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Majanos altos Esperar las señales
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Avanzábamos por la ruta que va desde La Angostura hacia la frontera con Chile. Hondos valles asomándose al borde de los precipicios a la vera de la carretera. Panorama impactante de montañas macizas de la imponente Cordillera de los Andes. Camino mágico, nos llevaba por momentos a entrar en bóvedas verdes, el bosque que arropa al camino. Nevadas permanentes le dan a la flora cordillerana una potencia maravillosa. Basta ver los cipreses de la cordillera, especie autóctona, esplendorosos, unidos a los radales –nogales silvestres– siempre verdes como los coihues de madera amarilla casi crema y vetas rojizas como sangre; los notros o ciruelillos, con sus flores rojas, se mezclan con magníficas y majestuosas lengas y los ñires o hayas del sur, una especie de roble, originario y único, al que el tronco se le abre desde el suelo en gruesas ramas, apariencia de arbusto descomunal devenido en árbol, fortalecido por intensos inviernos, con su expansión horizontal. Un paraíso de verdes, rojos, ocres y amarillos mezclados con el blanco de la nieve, en medio del fondo gris plomo intenso de montañas y cielo. Aquella sinfonía de colores y formas, suspendida en el quieto e impresionante silencio previo a la nevada, que una vez comenzada abraza envolviendo con su raro y sordo sonido todo el valle hasta casi detener el tiempo, cubriéndolo todo con su manto blanco, manto de agua, manto de vida… Tal espectáculo lleva a cualquier mortal a levantar los ojos al cielo y agradecer haber nacido. Sin embargo, en tan exuberante marco natural, llaman la atención unas varas rojas y blancas, CAPÍTULO 9
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perpendiculares y rectas, tan técnicas, tan diferentes de toda esa naturaleza, que salen a la vera del camino distribuidas por la mano del hombre en medidos y exactos trechos de ruta. Contrastante con la salvaje variedad de nuestra Patagonia andina, la germana Selva Negra abruma por la prolijidad de sus árboles, todos iguales, todos perfectos. Siendo muy joven, subía por la sinuosa carretera que conduce al lago Titisé y en una de aquellas constantes curvas vi por primera vez aquellas varas. Trabajadores de vialidad estaban colocándolas… me llamó tanto la atención que consulté qué era aquello. “Señales”, respondieron. “En breves días esta carretera se cubrirá de nieve, será todo un manto blanco y uniforme del que solo emergerán los árboles y estas señales; con sus marcas, dejarán saber a camioneros y automovilistas la profundidad de nieve acumulada”. “Pero ¿por qué tantas y tan seguidas?”, pregunté. “Porque ellas son la única referencia que tendremos para saber por dónde va el camino”, fue la respuesta. Los famosos y bíblicos majanos altos: “Establécete señales, ponte majanos altos, nota atentamente la calzada; vuélvete por el camino por donde fuiste, virgen de Israel, vuelve a estas tus ciudades”1. En medio de la tormenta, es natural que reine el desconcierto: soplan fuertes vientos que aturden con su fuerza y sonido; mecen árboles hasta arquearlos, quiebran sus ramas; la nieve forma remolinos… en esas condiciones, se desorienta hasta el más experimentado baqueano. Momentos invernales para buscar refugio, como los animales que 1
Jeremías 31:21. (El subrayado es nuestro).
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huyen a sus cuevas, desaparecer de la intemperie… esperar a que amaine el temporal. Los mojones son marcas pequeñas en el camino, los majanos altos sobresalen, claramente nos marcan la ruta hacia nuestro destino. En la tempestad, ellos te señalan el camino a casa. En los inviernos de la vida, también tenemos momentos tormentosos en los cuales debemos buscar refugio. Nada mejor que los fuertes y seguros brazos de amor de nuestros afectos y, sobre todo, de nuestro Dios. Días cuando golpeados por la tempestad de problemas, enfermedades, fracasos, desilusiones, dolores del alma, recurrimos al amor y cariño de nuestros amados, familia, amigos que siempre están cerca, que nunca nos abandonan. Su cercanía y confianza son señales claras; siguiéndolas, el rumbo es seguro, llegaremos a nuestro refugio. En esos días que todo es confuso, los majanos deben sobresalir sobre las capas de blanca nieve que todo lo uniforman… da lo mismo una piedra que un árbol, todo está igualado y, lo que es peor, muchos peligros están cubiertos, acechando… ¿Cómo no equivocarnos?, pues siguiendo las señales. Estas deben ser las mejores de acuerdo con el tiempo y la situación en que vivimos. Sentimientos en ocasiones, convicciones y pensamientos en otras, principios y fines como una constante y sobre todo la voz divina, esa inequívoca y poderosa señal que siempre se cumple con exactitud. Si todo fuere cubierto por la espesa nieve, aún sobresaldrán los CAPÍTULO 9
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majanos altos, señales claras de quien te ama, te guarda y te cuida. Morena soy… Los años siguieron transcurriendo y los abusos, transformados en leyes, justificaban la opresión que sufrían los afroamericanos. En Alabama, al sur de los Estados Unidos, existía una reglamentación que exigía a los negros que viajaran sentados en el autobús, a ponerse de pie y ceder el asiento a un blanco cuando subiera al transporte público, incluso la norma ordenaba que el negro debía hacerlo con la mirada hacia el suelo: tenía prohibido mirar al blanco a la cara. El 1 de diciembre de 1965, Rosa Parks se negó a hacerlo y por esa acción fue arrestada. Un joven pastor evangélico de esa ciudad, a quien su padre, también pastor, le había cambiado su nombre nada más y nada menos que por Martin Luther2, en honor al padre de la Reforma, pastoreaba la Iglesia Bautista de Montgomery desde aquel mismo año y salió en defensa de Rosa, a la vez que dio inicio a un boicot contra la compañía de autobuses y la vil reglamentación. Aquel día, comenzaban sin habérselo propuesto, la lucha por los derechos civiles de los negros. Durante catorce meses, la comunidad afroamericana no viajó en ese transporte; dos inviernos y un verano, con sol o con lluvia, 2
Martin Luther King era hijo del pastor bautista Michael King, razón por la cual ese fue su primer nombre: Michael King Jr. En 1934, la familia realizó un viaje a Europa, donde Michael padre, durante su visita a Alemania, quedó tan impactado por la obra de Martín Lutero, que decidió cambiar su nombre y el de su hijo por “Martin Luther”, en honor al líder protestante. El apellido de la familia, extraña y curiosamente, elevó al héroe de la Reforma a la condición de rey, ya que Martin Luther King se traduciría como: Martín Lutero Rey.
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iban a todo lugar caminando, hasta que el boicot alcanzó la victoria, y esa cruel reglamentación fue derogada. Martin Luther King comenzó a divisar los majanos altos que se levantaban por sobre el gélido manto de la segregación racial. Siguiéndolos inició una lucha permanente y pacífica contra la discriminación. Siempre desde la paz, idearon miles de formas de protesta y resistencia. Una de ellas fue hacer peregrinaciones de negros hacia las iglesias evangélicas de blancos y, cuando entraban en estas, antes de ser expulsados, se arrodillaban a orar, acto con el cual impedían el desalojo. Oraban en voz alta a Dios pidiendo justicia y protestaban provocando a los “hermanos cristianos blancos” que reflexionaran sobre sus actitudes. El rey Salomón, hijo de David, en su libro bíblico Cantar de los cantares, describe la relación de Jesús con la Iglesia en una canción profética, mil años antes de su nacimiento. En un romance extraordinario, la presenta como “morena” y también hace mención de “los hijos de mi madre”, quienes la oprimieron obligándola a trabajar sus viñas y haciendo que ella abandonara la propia. ¡Qué expresión tan fuerte la de Salomón! Qué capacidad para describir a aquellos que salieron del mismo vientre, pero no son nuestros hermanos: “Morena soy, oh, hijas de Jerusalén, pero codiciable como las tiendas de Cedar, como las cortinas de Salomón. No reparéis en que soy morena, porque el sol me miró. Los hijos de mi madre se airaron contra mí; me pusieron a guardar las viñas; y mi viña, que era mía, no guardé”3. Gracias a Salomón, hemos dado aparentemente con el color de 3
Cantar de los cantares 1:5-6.
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la Iglesia: morena… quien quizás profetizaba en su vuelo poético, miles de años antes, anticipándose a las persecuciones que las razas negra y trigueña de los pueblos originarios sufrirían. Un teólogo de los años setenta afirmaba, sin hacer una distinción racial sino sociológica: “La teología es negra, porque Dios siempre está del lado de los pueblos perseguidos…”4. Sin duda, por las ataduras religiosas que como velos y vendas ciegan, ensordecen e inmovilizan, no llegaron a entender esta metáfora profética que Dios les dedicó con tres milenios de anticipación. Pretendemos que todo esté en su lugar, que nada se desubique; se hace tan difícil entender las reacciones de las personas que generan cambios imprevistos en las circunstancias que nos rodean… Avaricias, celos, amarguras, contiendas, ambiciones desmedidas, apetencias de poder, egoísmos… todas ellas actitudes incomprensibles que pueden deformar a la más bella persona o comunidad, transformándola en bestia insaciable. La inestabilidad del ser humano, que seducido por sus ávidos deseos coloca a la gente, al prójimo, en el nivel de “bestias”… por lo tanto, carentes de derechos y que solo sirven para ser explotados. Patrones de fe y pensamiento que predominaron en la conquista americana, por parte del reino católico español, generando horror, 4
James Cone, de su libro: Teología negra de la liberación, Ediciones Carlos Lohlé, 1973.
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muerte y esclavitud. Los cambios introducidos por la Reforma protestante que durante años había abierto la Biblia al pueblo, otorgando libre acceso al conocimiento y cuestionando las arbitrariedades y tiranías, forzaron al papa Pablo III, el 2 de junio de 1537, a dictar la bula “Sublimis Deus”5, en la cual se reconocía el nivel humano de los “indios” (brutalismo empleado por los depredadores para denominar a los pueblos originarios cuando llegaron a las costas de nuestro continente buscando las Indias). Hasta aquel momento, los “indios” “carecían de alma”; por lo tanto, debía tratárselos como bestias; la teología imperante no consideraba “pecado” su esclavitud ni sus asesinatos… Blancos mantos helados de injusticia legal… real y religiosa. En su devastadora proeza, se calcula que los conquistadores asesinaron a ciento cuarenta millones de gentes de los pueblos originarios, despoblando estas tierras. Fue necesario entonces buscar un reemplazo para la mano de obra necesaria para explotar “sus nuevos dominios”. Veinte millones de esclavos negros fueron los sobrevivientes de los ochenta millones 5
Texto parcial de la bula de Pablo III “Sublimis Deus” otorgándoles identidad a los “indios”: “Nos pues, que aunque indignos hacemos en la tierra las veces de Nuestro Señor, y que con todo el esfuerzo procuramos llevar a su redil las ovejas de su grey que nos han sido encomendadas y que están fuera de su rebaño, prestando atención a los mismos indios que, como verdaderos hombres que son, no sólo son capaces de recibir la fe cristiana, sino que según se nos ha informado corren con prontitud hacia la misma; y queriendo proveer sobre esto con remedios oportunos, haciendo uso de la Autoridad apostólica, determinamos y declaramos por las presentes letras que dichos indios, y todas las gentes que en el futuro llegasen al conocimiento de los cristianos, aunque vivan fuera de la fe cristiana, pueden usar, poseer y gozar libre y lícitamente de su libertad y del dominio de sus propiedades, que no deben ser reducidos a servidumbre y que todo lo que se hubiese hecho de otro modo es nulo y sin valor, [asimismo declaramos] que dichos indios y demás gentes deben ser invitados a abrazar la fe de Cristo a través de la predicación de la Palabra de Dios y con el ejemplo de una vida buena, no obstando nada en contrario”. (El subrayado es nuestro).
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secuestrados en África. Cifras escalofriantes: doscientos millones de muertos –ciento veinte en América y ochenta en África– y veinte millones de esclavos… solo para garantizar las ganancias que saciaran las apetencias de los reinos e incluso la “República” faro de las democracias modernas... Peligrosa dulzura… Como un ejemplo doloroso, Haití, con sus cuatro invasiones, exhibe hasta hoy las profundas heridas que dejan las avaricias de quienes jamás se arrepienten, asociaciones “lícitas” llamadas reinos, imperios o repúblicas. Hablamos de naciones, de sus gobiernos, de poderes económicos, de gente que domina a gente por poder y por riqueza. El 5 de diciembre de 1492, cuando Cristóbal Colón pisó aquellas hermosas y vírgenes playas, los nativos se enteraron de que el lugar en que siempre habían vivido se llamaba “La Española” y pertenecía a la corona de Isabel y Fernando habiendo sido consagrados a la Iglesia Católica Apostólica Romana, es decir que aquellos ignorantes salvajes tenían reyes y Papa, sin saberlo. Sin tomar decisión alguna, en 1697, los haitianos fueron cedidos al Reino de Francia por el Tratado de Ryswick y se enteraron de que ahora vivían en Saint Domingue… ¿Cuál era el motivo por tal interés en la mitad más pequeña de una isla en las Antillas? Uno solo: AZÚCAR. Su producción y comercio aportó el 25% del producto bruto del imperio galo. Un número de doce mil verdugos sometían brutalmente a trescientos mil esclavos que no eran dignos de ser considerados entre los CAPÍTULO 9
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postulados de la Revolución que dio origen a la República de Francia: “Libertad, igualdad y fraternidad”. La Convención Nacional Francesa declaró, en 1794, la libertad de los esclavos en sus colonias. La “igualdad” demoró un lustro... Aquel fue un año movido, pues tanto ingleses como españoles, ante los cambios producidos en Francia, decidieron que era un buen momento para apoderarse de la dulce Saint-Domingue. Los primeros llegaron con su poderosa armada y los segundos volvieron por tierra desde la parte que aún conservaban de la isla. Con cruentas batallas y promesas de libertad, los ingleses en las costas y los españoles en el interior de la isla sedujeron a los nativos, y así los invasores secundarios doblegaron a los franceses o invasores primarios, quienes con diplomacia reconquistaron a los líderes haitianos y recuperaron el dominio completo en 1798, concediendo algunas libertades. Sin embargo, esto no duró mucho, ya que en 1802 Napoleón decidió restablecer el dominio y la esclavitud en su principal colonia económica; para ello, envió a su cuñado al mando de un fenomenal ejército de veinticuatro mil hombres. La “República”, tras perder las batallas contra los “esclavos sublevados”, en 1804 exigió a los haitianos el pago de una indemnización para reconocer su independencia, hecho que recién se concretaría en 1838… Aquellos negros esclavos, inspirados en las ideas de libertad de la Revolución Francesa, se volvieron contra Francia… transformándose en los pioneros de la emancipación latinoamericana. Comenzaba el siglo XX y Estados Unidos desarrollaba una CAPÍTULO 9
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verdadera invasión económica. Empresas y empresarios llegaron con sus inversiones a la ya República Haitiana, al punto que en 1910 el Citibank poseía casi la totalidad accionaria del Banco Central de Haití. Preocupado por las inversiones de sus ciudadanos, Estados Unidos decidió invadirlos para manejar correctamente la economía, modo de garantizar las inversiones de su “pueblo empresario”. Llegado 1930, el hambre empujó a las calles una protesta que terminó con una cruel represión por parte de los marines con un saldo de diez mil campesinos muertos. Finalmente, el presidente Franklin Roosevelt, cuatro años más tarde, tomó la decisión de retirar las tropas de la isla permitiéndole soñar su libertad. Marginados por esas teologías, fueron atacados, esclavizados y asesinados por los pueblos cristianos, tanto católicos como protestantes, quienes con auténtico amor debieron haber llegado a sus costas para evangelizarlos ampliando su libertad. Pero no solo fueron las naciones identificadas con el cristianismo quienes les demostraron a los haitianos las incongruencias entre el credo y la praxis determinada por la avaricia y la ambición, también sufrieron la salvaje y atroz opresión de los ateos jacobinos, paladines de la “libertad, igualdad y fraternidad”. Heridos, sangrantes, se refugiaron en sus creencias más letales, buscando en los demonios la libertad que “cristianos” y “ateos libertarios” les negaban. Demonizar un pueblo herido que huye de la esclavitud es muy sencillo; resulta una muy efectiva excusa para evadir la responsabilidad de los pecados de personas, pueblos y naciones que, habiendo abandonado los senderos marcados por CAPÍTULO 9
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los majanos altos, divagan perdidos en los insensiblemente gélidos senderos del egoísmo cobijado por excusas teológicas o políticas hechas a medida de los vencedores. Majanos altos que, por ser desobedecidos, generaron a lo largo de la historia “robo, muerte y destrucción”, empujando a pueblos a la búsqueda de sus peores pactos espirituales, en lugar de sembrar el amor divino que siempre nos lleva a la libertad. Siguiendo ambiciones se mutilaron convicciones. Volvamos al sendero, meditemos… Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. Mas tú, oh, hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos”6.
“
“¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. ¡Oh, almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo se constituye enemigo de Dios. ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: ‘El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela 6
1ª Timoteo 6:9-12.
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celosamente?’. Pero él da mayor gracia. Por esto dice: ‘Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros’”7. ¿Quién puede creer que Dios avalará una prosperidad basada en la desgracia, el empobrecimiento y la muerte de otros pueblos? Necesitamos volver a la simpleza y profundidad del Evangelio enseñado por Jesús: Jesús le dijo: ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente’. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas”8.
“
Y a la específica interpretación de Pablo: “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros. Digo, pues: ‘Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne’”9. Fantasmas fabricantes de excusas Así como a los musulmanes en las Cruzadas por ser herejes o a los judíos por haber sido los “verdugos” que enviaron a Jesús a la cruz, los negros tienen su acusación teológica bíblica, que justifica toda 7
Santiago 4:1-7. Mateo 22:37-40. 9 Gálatas 5:9-13. 8
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agresión en su contra. Generada por religiosos ambiciosos que suelen no mancharse sus manos con sangre, pues prefieren solo teñir de ella sus invisibles conciencias, hacen que la sanguinaria ejecución corra por cuenta de quienes, con mentes cauterizadas, cuentan con “la bendición” de los dueños del monopolio religioso-divino, ya que no son sanguinarios asesinos, sino servidores de “la Ley y el Orden”. Descendientes de Cam, hijo de Noé, los negros están bajo la maldición de aquel patriarca, por la cual deben por todas las generaciones servir a las razas generadas por los hijos de Sem y Jafet, sus hermanos. Esta es la base de toda la teología esclavizadora, con la cual los diferentes invasores “cristianos” avasallaron toda libertad y condición humana, ignorando el centro de toda la enseñanza de Jesús basada en la redención, la gracia y el amor expresado en el máximo respeto al prójimo. Ellos se hicieron un dios a la imagen y semejanza de su avaricia… Terminada la guerra civil, el 24 de diciembre de 1865, nacía en Pulaski, Tennessee, un club creado por seis oficiales del derrotado ejército segregacionista del sur, que pasaría a la historia como el Ku Klux Klan. Famoso por sus ataques a los negros, se extendió por los estados del sur de Estados Unidos, matando y aterrorizando enfundados en sus sábanas blancas… Fue prohibido por la ley que redactó Benjamín Franklin Butler y que se conoce como “Acta de los Derechos Civiles”, firmada y promulgada por el presidente Ulysses Grant en 1871, que fue conscientemente ignorada en Montgomery, Alabama, con sus CAPÍTULO 9
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reglamentaciones racistas, cuando en 1965 Martin Luther King Jr. comenzó su lucha por la libertad de su pueblo, al defender a la costurera Rosa Parks. Fríos mantos de impunidad que absueltos por dogmas y religiones continúan dañando, generación tras generación, desarrollando artilugios legales que violan toda norma soberana antes dictada, riéndose de la justicia y de los seres humanos, hasta que alguien, guiado por majanos altos, se levanta para llamar a lo malo “malo” y a lo bueno “bueno”… trayendo luz en medio de las tinieblas más espesas, avanzando contra toda mentirosa hipocresía, derritiendo el despotismo para sacar a luz la verdad. La lucha de Martin, reconocida mundialmente, alcanzó mayor notoriedad cuando en 1964 le entregaron el Premio Nobel de la Paz, y se convirtió en el galardonado más joven en la historia de la Academia sueca. “We shall overcome” fue el himno que se cantaba en cada marcha, en cada reunión de la lucha por los derechos civiles: “Juntos venceremos, algún día”. Uno a uno, los principales músicos e intérpretes del mundo entero comenzaron a grabar las estrofas del himno de Charles Tindley: “No tendremos miedo, nunca más; tomados de su mano, en el mundo entero; solo con justicia, viviremos en paz; JUNTOS VENCEREMOS”. En marzo de 1968, prosiguiendo su lucha, la militancia pastoral en defensa de las ovejas discriminadas y explotadas, Martin se trasladó a la ciudad de Memphis para apoyar el reclamo de los negros que trabajaban en la recolección de residuos, cuyo paupérrimo jornal era de 1,70 dólares la hora, es decir, doce insuficientes dólares diarios, que se veían disminuidos cuando por las inclemencias CAPÍTULO 9
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del clima no se trabajaba y por ende no se les pagaba. Su salario mensual era menor a cien dólares. La manifestación de protesta estaba programada para el jueves 4 de abril. Habiendo llegado a la ciudad antes de lo previsto, el domingo 31 de marzo, predicó en el templo de la Iglesia de Dios en Cristo. Su mensaje fue: “We shall overcome”, “Venceremos”. En él, enumeró los sufrimientos y persecuciones que las diferentes comunidades negras padecían y, al finalizar cada sentencia, repetía: “Pero nosotros venceremos; con lágrimas en los ojos, venceremos; perdiendo nuestros trabajos, pero venceremos; algunos, perdiendo la vida, pero venceremos…”. Luego, pasó a citar dichos de patriotas norteamericanos que habían bregado por la abolición de la esclavitud y, de la misma manera, terminaba cada frase profetizando con los versos de la canción de Tindley. Hasta que llegó al clímax de su sermón y comenzó a citar versos bíblicos que auguraban la justicia divina, acentuando cada declaración con una fuerza impresionante: “WE SHALL OVERCOME”, “NOSOTROS VENCEREMOS”. El miércoles 3 de abril, el amado pastor King volvió a predicar demostrando sus dotes de profeta al máximo exponente, cuando en su mensaje “I’ve been to the mountaintop” (He estado en la cima de la montaña), llegando su parte cúlmine, dijo: “Solo quiero hacer la voluntad de Dios. Él me ha permitido subir a la montaña y he observado, he visto la Tierra Prometida. Quizás no llegue allí con ustedes, pero quiero que sepan, esta noche, que nosotros, como pueblo, llegaremos a la Tierra Prometida. Por eso estoy feliz esta noche. No estoy preocupado, no temo a ningún hombre. Mis ojos han visto la gloria del Señor”. Un día después, el 4 de abril, a las 18.01, con sus escasos treinta CAPÍTULO 9
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y nueve años de edad, era asesinado de un balazo en la garganta, cuando desde el pasillo externo del primer piso de un simple y austero hotel hablaba con su gente. Iba rumbo a la lucha pacífica en defensa de sus esquilmadas y apaleadas ovejas; sus últimas palabras fueron dirigidas a su pianista: “Ben, hoy tocarás ‘Maravilloso Señor, toma mi mano’ como nunca lo has hecho en tu vida…”. Investigado, perseguido, fue acusado de comunista por oponerse a la guerra de Vietnam y al hambre, pero Martin no se detuvo, siempre propició la igualdad entre los hombres. También cuestionó la política estadounidense criticando la alianza norteamericana con los terratenientes de América Latina, cuando se preguntaba retóricamente en público: “¿Por qué los Estados Unidos reprimen, en lugar de apoyar las revoluciones de los pueblos descalzos y descamisados del tercer mundo?”. Seguía majanos altos, no se desvió ni desorientó en medio de la tormenta. En su tumba, puede leerse: “Free at last” (Al fin libre). La huella que dejó marcada Charles Albert Tindley, por su historia de vida de superación constante y sus himnos proféticos llenos de esperanza, alcanza una profundidad extrema, cuando consideramos que a comienzos del siglo XX, en una sociedad altamente racista, logró transformar una iglesia de ciento treinta afroamericanos en una comunidad de 12.500 personas, compuesta por negros, blancos y rojos, es decir, una comunidad multirracial. Ejemplo de convivencia, amor, solidaridad y hermandad, que prueba que el cristianismo verdadero, que tiene sus bases en el Sermón del Monte, es poderoso cuando se lo vive en intensidad. Tan profunda fue la huella de Tindley que, sesenta años después, CAPÍTULO 9
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en medio de las luchas segregacionales, Martín Luther King Jr. no la perdía, pues supo que siguiendo esos majanos altos llegaría a lo alto de la montaña. Vencer cantando Ni a Charles Tindley la esclavitud, la ignorancia ni la pobreza, ni a Luther King las balas, pudieron frenarlos. A ciento siete años de que Charles musitara los versos y la melodía, y cuarenta años después del paso a la gloria de Martin, el 4 de noviembre de 2008, Barack Obama10 ganaba las elecciones presidenciales de Norteamérica, transformándose en el primer presidente afrodescendiente de la historia de su país. En la ceremonia religiosa previa a la asunción, se oyó con una fuerza incontenible cada acorde del himno “We shall overcome”, como una muestra contundente, que desde la paz, y con el amor que lleva a la perseverancia inclaudicable, se vence, si unidos y juntos luchamos. Es tiempo de unirnos y luchar, no existe enemigo que nos pueda vencer, cuando juntos estamos tomados de Su poderosa mano. Si perdiste el camino, vuelve. Si estás en la huella, no te detengas, la victoria llegará. Recuerda las palabras de Samuel: “Cuando te hayan sucedido estas señales, haz lo que te viniere a la mano, porque Dios está contigo”. Pronto, ¡juntos venceremos! Nieve en todos lados Cuando afuera llega la calma, es momento de hacerse al camino 10
La valoración como logro de que Barack Obama haya llegado a la presidencia de los Estados Unidos no emite opinión alguna sobre su actuación al frente del cargo.
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nuevamente. Allí, comienza un nuevo problema. El vendaval lo cubrió todo y, a pesar de tener buen tiempo, la pregunta es por dónde ir. Ese mar blanco ofrece todas las posibilidades, que a la vez son ninguna. La paz llega tras la tormenta, esa tranquila calma del cielo limpio, silencioso y soleado, con el cual podemos continuar la vida. Serenidad que también desorienta, tranquila sensación del cielo despejado que se transforma en incertidumbre, porque todo está tan blanco, no existe un camino definido. Frente a nosotros tenemos todas las posibilidades, y quien tiene todos los caminos por delante, en realidad, no posee ninguno. La desorientación es terrible; una mezcla de ansiedad con desasosiego inunda el alma… en esos días mansos, también necesitamos señales seguras que nos guíen con certeza. Sea cual fuere la instancia, siempre en nuestros inviernos necesitamos majanos altos que definan el sendero en forma clara e inequívoca… Imagino a aquel muchacho negro en 1867, libre de la esclavitud con toda la vida por delante. ¿Cuál era el paradigma, el modelo de los muchachos de su época? Charles Tindley escogió el camino del esfuerzo personal, de la superación. Buscó un trabajo y comenzó a estudiar. Los años pasaron y su preparación académica llego a su fin… sin embargo, no estaba listo para realizar la tarea. Su función como portero de la Iglesia Metodista Episcopal se prolongó por treinta y cuatro años… durante los cuales escuchó y vio mucho a su pueblo, tanto que llegó a conocer aquellas ovejas de tal manera que nada podían ocultar ante sus ojos. Reconocía sus miedos, furias, frustraciones, dolores, alegrías, sueños y CAPÍTULO 9
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anhelos. Tantos años observándolos y caminando a su lado lo hicieron “oler a oveja”. Cuando finalmente, a los cincuenta y un años, comenzó su tarea al frente de esa comunidad, quién sabe cuánto tiempo llevaba pastoreándolos. Sus próximos treinta años serían de máximo desarrollo. Sabía qué necesitaba el pueblo, lo había escuchado y visto con claridad; conocía que el Evangelio tenía respuesta para ellos, solo debía conectar esas vidas con el amor de Dios, entonces, los milagros y las transformaciones se producirían maravillosamente. Eso atrajo miles: todos querían alcanzar el grado de felicidad que esa pequeña comunidad de ciento treinta personas afrodescendientes estaba disfrutando. Desdramatizando tormentas y asumiendo la responsabilidad de las decisiones a tomar en tiempos de quietud y múltiples posibilidades viviremos observando señales. Ellas nos libran de temores aterradores y de imprudentes y efímeras seducciones. Majanos altos, contundencia firme en el andar en una vida compleja. Llegada Saúl llegaba al último punto de su travesía: Gilgal. “Y luego bajarás delante de mí a Gilgal, entonces descenderé yo a ti para ofrecer holocausto y sacrificar ofrendas de paz, espera siete días hasta que yo venga a ti y te enseñe lo que has de hacer”11. Gilgal es un sitio especial, emblemático y con mucha historia. Lugar de pacto con Dios y también entre las tribus de Israel: siempre estarían unidas. Allí fueron circuncidados los nacidos en el éxodo, antes de entrar en la tierra prometida. La circuncisión es una señal de pacto, simboliza debilidad de la carne 11
1ª Samuel 10:8.
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y fortaleza en la dependencia de Dios. Potencia o impotencia definen la tremenda importancia asignada en nuestra cultura a la virilidad del hombre, razón por la cual Dios decidió usar esa zona emblemática como señal de pacto, demostrando la debilidad de depositar la confianza en nuestro potencial y, así, recordarnos la absoluta dependencia que tenemos de los otros y sobre todo de Él. No somos dioses, somos humanos dependientes de otros humanos y todos necesitados de nuestra comunión con Dios. Sin anestesia y con cuchillos rudimentarios les quitaron el prepucio a los nacidos en el desierto. De esta manera, el hombre sabría de generación en generación que la salvación nunca llega por su poder o la fuerza, sino por buscar el camino; saber sobreponerse a todo dolor y debilidad. Reconocer el sendero al saber de dónde venimos, qué cultura late dentro nuestro, desarrollando la plenitud de los dones que el Creador nos ha otorgado. Valorar nuestra comunión con Dios y toda la sabiduría que vierte en quienes en Él confían es la clave de una vida que alcanza la cumbre de la montaña. Esto significa Gilgal: debilitarse en la carne para hacerse fuerte en el espíritu. La historia narra que allí también se juntaron las tribus de Israel. En forma milagrosa habían cruzado en seco el río Jordán en la época del año de mayor caudal y tomando una piedra por cada tribu, con ellas ya en la tierra prometida, levantaron un monumento para afirmar que siempre se mantendrían unidos y conformarían una sola nación. Monumento gemelo al que levantó Josué antes de salir del lecho seco CAPÍTULO 9
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del río, el cual quedó bajo las aguas, uno visible y el otro invisible, así como los pactos con Dios, uno interno, íntimo, y el otro externo, elocuente; el uno dependiente del otro, como árboles: el poderoso tronco y las largas ramas deben su vida a las raíces invisibles que lo sostienen y alimentan. Árboles en invierno. Gilgal, cuánto contenido en un lugar, en un montón de piedras apiladas… Gilgal encerraba tres importantes lecciones para Saúl. Primeramente, debía aprender paciencia por medio de la espera. Samuel le anticipó al aprendiz peregrino, que no llegarían juntos al destino final, allí el novato debía aguardar: “Me esperarás siete días”, le dijo el anciano juez y profeta. El objetivo de la espera era meditar, actividad clave para establecer majanos altos en el alma. Saúl necesitaba tiempo para rumiar todas las palabras del profeta y los acontecimientos que se sucedieron en un tiempo tan breve. Mirarse por dentro, fijar cada enseñanza… momento clave del invierno. Recordar cada estación del camino de la unción y reflexionar sobre ellas. La parada vital en el refugio para meditar, entender y dimensionar el plan divino, nuestra vida, y así ser conscientes de la responsabilidad y el esfuerzo para lograr todos los objetivos futuros. Llegar primero a la tumba de Raquel en Belén para tener clara su identidad, proveniente de la tribu de Benjamín, el hijo amado de Jacob. Tribu pequeña pero bendecida, condición mucho más importante que meros números. Llegar a comprender que los grandes ejércitos con CAPÍTULO 9
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formidables cantidades de soldados no son los más poderosos. Menores en cantidad, quienes poseen técnica y táctica, estrategias claras, siempre predominan. De allí a la encina de Tabor, para entender que su gobierno debía establecer un reino de justicia. Comprender la importancia determinante en las batallas para independizarse del poder filisteo de la intervención divina, movida por el clamor del pueblo. La necesidad de alimentarse de la presencia de Dios por medio de su Palabra, fuente de toda razón y justicia. El tercer lugar fue el collado de Dios, quien le mostró quiénes serían su objetivo a vencer en la liberación de Israel. Debía observarlos, llegar a conocerlos descubriendo su forma de pensar, sus movimientos, sus fortalezas y debilidades. Al mismo tiempo, conocer las armas espirituales de que disponía, profetizando, cantando, generando cultura e identidad. Gilgal, lugar y tiempo para meditar. La segunda enseñanza era su dependencia divina expresada por el pacto que celebraría allí, con adoración y sacrificio. Razón de la presencia de Samuel. La última era recibir instrucciones claras, tal como el profeta le dijo: “Te enseñaré lo que has de hacer”. Saúl tenía en Gilgal tiempo. Uno de los bienes más preciados y necesarios en días donde lo instantáneo se impone. Días líquidos de una cultura líquida, tales aquellos como los actuales; días donde quien medite y genere raíces profundas podrá llevar frutos abundantes y
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permanentes. Llegó la hora… Sereno, habiendo aprendido todas las lecciones, David con firmeza avanzó contra Goliat, asumiendo su primera acción al frente del Reino de Israel, aunque todos ignoraban quién verdaderamente era él, pues el cetro, el trono y la corona, es decir, las evidencias externas, todavía estaban en poder de un intruso acobardado. ¡Cuánto contrasta esta realidad con la vivida por Saúl cuando asumió su reinado! Fue tan diferente; no existía tensión alguna, todo era festejo y la única actividad era ser presentado ante el pueblo y honrado… sin embargo, consciente o inconscientemente, Saúl sabía de su incapacidad por no haberse preparado y se escondió… Se sentía exactamente igual que cuando Samuel le habló por primera vez: insignificante. Nada había cambiado, el tiempo había pasado en vano. Por esta causa, hubo quienes lo despreciaron y él, en lugar de confrontarlos con autoridad por ser el rey apoyado en el firme respaldo del profeta Samuel, solamente disimuló… Sabiendo el estado del corazón de Saúl, Samuel, delante de todo Israel, llamó a la tribu de Benjamín; de entre ellos, hizo presentarse a la familia de Matri, y de ella a Cis y su prole, Saúl entre ellos. ¡Tanta honra para levantar la autoestima del muchacho! Pero cuando llegó el momento, nadie lo encontraba… debieron consultar a Dios para saber su paradero. “Y haciendo Samuel que se acercasen todas las tribus de Israel, fue tomada la tribu de Benjamín. E hizo llegar la tribu de Benjamín por sus familias, y fue tomada la familia de Matri; y de ella fue tomado Saúl hijo de Cis. Y le buscaron, pero no fue hallado. CAPÍTULO 9
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Preguntaron, pues, otra vez a Jehová si aún no había venido allí aquel varón. Y respondió Jehová: ‘He aquí que él está escondido entre el bagaje’. Entonces corrieron y lo trajeron de allí; y puesto en medio del pueblo, desde los hombros arriba era más alto que todo el pueblo. Samuel dijo a todos: ‘¿Habéis visto al que ha elegido Jehová, que no hay semejante a él en todo el pueblo?’. Entonces el pueblo clamó con alegría, diciendo: ‘¡Viva el rey!’. Samuel recitó luego al pueblo las leyes del reino, y las escribió en un libro, el cual guardó delante de Jehová. Y envió Samuel a todo el pueblo cada uno a su casa. Saúl también se fue a su casa en Gabaa, y fueron con él los hombres de guerra cuyos corazones Dios había tocado. Pero algunos perversos dijeron: ‘¿Cómo nos ha de salvar éste?’. Y le tuvieron en poco, y no le trajeron presente; mas él disimuló”12. Gente con inviernos Intensos inviernos nutren y curten a quienes no los eluden, sino que se atreven a enfrentarlos. Como un laboratorio, los dolores, la incomodidad, las soledades y esa extraña sensación de derrota, pérdida y desasosiego producen anhelo y desesperación por el calor de la victoria. Alcanzar esas temperaturas cálidas que permitan brotar y florecer por medio de algún triunfo, por mínimo que sea. Para ello, con desesperación se mide cada decisión buscando señales seguras, majanos altos, que permitan avanzar sin dar ni un solo paso en falso. La gente de inviernos en el alma se vuelve prudente, busca señales; por
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1ª Samuel 10:20-27.
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eso cuando se determina es segura, sólida, firme… Saúl, en cambio, dos años después de haber asumido como rey, imprudentemente atacó la guarnición de los filisteos. Con solo tres mil hombres avanzó contra un enemigo poderoso a quien él no conocía. Habiendo pasado por la guarnición de los filisteos en el trayecto del camino de la unción, no percibió la importancia de la inteligencia militar, es decir, conocer al enemigo, no ignorar detalle alguno. La agresión provocó la reacción de un enemigo netamente superior que se alzó en guerra contra Israel con treinta mil carros, seis mil hombres a caballo y un pueblo numeroso como la arena del mar. El pueblo hebreo, temblando, comenzó a huir; los hombres se escondían en cuevas, en fosas, en peñascos, rocas y cisternas; algunos cruzaron el Jordán, dejando la tierra prometida. La acción de un hombre que no discernía los tiempos, ni entendía su propósito, desató una guerra brutal. Saúl se encontraba nuevamente en Gilgal y Samuel le había dicho que lo esperara allí siete días, hasta su llegada, para entonces hacer un holocausto buscando a Dios y su guía. Al ver que el pueblo desertaba, Saúl consideró que Samuel tardaba demasiado y decidió realizar él mismo el holocausto para impresionar así al pueblo. Mala forma de empezar un reinado, pues cuando el gobernante hace lo que le parece, envalentonado por su investidura, se aleja del pueblo al cual luego quiere seducir con peores imprudencias. Vivencias que se repiten en la historia de la humanidad no importando las etnias ni las épocas. Relatos de avaricias terribles, corrupciones y CAPÍTULO 9
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complicidades necesarias. La primera década del siglo XXI fue un muestrario de crisis que comenzaron en los países emergentes durante el primer lustro y estallaron en los países desarrollados en el segundo. Por esta causa, este es el momento clave para nuestro pueblo, tiempo para desarrollar identidad, fortalecernos de tal manera que nada nos pueda tentar y, así, estar firmes cuando los buitres regresen para tratar de devorar nuevamente nuestros recursos. Cuando Samuel llegó y vio aquella escena, le dijo a Saúl: “Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado; pues ahora Jehová hubiese confirmado tu reino sobre Israel para siempre. Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual Dios ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó”13. Los imprudentes que no se detienen atendiendo a las señales y lecciones del camino fracasan rápidamente. La palabra de Samuel fue contundente: “Mas ahora tu reino no será duradero”. Por no prepararse, por no meditar en la responsabilidad que tenía en sus manos, Saúl se precipitó inconscientemente. Generó una contienda brutal para la que no estaban preparados, una guerra desfavorable en la cual decenas de miles de hombres se vieron involucrados. Jamás consideró las vidas que ponía en juego. Miles murieron. Cuando reagrupó a su ejército, solo seiscientos quedaban de los tres mil
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1ª Samuel 13:13-14.
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iniciales. ¡Qué diferencia con David, quien siendo un adolescente, peleó solo contra Goliat, para que el pueblo de Israel no fuera a la batalla! Expuso su vida por su gente… Dios entrega responsabilidad, nunca propiedad. La tontera de Saúl, de intentar atrapar la confianza del pueblo con un evento como el holocausto, deja a la luz su inmadurez, que lo llevó a perder la confianza de Dios, pues Samuel le anticipó que Él ya había elegido a otro… Saúl solo pensaba en sí mismo; por eso, cuando más tarde derrotó a otro enemigo, Amalec, lo primero que hizo fue ordenar una escultura con su imagen, ante la cual, cuando estuvo terminada, hizo desfilar dos veces a sus tropas para que lo admiraran… ¡Qué patético, triste y actual! Imágenes cual estatuas mediáticas que sustentan el marketing con el que se erigen personajes dependientes de los poderes que los catapultan. Verdaderos árboles sin inviernos, que no tiene raíces; por lo tanto, son subordinados de quienes los apuntalan en el poder… siempre y cuando sean funcionales a sus intereses, de lo contrario son reemplazados con perfectas excusas guionadas por la dictadura de los medios que le dicen a la plebe qué debe creer. Saúl no estaba preparado; por eso, cuando llegó Goliat, fue David quien ocupó su lugar. ¡Esto es tan grave! Estaba tan lejos del corazón de Dios y del pueblo, ¡que permitió que un adolescente se enfrentara al gigante y paladín de los filisteos! Solo un rey aterrado y sin escrúpulos como Saúl pudo mandar al pequeño David a pelear, mientras se
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quedaba encerrado en su tienda. Tenía un lugar de responsabilidad, pero la vanidad lo mareó, nunca vio los majanos altos que le marcaban el camino, extravió la huella, perdió el control. Quien atraviesa inviernos sabe cuánto es necesario padecer para poder florecer, el costo de nutrirse para dar fruto… por eso se vuelve prudente en las decisiones a adoptar, busca señales, sin ellas no avanza. Si aprendemos esta lección, produciremos un cambio en nuestra vida y en nuestra sociedad. La verdadera revolución “Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová, tu Dios, que él te había ordenado, pues ahora Jehová hubiese confirmado tu reino sobre Israel para siempre…”, fue la sentencia de Samuel a Saúl, en tanto que la promesa hecha a David fue que nunca faltaría uno de sus descendientes en el trono. Los majanos altos en una sociedad son los que de generación en generación mantienen el rumbo. Las modas cambian, también las formas de vida, pero los fines anhelados y los principios que nos enmarcan, ellos se mantienen, nos mantienen y mantendrán en un camino firme. Somos lo que somos y eso no tendrá variación alguna. Vernos reflejados en nuestros hijos y nietos, reconociendo en ellos a nuestros padres y abuelos, es la seguridad más hermosa que podemos tener de que estamos pasando el legado. Saúl no era un buen modelo para que el pueblo se reconociera de generación en generación; Cis, su padre, expresaba razonablemente su inseguridad por el futuro de su hijo y no se equivocó. En cambio, CAPÍTULO 9
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David sí era el modelo para traspasar indefinidamente a la prole, con su corazón simple, solidario, cargado de amor por el prójimo. La cultura en la que somos engendrados se transfiere de padres a hijos, forjando nuestro ser como sociedad, como pueblo… como nación. En un mundo globalizado de sociedades líquidas, la despersonalización y la transculturación son dos de las agresiones más punzantes de las que debemos defendernos y proteger a nuestros cachorros. La TV, Internet, las redes sociales y demás progresos asombrosos ocupan cada día un espacio mayor en la vida cotidiana de la gente. Gruesas autopistas donde podemos navegar, pero que no nos pertenecen. Sus dueños controlan contenidos determinando qué y quién puede transitar; los que dominan desde la sombras también deciden quiénes serán promocionados para que el mensaje único y funcional pueda ser implantado. Preparadas a nuestra medida y comodidad, intentan seducirnos. Vivimos en una era donde las relaciones interpersonales se dan computadora por medio: tras la pantalla y el teclado, la gente logra comunicarse; sin embargo, en las calles, la alienación es cada vez más notoria. Debemos recordar siempre que esas autopistas están hechas a nuestra medida, pero no son nuestras. Podemos y debemos usarlas para convocarnos, como un medio de información y comunicación, pero jamás debemos depender de ellas. Nuestro poder está en la unidad, en juntarnos, tocarnos, olernos, vernos y escucharnos unos a otros, así establecer diferencias y también ponernos de acuerdo sin interferencias. Esa es la verdadera revolución, la unidad, la cercanía, el amor, el contacto, el compromiso. Más que nunca, debemos estrechar las brechas generacionales, tender CAPÍTULO 9
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puentes entre ellas. Es necesario el amor, el cariño, el afecto, pero también la comprensión que viene por escucharse mutuamente. Los jóvenes, para conocer las raíces; los adultos, para saber los anhelos de las nuevas generaciones. Los abuelos en esta realidad son irremplazables, ya que ellos tienen muy clara su identidad, pero sus tiempos son muy distintos. Ellos pueden escuchar a las generaciones más jóvenes con paciencia. Hacer silencio ante esos nietos, llenándolos de cariño, aguardando el momento exacto para dar el consejo prudente. A su vez, llaman a la cordura a los adultos que están en plena etapa productiva, tan ocupados que no advierten todo lo importante que sucede alrededor de ellos. Nuestros abuelos son los majanos altos de nuestra sociedad, imprescindibles, irremplazables, únicos. Autoridad, no autoritarismo Clave de esta verdadera revolución es entender el concepto de autoridad. Muchos confunden autoridad con autoritarismo. Años de dictaduras nos han dejado marcas en el alma de las que debemos exorcizarnos permanentemente. De chico, era parte de un equipo de fútbol formado en mi barrio, con el cual íbamos al Club Mitre, en San Martín y Spur, en mi amada Avellaneda, donde cada fin de semana jugábamos contra las diferentes divisiones inferiores del club. Verdaderos desafíos que alimentaban nuestros sueños. Ellos ponían las canchas, los balones y el referí; nosotros, las ganas de ganarles. Siempre el árbitro se encargaba de hacernos recordar la ley de la localía, perjudicándonos levemente. Aquella mañana de sábado soleado, salí apurado y le di un beso CAPÍTULO 9
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a mi viejo, que estaba leyendo el diario. Caminé veloz las muchas cuadras que me separaban de mi pasión, ya que por mi retraso “los muchachos” se habían adelantado. Con todo en su sitio, comenzó el partido. Jugamos como nunca. Llevábamos dos goles por delante de ellos. Todo indicaba que ese era el día, por fin venceríamos… hasta que entre la gloria y nosotros se cruzó él: el bombero, sucio, tránsfuga, ladrón, y una larga lista de adjetivos que no corresponde en este momento mencionar. Por si no se te has dado cuenta, estoy hablando del árbitro. De pelo colorado y hondeado, flaco y pecoso, tenía unos cincuenta y cinco años de edad, estaba vestido con una guayabera beige y unos pantalones marrones… jamás lo olvidaré. Comenzó a cobrar todo a favor de los muchachos del Mitre para lograr su objetivo: dar vuelta el resultado… Fue tal su desparpajo, que ni siquiera se molestaba en moverse, se apostó junto al poste izquierdo del arco local y desde allí, sonriente, ejecutó su delito. Tal era mi rabia, que buscaba cómo responder a aquella injusticia. Descargar mi furia contra los oponentes no tenía sentido. Él era mi objetivo. Sabiendo que el partido estaba perdido, hice lo que mis doce años me dictaron. Esperé que la oportunidad llegara… y en un momento sucedió: el tiempo pareció detenerse. Estábamos atacando, y en el borde del área grande sobre el sector derecho de nuestro ataque, en mi zona, flotó en el aire una, ¡qué digo una!, ¡flotó la bola de la mañana…! Solo tuve que apuntar y descargar toda la potencia de mi pierna y la bronca de mi alma. Éramos él y yo en aquel duelo. Vi la pelota viajar mientras caía hacia delante por el impulso… el silencio absoluto solo se cortó con un grito desgarrador… le di de lleno en el vientre… partiendo al medio la injusticia. La siguiente imagen fue su rostro, que más CAPÍTULO 9
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que colorado era lava ardiente, mirándome de reojo cuando doblado abandonaba la cancha. Nadie podía decirme nada, fue mala puntería… yo… había pateado al arco… Feliz por haber vengado nuestro honor, después de haber festejado y comentado el partido con los chicos, llegué a mi casa y encontré a mi papá sentado en la misma silla, leyendo el mismo diario. “¿Cómo les fue?”, preguntó al pasar. “Jugamos bien, aunque perdimos por uno”, respondí tranquilo. Sin levantar la vista del diario, me dijo: “Sí, jugaron bien… pero lo del pelotazo al árbitro estuvo mal…”. Me dejó helado. Creí que yo había ido solo al partido, pero mi viejo, dejándome libre de la presión de sentirme observado, estuvo allí, a mi lado todo el tiempo. Observándome, pendiente de mí. Él me enseñó la autoridad del amor. “Papá, me voy de casa”, dijo hace ya tiempo mi hija. Siendo mayor de edad, necesitó su independencia y con una amiga decidieron irse a vivir juntas, haciéndose responsables de todos sus gastos, costeándose la vida. La primera frase fue dicha con seguridad, pero no tardó en romper en lágrimas: “Pa, no te quiero abandonar y siento que lo estoy haciendo…”. La miré a los ojos y le dije: “Hija, vos a mí no me debes nada, en cambio yo a vos te debo todo. El día en que llegaste al mundo perdí mi libertad e independencia, pues me ligué a tu vida, y esto jamás cambiará. Soy responsable de vos, vivo pendiente de saber cómo estás… observando tus ojos, tu humor, tus pasos desde lejos, sin asfixiarte ni dirigirte, pero siempre pendiente de vos y de tus hermanos. Esto siempre será así, nunca cambiará. Amarlos es vivir para ustedes. Pero papá no es un héroe,
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ya que, cuando tengas un hijo, vos te unirás a él para toda tu vida. Lo hice por vos y tus hermanos, ustedes lo harán por sus hijos…”. Lloramos mucho todos, ya que a esa altura sus hermanos se habían sumado a la llorada familiar. Repetí esas palabras mucho tiempo después, cuando en el altar tuve el privilegio de oficiar en su boda… y otra vez, lloramos todos… tanto que un querido y barbado pastor amigo me dijo con su ternura habitual: “Desgraciado, me hiciste lagrimear”. Recordar los cimientos de la autoridad nos conmueve. La clave está en el amor, la preocupación, la dedicación y la constancia. Primero lo tuyo, después lo mío. Esa es la actitud que nos respalda y transforma en autoridad. El autoritarismo son órdenes sin tiempo, sin compañía, que no entienden situaciones porque no las han vivido, no las padecieron ni tampoco las han compartido. El autoritarismo es ciego, sordo e insensible, solo se impone. La autoridad ve debajo de las aguas y oye los silencios más profundos… ella se disfruta… porque guarda, cuida, alienta, consuela, anima… Es amor en estado puro. Las leyes, tradiciones, gritos, insultos, extorsiones, manipulaciones o golpes nunca generan autoridad; todas ellas son aliadas del autoritarismo. El amor, la paciencia, la constancia, la fidelidad, la seguridad, el saber escuchar, el nunca estar cansado para ella o para él, el respaldo, son los compañeros de la autoridad. Los padres no son dueños de sus hijos, sino responsables de su cuidado CAPÍTULO 9
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y desarrollo. Son los únicos depositarios del amor que los cobijará con protección para que crezcan, criándolos en libertad. Enseñándoles a volar, sabrán cuándo abrir sus brazos para que emigren del nido, para que desarrollen su vida en el momento indicado y, más allá de cuán alto o lejos vuelen, jamás quitarán sus ojos de sus pichones, por grandes que estos lleguen a ser. De la misma manera, los maestros son autoridad cuando asumen la responsabilidad de la enseñanza, logrando el crecimiento en conocimiento de sus alumnos, para que se desarrollen como estudiantes primero y profesionales después, pero siempre priorizando su persona, creciendo como prójimos solidarios. Los gobernantes como padres y madres de su pueblo, al estilo de Débora, están para servirlo, dejando todo por ellos. Los empresarios tienen autoridad para con sus obreros, cuando, entendiendo el valor social del dinero, no hacen vanidosas ostentaciones, sino que verdaderamente preocupados por su gente procuran la prosperidad para que todos sean felices. Para ellos, el trabajador no es “recurso” sino una persona. Jueces que se desvelen por hacer justicia… Así podría seguir pasando por todos los estamentos de la sociedad. Cicatrizar heridas, remendar corazones, entregar nuestra vida. Si no lo hiciste o lo estás haciendo, comienza ya, siempre estás a tiempo. Vuelve al camino. La helada nieve de una sociedad líquida que se adapta a cualquier modelo lo cubre todo, pero tenemos majanos altos que nos marcan el sendero. Busca los tuyos. Las generaciones futuras necesitan tener los suyos, que somos nosotros… Vamos haciendo camino al andar. CAPÍTULO 9
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