introducción
Nuestra economía funciona mejor cuando funciona para todos
❚ EnClave de Economía #2
El aumento de la desigualdad en el reparto de la renta y la exclusión social en Europa y España, se reconocen por la Organización para el Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), organismos no dados a la defensa de los derechos sociales. El primero ha advertido que estos fenómenos podrían enquistarse si los gobiernos no actúan con rapidez para ayudar a los más vulnerables. EL FMI, por su parte, ha señalado la importancia de la equidad y la cohesión social para impulsar el crecimiento y para que sea duradero. A pesar de esta unanimidad, cómo recuperar la cohesión social no deja de ser un asunto polémico debido a las discrepancias sobre la naturaleza coyuntural o estructural de sus causas. Para unos se trata simplemente de una situación pasajera y que, una vez superada la crisis, se recobrarán los niveles de equidad de la etapa de bonanza. Desde esta perspectiva, el crecimiento y la creación de empleo volverán a poner las cosas en su sitio. Para otros el crecimiento económico no será suficiente, pues existen factores estructurales que explican una parte cada vez mayor de la desigualdad y la pobreza.
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el aumento de la desigualdad es connatural al sistema capitalista
En este último grupo se ubica Thomas Pikkety, quien recientemente publicó “El Capital en el Siglo XXI”, un polémico y exitoso libro donde sostiene que el aumento de la desigualdad es connatural al sistema capitalista, que tiende a acumular cada vez más riqueza en menos manos. Esto sucede
porque el rendimiento del capital supera, por lo general, al crecimiento de la economía. El autor propone corregir la inercia del sistema redistribuyendo la renta y la riqueza mediante impuestos progresivos sobre la renta y un impuesto mundial sobre la riqueza o patrimonio. En el extremo opuesto a Pikkety, la desigualdad se considera como impulsora del crecimiento y, por tanto, combatirla es contrario al progreso. Estos autores defienden que la desigualdad en la distribución de la renta refleja diferencias en el esfuerzo y mérito de cada persona, de tal manera que el que más tiene es porque hace más y mejor las cosas, y el que tiene poco es porque pone menos empeño e interés. Esta visión reduccionista obvia el punto del que parte cada persona en la carrera para obtener un sitio en la mesa del reparto y hace al individuo responsable exclusivo de la situación en la que se encuentra, sin que ninguna responsabilidad pueda imputarse a la sociedad. Este planteamiento es, sin embargo, difícil de sostener ante, por ejemplo, acontecimientos recientes sucedidos en la economía española. En efecto, actualmente alrededor de la mitad de los desempleados tienen un bajo nivel formativo y proceden de actividades que, tras el final de la burbuja inmobiliaria, han sufrido un fuerte ajuste estructural, como la construcción. Esto afecta, por una doble vía, a sus posibilidades de encontrar empleo, incluso, aunque la economía empiece a crearlo nuevamente,