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LANZAROTE
En Lanzarote se dan la mano Naturaleza y Arte. Lo entendió muy bien César Manrique, que dedicó su vida a que ese diálogo se convirtiera en el signo de identidad de la isla. En el motor económico de un territorio que sobrevivía a duras penas de la pesca artesanal y la agricultura. Medio siglo después de sus primeras intervenciones en los Jameos del Agua o Las montañas del fuego, aquel territorio que sobrevivía de la pesca, las empresas conserveras o la agricultura, es Reserva de la Biosfera y referente del turismo sostenible. Un lugar en el que cada cual puede vivir a su manera.
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LANZAROTE NATURALEZA Y ARTE
Lanzarote es, con sus espacios naturales protegidos y alojamientos para todos los gustos –desde pequeños y coquetos hoteles rurales hasta los grandes y modernos complejos de cadenas hoteleras–, un destino imprescindible; un lugar al que volver en cualquier circunstancia.
Escribo desde la memoria y revivo en la distancia los baños en las playas de Papagayo, de Famara, de los Pocillos –frente a la que fuera mi casa–, las escapadas a comer pescado fresco, papas arrugadas con mojo, caldo de millo o cabrito, a Arrieta, Punta Mujeres, Órzola, Playa Blanca, El Golfo, Femés o Uga.
Recuerdo sabores a malvasía, a salitre, a romerías en Tinajo; recorro los espacios que pisaron –o no– la “Mararía” de Rafael Arozarena o el “Maestro Pepe” del periodista y cronista Rafael Ángel Domínguez Hernández; los paisajes en los que nació Agustín Espinosa y que atrajeron a otros escritores como Alberto Vázquez Figueroa o al Premio Nobel José Saramago. Regreso a los Espacios que eligieron Alfredo Kraus o el periodista Pascual Calabuig para veranear. En ese Lanzarote crean Ildefonso Aguilar o Juan Gopar. Rufina Santana reinventa el azul, mientras “El Grifo” mantiene su hermoso Museo del Vino y Berto, la emblemática librería “El Puente” que en nada cumplirá los treinta años.
No sé si es un sueño: cuento hasta tres para apretar el clic de la cámara –ahora ya es un móvil– y capturo el surtidor de vapor en Timanfaya; me pierdo, después, entre las tabaibas del Malpaís de la Corona, y regreso al atardecer al jardín de un Hotel Fariones recién renovado, que conserva ese sabor de los grandes hoteles clásicos. Recorro la hermosa geografía de Lanzarote de la mano de las fotografías que Crónicas GC me envía a Beirut, y viajo.
Yolanda Soler Onís Juanga Bastante