Me Acuerdo De Las
Literaturas Locales Daniel Medina
M
e acuerdo de abandonar una preparatoria para ingresar a otra y estudiar música. Me acuerdo del solfeo, la armonía y el contrapunto. Me acuerdo de no seguirle el ritmo a la mayoría de aspirantes a la especialidad. Me acuerdo de mi primera lectura: un ejemplar polvoso de Como la noche incierta de Aramís Quintero y Luis Lorente. El libro estaba en una pequeña gaveta bajo llave en el segundo piso de la casa. Qué raro es decir “literatura cubana” y no pensar en Lezama o Carpentier. Me acuerdo de elegir, a último momento, la especialidad de Literatura. Me acuerdo de los exámenes de etimologías y el reto de un profesor que insistía en mi incapacidad para todo: me desafió a dominar el alfabeto griego en veinticuatro horas. Todavía presumo que lo sé. Me acuerdo de una clase de creación literaria donde el profesor escribió en la pizarra: amor taja dos
después dijo “¿qué es esto?”, a lo que respondimos “¿un poema?”, y corrigió “una genialidad”. Me acuerdo de escribir en un ejercicio para esa clase “el niño estaba alado”. Quise decir que el niño estaba “al lado”, pero me di cuenta tiempo después. Desde eso repudio las imágenes con pájaros. Me acuerdo de un concurso de poesía en el que obtuve el primer sitio. Me acuerdo de abrir mi primera cuenta bancaria para cobrar mi premio. Me costó un par de horas replicar mi firma en todos los documentos con exactitud. Me acuerdo del año siguiente en que un amigo que comparte mi nombre de pila obtuvo el mismo premio por un cuento. Me acuerdo de un ejercicio escolar que consistía en imitar poetas simbolistas. Tomé a Rimbaud y lo reescribí atrozmente. Me acuerdo de ganar un premio nacional de poesía joven con esa reescritura atroz. Me acuerdo de nunca ir por la placa de ese premio, porque mi interés estaba en el metálico. PUNTO CARDINAL 51