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Costos energéticos para la minería

María Isabel González, gerente general Energética

Según la Comisión Chilena del Cobre, la minería del cobre tuvo en el año 2021 un consumo total de energía de 185.208 Tera Joules, que equivale al 15% del consumo del país. De este total más del 50% corresponde a energía eléctrica. A su vez, y de acuerdo al Balance Nacional de Energía, la participación de la minería cuprífera en el total de consumo eléctrico alcanza al 33%. Si a ellos se agrega el resto de la minería (no cuprífera) se llega a un 36% de la electricidad consumida en el país, siendo el proceso de concentración (chancado y molienda) el más intensivo en consumo eléctrico. En los últimos años ha habido un aumento significativo de los consumos energéticos que no ha estado correlacionado directamente con aumentos de producción. Esto se debe a la antigüedad de nuestras minas, que presentan menores leyes, mayor dureza, entre otras desventajas.

El consumo energético representa un 12% de los costos, siendo el de la electricidad un 8% y el resto en combustibles. Cabe destacar que el sector minero ha sido el gran impulsor de la incorporación de las energías renovables en el país al suscribir contratos de suministro eléctrico, hace ya bastante tiempo, con los desarrolladores de estos proyectos lo que les permitió financiarlos. Lo anterior significó, varios años después, una reducción en los costos asociados a la electricidad para todos los usuarios. Se estima que más de un 40% de la energía eléctrica contratada por la industria minera corresponde a energía renovable.

Si bien, los precios de la energía eléctrica disminuyeron para los clientes libres, incluida la minería, lamentablemente esto no fue perdurable, debido, a mi juicio, a un proceso de descarbonización para el cual no se estaba suficientemente preparado. Con el cierre de más de la mitad de las centrales a carbón, esta generación está siendo reemplazada por diésel, cuyas emisiones son muy similares a las de las centrales a carbón y su costo es cuatro veces superior. Adicionalmente, su operación afecta la seguridad del sistema, ya que se trata de unidades concebidas para operar en emergencias y no por periodos prolongados de tiempo.

En este escenario, los costos marginales, que corresponden a los precios a los cuales se transa la energía entre generadores, han aumentado considerablemente en el último tiempo. Siendo estos precios una alternativa más interesante para los generadores que cuentan con energía disponible por sobre suscribir contratos con clientes libres o las distribuidoras para atender clientes regulados. El resultado de la última licitación para estos fines en que solo se adjudicó menos del 15% de lo licitado es una muestra inequívoca de esta situación. Algo similar ocurre con los clientes libres que deben renovar sus contratos: solo obtienen ofertas a costo marginal más un margen. Por otra parte, para los generadores que no disponen de energía suficiente para abastecer los contratos que han suscrito, deben comprar a estos precios que suelen ser mucho mas altos que los de sus contratos., lo que ha llevado a varios de ellos a cesación de pagos, como ha sido de público conocimiento.

Adicionalmente, los clientes libres y en particular las empresas mineras, están asumiendo costos importantes por sobrecostos de distinta índole para mantener la seguridad del sistema, tales como, por servicios complementarios, por partidas y detenciones, por operación en mínimos técnicos, entre otros. Es loable que el país esté comprometido en alcanzar un abastecimiento eléctrico más limpio, sin embargo, el proceso de descarbonización debiese llevarse adelante a través de un cierre programado de centrales termoeléctricas, en función de su vida útil y con especial atención en minimizar el efecto en la seguridad de abastecimiento y los precios. No parece prudente avanzar hacia la descarbonización a cualquier costo. Al menos se debiese esperar a que las tecnologías de almacenamiento alcancen precios competitivos.

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