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Cómo ayudar a los chicos a generar y mantener el interés por la escuela
Por la Lic. Vanesa Aichino (*)
El 27 de febrero próximo comienzan las clases en la Ciudad de Buenos Aires, tanto en el nivel inicial como primario y secundario, según lo determina la agenda educativa porteña. No obstante, este año se ha incorporado para el nivel primario un período llamado “Acompañamiento para la Promoción”, cuya fecha varía según el Distrito Escolar y es anterior al inicio del ciclo lectivo. En esta instancia sólo participarán alumnos y alumnas que necesiten afianzar y reforzar contenidos puntuales y nodales con actividades individualizadas y clases personalizadas.
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Cada comienzo del año escolar es impulsor y movilizante para todo el alumnado, pero principalmente para quiénes comienzan un nuevo nivel educativo o están a punto de finalizarlo. En lo que respecta a la escolaridad primaria, el comienzo de un nuevo año brinda la posibilidad de compartir situaciones familiares enriquecedoras, desde la compra de los útiles escolares, la preparación de la mochila y cartuchera, hasta pensar juntos cómo va a ser la organización familiar en cuanto a horarios (aún más cuando hay hermanos o hermanas en otros niveles o establecimientos educativos o cuando el estudiante realiza actividades extraescolares). El niño o niña comienza las clases con un entusiasmo particular cuando en familia se realiza “la previa” al inicio. Como madres y padres, ¿podemos colaborar, ayudar a sostener esta motivación? Cuando un chico hace las cosas que le gustan puede pasarse horas realizándolas, como cuando juega a un videojuego y parece no cansarse. Esto sucede porque está motivado, animado. Podemos ayudarlos a que tengan incentivo hacia la tarea escolar. La motivación es el motor que nos impulsa a hacer las cosas de la mejor manera posible y no se trata de que los niños solamente asistan a la escuela, sino que disfruten, que sientan placer durante el proceso de aprendizaje. Un estudiante con entusiasmo se esfuerza más, inclusive puede no querer faltar a la escuela ni mucho menos llegar tarde, aprende con una actitud positiva y siempre está bien dispuesto frente a las actividades, tiene mucha imaginación para resolver problemas, busca una alternativa y otra y hasta una tercera. Podemos colaborar en mantener, incluso en aumentar la motivación, el incentivo. No se trata de dedicarle muchas horas si no de mostrarles a los chicos y chicas que los estamos acompañando, que nos interesa lo que viven en la escuela. Una estrategia para aplicar es interesarse por lo que están aprendiendo, con preguntas acerca de los temas que los docentes les enseñaron durante las clases y se puede aprovechar el tiempo de la escuela a la casa conversando qué fue lo que aprendió, qué fue lo que más le gustó o cuál fue el tema que se le complicó un poquito más. Mirar juntos los cuadernos y carpetas, que aplique los conocimientos en su vida cotidiana (ayudando a escribir la lista de las compras o sumando precios de productos, etc.). Otra estrategia es animar al estudiante ante una calificación baja. Investigar qué fue lo que pasó o qué fue lo que provocó esa baja nota. Mostrar confianza en que puede superar los obstáculos, que se aprende del error, reflexionar junto a él. Se puede conversar sobre algo que se le complicó en el pasado, que requirió un mayor esfuerzo de su parte o que fue un desafío y cómo lo pudo superar. Usar la felicitación no sólo cuando logró el niño un diez o un sobresaliente, si no también cuando visualizamos pequeños logros y avances que vayan surgiendo y cuando llegó a una meta que parecía compleja. Con palabras y aliento se refuerza la confianza y seguridad en sí mismo y se fomenta la autoestima haciéndolo más seguro, más preparado para afrontar nuevos retos.
Muchos alumnos necesitan organizar su tiempo. Parece una tarea sencilla y simple, pero no lo es. A veces, los adultos no podemos hacerlo. Es importante tener a la vista el horario escolar para que el niño vea qué materias y qué áreas tiene al día siguiente. Esto no sólo los organiza, sino que también les fomenta su autonomía. Puede necesitar ayuda para gestionar mejor su tiempo o para limitar el momento del juego, sobre todo frente a las pantallas que lo atrapan. Poner límites no suele ser fácil, pero puede ser necesario. Las familias suelen pensar que contribuir a mantener el incentivo necesita darse durante el primer ciclo, pero la experiencia diaria nos demuestra que debe estar presente (en forma progresiva) hasta séptimo grado, más aún si el estudiante no logró la autonomía suficiente como para afrontar la escolaridad secundaria. Conversar sobre lo realizado en la escuela, aumentar la confianza y organizar los tiempos, se suma a la actividad diaria del docente con el propósito de que familia y escuela hagan ambas sus aportes para que se den los aprendizajes yendo juntos a la par.
(*) Aichino es licenciada en Educación y directora de la Escuela 4 D.E. 20 “Félix de Olazábal”, de Lisandro de la Torre y Ramón Falcón.
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