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De Venecia a Normandía. José Genovés Badía - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - pág
De Venecia a Normandía, pasando por Florencia
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José Bienvenido Genovés Badía
El vuelo de Alitalia nos alejaba de aquel mal sueño difuso y áspero, cuya imagen agridul ce es un edificio vanguardista cercano al viejo cauce del Turia llamado IVO, donde cada día consigue abrirse paso una resistente esperan za que acaba por iluminarlo todo… el mañana existe. El aereopuerto de Venecia “Marco Polo” (guiño del destino en este peregrinar) nos reci be con un hermoso atardecer de octubre en este complicado 2014 que sorprendentemente nos fortalece y mejora. Entre brumas el “vaporet to” nos adentra a la ciudad mas bella del mundo navegando por el “Gran Canal”; con mirada de niño, descubrimos cada rincón, disfrutamos cada instante…la ciudad del amor nos predispone a saborear de cada detalle, de cada momento, de lo divino y de lo humano... aquellos malos sueños se disipan definitivamente con las luces del ma jestuoso puente de Rialto, lugar donde se ubica el hotel del mismo nombre que se convertirá en nuestro nido de estos días. Un magnífico sábado amanece en Venecia, la ciudad despierta y los co rredores camino de la Feria del Corredor comen zamos a identificarnos en medio de los turistas, me acuerdo de mis compañeros de aventura del Club Atletismo de Navajas. El dorsal y una cami seta de recuerdo dan paso a una sencilla y nutri tiva “mangiare di pasta” que saboreamos bajo un suave sol otoñal…buenos momentos y buenos sentimientos, limpios, sencillos, transparentes… ese es el camino a recorrer, la meta a alcanzar. Tras la característica noche intranquila, el día del maratón ha llegado. Nos traslada mos hasta la salida, ubicada a unos 35 kms de la ciudad... un atleta francés se sienta a mi lado y compartimos la ilusión, el reto y los nervios, esperanzados, ilusionados; el camino por de lante… comenzar… la meta es el camino. Con sincero afecto nos deseamos buen maratón y nos situamos cada uno en su ubicación. Una alegría mediterránea, en este caso italiana, salpicada de risas y buen ambiente nos acompaña en los mi nutos previos… observo y disfruto del momen to, del lugar, de la compañía, de mi mujer, de mi familia, de mi fe, de mis ganas de vivir… por megafonía confirman lo inminente del inicio. Se hace silencio y comienza a sonar el himno ita liano… impresionante escuchar a prácticamente todos los italianos cantando orgullosos su him no, algunos con la mano en el pecho, otros mi rando al cielo… una extraordinaria, ejemplar y vibrante forma de comenzar una prueba depor tiva. En medio de los gritos motivadores del animador y de una música activadora, suena el disparo de salida; una vez más ansiedad, deseo, alegría… rozo con las yemas de mis dedos el cielo. Un trote ligero va posicionándonos por un amplio canal que nos acompaña en los primeros kilómetros en medio de una rica zona rural, sal picada de villas y casas señoriales. Esta vez no llevo auriculares, aprovecho los sonidos con todo interés… mi respiración, las zancadas, los gritos de ánimo de los espectadores, las bromas entre corredores… un mapa sonoro característico que algún día, felizmente satisfecho, añoraré. Entre comentarios de ánimo que nos damos los pocos españoles que coincidimos, alcanzamos el km 21... mi crono marca 1.47 arrastrando excesivo esfuerzo para recuperar tiempo perdido por la aglomeración. Pasan los kilómetros y acabamos formando un grupo de 6 corredores (5 hombres
y 1 mujer) alternándonos en cabeza mantenien do un ritmo animado.. me emparejo y acompaso perfectamente con mi compañero belga. Atra vesamos pueblos que nos reciben festivos con grupos de música o grupos de jóvenes con trajes antiguos lanzando grandes banderas al aire… por momentos el esfuerzo resulta dulce; inmediata mente vuelve el trote serio y concentrado. Nues tro grupo se va deshaciendo, doy ánimo a mi compañero belga y mantengo el ritmo al alcanzar el 35. Una larga subida en Parco di San Giulia no endurece la carrera, finalmente otra subida ya en el km.37 acceso a la ciudad por zona portua ria aumenta la complicación que se incrementa con los continuos puentes sobre los canales , au ténticos “rompepiernas”, todo un matiz a tener en cuenta… las dificultades no impedían que, rodeado de tanta belleza, ráfagas de emoción me empujaran con animosas zanca das hacia adelante recreándome en el lugar y el momento. Por la “fodamenta” del canal marítimo pegados al amplio canal navega ble, corríamos salpicados conti nuamente por el agua agitada del canal dando una exclusividad sin comparación a esta carrera. Continuamos bordeando por San Basilio, Accademia di Belle Arti, hasta Punta Della Dogana … lugar donde los pontoneros del ejército italiano habían insta lado un puente por el que, agi tados por la corriente, pudimos atravesar de forma privilegiada un espectacular Gran Canal, cuya vista desde ese lugar muy po cos han disfrutado, alcanzando en la orilla opues ta la zona ajardinada que nos acercaba rápida mente a la Piazza San Marco. De pronto las altas columnas de San Marco y San Teodoro se levan taban luminosas ante mi y allí: el Campanile, la majestuosa plaza, la imponente Basílica, el Pala zzo Ducale y mi mujer que me gritaba y me ani maba y me regalaba… emocionadas carcajadas confirmaron una alegría pura y limpia que hin chó mi corazón… ¿cómo no estar agradecido al cielo?. Roto y extenuado, pero volando en todos los sentidos, dejo atrás el recorrido por la Piazza San Marco donde se ubica el km.41. Pasado ese momento especial trato de no parar; pago el es fuerzo y siento dolor, no puedo aguantar mucho más. Corro por la orilla del Gran Canal y aún supero 5 puentes más, incluido el de Los Suspi ros. Agotado y exhausto logro levantar la mirada y maravillarme de nuevo… todo a mi alrededor es hermoso…el último puente me sitúa a escasos metros de meta. Agotado pero feliz consigo lle gar… el crono (3 h.38 minutos) es lo de menos; disfruto del esfuerzo, de la satisfacción, disfruto de Venecia y de la vida… el maratón permite ver y sentir claro. Líquido y descanso me permiten ir superando el mareo y bajón físico, al volver a la Piazza San Marco me reencuentro con mi chica, todo se me pasa, inolvidable la Coca Cola que to mamos sentados junto a la Basílica… los peque ños detalles nunca son pequeños. Las jornadas siguientes paseando y descubriendo la ciudad más bella del mundo (una ruta muy especial en Góndola al anochecer, la puesta de sol desde el Puente Rialto, un concierto en el Palacio de la Ope ra “la Fenice”, la ciudad fuera de rutas turísticas, los palacios y mu seos, los mercadillos y trattorías, el cementerio y Murano…), las comencé corriendo al amanecer mientras todos dormían, sin tu ristas y con apenas venecianos… disfrutar de la exclusividad de Ve necia a esas horas fue otro guiño imprevisto del destino que difícil mente podré olvidar… momentos de serena alegría en los que valorar y agradecer. Volveré, algún día volveré. Tras meses compartiendo carreras y sali das con el resto de compañeros del Club Atletis mo de Navajas, decidí superar ásperas semanas de desánimo y comencé acariciar un posible ma ratón con el recuerdo de Venecia en Italia A pesar del corto plazo hasta su celebración me animo a pensar en la otra ciudad más bella del mundo: Florencia.... una vez más corro con el sueño de sentir y descubrir de igual forma esta extraordi naria ciudad museo. La preparación por caminos y carreteras se convierte en algo tan rico como la misma carrera. Las escasas semanas y los ki lómetros fueron pasando y pronto me sorprendí de nuevo en el aeropuerto de Valencia dirección
Florencia. Un fuerte viento obligó a desviar el vuelo a Pisa, cuestión que acabó retrasando unos días la llegada de mi maleta al hotel imposibili tando participar con la equipación del Club Atle tismo Navajas y con las zapatillas habituales… no es un asunto menor y me preocupa. Caminar por las ajetreadas calles de este auténtico museo abierto llamado Florencia, supone tal alimento para el espíritu que se convierte en una auténtica inyección de vida ante la que difícilmente puedes abstraerte. La fría mañana del domingo, día 29 de noviembre de 2015, me encontró caminando por la orilla del río Arno dirección a la salida del Maratón. El amanecer, la sucesión de puentes, la vieja y hermosa ciudad me maravillaban in suflándome ánimo para resistir y disfrutar. Se da la salida y comenzamos esta aventura de 42.195 metros… Italia vive y vibra... una gran anima ción entre la que también desta ca un nutrido grupo de Bocairent con la bandera de España, gritan do y motivando… buena gente de todos lados, en todos lados. Por primera vez corro estrenan do zapatillas por el incidente con la maleta. Se confirma mi temor y en el km.12 comienzo a sentir problemas con el nuevo calzado, a pesar de todo disfruto de la ver de y frondosa zona de la hípica y de cada kilómetro por la ciudad. Me acompaña la música que mi hijo Hernán me grabó en el mp3 y con ella revolotean por mi ca beza mi mujer, mi familia, mis amigos y com pañeros con quien comparto felizmente los días; doy gracias por ellos, por correr, por Florencia… por vivir. El escaso entrenamiento y la diferen te amortiguación hacen mella en mis piernas y noto complicaciones en cada zancada. Atravieso el medio maratón en 1:50 consciente de las difi cultades que van a llegar. Kilómetro 25, sigue el tiempo fresco y nublado. Decido planificarme cortos de 5 kms. y parar a beber en el 30 y 35. No dejo de recrearme en el espectáculo de públi co y ciudad que se nos regala a los corredores en una Florencia repleta de turistas que nos ceden el protagonismo en los más bellos lugares y rinco nes… el Duomo, Uficci, Ponte Vecchio, L’acade mia… eufórico por la experiencia, la dureza de las circunstancias deportivas queda arrinconada emocionalmente permitiéndome avanzar hacia el 40 animado y animando. Los dos últimos kms. se hacen largos… mis cuadriceps definitivamen te castigados no responden adecuadamente, pero lo cercano de la meta me anima agradeciendo estar allí. En el tramo final nos adentramos por la ciudad en un pasillo humano de florentinos y turistas que nos llevan en volandas… de pronto: una plaza, un arco y una alfombra roja…¡estoy en meta! ¡¡¡lo tengo!!!... una amplia sonrisa y una intensa y limpia sensación de felicidad sin comparación me desbordan… victorioso cierro el puño… no es bueno el crono (3:53), tampo co importante; desfondado y roto camino ma reado por el pasillo hacia la zona de corredores; de pronto tres maravillosas coincidencias que jamás olvidaré: suena una música maravillosa, una especie de aria a la vez que una joven oriental sonriente me ayuda y arropa colocándome una manta térmica a mi espalda en el único lugar donde calentaba un poco el sol… no pude soportar lo; aquel momento después del dolor físico y del dolor emocional de todos aquellos kilómetros, de todos aquellos meses, me atrave só el alma estrujando mi corazón hasta tenerme que sujetar en una valla donde desgarrada, rabiosa y profundamente lloré… mis hijos, mi mujer, mi madre y mi familia, mis amigos y compañeros… lo justo y lo injusto… lo bueno, lo bello y lo verda dero… la vida. Al salir de aquella zona abarro tada me giré y miré todo a mi alrededor… y lo grabé en mi memoria para siempre; supe que era la piazza Santa Cruce, y recordé en ese mismo lugar al poeta francés Stendhal y su incidente en la basílica de la Santa Cruce que tenía ante mí… sonreí. Recuperado tras el baño relajante acompa ñado del réquiem de Cherubini, traté de plani ficar el regalo que tenía ante mí con Florencia, La Toscana y Asís bajo mis pies. Paseando y re creándome “a fuego lento” hice mía la ciudad. Combinando autobuses y trenes, descubrí aquel recuerdo del Edén llamado La Toscana…Volte rra, San Giminiano y especialmente Siena… su -
blime: la Piazza di Campo (Palio), arquitectura medieval y el templo mas bello del planeta, Il Duomo. Como colofón, el gozo y la alegría de Asís, donde pude sentir más cerca lo que aquel joven revolucionario llamado Francesco originó desde la más legítima y osada renuncia y desde el más puro amor. Con el libro entre las manos “El hermano de Asís” de Ignacio Larrañaga, sosega damente sentado en un banco de madera de Asís comprendí a aquel valiente Francesco al que con los años todo el mundo conoció como San Fran cisco; su labor y su elección… aquel joven loco de amor que fue investido de paz, nacida, sin duda, de las profundidades de la libertad interior. En el vuelo de regreso hacia Valencia, apoyada la frente en la ventanilla observando la puesta de sol en el mar de nubes… “hermano sol que alum bra y abre el día, bello en su esplendor…”. Con la llegada del 2016 llegó mi 50 cum pleaños, buen momento para detenerse un mo mento y mirar atrás… para después mirar hacia delante. Tras muchos años dedicado al Club de Atletismo de Navajas había llegado el momen to de pasar el testigo y continuar mi camino sin él. En este nuevo año, esta nueva oportunidad, me descubrí acariciando como regalo el Mara thon de la Baie de Mont Saint Michel que pronto puse en marcha. Tras una preparación en la que coincidió un apasionante largo de 32 kms. por la Ribera Navarra, junto al Monasterio Cistercien se de La Oliva; el viernes 28 de mayo volamos hacia Francia-Nantes donde alquilamos el coche con el que viajamos para recoger el dorsal hasta Saint Maló, más que atractiva ciudad costera y amurallada en la que dormimos el sábado para estar en la salida del maratón al día siguiente desde Cancale. Mañana húmeda y nublada; mi bandera de España en la parte superior trasera de mi camiseta, permite intercambiar saludos con algún otro atleta español. Entre chubasqueros y un animado ambiente, nos dan la salida desde la playa llena de gaviotas, iniciando una larga su bida junto a suaves acantilados por estrecha y frondosa carretera junto al mar. Los kilómetros pasan, corro a 5 minutos por kilómetro como lo hice en el Medio Maratón de Alcacer hace dos semanas (1 hora, 44 min.). Este buen ritmo no me impide aprovechar el maravilloso entorno natural, aderezado de un tiempo gris que lo au tentifica, salpicado ocasionalmente de restos de desgarradoras historias bélicas que se produjeron en aquella costa en 1944 con la II Guerra Mun dial. Sintiendo las zancadas y disfrutando del animado público francés y de todo lo que mi vis ta alcanza, llego al km.21 en 1:45 y siempre cer ca, alguna gaviota. La deshidratación y la pelea; bebo y mantengo el esfuerzo; en el 30 comienzo a reconocer que el trabajo de preparación no ha sido suficiente y la aspiración excesiva; no voy a poder mantener el ritmo… finalmente en el 33 rompo, paro y camino; desorientado y desalen tado acepto pero no me rindo. Con dolor y des fondado avanzo a tirones esperando recuperarme poco a poco. Mi destino a la vista, Mont Saint Michel, y la espera de mi mujer en la meta me insufla fuerza. Agradezco estar allí, agradezco la vida, agradezco todo…corro y paro y vuelvo a correr… una gaviota me acompaña a pocos me tros, la miro y sonrío. Los minutos y kilóme tros han ido cayendo y veo el arco de meta, de pronto mi mujer gritando alegre y emocionada consigue abstraerme de mis complicaciones de forma que alcanzo la meta feliz, emocionada y rápidamente. ¡Si!...Mont Saint Michel ya es una realidad, lo tengo aquí, bajo mis pies... volando. Un baño, una cena y un paseo descubriendo esta imponente abadía fortaleza dan paso a unos días en los que descubrimos Normandía, una tierra que va mucho más allá de la carga histórica que contiene por el desembarco en junio de 1944 (re sulta desesperanzador conocer los detalles de la barbarie humana capaz de lo mejor y de lo peor y abominable… no sé si Dios nos necesita, pero sin duda nosotros lo necesitamos a El); además castillos, ganadería y paisaje, abadías, gentes y gastronomía, y sin duda, descubrir Liseux y el admirable legado dejado por Teresita Martín, te soro tan bello como necesario. Preparar y correr un maratón puede suponer un mejora del cuer po… y del alma. A punto de partir hacia París para coger nuestro vuelo de regreso en una ma ñana lluviosa, al comprar una botella de agua en una tienda junto al Sena en Rouen, una pequeña gaviota de madera cae a mis pies desde una es tantería… la miro y sonrío.
”Más que nada en este mundo, Juan Salvador Gaviota amaba volar”