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Tapado hasta las narices Evadir la batalla
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“Si alguien lo vio, informe por favor… ¡¿Dónde se metió este muchacho…?!”. Samuel, preocupado, no lograba dar con el paradero de Saúl. El pueblo con todas sus tribus había sido convocado y llenaban el campo. Todos sabían que aquel era el gran día, en el que el patriarca y juez haría el gran anuncio y, así, se sabría quién era el elegido… el primer rey de Israel. A la hora señalada, Samuel compareció y el silencio se hizo absoluto, nadie se movía… Con voz firme llamó a la tribu de Benjamín, quienes orgullosos se adelantaron; de entre todas sus familias, la de Matri fue la elegida, y entre todos ellos, la casa de Cis, para finalmente escuchar el nombre que todos deseaban conocer: “¡Saúl, eres el elegido!”. Sin embargo, nadie acudió al llamado… Los colaboradores clamaban con desesperación para que apareciera, pero todo era en vano. ¡¿Se lo habrá tragado la tierra?! El murmullo de las miles de personas impacientaba cada vez más al anciano profeta. ¡¡¡¿Se puede saber… dónde está Saúl…?!!! Samuel miraba a los lados, nadie le sabía explicar… harto de la espera clamó a Dios, quien respondió: “Está escondido entre el bagaje”. Corrieron hacia el depósito de los bártulos y, al encontrarlo, lo trajeron frente a todos… Adusto, Samuel carraspeó echándole una mirada penetrante, la cual supo esconder de la multitud, cuando con voz tonante dijo: “¿Habéis visto al que ha elegido Dios, que no hay semejante a él en todo el pueblo?”. Así, el viejo caudillo intentó avalar con un espaldarazo al joven inexperto que ante todos moría de miedo. Arengado por las palabras de Samuel, el pueblo estalló en júbilo gritando: “¡¡¡VIVA EL REY!!!”.
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Sabiendo del temor que paralizaba al flamante soberano, el profeta ocupó la escena recitando la Ley; cuando hubo terminado, despidió a todo el mundo enviándolos a sus casas. Samuel suspiró aliviado, no fue necesario que Saúl hablara y el pueblo parecía satisfecho y contento; sin embargo, aquellos que vieron al rey cuando se ocultaba temblando entre el bagaje, en su perversidad, no le dieron crédito al muchacho, lo sentenciaron con crudeza: “¡¿Cómo nos ha de salvar este?!”, y demostraron su descontento: no le llevaron presente alguno. Saúl, asustado y con más ganas de huir que de quedarse, disimuló el incidente y se volvió al campo para trabajar con los bueyes, hasta que llegó la primera batalla1. Prisiones del alma Aníbal creció en una familia difícil, conformada por una madre que sufría frecuentes episodios agudos de depresión e intentos de suicidio (de los cuales, más de una vez, fue un involuntario testigo) y un padre que trabajaba todo el día para sostener su hogar. En medio de un ambiente conflictivo, poco a poco, se fue refugiando en sus estudios. Salido de la escuela secundaria, comenzó a estudiar Medicina en la Universidad de Buenos Aires e invirtió la mayor parte de su tiempo allí. Su carrera era su mundo. Durante años, todo avanzaba perfecto: tenía muy buenas notas, se involucró en la docencia como ayudante de cátedra y realizaba sus primeras experiencias hospitalarias como practicante. Aunque las apariencias indicaban que todo marchaba bien, lo cierto es que a Aníbal siempre lo acompañaba una sensación de soledad y frustración, que año tras año se acentuaba más. No obstante, podía 1
Historia narrada en 1ª de Samuel, capítulo 10.
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sobrellevarlo. Pero al llegar al quinto año de la carrera, esa sensación se acentuó mucho más y empezó a llenarse de tristeza. Entonces, llegó lo inevitable: el deterioro de su estado de ánimo repercutió en sus estudios y, como si fuera en caída libre, entró en una profunda depresión. Intentó seguir adelante y comenzó un tratamiento con un psiquiatra, quien le indicó antidepresivos y medicación para dormir. Primero se atrasó en la carrera, pero al poco tiempo, ya sin fuerzas, decidió abandonar los estudios. A pesar de las pastillas, no logró la más mínima mejoría. Las consultas periódicas con el psiquiatra y los psicofármacos solo hacían que el tiempo avanzara, la depresión era cada vez mayor. Llegó al punto de sugerirle al médico –basado en sus conocimientos– que cambiara los medicamentos por otros más potentes. Después de varios meses, consiguió este cambio de medicinas pero, lejos de mejorar, el estado de Aníbal solo empeoraba. Progresivamente, se fue encerrando cada día más, al principio en la casa y después en la habitación, hasta llegar al punto de casi no salir de ella. “¡Poné un poco de voluntad!”, le decían con frecuencia. La respuesta era siempre la misma: “Me piden algo que no tengo”… Así transcurrieron casi dos años y el paso del tiempo empeoró el panorama: no había rendido ninguna materia y, si no lo hacía pronto, perdería la regularidad y quedaría libre. En el horizonte aparecía una posibilidad cada vez más cierta: podía perder la carrera. Eso le provocaba terribles temores y agravaba la depresión. Por eso, al cabo de un año y medio intentó cursar materias cortas, intensivas, de dos semanas, pero no pudo. Se quedaba sin fuerzas en la mitad.
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Sobre fines de 1988, su madre comenzó a asistir a la iglesia. Tras un encuentro con Dios, fue libre de la depresión. La esperanza llenó su alma y entonces comenzó a pedir oración por su hijo. En febrero de 1989, Aníbal asistió a dos reuniones. En realidad, lo llevaron, porque a esa altura ya no podía salir solo de la casa. Recibido con mucho amor, oraron por él; sin embargo, salió con el mismo ánimo con el que había entrado. A partir de ese momento, pasó los peores días de su vida. La depresión, el insomnio y el desaliento se hicieron mucho más profundos. Encerrado en su casa, llegó a pensar en irse de Buenos Aires, cambiar de lugar. Podría completar los estudios en Mendoza o en Córdoba. Pero solo eran ideas aisladas. En realidad, era muy difícil pensar en el futuro. Para Aníbal el futuro no existía, no había sueños ni proyectos. El presente era tan nefasto que devoraba toda ilusión. Estaba convencido de que si se iba o desaparecía, nadie lo iba a notar. Fue cuando comenzó a mezclar los medicamentos con alcohol, que lo dejaban inconsciente varias horas. Dormía durante casi todo el día y, por las noches, pensamientos de temor y de muerte lo atormentaban. La soledad era profunda, no hacía más que llorar. Su única actividad era escuchar la radio hasta el amanecer. En esos días tan difíciles, llegó gente de la iglesia para visitarlo, pero él no los quiso recibir. No obstante ellos le dejaron un Nuevo Testamento. Por las noches escuchaba música y, cada tanto, buscaba alguna radio a través de la cual pudiera recibir un mensaje de fe, una palabra de aliento, pero lo que hablaban parecía estar muy lejos de su realidad. Hasta que un día, tomó en sus manos aquel Nuevo Testamento que le habían regalado y lo comenzó a leer. Cada vez que lo hacía, lloraba, especialmente cuando leía palabras de Jesús en los Evangelios. No entendía por qué, pero no podía parar de llorar. Durante semanas, no hacía más que leer y llorar. CAPÍTULO 11
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Una noche, tomó la decisión y habló con Jesús. Su oración fue simple y directa: “Si me amás, ayudame…”. Su pedido fue específico: que pudiera volver a rendir y salvar la carrera. Animado con esa oración, se anotó para cursar una materia intensiva y llegó el día de rendir. Apenas habló dos palabras cuando los profesores le dijeron que era suficiente y le pusieron un 9. ¡No lo podía creer! Salió de la facultad diciéndose a sí mismo: “No te podés olvidar de esto que pasó. Tu vida tiene que cambiar”. No dejaba de repetírselo una y otra vez durante los cuarenta y cinco minutos del viaje de regreso a su casa; le agradeció tanto a Dios y le prometió que su vida iba a cambiar. Fue el 7 de julio de 1989. Desde ese día, Aníbal nunca más volvió a necesitar antidepresivos ni pastillas para dormir; la depresión y la tristeza se fueron completamente. Salir de una tumba permanente, ser liberado de las garras de la angustia que no descansa, torturándonos de manera constante, nos introduce en un nuevo universo, el de la paz y la felicidad. Aquellas noches y días en los cuales la cabeza no para y los pensamientos surcan como rayos la mente inducen a las peores decisiones. Comenzaba una nueva etapa, la de la libertad. Sabía, por lo que había leído, que era necesario encontrar un lugar, una comunidad de gente que tuviera en su vida eso que ahora latía en su corazón. El problema surgía en la elección del lugar. Por aquellos días, los medios de comunicación estaban plagados de información sobre sectas y las terribles consecuencias que estas producían en sus adherentes. ¿Cómo distinguir los buenos de los malos? ¿Cómo estar seguro del lugar donde ir sin caer en una trampa?
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Una vez más, acudió a Dios en una simple oración y la respuesta fue rápida y contundente: “¿Cómo estabas antes y como estás ahora? ¿Quiénes te ayudaron a salir de tu problema? ¿De dónde provenían?, ese es el lugar donde debes concurrir”. Cuando comenzó a asistir a la iglesia fue muy fuerte la sorpresa: la gente que se acercaba lo saludaba por su nombre. Aníbal no conocía a nadie, pero ¡todos lo conocían a él! Entonces, supo que durante los peores meses de su vida toda esa gente había estado orando por él. A esa altura, como si necesitara algún tipo de confirmación, se dio cuenta de que aquella experiencia con Jesús no había sido casualidad sino el resultado del clamor de muchos. Y no le quedaron dudas: ese era su lugar. Un mes más tarde retomó la carrera, y lo que le hubiera llevado dos años y medio concretar lo hizo en tan solo uno. En diciembre de 1990, Anibal Vassalli se recibió de médico. Libre y vivificado, comenzó a caminar tomado de la mano de Dios. Aquel que no podía sobrellevar su vida ahora estaba ayudando a otros. En la comunidad del Centro Cristiano Nueva Vida comenzó a colaborar con la gente y a desarrollar una incansable tarea. Descubrió con tanta felicidad que milagros como los recibidos por él se producían en todos los ámbitos, pues Jesús respondía a las necesidades del pueblo. Como profesional, comenzó a certificar esos testimonios de vida, corroborando el historial de estudios médicos de cada persona y solicitando los nuevos exámenes que autentificaban el paso de la mano de Jesús. Miles de experiencias asombrosas llenaron de gozo su alma. Cuatro años más tarde, el amor inundó su corazón y con Claudia, CAPÍTULO 11
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una joven con quien compartía su fe y las horas de servicio por la gente, conformaron una hermosa familia en la que nacieron dos hijos: Valentina y Timoteo. Sus pasos se encaminaron hacia la docencia. Junto con su mujer y un grupo maravilloso de hermanos y compañeros de ruta pusieron la piedra basal del CENV –Centro de Estudios Nueva Vida–, instituto terciario que se encuentra en plena expansión, cuya labor se extiende en muchos puntos de la ciudad y el Gran Buenos Aires, llevando desde planes de alfabetización hasta carreras terciarias con títulos oficiales, y cursos prácticos de rápida salida laboral. El sueño de una “universidad popular”, que llegue hasta los más necesitados y les permita a todos alcanzar sus anhelos y metas. En su seno, se desarrolla también la carrera de Teología Práctica, que plasma esta particular forma de ver y creer, experiencia de Aníbal y de cada uno de los integrantes de este sueño hecho realidad. Desde su lugar como rector de esta casa de estudios, avanza en forma pionera venciendo las adversidades que funcionarios y burocracias interponen en el camino de quienes con pasión y honestidad crean y realizan lejos de las veredas de la corrupción. A las dificultades e injusticias hoy responde aplicando mayor tesón. Cada desafío fue una aventura, como él mismo lo expresa: “Con Dios he tenido experiencias que nunca imaginé y, de no haberlo conocido, jamás las hubiese vivido”. Comprendió la diferencia entre “estar triste” –sentimiento natural por los acontecimientos de la vida– y “vivir en depresión”, es decir, caer bajo una opresión y no poder salir de ese estado en el que la muerte va devorando el alma y uno, más allá de tener el cuerpo sano, siente que CAPÍTULO 11
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paulatinamente se le va la vida. Alegrías y tristezas se sucedieron con el devenir de los días, pero los años pasaron y su alma fortalecida que emergió de aquel infierno no solo se mantuvo firme, sino que por su tarea pastoral muchos pudieron emerger de las mismas garras que intentaron despedazar su ser. Cuando el refugio se vuelve cárcel Existe el riesgo de encontrar el refugio demasiado acogedor. En realidad, cuando la vida se vuelve peligrosa, tenemos tendencia a querer evadirnos, taparnos hasta las narices y desaparecer de la escena. Estar calentito y cómodo conspira contra la necesidad de levantarse. Las presiones de la sociedad exitista en que vivimos lleva a la gente a encerrarse. Son muchas las personas que van alienándose al construir islas en medio de las multitudes que los rodean, desarrollando la capacidad de fugarse de la realidad. Condiciones ideales para que las depresiones tomen dominio del alma, destruyendo vidas que año a año duplican el consumo de antidepresivos. “No puedo enfrentar la realidad, es demasiado para mí…”, parece ser el grito de quienes viven drogados con y sin receta… Es en ese momento en el cual el refugio se vuelve una cárcel de barrotes invisibles. ¿Cómo enfrentar la vida... sin morir en el intento? Saúl y Goliat Todos recordamos la historia de David y Goliat. Ella ya es parte del acervo cultural popular; su sola mención identifica una lucha despareja en la que la justicia triunfa del lado del más débil. Qué extraño sería leer Saúl y Goliat… nadie entendería a qué nos referimos y es simplemente porque nunca existió tal enfrentamiento. Saúl vio a Goliat de cerca, cuando la cabeza sangrante del mastodonte CAPÍTULO 11
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pendía de la diminuta mano de David, quien tras haberlo matado se llevaba aquel horrendo trofeo amarrado por los pelos. Aquel día, Saúl permitió que David ocupara su lugar; desgraciadamente para él, no fue la primera vez que evadía enfrentar una responsabilidad. En ese momento, David era un adolescente. Ni siquiera el hecho de que un muchacho fuese al campo de batalla a ser despedazado por un guerrero profesional de tamaño colosal movilizó a Saúl. Si más no fuera, por una razón humanitaria o de decencia, el rey debió haberle dicho: “No vayas; yo iré. No puede ser que un jovencito vaya a una batalla tan cruel. Voy a ocupar tu lugar para protegerte”. El silencio más atroz fue su respuesta y aquel tierno adolescente ocupó su lugar. Al evadir su responsabilidad, la gloria de aquella jornada no fue para Saúl. De haberse preocupado por entender aquel hito que en su vida no significó nada, el día en que por orden de Samuel se paró debajo de la encina de Tabor y pensó: “Un árbol, solamente un árbol, ¿qué me puede dar?”, hubiese cambiado su vida. Si Saúl hubiese pensado en Barak…2. En el camino, quien lleva los ojos y oídos bien abiertos aprende. Entre las cosas cotidianas se esconden grandes lecciones que inesperadamente se transforman en patrones fundamentales en el desarrollo de la historia. Esconderse bajo cualquier manta, tapado hasta las narices, obligando a otro a cumplir nuestra tarea, trae consecuencias. Voces fervorosas rodeaban el palacio durante el banquete de celebración por la victoriosa liberación. Ellas, incansables, entonaban 2
Historia de Débora y Barak, Jueces 10, la Biblia.
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un cántico –cruel como suelen ser las verbas (o canciones) populares– que graficaba el cambio de liderazgo que estaba aconteciendo: “Saúl mató a los miles, David a los diez miles…”. De eso no se habla La perversidad ha aumentado de manera escalofriante. Muchas de las sociedades modernas exhiben sin pudor cómo usan a sus generaciones jóvenes, los adolescentes y niños para realizar las mayores atrocidades. Por desidia o por crueldad, ellos sufren los dolores más intensos de la enferma humanidad. Ejércitos de niños soldados que matan como si fuera un juego, sicarios infantiles y bandas de ladrones utilizados por mafias que se aprovechan de ellos por estar por debajo de la edad de imputabilidad; víctimas de trabajo esclavo, de abusos sexuales, de drogas… el desprecio hacia los chicos es doloroso y se agrava con el paso del tiempo. En contraposición, voces de enfurecidos ciudadanos, que viven en cómodas y ventajosas posiciones, no dudan en reclamar “mano dura” para terminar con esa “lacra”, festejando íntimamente toda vez que las noticias informan que tras una balacera yacen niños muertos en la calle. Escuadrones de la muerte impunes que recorren barrios en muchas populosas ciudades, se ocultan en el crepúsculo para ejecutar a la vida que nace, por el delito de haber sido por ellos mismos contaminados. Una sociedad de consumo que les muestra todo lo que jamás podrán tener, los explota como esclavos y los juzga cuando ellos deciden equivocadamente tomar lo deseado. Miles y miles de ellos tienen sus domicilios en las calles. Algunos al limpiar los cristales de los coches parecen decirte: “Ey… mírame, estoy aquí… ¿no vas a hacer algo por mí…?”.
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Mario Robles El dolor entró en aquella casa de Grand Bourg en el conurbano de Buenos Aires el día en que la mamá de Mario murió. La meningitis que terminó con la vida de María acabó también con una hoja de la historia, nada volvió a ser igual. Con solo cuatro años, Mario contempló cómo su papá, desesperado por el dolor de la pérdida, se refugió en el alcohol y las drogas. Huyendo de la realidad que lastima, cada uno encontró un nuevo y cruel escenario. Junto a sus cuatro hermanos, Mario perdió a su mamá, a su papá y el hogar que lo contenía. La calle se convirtió en su nueva morada. Allí lo asaltó el dolor de la supervivencia. Primero mendigó limosnas y luego, tomando lo que se le negaba, comenzó a robar. Un día le dieron una bolsita, la llevó a su boca y aspiró como hacían los demás. Comenzó un viaje que lo transportó a otro mundo, por un momento dejó de ver la dolorosa realidad, no sintió frío ni hambre… Aquel pegamento fue la puerta de entrada a las drogas que lo llevaban a un mundo irreal. Mario, con solo siete años, comenzó a desandar un camino que lo llevó por la marihuana hasta desembocar en la pasta base3. Mataba el tiempo en la calle, donde conoció a muchos chicos con historias parecidas y dolores compartidos. Así, ingresó en una “ranchada” asentada en un coqueto barrio de la Capital Federal. Siempre desde la vereda de enfrente, observaba el bienestar, las risas, la comida, el calor, el abrazo y el amor bajo un techo seguro. Convivía 3
Glosario del mundo de la calle: Pasta base o paco: droga producida con el residuo de la elaboración de la cocaína más otros componentes. De bajo costo por unidad y poco tiempo de efecto, al ser tremendamente adictiva produce un consumo permanente y compulsivo. Ranchada: grupo de chicos y chicas en situación de calle que se unen para subsistir, con códigos y lenguajes propios, donde los miembros se ayudan entre sí. Laburo: en la jerga de la ranchada es sinónimo de un robo organizado, a realizar.
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con una realidad tan cercana y tan lejana a la vez, negada para su vida sin oportunidades. Delinquir era parte de su cotidianeidad, pero las cosas no siempre salían como ellos esperaban. Un día, Mario y un amigo terminaron en la comisaría. Ya había cumplido los trece; por lo tanto, lo trasladaron a un instituto de menores. Al día siguiente, su padre lo fue a buscar y por un momento pensó que el susto haría reflexionar a su hijo, pero Mario volvió a la calle y la vida continuó igual. Hasta que la noche del 10 de mayo de 2010, la ranchada salió a realizar un “laburo”. El objetivo era un supermercado chino. El asalto se desarrollaba de acuerdo con lo planeado, hasta que un error de un compañero dejó a Mario atrapado detrás de la persiana del comercio impidiéndole escapar. Las alarmas comenzaron a sonar, llegó la policía y lo detuvieron de inmediato. Para Mario volver al instituto no era una opción. Entonces, decidió dar un nombre falso y mentir en la edad para poder “zafar”. A partir de ese momento, se convirtió en Ezequiel Nahuel Gómez, de diez años. La mentira dio resultado; al día siguiente, “Ezequiel” ingresaba –derivado por un juez– al parador Nueva Vida, hogar de tránsito para chicos y chicas en situación de calle del Centro Cristiano Nueva Vida. “Fue llegar y decir: ‘Bueno, mañana me voy’; al día siguiente, insistí: ‘Bueno, será mañana…’. Así pasó una semana hasta que dije: ‘Me voy a quedar un tiempo…’”, relata de sus primeros días en el parador. Encontró allí algo distinto, otro aire que respirar, otro ambiente donde vivir. Descubrió gente que se interesaba por él, por su desamparo, por sus heridas del pasado y el presente, pero, sobre todo, que estaba dispuesta a ayudarlo incondicionalmente para cambiar su futuro.
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Atraído, decidió quedarse. Conoció las actividades del Centro Cristiano Nueva Vida y una noche lo invitaron a la presentación de mi libro, Ángeles en tus tumbas, que realizábamos en un estadio de básquet de una localidad bonaerense. Escuchar los testimonios de quienes habían superado situaciones tan drásticas y difíciles le hizo pensar que tal vez ese Dios también podía ayudarlo a él a salir adelante. Bastó siquiera pensarlo para que algo maravilloso aconteciera. El amor que todo lo llena y todo lo sana inundó su alma en un momento de intimidad único e inexplicable, por estar rodeado de miles de personas. Esa experiencia fascinante en aquel impresionante encuentro con Dios le dio la certeza de que su vida cambiaría para siempre. Nuevos comienzos Casi seis meses después de haber ingresado al parador recibió su traslado a un hogar de convivencia permanente. La modalidad del parador era de tránsito, es decir que su función consiste en reinsertar a los chicos en sus familias, cuando existe la opción y si es conveniente, o bien derivarlos a hogares convivenciales. “Yo sabía que, además del parador, la iglesia tenía un hogar de varones y quería ir ahí. Me habían mandado a otro, pero yo no quería saber nada. Entonces, le pedí a Dios que me diera la posibilidad de ir ahí y Él hizo el milagro”, recuerda. Ya tranquilo por estar donde quería, asistía a las actividades de adolescentes, se involucró en el equipo de hip-hop, se hizo de nuevos amigos y comenzó a formar parte de la familia que componía cada uno de los integrantes del hogar. Sin embargo, esa felicidad era perturbada por la realidad. Todo aquel amor y la paz que estaba viviendo le pertenecía a Ezequiel, pero él era Mario, aunque casi ya había olvidado ese nombre. Su presente era tan distinto, ahora tenía metas y estaba en pleno esfuerzo para terminar su educación primaria, pero sabía que, al darle el diploma, un nombre ajeno estaría allí escrito. CAPÍTULO 11
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Debía resolver el tema de su identidad y evitar futuros problemas, llegaba la hora de la verdad. Enfrentar el problema no era fácil, pues al salir de las cobijas que lo protegían del invierno de su vida, sentía que corría el riesgo de perder todo aquello que había cambiado su ser: el amor que lo abrazaba, el cariño de quienes se habían convertido en su familia e incluso la vergüenza de lo que pudieran decir los demás. Muchas cosas preciosas puestas en la balanza lo hacían titubear. Pero tomó coraje y enfrentó la situación. Ezequiel era una mentira y Mario debió abrirse paso para ocupar su lugar. Venciendo los temores y los pensamientos que surcaban su alma, habló primero con los responsables del hogar. Al tiempito –porque no sabía cómo decírselo– reunió a los chicos, sus “hermanos” y compañeros en la barca que los sacaba de la tormenta de la vida, y les dijo la verdad. “A partir de ahí me sentí libre, me saqué una mochila de encima”, confiesa Mario como si ese pasado de tormento hubiese ocurrido hacía mil años. Su valentía y confianza al abrir su corazón y contar aquel secreto tan guardado lo hizo más preciado para todos. Descubrió que el cariño seguía intacto, pues era a él a quien amaban sin importar cuál era su nombre. Liberado, sin ninguna clase de ataduras, se dedicó a estudiar. Terminó la primaria y en 2012 finalizó su primer año de secundaria con un promedio de 8,63. Apasionado por la música, deseaba estudiar batería y recibió una beca para estudiar en el Centro de Estudios, lo que le permitió más tarde formar parte del grupo de músicos de la iglesia, ser parte de la murga Guarda que Viene y ser elegido para integrar la orquesta de músicos adolescentes en una obra de teatro para niños. Solo faltaba concretarse un sueño musical: tener su propia batería. Un día fue sorprendido por la noticia, había recibido una beca de ayuda CAPÍTULO 11
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económica. La alegría y el agradecimiento de Mario son imposibles de relatar. Nadie podría pensar que este chico dulce, cariñoso, dócil y lleno de gozo haya salido del frío encierro de la calle. El amor y su deseo de enfrentar la realidad le abrieron las puertas del cielo. Después de armar la batería con los suyos, los del alma, este muchachito, con lágrimas en sus ojos, se arrodilló y dijo: “Gracias, Dios”. Y esa tarde, en esa casa que ahora es su hogar, todos lloraron con él. Lo pasado pisado “La cosa debe terminarse de una vez, la Biblia dice: ‘Las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas’, por lo tanto esto de revolver el pasado ya no debe seguir adelante, esto es venganza…”. Seguro y enfático, un querido amigo pastor se expresaba en la mesa de mi casa durante un asado, refiriéndose a los reabiertos juicios a los jefes militares que actuaron en la última dictadura cívico-militar de Argentina. Asombrado, reflexioné en voz alta: “El texto dice: ‘Si alguno está en Cristo, nueva criatura es, las cosas viejas pasaron…’. Es indispensable estar en Cristo y para ello debe mediar el arrepentimiento, es decir, el reconocimiento del pecado y el resarcimiento… un cambio evidente de actitud hacia el futuro”. En más de treinta y cinco años, poco más de cien son los casos resueltos de los niños capturados en los secuestros o que nacieron durante el cautiverio de sus luego asesinadas madres. Hoy ya adultos, con identidades robadas, conforman la más cruel imagen de una sociedad que niega mirarse a sí misma. Romper el espejo o guardarlo CAPÍTULO 11
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en el desván no redime la historia. ¿Por qué muchas veces tenemos miedo de alumbrar a los monstruos del pasado? Rara teología del orden que intenta predominar autoritariamente por sobre la teología de la justicia. Impone marcialmente el concepto: “Dios es un dios de orden”, lo cual, aunque cierto, no invalida y – mucho menos– supera a una de las verdades expuestas con mayor vehemencia en la Biblia: Dios es justo. El tema de los niños desaparecidos en la Argentina es un ejemplo de la lucha interna de una sociedad integrada por quienes sufren y buscan justicia, quienes tienen remordimiento pero no arrepentimiento y aquellos que todavía creen que no tuvieron nada que ver, cuando la historia, por acción u omisión, nos involucra a todos. Familias biológicas que buscan a los suyos con desesperación… la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo, varias veces nominadas para el Premio Nobel de la Paz y galardonadas por todo el mundo, pues son un ejemplo de respeto hacia aquellos que no las respetaron a ellas ni a su más preciado bien. Nunca respondieron mal por mal, siempre con su reclamo constante y pacífico. “¿De estar arrepentidos por qué no confiesan las identidades de los chicos? –añadí a la respuesta a mi amigo, y proseguí– ‘La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra…´�. Ese es el texto que se aplica a esta situación y los juicios que traen luz sobre esta realidad sanan profundas heridas y sanan la tierra”, completé en mi explicación. También es cierto que aquellos niños tienen hoy más de treinta años de edad. Mujeres y hombres que se debaten en su interior entre la culpa y el deseo de saber la verdad. Víctimas del síndrome de CAPÍTULO 11
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Estocolmo,4 sufren el doble crimen del que nos habla la Biblia en el libro de Oseas5. A la maldad ejecutada se la refuerza con la mentira inculcada como piadosa certeza y, así, la búsqueda de la verdad se vuelve culposa. Un delito se considera de lesa humanidad cuando es cometido por el Estado, porque los ciudadanos no tienen dónde refugiarse, a quién acudir en búsqueda de protección. Por esta causa, en el derecho internacional se lo considera imprescriptible. El Estado somos todos, aunque muchas veces podamos sentirnos tan lejos de él, representa el deseo de la mayoría de la población. Aun las tiranías más férreas han caído cuando el pueblo está en desacuerdo con ellas y gobiernos democráticos no llegaron a finalizar sus mandatos cuando la gente mayoritariamente expresó su rechazo. La Argentina, en las últimas décadas, desde 1970 en adelante, es un despiadado muestrario de todas estas posibilidades. Desgraciadamente, con dolor debemos admitirlo, las razones que movilizaron al grueso de la sociedad no estuvieron unidas jamás a 4
Síndrome de Estocolmo. Reacción sicológica en la cual la víctima de un secuestro o una persona retenida contra su voluntad desarrolla una relación de complicidad y un fuerte vínculo afectivo con quien la ha secuestrado. 5 Oseas 10:9-15. “Desde los días de Gabaa has pecado, oh, Israel; allí estuvieron; no los tomó la batalla en Gabaa contra los inicuos. Y los castigaré cuando lo desee; y pueblos se juntarán sobre ellos cuando sean atados por su doble crimen. Efraín es novilla domada, que le gusta trillar, mas yo pasaré sobre su lozana cerviz; haré llevar yugo a Efraín; arará Judá, quebrará sus terrones Jacob. Sembrad para vosotros en justicia, segad para vosotros en misericordia; haced para vosotros barbecho; porque es el tiempo de buscar a Jehová, hasta que venga y os enseñe justicia. Habéis arado impiedad, y segasteis iniquidad; comeréis fruto de mentira, porque confiaste en tu camino y en la multitud de tus valientes. Por tanto, en tus pueblos se levantará alboroto, y todas tus fortalezas serán destruidas, como destruyó Salmán a Bet-arbel en el día de la batalla, cuando la madre fue destrozada con los hijos. Así hará a vosotros Betel, por causa de vuestra gran maldad; a la mañana será del todo cortado el rey de Israel”. (El subrayado es nuestro).
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la solidaridad, sino a las razones económicas. Toda vez que las crisis financieras por los robos perpetrados en el abuso de poder llegaron a los bolsillos de la gente, esto fue el despertador que hizo reaccionar a la masa. Dura realidad es entender las palabras de Pablo: “Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. Mas tú, oh, hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos”6. Siempre prometida, la abundancia y la liberación de la pobreza han sido el lema de todos quienes desearon seducir u oprimir al pueblo. Sin embargo, estas nunca llegaron y el dolor se fue acentuando con cada desilusión. Luego, las excusas siempre entregaron razones, pero nunca dones. Todas las crueldades, “daños colaterales”, hambrunas, guerras y tiranías esconden detrás de sus pomposas consignas sus intenciones económicas. Estados, ejércitos y tiranos son títeres manejados por quienes desde la comodidad protegida del anonimato usan diferentes tipos de mercenarios para lograr sus fines sin importar el costo de vidas que implique saciar su egoísmo. Ellos son los siervos de leviatán, a quien debemos derrotar.
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1ª Timoteo 6:9-12.
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Para poder vencer es fundamental ser libres. Mal camino es intentar llegar a la riqueza por fuera de la justicia. Mucho debemos meditar si el deseo de taparnos, de querer pasar por alto una etapa tan dolorosa, obedece a la intención de huir de la batalla. Si la justicia llega, ella enriquece en todo sentido a la persona, la familia y la sociedad, como bien explica –hablando de la economía– el mismo Pablo: “Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios”7. No debemos huir del pasado; por el contrario, debemos enfrentarlo y redimirlo. No busques a Dios en la injusticia, encubierta o declarada, no la justifiques. Para salir de una herida hay que sanarla, no ocultarla… las heridas del alma necesitan del sol de justicia. Herederos de la primera mitad del siglo XX, que con sus dos guerras mundiales produjo cambios socioeconómicos en el mundo dando origen al “Nuevo Orden Mundial”, los sesenta y los setenta fueron los años de la gran rebelión. Hartos de ver injusticias en las calles día a día y asqueados de la indiferencia de una sociedad voluntariamente dopada por los medios de comunicación, quienes desde siempre muestran su pericia para colocar las injusticias bajo la alfombra, los jóvenes a fines de la década de los sesenta comenzaron a manifestarse, apoyando causas nobles y pidiendo el fin de toda violencia colonialista. Como un emblema de la época, el Movimiento por los Derechos Civiles de los negros, liderado por Martin Luther King, obtuvo logros legislativos 7
2ª Corintios 9:10-11.
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importantes y extendió su lucha a temas como la pobreza o la guerra de Vietnam, iluminando como faro a muchachas y muchachos que provenían de todas las clases sociales y de todas las razas. En países desarrollados, las manifestaciones pacíficas fueron reprimidas con una violencia inusitada, provocando la reacción de quienes solo querían hacer oír su voz disidente. Los estudiantes y trabajadores que tomaron las calles de París en el Mayo Francés llenaron al mundo de esperanza al oponerse a la voracidad capitalista. Paralelamente, en Checoslovaquia, la Primavera de Praga amenazaba con una pandemia de libertad al férreo gobierno comunista de los países que se ubicaban tras la Cortina de Hierro. Aquel mundo bipolar donde capitalistas y comunistas se repartían las filosofías, el pensamiento y los gobiernos, fue jaqueado por chicas y muchachos idealistas lanzados a las calles para hacer tronar su voz. Ignorados, se los menospreció considerándolos superfluos tilingos; sin embargo, ellos se levantaron con ideas, sentimientos y decisión. En los países periféricos, cruentos gobiernos impopulares y en la mayoría de los casos ilegales mantenían bajo control, amenazando a la gente, demostrando su fiereza con masacres, fusilamientos y encarcelamientos, que infundían terror en el pueblo. Tal fue el caso de las protestas de los estudiantiles, que terminaron el 2 de octubre de aquel mítico año, cuando el gobierno mexicano arrasó con ellos en la matanza de la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, donde centenares de vidas fueron segadas, aunque las autoridades solo reconocieron veinte víctimas. La censura y la propaganda gubernamental permitían que el discurso único se estableciera como la verdad insoslayable. En los países del CAPÍTULO 11
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Primer Mundo, los jóvenes sacudieron a la sociedad por su empatía con los pueblos sufrientes del planeta; en tanto, los del Tercer Mundo, esclavos de la miseria, pagaron con su hambre los costos de las atrocidades de las guerras mundiales. Voces y manifestaciones en cada rincón del planeta que se sumaban en búsqueda de saciar las ansias de liberación de la opresión que destruía a la gente. El 4 de abril de 1968, Martin Luther King fue asesinado, augurando un año muy turbulento. El paradigma de la paz y no violencia de Occidente fue ultimado, provocando la desolación al ver la impunidad de los mercenarios que institucional o clandestinamente mataban al pueblo, a sus líderes y presidentes. Muchos creyeron que la única manera era responder con violencia a la tiranía de los intereses que no responden a filosofías políticas ni a enseñanzas religiosas, sino solo a las avaricias incontrolables de gente sin rostro que se mueve en la seguridad del anonimato, dejando expuestos a sus ejércitos colonizados; quienes usan toda filosofía, credo y religión para lograr sus macabros objetivos. Así, promediando aquel año 68, surgieron el Mayo de París, la Primavera de Praga y la rebelión estudiantil en México, emblemas que nos cuentan la historia de una época que todavía no ha concluido. El frío del hambre y las injusticias impuestas por la violencia acobardan a los pueblos, que cuando se cansan de sufrir reaccionan indignados, en todas las regiones del planeta, Primer o Tercer Mundo, cristianos, musulmanes y budistas, todos sin diferencias expresan con mayor o menor intensidad y violencia su estado de hartazgo. Ayer y hoy, vemos las mismas imágenes recorriendo cíclicamente diferentes regiones del planeta. Represión y miedo en los países del Tercer Mundo y la seducción del CAPÍTULO 11
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estado de bienestar en los desarrollados, fueron doblegando a aquella juventud. Sin embargo, llegado el siglo XXI vemos a multitudes de indignados que se manifiestan en el Primer Mundo… Aquel viejo monstruo sigue en pie, porque el reclamo de esos pueblos tiene que ver con la pérdida de privilegios económicos, por la caída de la sociedad de consumo y no por la solidaridad con los que sufren, a quienes todavía les imponen restricciones migratorias y son víctimas del maltrato y la discriminación constante. El dios de este siglo sigue en su trono y no es la violencia el camino para derribarlo. Debemos enfrentar al Goliat de la avaricia, de la injusticia y el consumo que anida en nuestra alma y, una vez libres, poder libertar a todos los que nos rodean; solo así aumentarán los frutos de nuestra justicia y seremos enriquecidos en todo, no solamente en dinero. La Cuesta de los Olivos Pero el pasado no es la única barrera que nos separa de la vida en plenitud. El presente y el futuro paralizan a muchos por temor. Víctimas de una sociedad exitista que forja paradigmas por medio de la presión y la mentira impuesta a través de los medios de comunicación, viven una noche eterna de dolor e incertidumbre. Frustrados por no dar la medida o asustados por el fracaso de otros, muchos hoy se tapan hasta las narices y rehúyen la batalla. Alimentados de noticias catastróficas, los miedos avanzan sobre el alma de una humanidad que, indefensa, se entrega sumisa a la subsistencia. Crueldad de un doble crimen que presenta modelos inalcanzables y al mismo tiempo bombardea con toda clase de información que produce horror paralizante. Romper las barreras de la depresión, vencer los temores al futuro son la clave para vivir. CAPÍTULO 11
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David, consciente de la protección divina sobre su vida, solo buscaba las señales que le dieran certeza del camino que debía seguir. Huyendo de Saúl, debió ser imaginativo para conservar la vida y descubrió que la gracia derramada con la unción de Samuel siempre lo protegía. “Y levantándose David aquel día, huyó de la presencia de Saúl, y se fue a Aquis, rey de Gat. Y los siervos de Aquis le dijeron: ‘¿No es este David, el rey de la tierra? ¿No es este de quien cantaban en las danzas, diciendo: Hirió Saúl a sus miles, y David a sus diez miles’? Y David puso en su corazón estas palabras, y tuvo gran temor de Aquis, rey de Gat. Y cambió su manera de comportarse delante de ellos, y se fingió loco entre ellos, y escribía en las portadas de las puertas, y dejaba correr la saliva por su barba. Y dijo Aquis a sus siervos: ‘He aquí, veis que este hombre es demente; ¿por qué lo habéis traído a mí? ¿Acaso me faltan locos, para que hayáis traído a este que hiciese de loco delante de mí? ¿Había de entrar este en mi casa?’”8. Nada lo pudo detener y, cuando llegó su hora, fue coronado. Sin embargo, los peligros no habían finalizado. Años después, siendo ya rey, el dolor entró imprevistamente en su casa cuando uno de sus hijos, Amnón, violó a su hermana Tamar. Tras la herida de ver a su hija violada y a su primogénito violador, se sumó la tragedia del asesinato de Amnón por mano de Absalón, su otro hijo, quien cayó en un espiral de locura que lo llevó a sublevarse organizando un complot para matar a David. Un drama de dimensiones dantescas9.
Triste por la traición de su propia sangre, su hijo que lo buscaba para matarlo, decidió evitar la matanza indefectible que se desencadenaría 8 9
1ª Samuel 21:10-15. 2ª Samuel 13:18.
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si ambas facciones del pueblo se enfrentaban. Una parte del pueblo y sobre todo los extranjeros decidieron emigrar con él. Pero con su corazón de pastor, David solo pensaba que no podía sumar otro destierro a quienes había cobijado. Todos decidieron seguirlo, incluso algunos que lo habían visto babeado y loco en Gat: “El rey entonces salió, con toda su familia en pos de él. Y dejó el rey diez mujeres concubinas, para que guardasen la casa. Salió, pues, el rey con todo el pueblo que le seguía, y se detuvieron en un lugar distante. Y todos sus siervos pasaban a su lado, con todos los cereteos y peleteos; y todos los geteos, seiscientos hombres que habían venido a pie desde Gat, iban delante del rey. Y dijo el rey a Itai geteo: ‘¿Para qué vienes tú también con nosotros? Vuélvete y quédate con el rey; porque tú eres extranjero, y desterrado también de tu lugar. Ayer viniste, ¿y he de hacer hoy que te muevas para ir con nosotros? En cuanto a mí, yo iré a donde pueda ir; tú vuélvete, y haz volver a tus hermanos; y Jehová te muestre amor permanente y fidelidad’. Y respondió Itai al rey, diciendo: ‘Vive Dios, y vive mi señor el rey, que o para muerte o para vida, donde mi señor el rey estuviere, allí estará también tu siervo’. Entonces David dijo a Itai: ‘Ven, pues, y pasa’. Y pasó Itai geteo, y todos sus hombres, y toda su familia. Y todo el país lloró en alta voz; pasó luego toda la gente el torrente de Cedrón; asimismo pasó el rey, y todo el pueblo pasó al camino que va al desierto. Y he aquí, también iba Sadoc, y con él todos los levitas que llevaban el arca del pacto de Dios; y asentaron el arca del pacto de Dios. Y subió Abiatar después que todo el pueblo hubo acabado de salir de la ciudad. Pero dijo el rey a Sadoc: ‘Vuelve el arca de Dios a la ciudad. Si yo hallare gracia ante los ojos de Jehová, él hará que vuelva, y me dejará verla y a su tabernáculo’”10. Impacta la seguridad que tenía David en el amor de Dios, único artífice 10
2ª Samuel 15:16-25.
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de su destino. Pudiendo llevar consigo el Arca del Pacto, símbolo del respaldo divino, se rehusó para que quedara con el pueblo, sabedor de que, si Dios quería que él volviera, nada lo podría detener. Preocupado por los desterrados, no buscó acumular fuerzas, sino que pensó en ellos primero… Razones de un corazón que atraía a Dios por su amor, un corazón conforme a Él. La salida no fue fácil sino dolorosa. A su crisis familiar se le sumaba el conflicto político que lo llevaba una vez más a ser un fugitivo, a vivir en la clandestinidad, huyendo para preservar la vida. No hubo preguntas ni reproches, porque en aquella noche profunda solo la certeza del amor divino era su esperanza y confianza.
“Y David subió la Cuesta de los Olivos; y la subió llorando, llevando la cabeza cubierta y los pies descalzos. También todo el pueblo que tenía consigo cubrió cada uno su cabeza, e iban llorando mientras subían”11. Es posible que en la vida lleguen momentos en los que te toque subir las cuestas de los Olivos regando con lágrimas tu camino, descalzo y cubierto de luto y dolor, pero siempre saldrás de toda circunstancia con poder. La resurrección es la característica de tu fe. La alegría será la estación final porque eres de aquellos que transforman el valle de lágrimas en fuentes de experiencia y fortaleza12. David sabía y cantaba esto permanentemente. Recuerda… profetiza; cantado, profetiza sobre tu presente y futuro, no te dejes vencer, no temas, no estás solo, Jesús está a tu lado y te asombrará por los cambios, los milagros que se aproximan en tu 11
2ª Samuel 15.30. Salmo 84:5-7. “Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, en cuyo corazón están tus caminos. Atravesando el valle de lágrimas lo cambian en fuente, cuando la lluvia llena los estanques. Irán de poder en poder; verán a Dios en Sión”. (El subrayado es nuestro). 12
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camino. Llegarás a destino, no te frustrarás. Canta, canta, no dejes de cantar… hazlo gradualmente, alza tus ojos y mira lejos, en el horizonte está amaneciendo… entonces, profetiza como dice el Salmo 126: “Cuando Jehová hiciere volver la cautividad, seremos como los que sueñan. Entonces nuestra boca se llenará de risa, y nuestra lengua de alabanza. Entonces dirán entre las naciones: grandes cosas ha hecho Jehová con estos. Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; estaremos alegres. Haz volver nuestra cautividad, oh, Jehová, como los arroyos del Neguev. Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas” 13. Sierras, trillos y hachas Cantando y profetizando, debemos establecer la cultura del trabajo, la cultura del esfuerzo, palabra tan usada en la Biblia. David entendió que la violencia y la guerra se acababan cuando los pueblos vivían en felicidad gozando del bien de su labor. Conquistados los hijos de Amón, David tomó su corona y, una vez que estuvo en su cabeza, ejecutó su primera decisión: a un pueblo guerrero que vivía del saqueo lo llevó al campo y, llegados allí, los armó de herramientas para trabajar. Sierras, trillos y hachas eran empuñadas por los guerreros transformados en labradores14. Dejar las cobijas del fracaso y salir al campo nos garantiza que nuestras manos serán productivas; nuestras gavillas rebosantes, el camino extraordinario por el cual muchos saldrán de la pobreza y el 13
Salmo 126.
14 1ª Crónicas 20:3. “Sacó también al pueblo que estaba en ella, y lo puso a trabajar con sierras,
con trillos de hierro y con hachas. Lo mismo hizo David a todas las ciudades de los hijos de Amón. Y volvió David con todo el pueblo a Jerusalén”. CAPÍTULO 11
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dolor. Hacedores de futuro que, aunque enfrentemos desafíos con lágrimas, siempre acabaremos danzando con felicidad, porque seremos como los que sueñan sueños grandes con los cuales liberar por la solidaridad los dolores de los pueblos. Artífices de nuevas realidades, concretadas por milagros con los que despojaremos a impíos que oprimen y dañan. Las riquezas ocultas están reservadas para nuestras manos. Tan claro era este concepto en el corazón de David que pasó a la generación siguiente, ya que su hijo Salomón, cuando tuvo que describir cuál era la felicidad del hombre, dijo: “Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida; y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor”15. Descender al valle para dar batalla Hasta aquel primer momento, nadie confiaba en David, todos lo menospreciaban porque era un muchachito. Pero él se hizo cargo de la situación, descendió al valle de la batalla y venció a Goliat. Motivaciones y realidades diferentes: Saúl era solo pura imagen, un buen marketing, en cambio David defendía las ovejas en el desierto. Es probable que en la vida te toque enfrentar a un ejército superior a ti, batallar en situaciones desventajosas, tremendamente difíciles. También es posible que ante una situación terrible todos te aconsejen huir, porque la lógica dice que no hay escapatoria; sin embargo, no dejes que nadie ocupe tu lugar. David no esquivó enfrentar a las bestias siendo un chico; lejos de dañarlo ello lo fortaleció, era un veterano en batallas cuando descendió al valle para encontrarse con Goliat. 15
Eclesiastés 3:12-13.
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No te quejes por tu vida, agradece cada oportunidad que tienes para batallar, porque te estás entrenando para ser quien en realidad llegarás a ser. Lo que ves hoy es solo el bosquejo de tu vida, garabatos difusos, que paso a paso irán cobrando forma, tomando identidad, y se incorporarán como se levanta una encina, la encina de Tabor, una madre como Débora, que se transformó en jueza y estadista. En la hora de la batalla, miles de argumentos te pondrán frente a la tentación de dejar tu lugar, y así permitir por temor que cualquiera te reemplace. Nadie disfruta los momentos de tensión y peligro, pero en ellos existe una lección que Dios quiere enseñarnos, tal como lo hizo con Saúl y David; uno no entendió por estar distraído pero el otro emergió de aquel valle aclamado por el pueblo liberado por la osadía de aquel muchacho experimentado y esforzado. El mensaje divino es claro: “¡No rehúyas de la batalla porque Yo estoy contigo y te daré la victoria!”, fijando en tu alma el precepto contundente: “No dejes nada sin concluir”. Enfrenta tus batallas, no las evadas, crece, esfuérzate y superarás cada montaña que se cruce en tu camino. Si por alguna razón tienes deudas pendientes, si dejaste en tu historia batallas por librar, recuerda a Moisés, que a sus ochenta años fue llamado desde una zarza para volver a Egipto, el lugar de su derrota, la tierra de la que había huido cuatro décadas antes. Al obedecer, se transformó en el gran héroe, el libertador que disfrutó sus mejores cuarenta años… llegando a los ciento veinte pleno de victorias. Día a día, pudo contemplar un nuevo milagro, una vida apasionante que, al leer sobre ella, tienes que hacer un esfuerzo para recordar que narra las aventuras de un octogenario y no de un brioso joven. CAPÍTULO 11
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Siempre tendrás nuevas oportunidades, prepárate porque tu hora llega; cuando tus pies toquen las aguas, tal como le ocurrió a Moisés, el mar se abrirá para que pases por medio de él. La adrenalina será abundante, porque el milagro no precede a la acción, es la voluntad la que expresa la fe que tienes en tu interior y entonces lo imposible se hace real, venciendo toda ley del fracaso. El valle te espera… no temas, no descenderás solo. Como con Aníbal y Mario, quien te ama irá a tu lado, tal como le dijo a Josué: “Como estuve con Moisés estaré contigo, no te dejaré ni te desampararé…”. Debemos salir de debajo de las cobijas, enfrentar la batalla porque para este tiempo hemos sido llamados. Renunciando a todo enemigo interno, derrotar el egoísmo y la avaricia y emprender la liberación de otros para construir una realidad diferente donde todos seamos hijos de Dios y, de esa forma, nadie quede excluido. Para ello, debemos abandonar la comodidad y las condiciones ideales del invernadero, dejar de ver la vida desde las pantallas de televisores y computadoras frías para caminar en medio de la gente, como el profeta Ezequiel,16 escuchando, viendo y sintiendo a la gente, aunque esto te deje atónito. Palpar la realidad, poner las manos sobre los enfermos acercándonos a centímetros de su dolor y allí clamar con desesperación para liberar esas ovejas heridas17. Si vamos hacia ellos, las señales de la liberación nos seguirán y por el poder de la gracia del Evangelio, directa o indirectamente, veremos 16 Ezequiel 3:14-15. “Me levantó, pues, el Espíritu, y me tomó; y fui en amargura, en la indignación de mi espíritu, pero la mano de Jehová era fuerte sobre mí. Y vine a los cautivos en Tel-abib, que moraban junto al río Quebar, y me senté donde ellos estaban sentados, y allí permanecí siete días atónito entre ellos”. 17 Marcos 16:15-18. “Y les dijo: ‘Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán’”.
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edificarse una nueva realidad en nuestros pueblos, en nuestra gente, edificando entre todos la comunidad del amor, gozando del Reino de los Cielos que, Jesús anunciaba, “se ha acercado”. No importa cuán pequeños nos sintamos, con Él somos más que vencedores. Nuestras limitaciones son resueltas por los milagros de la mano de quien nos prometió: “Yo estaré con vosotros, todos los días hasta el
fin del mundo”18.
18 Mateo 28:19-20. “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos
en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”. (El subrayado es nuestro). CAPÍTULO 11
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