#03
#20 Fieramente humano Probaron la manzana y los expulsó del paraíso. Desde que los creó los había visitado a diario, había disfrutado de su compañía, de sus ojos abiertos a la sorpresa y al goce del mundo que había hecho para ellos, de la hermosura de sus cuerpos y de su alegría. Pero poco a poco se había ido dando cuenta de que a veces no era bien recibido, de que interrumpía su intimidad, de que ya no corrían a su encuentro con la impaciencia de las primeras veces. Empezó a pensar que había cometido un error dándole a Adán una compañera. ¿Por qué él, que había tenido el poder de crear el amor, no lo tenía para dotarse a sí mismo de un ser que lo mirase de igual a igual, que lo retara como Eva retaba a Adán y que se le enfrentara como Adán se enfrentaba a Eva? Inútilmente buscaba una costilla en su no-cuerpo. Entonces inventó la historia del árbol y del fruto prohibido: Una forma de despertar su interés, de volver a ser el centro de sus preocupaciones. Nunca imaginó que aquellas frágiles criaturas, salidas de sus manos, fuesen capaces de desafiarlo. Ya no hay vuelta atrás. Los ve marchar, cogidos de la mano, desheredados pero juntos, y llora su soledad escondiendo, ahora sí, la cabeza entre los brazos.
#11
#07
#05 a dios de pequeña, recuerdo haberme hecho una pregunta de esas que llaman fundamentales. creo que la duda me asaltó en el camino de la escuela a casa, cuando caminaba un par de kilómetros para ir a comer al mediodía. pasaba por unos descampados que ahora son un hospital, y por enfrente de la embajada china que ahora es un hotel, y por calles de barrio de esas de negocios familiares, con muchos bares y semáforos y caras conocidas. yo caminaba sola y miraba a mi alrededor, pero a la vez iba hablando conmigo misma. y tengo la imagen de pasar junto al muro gris ese que tenía unas ventanas con reja (enfrente del taller de reparación de autos) y preguntarme ¿por qué yo soy yo? sé que tenía alguna respuesta, pero ya no la recuerdo.
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a John
Temo a la oscuridad pero quiero seguir soñando ¿cómo puedo medir mi dolor? El sol nunca desaparecerá pero puede que al mundo no le queden muchos años de vida.
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#01
Digo que no te vuelvo a suplicar
(asĂ, en loop)
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#21
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#23 libra
Puesto que un platillo soporta el peso de la consciencia humana, toma la balanza estelar y sobre el otro asienta a la Tierra. Su Indolencia preferirĂa que lo escrito en el Libro de las Revelaciones se postergue indefinidamente. PreferirĂa no actuar, por eso anhela contra toda lĂłgica ver los platillos en equilibrio.
#09
#15
el milagro
Tu respiración acompasada hinchaba tu pecho, generoso, mientras tu boca entreabierta permanecía oculta por el sombrero verde; aparecías ante mí voluptuosa, carnal en tu violácea piel bajo la sombrilla que compramos juntos cuando por tu boca aún se paseaban te quieros. Las piernas al sol, sobre la toalla del hotel que robaste en nuestra luna de miel. La arena dorada daba cobijo a la pala y el cubo del hijo que nunca quisiste tener, y al cesto malva del que no te separabas desde que los rayos solares anunciaban la llegada del estío. Y yo, minúsculo cangrejo, anonadado ante cuerpo te contemplaba como a una obra de arte. Entonces desperté, empapado en el sudor del sueño del verano en que me abandonaste. Allí, bajo el grueso edredón que desde que te fuiste comparte mi cama y mi soledad, mis miedos y mis tristezas. Dios volvió a ser testigo de lo difícil que me resulta dejar de amarte. Pero no hizo nada, exactamente igual que en cada uno de los mil setecientos veintiséis días que llevo intentando olvidarte.
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#04
dios llevas el rosario de tu abuelita, un crucifijo de oro y una cadena de oro, una perla por cada Ave María, una esmeralda por cada Padre Nuestro, y tienes también la Biblia de tu abuelita, llevas el rosario entre las tetas y la Biblia duerme en un cajón en la mesita de noche, nunca lees la Biblia pero recuerdas siempre las palabras del Santo: los pecados son bendiciones porque nos enseñan la vergüenza— cada pecado es un paso en el camino a la salvación, cada cama es el cielo o el infierno o los dos, porque el dios ama a los pecadores y salvará a todos, a veces piensas en dios, ves una nube de fuego, el relámpago que rompe el cielo, el mar al atardecer, nunca piensas en las Diosas, pero las Diosas siempre van contigo, mano a mano, las Diosas terribles de la tierra y de la noche…
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#14
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“¡Corre, Lina, corre!” Dijo a su espalda, empujando suavemente sus hombros. ¿Pero correr dónde? ¿A dónde no correr a esconderse? Por mucho que lo hiciera daba igual. Nunca correría suficiente. No llegaría al límite que él esperaba. Sin embargo corría: hasta que el corazón le salía por la garganta azul, morada como una uña descarnada. Podía seguir corriendo hasta la farola que la esperaba calle arriba o hasta el final de la calle, el puesto de helados al lado del parque, el supermercado donde el tendero se había acostumbrado a su cara redonda o hacia el dentista donde la distraía una enfermera mientras los adultos hablaban de cosas que ella aún no entendía. “¡Corre Lina, corre!” ¿Y si no quería correr? ¿Y si decidía librarse de aquella orden, de ese reflejo de libertad amaestrada? “Corre, traga todo el viento”. Un día sintió el estómago lleno de aire. Algo parecido al sentido común le dijo que aquello no era normal, que el lugar lógico del aire son los pulmones. Y lo supo, supo que iba a ser culpable de un crimen horrible. No importaba. No era verdad lo que él decía. Tenía que romper aquello a patadas: empezó por romper el uniforme de la escuela, siguió con los pantalones de chico que él le compraba y continuó con los libros que él esperaba que estudiara. Era como haber estado diez siglos dormida. Ahora sus miembros eran de goma. Un tropezón aquí. Otro allí. Él no tenía razón. No era Dios. Ella supo que se había confundido, que había aceptado esa idea como quien acepta patatas hervidas por cena todas las noches. No iba a pasar nada malo. No se iba a matar. No, aún no. Sólo iba a empezar a correr. “¡Corre Lina, corre!”.
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#02 — En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo… Aquellas palabras abrieron hueco en el dolor y logré abrir los ojos. Ante mí, el Inquisidor armado con la Biblia y justo detrás de él el párroco de mi pueblo, mi chivato, pálido y aterrado. —Yo os maldigo, a vosotros y a vuestro Dios, amante del dolor y de la sangre.… El Inquisidor hizo un gesto hacia alguien que había detrás de mí y sentí como algunos huesos más se me resquebrajaban; justo lo que buscaba: un final más rápido. Sonreí. “Es un demonio”, supongo que pensaron.
endemoniados
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#06 Sábado. 2:30pm. Quedamos para ir al mercado a reciclar. Dentro la gente recoge aprisa. Bromean entre ellos. Llegó el fin de semana. Un viejo empuja un carretón de basura vegetal. Mi amiga pregunta aquí y allá. Algunos tienen y otros no. Llegas tarde, le dicen. En la parada del carnicero hay puesta una pantalla con videoclips y suena la música. Éxitos de la MTV. Es un tipo alegre. Pa mí todos los días son buenos, se ríe. Y esa frase me impacta. Si de verdad lo cree, se trata de un hombre afortunado. La chica de los productos biológicos nos da unas remolachas y unos boniatos arrugados. También yogures de cabra y kéfir, que caducan hoy. Salimos con el carro y la mochila cargados. Vamos a casa arrastrando la bicicleta. Parece que Laura y las demás estuvieron haciendo una timba de póquer hasta las 8 y ahora todavía duermen. Mi amiga y yo nos repartimos las cosas. Esto pa ti y esto pa mí. Antes de irme me enseña una planta que recogió de la basura. Dice que no puede dejar morir un esqueje. Es un tesoro, asegura, es vida.
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Pregunté si aún estaba allí. Dijo que pasara. Está lloviendo nuevamente, avisé. Tranquilo, es normal, la monotonía. Sus libros desparramados. Leía uno cuyo título no conocía. Todavía no se ha escrito. Lo desconocéis. Enfático, categórico, señaló Una mosca aplastada En el otro lado de la ventana. Como escupir a un espejo, recordé. Tomé su libro y salí. Una especie de poeta. Despreocupado y feliz. Dispuesto a luchar hasta el final.
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Cuando mirĂŠ arriba estaba hech y si puedo decir su nombre hay a
ho de palabras, algo que no me encaja.
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