PSEUDテ誰IMS N.48
DESFASE
disseny: Lucius Scherman | foto portada: Who is Cora?
EDITORIAL Me reconforta la humedad en la pared de la cueva Nos descubro gloriosos bajo la luz del neón El retumbar de los bajos nos devuelve la vida Mi sangre es droga, me embriaga tu sudor. Somos los dioses de esta noche mitológica, congelados por siempre en estroboscópica visión.
EN AQUEST N ú m ero Úrsula Iguarán editorial | Poison iVy #01 | Bolibar #04 Madreselva #02 - #09 | Holly Haller #03 | daisies #08 mourning mothers #05 | Kinga Pola #06 - #07 Marc Seoane #10 - #28 - #29 | Utha #11 - #12 - #13 Lola Calamidades #14 | Francesca Tortellini #15 Eneko #16 | Ópalonegro #17 | patrician #18 La Mosca #19 | X-Ray #20 | rasabu #21 | Perth #22 Ramon Mercader #23 | viuda de perromierda #24 Martin Lovekosi #25 - #26 - #27 - #38 - #39 Who is Cora? #30 - #31 | Eu #32 - #33 - #34 - #35 Hola|Bonjour #36 - #37 | Fray Kinky #40 - #41
PSEUDテ誰IMS N.48
DESFASE
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D E S F A S E
#03
Una cierta sensación de mareo, de perder el equilibrio y entretener la mente con cuestiones físicas. Desde el interior de las venas las pulsaciones se aceleran, un estremecimiento convulso toma el control, nada importa. Es un segundo, o una fracción, diminuta, insignificante, como cuando lentamente el aire llena los pulmones, un instante en el que uno siente el poder sobre la máquina. El sudor va rellenando las huellas, cada surco transitado, sinuoso, ingobernable, hasta agotar la piel. La mente, ajena, como desorientada, ¿Retorna? Nunca se fue, domina, dirige mi cadera, contorsiona mi tronco, sacude mi cabeza, agita mis extremidades, pierde su forma, materia abstracta con la que moldear la locura. ¿Y los ojos? Ya no ven, observan la nada desde el abismo, errantes en esa oscuridad o claridad extrema, en esa fracción de tiempo. Nunca se vuelve en sí del todo, algo se va quedando allí, en esa tierra yerma donde el yo continua perdido hasta que tropieza con tu mirada y todo comienza de nuevo.
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#12
#2
20
El secreto de toda ruptura está en un sólido desfase. ¿Me estás escuchando? ¡Mírame cuando te hablo!
#37
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A CONTRACORRIENTE
Siempre me gustó nadar a contracorriente. Mi pie iba habitualmente cambiado, en el colegio primero y en el trabajo después. Por eso visité varios centros de enseñanza y múltiples empresas de todo tipo. Toda mi vida he intentado sincronizar mi forma de ver las cosas con la de los demás pero, con demasiada frecuencia, me ha resultado imposible. Fue como empeñarse en encajar la pieza inadecuada en un puzle. No quise casarme ni tener hijos porque preferí la independencia y la libertad. Pero toda elección tiene un precio y yo he pagado el mío. Tomar todas las decisiones en soledad, afrontar los problemas sin ninguna ayuda, no poder compartir con nadie las cosas buenas y aprender a transitar por la vida sólo conmigo. Ha sido duro, pero así decidí vivir. Desde la ventana de mi habitación, dejo de mirar atrás y levanto la cabeza para que mis cansados ojos vuelen sobre el descuidado jardín, salten la verja oxidada y se pierdan por los campos verdes hasta las lejanas colinas. Ayer me escapé en un despiste de las cuidadoras, pero me cazaron cuando trataba de colarme entre los barrotes de la verja. Adelgazaré y volveré a intentarlo, sólo para recordar cómo era la libertad.
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#04
D esfase I I : c o n t e n c i 贸 n
#29
La vi贸 pasar. Fingi贸 no verla pero s贸lo pens贸 en una cosa.
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#19
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Venganza Despechado ante la indiferencia de ella, el domador ordena a sus leones que ataquen. La maga, con sumo placer, hace de cada fiera un amante.
#35
vives en un mundo muy desigual la mano derecha no es igual a la izquierda el pezón izquierdo no es igual al derecho los ojos no van por el mismo camino por eso siempre ves doble como reptil los labios quieren besar y los dientes quieren morder las piernas quieren follar y las uñas quieren matar el alma quiere al Dios y el corazón quiere al Diablo por eso descansas en un umbral no puedes caminar enciendes un cigarrillo la llama del fósforo no es igual a las luciérnagas de tu niñez tu niñez del Norte muy desigual a este Sur por eso no puedes hablar porque la lengua es desigual a la boca por eso no puedes pensar porque el cerebro es desigual a la calavera tienes también desfases eléctricos a veces de repente la electricidad no fluye y a veces la electricidad fluye demasiado fuertemente a veces de repente te duermes en los pies te duermes caminando te duermes follando a veces de repente vuelas bailas en el techo vuelas a la luna caminando vuelas a la luna follando siempre en la cama todo es muy desigual el hombre es más grande el hombre es más fuerte eres más lista eres más sexual siempre puedes huir puedes dormirte puedes volar puedes vivir en un sueño muy desigual
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#08
#07
#01
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Espíritu analógico El fantasma apareció ante la audiencia. Ningún televisor consiguió sintonizarlo.
#39
#21
#16
#17
Neumáticos agolpados en la fachada de la gasolinera. Marcas de ruedas en la carretera y olor a caucho quemado. Bajo el sol todopoderoso vibra infinito el río de asfalto. Enciendo la radio y dejo que un blues empape mi alma de melancolía. Las noticias nunca traen nada bueno. El horizonte ha comenzado su andadura naranja y una ligera brisa acaricia mi brazo. A lo lejos, una copa de neón intermitente anuncia mi descanso. Un bar de carretera: óxido en el lavabo y pintadas obscenas en la puerta del baño. Engullo cualquier cosa rápida y grasienta en la barra, y siento el peso del sueño en los párpados. Te llamo por teléfono. Pronto estaremos juntos y nos diremos todo lo que callamos.
#24
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#32
Oda a mi despertador Te declaro culpable por perjuicio Ladrón de quimeras humanas Verdugo de los desenlaces de mis sueños Arrogante y endémica pretensión la tuya Reflejo del tiempo finito Guillotina del infinito Me insultas con tu histriónica voz, Ser monosilábico, monotemático, No seas tan puntual, tan fiel, tan dedicado, tan perro. ¿Por qué no llegas cuando intento escapar y no puedo? ¿Por qué no interrumpes llantos nocturnos? ¿Por qué no decapitas mis pesadillas? No importa, hoy te vencí, te arrebaté el trono Aprendí a adelantarme, Te burlé, horca diaria Ya no eres el asesino de mis fantasías, Ya no controlas mis finales matutinos Te hundieron, amigo Desafié tu poder Reté tu sino Y te callé antes de que hablaras ¡Ahora soy yo quien despierta! Objeto olvidado en un cajón La pila se te está comiendo Podrida, pegajosa, antigua Cosa arrinconada sin valor Ya no me gritas cada mañana Ya no cantas ni jodes ni nada Obsoleto despertador Recuerda que, aún así, todavía te quiero.
#27
#30
#10
#34
#14
En este error, en este inconsciente movimiento de cámara, se capturan diferentes instantes que se fijan en una imagen única. La luz, como seña del tiempo pasado, logra impregnar de múltiples pasados una imagen presente, una fotografía en la que se evidencia el desfase de lo que se ve y de los diferentes momentos perdidos en el devenir temporal en una calurosa noche en la Plaza de San Marcos. El tiempo, esa entidad imaginaria y difícil de concebir más allá del segundero del reloj, se plasma en el transcurso de la luz, en los trazos dubitativos de esas líneas luminosas que deforman el recuerdo y que distorsionan la realidad. Así como mis recuerdos se hacen borrosos con las múltiples capas de sensaciones, las múltiples capas de luz se aglutinan en una fotografía para evidenciar el paso del tiempo y difuminar de las imágenes y los recuerdos, esencias que sólo permanecen como ideas de lo que fue y de lo que ya no puede ser; marcas que se desvanecen en una evocación melancólica por lo que no se pudo aprehender y que sólo el anhelo puede traer de vuelta. Lo que vemos es pasado, tan sólo es el reflejo de una luz que nos llega fracciones de segundo después, generando colores y formas, creando una imagen.
#15
#02
VOLVER
Senderos de mi infancia. Domésticos lugares, amorosos olores y sonidos perdidos en un tiempo interminable. Quise volver a sentirlos y, una mañana luminosa, eché a andar. Primero mi viejo colegio, me dije, porque allí empezaron mis recuerdos más nítidos del mundo. Mientras caminaba, iba evocando el severo porte, vasto y gris, de sus fachadas que, desde la alta calle, se asomaban a la Plaza de Oriente y al Palacio. ¡Cuántas veces había cruzado aquella hermosa plaza, pisando nieve y llevando a mi hermano de la mano! Al terminar la cuesta y mirar a mi derecha, busqué inútilmente el imponente edificio, pero ya no estaba allí. Lo habían demolido para plantar en su lugar un enorme cubo de oscuros cristales sobre cuya puerta se leía una frase en latín, escrita con grandes letras de metal: “Nulla etica sine estetica”. Sonreí con tristeza y, dando media vuelta, me alejé calle abajo. Por la tarde, decidí recorrer mi viejo barrio, con sus estrechas calles de fantásticos nombres: Del Reloj, del Río, de la Bola, a las que tantas veces me había mandado mi madre a hacer recados. Seguían en su sitio, pero apenas las reconocí. Habían desaparecido los Ultramarinos León, la carbonería, la lechería y la bodega, el café Ulpiano, la mercería y la tienda de barras de hielo que transportábamos en cubos hasta casa. Comprendí, entonces, que todo aquel pequeño y familiar mundo ya sólo viviría en mi memoria, como los viejos afiladores y los soldadores de loza. Ya de noche, antes de irme a dormir, me detuve a pensar en aquel tiempo interminable de mi niñez, que no pasaba nunca y que me mantenía, como detenida, en unos años eternos lejos del mundo de los mayores. Ellos no tenían que pedir permiso para nada, iban de acá para allá, tenían su propio dinero y eran libres. O eso creía yo a los siete años, cuando las chicas de catorce eran lo más y a mí me quedaban universos de tiempo para alcanzarlas. Por eso hoy, con casi sesenta, sonrío mientras escribo esto porque, ahora, sé muy bien que el esquivo tiempo no es interminable, como pensaba de niña, y observo cómo aquellas lentas agujas del reloj parecen girar cada día más deprisa.
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Sonrió de forma socarrona, como un gato a punto de zamparse un canario, y se dispuso a evocar en público una sobremesa de otro tiempo. — Estábamos comiendo en tu casa, íbamos por los cafés. Una amiga había hecho una tarta de chocolate que estaba muy buena, casi no quedaba ya nada de ella. Todo el mundo charlaba. Yo te estaba contando cualquier bobada que ya ni recuerdo. Tú asentías y sonreías y yo, claro, estaba encantado. Pero lo mejor fue cuando en un instante, sin dejar de mirarme, rebañaste los restos de la tarta con el dedo mientras seguías asintiendo a lo que yo acababa de decir. ¡Me encantó ese gesto! Me quedé un poco parado pero… — No usé el dedo- le interrumpió ella.
D esfase I : m e m o r i a
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