Invierno | Capítulo 7 | No pierdas la huella de Dios. El collado de Dios

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CAPÍTULO 7

No pierdas la huella El collado de Dios

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Siguiendo su camino rumbo al trono, Saúl llegó a otro lugar significativo de devoción del pueblo de Israel, un collado, un cerro: “Después de esto, llegarás al collado de Dios donde está la guarnición de los filisteos, y cuando entres allá, en la ciudad encontrarás una compañía de profetas que vienen del lugar alto, y delante de ellos salterio, pandero, flauta, y ellos profetizando. Entonces el Espíritu de Dios vendrá sobre ti con poder, profetizarás con ellos y serás mudado en otro hombre. Cuando te hayan sucedido estas señales, haz lo que te viniere a la mano, porque Dios está contigo”1. Todo era sonrisas en la vida de nuestro príncipe, qué alegre e inconsciente avanzaba sin percibir los detalles, las enseñanzas que pasaban delante de sus ojos. Nubes en días soleados Al pie de aquel cerro, una guarnición de soldados filisteos. Filistea, pueblo que ocupaba la parte sur del territorio israelita, sería el gran objetivo de liberación que el reinado de Saúl debería enfrentar. Pueblo poderoso, se extendía hacia el norte (el collado se sitúa a seis kilómetros de Jerusalén) y dominaba los lugares claves de adoración de los israelitas. Ese destacamento custodiaba el territorio; quien quisiera vivir allí tenía que pagar tributo de acuerdo con las apetencias filisteas. El ser humano transita por la vida buscando condiciones ideales… todos anhelamos un mundo perfecto donde cada cosa esté en su lugar, sonriéndonos con dulzura, esperando por nuestra llegada. Lograr objetivos sin esfuerzo: anhelo dorado de la sociedad líquida en la que vivimos. Sin embargo, la realidad es otra. 1 1ª

Samuel 10:5.

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Interponiéndose a nuestras metas, siempre aparecen escollos, enemigos, imposibilidades que debemos vencer hasta alcanzar la victoria. Habituado a verlos allí, Saúl no reparó en la ocupación de esas tropas. Ante sus ojos, estaba el futuro enemigo a vencer. ¿Quién no recuerda a Goliat, el más famoso de los guerreros filisteos, a quien Saúl no se atrevió a enfrentar por no reparar en la lección de la encina de Tabor? Débora, debido al temor de Barac, capitán de las fuerzas de Israel, quien no se atrevió a confiar en la promesa de victoria, debió bajar a la contienda contra el poderoso ejército comandado por el general Sísara, enviado del rey Jabín. En esta segunda instancia, otra alerta, esta vez en el collado de Dios, intentaba despertar de su letargo al aprendiz Saúl, pero él, obnubilado por las palabras y el aceite de la unción, también la pasaría por alto. David, quien llegado el tiempo sería el sucesor de Saúl, siendo un tierno joven triunfó sobre el gigante paladín de los filisteos. Aquella, su primera contienda, luego se prolongaría en innumerables batallas, liberando el territorio de Israel. Aquel día histórico, el pueblo feliz generó rápidamente un cántico: “Saúl mató a los miles, David a los diez miles…”. Tras no hacer lo debido por no haberse preparado, la reacción de Saúl fue una muestra más de inmadurez: amargos celos le ganaron el alma. Comenzó una persecución brutal contra un tierno adolescente, que ungido para ser rey, todavía inexperto, mostraba en su vida los rasgos de un hombre definido, que no se acobardaba y enfrentaba toda batalla por despareja que fuera. Confiaba en Dios y en aquellos detalles CAPÍTULO 7

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invisibles para la turba, pero tan claros y evidentes para quienes tienen un llamado y avanzan en el cumplimiento de su misión. Enfrentar desafíos, vencer las vicisitudes y dificultades que se interponen entre nosotros y nuestros sueños, mantener principios y tener identidad, son las cualidades de un conquistador. Ese conquistador que debes ser, transformándote en un pilar para la sociedad, para tu comunidad y, así, poder crecer y desarrollarnos como pueblo, todos juntos, unidos construyendo un futuro mejor. Lo contrario, como bien define Zigmunt Bauman2 en el concepto de la “modernidad líquida”, es esta sociedad que, como los líquidos, se adapta no teniendo forma definida, cambiando permanentemente. Nada es firme, todo es volátil. Preparados para la “televisión” y no para la “teleacción”, nos acostumbramos a ver el dolor, la injusticia y los flagelos que abaten a miles de millones de personas. La frase “yo no sabía” ha sido reemplazada por “¡¿y que querés que haga?!”… Quizás, esa no fuera la hora de la batalla; de hecho Samuel no envió a Saúl al collado para ello. Sin embargo, debemos reconocer al enemigo, saber que un día nos veremos las caras, meditar, buscar estrategias, crecer en confianza, aprender las técnicas y prepararnos esperando aquel día, dependiendo de esa gracia inexplicable que nos lleva al triunfo por medio del Espíritu. Vencer la hostilidad que siempre tratará de desalentarte es una de las claves de la vida de todo aquel que anhele crecer y ser un conquistador de nuevos territorios. 2 Ver

nota número 3.

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Profetizando El concepto de la profecía siempre está ligado en nuestra mente a los sucesos que están por venir. Profecía y futuro son casi sinónimos, de donde el profeta es una persona especial, por lo general inalcanzable, un “iluminado” inaccesible. Nada más distorsionado que ese concepto contemporáneo. La profecía hurga en el pasado, aclarándolo, exhibiéndolo a la luz, y solo entonces define el presente y anticipa el futuro, pues sin un pasado sano y claramente entendido ignoramos de dónde venimos, desconocemos cómo pararnos en el presente y, muchísimo menos, podremos entender nuestro propósito y destino, para así poder prepararnos para lo que vendrá. En los días de Saúl, la profecía tenía una función imprescindible en la vida del pueblo. Cuando Samuel le dice: “Profetizarás con ellos”, en realidad significa “cantarás con ellos”, porque esa era la forma de la divulgación de la profecía en ese entonces. Samuel, como el último de los jueces, caudillos libertadores que habían emancipado a Israel de diferentes períodos de opresión durante cuatrocientos cincuenta años, entendió que la gran falencia del pueblo hebreo era su falta de identidad. Como respuesta divina a esta necesidad imperiosa para el establecimiento de una nación, generó compañías de hombres que deseaban servir a Dios, pero no eran levitas, única y exclusiva tribu destinada al sacerdocio. Los reunió en una escuela: la Escuela de los Hijos de los Profetas. En ella, se enseñaban básicamente tres materias: la Ley, las profecías y música.

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La ley mosaica, base de la estructura fundamental del pueblo de Israel, concentraba los principios, filosofías, creencias y conductas que el pueblo debía desarrollar y cultivar de generación en generación. Las profecías reveladas a Samuel, por medio de las cuales el pueblo había salido de la esclavitud, hablaban de los errores del pasado mediato e inmediato, razones de las problemáticas actuales y de los beneficios que acarrearía volver a la fuente de la auténtica identidad del pueblo, sus orígenes libertarios y felices, bajo la dirección de su Dios. La música, expresión natural de todo pueblo y cultura, era utilizada como el vehículo de comunicación. Es decir que, divididos en compañías, los hijos de los profetas salían cantando la Ley y las profecías entre el pueblo. Como murgas callejeras, estos trovadores de pegadizas melodías lograban que el pueblo asimilara su identidad cantando, la cual permeaba suavemente el alma sin el menor esfuerzo… Entonces, cada vez que la gente cantaba, profetizaba hablando de su identidad, reafirmaba quiénes eran, el propósito de vida que tenían, los derechos que poseían, el destino de gloria que los aguardaba en la tierra y en el cielo, los principios por medio de los cuales lograrían todo y la dependencia que tenían de su Dios, declarando su fidelidad y su amor por Él. Esto generó un pueblo con una identidad tan fuerte, que en ochenta años conquistó lo que no pudo en quinientos… El antiguo y verdadero concepto de “profetizar” es muy diferente del actual y su poder es maravilloso sobre la vida del pueblo que lo cultiva. Seguramente, la ausencia de esta práctica fundamental CAPÍTULO 7

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transforma a las sociedades modernas en vulnerables blancos, presas fascinadas de agudas saetas de promesas e ilusiones, lanzadas por los predicadores de las nuevas deidades globalizadas: el “todopoderoso” marketing y el “divino” consumo. Como define nuestros tiempos Zigmunt Bauman, vivimos en “una sociedad líquida”, sin principios ni valores, que puede amoldarse a cualquier realidad, soportar o provocar pobrezas endémicas o cataclismos por el calentamiento climático global, acelerando su destrucción en forma alarmante por la avaricia de ganancias a cualquier costo. Una sociedad que toma simples decisiones políticas y económicas con las que produce millones de muertes en otras latitudes, las cuales solo verán con inocente espanto por televisión, disimulando toda responsabilidad delante de sus hijos. Fomentar guerras o exterminios, es decir, todo lo que el hombre puede realizar en su afán de “progreso”, sin culpas ni remordimientos y con argumentos capaces de explicar impunemente el peor sadismo. Hablamos de dirigencias inescrupulosas y de pueblos fácilmente seducidos cuando se les habla de prosperidad y beneficios, fieles seguidores de los profetas de Hamelín, encantados por sus modernas flautas, estratégicas herramientas del aparato mediático global, que convence a través de su mensaje único a los “televidentes” fascinados, encantados, que como zombies avanzan felices e ilusionados hacia su martirio, el precipicio que para la sociedad de consumo es “el sueño dorado”. Culturas, filosofías y conductas “¡Impídeselo!”, fue la reacción automática de Josué, lugarteniente de Moisés, cuando aquellos dos muchachos alejados del grupo recibieron del espíritu que Dios había derramado en el gran libertador. CAPÍTULO 7

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“¿Tienes tú cuidado de mí?”, preguntó el anciano líder, “Ojalá todo Israel profetizara”… ¡Qué diferencia de criterio! Uno, por temor a ser contradicho o desplazado, se oponía; el otro, experimentado y libre de sus inseguridades, deseaba ver a toda la nación profetizando con identidad. Recibir del espíritu de los libertadores, inundar corazones con la desinteresada vocación libertaria y la entrega abnegada por el prójimo, el hermano de la tierra, no importando su raza, credo o color, sería el factor desequilibrante que necesitamos en nuestros días. Ahora sí entendemos a Moisés, ¡¡¡ojalá todos profetizaran, ojalá todos portaran ese espíritu!!! Josué sucedió a Moisés y fue quien introdujo a Israel en la tierra prometida. Durante los cuarenta años de su liderazgo al frente de la nación, no hubo registro de la existencia de profeta alguno. Según cuenta el libro de los Jueces en el capítulo 2, al morir Josué y los de su generación, el pueblo de Israel no conocía su esencia, no sabía nada de su historia ni del autor de los prodigios por los que había sido liberado de la esclavitud en Egipto y cómo habían arribado a esa tierra maravillosa. La consecuencia letal fueron cuatrocientos cincuenta años de caos: un pueblo sin personalidad ni identidad que vivió deambulando de cultura en cultura idolatrando los modelos de “éxito” de otros pueblos. Despersonalizados, sin identidad, cautivos de sus admirados, perdieron todo lo que tenían. ¡Casi medio milenio de repetidas opresiones que se daban cada vez que cedían a la cultura de alguno de los pueblos vecinos! CAPÍTULO 7

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Seducidos por sus éxitos, predominantemente económicos, adoptaban sus costumbres e idolatrías; entonces, debilitados, eran conquistados, sojuzgados y esclavizados… hasta que volvían a sus orígenes y clamaban a Dios, quien les proveía un libertador, que por medio de prodigios y milagros los libertaba: doce jueces los libraron de doce agónicos periodos de tiranías. ¿Es este un mensaje actual? ¿Somos capaces de definir nuestra identidad de forma clara y concreta, o nos hemos convertido en una mezcla permanentemente mutante de modelos e identidades de “éxito” repentino? ¿Somos esclavos o libres? ¿Vivimos colonizados y esclavizados por la cultura avara del egoísmo que empobrece a todos? La cultura es la esencia de un pueblo, es el ser. Muchos confunden cultura con expresiones culturales. Denominan “cultura” a su forma de expresión. La danza, pintura, poesía, música, literatura, escultura, arquitectura y demás son las formas de manifestar el ser, la esencia de una persona y de un pueblo. La cultura –el ser– es la que genera las filosofías, los pensamientos, las formas y estructuras que definen la identidad. Esas filosofías dan a luz las acciones, es decir, determinan conductas. Sintetizando: soy, pienso y por eso hago. El gran error de todo autoritarismo de cualquier signo político, social o religioso es pretender cambiar a los pueblos reprimiendo las conductas. Las masas “televisivas” son conducidas hacia los corrales modernos de la globalización, arreadas por los poderosos medios de comunicación, que sirven a los poseedores de los capitales mundiales –a quienes nadie conoce–, asegurándoles a estos tiranos modernos pingües ganancias, negocios infalibles por tener mercados cautivos, en definitiva: el poder.

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La clave para luchar contra esta forma de dominación inconsciente está en el ser. La regionalización, el entender las características y personalidades de los numerosos pueblos que integran las naciones… Bolivia, por ejemplo, hoy es un estado pluricultural según lo reconoce su actual Constitución, compuesto por ochenta y cinco etnias que hablan treinta y siete idiomas nacionales. España, entrada en su etapa democrática, avanzó en el respeto de las muchas etnias que componen el Reino de España, nacido de la fusión de las casas reales de Castilla y Aragón, por el matrimonio de Fernando e Isabel en 1469. Reino que conquistó territorios anexándolos, pero los cuales estaban habitados por pueblos con identidades claramente definidas que perduran hasta hoy. Andaluces, catalanes, maños, vascos, extremeños, mallorquines, gallegos y demás son la muestra de esta realidad que se repite en toda Europa y en todo el mundo. Pueblos que luchan contra los ataques que hoy procuran despersonalizarlos, intentando generar una aldea global unificada. El mundo globalizado se presenta tentador para arrastrar a todos pero, en especial, a las nuevas generaciones a las avaricias modernas que, finalmente, solo dejan su terrible resultado de pobreza y miseria. Países y pueblos desarrollados, máscaras de los grandes capitales que no tienen bandera y no dudan en esquilmar regiones y pueblos, ya sean en desarrollo o desarrollados, para amasar sus fortunas con la harina que obtienen por haber triturado a miles de millones de personas (más de la mitad de los habitantes del mundo viven debajo de la línea de la pobreza y, de ellos, más de la mitad, por debajo de la indigencia). Tétricas cifras, balanzas comerciales desequilibradas, intermediaciones financieras, préstamos usurarios dados para gastos CAPÍTULO 7

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innecesarios de mercaderías compradas a los mismos prestamistas o directamente robadas por las corrupciones sostenidas por las armas, de fuego o mediáticas. Campañas ideológicas que siempre favorecen a los poderosos, saqueos perpetrados a las naciones pobres, gobernadas por tiranías cómplices, destruyen de forma obscena todo concepto ético. Luego, estos beneficiados colocan las fortunas amasadas en manos de quienes son los verdaderos dueños de la sartén y la transferencia de riquezas se hace absoluta. Quienes se creyeron poderosos quedan atrapados en las redes tendidas por las verdaderas arañas de la economía mundial; trampas invisibles, sobre todo, para los ambiciosos que nunca medran en su insaciable afán. A esto, el mundo financiero lo ha llamado la “Gran Crisis Mundial”, que sorprendió al planeta en la primera década del siglo XXI. Cada vez son menos los que tiene muchísimo más y muchísimos más los que tienen menos: hay quienes no tienen casi nada y quienes poseen casi todo. Así, generan políticas y culturas, ponen y sacan gobernantes, suben y bajan países… Tienen el poder. Son los dueños de la “tele” de la sociedad líquida, actuando sobre “televidentes” enfermos de consumismo, alcanzando también a quienes, sin entender al Dios que dicen conocer, aseguran ser libres. Será la hora de los Profetas y de los Hijos de los Profetas, para que den forma e identidad, haciendo sólida a esta sociedad líquida. Un ejemplo clave para nuestros días es el del un profeta forjador y perseguido si lo hubo, Jeremías. Su tarea se desarrolló en una época muy difícil, ya que, por su fluida “moral líquida”, Israel marcharía a la deportación babilónica. Hablamos de seiscientos años antes de Cristo. Con valentía e identidad se opuso a los gobernantes, a CAPÍTULO 7

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los poderes religiosos y económicos del momento, para finalmente desafiar al pueblo. Nadie lo quería escuchar. Flagelado y encarcelado, sufrió el menoscabo y la violencia de quienes, como buenos “televidentes”, bailan en la cubierta del Titanic. Cuando, en definitiva, llegó lo por él anunciado, recibió su reconocimiento. Pudiendo haber vivido el resto de su vida tranquilo y honrado en la opulenta Babilonia, decidió quedarse en la pobre y desbastada Jerusalén. Junto con Gedalías, un gobernante sensible, resucitaron la cultura de su pueblo, comenzando con el remanente pobre que había quedado en su tierra; esto produjo un efecto tan potente que la prosperidad no tardó en llegar y, así, los dispersos que no fueron deportados regresaron para una nueva y próspera vida en Jerusalén. Cuando lo difícil se hace fácil Jeremías, ese hombre de pensamiento claro y pragmático, dijo: “Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová”3. Mucho para hablar sobre los deseos de Dios, pero concentrémonos en los dos primeros conceptos y su orden: “entenderlo” y “conocerlo”. Puede haber quienes no lo conocen pero lo comprenden, como también quienes, conociéndolo, no lo entienden. Será cuestión de entender a Dios y conocerlo para llegar a la profundidad de nuestro ser al encontrarnos con nuestro forjador. Al conocerlo y entenderlo, descubriremos nuestra identidad y, con una cultura clara, desarrollaremos una filosofía sólida que dará a luz conductas maravillosas, solidarias y respetuosas. 3

Jeremías 9:24.

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La forma para entender a Dios es por medio de su Palabra, que expresa su pensamiento. Leer la Biblia con la simpleza del ojo, es decir, sin ideas preconcebidas, sin argumentos religiosos, que como lentes innecesarios deforman todo concepto. Bien lo dice Pedro en su segunda carta: “Por lo cual, oh, amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz. Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre ellas algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición. Así que vosotros, oh, amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que, arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza. Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo...” 4. Las religiones “religan” conceptos, unen ideas de unos y de otros, sincretizan, dando como resultado conceptos que, por el interés del hombre, siempre persiguen fines de conquista y dominación. Para ello, la culpa es una de las armas que utilizan con mayor destreza y constancia. Muy por el contrario, conocer a Dios, tener una relación personal con Él, nos hace libres. Tan libres como Eva y Adán, a quienes el Creador les dio la posibilidad de apartarse de Él, si así lo decidían. El árbol de la famosa “manzana” nada tenía que ver con el sexo, dado que, creados la mujer y el hombre, Dios les mandó multiplicarse… y no conozco ninguna otra forma para cumplir esa misión. El sexo fue 4

2ª Pedro 3:14-18. (El destacado es nuestro).

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creado por Dios para bendición de la mujer y del hombre. El árbol era el de la ciencia del bien y del mal; quien comiera de su fruto sabría qué era bueno y qué era malo… ¡Qué bien nos vendría multiplicar plantíos de esta especie botánica que nos asegure su superproducción hoy en día! Dios, en su bondad, pensó: “Si quieren separarse de mí, es mejor que disciernan lo bueno de lo malo”. De no apartarse, como cada tarde, Él descendería y caminaría con ellos en el huerto, enseñándoles todo. ¿Será por eso que cada crepúsculo a los humanos nos invade esa sensación de nostalgia…? La serpiente los engañó diciendo: “Sabe Dios que si comen del fruto de ese árbol serán iguales a Él…”. La tentación del poder los cegó y, entonces, dejando al Creador, generaron religiones que acallan sus conciencias y sirven a sus propósitos. Conocer a Dios, caminar con Él, descubrir sus pensamientos y observar con atención sus movimientos nos coloca en una posición inmejorable, que hace fácil entender las razones por las cuales aguarda paciente el arrepentimiento y el cambio de las personas que mal proceden, o los momentos en los que interviene poderosamente en la historia, dejando una huella imborrable e indiscutible. Cuando los seres humanos, cebados en su ambición, oprimen, cercenan derechos, roban, matan y destruyen gente y naturaleza, es decir, la vida en esencia, Dios aguarda con paciencia el arrepentimiento y el cambio de acciones y actitudes. Por lo general, este estadio es mal interpretado por quienes insaciables aniquilan todo, generando por ese poder falsos derechos adquiridos. Para ellos, Dios no existe o, en caso de existir, duerme una interminable siesta. CAPÍTULO 7

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Desde el día en que la humanidad se independizó de Dios, a través de su decisión en el huerto del Edén, Él, por el tremendo respeto a la libertad con que nos creó, no se entromete, a menos que nosotros clamemos pidiendo su intervención en justicia, tal como dice el Padre Nuestro: “Venga a nosotros tu reino”. David, prófugo experimentado, da cátedra de clamores por justicia en sus canciones, los salmos. Ruega ser librado de la mano que lo asediaba, la del despiadado Saúl. Cuando el pueblo clama, Dios interviene en la historia, modificando todos los factores, generando cambios imprevistos. Así, potencias bélicas han perdido batallas con pueblos pobres y débiles, prácticamente desarmados. Inviernos de nieves profundas frenaron y derrotaron ejércitos invencibles; dictadores impunes, todopoderosos, fueron juzgados y condenados inesperadamente; tormentas y sequías destruyeron proyecciones económicas… Armas, que Dios exhibió ante el faraón y otros reyes, llegan hasta la actualidad. Ollas que deponen gobiernos, riquezas que se desmoronan en tanto que países depredados encuentran, extrañamente, recursos naturales hasta ayer inexistentes o, por efectos de la meteorología, sus cosechas se venden a valor de oro… Justicia que viene de la mano de Dios. El profeta Isaías, entendedor cabal del pensamiento divino, dice: “Con mi alma te he deseado en la noche y, en tanto que me dure el espíritu dentro de mí, madrugaré a buscarte; porque luego que hay juicios tuyos en la tierra, los moradores del mundo aprenden justicia”5. Se vuelve fácil, entonces, comprender lo que sucederá. En tanto que el pueblo no clame, la paciencia le permitirá al impío seguir 5

Isaías 26:9. (El destacado es nuestro).

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su camino, pero cuando veas clamar al que sufre, prepárate, pues acontecimientos de juicio estremecerán la tierra, llegará la justicia del crucificado. Elevamos nuestros pensamientos para “entender” a Dios, que, según nos muestra Jeremías, quiere: MISERICORDIA, JUICIO y JUSTICIA. Misericordia con el que sufre, juicio para con el victimario, dan como resultado el establecimiento de la JUSTICIA, clave para la felicidad de la humanidad y el tema más tocado a lo largo de toda la Biblia. Comenzamos, así, a escuchar la voz de Dios, que a pesar de estar siempre presente se nos vuelve esquiva, por vibrar en otros decibeles: un nuevo lenguaje que nos era indescifrable se abre ante nuestros ojos para darnos todo su contenido. El silencio, la meditación en su Palabra, la observación de los tiempos y acontecimientos y, por la cercanía estrecha, detectar las reacciones de la gente nos vuelven sensibles. La religión, por el contrario, siempre endurece a las personas: “Jesús entonces les dijo: ‘Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais; porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió. ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra’”6. Oír la Palabra de Dios es la clave, solo así entenderemos y conoceremos, como nos decía Jeremías. La Reforma Clarificados el concepto y la función social, histórica y política del profeta y las profecías, el ejemplo de la vida y obra de Martín Lutero cobra una dimensión tremenda. Analizarlo nos ayuda a comprender 6

San Juan 8:31-47. (El destacado es nuestro).

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la lectura de los tiempos y los momentos que anticipan cambios drásticos. Aquel fraile católico, agustino, recoleto, nacido en Eisleben, Alemania, el 10 de noviembre de 1483, jamás imaginó que clavar sus noventa y cinco tesis en los portales de la catedral de Wittenberg desataría un vendaval de cambios que transformarían la historia universal. En los portones de la catedral era usual que se colocaran todo tipo de mensajes. A modo de un “portal cibernético de hoy”, aquel, tangible, era visitado por el pueblo, que leía desde anuncios hasta petitorios. Un día encontraron un largo escrito con noventa y cinco tesis: las ideas de don Martín. Abrumado por la culpa de su pecado, sin saber qué hacer con sus pesares, Lutero llevaba la enorme carga de no poder dar respuesta a su pueblo. Ambos cargaban el peso de la culpa que el catolicismo cultivaba en los corazones de la gente para dominarlos impíamente, prometiendo indulgencias y perdones a cambio del pago de determinadas y tarifadas ofrendas. Materialismo en su máxima expresión, que en enajenadas mentes religiosas llegaba a elaborar el pensamiento de que era posible sobornar a Dios. Tretas de una curia todopoderosa en la realidad político-económica europea del siglo XVI. La desesperación sincera en la búsqueda de una respuesta clara llegó a su fin cuando un día Martín leyó el libro del apóstol San Pablo a los romanos en el capítulo 5, verso primero: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. Sus ojos se abrieron y la realidad maravillosa llenó su alma: la salvación no era por obras ni por el pago de penitencias e indulgencias, sino solo por la fe.

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Simple y sencillamente, quien se acerca a Dios con fe es perdonado y redimido por el gran amor con que Él nos ama. Ya no más culpas; ahora, la libertad de la salvación, a la cual se accede simplemente creyendo… Esta simple verdad fue la piedra basal de una nueva etapa en la vida de millones de personas, países y culturas. Paso a paso, avanzaron en el estudio de la Biblia, que ahora tenía un sentido renovado. Ya no se leía como el libro del castigo, sino como la bitácora del viaje hacia la libertad, la prosperidad, la felicidad, la justicia y la paz. Paulatinamente, la economía experimentó un desarrollo asombroso, porque de los latifundistas poderosos y los obreros esclavos de las enseñanzas católicas, se pasó a una distribución más equitativa de la tierra y las riquezas, donde muchos poseían chacras de medidas lógicas. Liberados de romanos conceptos de esclavitud, tales como “cuanto más pobres, más cerca de Dios”, alcanzaron la verdadera identidad en el conocimiento de la justicia divina, es decir, el derecho a la prosperidad como parte de la libertad. Ahora, liberados por la redención, no debían pagar culpas con pobreza. Descubrieron que acercarse al Dios de amor genera oportunidades, desarrollo, provisión y riqueza en un marco de equidad y solidaridad. Pobres campesinos se esforzaron con fe, logrando arrendar tierras y luego comprarlas. Se generó una movilidad social constante que arrastró hacia mejores niveles a sus compañeros, pues para sus pujantes emprendimientos requerían mano de obra generando nuevas oportunidades para los obreros, que no dependían de un solo patrón de la tierra.

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Liberados de esa esclavitud tácita, al aumentar la demanda laboral elegían dónde trabajar, de acuerdo con las condiciones y al salario. El proletariado comenzó a tener derechos. Este cambio económico y social dio paso a una nueva composición política y, por ende, al desarrollo de oportunidades sin discriminaciones. La enseñanza se popularizó; el pueblo, el campesinado y sus hijos tuvieron acceso al aprendizaje que los redimensionaba. La investigación y la ciencia alcanzaron su esplendor7. Comenzaba así una revolución libertaria. Desde el alma y con paz, sin armas ni violencia, la acción redentora dio a la mujer y al hombre una nueva dimensión de vida. No fue una mera disensión religiosa, fue un cambio desde los cimientos, una reforma integral que generó una nueva realidad en la familia, la sociedad, la cultura, las artes, la filosofía, la educación, la investigación, la salud, el trabajo, el gobierno y la economía. Una nueva forma de entender la vida, ahora vista desde los ojos de un pueblo libre, sin restricciones ni límites, pleno de fe en su Dios de amor y esperanza. Conmovedoramente, los desplazados y relegados comenzaron a tener oportunidades sociales, políticas y económicas. 7

Toda enseñanza pura puede ser pervertida por malos corazones. Los ideales de la Reforma, santos y maravillosos, fueron tergiversados por mentes avaras que todo lo quieren poseer, deviniendo de la libertad que es la esencia del liberalismo puro, que debe complementarse con la solidaridad del socialismo, en el neoliberalismo apátrida y voraz. Estas deformaciones no son nuevas, como San Pedro escribía, en el capítulo 3 de su segunda epístola universal, las mismas prácticas utilizadas por quienes leían al apóstol San Pablo: “Por lo cual, oh, amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz. Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición. Así que vosotros, oh, amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza. Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”, 2ª Pedro 3:14-18.

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Las riquezas encontraron un cauce paulatino de mejor distribución; entonces, como en un amanecer, el sol de justicia iluminó a todos por igual… Los pobres se emanciparon de la pobreza, sus vidas no dependían de la caridad del poderoso, ahora ellos eran sujetos de derecho. Dios les otorgó el derecho a ser sus hijos y, anoticiados, dejaron atrás las harapientas ropas del hijo pródigo en su vuelta a casa. Dignificados, ahora portaban anillo, señal de autoridad… eran soberanos sobre sus vidas. Tal revolución, que mezcló a la sociedad de una sana y dulce manera, preocupó a los dueños del poder, que siempre se cuenta en efectivo. Los esclavos habían sido liberados, algo debían hacer… La Contrarreforma Heredero del Imperio Romano, conquistador de Europa, el catolicismo pasó paulatinamente de ser una religión a establecerse como el centro del poder. Rector de las políticas y economías, sustentando o derribando reyes por medio de guerras o traiciones, generó teologías y doctrinas afines a sus objetivos, volviendo todo concepto imprescindible para el ejercicio de su dominación en “dogma sagrado”, indiscutible, intocable, que ponía en peligro de muerte a quien osara contradecirlo o ponerlo en tela de juicio. Fundamentalista de sus intereses, justificó o condenó gente en forma inexplicable, gestando las peores aberraciones de torturas y genocidios, entre los cuales figuran los de pueblos que reclamaban su pertenencia a la Iglesia de Jesucristo, pero sin relación con Roma. Por medio de la fuerza sanguinaria, intentó establecerse – como pretende hasta hoy– como “la Iglesia única e indiscutible”, pretensión demolida por Dios, quien no ha cesado de levantar, a lo largo de la historia, pueblos que, guiados por el Espíritu Santo, autónomamente muestran su amor y libertad. CAPÍTULO 7

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Poderosos movimientos, como los liderados por Juan Wyclieff (Inglaterra, 1320-1384), Juan Hus (República Checa, 1369-1415), Ulrico Zwinglio (Suiza, 1484-1531), Thomas Münser (Alemania, 1489-1525), Juan Calvino (Francia, 1509-1564), Juan Knox (Escocia, 1514-1572) o, llegando a nuestros días, el movimiento pentecostal de principio de siglo XX, desafiaron toda hegemonía. Ellos son prueba irrefutable de la libertad con que Dios nos ha criado. El Concilio de Constanza (1414-1418) determinó censurar al fallecido Wyclieff y condenar a muerte a Juan Hus, quien fue ejecutado el 6 de julio de 1415. Antes de morir en la hoguera, dijo: “Vas a asar un ganso (“hus” significa “ganso” en checo), pero dentro de un siglo te encontrarás con un cisne que no podrás asar”. Así, profetizaba la llegada del mayor de los movimientos de reformadores, el liderado por Martín Lutero, que ciento dos años después, el 31 de octubre de 1517, clavaba las noventa y cinco tesis en la puerta de la Catedral de Wittemberg. Paralelamente, en Florencia, una familia crecía en poder e influencia: los Medici. Liderados por Juan de Medici, el primer banquero de la familia, fueron abarcando poder hasta transformarse en la cabeza de la república florentina en 1434. En su avance, lograron ascender hasta el Papado romano, virtual emperador del mundo occidental. Tres Medici fueron Papas durante el trascendental siglo XVI: León X, Clemente VII y León XI. La Reforma, que producía cambios revolucionarios, se esparcía velozmente por Europa, generando esperanza en el pueblo y, al mismo tiempo, suma preocupación entre los ricos dominantes amparados por el catolicismo. Tal fue la tensión, que los Medici tomaron el control del cetro romano. No existe mensaje más elocuente: los banqueros asumieron el gobierno de la Iglesia. CAPÍTULO 7

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La estrategia para vencer a los reformadores y así sostener los dogmas que garantizaban la esclavitud económica, pilar de sus riquezas, tuvo dos frentes muy claramente definidos: el arte y la violencia. Por un lado, se orientó el movimiento cultural del Renacimiento por medio del mecenazgo, llevando artistas ateos, agnósticos y en algunos casos con vidas lujuriosas, a ser quienes vistieron de arte sus opulentos templos, transformándolos en centros de atracción “turístico-religiosa”. La otra medida surgió después del Concilio de Trento (1545-1563), en el cual se reafirmaron los principios opuestos a las tesis de Lutero: se decidió restablecer el Tribunal del Santo Oficio, más conocido como la Santa Inquisición. Ejércitos militares y religiosos subordinados a Roma, como el de la Compañía de Jesús, creado por el capitán del ejército español Ignacio de Loyola, los jesuitas, realizaron purgas de pensadores, científicos y artistas que no se sometían a los dictados papales, a la vez que matanzas y genocidios de aldeas enteras por haberse convertido al protestantismo. No pierdas la huella En aquella escapada invernal que hice con mi familia a La Angostura, nevó toda la semana. Por la noche, nuestro auto quedaba tapado de nieve; cada mañana, había que palear para quitársela de encima, echarle agua al parabrisas para derretir tanta escarcha, y esperar largos ratos hasta que el motor alcanzara la temperatura ideal para funcionar correctamente… Muchos lugareños, ya experimentados, cuando nos veían trabajar con ahínco en la puerta de nuestra cabaña, se acercaban a darnos un mano. Hacían una huella delante de las ruedas para que, al acelerar, el auto pudiera traccionar sobre la tierra y así salir. Siempre nos decían: “Acelere, mi amigo, para agarrar envión; cuando arranque no CAPÍTULO 7

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pare y no pierda la huella”. Interesante consejo, ¿no? Porque perder la huella puede ser peligroso, puedes patinar en el hielo y, extraviando el rumbo, estrellarte contra un árbol o enterrarte en la nieve y quedar estancado. Quizás, este baqueano consejo hubiese evitado los deslices que los hijos de la Reforma cometieron, resbalando por barrancos de violencia y usurpación toda vez que, salidos de la esclavitud y confortados por su nueva condición, oprimieron y sojuzgaron a otros pueblos, pasando de perseguidos a perseguidores… Hoy, los portales de la Catedral de Wittenberg ya no son de madera, ahora son de bronce… en ellos, no se pueden clavar las tesis de Lutero, el frío bronce neoliberal lo impide. Necesitamos un nuevo giro que, siguiendo la huella transformadora de la Reforma, vuelva a sus principios con los cuales apadrinó la ciencia y el desarrollo en igualdad, parió pueblos respetuosos y democráticos. Con templos austeros, priorizó invertir en la gente, en científicos, en enseñanza, en salud y en todo auge cultural, especialmente, el que no quedaba fijo en mármoles o pinturas, sino que elevaba al pueblo en pensamiento y sentimiento, generando el desarrollo de una identidad clara y definida. La literatura, potenciada por la imprenta de tipos móviles, ocupó un lugar fundamental en este nuevo tiempo de progreso, y llegó a generar lo que hoy se conoce como “la lectura protestante”, que es materia de estudio en las facultades de Letras del mundo entero. Una corriente que cultivó la lectura en familia, ya que, disponible y accesible a todos, la Biblia era leída en los hogares cada día entre padres e hijos. CAPÍTULO 7

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En ciudades como Ginebra, altamente movilizada en tiempos de Calvino, llegaron a existir mayor número de imprentas que las que había en toda Europa. Un contraste abrumador con los libros encadenados de los templos católicos, que solo podían ser leídos por reducidas élites. La música, que durante el oscurantismo medieval sufrió un estancamiento tan grave, al punto que religiosos católicos determinaron que tonos como las quintas disminuidas eran satánicos, fue revolucionada por la masiva explosión de cánticos fruto de la libertad, la paz y la alegría que imperaba en los corazones redimidos. Instrumentos y melodías pasaron de lo sacro a lo popular. El cántico gregoriano, propiedad de los sacerdotes, fue desplazado por el canto congregacional, patrimonio del pueblo. Juglares, cantantes y músicos comenzaron a emerger, llevando al corazón de la gente sus historias, quejas, felicidades y oraciones, produciendo un magnífico crecimiento en la enseñanza de este arte, hasta llegar a su apogeo en el siglo XVIII, cuando Juan Sebastian Bach revolucionó la técnica con la escritura musical en sus aulas plagadas de estudiantes. La imposición católica fue reemplazada por la libertad alcanzada por quienes, transformados a través de la prédica, adherían a la vida cristiana. Completando su labor profética, don Martín fue un músico que nos legó himnos inspirados en las enseñanzas, principios e ideales reformistas; ellos instruyeron al pueblo liberándolo del cepo de la culpa católica, que los había oprimido durante siglos. “Castillo fuerte es nuestro Dios, defensa y buen escudo; con su poder nos librará de este trance agudo…”, primeros versos de una canción insigne, “Castillo fuerte”, que Lutero escribió cuando escapaba de CAPÍTULO 7

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las amenazas y atentados de los que era objeto y que hoy sigue enamorando con sus sones a quienes la entonamos con fervor en este siglo XXI. Añejada por quinientos años y potenciada por la sangre de tantos mártires, nos sostiene, impulsa y conmueve con fuerza divina. Cuando arranques no pares ¿Cuál era la lección del collado para Saúl? El propósito para el cual había sido ungido: liberar a Israel de la opresión de los filisteos. ¿Cómo debía enfrentarse a ellos? Profetizando, cantando… generando identidad, desarrollando fe. Saúl fue unido a la compañía de los profetas y comenzó a profetizar con ellos cantando, como un hombre nuevo, pero luego, en su reinado, dejó de hacerlo. No volvió a cantar nunca más. Saúl no tenía tiempos de adoración y meditación en la presencia y Palabra de Dios. Superfluo, sin intimidad, afectó en forma drástica su futuro, pues no entendía el pensamiento divino que daba propósito a su vida y reinado. Se desvió bruscamente, imitando a los reyes contemporáneos que lo circundaban. Serio y solemne, nunca danzó ni cantó, pues no era “propio de un rey”, tal como su hija Mical le recriminó a David, con quien se había casado, cuando a este le tocó ocupar el trono años después. Para ella, que se había criado viendo a su padre Saúl, el único rey que hasta entonces había tenido Israel, era una deshonra que su esposo y monarca se juntara con el pueblo, danzara y cantara. “Cuando el arca de Jehová llegó a la ciudad de David, aconteció que Mical, hija de Saúl, miró desde una ventana, y vio al rey David que CAPÍTULO 7

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saltaba y danzaba delante de Jehová; y le menospreció en su corazón. Volvió luego David para bendecir su casa, y saliendo Mical a recibir a David, dijo: ‘¡Cuán honrado ha quedado hoy el rey de Israel, descubriéndose delante de las criadas de sus siervos, como se descubre sin decoro un cualquiera!’”8. Harto de la prepotencia de quien, al igual que su padre, se había olvidado del pueblo y pretendía generar una aristocracia, David le contestó a Mical: “Fue delante de Jehová, quien me eligió en preferencia a tu padre y a toda tu casa, para constituirme por príncipe sobre el pueblo de Jehová, sobre Israel. Por tanto, danzaré delante de Jehová”, tal es lo que nos dice el verso 21. David olía a pueblo, se había criado en medio de su gente. En los días de su clandestinidad, primero cuatrocientos, a los que luego se les sumaron doscientos más, eran su compañía permanente. Afligidos, endeudados y amargados de espíritu, todos ellos lloraban noche a noche en las cuevas donde se ocultaban por sus infortunios. Vivían angustiados por haber sido ultrajados por gobernantes y amos poderosos, quienes con préstamos no inocentes se habían apropiado de todo cuanto tenían, incluso, de sus mujeres, hijas e hijos, que como rehenes formaban parte de los esclavos de esos “señores” hasta que ellos pudieran pagar lo adeudado. ¡Cómo no iba a danzar con el pueblo liberado, sudando alegría después de haberlo visto desconsolado! Además, tenía en claro que estar con la gente, desarrollar la cultura y expresarla de todas las maneras posibles era la base de su labor frente al pueblo para generar una nación, función clave, dado que convivían permanentemente entre pueblos y naciones de culturas ajenas. 8

2ª Samuel 6:16 y 20.

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De su mano, aquel pueblo nómade e indeciso se transformaría en un reino maravilloso lleno de esplendor, conquistando su territorio por la fuerza de su identidad. Quizá convives en medio de los filisteos, has comenzado a descubrirlos o recién reaccionas ante su presencia y predominancia en los territorios que anhelas ocupar. De ahora en más, te moverás entre ellos cada vez con mayor intensidad, hasta alcanzar tu destino. Es muy probable que durante un tiempo debas avanzar y habitar permanentemente con el enemigo. La batalla entre David y Goliat no fue el final sino el comienzo de la historia. La lucha no terminó allí, pues David continuó la gesta contra los filisteos, hasta expulsarlos del territorio de Israel. La batalla ha comenzado. Por eso, tú no dejes de cantar.

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