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Autorización para formar parte del Consorcio Transporte Pesado Loja

La Posta de la Lojanidad, el paro provincial y el Hospital Regional “Isidro Ayora”

Por: César Correa

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En 1970, hace medio siglo, Loja estaba sin hospital porque el antiguo “San Juan de Dios” se destruyó por completo en años anteriores a causa de un pavoroso incendio, que se propagó fácil y rápidamente por la abundancia de madera seca, de los pisos, puertas, ventanas, gradas, paredes, tumbados, pilares, vigas, que produjo llamaradas que cubrían íntegramente los dos pisos del edificio y se elevaban en el aire unos 4 metros sobre el tejado.

Al quedar inservible el viejo local, lo que se necesitaba era la construcción de uno nuevo que se adecúe a los avances técnicos de la medicina. Pero en Quito no se sentía esa necesidad, quizá porque no había lojanos que la comunicaran, porque no abrían la boca los dirigentes de los partidos. En vano esperamos los lojanos que Clemente Yerovi, Otto Arosemena y Velasco Ibarra tomaran la resolución de construirlo. Perdida la esperanza por el absoluto olvido, llegó la hora de las medidas desesperadas que se dieron en los meses de marzo y abril. Primero fue la Posta de la Lojanidad mediante la cual 60 atletas del Colegio Experimental “Bernardo Valdivieso” llevaron a Quito, al trote, el pliego de peticiones que fueron entregadas al presidente José María Velasco Ibarra el 12 de marzo. La respuesta verbal inmediata fue la de “Esto se cumple”, pronunciada por el “Profeta” al entregarle el documento al Secretario General de la Administración. Del dicho al hecho, hay mucho trecho. Había transcurrido un mes de la entrega del pliego de peticiones y no había una respuesta concreta, entonces la gente se exasperó, estalló por la indignación y decretó un paro provincial que se realizó en la última semana de abril. El calvario no terminó en 1970. Nunca se asignó la totalidad de los fondos para construir el nuevo hospital. Se hicieron los planos y comenzó la obra que contó con un financiamiento de sucre en sucre, a pesar de que en agosto de 1972 comenzó la explotación de crudo del Oriente y fluyó el chorro de petrodólares, que se quedaron en su mayor parte en Quito, cantidades significativas fueron al Guayas, alguito a Manabí y Azuay, pero a Loja solo migajas. ¿Qué le debemos a “Bombita”? ¿Qué le debemos a la dictadura militar que imperó de 1976 a 1979? Transcurrió una década, pasaron los gobiernos de Velasco Ibarra, Guillermo Rodríguez Lara y la dictadura miliar, y no se terminó de construir el que se bautizó como Hospital Regional “Isidro Ayora”. Se lo acabó de hacer en 1980. No obstante, a petición de la derecha, los militares inauguraron anticipadamente el hospital en 1979 “para que no lo inaugure Jaime Roldós”. Durante los gobiernos de Jaime Roldós, Osvaldo Hurtado, León Febres Cordero y Rodrigo Borja Cevallos, el Hospital Regional “Isidro Ayora” contó con fondos para funcionar al máximo de su capacidad, ofreciendo servicios de salud aceptables a los pobres de Loja, Zamora Chinchipe y El Oro: tenía una buena planta de profesionales y administradores, disponía de instrumental e insumos, ofrecía medicinas y alojamiento (con alimentación), hacía los análisis de laboratorio. Tanta belleza no duró para siempre. La llegada del neoliberalismo al hospital En el Hospital Regional “Isidro Ayora” hubo condiciones y posibilidades de salvar las vidas de los pacientes que no llegaban con su salud irremediablemente quebrantada, hasta que asumió la Presidencia de la República Sixto Durán Ballén, quien arruinó el servicio. En cumplimiento de sus teorías neoliberales de reducir el tamaño del Estado porque no debía “gastar”, recortó criminalmente el presupuesto, dejando al hospital sin medicinas, sin insumos, sin colchones, sin sábanas, sin cobijas, se redujo el número de médicos y de personal administrativo. Quienes se enfermaban y acudían en busca de recuperar su salud, o sus familiares, tenían meter mano al bolsillo para comprar las inyecciones, las jeringuillas, los guantes, el papel higiénico, la gaza, el esparadrapo, no se diga los insumos de mayor costo; también meter la mano al bolsillo para comprar las medicinas. Si el paciente iba a ser internado tenía que llevar colchón, sábanas, cobijas, almohadones. El que llegaba sin billetes recibía la atención médica inicial, quizá el diagnóstico y la receta. Y pare de contar. Los más pobres llegaban a morir indefectiblemente, ante la impotencia y desesperación del personal. Trágica historia que se prolongó por más de una década, pese a las denuncias y protestas de las organizaciones laborales y los periodistas. El neoliberalismo causó inenarrables dramas de dolor inaudito, cobró cantidades de vidas, que se apagaron en los pasillos del hospital, -de todos los hospitales públicos del país-, que perfectamente pudieron salvarse si se contaba con unos cuantos sucres para hacer las curaciones con tratamientos comunes y corrientes. Fue una experiencia espantosa que hoy la van a repetir con el cuento de que tenemos un Estado obeso. Los que conocen de cerca la historia del hospital saben que hubo un cambio radical con Rafael Correa, quien remodeló el edificio, adecuándolo para que dé atención moderna; le dotó de la mejor sección de neonatología de la provincia, le proveyó de un tomógrafo, de medicinas, instrumental, insumos y todo lo necesario para darle al público un servicio confiable, eficaz, humano. (I). • • En la fotografía se observa a Gonzalo Peláez, Antonio Jaramillo, Eduardo Reyes, Rigoberto Puín, Enrique García Valdivieso, Jorge Mora Carrión , José María Cisneros, Marco Carpio, Víctor Hugo León, entre otros exbernardinos.

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