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Época inolvidable de la música en Medellín

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Por Ofelia Peláez

Colombia es un país de regiones y por eso es rico en ritmos musicales. Esas regiones son: la costa Caribe, la del Pacífico, la región andina y los Llanos Orientales. Con la llegada de los conquistadores se conocieron ritmos europeos e instrumentos musicales y sumado a esto los pobladores tenían sus propios cantos. Luego con la llegada de los negros de África, esa maravillosa mezcla de blancos, indígenas y negros, surgió la cultura en el país.

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Y así fueron avanzando los años; a principios del siglo XX llegaron las grabaciones acústica, luego con la llegada de la energía eléctrica, se empezó a disfrutar de la radio. Cadenas que emitían a través de la onda corta, eran escuchadas en los hogares, emisoras especialmente de Argentina, Cuba y México. De este último país llegaban los programas de la prestigiosa XEW fundada en 1930 por Emilio Azcárraga. Los discos a 78 rpm llegaban de Estados Unidos, Argentina y México.

Por esas décadas varios artistas de Colombia fueron al exterior a llevar la música, como lo hicieron Ángel María Camacho y Cano, Esthercita Forero, Sarita Herrera y los Hermanos Hernández, oriundos de Aguadas, por quienes cantaron en la Casa Blanca. En Nueva York se dieron muchos encuentros de artistas en la casa de la señora Rosita Herrera de Rocha.

En Medellín había varios distribuidores de discos. Eran los señores Ramírez Johns y los De Bedout, que además de tener sus vendedores a los que llamaban paqueteros, tenían sus almacenes en el centro de la ciudad. Medellín empezó a utilizar el Ferrocarril de Antioquia, obra dirigida por el cubano Francisco Javier Cisneros, que para cruzar el alto de La Quiebra era necesario hacer trasbordo; iba de Medellín a Puerto Berrío; luego el ingeniero Alejandro López hizo el Túnel de la Quiebra. Los vendedores de discos –paqueteros– iban con sus maletines de estación en en estación, dejaban estos productos en las fondas que no faltaban. Eran discos llegados especialmente de México (Hermanas Padilla, Chicho y Margarita, Los Madrugadores, Lidia Mendoza), al estallar la Segunda Guerra Mundial, los barcos que traían el material eran asaltados y entonces, se empezó a traer música del sur del continente (Los Trovadores de Cuyo, Los Hermanos Cáceres, El Conjunto América, Valente y Cáceres, Peronet e Izurieta).

Empezó a llamarse música de carrilera, que al acabarse el ferrocarril, pasó a denominarse música guasca, de campesinos, y debe recordarse que las guascas salen de las matas de plátano y con ellas se amarran productos como tamales y quesitos. También surgió el género denominado música parrandera paisa, hecha sobre todo, por compositores humildes, pero que dejó temas tan inolvidables como Los gotereros.

El papel de la radio Medellín se convirtió en el epicentro de la música en Colombia, pues acá se fundaron emisoras como La Voz de Antioquia, luego integrada a Caracol; La Voz de Medellín, que pasó a ser parte de RCN, Radio Libertad y otras. Estas tres emisoras tenían radioteatro, donde se presentaban los artistas nacionales y los extranjeros que venían de gira. En Medellín se dio un caso muy particular. Estaban dirigiendo las orquestas de las emisoras maestros tan connotados como el italiano Pietro Mascheroni, el maestro Peñaloza, el maestro Arriola y uno muy recordado que fue el español José María Tena y se tuvo el Jazz Nicolás. Resulta que el maestro Tena escuchaba en la onda corta la XEW y cuando en el Distrito Federal estrenaban una obra, él la transcribía en el papel pautado y su esposa copiaba la letra en taquigrafía. De modo que uno o dos días después esa obra la estrenaban en las emisoras de Medellín, hasta el punto de que cuando venían algunos cantantes mexicanos, se llevaban la sorpresa de que acá ya era famosa determinada obra.

En Colombia todavía no se hacían discos. Las grabaciones se enviaban principalmente a Argentina; allá grababan por una cara lo que se les mandaba, música andina, y ellos, arbitrariamente, le ponían por el respaldo un tango. Esos discos de 78 rpm llegaban a Medellín a los pianos traganíquel del bohemio barrio de Guayaquil y a los establecimientos del centro de la ciudad. Este fue uno de los motivos del porqué en esta ciudad ha gustado tanto el tango. De esa época fue la grabación del dueto de Ospina y Martínez, que se formó en 1929 y estuvo hasta 1944; en ocasiones los acompañaba Juan Abarca, excelente pianista y ejecutante del acordeón. De ese dueto fue Un recuerdo de amor, de Federico Buitrago y qué locura, se oía por todas partes, éxito total. El dueto estaba integrado por Manuel Ospina Londoño, de Rionegro, quien era bombero; y Samuel Martínez, de Medellín. Otro hecho notorio fue que en 1910 viajó a Estados Unidos la Lira Antioqueña, que grabó una versión instrumental del Himno de Colombia.

El auge de la música andina colombiana

Se inició una ola de amor por la música andina, empezaron los tríos y las serenatas. En Medellín existieron unos lugares de reunión de estos artistas a donde iban a esperar que los buscaran para llevar una serenata. Fueron El Escorial y El Crillón, y en la carrera Carabobo existió el Restaurante Latino que además, era una pensión, donde se alojaban los artistas que llegaban de otras ciudades. Surgieron las obras de maestros como Manuel Ruiz “Blumen”, Pelón Santamarta, sobre todo, ese grandioso compositor Carlos Vieco. Duetos como Obdulio y Julián, Espinosa y Bedoya, Dueto de Antaño, Gómez y Villegas, Dueto Tiscayá, los Hermanos Cortés. Y un poco después, los llegados de otras regiones del país como Garzón y Collazos y los Hermanos Martínez, porque la mayoría de las grabaciones se hacían en Medellín.

Para los bailadores; existió en esta ciudad un lugar maravilloso. Era el Bosque de la Independencia, hoy Jardín Botánico, a donde iban las parejas a bailar. También estaba en la Plazuela Nutibara el Jardín Pilsen y en las afueras de Medellín, en las carreteras, había bailaderos como el llamado Primavera, hacia Fredonia; otro llamado El Pandequeso, debajo del puente de la autopista, en Envigado; y Nemqueteba, en la autopista hacia Copacabana. En varios de estos lugares, además de que las parejas podían bailar, se hacían concursos.

Cadenas y la RCA Víctor

Se dieron dos acontecimientos que hicieron que en esta ciudad se creara un ambiente musical y fue la llegada de la Cadena Kresto y los trabajos que se hacían en la grabadora portátil Victor. Acá se fundaron las más importantes empresas discográficas como Codiscos, Discos Victoria, Discos Fuentes y Sonolux, que contó con la extraordinaria labor de Hernán Restrepo Duque.

La música de otras regiones del país, por supuesto, cundió el ambiente de Medellín: la rumba criolla de Emilio Sierra y Milciades

Garavito, Julio Torres, y el inacabable Guillermo Buitrago. Los trabajos hechos en Argentina por muchos personajes que fueron a ese país: Lucho Bermúdez con Matilde Díaz, Efraín

Orozco Morales, Bob Toledo, Berenice Chávez, Carlos Julio Ramírez y Jorge Monsalve “Marfil”; y llegaron a Colombia las grabaciones de la Orquesta de Eduardo Armani. Vale la pena aclarar que el maestro Armani jamás vino a Colombia.

Cuando se dio el mandato de Gustavo Rojas Pinilla, 1953 - 57, prohibió la importación de discos y también que artistas extranjeros visitaran al país. Las estaciones de radio eran obligadas a difundir música clásica toda la mañana de los domingos.

Esto motivó que la industria discográfica diera empuje a los artistas nacionales como Víctor H.

Ayala, Alberto

Osorio, Alberto Granados, Jairo

Villa, Jorge Ochoa, Gustavo López, Lucho Ramírez, Raúl López, Lucho Vásquez y Chepito Giraldo, y voces femeninas como Dione Restrepo, Ligia Mayo, Lucía Herrón y Maruja

Yepes. Acá hubo unas familias que dieron grandes duetos como las hermanas Araque, las Rendón y las Bustamante, que acompañaron a muchos vocalistas y también las grabaciones dirigidas por el maestro Julio García para Los Diplomáticos y también para la serie de Cuerdas que lloran.

Por los cantares de Colombia

Por estar en Medellín las grandes empresas discográficas, vinieron a vivir acá músicos extranjeros como Pietro Mascheroni (italiano), José María Tena (español), y de Colombia, Carlos Vieco, Manuel J. Bernal, Antonio María Peñaloza, Edmundo Arias, Oriol Rangel, Jorge Camargo Spolidore y la presencia de Pacho Galán, Juancho Vargas, Guillermo González A. y Jaime Llano González. También estaban dos músicos de grandes quilates, Gonzalo Vidal, que puso la música al Himno Antioqueño, y el maestro español Jesús Arriola. Y un personaje maravilloso que fue el maestro Luis Uribe Bueno, director artístico de Sonolux. Se creó una agrupación llamada Cantares de Colombia, bajo la iniciativa de Jorge Ochoa y Gustavo López, que grabó ocho discos de larga duración.

Empezaron a conocerse las obras de Jaime R. Echavarría. (1923 - 2010) y cuando vino el doctor Alfonso Ortiz Tirado le grabó la criolla Serenata de amor acompañado por el Grupo Amerindia: Antonio “Silga” Ríos, Lito Paniagua, Francisco Bedoya y Antonio Villa. El tenor mexicano llevó al disco varias canciones colombianas, además de que visitaba con mucha frecuencia esta ciudad.

Se establecieron también el maestro europeo Butikofer en la Hostería Guadalajara; el italiano Pino Barati y el venezolano Lorenzo Herrera. Llegó la argentina Tita Duval y puso un cabaret de lujo llamado El Tambo de Aná, donde se presentaban artistas nacionales y extranjeros; y dos argentinas que tomaron residencia acá, fueron Lita Nelson y Gladys Viera. Permanecían largas temporadas Carlos Argentino Torres, Eduardo Lanz y Juan Legido. Hasta el poeta español Manuel Benítez Carrasco se estableció acá.

Un caso especial es sobre el cantante chileno Pepe Aguirre, que vino a presentarse y fue tanto el amor por esta ciudad que se quedó a vivir acá, envió por sus pertenecías a Chile y acá falleció.

OFELIA PELÁEZ. Conferencista sobre bolero y música popular, jurado en varios festivales nacionales, escritora de varios libros entre los que se destaca: Alfredo Sadel, cuenta mi alma. Su historia, sus anécdotas, su discografía y fotografías inéditas, Invitada al programa El rinconcito de los recuerdos, de Radio Reloj – Q’hubo Radio, Caracol Medellín

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