8 minute read

Piedra sobre piedra

Las estructuras del pasado utilizaban principalmente mamposterías y eventualmente algunos refuerzos metálicos y de hormigones de composición puzolánica cuando se trataba de algún elemento de proporciones extraordinarias.

En el caso de la Catedral es solamente mampostería de piedra sentada con mortero de cal y arena. Las piedras son de dos tipos: a) la llamada cantera que es una roca sedimentaria, obviamente de composición heterogénea, clasificada como toba riolítica que se ha recortado manualmente, y b) la conocida piedra de río, rodada y redondeada por la corriente, la cual es una riolita que se toma tal como aparece en la naturaleza, pues es muy dura para estarla cortando. Es del tipo de mampostería opus incertum, una fábrica de mampuestos irregulares, tomados con abundante mortero que se generalizó en tiempos de Roma y por ser económica se utilizaba frecuentemente en la construcción tanto de edificios públicos como en la arquitectura doméstica. Esta técnica aún podemos observarla en la ciudad de Chihuahua, por ejemplo en Palacio de Gobierno, la Penitenciaría del Estado y en muros exteriores de las casas del siglo XIX. Sus cualidades mecánicas son definitivas y comprobadas, pues resisten hasta movimientos tectónicos. En la Catedral la mampostería descrita se utilizó en la cimentación, los muros, los contrafuertes y en las bóvedas que cubren el edificio.

Advertisement

Complementariamente a la técnica opus incertum se aplica la técnica opus cuadratum en los cubos de las torres y la opus regulatum en los elementos estructurales aplicados como columnas, pilastras, jambas, dinteles y arcos, principalmente.

El subsuelo donde se desplanta el edificio está compuesto de materiales propios de un cauce fluvial. Se trata de piedra bola como el llamado matacán, el cual acomodado con arenas forma un conglomerado, si bien no es rígido en su conjunto, si es incomprensible, gracias a lo cual el edificio ha presentado una total estabilidad a lo largo de sus 300 años de vida en los que ha sido testigo de varios sismos ligeros. La profundidad de la cimentación, según estudios realizados por el doctor José Ortega hace 6 años con medios no invasivos como sondeos de resistividad eléctrica, indican una profundidad de entre seis y siete metros.

Respecto al sistema estructural, éste consiste en una armazón de arcos de medio punto, un sistema desarrollado también en la antigua Roma y que durante casi 2000 años fue la gran solución. Los arcos forman tanto el soporte de las bóvedas y de la cúpula como también ayudan a darle fortaleza a los muros. En los cubos de las torres se tiene una superposición de arcos ciegos que ayudan a soportar el gran peso que ronda las 1500 toneladas. A su vez las propias torres forman un enhuacalado de arcos. Es un arco por cada costado como se muestra en la Figura 1, son visibles por el interior del espacio. Las bóvedas son de cañón corrido con lunetos para la apertura de las ventanas y se construyeron de la misma mampostería que los muros.

Están estructuradas con arcos llamados torales que son los que van perpendiculares al eje longitudinal. A su vez los arcos formeros, paralelos al eje longitudinal, sostienen el peso de la bóveda y lo descargan en sus pilares. La nave lateral que es 6 m más baja que la nave central, actúa como un refuerzo de esta nave y sus arcos que son peraltados descargan de manera vertical, sin grandes esfuerzos laterales, hacia la cimentación.

Figura 2. La cúpula de media naranja se desplaza sobre un tambor robusto que se refuerza con contrafuertes en sus aristas para recibir los empujes verticales y laterales que ejerce el casquete y la linternilla. Cada contrafuerte dispone además de un pináculo de contrapeso adicional. Los gallones o molduras que bajan de la linternilla hacia el tambor no realizan ningún trabajo estructural. En este caso son un ornamento solamente.

Adicionalmente la bóveda de la nave central cuenta con arcos botareles que sirven de apoyo para darle una mayor estabilidad. Estos arcos botareles descargan su peso en los costados de los imafrontes laterales que constituyen grandes contrapesos.

La bóveda es más delgada en la parte superior que en los riñones. En la parte superior tiene 95 cm de espesor, es decir una vara y media y en los riñones tiene dos varas de espesor, o sea 1.20 m. Los pretiles también funcionan como contrapesos que ayudan a controlar los coceos laterales y a descargarlos de manera vertical a los arcos formeros. La bóveda de cañón tiene una longitud de 40 m por 11 de claro y su volumen de material es de 780 metros cúbicos, lo cual suma 760 toneladas de peso. Los arcos torales tienen una vara de ancho y una vara y media de peralte compuestos por 73 dovelas. La clave mide dos varas de alto por una vara de ancho por una vara y media de fondo. El salmer que se apoya en los capiteles de las columnas es igual que el resto de las dovelas. Los arcos formeros son iguales que los arcos torales solo que están 5.5 m más abajo para recibir a la bóveda.

Los pilares están conformados por la reunión de pilastras en donde descargan los arcos torales de la bóveda, los arcos torales de la bóveda de la nave lateral y los arcos formeros, es decir cada pilar recibe cuatro pilastras. Los capiteles y las bases de los pilares manifiestan con su forma el trabajo estructural que realizan, asimismo la clave de los arcos manifiesta expresivamente su función.

Un elemento de lo más destacable es la cúpula y esto era muy conocido en la época porque los maestros alarifes que construían cúpulas eran muy reconocidos y tenían gran demanda (en el estado de Chihuahua existen varias cúpulas además de ésta que referimos, por ejemplo en Santa Eulalia de Mérida, San José de Parral, San Francisco Javier de Satevó, el Santo Ángel custodio en Satevó, Batopilas y en el Nombre de Jesús de Carichí existe el tambor pero desconocemos si alguna vez tuvo bóveda). Joseph de la Cruz fue un maestro alarife que trabajó en Durango, en Sombrerete y parece que también en Zacatecas, él fue el artífice del prodigio de tener 560 t de piedra desplantadas a 20 m de altura y rematadas a 40 m de altura.

Se trata de una cúpula de media naranja que descansa en un tambor octagonal, el cual a su vez descansa en cuatro arcos torales: uno de la nave central, dos del crucero y el cuarto es el llamado arco del triunfo que enmarca el ábside del templo. Estos arcos en sus esquinas se resuelven con las pechinas para conformar la forma octagonal y de esta manera configurar el desplante del tambor. El tambor mide 8 m de altura y cuenta con unos pesados contrafuertes en cada una de sus ocho aristas. A su vez los contrafuertes tienen un pináculo que contribuye a la función de contrapeso estabilizador del coceo de la cúpula. La cúpula tiene un espesor estimado entre 40 y 60 cm. Está construida con mampuestos regulares que forman un cuidadoso tejido hemisférico que va formando cuidadosamente la curvatura de la cúpula. Ésta tiene un radio de 5.50 m por el intradós y de un poco más de 6 m por la cara del extradós. Se encuentra coronada por una linternilla que proporcionaba luz en su origen a la cúpula para que cumpliera mejor su expresividad de representar al cielo. La linternilla tiene una composición muy vertical para eliminar los esfuerzos laterales y apoyarse con mayor estabilidad en el desplante que tiene sobre la cúpula. Culmina a 40 m sobre el nivel de la calle.

Son los rellenos triangulares que funcionan a manera de ménsulas para descargar los esfuerzos del peso del tambor hacia los arcos en los que descansa.

Las torres o campanarios, fueron construidos 15 años después de que fue terminada la cúpula. De construirlos se encargó Bernardo del Carpio que en esa época también se hizo cargo de terminar el templo de Santa Eulalia. Bernardo del Carpio seguramente se basó en los planos que dejó Josep de la Cruz. Cada torre se trata de un elemento de tres cuerpos superpuestos formados por un arco en cada una de sus caras. Como se ve en la Fig. 4 se trata de arcos superpuestos uno sobre otro y que al recibir el recubrimiento que reviste el campanario cada arco se subdivide en dos vanos mediante un ajimez falso, es decir está solamente montado y no soporta nomás que su propio peso. La cubierta de los campanarios es una pequeña cúpula que a su vez tiene una linternilla que remata airosamente el conjunto.

Así podemos apreciar que el edificio de la Catedral es un muy claro ejemplo de la arquitectura del siglo XVIII en la Nueva España, que recoge la experiencia que trajeron los frailes a principios del siglo XVI cuando inició el proceso de evangelización del nuevo continente. La arquitectura religiosa fue la expresión más acabada de una sociedad rica y con un fervoroso deseo de ofrenda, no solamente económica sino también cultural, religiosa y de gran despliegue técnico. En esa época la ciudad de Chihuahua, entonces llamada San Felipe el Real, apenas completaba 10 000 habitantes en total, lo cual nos permite comparar la magnitud de la obra con lo pequeño del conglomerado humano. Mucho es lo que debemos agradecer a esos ancestros nuestros cuyo insuperable esfuerzo nos ha legado el más grande monumento histórico de estos territorios del septentrión.

Figura 5.- El conjunto del edificio es una suma compleja de arcos que son abiertos en el caso de los interiores y ciegos en el caso de los refuerzos de los muros. Todo esto funciona como un esqueleto en donde unas piezas se apoyan con otras para lograr que el gran rompecabezas, formado por miles y miles de piedras mantenga su estabilidad más allá de los morteros adherentes que sujetan una piedra contra la otra. La propia geometría particular de cada una de las piezas hace que embonen una contra la otra y se mantenga la estabilidad final.

Cabe recordar y hacer énfasis en que este edificio está adscrito al conjunto de los bienes nacionales y pertenece al pueblo mexicano en su conjunto, particularmente a los chihuahuenses, quienes de manera responsable debemos estar conscientes de su mantenimiento y conservación. En 2025 se cumplen 300 años de que se puso la primera piedra y muy pronto, en menos de que lo pensemos, serán 600 años, si nosotros en este momento cumplimos con la tarea que nos corresponde.

El pasado 8 de marzo se llevó a cabo el evento “Construyendo charlas y conectando legados” en las instalaciones de la Cámara para conmemorar el Día Internacional de la Mujer. Al evento asistieron afiliadas y las integrantes del Comité de Damas Voluntarias, así como el Ing. Julio César Mercado Rodríguez, Presidente de CMIC, quien dio la bienvenida a las asistentes.

El Ing. Mercado mencionó en su mensaje: “Esta Cámara reconoce la enorme contribución realizada por las mujeres día con día dentro de nuestro gremio, pues es sabido que aún y cuando por muchos años esta agrupación fue tradicionalmente integrada y dirigida por hombres, las mujeres supieron abrirse su lugar en la historia, siendo punta de lanza para realizar proyectos de gran relevancia, ocupar cargos destacados en la iniciativa pública y privada, así como obtener resultados dignos de admiración por sus beneficios sociales y económicos”.

Posteriormente inició el segmento de charlas en donde intervino primeramente la Lic. Amyne Barrera Abbud, Presidenta del Comité de Damas con el tema “La mujer en el voluntariado”, en su mensaje invitó a las mujeres que integran a la Cámara a unirse al voluntariado y hacer de la CMIC un organismo que no solo construya infraestructura, sino que también construya sonrisas.

Participaron después la Lic. Gloria Díaz Alderete con el tema “La participación activa de la mujer dentro la Cámara”; la Ing. Nidia Paola Antillón Bencomo con el tema “La mujer como funcionaria pública”; y la Arq. María Rosa Barrón Luján con el tema “La mujer en la obra pública”.

This article is from: