co ro n ac i 贸n
50 pseud貌nims
editorial
disseny: Lucius Scherman foto portada: Hola|Bonjour
Puedes coronarte un fin de semana, en una cama o en una pista de baile. Al final del mes de mayo, en los colegios de monjas, ponen coronas de claveles a los pies de las vírgenes de piedra. También un peón se corona cuando recorre todo el tablero hasta el final, cuando consigue (y es muy difícil) llegar hasta la última casilla sin morir en el intento. En ese instante se convierte en otra cosa, con otros atributos. Como hizo Napoleón, quien después de la Revolución Francesa proclamose emperador coronado, con laureles de oro: morrazo. Lo que está claro es que una coronación es, a la vez, un final y un principio. Por eso hemos llegado hasta aquí.
en aquest número
A. editorial | Granger Bloom #01 | Madreselva #02 Mai-Hú #03 - #04 | Evey Hammond #05 | Salamandra #06 - #07 Karla Grimm #08 | barbara wong #09 - #10 | rasabu #11 Pinpolla #12 | Ópalo Negro #13 - #14 | patrician #15 Ramon Mercader #16 | La Mosca #17 | Gloria Lapez #18 - #19 viuda de perromierda #20 | Poison iVy #21 | Samsa #22 las pájaras #23 - #24 - #25 | Holly Haller #26 - #27 | Cal·líope #28 Ale Coco #29 - #30 | Marc Seoane #31 - #32 | Enzo Di Salvo #33 Perth #34 | J. Kowalski #35 - #36 | Hola|Bonjour #37 - #38 Úrsula Iguarán #39 | Princesa Sopas #40
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50 pseud貌nims
#04
#16
C O RONACIÓN
siempre llevas una corona, chica, una corona de oro con muchas rubíes y esmeraldas, una corona invisible, llevas esta corona cuando caminas por Las Ramblas, cuando follas, cuando duermes, cuando sueñas, cuando viajas a Suecia o Dinamarca o Noruega y caminas por las noches tan largas y las calles llenas de nieve un corona es una moneda en tu bolsillo, hay muchas cosas en tu bolsillo, tus dedos, los dedos de los hombres, los dedos de los muertos, los besos tristes de tu pasado y los besos tristes de tu futuro, en tu bolsillo tienes dos ojos azules y un ojo moreno, labios rojos y labios negros, en tu bolsillo tienes el crucifijo de tu abuelita, tienes mentiras y poemas y nada de verdad, tienes la luna y la oscuridad y un vacío más profundo que el mar, en bolsillo no tienes nada, ni vida ni muerte, tu vida no es una vida, tu vida es un sueño, tu vida es una pesadilla, tu vida es un escape, tu vida es una coronación
#06
#26
Se despertó sobresaltada y sobre la mesa ya no había nada, ni la marca de las pertenencias que nunca había dejado. El tiempo lo había arrasado y en su lugar sólo quedaba el frío intenso de aquella tarde de noviembre.
#38
CORONACIÓN
#14
Tras su coronación, cuando la reina consorte le besó, volvió a convertirse en rana. El sonido de la corona al caer animó a los ciudadanos a proclamar la tercera república.
#09
#23
#07 La perspectiva desde la cumbre minimiza la importancia y el tamaño de lo que se dejó atrás, de lo que quedó abajo, aún cuando sea lo que más probablemente nos espera de nuevo
#11
#12
Ve n u s Is a bowl of heroine That goes for what it goes for There are no surprises Only crystalized islands Where bodies wail Where the beach curves By an arbor of spit Her purpled mouth Her jasmine breathe Coins a phrase that sets fire to the ocean We are jam around her Our bullshit stories mean nothing
#30
#27 Corro sin rumbo fijo, arrastrado por un ímpetu irracional. Corro, y siento que debería seguir corriendo eternamente. Exhausto, dolorido, con el aire justo en los pulmones, sacando una fuerza interior inaudita que sale del estómago, que aprieta, que golpea como si luchara por mantenerse adentro. Imposible. El pecho me duele, la sangre abrasa mi piel, mi corazón palpita con una vehemencia tal que pienso que me abandona, esquivo, a mi suerte. En una exhalación desaparezco, nadie se da cuenta. Retorno triunfante de entre los muertos, mi cuerpo continúa peleando, irrefrenable, impulsado por esa pasión invisible, descarnada, inasible, hasta llegar a aquel lugar, del que he sido desterrado, donde me aguarda, majestuosa, la huella de tu cuerpo.
#10
#34 No se equivocó la vidente en sus predicciones. Mis padres dejaron de respirar pronto, a las pocas horas de salir de aquel sucio antro de agüeros. Cuando llegué a casa, solo tuve que llamar a la ambulancia para que vinieran a llevarse los cuerpos. Yo actuaba con la mayor tranquilidad. En las siguientes horas, fui al tanatorio a rellenar papeles e hice las llamadas pertinentes a varios miembros de la familia. Al poco tiempo ya estaba de vuelta y en completa soledad. No me senté. Fumé un cigarrillo rápido. El gato de los vecinos maullaba como el llanto de un bebé. Busqué en los cajones del despacho de mi padre, como me indicó la vidente, y efectivamente encontré la pistola, de un modelo antiguo que no sabría especificar. En cualquier caso, el tambor estaba vacío y fuera de su sitio. Metí la mano hasta el fondo del cajón pero no encontré ni un solo cartucho. La adivinación incluía un arma de fuego, pero la vidente no mencionó ningún disparo. Golpeé el cilindro de las balas y lo coloqué en su sitio, paralelo al cañón. La pistola estaba fría y pesaba; no mienten las descripciones tópicas que sobre ellas se escuchan. Jugueteé con el arma un rato sin atreverme a apretar el gatillo, aún a sabiendas de que no guardaba balas. Todo se ve previsible con un arma en la mano; he ahí
Desen lace
ne
el poder del que hablan que te otorga su posesión. Me la guardé en el bolsillo de la chaqueta y salí con ella a la calle en dirección al sótano donde la pitonisa solía recibir a sus clientes. Aún estaba atónito ante la extraordinaria fidelidad que los hechos estaban guardando a los vaticinios lanzados. Sorteé con facilidad la entrada y a la señora que hacía las veces de ayudante y, tras descender por la ruinosa escalera, me planté ante la adivina que en esos momentos descansaba o tal vez se concentraba. Sabes igual que yo, articuló sin siquiera abrir los ojos, que esa pistola no está cargada. Vengo a que me explique qué sentido tiene entonces para mí, dije al tiempo que la sacaba y la ponía sobre la mesa. ¡Quita eso de ahí, por Dios! La pitonisa me enseñó una mirada de aprensión. Nunca aseguré que el final de tu vida se relacionara directamente con el arma que guardaba tu padre. Digamos que te corresponde a ti diseñar un buen colofón, y dejó caer la frase con apariencia de enigma. Volví a coger el trasto y lo observé. Cualquier movimiento me parecía ya conocido. Empujé el martillo hacia atrás, hasta el tope, donde quedó enganchado, al tiempo que el tambor giró, alineándose misteriosamente a la recámara. Agarré la culata con fuerza y puse el cañón sobre mis labios, que advirtieron al momento el sabor metálico y brillante referido con abundancia en la literatura de género. La pitonisa enmudeció. Contraje el dedo índice y fui aprisionando el gatillo, anhelando en el trayecto la aparición salvadora de la pólvora y la bala, esperando que el ensamblaje de piezas disparara, a un lado o a otro, el tortuoso mecanismo de la ficción en que me hallaba. Al fin y al cabo, no se equivocó la vidente: yo mismo había previsto mi suicidio.
#33
Tra s toda su adolescencia y juventud intentĂĄndolo, acabĂł haciendo mĂŠritos suficientes para ser coronada . Fue con flores.
#37
In extremis
#28 Em trobo aquí, potser per últim cop però corro, derrapo... m’adono que vaig amb les butxaques plenes de poemes i com sempre, inconscient, em llanço directe al precipici. Caure al buit o resucitar, perdre’m de nou o arrelar.
#20
Prin cipio fina
no y al
#32
¿Dónde estaba la caja 10755? Allí estaba, otra vez, sin números, sin marcas. Él ya no necesitaba tener excusas para buscarla. Aquella tarde su rutina no le servía. Las ansias estaban martilleando sus sienes mientras un trago de saliva clara como el agua bajaba por su garganta al mirarla angurriento. La distancia era insoportable. En un impulso, brincó a la estantería con decisión. Sus manos tensas se movían como pájaros deseosos de escapar. Ya la iba a alcanzar. Forcejeaba con su propio cuerpo, buscando un lugar desde el que estirar los músculos al máximo. La tocó. Un instante de júbilo le poseyó y le hizo sonreír como no recordaba haberlo hecho en mucho tiempo. Sus pies flotaban sin apoyo y el mundo empezaba a inclinarse peligrosamente. El peso del mueble colosal que contenía su cuidadosa serie de cajas numeradas, repletas de objetos y restos del pasado, se tambaleaba con todo su peso, dispuesto a aplastarlo. No podía dejar de sonreír. Al caer rogó porque aquella caída desde lo alto no terminara nunca. La había cogido, estaba en sus brazos.
#05
#02 Elevarme lentamente, como el humo que huye de un viciado garito y flotar, ingrávida, sin premura de tiempo, en el silencioso espacio de un mundo nuevo y sin bordes. Sumergirme en la nada imposible, en la calma improbable y no pensar. Dejar atrás los viejos horizontes, abandonar el marasmo conocido y, atravesando un suave mar de nubes descansar, por fin, en una pequeña isla, pura y desnuda. Entornar, entonces, los ojos y contemplar el infinito justo antes del amanecer. Tumbarme después sobre su lecho de rocas, limpio y perfecto, y dormir en paz respirando profundamente la inmensidad del universo. Sólo quisiera soñar que una brisa, remota y amable, lograra tal vez hacerme despertar algún día. Así me gustaría irme de ésta tierra cuando llegue mi hora.
ME G USTARÍ A
#36
#01 Estoy aquí, helado y aterido, pero feliz. Inmensamente feliz con mi cuerpo de sorbete de asfalto y nieve de techo de coche. Las castañas que iluminan mis ojos y la zanahoria medio pocha que tengo por nariz, me llenan de orgullo. Mis raquíticos brazos de madera seca, la bufanda que olvidó en el banco un abuelo del asilo y la caja de bombones que corona mi cabeza me hacen parecer el más auténtico de los hombres de nieve del parque. Lo malo es que la mujer de nieve que las niñas han hecho, está al otro lado de los columpios. Ojalá llueva mañana, ese sería mi mejor regalo de Navidad, fundirme lentamente con ella.
E L R EY D EL PA RQU E
#18
#08 Hacía cinco horas que el ascensor, que ahora se tragaba a su hijo, había abierto sus puertas; entonces le había sorprendido su altura y su seriedad, su sonrisa y su abrazo. Había pasado un mes desde la última vez que lo había tenido ante sí y durante toda la tarde había estado dando cumplida respuesta a los caprichos del pequeño: una hamburguesa con todo, dos vasos de refresco, un pedazo de tarta con helado de chocolate y una bolsa de chuches para el día siguiente. Suponía que durante todo ese tiempo la cara de tonto feliz hablaba de su divorcio y del régimen de visitas; sin embargo, el niño acababa de dar una vuelta más de tuerca y ahora él, a la cara de idiota, sumaba unos ojos vidriosos al borde del llanto como nunca en su vida. Su hijo, un instante antes del adiós, le había entregado la pequeña corona de cartón que había lucido durante la merienda. —¿Me la guardas, papá? Es una corona de reyes y el amigo de mamá no lo entendería.
Reales derechos
#21
Nada Luego de obtener la corona decidió celebrarse ordenando la muerte de sus enemigos. Tal vez derramar esa sangre lo haya enloquecido; insistía en afirmar que, según sabía por su dominio del arte de la hechicería, los espíritus de esos muertos lo perturbaban. Dictaminó entonces que evitaría tal perturbación haciendo arder en una gran hoguera pública los efectos personales de los ajusticiados. Parientes de los mismos, o vecinos en ausencia o falta de éstos, fueron obligados a alimentar las llamas con objetos que iban desde fotografías hasta bancos de escuela, desde fábricas con su maquinaria completa hasta esculturas. Quizá su ánimo se amargó de tal modo durante los años que luchó por el poder que cuando por fin lo obtuvo no supo contentarse. Siempre obsesionado en apartar de sí antiguos oponentes desaparecidos tomó una nueva decisión: matar a cualquiera que pudiese mantener vivo el recuerdo de los que aún odiaba. El mundo era un territorio vacío cuando el decrépito hechicero abrió una puerta en el tiempo y, con las manos entrelazadas a sus espaldas, salió por ella como si nada hubiese sucedido.
#15
#22
#31 Es día de grandes fastos en el congreso. El nuevo presidente ha terminado el discurso de la investidura. Nuestro hombre (vamos a llamarle Hortensio), abandona el hemiciclo entre aplausos y flashes de la prensa. No para de sonreír cordialmente a los periodistas y declarar su buena voluntad, recalcando todo lo que va a hacer en su mandato. Después del ajetreo natural, Hortensio se queda a solas. El día ha terminado y sólo le queda calzarse las pantuflas. De repente se pregunta por qué todo ha resultado tan difícil. Las investiduras eran más divertidas en la Edad Media: los vasallos temblorosos y sumisos entregándole las tierras sabían qué se jugaban si no le mostraban el debido respeto a uno. Empezó a ponerse el pijama a rayas y la bata mientras se quitaba parte del maquillaje que cubría un sinfín de manchas en la cara, la única huella del paso del tiempo en su cuerpo. Pensó que quizás pronto, muy pronto, podría volver a ese momento en el que lo único que lograba inquietarle era la existencia de otro como él, en el que podía mirar a sus súbditos por encima del hombro y mandarlos despellejar al mínimo atisbo de rebeldía. Bueno, aún podía mirar a la población desde cierta altura pero tenía que dejar que lo alzaran. Tal vez, en un par de siglos volverían a arrodillarse, a servir de felpudo y a adorarle igual que en aquel tiempo. Hasta entonces, paciencia.
El elegido
#39
#19
#13 Para llegar arriba, has tenido que entregarte a fondo: subir por la empinada ladera cayéndote a veces –sangre en las rodillas-, apartar a manotazos a los otros, poner la zancadilla. Hasta que aprendisteis esa enseñanza antigua de que solo la unión hace la fuerza y conseguisteis derrocar al tirano. Ahora que eres el nuevo rey de la montaña, contemplas con desprecio a los que se quedaron, e imaginas tu cabeza adornada con los oropeles de la gloria. Quizás dudes si mereció la pena la soledad que conquistaste. Entiendes que de nuevo, todos juntos se esmeren en el propósito unitario de acabar con tu mandato. Otro ocupará tu puesto. Sabes que, llegando a la cumbre, solo resta caer.
EL REY DE LA MONTAÑA (Juego Infantil)
#40
#29
#24
cada dĂa lucho co mientras remuev
ontra mi patriarca interior, me confiesas ves el sofrito con una cuchara de madera.
#35
#25 a E.
aquel hombre desapareció de tu vida como lo hace un difunto: súbitamente y para siempre. así que aquella separación fue una especie de fallecimiento sin despedidas, sin palabras, sin la posibilidad de explicación ni de reproche ni de perdón. sólo el vacío y el traumatismo que sucede a un mal sueño. él había estado viviendo en tu casa durante meses y en su partida dejó algunas huellas tras él cosas que con el tiempo te has ido encontrando. unas las regalas, otras las tiras, otras las guardas. como un albornoz a rayas que tienes metido en una bolsa de plástico detrás de la puerta. todavía no sabes qué hacer con él. lo mantienes a la espera, en el purgatorio. pero el colmo fue descubrir hoy que te faltaba un par de zapatos del armario. parece que ese muerto se fue con las botas puestas y no te habías enterado.
#17
#03
g rà c i e s