Invierno | Capítulo 13 | Sol de primavera | Paciente con la recompensa

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CAPÍTULO 13

Sol de primavera Paciente con la recompensa

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El amor nos guarda de los escarpados inviernos, ubicándonos bajo la protección de huecos en las rocas, hasta que pase la noche y llegue el día, cuando la primavera toma su lugar y todo lo aprendido y vivido nos permite florecer. Tu día llega, no te impacientes, su voz tierna te llama: “Mi amado habló, y me dijo: ‘Levántate, oh, amiga mía, hermosa mía, y ven. Porque he aquí ha pasado el invierno, se ha mudado, la lluvia se fue; se han mostrado las flores en la tierra, el tiempo de la canción ha venido, y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola. La higuera ha echado sus higos, y las vides en cierne dieron olor; levántate, oh, amiga mía, hermosa mía, y ven. Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes, muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz; porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto. Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas; porque nuestras viñas están en cierne’. Mi amado es mío, y yo suya; Él apacienta entre lirios. Hasta que apunte el día y huyan las sombras, vuélvete, amado mío; sé semejante al corzo, o como el cervatillo sobre los montes de Beter”1. Así cantaba el heredero del dulce cantor de Israel, el rey y profeta que no cesó de cantar, y su hijo Salomón, inspirado nos legó el Cantar de los cantares… una profecía en cada verso. Llega nuestra hora, levántate, paloma divina, pueblo amado, amigo del Redentor, porque las nieves del invierno se van derritiendo y la oscuridad de la noche huye con la llegada de los rayos del sol que comienzan a resplandecer. Amanece tu nuevo día, tiempo en el cual, fortalecidos por todo lo recibido en el crudo invierno, floreceremos y fructificaremos; “es el tiempo de la canción, en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola…”. 1

Cantar de los cantares 2:10-17.

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En nuestro país… En 1920, florecieron en la Argentina dos grupos literarios que expresaban las vertientes del pensamiento de una nación que pujaba por crecer. Pasaron a la historia como Grupo Florida y Grupo Boedo, así denominados por el domicilio de las editoriales donde convergían. Aunque nacidas ambas en el martinfierrismo, expresaban dos mundos diferentes. Los de Florida, ubicados en una zona aristocrática de una ciudad de Buenos Aires en los días en que estallaba el pujante modernismo, dirigían su preocupación hacia una nueva vanguardia estética, sin ingredientes ideológicos; entretanto, los de Boedo, compenetrados en el paisaje proletario y tanguero de un suburbio fabril de la misma ciudad, expresaban su interés por una literatura comprometida con problemas sociales y se inspiraban en el mundo del trabajo. Unos, entusiasmados por el veloz progreso, buscaban alcanzar la mejor estética, tratando de disimular todo aquello que conspiraba con las ansias de desarrollo de los pobres de toda pobreza. Los otros observaban la triste realidad cotidiana de quienes eran el soporte de ese crecimiento económico; comprometidos con ellos, buscaban por medio de sus letras hacer visible a aquel proletariado anónimo y sufrido, para que un rayo del sol de justicia alumbrara y calentara al pueblo del invierno eterno. Leopoldo Marechal2 fue una de las plumas insignes de Boedo; sus Leopoldo Marechal (Buenos Aires, 1900-1970). Poeta, dramaturgo, novelista y ensayista. Hijo de Lorenza Beloqui, argentina de ascendencia vasca, y Alberto, uruguayo de ascendencia francesa. Su acercamiento a los círculos progresistas de tendencia proletaria, como el Grupo Boedo, y su manifiesta simpatía por el peronismo provocaron que su obra quedara relegada. Tal fue el caso de Adán Buenosayres, publicada en 1948 y que solo recogió los elogios de Julio Cortázar y algunos pocos entusiastas. Contrajo matrimonio con María Zoraida Barreiro en 1934, conformando una familia en la que nacieron dos hijas, María de los Ángeles y María Magdalena. Enviudó en 1947, y en 1950 conoció a Elvia Amor Robasco, la mujer con quien conviviría hasta el día de su partida. En1960, a causa de la parálisis nerviosa que sufría su mujer, concurrió a una iglesia

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palabras reflejan aquella impronta: “Era el pueblo de Mayo quien sufría, no ya el rigor de un odio forastero, sino la vergonzosa tiranía del olvido, la incuria y el dinero. El mismo pueblo que ganara un día su libertad al filo del acero tanteaba el porvenir, y en su agonía le hablaban sólo el Río y el Pampero”. Versos y tonadas fueron haciendo nacer del tango sus mayores exponentes. Vinculados por la literatura, la música y la política, autores como Homero Manzi3 pintaron como nadie nuestro “Sur”, su vida y cultura. Don Homero, a quien muchos reducen a un poeta barrial, fue uno de los grandes inspiradores de movimientos populares y juveniles que generaron grandes cambios sociales en Argentina. La canción siempre presente, el profeta que describe quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Profetas populares, siempre han de estar –como Jesús– junto a la gente. Don Leopoldo, dolorido por la realidad política de tiranías y de fraudes evangélica pentecostal, donde junto a ella tuvieron un encuentro personal con Jesucristo que los unió a dicha fe, siendo Elvia totalmente sanada. Los datos biográficos de su conversión en la iglesia evangélica fueron recopilados de varias fuentes: del libro La Ciudadela mística. El hermano Pedro en la vida y obra de Leopoldo Marechal, del escritor y periodista Carlos Velazco, editado por la Oficina de Letras de la Municipalidad de Tres de Febrero en 2010. De los materiales y conclusiones del teólogo, periodista, escritor y amigo Alberto Roldán, autor del libro Te busca y te nombra… Dios en la narrativa argentina, publicado por la Editorial Pronombre en 2011. De las charlas con mi amigo y nieto del pastor Pedro Suligoy, el pastor Rodolfo Polignano. 3 Homero Manzi, cuyo verdadero nombre fue Homero Nicolás Manzione Prestera, nació en Añatuya, provincia de Santiago del Estero, en el norte de la Argentina, el 1 de noviembre de 1907. Fue poeta, director de cine y político. Autor de célebres tangos tales como “Barrio de tango”, “Malena”, “Milonga sentimental”, “Sur”, entre otros. Políticamente, adhirió desde muy joven a la UCR (Unión Cívica Radical), alineándose en la corriente personalista que defendía las banderas yrigoyenistas. Inspirador y creador del grupo FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), donde militó junto a otros insignes, como Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz. Vivió gran parte de su vida en el barrio de Nueva Pompeya, en cuyos límites se encuentra el Centro Cristiano Nueva Vida. Allí, una calle y una plaza llevan orgullosamente su nombre. El 3 de mayo de 1951, partió rumbo al barrio que está detrás de las estrellas.

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con horrendas consecuencias sociales y económicas en la gente, dijo: “La patria es un dolor que nuestros ojos no aprenden a llorar...”. Consciente de la incomprensión de foráneos inmigrantes y extranjeros nacionales que solo miraban por los ojos de su avaricia allende los mares, escribe una poesía maravillosa: “Descubriendo la Patria”, radiografía de la realidad argentina de su tiempo y del nuestro, cuyos dos versos finales imprimen un sesgo de realismo brutal: “Yo la vi talonear los caballos australes, niña y pintando el orbe de sus juegos. La Patria no ha de ser para nosotros nada más que una hija y un miedo inevitable, y un dolor que se lleva en el costado sin palabra ni grito. Por eso, nunca más hablaré de la Patria”. Miseria, pobreza y violencia producían tanto dolor, haciendo insoportable la incomprensión de quienes, extraños, oían narrada su visión de la realidad en la melodía de su poesía; determinado a hacer absoluto su silencio hasta que su verba fuera comprendida, decidió no hablar más de la Patria, negándose a aprender a llorarla. Debemos conocer nuestro país, nuestra patria. Qué sucede en sus campos, ríos, montañas y mares, en los pueblos y en las ciudades, en su gente… Reconocernos en ella, lugar de nuestras raíces, de dónde procedemos y hacia dónde siempre vamos, pone en claro nuestro ADN, nuestra identidad. En palabras de Salomón: “Mi amado habló, y me dijo: ‘Levántate, oh, amiga mía, hermosa mía, y ven. Porque he aquí ha pasado el CAPÍTULO 13

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invierno, se ha mudado, la lluvia se fue; se han mostrado las flores en la tierra, el tiempo de la canción ha venido, y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola. La higuera ha echado sus higos, y las vides en cierne dieron olor; levántate, oh, amiga mía, hermosa mía, y ven”. Hablamos de Patria, no de fanáticos nacionalismos que se esconden detrás de algunos colores que flamean. La Patria no tiene fronteras, porque, antes que existieran las naciones, los pueblos habitaban la tierra y ese lugar era y es su Patria. Tribus y pueblos desconocidos aún habitan desde tiempos inmemoriales la Amazonia, ignorando plácidamente si se encuentran en Brasil, Perú, Bolivia, Colombia, Venezuela… No necesitan pasaporte. Tiene en claro su Patria en cada árbol, en cada pájaro, todos los animales, el viento y los sonidos, los aromas y esa sensación de hogar permanente, recuerdo del pasado y anticipo del futuro, de allí son y ella también les pertenece, pues uno sin el otro carecen de identidad. Su lugar, el de la pertenencia mutual, raíces plantadas de generación en generación. Tan grande es la Patria que lleva a grupa a todas las naciones que en ella se formaron. Pueblos que comparten orígenes y sueños a ambos lados de frías fronteras de alambradas indignas. Púas metálicas o culturales tratan de encerrar a los pueblos en una sola identidad externa y breve, violentando la entidad profunda e inviolable que cada raza, cultura, pueblo y persona portan en su espíritu libre. Esa libertad les permite unirse a otro sin perder su esencia. Todos tienen pertenencia, por nacimiento o adopción y, siendo diferentes, se unen en la Patria, anhelo de ideales compartidos que vive al abrigo de la otredad4 respetada a ultranza.

Otredad: Reconocimiento del otro como un individuo diferente, que no forma parte de la comunidad propia. La otredad no implica que el otro deba ser discriminado o estigmatizado;

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El cambio ha llegado a nuestro terruño, nos dice el cantor de los cantares; por lo tanto, existe un antes y un después, dos momentos, dos circunstancias, dos realidades. No siempre es igual, no todo es lo mismo. Ser entendido en los tiempos es clave en la vida. Marechal conocía a la perfección la Patria, la de voces diferentes y extrañas, procedentes de lejanas geografías, que se unían a las ancestrales y telúricas. Pueblos originarios, criollos, esclavos libertos e inmigrantes, todos ellos aprendiendo a respetarse, huyendo de los nacionales fundamentalistas que a fuerza de tortura y muerte devastaron al pueblo intentando imponer su modelo, ignorando que la sangre no es agua y de ella el ser siempre resucita. La Redota Marchando unidos –familias, gauchos, negros, pueblos originarios y esclavos liberados–buscaban en su éxodo de emigrantes un lugar donde ser felices por la libertad. Llegados al campamento de Ayuí, aquellas ochocientas cincuenta familias que salían de Montevideo vieron unirse en el camino, rumbo a lo que hoy es Concordia, en la provincia argentina de Entre Ríos, a muchos más. Los denominaron “los que van llegando”. Los ochocientos cuarenta y seis carros rodaron aquellos 522 kilómetros en sesenta y cuatro días. La voluntad inquebrantable de 4.435 personas contabilizadas en el Padrón de las familias orientales, contagió a los amantes de la libertad y justicia, y así llegaron a superar los dieciséis mil por los que se fueron plegando, rodeando a José Gervasio Artigas, aquel hombre que entendía como nadie la libertad, el respeto, la otredad y el ser federal. por el contrario, las diferencias que se advierten al calificar al prójimo como un otro constituyen una riqueza social y pueden ayudar al crecimiento de las personas. CAPÍTULO 13

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Víctimas de la debilidad del gobierno de la Primera Junta y la traición del Triunvirato de Buenos Aires, decidieron abandonar por un momento la lucha por su tierra. La soledad e indefensión agigantaban los peligros por el acecho de enemigos españoles y portugueses. Emigraron por la irrenunciable convicción de Patria que anidaba en su alma; aunque amaban su terruño, ellos domiciliaron la Patria en la libertad. Don José Gervasio, héroe máximo del federalismo y el respeto, lo expresó así: “En esta crisis terrible y violenta, abandonadas las familias, perdidos los intereses, acabado todo auxilio, sin recursos, entregados solos a sí mismos, ¿qué podía esperarse de los orientales, sino que luchando con sus infortunios cediesen al fin al peso de ellos y víctimas de sus sentimientos mordiesen otra vez el duro dreno que con un impulso glorioso habían arrojado lejos de sí? Pero estaba reservado a ellos demostrar el genio americano renovando el suceso que se refiere a nuestros paisanos de La Paz y elevarse gloriosamente sobre todas las desgracias: ellos se resuelven a dejar sus precisas vidas antes que sobrevivir al oprobio y la ignominia a la que se los destinaba y, llenos de tan recomendable idea, firmes siempre en la grandeza que los impulsó cuando protestaron que jamás prestarían la necesaria expresión de su voluntad para sancionar lo que el gobierno auxiliador había ratificado, determinan gustosos dejar los pocos intereses que les restan en el país y trasladarse con sus familias a cualquier punto donde puedan ser libres, a pesar de los trabajos, miserias y toda clase de males…”5. Nómade comunidad voluntaria y gozosa, remontaba todo repecho de la historia, prefiriendo disfrutar cualquier sacrificio antes que sufrir la pérdida de la libertad. Un pueblo compuesto por pieles de todos los colores, provenientes de 5

Fragmento de la carta de Artigas al Paraguay, fechada el 7 de diciembre de 1811.

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diferentes historias y culturas, emancipados de alma y unidos por el amor al otro, conformaron una sociedad igualitaria y democrática que fue y es ejemplo para nosotros, quienes padecemos la cruel historia de doscientos años de dolores de parto, donde los nacionalismos ultramontanos asfixiaron vez tras vez a la Patria niña, que es de todos, sin exclusión. Poder hablar y expresarse es un logro y un derecho, pero se participa en la historia cuando se decide, por eso en aquella comunidad – gauchos, charrúas, guaraníes, negros y colonos– todos opinaban y decidían en asambleas abiertas. Ejemplo de civilidad, de entidad y de identidad, que no fue soportado por quienes como Sarratea tenían la intención de formar un país uniforme, en el cual solo una raza –la de ellos– dominaría, permitiendo la subsistencia necesaria a esclavos que les sirvieran. Llamaron a aquella experiencia extraordinaria la Redota, voz gaucha con la que deformaron el término “derrota”, quizás por no querer siquiera pronunciarla. Me pregunto: ¿cuál fue la derrota?, ¿y quiénes, los derrotados? Es cierto que don José Gervasio terminó sus días en Paraguay, exiliado y pobre, pero libre. Ser capaces de definir nuestra Patria, la de la libertad, celestial y terrena, determina nuestro corazón. Leales a ella, no vendiéndola por razón alguna de conveniencias personales o colectivas, nos hace dignos ciudadanos de la esperanza. Aquellos que no renuncian a la libertad, como los victoriosos de la Redota, pueden cantar el verso final del himno argentino: “O juremos con gloria morir…”, pero para ello debemos entonar durante toda CAPÍTULO 13

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nuestra historia, día a día, la misma frase que desde adolescente grito toda vez que el pecho se me inflama al oír sus sones: “¡¡¡O juremos con GLORIA VIVIR!!!”. La gloria no es el éxito, sino la dignidad, tal como lo enseña Artigas, la Redota y los más de dieciséis mil valientes que parieron el Uruguay. Marechal, consciente de asechanzas, de traidores de intereses propios y extraños que siempre son foráneos y del débil estado de su niñez precoz llena de limitaciones, declara: “La patria es un peligro que florece”. Describió su instancia de forma magistral: “Creo que actualmente hay dos Argentinas: una en defunción, cuyo cadáver usufructúan los cuervos de toda índole que lo rodean, cuervos nacionales e internacionales; y una Argentina como en Navidad y crecimiento, que lucha por su destino y que padecemos orgullosamente los que la amamos como a una hija. El porvenir de esa criatura depende de nosotros, y muy particularmente de las nuevas generaciones”. La Patria es una niña, no la Mater absoluta, rectora, castradora de toda entidad e identidad. A ella debemos cuidarla, formarla entre todos, y ese todos plural no admite segregación alguna. Se ha oído la voz de la tórtola Por esa inexplicable sensibilidad de los creadores unidos consciente o inconscientemente con el Creador, inspirada en los versos de Marechal, la cantora Teresa Parodi habló de la Patria sin nombrarla, utilizando una metáfora, una figura. Suave y dulce la llama “paloma, palomita”… al igual que el cantor de los cantares, cuando nos convoca a volver al país, donde se oye nuevamente la voz de la tórtola.

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“Paloma, palomita, paloma, palomai, pequeña rosa blanca temblando en mi balcón, que sea tu perfume de flor enamorada el que le hable de mi amor. Aquella bien amada que vive en mi canción, y es tan hermosa y clara como ninguna y nada jamás recuerde yo. Paloma, palomita, paloma, palomai, hay quienes la han nombrado, quitándole el honor, y oscuros encerraron con muros y candados su noble corazón. Pero otros sin embargo, en nombre del amor, rompieron sus cadenas, quitándole la pena, pidiéndole perdón. Nosotros los iguales, los nadies, sí, señor, ahí vamos al amparo de su amoroso manto, regándole la flor. Paloma, palomita, paloma, palomai”6. Diáfana y esclarecida, como Jacinta Zenote, la jujeña pastora de soledades, Teresa muestra en su poesía el alma del tiempo nuevo que va llegando: la redención que sana toda herida en nombre del amor rompe toda cadena y restituye haciendo efectivo el pedido de perdón. Vuelve contundente el concepto de perdón, que siempre actúa hacia el futuro, manifestado en los cambios profundos que se realizan. Lo entiende Jacinta, aquella pastora herida de atardeceres: “La América está cambiando… suele decirse paciente…”7. Por esta razón, la redención es revolucionaria, cambia la historia. Entender a JESÚS como el REDENTOR transforma la vida. 6 7

“Paloma, palomita”. (2009) Teresa Parodi, Corazón de pájaro, Sony Music. “Pastora de soledades”. (2009) Teresa Parodi, Corazón de pájaro, Sony Music.

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Bien lo entendió Leopoldo, por eso declara: “Arranqué de mis ojos las antiguas imágenes crucificadoras; arranqué de mi olfato el olor de la sangre coagulada y del sudor agónico; arranqué de mi oído la telaraña sonora de imprecaciones, lamentos y sollozos que se dejan escuchar un jueves y que se olvidan un domingo; arranqué de mi alma la tristeza de una pasión obligatoria que se teatraliza una vez al año. Y no bien hube cumplido ese laborioso descarte, ¡se me dio la noche de las noches! (…) ¡De pronto sentí al Señor viviente, al Cristo universalizado en su cósmica totalidad! No lo vi, lo sentí, ¡aleluya! Y la Alegría de la Redención me hizo trastabillar como un viento fuerte y me emborrachó como un vino armónico”8. La euforia estalla en el alma cuando lo leído y aprendido se vuelve realidad tangible, al sentirlo vivo, emergiendo de todo relato y liturgia de la que nos despojamos para vivir la vida junto a Él. Cuando la tórtola canta ya no hay peligros, llega el tiempo de amores… “Levántate, hermosa, vamos, ya pasó el invierno, se mudó la lluvia y floreció el campo, llegó el tiempo de la canción y en nuestro país se oyó la voz de la tórtola; higueras y vides están dando frutos, paloma mía, sal de los huecos de las escarpadas peñas, deja oír tu voz y vamos con el Redentor…”. Quedarnos atados al dolor sin redención es condenarnos a la amargura, la venganza y la frustración, condiciones indignas que atentan contra la vida… debemos cazar esas zorras que, aunque pequeñas, echan a perder las viñas que están en cierne, brotando, naciendo a la esperanza. Por amor a quienes nos aman, para honrar a quienes se han ido y por nosotros mismos, necesitamos redimir todo dolor del pasado, dejando que el tibio sol de primavera nos bañe y acaricie nuestros sueños permitiéndonos florecer. 8 Fragmento

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de Megafón, o la guerra, de Leopoldo Marechal.

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Ese hermoso momento en el que tu alma se llena de la alegría de la redención, el insuperable instante en el cual esas manos tibias y serenas se llevan todo peso que asedia, cuando el sentir supera al saber y la libertad estalla en felicidad. En ese minuto sublime, el cielo guarda silencio: un hijo ha vuelto a casa, nada es más importante para el Padre eterno. Aquello íntimo desborda el alma porque, ¿dónde termina lo propio y comienza lo de todos? Descubrir que lo propio y lo ajeno se unen, porque somos parte los unos de los otros. Gotas individuales que se fusionan en el mar y forman olas llenas de fuerza y de vida. Uno y la Patria son lo mismo, porque la Patria es el otro, razón y pasión del supremo mandamiento, aquel que resume en él toda la Ley y los profetas: “Amarás a Dios y a tu prójimo como a ti mismo”9. Ese es el momento en el cual se comienza a cumplir el anhelo de don Leopoldo cuando dijo: “La Patria debe ser una provincia de la tierra y del cielo”. Anhelo de todo ciudadano de los cielos: derramar ese amor y esa ternura sobre nuestra gente, fusionando así los arraigos de nuestra pertenencia. El Reino de los Cielos que se acerca, pero no se instala, bendice pero no posee. Jamás será una teocracia, porque su sistema es diferente del que impera en el mundo. En él, mayor es el que sirve, y la misericordia bucea por debajo de las profundidades donde moran los más abatidos. Ha cambiado la corona por la toalla y el lebrillo. Mateo 22:34-40. “Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una. Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarlo, diciendo: ‘Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?’. Jesús le dijo: ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas’”.

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Rechaza de plano todo intento de dominio, pues desde el principio Dios le entregó el gobierno de la creación a una mujer y a un hombre, y esa autoridad era para velar, servir y cuidar, nunca para dirigir, mucho menos para mandar. ¿Cómo poder retrasar el crepúsculo o frenar la potencia del mar…? Cuando los iluminados de turno invocan la divina voluntad –solo a ellos revelada– para hacerse del poder, ponen de manifiesto que no han servido y, por ende, la comunidad no los reconoce. Buscan por imposición aquello que se logra con pasión y entrega por la vida del otro. Los períodos más tristes de la historia fueron protagonizados por quienes se autotitularon “elegidos”. Sangrientos falsos mesías que vertieron la sangre de otros por sus causas, relación inversa a la actitud del Cristo de la cruz, que entregó su vida por nuestra causa. Verdaderos anticristos10. Muchos, horrorizados por el pecado terrenal de las ambiciones de poder, que no tiene escrúpulos ni límites, huyen tras pensamientos monásticamente religiosos que aíslan a quienes capturan, alejándolos de la pasión divina por la gente. Es preferible ocultarse de la realidad, tratando de soportar la cruel y mundana impiedad, de la cual seremos librados solo por la huida. Sin embargo, allí en el lodo del dolor, el pueblo sigue sufriendo y necesita una respuesta. La resignación y el egoísmo carecen de lugar entre aquellos que entendieron, pero sobre todo sintieron, esa sensación extraordinaria cuando el verbo se hace carne y desciende para habitar entre nosotros. Cielo y tierra han de unirse, porque de otra manera la redención queda 1ª Juan 2:18-20. “Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo. Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros. Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas”.

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trunca, se resume a la queja o a la resignación, deseo ilusorio que aumenta la desazón. Indignados que llenan plazas alrededor del mundo sufren el dolor de la represión, el sinsentido de la realidad que los golpea diariamente. Tienen en claro el porqué de su protesta, pero la elevan ante los oídos de hierro del inconmovible gigante de la avaricia que la humanidad ha alimentado al confundir el domicilio de la libertad, que ellos mudaron desde sus corazones hacia el mercado. Desgarradores gritos, potentes proclamas, se vuelven inocuos, inofensivos, porque quienes los emanan son esclavos en sus almas de la misma tiranía que los agobia como pueblo. Interno y externo, el mismo veneno; cicuta que mata a quien seduce primero. Ambiciones compradas a fuerza de publicitarias tentaciones se vuelven sicarios motivos cuando el tecnicismo económico determina quiénes no son ya necesarios. Heridos sin soluciones sucumben, no avanzan, mueren en la protesta, quedándose solos. La queja necesaria, como la de Mardoqueo, termina su función al hacerse oír; luego llega la acción de los libres, aquella empuñada por quienes tienen el alma emancipada: los redimidos. La redención es revolucionaria. La redención cambia la historia. Como individuos lo sentimos y vivimos intensamente, somos gotas de agua suspendidas por un instante en la eternidad de nuestra vida, momento en el cual somos purificados para después precipitarnos al mar y así llevar vida a las otras gotas. Gotas de pueblo que se unen en la Patria. CAPÍTULO 13

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La Patria liberada que cobija bajo su manto a los nadies, gotas anónimas pero vivas, que unidas velamos por ella y con pasión regamos y cultivamos su flor. Saliendo del laberinto, la primavera del poeta Marechal, subrepticiamente silenciado por su identificación popular en tiempos de marciales cambios políticos, sufrió tal como lo describió certeramente, refiriéndose a su obra, el director de la Academia Argentina de la Lengua, Pedro Luis Barcia: “Los cordones sanitarios literarios”. Imposiciones de crueles dictaduras que asolaron a su Patria niña. “Elbiamor”, tal como Marechal llamaba a Elbia Amor Rosbaco, había sufrido una parálisis nerviosa provocada por el impacto que le produjo la noticia del fusilamiento de un general, amigo de la pareja. Carlos Velazco, periodista y escritor, siguió concurriendo al hogar de los Marechal a posteriori del reportaje que oportunamente le había realizado a Leopoldo para la revista en la que trabajaba. Interesado en el mundo espiritual, Carlos conocía al pastor Pedro Luis Suligoy, un hombre simple y sencillo, lleno de fe. Velazco, sabedor de las experiencias de sanidad y liberación que se producían, le propuso a la pareja concurrir a aquella pequeña iglesia pentecostal de Ciudadela Norte11. “Si es capaz de conjurar demonios, vamos…”, respondió Leopoldo, según relata Velazco en el libro La ciudadela mística. El hermano Pedro en la vida y obra de Leopoldo Marechal, cuya contratapa clarifica la importancia de este material: “La ciudadela mística es un libro testimonial imprescindible para 11 Iglesia pentecostal donde se congregaron los Marechal cuyo pastor era Pedro Luis Suligoy: San Martín 377; actualmente, por un cambio de denominación: Santa Juana de Arco 3479, Ciudadela Norte, Buenos Aires.

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comprender la última etapa de la vida y la obra de Leopoldo Marechal. En 1959, su autor, Carlos Velazco, le presenta al enigmático hermano Pedro, pastor de una humilde iglesia pentecostal de Ciudadela. Esta relación, que iba a gravitar grandemente sobre el creador de Adanbuenosayres, permanece ignorada hasta el presente por los estudiosos de su obra. ¿Quién fue el hermano Pedro? La respuesta, documentada en la presente edición, es un valioso aporte para la interpretación de la novela El banquete de Severo Arcángelo, de su poemario El Heptamerón, de los ensayos de Cuadernos de navegación y de otras obras del último período del más importante de los escritores argentinos”. Como si estuviéramos en un café escuchando su relato, prefiero simplemente citar fragmentos de ese libro para que Carlos nos narre aquellos episodios de los que fue testigo. Por haberlos escuchado de su boca, la lectura de estos párrafos guarda la frescura que nos introduce en el viaje a la intimidad de un encuentro de dos vidas necesitadas con Jesús. “Cuando concertamos el viaje a Ciudadela –un miércoles a las seis de la tarde– yo iba receloso del desencanto que el encuentro podría depararles. ¿Cómo enfrentarían la pobreza material del templo, el mal gusto estético de su decoración, los tablones en bruto que hacían a las vez de estrado y de altar, las oraciones a los gritos (sí, incontroladas y exaltadas hasta el anonadamiento en los rostros blancos de luz) y toda la rusticidad de los hermanos asistentes, a quienes yo no visitaba desde hacía cinco años. Caímos de sorpresa. Pero el hermano Pedro era un avezado conocedor de sus prójimos. Vivía con la red de pescador a cuestas. El apretón de manos con el ritual saludo, ‘Paz del Señor’, fue suficiente para que Leopoldo y Elbia lo quisiesen como si se hubieran conocido de toda la vida. La mirada de lince del hermano Pedro entendió sin necesidad de agregar nada más. Al término del culto (un sermón del hermano Pedro y cánticos y testimonios de la comunidad), CAPÍTULO 13

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el pastor impuso sus manos sobre ambos penitentes y oró acompañado por el resto de los fieles. A la salida, Marechal me confesó: ‘Encontramos al hombre que buscábamos’”. “Marechal tenía la certeza interior de ir al encuentro del hombre cuya fe iba a poner fin a largos años de padecimientos que él describió en ‘La poética’. Al llegar al templo, Elbia y él se miraron, la alegría que se describía en sus rostros desvaneció mis temores. El hermano Pedro los esperaba con los brazos abiertos, los dos sabían que la cita se había concertado entre ellos, sin haberse conocido”. “La aparición del hermano Pedro provocó en Marechal un cisma con el atormentador pasado descrito en la ‘Biografía del poeta’ (Canto 1 de ‘La poética’), lo que dio lugar a que escritores de uno y otro bando celebrasen o denostasen lo que se conoce como la presunta abjuración del catolicismo por parte del escritor y su conversión a la fe evangélica”. “Recuerdo al hermano Pedro, en el templo de Ciudadela, imponiendo sus manos nudosas de obrero a un endemoniado, a un paralítico, o a un vulgar afligido, y a Elbia y Leopoldo en los primeros bancos participando del aleluya libertador de la comunidad evangélica”. Lo cierto es que Elbia se recuperó por completo y ambos recibieron el bautismo pentecostal. Su cristianismo intelectual y permanente explotó con la experiencia personal con Jesús, como bien lo relató en Megafón, o la guerra donde leemos: “…sentí al Redentor…”. Cobró vida una de sus frases, que siempre me asombró por su síntesis: “De todo laberinto se sale por arriba”. Así fue, es y será: de todo laberinto se sale solo por arriba… Razón tenía Leopoldo para sentir la certeza interior de ir al encuentro CAPÍTULO 13

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del hombre cuya fe iba a poner fin a largos años de padecimientos que él describió en “La poética”: el calor del sol de primavera le acariciaba el alma y eso se palpa en la piel, había llegado la primavera del poeta. Cuando el invierno se retira, la temperatura cambia, el hielo se vuelve agua y la vida surge potente, llegó el tiempo de la canción: ¡¡¡levántate!!! Ley de la Solidaridad Felices por haber recuperado a sus mujeres y todos sus bienes, los cuatrocientos que habían continuado con el jefe de los amargados olvidaron sus intenciones de apedrear a su líder y cantaban felices en su regreso: “Este es el botín de David”. Así de simple y de veloz, aquellos a quienes el rey sin trono había cobijado y protegido en su desventura pasaron de la ira a la alegría, no deseando ya asesinarlo, sino por el contrario: lo vitoreaban. Volátiles reacciones de pueblos ciclotímicos que reaccionan de acuerdo con el humor de los acontecimientos y con el estado de sus bolsillos. Cuando se acercaron al torrente de Besor, los hombres malos que había en el grupo decidieron conforme a su avaricia, no compartir el botín –supuestamente propiedad de David– con quienes habían quedado relegados en aquella retaguardia debido a su agotamiento. El primer pensamiento ingenuo que se cruza por las mentes es: “¿Cómo es que había con David hombres malos?”. Si algo me impacta de la Biblia es que es un relato veraz, no una novela idílica. Como en toda comunidad, junto al dulce cantor de Israel, había gente mala. La hubo, la hay y la habrá… Lo asombroso es la reacción del rey clandestino y el impacto que produjo en todo el pueblo, esto devela todo enigma. CAPÍTULO 13

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Al oírlos, David dijo: “No hagáis eso, hermanos míos, Dios es quien nos ha guardado y entregado en nuestra mano a los merodeadores que vinieron contra nosotros. Si hacemos así, ¿volverá a escucharnos? La parte del que desciende a la batalla será igual que la del que queda con el bagaje; les tocarán partes iguales”. La reacción fue unánime y bien dispuesta, porque atravesó la barrera del tiempo convirtiéndose en Ley para el pueblo de Israel… La Ley de la Solidaridad, dictada por quien ya no era un muchacho, sino un hombre moldeado, un estadista, un líder aplomado que no dejaba que la depresión ni la euforia enturbiaran su visión. Esta fue la última lección en la preparación de David. Cuando llegó al campamento, tomó del botín y lo hizo llegar a cada comarca ampliando la solidaridad ya enseñada… No hubo rincón donde no llegara su mano fraterna y el pueblo aprendió que la salvación no es tal si es individual, porque no hay salvación si no es con todos12. Si algo resalta en el Evangelio es esta enseñanza.

12 1ª

Samuel 30:20-31. “Tomó también David todas las ovejas y el ganado mayor; y trayéndolo todo delante, decían: ‘Este es el botín de David’. Y vino David a los doscientos hombres que habían quedado cansados y no habían podido seguir a David, a los cuales habían hecho quedar en el torrente de Besor; y ellos salieron a recibir a David y al pueblo que con él estaba. Y cuando David llegó a la gente, los saludó con paz. Entonces todos los malos y perversos de entre los que habían ido con David respondieron y dijeron: ‘Porque no fueron con nosotros, no les daremos del botín que hemos quitado, sino a cada uno su mujer y sus hijos; que los tomen y se vayan’. Y David dijo: ‘No hagáis eso, hermanos míos, de lo que nos ha dado Jehová, quien nos ha guardado, y ha entregado en nuestra mano a los merodeadores que vinieron contra nosotros. ¿Y quién os escuchará en este caso? Porque conforme a la parte del que desciende a la batalla, así ha de ser la parte del que queda con el bagaje; les tocará parte igual’. Desde aquel día en adelante fue esto por ley y ordenanza en Israel, hasta hoy. Y cuando David llegó a Siclag, envió del botín a los ancianos de Judá, sus amigos, diciendo: ‘He aquí un presente para vosotros del botín de los enemigos de Jehová’. Lo envió a los que estaban en Bet-el, en Ramot del Neguev, en Jatir, en Aroer, en Sifmot, en Estemoa, en Racal, en las ciudades de Jerameel, en las ciudades del ceneo, en Horma, en Corasán, en Atac, en Hebrón y en todos los lugares donde David había estado con sus hombres”.

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A lo largo de los tiempos, los hombres malos y perversos, aquellos que según Joaquín Víctor González13 “son los que no creen en nada, los que no conciben un ideal, los que no ven más camino que el de su casa o su negocio, y se desesperan o reniegan de sí mismos, de su patria y de su Dios, si lo tienen, cada vez que les sale mal un cálculo financiero o político de la matemática de su egoísmo”, han distorsionado las enseñanzas de Jesús tratando de apuntalar su avaricia con una hermenéutica subversiva de rapiña y ruindades. Esta fue la última lección, el examen final de David, ya que, tras su llegada al campamento y la resolución del acto solidario, la noticia de la muerte de Saúl provocó la situación esperada pero sorprendente: su acceso al trono. Es momento de meditar en nuestro interior para sacar todo vestigio del falso Evangelio de egoísmo, porque de otra forma, reprobarás el curso… recuerda la enseñanza paulina: para acceder a ser enriquecido en todo, deben aumentar los frutos de nuestra justicia14. En el Reino de los Cielos que se ha acercado, y en la Cultura de Jesús, la riqueza es directamente proporcional a la justicia, pues la bendición es para todos. Cuánto pesa la corona esa… Conocida la noticia de la muerte de Saúl, los de la tribu de Judá, es decir, una doceava parte de Israel, proclamaron rey a David. “Y vinieron los varones de Judá y ungieron allí a David por rey sobre 13 Joaquín Víctor González: Legislador y miembro de la Corte de Justicia Internacional. Fundador de la Universidad Nacional de la Plata. Texto perteneciente al discurso que pronunció el 18 de setiembre de 1918, titulado: “La universidad y el alma argentina”. 14 2ª Corintios 9:10-11. “Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia, para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios”.

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la casa de Judá. Y dieron aviso a David, diciendo: ‘Los de Jabes de Galaad son los que sepultaron a Saúl’. Entonces envió David mensajeros a los de Jabes de Galaad, diciéndoles: ‘Benditos seáis vosotros de Jehová, que habéis hecho esta misericordia con vuestro señor, con Saúl, dándole sepultura. Ahora, pues, Jehová haga con vosotros misericordia y verdad; y yo también os haré bien por esto que habéis hecho. Esfuércense, pues, ahora vuestras manos, y sed valientes; pues, muerto Saúl vuestro señor, los de la casa de Judá me han ungido por rey sobre ellos”15. David superaba los treinta años de edad y, lejos de estar exultante, su corazón, dolido por la muerte de Saúl, muestra en sus palabras la responsabilidad que implicaba ser rey. Llamó al pueblo, de la única tribu que lo reconoció, a esforzar sus manos… los días del nacimiento de una nueva etapa no son fáciles. El gozo puede hacer llevadero el instante, pero todo parto tiene sus riesgos y, en este caso, no tardaron en manifestarse, pues Abner, el general del ejército de Saúl, tomando a Is-boset, hijo del rey muerto, lo entronó en la ciudad de Mahanaim, para que reinase sobre Israel. Duro tiempo de confrontaciones, en los que generales malvados hicieron desfilar a los jóvenes delante de sus ejércitos, para que fuesen los primeros en enfrentarse como gallos de riña16. En medio de aquel 2ª Samuel 2:4-7. 2ª Samuel, 2:8-3.1. “Pero Abner hijo de Ner, general del ejército de Saúl, tomó a Is-boset hijo de Saúl, y lo llevó a Mahanaim, y lo hizo rey sobre Galaad, sobre Gesuri, sobre Jezreel, sobre Efraín, sobre Benjamín y sobre todo Israel. De cuarenta años era Is-boset hijo de Saúl cuando comenzó a reinar sobre Israel, y reinó dos años. Solamente los de la casa de Judá siguieron a David. Y fue el número de los días que David reinó en Hebrón sobre la casa de Judá siete años y seis meses. Abner hijo de Ner salió de Mahanaim a Gabaón con los siervos de Is-boset hijo de Saúl, y Joab hijo de Sarvia y los siervos de David salieron y los encontraron junto al estanque de Gabaón; y se pararon los unos a un lado del estanque, y los otros al otro lado. Y dijo Abner a Joab: ‘Levántense ahora los jóvenes, y maniobren delante de nosotros’. Y Joab respondió: ‘Levántense’. Entonces se levantaron, y pasaron en número igual, doce de Benjamín por parte de Is-boset hijo de Saúl, y doce de los siervos de David. Y cada uno echó mano de la cabeza de su adversario, y 15 16

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cruel tiempo de dolor, la casa de Saúl, representante del pasado impío, se fue debilitando, mientras que la casa de David, el presente y futuro de la nación soñado aquel día lejano cuando el óleo de Samuel fue sobre él derramado, se fortalecía. Muchos años, dolores y vivencias separaban a aquel muchacho hermoso de ojos de este hombre curtido y sereno, consciente de su misión y de la realidad de su país. Tras siete años y medio, llegaron a Hebrón todas las tribus de Israel. Cerrando los ojos puedo oír las palabras y ver los rostros, pues el texto sin la expresión y la forma es frío, carente de vida. Sin embargo, cuando puedes colocar las voces en las bocas, las miradas en los ojos y reproducir en tu mente la imagen del momento vivido, tendrás cabal comprensión de los sentimientos vertidos. metió su espada en el costado de su adversario, y cayeron a una; por lo que fue llamado aquel lugar Helcat-hazurim, el cual está en Gabaón. La batalla fue muy reñida aquel día, y Abner y los hombres de Israel fueron vencidos por los siervos de David. Estaban allí los tres hijos de Sarvia: Joab, Abisai y Asael. Este Asael era ligero de pies como una gacela del campo. Y siguió Asael tras de Abner, sin apartarse ni a derecha ni a izquierda. Y miró atrás Abner, y dijo: ‘¿No eres tú Asael?’. Y él respondió: ‘Sí’. Entonces Abner le dijo: ‘Apártate a la derecha o a la izquierda, y echa mano de alguno de los hombres, y toma para ti sus despojos’. Pero Asael no quiso apartarse de en pos de él. Y Abner volvió a decir a Asael: ‘Apártate de en pos de mí; ¿por qué he de herirte hasta derribarte? ¿Cómo levantaría yo entonces mi rostro delante de Joab tu hermano?’. Y no queriendo él irse, lo hirió Abner con el regatón de la lanza por la quinta costilla, y le salió la lanza por la espalda, y cayó allí, y murió en aquel mismo sitio. Y todos los que venían por aquel lugar donde Asael había caído y estaba muerto se detenían. Mas Joab y Abisai siguieron a Abner; y se puso el sol cuando llegaron al collado de Amma, que está delante de Gía, junto al camino del desierto de Gabaón. Y se juntaron los hijos de Benjamín en pos de Abner, formando un solo ejército; e hicieron alto en la cumbre del collado. Y Abner dio voces a Joab, diciendo: ‘¿Consumirá la espada perpetuamente? ¿No sabes tú que el final será amargura? ¿Hasta cuándo no dirás al pueblo que se vuelva de perseguir a sus hermanos?’. Y Joab respondió: ‘Vive Dios, que si no hubieses hablado el pueblo hubiera dejado de seguir a sus hermanos desde esta mañana’. Entonces Joab tocó el cuerno, y todo el pueblo se detuvo, y no persiguió más a los de Israel ni peleó más. Y Abner y los suyos caminaron por el Arabá toda aquella noche, y pasando el Jordán cruzaron por todo Bitrón y llegaron a Mahanaim. Joab también volvió de perseguir a Abner, y juntando a todo el pueblo faltaron de los siervos de David diecinueve hombres y Asael. Mas los siervos de David hirieron de los de Benjamín y, de los de Abner, a trescientos sesenta hombres, los cuales murieron. Tomaron luego a Asael, y lo sepultaron en el sepulcro de su padre en Belén. Y caminaron toda aquella noche Joab y sus hombres, y les amaneció en Hebrón. Hubo larga guerra entre la casa de Saúl y la casa de David; pero David se iba fortaleciendo, y la casa de Saúl se iba debilitando”. CAPÍTULO 13

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Percibo el aire de solemne respeto… lágrimas en los ojos, el pecho apretado por la emoción de aquel muchacho que ahora, llegando ya a su tercera década de vida, portaba en el alma muchas cicatrices. Ya no era el mismo. El pueblo tampoco se parecía a aquel que, deslumbrado por los éxitos de las naciones vecinas, había pedido en protesta un rey al anciano sabio, juez y profeta. Samuel, humilde, sin duda habrá reconocido la labor de aquel niño ungido, vencedor de gigantes, que devino a ser un joven transformador de afligidos por deudas amargas, ahora un consumado hombre calmo, experimentado y preparado para sanar toda herida, redimir el doloroso pasado y así llevarlos a la felicidad anhelada. “Vinieron todas las tribus de Israel a David en Hebrón y hablaron, diciendo: ‘Henos aquí, hueso tuyo y carne tuya somos. Y aun antes de ahora, cuando Saúl reinaba sobre nosotros, eras tú quien sacabas a Israel a la guerra, y lo volvías a traer. Además Jehová te ha dicho: Tú apacentarás a mi pueblo Israel, y tú serás príncipe sobre Israel’. Vinieron, pues, todos los ancianos de Israel al rey en Hebrón, y el rey David hizo pacto con ellos en Hebrón delante de Jehová; y ungieron a David por rey sobre Israel. Era David de treinta años cuando comenzó a reinar, y reinó cuarenta años. En Hebrón reinó sobre Judá siete años y seis meses, y en Jerusalén reinó treinta y tres años sobre todo Israel y Judá”17. Nuevo tiempo “Así que viniendo él a Siclag, se pasaron a él de los de Manasés, Adnas, Jozabad, Jediaiel, Micael, Jozabad, Eliú y Ziletai, príncipes de millares de los de Manasés. Estos ayudaron a David contra la banda de merodeadores, pues todos ellos eran hombres valientes, y fueron capitanes en el ejército. Porque entonces todos los días venía ayuda a David, hasta hacerse un gran ejército, como ejército de Dios. Y este es el número de los principales que estaban listos para la guerra, 17

2ª Samuel 5:1-5.

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y vinieron a David en Hebrón para traspasarle el reino de Saúl, conforme a la palabra de Jehová”18. Se necesita madurez para entender los cambios en los tiempos y en las personas. Aquellos que otrora fueron enemigos, que hablaron cosas terribles, llegando a levantar armas y hacer correr tanta sangre, eran recibidos por David con los brazos abiertos. Como es lógico, ni el rey ni su gente desdeñaban el discernimiento. Salubre es conocer los corazones y sus intenciones para no ser herido sorpresivamente. Esta sensibilidad selló la suerte de Abner, quien fingiendo pretendió prolongar su impiedad, pero Joab no lo permitió. Esta realidad acrecienta la necesidad de esa sabiduría que proviene de observar mucho nuestro interior y del silencio escrutador del proceder de los otros, ciencia que nos transforma en “avezados conocedores de prójimos” y nos permite redimir uniendo a nuestro pueblo y a su causa, a quienes nunca estuvieron en ella o, lo que es peor, a crueles enemigos. La única forma de aniquilar a un enemigo es transformándolo en un amigo: hueso de nuestro hueso, carne de nuestra carne. Esa confianza que asume riesgos, como los de depositar el corazón en las manos de ese alguien lejano, difícil y extraño. Los de Manasés fueron aquellos que se quedaron del otro lado del Jordán. Voluntariamente, pidieron no entrar en la tierra prometida y, desoyendo a Dios, consideraron que su decisión era mejor que la de quien los había traído hasta allí. La otredad en su máximo exponente: David los recibió, dando 18

1ª Crónicas 12:20-23.

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autoridad a sus jefes. Ese grado de crecimiento y seguridad de quien, curtido por la vida, demuele los temores personales que siempre son descalificadores y discriminatorios nos lleva a la amplitud máxima para recibir a todos sin distingos. Brazos abiertos para recibir a todos, porque la familia, la amistad, la comunidad y la Patria no son tales si no están todos. Gotas del mismo mar, sueños del mismo Dios. Todos ellos eran indispensables, ninguno podía faltar. Los Pedros negadores, los Tomases incrédulos, el resto de los fugitivos, junto a las valerosas Marías, formaron parte de ese embrión de pueblo santo que luego se llamaría Iglesia y disfrutó por cuarenta días en cuerpo presente del Jesús resucitado… Aquel que, como reflexiona mi amigo Julio19, nos enseña las verdaderas cosas importantes de la vida. Recuerda ese día, cuando al ver regresar a sus discípulos frustrados y cansados por una noche de pesca infructuosa, y al no ser reconocido, les gritó desde la orilla: “Echen la red a la derecha…”. Al hacerlo, fueron sorprendidos por una pesca extraordinaria, tal que por el peso se hundía la barca y debieron ser auxiliados por otras embarcaciones. Mientras tanto Jesús, quien llevaba días resucitado haciendo esporádicas visitas a los suyos, pescó un par de peces y los colocó al fuego de los leños que había juntado antes y los esperó en la playa con un asado. El Rey de Reyes, resucitado y lleno de gloria, consideró que lo más importante que debía hacer en aquel momento era recolectar unas ramas y cocinar para sus amados. Pintura exacta del 19

Julio Cesar López, pastor de la Iglesia Presbiteriana en Buenos Aires.

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Evangelio según el Señor del Evangelio. La gente está por sobre todo, pues es la familia, la comunidad y la Patria. Así se conforma un gran ejército, como ejército de Dios. Guerreros de la vida, militantes de la redención, quienes no dan por perdidos ni a los perdidos, pues solo Jesús sabe cuándo los Judas van camino a su destino. Peinadito contra el viento “Muchas noches hablé con Marechal de este asunto y de los reproches que recibió por haberse bautizado en el templo de Ciudadela… Recuerdo que les restaba importancia a los juicios condenatorios, aunque lo sorprendía la incomprensión de algunas críticas, entre ellas, las de amigos de muchos años, y el empecinamiento de algún sacerdote poeta por obtener su pública retractación. Marechal, en realidad, nunca dejó de ser cristiano, que es lo que importa valorar… Algo, es verdad, había descubierto al acercarse a los hermanos evangélicos de Ciudadela y al hermano Pedro, amén del milagro de la resurrección de Elbia y de su retorno a la vida. Y ese algo, junto con la gratitud, lo colmó de admiración. Es la experiencia del Cristo de los Evangelios. El Cristo viviente…”, narra Carlos Velazco sobre las presiones que Marechal debía soportar por su decisión de vida. Condenado al ostracismo en el mundo literario por ser peronista desde antes de 1955, y luego cuestionado por ser evangélico en los sesenta, Leopoldo es un emblema de un luchador incansable que lleva sus banderas sin arriarlas hasta que el triunfo final se produzca en su generación o en las venideras. Consciente de la persona de Cristo, escribió en el libro de cuentos El niño Dios, publicado en 1939: “El nacimiento de un niño es siempre grato al corazón de los hombres, pues en cada niño que llega parece renovarse la alegría del mundo. Pero cuando el recién nacido es Dios en persona, que baja del cielo y toma la forma del hombre para CAPÍTULO 13

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salvarlo, entonces el acontecimiento se vuelve universal”. Meses antes de partir, en 1969, declaró públicamente su fe en una entrevista que le realizó el diario Clarín: “Dentro de mi obra se ve claramente mi aceptación de Cristo como único y suficiente redentor y la exaltación de la palabra del Evangelio, que releo constantemente y que propongo a mis amigos, incluso a los marxistas, como la única solución para resolver los problemas humanos que tanto nos preocupan”. Su llamado y consagración quedaron plasmados al publicarse –en forma póstuma– sus pensamientos en 1973: “Yo confieso que solo estoy comprometido en el Evangelio de Jesucristo, cuya aplicación resolvería, por otra parte, todos los problemas económicos y sociales, físicos y metafísicos que hoy padecen los hombres”. El cristianismo pentecostal de Leopoldo era maravillosamente consecuente con su postura política y literaria. Su pensamiento y obra exhibían el perfecto equilibrio entre lo eterno y lo terreno o, para decirlo con exactitud evangélica, el cielo encarnado en la tierra, provocando la primavera anunciada por Jesús desde el principio de su misión entre nosotros: “El Reino de los Cielos se ha acercado…”. Tan clara era en el hermano Leopoldo Marechal la simple y profunda identidad pentecostal, que en uno de sus últimos libros, titulado Poema del robot, declara: “A los que aún entregan a la emoción del viento una risa Pentecostal en la salud del Cristo vivo; a todos esos ‘raros’ que aún perfuman el cosmos…”. La historia del poder del Evangelio transformador en la vida de un hombre nos hace meditar y tomar en cuenta una máxima de la filosofía marechaliana, que nos ubica al hacernos saber que estar CAPÍTULO 13

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contra el viento es el camino indicado: “¿Saben ustedes que durante una tormenta el león da la cara al viento para que su pelambre no se desordene? Yo hago lo mismo: doy la cara a todos los problemas: es la mejor manera de permanecer peinado”. Eso sí, soltando al viento una risa pentecostal, plena de felicidad por la seguridad que tiene el alma en el cuidado permanente del Espíritu Santo en nuestras vidas. Una risa pentecostal Cuando a David lo vistieron con la armadura de Saúl, rápidamente brincó fuera de ella. No vistas ropas ajenas… tu identidad es hermosa. Escandalosa experiencia convulsionó a la religiosa Jerusalén en aquella fiesta de las cosechas del año 3793. Origen de la Iglesia, el aleteo de aquella paloma del Cantar de los cantares producía un Pentecostés. Ruidosa, sin liturgia ortodoxa ni estructuras, llena de manifestaciones y milagros, era el arribo del poder prometido, desbordante y auténtico: el Espíritu Santo llenando los corazones de mujeres y hombres hambrientos del sabor eterno. Ciento veinte personas en uno de los tantos aposentos altos de la distraída e imperturbable ciudad marcarían la historia, escribiendo un nuevo capítulo en la relación con el Creador; el Espíritu Santo irrumpía en el pueblo, inundando sus almas sedientas. Ya no más desde lo externo, ahora se fusionaba con mujeres y hombres, se manifestaba en lenguas extrañas, bautizando a un pueblo nacido para multiplicarse, transfiriendo el extraordinario óleo divino que, junto al vino nuevo, embriaga el alma de felicidad y de vida. Presente con evidencias contundentes en todas las épocas, el Espíritu Santo se manifestó permanentemente entre el pueblo en todos los períodos de CAPÍTULO 13

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la vida de la humanidad. A comienzos del siglo XX, en un tiempo gris y tecnificado por el acero frío de la Revolución Industrial, hizo su estruendoso arribo en diferentes partes del mundo simultáneamente. Llegó para trastornar un mundo engreído en conocimientos escasos, propio de quien, por no saber, cree que todo lo sabe. Midiendo la noche con su violín pitagórico20, don Alberto, “el

matemático”, lo explicó muy bien al afirmar: “El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir”, porque “el azar no existe; Dios no juega a los dados”. El Espíritu Santo en ardientes corazones, dispuestos a vivir respondiendo a cada necesidad propia o ajena con esa gloria incontenible que inundó Galilea en los tiempos de Jesús. Desbordando vidas, corrió por toda la tierra y, en menos de medio siglo, cubrió todo el planeta. Una onda expansiva igualmente poderosa a la del primer siglo, que llevó al apóstol Pablo a declarar en el año 68 que ya no quedaba lugar donde el Evangelio no hubiese sido predicado. Hijos del mismo fuego, encendieron con la llama que nunca se apaga a culturas, religiones y denominaciones, brincando por sobre diferencias doctrinales y teológicas. Así incendiaron con la divina flama el mundo entero… Claro y contundente, el primario pentecostalismo popular, aquel de las barriadas, estaba compuesto por gente simple y sensible a la necesidad de los otros. Siempre dispuestos a correr en ayuda del prójimo “… imponiendo sus manos nudosas de obrero a un endemoniado, a un paralítico, o a un vulgar afligido… manos callosas de faenas, y teñidas aún de materiales terrestres, eran, empero, manos de bendecir y de curar; y eso lo veía cualquiera, si necesitaba una cura o una Parafraseando uno de los versos de Marechal en el Poema del robot. El nombre “Alberto” se refiere a Einstein.

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bendición…”, como Marechal describía la figura del hermano Pedro. Movimiento único y transformador es el colectivo social de mayor velocidad de propagación en la historia, según Gilberto Alvarado López, en su ensayo sobre el pentecostalismo mexicano21. Entre críticas y elogios, lo describe como el mayor nivelador social de nuestros tiempos por su exclusiva estructura sin escalafones, donde un analfabeto puede llegar a ser pastor y un erudito ser su oveja, pues pesan el llamamiento, la consagración y los dones de servicio más que los títulos o la sapiencia. Verdaderamente, todos son iguales ante los ojos de Dios. Gotas de vida en el mar divino. Gotas como el hermano Pedro Suligoy, aquel pastor que había sido obrero del frigorífico Wilson, quien bromeaba con sus fieles –Marechal y algunos profesionales– toda vez que lo corregían por su forma de hablar, y desde su rústico púlpito gruñía: “…dicen que hablo sin punto y coma… ahora, voy a hablar ‘pior’…”. Ellos no estaban allí por la verba de aquel varón, los atraían su ministerio y la unción del cielo que desbordaba su vida. ¡Volvamos a ese pentecostalismo primario y popular, que llena los barrios, calles, plazas y mercados con voces de júbilo, voces nuestras, criollas, viscerales e imperfectas, pero nunca ajenas, que saludan a los vecinos por su nombre y son por todos conocidos… “los locos”, “los raros”, “los aleluya”, siempre solidarios, gente a quienes todos saben que pueden acudir pues jamás serán rechazados! No importa cuántas calumnias tengamos que soportar… volvamos a Alvarado López, G. (2006). El poder desde el Espíritu. La visión política del pentecostalismo en el México contemporáneo. Publicaciones Científicas para el Estudio de las Religiones. Buenos Aires: Libros de la Araucaria.

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nuestra fuente, desarraigando todo lo extraño. Ser genuino tiene su costo y es bueno prepararse para afrontarlo. Ya en 1936, Leopoldo escribía: “Si alguien pide noticias de tu cuna, filial, no niegues a tu padre, Leopoldo Marechal, nacido en Buenos Aires, ciudad de sus amores, en donde cosechó mas espinas que flores”. Nuestra cuna es el poder pentecostal, no el acartonado y estrictamente litúrgico ortodoxo institucionalismo religioso y denominacional que intentó devorarlo, sino aquel movimiento virgen y salvaje que nos remonta a la experiencia del aposento alto donde todo comenzó. Hablamos de los diferentes epicentros, de su manifestación a lo largo de los siglos, recordamos los innumerables domicilios simultáneos en los que descendió a principios del siglo XX, nos referimos a un poder tan grande que nos contiene a todos y, por ende, del cual nadie es propietario. Sea nuestra razón la pasión por la gente; nuestra hora, la urgencia, y nuestro lugar se extienda hasta lo último de la tierra. Debemos entregarnos a la emoción del viento; vivir enfrentando cada desafío. Pragmáticos, tomados del tobillo del ángel22, descender a la materia… Superar cada invierno desplegando el perfume de nuestros azares en cada primavera, peinaditos al viento, disfrutando de la más hermosa risa pentecostal en cada vereda.

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Otra expresión que retoma una idea de Marechal en el Poema del robot.

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EPÍLOGO La vara de almendro Comparando crudeza, dice el poeta que las nieves de la temprana primavera superan a las del invierno. Momento difícil, cada cambio de temporada. Contagiosa, por inercia se subleva resistiéndose a la mutación, nuestra alma remolona nos juega una mala pasada, anclando nuestro ser al solitario invierno, eternizando su estado y negándose a ver el nuevo escenario. La resistencia del invierno, forjador de paciencia; el esfuerzo realizado, sumado a la lentitud de los episodios, nos acostumbra a un tempo determinado en la melancólica melodía de nuestra historia. Llega tu hora; la primavera, irreverente y atrevida, besará los labios de tu alma para despertarla, sacándola del invernadero. Te llama y sorprende, sacude el letargo, parándose ante ti para que la reconozcas y la aceptes: voz del Amado que nos invita desde el Cantar de los cantares. Pasó la temporada del dolor, la tórtola cantó avisando que ya no hay peligros y la primavera quiere explotar en medio de tu ser, quiere triunfar con sus mil colores y aromas en el patio de tu vida. Emerger aunque duela y las dificultades conspiren contra la nueva etapa de la vida… tanto como lo reconoce el Megafón, Oscuro y CAPÍTULO 13

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Autodidacto de Marechal: “…yo vengo de tan bajo y salí a la superficie a través de tantas capas duras como el cemento, que hoy, solo al recordarlo, me duelen todos los huesos del alma”1. Como cigarras que se alimentaron también de la savia de las raíces, cantar al sol como nos enseñó María Elena2… Los crudos fríos asesinos no pudieron contigo, llegó la hora de resucitar y acostumbrarnos a la nueva estación, la de benévolas temperaturas cálidas, suaves brisas y sorpresas diarias de hojas, pimpollos, brotes y retoños que estallan en una alegría sinfónica en tonos mayores. Amada La primavera es la novia del futuro. Proyecto de lo porvenir, “palote de Dios”, como Borges llamaba a la esperanza. “Mirá para arriba, Guillermo, mirá para arriba, no te distraigas”, era el consejo de mi papá. De esa manera, me enseñó a conocer otra ciudad de Buenos Aires, tan diferente de frisos hacia arriba. Pero especialmente recalcaba su consejo entre una risa emocionada y alborotada –no común en él– cuando me llevaba a la histórica Plaza de Mayo cada primavera, cuando las viajeras infatigables de memoria prodigiosa regresaban de California. Ellas volaban cada año más de 10 mil kilómetros para visitarnos y pasar con nosotros la época cálida. Al llegar, se reunían sobrevolando a bastante altura… esperaban el arribo de todas y, entonces, se largaban en picada sobre los árboles, cada una con una fidelidad religiosa regresando al Leopoldo Marechal. Editorial Planeta / Seix Barral, 2009. ©1970, Leopoldo Marechal. /1994, María de los Ángeles Marechal y María Magdalena Marechal. ©2007, Emecé Editores/Seix Barral. 2 “Como la cigarra”, María Elena Walsh, 1972. 1 Megafón, o la guerra,

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espacio exacto donde el año anterior había estado su nido. Las golondrinas de Buenos Aires y la emoción de mi viejo me hacían saber que algo importante estaba sucediendo y, aunque por mi corta edad no podía descifrarlo, podía sentirlo… la temporada estaba mudando… Animarse a florecer es una experiencia. David, como rey, reconoció la mutación de los tiempos en la historia: ya no estaba bajo las acechanzas de la persecución y se hallaba lejos de la venganza, recibía a quienes lo habían despreciado, cada día nuevos hombres se sumaban, poniéndose a su disposición. La ayuda llegaba de todas partes y así se conformó un gran ejército, como ejército de Dios. Lo mismo que la Redota que comandó Artigas con “los que iban llegando”, un pueblo que se multiplicaba día a día, kilómetro a kilómetro, en su solitario éxodo. Recibir ayuda requiere todo un aprendizaje, pues muchos inviernos nos dejan chúcaros y desconfiados. Ceder, soltar emociones y vivir sin miedo a la helada, es maravilloso. Intimar con ella, la novia del futuro, dejar que nos acaricie el alma y bese nuestra ilusión… momento extraordinario, tener asido del tobillo al ángel y no soltarlo hasta que por su bendición nuestra temporada cambie para siempre. La primavera, alborotada y revoltosa, tiene una nueva sorpresa en cada esquina de la vida. Ella nos conducirá al campo de los sueños, los anhelos y los proyectos. De su mano creceremos hasta madurar y, entonces, poder enfrentar al seco y laborioso verano, en el cual perderemos las fragancias, los colores y la bondad del clima, disponiendo de todo nuestro esfuerzo para fructificar. Generosa, la CAPÍTULO 13

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primavera nos guiará con alegría hasta insertarnos en la etapa de producción en nuestra vida. Ese será el momento en el cual ya no dependeremos de ella. Al salir del invierno, necesitamos que el despertar de la vida nos arrope; el nacimiento, la resurrección de todo cuanto nos rodea, nos cobije; que ella, la primavera, con todo su esplendor, se instale en nuestro interior y nos invite a jugar. Lágrimas que quedan en el pasado, reemplazadas por risas, de esas que también te hacen llorar… Tiempos de amores, los tiempos del Amado, plenos de emoción. Entrar en nuestra historia, dejar de ser un mero espectador para transformarnos en militantes de la vida, con todos los riesgos que esto implica. Ella no tiene garantía y por ello está repleta de emociones. La vida, hay que vivirla… Nuestros espejos Jaques Lacan3 desanudó la teoría de los espejos, según la cual nosotros generamos desde nuestra infancia, y a lo largo de la vida, nuestro yo, nuestra entidad e identidad. Lo hacemos tal como el niño que se ve reflejado por primera vez en un espejo, como reflejo automático de quienes nos rodean. El Otro –significativo, imaginario– y el 3 Jacques Lacan (Francia 1901-1981). Médico psiquiatra y psicoanalista. En su interpretación de la compleja composición del “yo”, desarrolla el “estadio del espejo”: el “yo” depende de la opinión del entorno para su construcción. Desde niño, al reconocerse en un espejo, la persona comienza la identificación de su ser, que lo llevará a identificar su imagen del yo, diferente del otro, pero a la vez formado a través de ese otro. La percepción que cada ser humano tiene de sí mismo, mediante la cual se registra como uno, solo se logra desde la temprana edad viéndose reflejado en un semejante; a este momento se le llama “estadio el espejo”. El yo es inicialmente otro. La identificación de uno mismo en términos del otro. El Otro –ser ideal, imaginario– se diferencia del otro, nuestro prójimo. Ambos son significativos. Este concepto es descrito en el ensayo de Lacan “El estadio del espejo como formador de función del yo”, el primero de sus Escritos, considerado uno de sus trabajos más importantes.

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otro individuo con quien interactúo en la vida, ambos tienen una trascendencia vital en nuestro ser. En la cultura quechua, ñaupa denomina a los ancestros, por eso se menta el “año del ñaupa”, pero, por el contrario, a nuestro pobre entendimiento de hablar de algo lejano y perdido en la historia, ñaupa está delante nuestro, nunca detrás. Hacia allí vamos, no nos alejamos. Ñaupa es nuestro destino. El lacaniano yo quechua: somos lo que vemos en los espejos que nos rodean y vamos rumbo a la imagen de quienes nos precedieron. Hoy existen películas adhesivas que se aplican en los vidrios de las ventanas para espejarlos. Su efecto es oscurecer el interior durante el día y lograr privacidad, pero en la noche se invierte la función y el espejo queda de nuestro lado, lo único que vemos al mirar hacia fuera es nuestra imagen. Desgraciadamente, este tiempo de alienadas sociedades líquidas, donde solo se examina el éxito, le roba a la gente la maravillosa experiencia de descubrir la belleza de sus humanos espejos ñaupezcos y vecinos. Abramos la ventana, que la primavera ya ha llegado. Miremos a los nuestros y en ellos nos veremos reflejados. Busquemos cuánto aliento divino hay en el otro, cuánto tiene del Hijo, ese hijo del Hijo… Busquemos a Jesús para identificarnos y fusionarnos con Él, primogénito entre muchos hermanos. Es tiempo de evitar los encierros, a la vez que de esquivar los cristales, sobre todo si son espejados. Así entre todos, como ladrillos humanos, construimos nuestra casa, que es la Patria sin fronteras, porque llega hasta donde mora mi hermano. La Patria es un suceso, hay que vivirlo, plenos de alegría como nos enseñó don Arturo Jauretche. Ser militantes de la vida, del gozo y la libertad. CAPÍTULO 13

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Llenos de amor al trasfundir esa savia generadora de vida de unos a otros. Dentro de los tiempos, entender a los otros y entendernos a nosotros, ubicarnos en la historia. Experiencia que todos atravesamos juntos a la par como comunidad, pero descompasados en lo individual. Estaciones del alma del pueblo y de las personas, ambas importantes, ya sea por sumarse al cauce del río que corre o por esperar el deshielo de aquellos que por sus vivencias se demoran un poco. Saber entendernos y respetarnos hace de la vida un episodio digno de ser vivido. Cuando desde nuestra primavera esperamos al otro –pareja, hijo, hija, madre, padre, amigos, vecinos, socios o simplemente ese alguien desconocido–, quien atraviesa su invierno o nos ajustamos al momento que como sociedad vivimos, nos volvemos empáticos, solidarios, amables, es decir, fáciles de amar. Overos vientos de entidad Hace un tiempo un pensamiento me traspasó, aclarando muchos de mis interrogantes: “Lo importante no son las banderas, sino el viento, pues al soplar, él las alinea hacia donde va”. Analicé en un veloz vuelo de pájaro los cambios en la historia, las filosofías, los pueblos, las economías, las políticas, las modas, las teologías y hasta las tácticas futboleras; descubrí cómo lo que es malo en un tiempo, se vuelve bueno en otro, o todo lo contrario, y cada vez con mayor velocidad. Esto nos lleva a indagar sobre el nacimiento de los vientos. La globalización y sus dueños, evidentemente, arrean la manada en el rumbo de sus intereses, pero existen otros raros personajes, que enfrentan esos vientos, como decía Leopoldo Marechal: “A los que aún CAPÍTULO 13

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entregan a la emoción del viento una risa Pentecostal en la salud del Cristo vivo; a todos esos ‘raros’ que aún perfuman el cosmos, les digo...”. Estos obedecen al impulso de otra brisa, soplos del aliento del Crucificado que se llenan del Espíritu y pueden transformar helados torbellinos en suaves y apacibles brisas primaverales. Las banderas son identidad, lo externo que nos permite reconocernos, pero el Espíritu entra a tallar en nuestra ENTIDAD, aquello que somos... Asimilando mi pensamiento, fui impactado por un texto bíblico que una hermana me envió como un obsequio personal. Fue como un regalo snob, un cuadro surrealista, de difícil o libre interpretación, como bien se prefiera. En él, el profeta Zacarías recibe la revelación de que los caballos que él veía en su visión eran vientos, los vientos de Dios, que salen rumbo a los diferentes polos4. Hacia nuestro Sur vienen los overos, esos manchados briosos... Ellos no son monocromáticos, en su pelambre muestran nuestra diversidad sureña. Qué bueno es reconocer nuestra ENTIDAD compuesta por muchos colores, por infinitas variedades de formas... espejos overos. Somos sureños, distintos, y nuestro desafío es unirnos en perfecta comprensión de la otredad, porque la unidad se logra solamente entre diferentes; de otra forma, sería una hegemónica uniformidad. Superado el estadio de los espejos, llegar seguros de nuestra entidad e identidad a fusionarnos con otros, que no son nuestro reflejo, pero, Zacarías 6:5-7.”Y el ángel me respondió y me dijo: ‘Estos son los cuatro vientos de los cielos, que salen después de presentarse delante del Señor de toda la tierra’. El carro con los caballos negros salía hacia la tierra del norte, y los blancos salieron tras ellos, y los overos salieron hacia la tierra del sur. Y los alazanes salieron y se afanaron por ir a recorrer la tierra. Y dijo: ‘Id, recorred la tierra. Y recorrieron la tierra’”.

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por ser diferentes, también nos definen por el opuesto. Diversidad disfrutada porque, además, nos enriquece. Cómo reconocer lo dulce sin lo amargo, lo seco sin el agua… aun siendo diferentes e incluso antagónicos, contribuimos al desarrollo del ser, los unos para con los otros, y el amor como agua lubricante, ayuda en ese choque de piedras que la corriente de la vida arrastra rumbo a sus destinos. Disfrutemos de esas brisas, soplos del aliento de JESÚS, que nos llenan de potencia al punto de volvernos poderosos siendo muy débiles, tan débiles como invisibles, como el viento, al que, sin poder ver, lo sentimos en toda su fuerza. No te exilies en otros climas… has pasado el invierno y ahora llega el tiempo de la flora, atrévete a salir del refugio. Ponte cara al viento y deja que te despeine, te alborote hasta que pierdas el control. Soltemos la risa pentecostal más grande, ruidosa y grotesca que escandalice a anodinos y uniformados monoformes. Disfrutemos al máximo nuestra primavera overa. Se acelera “La palabra de Jehová vino a mí, diciendo: ‘¿Qué ves tú, Jeremías?’. Y dije: ‘Veo una vara de almendro’. Y me dijo Jehová: ‘Bien has visto, porque yo apresuro mi palabra para ponerla por obra’”5. El pequeño Jeremías, con irreverencia adulta de niño, charla con el Creador, quien lo estaba preparando para transformarlo en un profeta combativo. El Dios de los chicos juega con las palabras en hebreo: “… observaste bien, Jere, es una shaked –vara de almendro– porque yo, shoked –apresuro– mi Palabra para hacerla realidad…”. Desde aquel día, le fue difícil a Jeremías ver un almendro sin que su 5

Jeremías 1:11-12.

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mente remontara vuelo… “se viene lo que se viene y nadie lo puede parar y… será rápido”. Al desarrollar celo por la vida del pueblo, creció su alma comprendiendo, por el soplo divino, el ideal de justicia que anida en el corazón de Dios, razón que lo obligó a enfrentar a viles reyes y príncipes. Finalmente, y con dolor, hubo de poner su rostro contra el pueblo, quien se negaba sistemáticamente a creer que el fruto de su liviandad sería la cautividad. Ya en la cisterna, preso y flagelado, con sus ojos entrecerrados y su fauces abierta, jadeante por la falta de oxígeno, recordaría aquel instante de la infancia… cuántas cosas habían pasado… tiempo veloz como el viento… tan veloz que cuando quiso acordarse, honrado, debió tomar la decisión: marchaba a Babilonia con gloria o se quedaba con los pobres, en los restos de lo que fue Jerusalén. Su corazón pudo más que la razón y junto a Gedalías comenzaron la reconstrucción de un pueblo6. Jeremías 40:1-12. “Palabra de Jehová que vino a Jeremías, después que Nabuzaradán, capitán de la guardia, lo envió desde Ramá, cuando lo tomó estando atado con cadenas entre todos los cautivos de Jerusalén y de Judá que iban deportados a Babilonia. Tomó, pues, el capitán de la guardia a Jeremías y le dijo: ‘Jehová tu Dios habló este mal contra este lugar; y lo ha traído y hecho Jehová según lo había dicho; porque pecasteis contra Jehová, y no oísteis su voz, por eso os ha venido esto. Y ahora yo te he soltado hoy de las cadenas que tenías en tus manos. Si te parece bien venir conmigo a Babilonia, ven, y yo velaré por ti; pero si no te parece bien venir conmigo a Babilonia, déjalo. Mira, toda la tierra está delante de ti; ve a donde mejor y más cómodo te parezca ir. Si prefieres quedarte, vuélvete a Gedalías hijo de Ahicam, hijo de Safán, al cual el rey de Babilonia ha puesto sobre todas las ciudades de Judá, y vive con él en medio del pueblo; o ve a donde te parezca más cómodo ir’. Y le dio el capitán de la guardia provisiones y un presente, y lo despidió. Se fue entonces Jeremías a Gedalías hijo de Ahicam, a Mizpa, y habitó con él en medio del pueblo que había quedado en la tierra. Cuando todos los jefes del ejército que estaban por el campo, ellos y sus hombres, oyeron que el rey de Babilonia había puesto a Gedalías hijo de Ahicam para gobernar la tierra, y que le había encomendado los hombres y las mujeres y los niños, y los pobres de la tierra que no fueron transportados a Babilonia, vinieron luego a Gedalías en Mizpa; esto es, Ismael hijo de Netanías, Johanán y Jonatán hijos de Carea, Seraías hijo de Tanhumet, los hijos de Efai netofatita, y Jezanías hijo de un maacateo, ellos y sus hombres. Y les juró Gedalías hijo de Ahicam, hijo de Safán, a ellos y a sus hombres, diciendo: ‘No tengáis temor de servir a los caldeos; habitad en la tierra, y servid al rey de Babilonia, y os irá bien. Y he aquí que yo habito en Mizpa, para estar delante de los caldeos que vendrán a nosotros; mas vosotros tomad el vino, los frutos del verano y el aceite, y ponedlos en vuestros almacenes, y quedaos en vuestras ciudades que habéis tomado. Asimismo todos los judíos que estaban en Moab, y entre los hijos de Amón, y en Edom, y los que estaban en todas las tierras, cuando oyeron decir que el rey de Babilonia había dejado a algunos

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De Granada a Gandía El invierno continuaba en sus últimos días, tan crudo como había sido aquel año. Viajábamos desde la andaluza Granada hacia la valenciana Gandía, cuando el coche decidió hacernos una broma. Entre tanto que mis amigos procuraban lograr el auxilio mecánico, comencé a caminar por la ruta hasta llegar a un grupo de árboles de baja altura y ramas desnudas. Nevaba suavemente, haciendo que los copos en su lentitud, al precipitarse, se confundieran con aquello que capturó mi atención, provocándome para realizar aquella helada caminata. Las ramas tenían algo que no podía definir desde la lejanía. Cuando me acerqué, descubrí que eran capullos. Blancas yemas inundaban las varas despojadas. Pregunté qué árbol era y mis amigos, que para entonces me habían alcanzado, respondieron: “Almendros”. Extasiado miraba cómo la nieve de marzo jugaba con aquellos brotes. “Cuando los almendros brotan, aunque nieve con crudeza, nosotros sabemos que la primavera está llegando”, concluyó mi amigo, amante de la botánica. Recordé el diálogo de Jeremías con Dios: shaked y shoked… Nevaba, pero la primavera se anunciaba en los almendros, fieles atalayas, por ser los que primero florecen en toda la creación. Sus capullos son señales que anticipan que pronto el frío desaparecerá, los prados se vestirán de hierba y flores, trayendo un festival de colores y aromas maravilloso. Blancos renuevos en forma de flores con que los almendros despiden al invierno. en Judá, y que había puesto sobre ellos a Gedalías hijo de Ahicam, hijo de Safán, todos estos judíos regresaron entonces de todos los lugares adonde habían sido echados, y vinieron a tierra de Judá, a Gedalías en Mizpa; y recogieron vino y abundantes frutos”.

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Como Jeremías, quizás es la hora de escuchar esas palabras: “Bien has visto…”. Tu temporada está por cambiar y, aunque nieve todavía, tu primavera se acerca. Cuando el clima cambia, hasta el más insensible percibe la llegada de la nueva estación. Lo verdaderamente asombroso es cuando la fe apresura a la historia… cuando la convoca sin verla, corporizándola en eso que algunos llaman milagro. En tiempos de intensos fríos del alma, de esos que rajan la piel y cargan las narices, cuando la lluvia y la nieve lo cubren todo, poseer la seguridad de su llegada y comenzar a vivir la primavera es un don preciado llamado fe. La sabiduría eterna del Crucificado que otea a kilómetros a las esforzadas golondrinas y, antes que nadie lo entienda, afirma seguro: “Mi hora ha llegado”. Sin signos de cambio alguno y en plena nevada, saber distinguir esos brotes, que por blancos se confunden con los copos, es estar en la sintonía fina, aquella que es capaz de receptar la frecuencia del silbo apacible. Su voz entre las voces que inundan el valle. Solo así podemos anticipar los cambios venideros. Danzar hasta quedar exhaustos: el tiempo en el que florecen los planes, los proyectos y la felicidad arriba de nuestro jardín… era hora, lo estábamos deseando. Cuando el almendro florece No importa cómo te sientas; si el almendro florece, tu temporada pronto cambiará, y con su llegada tus emociones serán otras.

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David, viejo conocedor de diferentes estados de ánimo, no tiene empacho en hablarse a sí mismo, ordenándole a su alma que reaccione: “¿Por qué te abates, oh, alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios, porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío”.7 Cuando florece el almendro, se activan tres etapas: el proceso, el nuevo orden y el nuevo tiempo. El proceso ha comenzado, pero todavía no podemos sacarnos el poncho de la paciencia, porque aún nieva y esas nevadas suelen ser las más cruentas. No temas ni te desalientes. Ese tiempo de espera debemos utilizarlo para reordenar todo en nuestra vida, disponiéndonos para la nueva estación del alma, la nueva realidad que nos tocará vivir, por la cual hemos esperado tanto. Preparados de tal manera que, cuando el primer rayo de sol aparezca y escuchemos el trino tempranero, salgamos a vivir haciendo explotar todo lo que aprendimos y acumulamos en el invierno. Un nuevo tiempo llega y debes alistarte estando aún en el refugio, porque las reglas cambian: lo imposible se hace real y lo lejano cercano. El clima ideal aproxima todas las cosas. En primavera hay que moverse Gente como Saúl, de primaveras sin invierno, carecen de sustento. Desnutridas y superfluas historias, desprovistas de fundamento. Nada han vivido, nada han padecido, carecen de vivencias, las experiencias claves para hacer y vivir. La teoría es necesaria, por eso Samuel le reveló todo a Saúl. Luego con ese conocimiento debió emprender un camino, el camino de la unción. La teoría es nada sin la práctica. 7

Salmo 42:5.

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David mostró los surcos del alma y anticipó la liberación de todo yugo, la libertad que permite movernos. Sus palabras se hacen nuestras, historias de vidas que se emparejan no importando los siglos que las separen: “Mucho me han angustiado desde mi juventud… Mucho me han angustiado desde mi juventud, mas no prevalecieron contra mí. Sobre mis espaldas araron los aradores; hicieron largos surcos. Dios es justo; cortó las coyundas de los impíos”8. No hay primavera sin invierno. Cada lágrima derramada dará su fruto9. “No hay mejor final que un buen comienzo…”

8 Salmo

129:1-4. Frase de Adriana Vanoli, miembro del cuerpo pastoral del CCNV, a Ana Castellucci en los días del dolor.

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