jach'a Tatanajan Thakipa - El caminar de los abuelos

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EL CAMINAR DE LOS ABUELOS

jach’a tatana jan thakipa



PÉREZ MAMANI

jach'a tatanajan thakipa el caminar de los abuelos


Publicación del 2 de marzo de 1930 en "El Tarapacá" donde se narra el móvil del asesinato de Pedro Mamani, Marcelina Copa y parte de la familia en la sayaña Huantija los primeros días de febrero de ese mismo año.


CARAVANA DE LLAMAS

Soy Mario Mamani Ramos, oriundo de Cancosa, específicamente de la sayaña de Huantija, ubicada a más de 140 kilómetros al noroeste de la ciudad de Alto Hospicio. Desde 1917 fue ocupada por mis bisabuelos Pedro Mamani y Marcelina Copa. En esa época estaba el auge de las oficinas salitreras y éstas oficinas necesitaban del carbón y ellos -mis bisabuelos- se dedicaron a la elaboración de este combustible mineral a partir del tronco de la queñua. En 1930 fueron asesinados a sangre fría, sobreviviendo mi abuela Juana Mamani Copa y su hermano menor Leonidas, los dos niños con menos de 10 años de edad y llegan a Cariquima a vivir con dos familias. Mis abuelos se conocieron allí en Cariquima y se juntaron y salieron a explorar nuevos pastizales para su ganado y llegan a Cancosa estableciéndose en Huantija en 1945. De esta unión nacen 10 hijas e hijos: Anastasia, Mario, Elena, Gumercindo, Maximiliano, Antonio, José, Marina, Raquel y Magdele. Así comienza una vida de sacrificio y de sobrevivencia de la familia y de los hermanos Mamani, de la cual yo soy la cuarta generación. Recuerdo como si fuera ayer cuando mis padres Mario Mamani y Miguelina Ramos Mendoza, quienes hace 30 años atrás me enviaron al campo a acompañar a mis abuelos en Huantija. Esto lo hacían todos los primos sin excepción y todos los veranos apenas salíamos de vacaciones nos mandaban a ese lugar, a aprender y a mantener las actividades, las ceremonias y tradiciones, ligadas a la ganadería y a la agricultura de mis abuelos.


Tenía 11 años de edad cuando comencé a crear un imaginario itinerante urbano rural, donde se cruzan; Madre Tierra, crianza de llamas, mallkus T’allas, lluvia, apachetas. Este conjunto de elementos que conforman la cosmovisión del ser aymara, que en espacio y tiempo crea y mantiene su cultura. Mis abuelos fueron personas llenas de sabiduría y de entrega hacia nosotros, mi abuelo Antonio en sus discursos a la orilla de la vega - como hablando a la ciudadanía que eran sus nietos quienes le escuchábamos atentamente y él decía que en la vida hay que ser útil a la vida, y continuaba: yo soy ganadero y agricultor, soy peluquero, músico y artesano, soy dirigente y soy bilingüe. Lo que mas me gustó y en lo que más profundicé de niño, fue que él decía orgullosamente: soy comerciante. Acá vislumbré una labor realmente llena de sacrificio y convicción que era digna de seguir investigando e interiorizándome. El año 2002 comencé mis estudios de antropología y dentro de teorías y metodologías comprendí que nuestros antepasados lograron relacionar un componente importante y con una trascendencia tal hasta nuestros días. La cosmovisión aymara, donde siempre me cautivó el respeto, la comunión en armonía con la naturaleza, el cálculo empírico del clima, así, fui comprendiendo que el ser aymara primero agradece, luego ocupa lo necesario y vuelve a agradecer. Ligado a la crianza de llamas el hombre y mujer aymara está siempre en una constante reciprocidad intrínseca, traspasada de generación en generación.


En esta relación hay una mezcla de fuerza, valor, templanza y una relación de amor, cariño y cuidado con sus fieles compañeros. El comerciante de esa época debía contar con buenos llamos machos para que cargaran y transportaran carga, pero además era necesario mantener una relación íntima con el llamo y en esta relación, es donde se le hace cariño al ganado, se le florea en una celebración que le hacemos los aymaras, adornando sus orejas, sus cuellos y su cuerpo con los colores que llenarán de vida y alegría el viaje del comerciante, en una muestra de cariño. También se le canta en rondas, en el corral, donde la mujer aymara le canta llorando, ya que ellos son su capital, su banco de pobres, en donde están sus sueños, sus vivencias, su cultura. En esos años no todos salían de sus comunidades y de sus sayañas, solo lo hacían los que buscaban mejorar sus vidas, los que se fijaban metas y en esta búsqueda incansable salen a muy corta edad mis abuelos Antonio y Juana primero él como dirigente campesino a los primeros congresos campesinos en la ciudad de Iquique. También sale a explorar nuevos pastizales para su ganado, y ya cuando los hijos comienzan a crecer, también se fijan como matrimonio el cuidado y educación de sus retoños. Mis abuelos siempre buscaron que sus hijos fueran personas de bien y útiles a la sociedad y así reabriendo caminos troperos de los antepasados, fueron buscando como posesionarse estratégicamente en donde existiera la escuela que los pudieran encaminar a estudios superiores y así forjaran su destino con buenas herramientas.


Con un conocimiento histórico de Huantija por donde pasaban las principales rutas caravaneras en los años '20 en adelante y que además estas rutas se dirigían hasta los valles principales como Pica, Mamiña, la quebrada de Parca y de Tarapacá, junto a esta búsqueda incansable de forjar a sus futuras generaciones, mi abuelo aprovecha sus dones de “espíritu de superación” como decía y lo buen comerciante y criador de ganado. Logra emprender, el viaje por estos caminos troperos hacia la precordillera, hecho que actualmente se puede asimilar como el sueño americano. Como caravanero logró salir de un lugar tan especial, como nos lo explica mi tío Maximiliano, en una conversación fraterna: “...nosotros vivíamos en ese paisaje natural hermoso, no conocíamos la otra vida de la urbe. Eso es lo que conocíamos y éramos felices porque estábamos con el ganado que era lo que más queríamos...”. Tomando esas palabras y como si la Pachamama nos llevara siempre a lo cíclico de la cosmovisión aymara, siempre tuve en mente que tanto sacrificio, tanta abnegación y visión de futuro debía quedar documentada para las futuras generaciones, además, me di cuenta que era indispensable recorrer nuevamente, estas rutas troperas comerciales que realizaron mis abuelos. Para tal efecto nos propusimos con mi compadre Claudio Pérez - al que familiaricé hace más de 14 años - con quien compartimos lo importante y trascendental de este proyecto de memoria a través de la fotografía documental.


Para nosotros un gran desafío y sueño, invertir los papeles. En la actualidad yo soy el que no conozco esta travesía, más que por haberla escuchado de mi abuelo, y que para mí la urbanidad es lo que me tocó vivir, lo que me lleva a rescatar estas rutas y emprender el viaje más hermoso de mi vida que titulamos “Jach'a Tatanajan Thakipa. El caminar de los abuelos”. Al comenzar esta travesía no podíamos dejar de encomendarnos a todas las almas sagradas, a los achachilas y en especial a mi tía Anastasia, que hace muy poco nos dejó de acompañar físicamente, pero el alma y su recuerdo nos acompaña, por lo que con una solicitud de licencia en su dormitorio en Huantija partió nuestra travesía. A cargar la quinua y el charqui a nuestros llamos, tan grande la naturaleza que nos conmueve ya que nos acompañó un día sin viento, helado por la fecha pero todo normal, la parte mas difícil fue llegar hasta mallku Culuntucsa, un cerro imponente de 4.900 msnm. una muralla visual y geográfica que separa la cordillera de Los Andes y la precordillera. El primer tramo comprendió de Huantija a Chaquina, salimos de madrugada y llegamos de tarde noche a Wañajara. Es impresionante la emotividad al ver a mi padre y tíos con mas de 70 años de edad como se emocionan en cada momento recordando cuando lo hacían con sus padres. Las vizcachas que se asoman desde las peñas al salir de Huantija, las vi como cuando la familia te va a despedir al terminal de buses o al aeropuerto para desearte un buen viaje. Ya tarde nos encontramos con la primera apacheta denominada apacheta Cuniri y con una vista


Juana Mamani Copa con su hijo Gumercindo Mamani en Cerro Blanco. Antonio Mamani con su llamo cargado a la salida de MamiĂąa.


Maximiliano Mamani junto a campesinos en MamiĂąa Maximiliano Mamani con su madre Juana Mamani Copa en labores de capado de machos.


tutelar hacia Pampa Lagunilla, aquí las cosas se complicaron por lo pedregoso y accidentado del camino, por lo que cargamos los animales en nuestro camión asistente, e hicimos un desvío hasta llegar a un lugar donde podíamos transitar sin mayores obstáculos. Ya acercados en pampa Culuntucsa, un arenal interminable, donde con nuestra hoja sagrada de coca y Pusi (brebaje de caña de 96 grados) nos dimos fuerza para llegar a los faldeos del imponente mallku Culuntucsa, cada paso que damos nos hace reflexionar del sacrificio que tuvieron los caravaneros con sus llamos, y con ansias seguimos nuestro camino cuando de pronto se asomó la apacheta de Culuntucsa. Mi padre y mis tíos nos van tirando como una locomotora tira los demás carros, y recogiendo piedras van sobando sus pies y su cuerpo, esa piedra, en una señal de profundo respeto y emocionados la lanzan al cuerpo de la apacheta. Mi tío Maximiliano nos explica que en esa piedra va su cansancio, su agradecimiento y sueños, es el renacer, para él es un nuevo comenzar del viaje y efectivamente ofrendamos hoja de coca y pusi, y luego de unos minutos nuestro cuerpo renovó sus energías. Aprovechamos de hacer unas tomas aéreas y nos dimos cuenta que ya estábamos en la mitad del viaje en donde se asoman los primeros cerros de Mamiña. Tuve la oportunidad de conocer Mamiña desde niño, pero fue en vacaciones, en las termas, diferente a lo que vivieron mi padre, mis tíos y mis abuelos. Ellos llegaron en caravanas grandes, tropas de cien animales y hasta doscientas cabezas de ganado.


En apacheta Culuntucsa nos relató mi tío Maximiliano “entre este lugar y Mamiña, justo al medio del camino hay un lugar llamado Cerro Blanco... nosotros permanecíamos cuidando los animales en engorda como se dice hoy día...” y también mi papá muy emocionado entre lágrimas nos cuenta “... lo que me marca hasta el día de hoy es que mi papá tenía una visión de educar a sus hijos y como la educación en la cordillera era solamente hasta sexto básico, nosotros teníamos que seguir la enseñanza media y de esa manera nos trajo hacia Mamiña, pero allá no teníamos casa, no tenía chacra ni en donde vivir por lo tanto él habilitó un lugar cerca de Mamiña, eso es Cerro Blanco y ahí había aguada de vertientes y donde él hizo un proyecto personal y tomó la decisión de hacer chacra y cultivar alfalfa, habas y papas para el sustento de la familia y eso para mí fue muy decisivo, porque eso me quedó marcado de por vida porque muchas veces uno como niño no valoraba esa visión futurista, pero hoy en día, a la edad que tengo lo valoro mucho porque creo que muy pocos padres harían una cosa de esa envergadura donde era tan sacrificado... íbamos de Cerro Blanco a la cordillera y de la cordillera a Cerro Blanco, de Cerro Blanco a Mamiña y de Mamiña a Cerro Blanco un trayecto lleno de sacrificio y de lucha...”. Seguimos bajando y llegamos a ese lugar. Nunca pensé que volveríamos a este lugar lleno de historia de familia de trabajo. La casa de mi abuelo aún conserva los espacios de una casa andina con murallas fuertes y sus chacras que alimentaron a mis tíos. Me sentí inmensamente pleno por vivir mi primera caravana de llamas, estiramos lo poco y nada de cobijas y


Caravaneros pasando por Culuntucsa con llamos y burros. Juana Mamani Copa y Antonio Mamani Castro con sus hijos Mario, Gumercindo, Maximiliano, Marina y JosĂŠ Mamani Mamani.


Caravaneros con burros y cargamento de quinoa. Antonio Mamani con su llamo cargado a la salida de MamiĂąa.


quemamos matorrales para pasar una larga y fría noche junto a mis tíos y mi primo Antonio Mamani Challapa, quien fue el primero en apañar esta travesía. Ya en la mañana nos dispusimos a seguir el viaje, pasamos por corralones y llegamos a la última apacheta del camino Pewquila, acá ya haciendo un análisis del viaje le pregunto a mi tio Maximiliano ¿cuál fue su reacción cuando lo invitamos a revivir este viaje? a lo que respondió: “... nosotros con mis hermanos y hermanas siempre hicimos estos trayectos, entonces cuando supe que íbamos a hacer esta caravana me llenó de emoción, cuando me comentaron de revivir esta caravana familiar en ningún momento dudé y quise ser partícipe y recordar y tal vez va a ser la última vez que camine por ese sendero... la última vez. Ya tengo 66 años y lo mas hermoso fue llegar a la casa y a la chacra de mis padres en Cerro Blanco y encontrar la barreta que mi padre trabajó para levantar las piedras y hacer las acequias. No pude dejarla, me la traje hasta acá y la conservaré como un gran recuerdo de mi padre...”. Seguidamente le pregunto lo mismo a mi padre y me responde: “... a mi me pasó, algo realmente hermoso. Para mi fue como un sueño de primera instancia pero cuando yo ya estoy aquí me transporto a esa época, me vienen sentimientos realmente así como bien dice tu tío Maximiliano, será la última vez que hemos pasado por esos caminos por esas apachetas y ojalá que esto quede plasmado para las generaciones que vienen y no solamente en el mundo Aymara también a los occidentales para todos los que vienen, para la juventud...”.


Ya estamos a poca distancia de Mamiña, mi compadre, exhausto pero a su vez emocionado pregunta a qué parte llegaríamos a Mamiña. Y claro, debíamos dar término a este viaje y de manera natural acordamos llegar al mismo lugar donde lo hizo mi abuelo: al sector Ipla, él fue el primero en asentarse en ese lugar, hoy es la extensión del pueblo de Mamiña. Pasando los últimos cerros llegamos a Jamajuga, la primera aguada termal y dos kilómetros mas adelante se nos aparece Ipla. En la actualidad allí se desplaza el hotel Kusi Tambu propiedad de mi tío Gumercindo Mamani. Ya se termina el viaje. Nos miramos todo los caravaneros, nos dimos la mano y le dejamos este registro a nuestras futuras generaciones. Como reflexión de este viaje les puedo compartir que siempre valoremos el sacrificio que hicieron nuestros abuelos que en donde estuvieron dejaron huellas. Nos dejaron un legado muy generoso que debemos cuidar y preservar.

Mario Mamani Ramos, abril 2019
















































































Dedicado a la resistencia cultural iniciada por nuestros antepasados Pedro Mamani y Marcelina Copa y que se mantiene hasta hoy en la sayaña Huantija, junto a la mama kulla que mantenemos como identidad aymara. Jallalla, jallalla!

Agradecimiento a los hermanos Mamani Mamani tercera generación, en especial a los primeros creadores del registro y de la memoria visual de la familia Maximiliano Mamani y Anastasia Mamani. A mis padres Mario y Miguelina por ese viaje mágico que hice cuando niño a Huantija.


Publicación del 2 de marzo de 1930 en "El Tarapacá" donde narra el móvil del asesinato de Pedro Mamani, Marcelina Copa y parte de la familia en la sayaña Huantija los primeros días de febrero de ese mismo año.

Antonio Mamani con su llamo cargado a la salida de Mamiña.

Maximiliano Mamani con su madre Juana Mamani Copa en labores de capado de machos.

Juana Mamani Copa y Antonio Mamani Castro con sus hijos Mario, Gumercindo, Maximiliano, Marina y José Mamani Mamani.

Juana Mamani Copa con su hijo Gumercindo Mamani en Cerro Blanco.

Maximiliano Mamani con campesinos de Mamiña.

Caravaneros pasando por Culuntucsa con llamos y burros.

Caravaneros con burros y cargamento de quinoa.


Antonio Mamani con su llamo cargado a la salida de Mamiña.

Utensilios y elementos de los Quipes que vienen desde Guallatire durante la celebración al ganado en el floreo de Llamas de sayaña Huantija.

Agradecimiento a la vertiente Juturi de las aguas que riega los bofedales.

José Antonio Mamani y Cintya Challapa cargando el centro de la mesa para el ritual del floreo de llamos en la kancha o corral del ganado.

Utensilios y elementos de los Quipes durante el floreo de Llamas de sayaña Huantija.

Ceremonia del Akuniku inicio del floreo del ganado.

Maximiliano, Raimunda y Anastasia Mamani, citanis en ceremonia de ofrenda a la Pachamama en el floreo del ganado de Huantija.

Llamos en la kancha durante la ceremonia del floreo del ganado en Huantija.


Mapa del recorrido de la ruta caravanera Huantija - Mamiña.

Mario Mamani Ramos y su padre ubicando los llamos en el camión antes de la salida hacia Huantija.

Asistente de la caravana Miguel Rebolledo con los llamos cargados al camión para el viaje desde Mamiña a Huantija.

Llamos vendados para evitar el mareo transportados en camión hacia la Sayaña Huantija.

Gumercindo Mamani collantando los mejores llamos quienes nos acompañaron en esta caravana.

Mario Mamani citani e inspiración de esta caravana de llamos.

Atardecer cargando los llamos antes de la salida hacia Huantija.

La primera noche de llegada a Huantija.


Hermanos Mamani pidiendo licencia a sus padres y abuelos, en especial a su hermana mayor Anastacia Mamani fallecida hace poco tiempo.

Mañana de la partida de la caravana, casas de Huantija.

Vista aérea de acceso a Huantija sector Cullco.

Cruzando la apacheta Este del mallku Culuntucsa.

Improvisado plano de campo donde se indica la distancia del desvío que debimos hacer desde Cuniri a Culuntucsa.

Saliendo de Huantija rumbo al primer destino Queñua.

Caravana cruzando Pampa Queñua.

Caravana bajando por camino ancestral tropero hacia Lagunillas, propiedad de la comunidad Aymara de Cancosa.


Caravana cruzando la carretera que une el Salar de Huasco con Lirima, sector Pampa Lagunillas.

Maximiliano, Mario Mamani Ramos y su padre Mario Mamani tomando las decisiones de la mejor ruta para seguir el viaje de la caravana.

Caravana atravesando por las faldas del mallku Cunluntucsa.

Bajando desde Culuntucsa hacia Cerro Blanco para allĂ­ pernoctar la segunda noche.

Caravanero subiendo hacia apacheta Cuniri en el sector de Lagunillas.

Caravaneros finalizando el dĂ­a, ofrendando, agradeciendo y renovando energĂ­as en apacheta Este de Cuniri.

Mario Mamani, Antonio Mamani y Maximiliano Mamani en la apacheta Oeste del mallku Culuntucsa.

Mario Mamani padre prendiendo fuego a los matorrales para abrigar la larga noche y cobijo para nuestros cuerpos en Cerro Blanco.


Amaneciendo en Cerro Blanco luego de una larga noche a la intemperie.

Escasos alimentos para nuestra segunda noche por falta de caminos debido a las lluvias por donde no pudo llegar el camión y los viveres de la caravana a Cerro Blanco.

Aguayo con lo que pasamos la larga noche en Cerro Blanco.

Llegando a la pampa de Aguas Matías.

Vestigios de nuestras fogatas, único abrigo de una fría y larga noche en Cerro Blanco.

Muros de lo que fue la casa construida por Antonio y Juana Mamani en el valle de Cerro Blanco.

Mañana siguiente saliendo de Cerro Blanco, extenuados por la larga noche a la intemperie y sin viveres.

La caravana atravesando la quebrada de Pewquila.


La caravana subiendo hacia apacheta Pewquila.

Maximiliano, Gumercindo y Mario Mamani refrescándose en riachuelo ferroso.

La caravana saliendo desde la última apacheta con pié derecho hacia Mamiña.

Casi al final del viaje entrando a Mamiña por camino vehicular.

La caravana bajando por la quebrada de Aguas Matías.

Descanso y agradecimiento en la última apacheta del camino en Pewquila.

Camino tropero cruzando lomas para cambiar de quebradas.

Término de la caravana en sector Ipla, lugar donde en la década de los '60 se asentó la familia Mamani Mamani.



© Claudio Pérez © Mario Mamani Ramos © Espacio CasaNegra © Ediciones FINfest Proyecto financiado por FONDART Convocatoria 2019 Impreso en Ograma




Habla de tu aldea y le hablarás al mundo. Antón Chéjov

La riqueza de este libro sobrepasa el contenido de sus cuartillas, habita en el urgente desafío que nos plantea; el tiempo corre y las mas preciadas maravillas construidas por los dignos habitantes del sur andino corren el riesgo de desaparecer de la memoria social de las nuevas generaciones. Hoy más que nunca se hace necesario conservar las formas de vida de los abuelos y no solo sus relatos, también la manera en que magistralmente supieron conservar una relación armónica con el medio natural. Los caminantes de las ancestrales rutas que unen los Mallkus con los fértiles valles y el interminable mar llevaron consigo alimentos, información y una particular forma de intercambiar sus productos que da cuenta de un complejo y valioso sistema social de intercambio hoy en vías de extinción. Su caminar nos cuenta de un tiempo pretérito que sigue latiendo en los corazones de quienes anhelamos que la dignidad del pasado de los pueblos retorne a nuestro presente. Padrino Maximiliano Mamani, Tío Gumercindo, don Antonio y Mario, muchas gracias por persistir en la tarea de seguir existiendo en nuestros corazones y contarnos sobre la urgencia del buen vivir en comunidad. Bosco González Jiménez


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