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Desprendimiento

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Señales de muerte

Señales de muerte

Ximena Gutiérrez

Vivir con mi padre significaba una mezcla de emociones muy inestables, un día podría estar irradiando felicidad, al siguiente se encerraba en su cuarto y desde lejos podía escuchar sus sollozos, así como los gritos dirigidos hacia una fotografía de mi madre, la cual aunque quisiera jamás podría responderle. Estas escenas se repetían con regularidad, porque cuando mi madre quiso buscar su verdadera felicidad, papá no aceptó la idea de nunca más verla cada mañana a su lado, se negó a envejecer sin ella. Durante tres años ha pasado por una gran depresión, en donde, mi tíos quisieron ayudarlo, llevándolo con un especialista para tratar su situación, sin embargo, la solución fue inexistente, llevándonos a un abismo. A mis quince años necesitaba ser escuchado, abrazado, amado, porque la preparatoria no fue nada sencilla para mi, siempre me mantuve al margen con todos, jamás tuve un solo amigo y las chicas me huían, nunca pude entender cómo para algunos es una etapa inolvidable, yo constantemente lo comparaba con el infierno. Cuando mi padre acudió con el especialista pude notar cierta mejoría en su estado anímico, algunos días volvía a ser el mismo de hace años, cariñoso,feliz, amable, conviertiéndome nuevamente en su prioridad, al verlo así, imaginaba un mundo con muchas posibilidades, pero fue tan poca mi ilusión, ya que cada noche tomaba dos pastillas antes de acostarse. Durante varios meses nunca le pregunté sobre las píldoras, porque cuando se mostraba feliz, yo también lo era, aunque, en cuanto el efecto pasaba, nuevamente regresaba el padre, al cual detestaba tanto. Un día al volver de la preparatoria, estaba furioso, mis compañeros habían arrojado mi mochila y esparcido todo dentro de un bote

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con basura, no pude defenderme. Cuando llegué a casa mi padre no estaba, claro se encontraba trabajando, por lo tanto aproveche el momento para entrar en su habitación, una vez ahí, busqué sus pastillas, porque mi necesidad de sentirme mejor, era terrible. Al fin, las encontré en su cajón, me detuve un instante para revisarlas, descubrí que eran antidepresivos, entonces puede entender el cambio tan repentino de actitud, estaba tan enojado y triste, siendo estas las causas para ingerir tres pastillas. Fui a mi habitación, cerré la puerta con seguro para esperar el efecto provocado en mi sistema debido a aquellas píldoras, al pasar unos minutos,experimenté sensaciones de alivio y mejoría en mi estado anímico, fue tan radical el cambio en mí, llegando incluso a querer entablar una conversación con mi padre durante la cena, situación totalmente extraña. Quise repetir aquella misma sensación. Cuando regresaba de la preparatoria, corría con mucha prisa hacía mi felicidad, comencé a tomar tres pastillas cada día, mi padre al estar inmerso en su depresión no notaba las píldoras faltantes. Poco a poco dejé mis necesidades esenciales a un lado, comer, beber agua, inclusive ir al baño, ya no eran nada, simplemente quería más y más antidepresivos. Una tarde al buscar mi dosis, note el frasco totalmente vacío, no pude soportarlo, estaba ansioso, furioso, temeroso. Mi necesidad era tan grande, como si se tratase del último vaso con agua, entonces saqué todos mis ahorros y me dirigí a la farmacia más cercana, al llegar le pedía a la señorita los mismos antidepresivos usados por mi padre, sin embargo, ella se negó a vendermelos porque necesitaba una receta médica. Sin más, salí furioso del establecimiento, mi cuerpo temblaba, ,la furia continuaba creciendo. Regresé a casa y probé si otros medicamentos funcionaban igual, todos mis intentos fallaron. Cuando decidí salir de mi habitación, noté a papá ingerir dos píldoras, sentí como la calma inundó mi cuerpo, al fin tendría lo que tanto esperaba. Dos meses con la misma rutina, me provocó darle un sentido a la vida. Escuchaba murmurar a mis compañeros, los cuales me tachaban de loco, lo mismo decían de mi mirada, eso no tenía importancia para mi ahora, porque siempre estaba extasiado y alegre. Durante una ida al baño, mis compañeros volvieron a molestarme, golpeándome por todas

partes, estaba herido, no solo física, sino también emocionalmente. Me dirigí a casa muy deprisa. Llegué directamente en busca de las pastillas e ingerí cinco,cerré la puerta de mi cuarto en donde me desmayé sin saber más sobre mí. Al tocar constantemente la puerta y sin obtener alguna respuesta, papá decidió forzar la puerta, encontrándome en el suelo con los ojos en blanco. Llamó enseguida a una ambulancia, cuando llegó fue muy tarde yo había fallecido hace dos horas antes. Al recibir mi autopsia y descubrir la causa de mi muerte, papá lloró aún más, culpandose por descuidarme, nunca imaginé una vida distinta para mí, pero estoy seguro que cada quien busca la forma para ser feliz y la mía trajo consigo mi propio fin.

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