Carles Llop, urbanista Un urbanismo más ambientalista debe responder a un modelo de "ciudad mosaico territorial"
"El paisaje es el alma del mundo" Doctor arquitecto por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (ETSAB), Carles Llop es Profesor titular y Director del Departamento de Urbanismo y Ordenación del Territorio de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC), y director del Master en Desarrollo Urbano y Territorial y del Postgrado de Arquitectura y Urbanismo de Montaña, ambos de la Fundació UPC. También es miembro del comité científico del Centro Internacional de Paisajes Culturales de Ferrara (Italia). Entre sus proyectos, destaca el Plan de transformación del barrio de la mina de Barcelona, realizado con los arquitectos Sebastián Jornet y Joan Enric Pastor, con quien forma equipo para desarrollar planeamientos de ámbito territorial y urbanístico. Este proyecto recibió el Premio Nacional de Urbanismo 2006, otorgado por el Ministerio de la Vivienda. ¿Cuál ha sido la huella que han dejado en el paisaje los planeamientos desarrollistas sobre el territorio? Históricamente, el uso del territorio ha seguido siempre una tendencia expansiva. La ciudad, sin embargo, hasta el último tercio del siglo pasado ha presentado formas controladas. Ahora, la ciudad y el territorio están cambiando de una manera inexorable, y por ello, su interpretación, es decir, lo que percibimos como "paisaje urbano" o como "paisaje territorial", debe ser nueva. Hay que revisar el estado de la ciudad y el territorio para mejorarlos, procurando construir paisajes de calidad, aplicando el aforismo "el paisaje es el alma del mundo". ¿Cuál es el punto de partida? Los efectos de los límites difusos en el uso del territorio, el gran proceso de crecimiento demográfico y de urbanización extensiva, propio del siglo XX, han roto las lógicas territoriales históricas y han inaugurado un nuevo paradigma de ciudad extendida por el territorio, un territorio intercalado con la ciudad. Este fenómeno afecta a las grandes concentraciones metropolitanas, y también al tras país. Una forma urbis cada vez más grande y dilatada, que plantea un conflicto en la gestión de los equilibrios entre el territorio apoyo, o sea la matriz biofísica, y la ciudad. Se ha producido un "divorcio"? Pues sí. La ciudad se ha desentendido de la relación con su territorio, y esto ha generado una multiplicidad de formas heterogéneas, a menudo fragmentarias y mezcladas. Se ha perdido el vínculo, por otra parte tan necesario, imprescindible. Hoy la ciudad real es una gran nebulosa urbana, que sin embargo hay que saber comprender para poder actuar. En este contexto, no tiene sentido ni hacer una exaltación de la ciudad dejada al orden caótico de la flexibilidad de la
desregulación normativa, ni tampoco elogió la periferia como nuevo tipo de espacio moderno. Hay que observar cuidadosamente las formas de uso del territorio para identificar los problemas y buscar soluciones que optimicen el proyecto y la gestión de los territorios, identificando los efectos y proponiendo soluciones para su mejora ambiental, trabajando la articulación entre la ciudad y el territorio. ¿En qué debe consistir esta articulación? Los nuevos espacios y las nuevas formas de ciudad en la ordenación del territorio necesitan un nuevo escenario basado en la concertación ambiental entre la ciudad contemporánea y el territorio permanente. El nuevo paradigma para el proyecto de ciudad contemporánea debería establecerse sobre la concertación técnico-política y social, que en los últimos años hemos estado construyendo en la acción de gobierno territorial, en los planes urbanísticos y territoriales, y en las propuestas y manifiestos ciudadanos. Todas estas plataformas y agentes, mayoritariamente hablando en el caso de Cataluña -y, desgraciadamente, en este viaje no nos acompañan otras comunidades autónomas de la península- han permitido ir creando un conjunto de principios, sólidos conceptualmente y eficientes a la hora de ordenar , proyectar y gestionar esta fase de la ciudad que nos ha tocado vivir. ¿Cuáles son, estos principios? Frente a la dispersión, la concentración; frente a la baja densidad, el trabajo en base a nuevas densidades razonablemente más altas; frente a la fragmentación territorial, modelos más razonablemente compactos; frente a la hiperespecialización, la mixidad y la mezcla de usos; frente a la segregación social, el proyecto del espacio social como incentivador de la cohesión y de la solidaridad; frente a la megalopolització, la polarización reticular de los centros capitales ligados en red con las ciudades intermedias, haciendo bueno el principio de la teoría de redes, autonomía de las partes y complementariedad entre ellas. Sería un urbanismo con opciones más ambientalistas? Efectivamente, y más comprometido y concreto. Un urbanismo más ambientalista, lejos de la retórica conceptual, pasa por un proyecto territorial renovado que fomente la contención urbana, la articulación de los fragmentos urbanos, la adecuación de las distintas formas de ciudad en un nuevo sistema de organización, físico y funcional , que responda a un modelo de "ciudad mosaico territorial". Es decir, una estructura a la vez morfológica y ambiental, que favorezca la adaptación mutua ecológica y la co-evolución de los ecosistemas urbanos naturales en interacción, basada en un mosaico articulado de piezas urbanas y de la matriz biofísica del territorio equilibrada ambientalmente. ¿Cómo se puede conseguir? De entrada, definiendo y construyendo límites a las ciudades, creando fronteras bien delimitadas entre lo urbano y lo rural, y en la potenciación de los valores de proximidad entre las necesidades de las personas y los dispositivos urbanos que facilitan los servicios: trabajo, ocio , salud y cultura. Y hay que reutilizar, o sea, rehabilitar y reciclar los tejidos obsoletos o infrautilizados. Un urbanismo ambientalista debe preservar sine die los espacios de extrema calidad
ambiental, y favorecer la superposición de usos y los espacios mixtos, debe articular los bordes. Hay que proyectar y gestionar adecuadamente las zonas de transición urbanas, gestionar la riqueza en biodiversidad de las piezas de gran calidad que forman parte de los mosaicos existentes en los espacios territoriales de escala regional, y recuperar la calidad de los márgenes en los perímetros y los intersticios metropolitanos. ¿Qué uso tenemos que hacer del paisaje? El uso del paisaje debe ser una herramienta de mediación social para las transformaciones, ya que cuando proyectamos transformaciones territoriales nos damos cuenta que se abren nuevos paisajes. El proyecto de paisaje es una herramienta, una mediación cultural que facilita la visión crítica sobre el abuso del territorio y la definición de nuevos criterios de uso. Reciclar los territorios maltratados de las periferias metropolitanas supone generar una factoría de paisajes que, además de nuevas formas y espacios, permitirá que afloren nuevas actitudes éticas de los ciudadanos que los habitan. Todos queremos, de calidad de vida, y el paisaje donde vivimos es una pieza determinante para alcanzarla. Maria Rosa Salvadó
Destacados Un urbanismo más ambientalista debe responder a un modelo de "ciudad mosaico territorial" La ciudad se ha desentendido de la relación con su territorio, y esto ha generado una multiplicidad de formas heterogéneas, a menudo fragmentarias y mezcladas Reciclar los territorios maltratados de las periferias metropolitanas permite que afloren nuevas actitudes éticas de los ciudadanos que los habitan