantea su retirada de la actividad literaria.

Además, hay otras: opina que un poeta escribe, al principio, fundamentalmente para leerse a sí mismo como si fuera otro. Cuando lo consigue, al cabo de los años, ese otro le resulta aburrido o irritante. Entonces uno se da cuenta de que no aspiraba a ser poeta, sino a ser poema, a leerse como si uno fuera el poema y el poeta fuera otro. Esta apreciación, junto a la asimilación completa de su personaje, y la asunción de su condición de hijo de vecino en detrimento de la de hijo de dios, cierran el ciclo poético del que ha sido el autor más importante de la segunda mitad del siglo XX en España.

Aunque, como decía al principio, de Jaime Gil de Biedma se ha dicho y escrito todo lo imaginable, eso no es óbice para continuar experimentando el gozo de descubrirlo una y otra vez, y siempre nuevamente. Es apasionante esta trayectoria poética, tan densa como breve, y a pesar de la admiración que me produce precisamente por ello, no puedo dejar de lamentar que dejara tan pronto de regalarnos su sensibilidad y su inteligencia. Como yo no podría decirlo mejor, transcribo, 34


Poeta a la carta/Jaime Gil de Biedma para terminar, un párrafo del libro La obra poética de Gil de Biedma. Las ideaciones de la tópica y del sujeto, de Pedro Aullón de Haro (editorial Verbum 2003),

“Tras la muerte acaecida ya solo le restará al poeta (escritos en no importa qué orden) practicar las “Artes de ser maduro”, preparar el epitafio de “De vita beata”, hablar muy brevemente “De senectute” y, por último, hilvanar un aún más breve canto, “Canción final”, entregándonos en él, escondida, la clave, la verdad de la mentira”. Canción final Las rosas de papel no son verdad y queman lo mismo que una frente pensativa o el tacto de una lámina de hielo. Las rosas de papel son, en verdad, demasiado encendidas para el pecho. (J.G. de Biedma).

Elisa Fernández de Castro 35


Territorios diVersos

En “Atlas posible” Manuela Sola Castro nos trae su particular visión del concepto patria.


Territorios diVersos Atlas posible “Nadie es patria, todos lo somos.” Jorge Luis Borges

Llevamos la patria dentro del cuerpo cuando la sangre nos hierve de alegría o cuando se congela de tristeza. Hablar de patria es hablar de un lugar de entendimiento plasmado en un material amniótico que permite la natural construcción del individuo en el mundo. La patria no tiene palabras pero nos dialoga. No tiene corazón pero nos bombea la sangre. No tiene piel pero nos sujeta.

Si dibujáramos un atlas posible de la patria tendríamos en él tantas líneas como las recorridas por cada individuo en dirección a un hacerse. Unas se cruzan, otras se apartan. Unas caminan lado a lado y otras ponen zancadillas. Las hay débiles, vigorosas, ascendientes. Y hay las que se desploman a la vuelta de la esquina.

El atlas posible

Esas líneas tan dispares transportan un genoma común compuesto por “unidades de acontecimientos” que las predisponen a una vivencia personal y a una permanencia universal. La patria no es un ser, es un estar estando en la geografía del universo. Manuela Sola Castro 37


Mirador

DuplicidaD Complicidad entre las imรกgenes de Marisol Huerta y las palabras de Luis Felipe Comendador


Mirador/ Fotos de Marisol Huerta y textos de Luis Felipe Comendador

DuplicidaD

多Y si fuera cierto que no importa el tama単o?

39


Mirador/ Fotos de Marisol Huerta y textos de Luis Felipe Comendador ... o i br

s

e o d To

DuplicidaD

i

il u q e

y ese equilibrio exige muertes.

40


Mirador/ Fotos de Marisol Huerta y textos de Luis Felipe Comendador

s DuplicidaD

Di

te r a p s a r t o o s e s tรก e n

41


Mirador/ Fotos de Marisol Huerta y textos de Luis Felipe Comendador

DuplicidaD

La M o d a d o M a .

42


Cada mochuelo a su olvido.

DuplicidaD

Mirador/ Fotos de Marisol Huerta y textos de Luis Felipe Comendador

43


Mirador/ Fotos de Marisol Huerta y textos de Luis Felipe Comendador

DuplicidaD

Casi todos los dĂ­as el silencio

mejora cualquier palabra.

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DuplicidaD

Mirador/ Fotos de Marisol Huerta y textos de Luis Felipe Comendador

La obje

tividad

nunca e

s impar cial. 45


DuplicidaD

Mirador/ Fotos de Marisol Huerta y textos de Luis Felipe Comendador

El cielo tambiĂŠn estĂĄ en todas partes.

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Retrato en auto

Con Juan Carlos Mestre, artista plĂĄstico, ensayista y poeta, cerramos este nĂşmero. Le damos las gracias por su generosa colaboraciĂłn.


Jaun Carlos Mestre

Retrato en auto / Juan Carlos Mestre Mestre, hijo de panadero, nieto de un sastre. A los siete tiene visiones, a los catorce entra en conversación con los pájaros sefarditas. Ama desde entonces el lenguaje de lo indecible, la alianza con los prófugos y la intuición del destino que recuerdan las estrellas fugaces. Comparte el pensamiento que vincula a Carlos Marx con Walt Whitman, la utopía de los alquimistas y el porvenir todavía pendiente de los desheredados. Habla el idioma de los sueños, supone el origen de algunas piedras fundadas para el resplandor. No es profesor de nada, tampoco un funcionario de la melancolía, sino alguien que acompaña a otros para cumplir el encargo que nadie ha hecho. Dibuja materias irrepresentables relacionadas con lo inexistente, huellas de un pueblo de la noche que reside en el aire de Chagall. Cree en la conducta de las palabras, en las vocales de su misericordia, en el pensamiento de los astros y los animales. Se siente cerca de aquellos a los que aún vincula la resistencia moral contra las metamorfosis del fascismo. Piensa que un poema es un lugar para la conciencia del porvenir, una casa de huéspedes para las ideas desterradas por el utilitarismo. Prefiere la herejía de la desobediencia a la jurisprudencia del canon. Acepta el azar como discurso de la imaginación. Defiende el derecho civil a la felicidad y la abolición de cuanto signifique alguna forma de autoridad sobre los demás. No es un profeta, es el hijo del panadero que trae cada mañana el pan. 48


Retrato en auto / Juan Carlos Mestre El adepto Erguida estás, señal. José Miguel Ullán

He leído durante toda la noche el Discurso sobre la dignidad del hombre de Pico de la Mirándola, de él se deduce que el 14 de mayo de 1486 no existe, que la primavera y la juventud son hijas de Marsilio Ficino, que la belleza es por derecho mitológico esposa del trípode y el camaleón. Acepto haber leído el destino en un vaso de agua seis mil años antes de la muerte de Platón, acepto haber alimentado un animal de uñas curvas, acepto la influencia de los magos persas. No tengo hijos, ¿acaso he cometido un crimen? Tampoco tengo energías para la épica. Confieso adorar descalzo el triángulo de la piedad que otros llaman cubo de Zoroastro, confieso mi creencia en la teología del número 7 y la

gestación de los donantes de calor, confieso mi fe en Timeo de Locros astrónomo de lo diverso.

He leído durante toda la noche el árbol de la conjetura, de sus frutos he traído a mi casa la escalera circular junto a la que Jacob tuvo un sueño y el testimonio sobre la naturaleza celeste de todas las piedras. Asumo haber prestado atención a lo que impide, asumo la visitación del pródigo y la música de las esferas, asumo no haber dejado escrito nada que no me haya sucedido en el futuro. He leído durante toda la noche el Discurso sobre la dignidad del hombre, de él se deduce la aritmética del mar y la Ley bajo la corteza de la encina, de él se deduce el río de la ciencia y la golondrina de los caldeos, de él se deduce la inexistencia de la muerte y la fecundidad de lo discutible.

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Retrato en auto / Juan Carlos Mestre Cavalo Morto

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo. Un poema de Lèdo Ivo es una luciérnaga que busca una moneda perdida. Cada moneda perdida es una golondrina de espaldas, posada sobre la luz de un pararrayos. Dentro de un pararrayos hay un bullicio de abejas prehistóricas alrededor de una sandía. En Cavalo Morto las sandías son mujeres semidormidas que tienen en medio del corazón el ruido de un manojo de llaves.

En Cavalo Morto los aviones atan con cintas de vapor el cielo como si las nubes fuesen un regalo de Navidad y los felices y los infelices suben directamente a los hipódromos eternos por la escalerilla del anillador de gaviotas. Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo. Un poema de Lèdo Ivo es el amante de un reloj de sol que abandona de puntillas los hostales de la mañana siguiente. La mañana siguiente es lo que iban a decirse aquellos que nunca llegaron a encontrarse, los que aún así se amaron y salen del brazo con la brisa del anochecer a celebrar el cumpleaños de los árboles y escriben partituras para el timbre de las bicicletas.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo. Un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo es un río que madruga para ir a fabricar el agua de las lágrimas, pequeñas mentiras de lluvia heridas por una púa de acacia.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo. En Cavalo Morto cuando muere un caballo se llama a Lèdo Ivo para que lo resucite, cuando muere un evangelista

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo. Lèdo Ivo es un hombre viejo que vive en Brasil y sale en las antologías con cara de loco. En Cavalo Morto los locos tienen alas de mosca y vuelven a guardar en su caja las cerillas quemadas como si fuesen palabras rozadas por el resplandor de otro mundo. Otro mundo es el fondo de un vaso, un lugar donde lo recto tiene forma de herradura y hay una sola calle forrada con tela de gabardina.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo. Lèdo Ivo es una escuela llena de pinzones y un timonel que canta en el platillo de leche. Lèdo Ivo es un enfermero que venda las olas y enciende con su beso las bombillas de los barcos. En Cavalo Morto todas las cosas perfectas pertenecen a otro, como pertenece la tuerca de las estrellas marinas al saqueador de las cabezas sonámbulas y el cartero de las rosas del domingo a la coronita de luz de las empleadas domésticas.

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Retrato en auto / Juan Carlos Mestre se llama a Lèdo Ivo para que lo resucite, cuando muere Lèdo Ivo llaman al sastre de las mariposas para que lo resucite. Háganme caso, los recuerdos hermosos son fugaces como las ardillas, cada amor que termina es un cementerio de abrazos y Cavalo Morto es un lugar que no existe.

La casa roja

Alguien anda diciendo que en las afueras de la ciudad hay una casa roja. Una casa donde los cardenales negros sacrifican papagayos a la voz del diluvio. El diluvio tiene las barbas blancas como el sauce de la jurisprudencia un domingo de bodas. Los predicadores aman la tempestad y golpean con sus Biblias de nácar la erección de los guardiamarinas. Las familias beben alcohol, se santiguan, recolectan insectos. El niño de la lámina se masturba plácidamente con la transparencia. La rosa de Jericó huele a vainilla. Alguien anda diciendo que en las afueras de la ciudad hay una casa roja. Una casa cuya ilusión está llena de peces, el pez de San Pedro, la conciencia del delfín encerrada en el aro de

la bahía desierta. Lorenzo de Médicis tenía una casa roja, las maniquíes de Bizancio tenían una casa roja. Mi corazón es una casa roja con escamas de vidrio, mi corazón es la caseta de los bañistas cuya eternidad es breve como columna de lágrimas. El minotauro hace rodar sus ojos por el acantilado de las estrellas, la herida del anochecer hace su nido en la arena. Yo hablo con alas, yo hablo con lava de lo ardido y humo de diamante. La geometría bebe veneno, en el canto de los pájaros suena la armonía del baile de los muertos. En la casa roja hay una mesa blanca, en la mesa blanca hay una caja de plata con la nada del sábado. La intemperie gime contra los muros, la tristeza gime contra los mármoles. El profeta tuvo una casa de papiro a la orilla del lago, la muchacha del ghetto vivió en la casa de las preguntas. Mi mano izquierda luce un anillo de agua, en el camafeo de la supersticiosa brilla el mercurio de la temperatura. Lo que canto es lumbre, caballos lo que canto contra la aritmética y los números. Alguien anda diciendo que en las afueras de la ciudad hay una casa roja, una casa bajo el índice del cielo y el negro nenúfar de la amante devota. El muchacho con ojos de ebonita ama la enfermedad y el rubí de los reyes. Las mujeres hermosas sueñan con acuarelas, sueñan con garzas y volúmenes y súbitos prodigios sobre las alfombras de lana. Yo vivo extraviado entre dos rosas de sangre, la que tiñe la calamidad de impaciente belleza, la que tiñe la aurora con su astro eucarístico. Mi voluntad tiene la cólera del orfebre, mi capricho tiene el óxido de tu frente de 51


Retrato en auto / Juan Carlos Mestre hierro. Nadie cruza los bosques malignos, nadie sobre la yerba de la muerte escucha el desconsolado discurso de las ceremonias asiduas. Yo veo el arco iris, yo veo la patria de los músicos y el olivo de los evangelios. Mi casa es una casa roja bajo la fibra de un rayo, mi casa es la visión y la beldad de una isla. Aquí cabe la gala del mandarín y la escrupulosa usura de las edades antiguas. Esta casa mira al norte hacia las lagunas de helechos, esta casa mira al sudeste azotada por el aliento de los que piden limosna.

El anzuelo de la libélula

Me has inventado.

Anna Ajmátova Starki, 18 de agosto de 1956

Yo tenía una libélula en el corazón como otros tienen una patria a la que adulan con la semilla de los ojos. Verdaderamente las especies de la verdad son cosas difíciles de creer, extraños seres petrificados en la ternura como benignos nódulos en la perfección de los huesos. En aquel tiempo yo tenía el sueño de una libélula entre los juncos de la razón. Cansadas como paraguas cerrados recogía las maderas auditivas de un mar inexistente y con ellas construía algo parecido a una casa. En aquellos días algo parecido a una casa eran las conversaciones,

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Retrato en auto / Juan Carlos Mestre palabras relacionadas con la pestaña premonitoria, gatos en los cerezos. Yo desconocía los vínculos y toda oscuridad era para mí un obsequio, un rumor de la eternidad que se prestaba como cuerpo desnudo a mi mano. No era la boca del amor la que respiraba ese óxido, sino la imaginación del amor como un sastre con pantalones verdes el día de la felicidad. Verdaderamente las especies de la verdad son cosas difíciles de creer, la ilusión del hombre es una luz que llega desde lo desconocido mas no es él el dueño de esa invención sino el ruido de un rumor prestado, la cámara del que guarda su placer en ella. Yo tenía la costura de una libélula en el corazón pero las hojas cerebrales hacían crecer mis manos hacia dentro en busca de una palanca con la que desalojar la piedra del miedo. Sin esfuerzo comencé a llorar al revés, a confundir los sentidos que guían la gota gramática hacia una lengua extranjera. Antes que me tomaran por un extraño ya que yo no era el

dueño de esa invención me alejé del optimismo de ser entendido por más de dos y comencé a oír mis propias palabras como martillazos retumbando en un espacio vacío. Era como si el tiempo hubiera dejado de durar, era como si todas las obras imaginadas por un ciego se derritiesen al tacto, como si la langosta hubiera descendido sobre los campos del espíritu. Yo sólo tenía una libélula en el corazón como otros son hermanos del vértigo y llevan la aorta de las constelaciones acogida en sus sienes. Está bien, las especies de la verdad son cosas difíciles de creer, es probable que la invisibilidad y estos hechos sólo guarden relación con una libélula.

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Retrato en auto / Juan Carlos Mestre Asamblea

El poeta Para Rafael Pérez Estrada

Queridos compañeros carpinteros y ebanistas, les traigo el saludo solidario de los metafísicos. También para nosotros la situación se ha hecho insostenible, los afiliados se niegan a seguir pagando cuotas. A partir de este momento la lírica no existe, con el permiso de ustedes la poesía ha decidido dar por terminadas sus funciones este invierno. No lo tomen a mal, pero aún quisiéramos pedirles una cosa, mis viejos camaradas amigos de los árboles acuérdense de nosotros cuando canten La Internacional.

Recorrimos los suburbios, anduvimos juntos entre la maleza, dormimos en los cobertizos.

El poeta barba de maíz roedor de los sembrados, el poeta bobina sin hilo de las cometas. El que bajo los párpados de lino del verano es la voz ronca del vendedor ambulante, la mirada del viento que seca la tierra mojada. Lo que el poeta dice, lo que dice el poeta a la adivina, al solitario de boina gris, al que oye sus palabras como relato de un robo.

El poeta vidrio de los cuatro colores de la atmósfera, el poeta oscuro llave de las alacenas. El que está sentado a la diestra del padre junto al jugador de baraja que lee la fortuna, el que le dice a la muerte, oye muerte, y se acuesta con ella.

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Retrato en auto / Juan Carlos Mestre Lo que dice el poeta, lo que el poeta dice al que se creyó dueño de algo, propietario del reflejo de algo, amo de la discordia de algo.

El que deambula de noche por los cercados, el poeta amigo de las hormigas que construye una casa de harina. El que guarda en su artesa cuero de tambor y pan nublado del sábado. El poeta cera amarilla de las iglesias que baila con el agua de las pecadoras, el poeta barco de papel que duerme con la muchacha sin labios.

Sus manos escriben el rótulo de las mercerías, saludan en la iglesia al dueño del alambique. El que se llama Niebla, Pelirrojo Crepúsculo, el que no sabe a quién besarán ahora los ojos de Triste Boca de Nuez, el que silba como el pájaro de las colinas, el hijo del panadero que conversa con el martín pescador. Lo que el poeta dice,

lo que dice el poeta a la muchacha con calcetines blancos y pequeños ojos de colibrí. El viejo pastor comensal del otoño, el poeta ruido de las semillas, carpintero del Arca de los animales. El delirante bajo el filamento de las bombillas para el que aún tiene sentido seguir dándole vueltas. El que vive en la patria de una mujer desnuda, el hijo de la locura que llora médula de caballos sumergido en el humo de su choza de adobe. El que vino a barnizar con leche la jaula de los cantos, aquel cuya cabeza ha rodado como una peonza por la tarima de los burdeles y ha recorrido todos los templos pidiéndole favores al crucificado. El consentido por el vínculo de las zurcidoras, el que padece una enfermedad inmortal y levita en los parques tumbado de espaldas.

El poeta que cruza en ambulancia los campos de girasoles, el poeta ángel de los pesebres, brizna de los acantilados. El poeta reloj de lluvia de las epidemias, vapor de los harapos hervidos contra la peste. El que ha hipotecado la hacienda de varias generaciones

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Retrato en auto / Juan Carlos Mestre y ahora es el ánima de un bolchevique embriagado de vodka. El patriarca que abrió una tienda de ultramarinos y compra por cuatro centavos un ramito de sífilis, el que conoce el comercio de especias y el tráfico de resinas, el compadre de los anarquistas con su escarabajo negro ante el eclipse de mar. El que rodeado de profecías y pájaros vive en las manos de una arpista, el que tiene dedos de trébol y cerillas, aquel cuyas cenizas alimentarán las carpas de los estanques. Recorrimos los suburbios, anduvimos juntos entre la maleza, dormimos en los cobertizos.

Lo que el poeta dice, lo que dice el poeta a la adivina, al bisabuelo judío que dormía en la comuna y aún vaga con su barba blanca por ahí proclamando su consigna a las abejas: Las estrellas para quien las trabaja.

Salmo de los bienaventurados

Ávida vena, dame tu cordel.

Antonio Gamoneda

Bienaventurado el que a los cuarenta años aún no ha conocido la recompensa y llama virtud al cordón de un zapato, el hombre sin convicción que tumbado en la hierba pasa el día durmiendo y discute sobre el esfuerzo con los saltamontes.

Bienaventurado el que soporta el préstamo de la verdad, el excavado en piedra y el que construido en paja es alternativamente señor de la nada y rey de un solo vasallo.

Bienaventurado tú que sin llamarte Juan no eres otro que Juan el explícito, el padre del aire cuyos hijos heredarán los molinillos de viento.

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Retrato en auto / Juan Carlos Mestre Bienaventurado el que ha pasado la noche con la insignificancia, porque embellecido por la privación será de él alguna vez la ausencia, el que es vecino de dos bocas, el de la voz menuda al que le falta un diente, el hombre sin pretexto que tuvo un asno, una boina, un chivo. Bienaventurado el que ante el argumento de la pólvora tuerce su hocico de linterna y habla alto, el que paga su aullido con la vida, el que en un instante es articulación de lobo y árbol de rodillas. Bienaventurado el pájaro cuyo canto despierta el corazón de una madre en las ramas de la tristeza. Bienaventurado el manco y su violín de oxígeno, la abeja del azúcar que liba la corteza de los licores blancos. Bienaventurado el viajero que vaga en lo concéntrico y traduce el límite, la fertilidad del sacrificio, la teología de las medallas de la luna.

Bienaventurado el que emigra al borde de su amor, porque de él será la extraña fruta del animal del sábado. Bienaventurado el esqueleto de Rimbaud y su pájaro influyente, único héroe en el festín del cráneo.

Bienaventurado el que ante la alusión de los espejos se vuelve pensativo y amablemente azul sus lágrimas ignora.

Bienaventurado lo inmortal del muerto, la excusa del sombrero y su balido, el repentinamente desahuciado en el paladar de tablas de la muerte.

Bienaventurada la golondrina de madera que le late al niño antes de conocer el sexo. Bienaventurado el aire de la soledad del péndulo, el manso bajo el sol y la virtud del ciego, la esponja que da de cantar su lluvia a la garganta.

Bienaventurado el que apoyado en su bastón está toda la noche ahí y es piedra de la luz, piedra de la edad, los dos ojos del pájaro en el collar del cero. Bienaventurado el astro que ignora su caballo y ha cerrado el párpado, la agria lepra que arde en las arterias, la sal del paraíso.

Bienaventurado el que condensa lutos negros, porque de él será la última soga del relámpago, el primer peldaño en la escalera del descendimiento.

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conVersos - Ficha técnica/edición nº4

Grupo de los poetas conVersos: Alicia Naya, Antonia Roig, Carlos Gamarra, Carmen Díaz-Maroto, Carmen Paredes, Elisa Fernández de Castro, Esther Lucio Marino, Federico Monroy, José Pérez Carranque, Juana Arriaga, Manuela Sola Castro, María Jesús Silva, María de la O Guillén, Marisol Huerta, Marisol Perales, Miguel de Francisco, Nieves Pulido, Paloma Espartero, Pepe Alcamí y Tirsa Caja.

Fotografía de la portada: Manuela Sola Castro Pensada en: Café Ajenjo, Madrid, 2010

Diseñada y maquetada por: Manuela Sola Castro

Correctoras de estilo: Esther Lucio y Nieves Pulido

Número 4 editado digitalmente el día: 6 de febrero del 2012 Contacto: conversosrevistadepoesia@gmail.com

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V

con ersos/febrero 2012 59



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