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Señales de muerte

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No fue tu culpa

No fue tu culpa

Karina Becerra

Un abuelo estaba en su silla mecedora frente a la ventana, cuando su nieto llegó a sentarse junto a él. La plática fluyó durante varios minutos, al cabo de un tiempo el abuelo dijo de la manera más serena posible: -Pronto me iré al otro mundo -No digas esas cosas abuelo, aún falta mucho por vivir- dijo el nieto, un tanto enérgico. -Calma, que yo estoy tranquilo, la muerte puede llegar inesperadamente para algunos, pero ha sido amable conmigo y me mandó a sus mensajeros. -¿Qué cosas dices abuelo? No hables de eso que falta mucho para que nos dejes. - Ya viví lo que me tocaba, debes aprender a leer esas señales - le contestó el abuelo con una sonrisa grácil. -No sé de qué hablas abuelo- respondió intranquilo el nieto. - Primero las canas empezaron a aparecer, una a una, hasta llenar por completo mi cabeza. Luego la vista y el oído comenzaron a disminuir. Ahora mis reflejos y mi agilidad están casi extintas. - Pero eso es por la… -Si, mi edad. ¿Ahora entiendes?, los mensajeros ya hicieron su trabajo, y fui haciéndoles caso, viví todo el tiempo que me quedó al límite. -Aún no estoy preparado para ese momento, abuelo. Expresó al borde de las lágrimas. El abuelo colocó su mano sobre la mejilla de su nieto y entonces le dijo - No se trata de nosotros, sino de la muerte. Ella vendrá cuando el tiempo se haya terminado para nosotros y no nos queda más que aceptarlo. Luego de esto, se quedaron sentados observando a través de la ventana, no dijeron nada más, solo vivieron el momento, que jamás volverían a repetir.

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Muerte noble

Daniel Hernández

Uno podría llegar a pensar que los amigos siempre estarán contigo, nunca te van abandonar. Siempre estarán a tu lado, más si se trata de un mejor amigo. Ese individuo que está contigo incondicionalmente sin ningún tipo de interés. Siempre te brindará el apoyo que necesitas, te acompañará en los buenos momentos y sobre todo en los peores de tu vida, sin embargo no todo en la vida es eterno y más si nos referimos a una mascota. Así es, ¿quién podría estar a tu lado sin ningún interés? Nuestras mascotas nos demuestran a diario cuanto nos aman, se ponen felices de vernos de nuevo así hayan pasado diez minutos. Muchos se refieren a ellos como hijos, mejores amigos o simplemente mascotas. Sin embargo, el cariño que les tenemos es muy grande pues hay quienes los vemos desde que nacieron o los adoptaron más grandes, pero el cariño es igual de inmenso. Y aunque estamos conscientes de que, como cualquier ser vivo, tenemos un límite de vida y aun cuando sabemos que ellos podrían dejar nuestro mundo antes que nosotros, simplemente preferimos ignorarlo aunque sea una posibilidad presente. Pero, ¿qué pasa cuando nuestro mejor amigo deja de vivir? Tal vez no es la muerte de algún hermano, de un primo o algún ser humano cercano pero el dolor es igual de enorme, incluso causándonos una inmensa tristeza durante varios días y hasta meses. El sentimiento de ya no ver a alguien brincando de felicidad cuando te ve, observarlo mientras duerme, jugar con él; todo ese tipo de cosas son las que hacen que la nostalgia sea inmensa. Es difícil asimilar que ya no tendrás esa compañía y evidentemente será trabajoso superarlo.

Tal vez esto es una de las situaciones más complicadas de vencer, pero con el paso del tiempo se puede ir comprendiendo de cierta forma que nos quede el recuerdo de haber disfrutado de una amistad sincera y desinteresada.

Escalera al cielo

Antonio Rodríguez

Yo lo sabía, sabía muy bien que así era, que como la canción favorita de la abuela lo decía: hay una escalera que conduce al cielo, tenía tantas dudas en la cabeza de cómo se sentiría, eran zumbidos en mi oído y no sabían lo que me decían. Solo estaba esperando para que por fin todo se volviera oro. ¿Justo todo lo que vine a buscar? escuchaba a la aves cantar y el arroyo sonar junto al árbol donde solía descansar y hacer de mis pensamientos dudar, y sin embargo esas palabras mencionadas a veces buscaban doble sentido. Y esta sensación al ver por el mismo lugar donde ella se marchó, implorando por mi alma para por fin poder marcharme a su lado, escuchando a lo lejos aquella dulce voz que tanto anhele volver a oír, una voz que de nuevo me vuelve a guiar. Me guía hacia un nuevo día para volver a nacer, para sobrevivir de nuevo en el lugar correcto, un lugar en donde hay dos caminos por dónde ir y que sin importar cuál elija al final, al final... Podré cambiar y volver a empezar pues mis sombras se habrán ido y mi alma por fin será mayor. Y si, sí lo sabía, así tenía que ser mi última travesía del brazo de esa dama blanca que ahora me lleva a la escalera, que ahora me llama para volverse uno con todos, que ahora me lleva a esa tan anhelada escalera que por fin me mostrará el cielo

Amor de padre

Daniel Hernández

Todas las familias han pasado crisis difíciles ya sea económicamente o de cualquier otra cosa. Es en esos casos cuando más unión y apoyo debe haber en una familia, pues, aunque no todo está bien, se debe demostrar que es posible salir adelante y todo se puede superar. Alguna vez hubo una familia donde la situación no era tan fácil. De hecho, era bastante complicada, sin embargo, veían la forma de salir adelante. El padre había tenido que recurrir a pedir un préstamo, pero lamentablemente los intereses lo estaban comiendo; cada vez subía más y más la deuda. Además se acercaban las colegiaturas de los dos hijos. Los dos trabajos del padre no daban abasto para cubrir los gastos; tanto la madre como los jóvenes pusieron un negocio para salir adelante y ayudar a cubrir costes y demás cosas. Sin embargo, esto no era suficiente pues la deuda crecía con rapidez y se dificultaba cada vez más. El padre tuvo una idea para solucionar el problema del adeudo pero no se la contó a nadie de la familia; lo meditó durante un par de semanas. Sabía que si tardaba, el adeudo crecería más. Un día salió por la mañana a trabajar como de costumbre; se despidió de la familia como lo hacía todos los días. Sin embargo, esta vez los tres notaron algo raro pero no mencionaron nada, no le dieron mayor importancia. Por la noche, sonó el teléfono. Uno de los hijos, al atender la llamada se quedó frío, sin reacción. Al notar esto, tanto su hermano como su madre, se impacientaron y le comenzaron a preguntar qué sucedía. El joven apenas pudo responder: “mi papá tuvo un accidente”.

De inmediato fueron al lugar de la cita donde les informaron que lamentablemente el padre había muerto al instante; pero habían encontrado una nota dentro de su cartera dirigida a ellos. Queridos hijos y amada esposa: No saben la pena que tengo de decirlo de esta manera: estábamos desesperados y fue lo mejor que se me pudo ocurrir. Lamento mucho no poder seguir a su lado y perderme de momentos importantes, pero sé que era lo mejor pues las deudas nos estaban acabando. No tengan duda de lo orgulloso que estoy de ustedes por todo su esfuerzo para ayudarme; se los agradezco infinitamente. Les ruego me perdonen, solo quiero lo mejor para ustedes. Nunca olviden lo mucho que los amo, lo son todo para mí. Hace unos años contraté un seguro de vida, afortunadamente ya lo había terminado de pagar. Con el dinero que les van a otorgar podrán cubrir las deudas sin ningún problema. Incluso, servirá para mucho más: al menos hasta que ustedes puedan trabajar y ayudar a su madre con los gastos de la casa. Nunca la dejen sola y cuídenla mucho. Recuerden: nosotros siempre dimos todo para que ustedes salieran adelante. Nuevamente les pido me perdonen, los amo tanto.

Celebridad

Daniel Hernández

En ocasiones, a las personas nos gustaría tener una reunión con nuestros seres queridos donde seamos los protagonistas y todo sea a nuestro nombre; que nos cumplan gustos, caprichos y fantasías. Sin embargo, esto solo es posible en alguna fiesta de cumpleaños o algo por el estilo. Y aún así no siempre se puede; no todo el tiempo estamos bien con todo mundo. A veces surgen problemas o malentendidos que provocan cierto distanciamiento con algunas personas, pero, ¿habrá algún momento en donde todo el mundo se reúna para estar con nosotros? Sí existe ese momento, pero lamentablemente es cuando nosotros no estamos conscientes de lo que está pasando; estamos presentes en cuerpo, pero no en alma. Ese día se nos otorga una ceremonia, nos llevan grupos para despedirnos con cariño, ese tipo de costumbres que se tienen, llevar mariachis, banda, trios y demas cosas, aunque no es con plena felicidad; ese día todos nuestros allegados están ahí, a nuestro lado. Tal vez es difícil de comprender para las personas cercanas; cada duelo es diferente y cada situación se afronta de diferente manera. Sin embargo en ese momento nos convertimos en una celebridad ese día, incluso personas con las que no convivimos tanto, están ahí. Aunque luego de un par de meses solo ciertas personas nos seguirán recordando con cariño y a su vez tristeza, pues para los demás luego de ese día nuestro recuerdo se habrá quedado en el olvido…

Servicio privado

Daniel Hernández

Soy una persona común y corriente, paso desapercibido pues no soy alguien con rasgos que llamen la atención. Soy serio y no me gusta convivir con la gente, al contrario, me desagrada tener contacto con las demás personas; entre menor sea el contacto, mejor. Soy alguien dedicado y comprometido con su trabajo. Aunque es un tanto peculiar a lo que me dedico, me gusta y lo disfruto. Hoy en día, pocas personas disfrutan realmente de su ocupación, pero a mí sí. Así es, me gusta asesinar personas por una módica cantidad de dinero. Aunque no lo hago a menudo para no llamar la atención, mis honorarios alcanzan para vivir bien con solo realizar un par de trabajos al año. Intento que nadie me conozca a fondo o me empiece a ubicar. Para poder realizar mi trabajo debo pasar inadvertido: no me gusta tener amigos, no tengo redes sociales; no le veo ningún sentido a tener un espacio donde las personas exponen sus pensamientos y mostrar todo lo que viven. Aunque esto podría ser difícil para que me contacten, no me impide tener trabajo. Para poder comunicarse conmigo solo deben llamar a donde vivo: la casa de mi abuela. El cliente se hace pasar como un compañero de trabajo quien me conoce de hace tiempo. De ese modo nos ponemos de acuerdo para vernos en algún punto y hablar sobre el objetivo. Para este trabajo se necesita tener sangre fría. He llegado a asesinar todo tipo de personas: personas mayores cuyas familias o allegados buscan algún beneficio monetario, maridos infieles cuyas esposas descubren que les son infieles; problemas de negocios o cosas de esa índole.

Tal vez las demás personas podrían pensar que soy un desalmado y que merezco estar en la cárcel o incluso muerto. Tal vez sí. Pero me gusta pensar que yo no soy el homicida, soy el arma disparada por el verdadero asesino: el cliente. Ellos son quienes tienen ese resentimiento hacia la víctima. Y ni siquiera me involucro en saber quienes son o a qué se dedican o si son buenas personas; para mí solo son nombres a tachar en una lista.

Reencuentro

Daniel Hernández

Finalmente ha llegado el día. Visitarás tu casa y a tu familia luego de la gran espera. Te recibirá un gran manjar, tus bebidas preferidas, tu comida favorita e incluso los cigarritos que tanto te gustaban, aunque sabías del daño que te provocan, pero, ¿qué importa? Este día te vamos a esperar con muchas ansias pues ha pasado bastante tiempo. No tengas duda de cuanto te hemos extrañado. Aunque no te podremos ver estaremos muy felices, sabemos que estarás cerca de nosotros, esperamos que te guste todo lo que preparamos para ti, lo hicimos con mucho amor y esperamos que lo disfrutes. Y por supuesto, si estuvieras aún con nosotros, seguido comerías todos tus platillos favoritos junto con ese refresco de limón que te encantaba. Aquí te esperamos con mucha felicidad y nostalgia. Nunca olvides que siempre estas en nuestros pensamientos y recuerdos, te amamos.

Tu herencia, la muerte

Daniel Hernández

Alo largo de nuestras vidas conocemos a muchas personas. Son pocas quienes realmente se vuelven amistades y aún son menos con las que efectivamente se toma un apego y te marcan en la vida. En mi etapa de preparatoria conocí a un chico. Todo normal, nos volvimos buenos amigos. En ocasiones él no iba a la escuela, pero nada fuera de lo normal, así que no le tomé mayor importancia. Tampoco me interesaba saber por qué se ausentaba, no quería parecer entrometida o algo por el estilo. Se acercaba el Halloween; esa fecha en las cuales todos estamos felices: ya sea porque se aproxima el Día de Muertos o las alocadas fiestas de Halloween. Todo el mundo hablaba de dichas fiestas pues es una gran oportunidad para disfrazarse, alcoholizarse, bailar y pasar un buen momento con los amigos. Sin embargo, a él no se le notaba esa felicidad. De hecho, se le podía ver algo impaciente, como si algo le preocupara. Conforme se acercaban dichas fechas, cada vez se le notaba más agobiado. Lo cual, también era notorio en su aspecto físico: se le comenzaba a ver más delgado, como con signos de desnutrición; con un cansancio inmenso, y sin ganas de nada. Además parecía que tenía delirio de persecución; en todo momento estaba en alerta. Conforme pasaban los días era más notorio el cambio en él. Un día me acerqué a preguntarle si se encontraba bien o si tenía algún problema pues cada vez lo veía más decaído. Él respondió que no ocurría nada e insistió en que no me preocupara. No me quedé tranquila. Dejé pasar un par de días y le volví a preguntar sobre su estado de salud, esta vez con más insistencia; el resultado fue el mismo. Para evitar cualquier tensión cambié el tema y lo invité a la fiesta

que se estaba organizando, le comente que nos podríamos disfrazar con los demás ya que planeábamos disfrazarnos iguales, no obstante, recibí una respuesta muy fría, parecía que a él no le agradaban esas cosas pues me respondió un tanto molesto así que preferí no insistir más y terminar ahí la conversación. Al día siguiente se acercó para pedirme disculpas por lo sucedido y para agradecerme por preocuparme y preguntar por su estado, yo solo acepte sus palabras y no quise tocar el tema de nuevo pues no quería que se repitiera esa incomodidad. Así que para tratar de olvidar el mal rato le mencione que si le agradaría que un día fuera a su casa para ver algunas películas, hacer la tarea o solo pasar el rato aunque para mi suerte de nuevo parecía no estar tan convencido pues sólo mencionó que lo pensaría y le agradaba la idea. Cada vez me parecían más extrañas las cosas pues, aunque podría entender que no le gustaran las fiestas o reuniones simplemente a todo me decía que no por lo que sentí cierta inquietud saber qué era lo que en realidad ocurría con él y no aceptaba hacer alguna actividad por simple que fuera. Más adelante y para mi impresión el me invito a salir en un par de ocasiones una salida al cine, me acompañaba a mi casa pues no vivíamos tan lejos uno del otro e incluso en una ocasión me llevó a su casa a comer, no se porque fue tan repentino su cambio de actitud, pero no me anime a preguntar, yo solo quería ayudar a que tuviera un poco de compañía. Algo que llamó bastante mi atención fue que en este lapso de tiempo que paso donde nos tomamos más confianza fue que nunca mencionó a sus padres y si en algún momento yo le pregunté sobre ellos para sacar más plática él solo mencionó que estaban de viaje y casi no los veía. Faltaba una semana para la fiesta y yo me anime a invitarle de nuevo pues consideré que la confianza había aumentado bastante y tal vez en esta ocasión sí lograría convencerlo, él accedió a ir conmigo y entonces pensé que tal vez todo había sido suposición mía hasta que en los cuatro días siguientes no supe de él, no respondía las llamadas, no asistió a la escuela y no se conectaba en sus redes sociales. Comencé a preocuparme y fui a buscarlo a su casa pero nadie salió a abrirme al día siguiente de irlo a buscar me llamó un tanto preocupado

casi molesto, me pidió por favor que no volviera a ir a su casa a buscarlo sin previo aviso, aunque estaba sacada de onda por esto. Le pedí una explicación pero esta vez insistí hasta que me respondió con la verdad, él soltó en llanto y comenzó a decirme todo; me contó que sus padres eran parte de una secta satánica y ellos lo habían ofrecido como sacrificio así que él había sido criado de una manera sana e inocente para que llegará a los 18 años con sangre pura. Como era de esperarse, me dijo que no estaba de acuerdo y no sabía qué hacer para evitarlo, yo quedé helada al escuchar todo esto, solo le pedí, le imploré que fuera a mi casa que incluso yo iba por el pues me había dicho que no estaba en condiciones de salir ya que en estos días que habíamos perdido contacto lo habían dejado sin comer ni tomar nada para el sacrificio. Por un instante parecía que había logrado animarlo a huir y a librarse de ese horrible destino, pero ocurrió lo inesperado, se cortó la llamada. Entre en pánico como nunca en mi vida, estaba desesperada, impaciente y tenía muchísimo miedo, no sabía qué hacer ni cómo ayudarlo, ¿cómo afrontar una situación así a mi edad? Después de un par de horas me volvió a llamar, yo gritando y llorando le rogué me dejara ayudarle, aunque para mi sorpresa me dijo que no, ¿qué tanto pudo pasar en ese tiempo para que cambiara de opinión? Me agradeció por todo lo que hice por él, el cariño que me tomo en todo este tiempo de conocernos, me pidió me cuidara mucho y siguiera adelante; me desespere aún más y gritando le dije que no quería despedirme, de repente, se escuchó como le arrebataron el teléfono, entonces; escuché una voz fría y seria. “No te metas en esto o sufrirás las consecuencias” entonces entendí que era momento de parar, me amenazaron con hacerle daño a mi familia pues ya nos habían investigado y si interferimos en este asunto nos iría mal. No volví a saber nada más de mi amigo, aunque es evidente lo que pasó con él, al día de hoy sigo sin poder superar este suceso en mi vida y procuro no pasar cerca de esa casa pues me recuerda momentos de horror y desesperación que pasé.

Recopilación de sentimientos

Celina Contreras

La primera vez que la muerte visitó la casa, yo tenía tres años, vino por mi abuela paterna a la edad de los 53 años por un cáncer pulmonar que su cuerpo no aguantó y al mismo tiempo ella se dejó caer por la pérdida de su hijo, 6 años atrás. Mis recuerdos son vagos, pero los importantes permanecen en mi cabeza. Ella me cuidó mientras mi madre tenía que ir a trabajar, en esos tres años me llenó de amor incondicional. En toda mi niñez le reclamé a la vida y a la muerte por no dejarla más tiempo aquí, me faltó mucho por conocer y aprender de ella, con el tiempo entendí que todas las personas tenemos un día marcado para morir y no hay nada que podamos hacer. El único recuerdo que tengo con claridad fue el de mi padre cuando entró al dormitorio donde dormíamos mi hermana y yo. -Su abuelita está muerta, pónganse algo negro y bajen. Habían velado a mi abuelita mientras mi hermana y yo permanecimos dormidas. Apenas abríamos los ojos cuando escuchamos retumbar la palabra “muerta” en nuestros oídos. Quizá no fue la mejor manera de avisarnos sobre la visita de la muerte, pero ¿quién está preparado para su llegada? Exacto, nadie, porque a pesar de que nacemos con la certeza de que vamos a morir, lo ignoramos todos los días. Tampoco mi padre fue nada considerado cuando me cargó para verla por última vez en la caja fúnebre y me dijo: -mira a tu abuelita, despídete de ella, pero no te asustes sólo está dormida-. Caridad Carrillo, falleció el 9 de mayo del 2002 a las 23:49, minutos antes de ser 10 de mayo, me gusta imaginar que su último pensamiento fue -me voy este día para que no se olviden que tuvieron madre-.

Después de ese suceso en mi corta vida, los pensamientos existenciales se instalaron en mi cabeza hasta que me convertí en adolescente y preferí disfrutar en vez de cuestionarme cosas que solo sabría hasta el último día de mi vida. Sin embargo, la muerte no estaba de acuerdo con que me olvidara de ella. Volvió a tocar la puerta de la casa cuando tenía 14 años, esta vez vino por mi abuelo paterno, compañero de vida de Caridad Carrillo. Por segunda vez veía como la cara de mi padre se invadía de tristeza, sus ojos contuvieron lágrimas que nunca dejó salir. Ignacio Contreras falleció el 17 de agosto del 2012 a las 21:45. Mi abuelo Ignacio era un hombre que no sabía cómo demostrar sus sentimientos. A pesar de que vivimos en la misma casa no tuve la oportunidad de conocer su verdadera esencia. Los últimos días de su vida quiso ser el abuelo cariñoso que nunca fue. Me invitaba a desayunar un rico arroz con leche o un café acompañado de una concha y tacos de chicharrón con su peculiar pico de gallo. Al irme a la escuela me daba un beso en la mejilla y me decía -que dios te acompañe, hija-. Aún cuando salgo de mi casa, puedo escuchar aquellas palabras retumbando en mi mente. La muerte se alejó por 8 años, sin embargo regresó para llevarse a mi abuelito materno. Debo admitir que ha sido la muerte mas dolorosa que he experimentado, nunca pensé que se podían llorar días enteros por una persona, aprendí el verdadero significado de la palabra “extrañar”. Deje de ver mi galería de fotos para no encontrarme con imagenes de mi abuelito, no quería escuchar su voz porque estaba negada a que nunca más volvería escuchar su voz en vivo. Agustin Flores cerró sus ojos para siempre el 14 de junio del 2020 a las 10:50 am. Falleció en su pueblo natal, Chilacachapa Guerrero. Mi madre y mi abuelita presenciaron su último suspiro.

21-06-2020

Aquel domingo marcó mi vida, todo transcurría normal. Nos despertamos tarde porque el día anterior habíamos tenido una pequeña reunión. Nos despertó el hambre porque nadie quería levantarse de la cama, a la 1:00 pm apenas estábamos desayunando. Ivon se fue a su casa junto con mi cuñado y mi sobrino, por lo que solo nos quedamos Karina, Carlos y yo en casa. Mi madre se había ido a Guerrero a cuidar a mi abuelito y a mi padre le tocó trabajar.

Después de desayunar le dije a Carlos que nos fuéramos a dormir otro rato, el dia solo daba para estar en cama y ver películas, pero Carlos y yo tenemos la manía de platicar antes de dormir, no sé porque salió el tema de la muerte y le conté cómo nos enteramos de los fallecimientos de mis abuelitos, sin saber que ese dia mi abuelito Agustin ya llevaba horas de muerto. Nos despertamos a las 4:00 pm, Carlos se fue a su casa a bañar, nos quedamos de ver de nuevo a las 5.30 pm para comer juntos y seguir disfrutando del día. Karina y yo hacíamos de comer bistec en salsa verde cuando sonó el teléfono, Karina fue a contestar mientras yo me quede en la cocina a preparar la salsa. De repente vi como la sonrisa que tenía mi hermana desapareció, sus ojos se llenaron de lágrimas pero no recorrieron sus mejillas, se quedaron en sus ojos. Mi mundo se derrumbó cuando entendí lo que decían los labios de mi hermana -mi abuelito falleció-. Fue un impacto en todo mi cuerpo, no supe cómo reaccionar, solo la abrace mientras ella seguía hablando por teléfono. El día que tenía planeado dormir fue un día lleno de sentimientos y recuerdos. Justo en la charla con Carlos había recordado la muerte de mis otros dos abuelitos, pensé que todo se había conectado y que la muerte me decía -He regresado, por si me habías olvidado. Las lágrimas no podían dejar de salir por mis ojos, en mi mente solo habitaban momentos con él, los cuales pasaban unos tras otros como si fueran una película. Entre tantos recuerdos mi mente no aceptó esa realidad, sentí que era un malentendido, porque la persona que nos dio la noticia fue uno de mis tíos, yo tenía que escucharla de mi madre porque ella se encontraba con él. En el pueblo no había señal y quizá mi tío confundió las palabras por el estado de salud en el que se encontraba mi abuelito, pero no fue así. Como pude localicé a mi mamá y me confirmó que mi abuelito había muerto. Mi cuerpo se quedó inmóvil y por mis mejillas seguían resbalando lágrimas llenas de dolor, solo quería abrazar a mi mamá y a mi abuelita. Me reproché no estar ahí para ellas ni estar en los últimos días en el pueblo con mi abuelito. Después de hablar con mi mamá el tiempo se detuvo, me refugié en una esquina a llorar profundamente, le escribí a Carlos y a los cinco minutos ya estaba afuera de mi casa abrazándome, no tuvo que decir ni una palabra su presencia logró tranquilizarme.

El tiempo evidentemente no se detuvo, cuando reaccioné ya era de noche, y tenía que poner mi ropa para irnos a Guerrero. La noche parecía no tener fin, la carretera fue muy fría llena de nostalgia. No podía dejar de llorar las lágrimas hacían un recorrido por mis mejillas, algunas terminaban en mi nariz, labios, en mi cuello incluso en mis piernas. Los recuerdos no dejaban de pasar en mi cabeza, mi frustración y ansiedad no desaparecían, quería gritar, quería hacer todo menos estar en ese carro rumbo al funeral de mi abuelito, no podía creer que solo regresaba al pueblo a eso. Para llegar al pueblo fue un suceso desagradable, llegamos a Iguala a las dos de la madrugada, parecía que el dolor y la tristeza no eran suficiente en mi cuerpo, también lo invadió el inmenso y fastidioso calor. Tuvimos que dormir en el carro en un estacionamiento de una gasolinera porque los federales nos advirtieron que el camino para el pueblo era peligroso, que era mejor esperar porque ya no sería solo un funeral, sino de cinco personas más. Esa madrugada no dormí absolutamente nada, lo intenté, pero fue inútil. Mi tío, quien nos llevó a Iguala, decidió regresar a la Ciudad por lo comentarios que nos habían hecho los federales, no quería arriesgar su regreso después de dejarnos en el pueblo. Karina e Ivon y mi sobrino se fueron con mis tíos quienes llegaron a Iguala a las siete de la mañana, Carlos y yo tuvimos que esperar la primera combi que salía para el pueblo. Una vez que estábamos esperando a que la combi saliera, una mujer se acercó al chófer. -Le encargó esta caja que lleva veladoras, flores y este sobre, se lo da a Serafina Flores, su esposo acaba de morir. En el sobre dice quien lo manda. - Si, está bien ¿En dónde vive? - Es la casa de Pichus - ¿En la de arriba o abajo? - En la de arriba. - Está bien, yo se lo entrego En realidad ni reconocí a la señora que hablaba con el chófer, quería interrumpir la conversación para decirles que era mi abuelita, pero solo salió por mi boca “yo voy para el funeral”. En el camino pude dormir un poco, no quería llegar al pueblo, porque no sabía cómo iba a reaccionar y no quería pasar por nada de lo que estaba a punto de pasar. 102

Desperté justo cuando llegamos al pueblo, el chófer nos dejó en la mera entrada de la casa. La primera persona que vi al abrir la puerta fue a mi mamá, la abracé y lloramos juntas, su mirada reflejaba una tristeza infinita y un vacío que jamás se podrá llenar. La casa estaba llena de personas pero no me importó, solo quería llegar a mi abuelita, abrazarla y compartir su dolor. Cuando la vi se me partió el alma, la abracé lo más fuerte que pude, y ella a mí, su llanto se escuchaba en toda la casa “se fue, se fue, me dejó aquí tu abuelo” No supe qué decirle, no hay palabras de consolación… Mi abuelita perdió a su compañero de vida a los 82 años con el que compartió 64 años de casada, mi abuelito cumplió con la promesa de la iglesia “hasta que la muerte nos separe”. Mi abuelita estaba perdida entre tanta gente ¿cómo vivir sin su compañero?, ¿cómo acostumbrarse de la noche a la mañana sin que alguien esté a lado de su cama? En ese momento quería morirse con él, irse a dónde él estaba “ya no quiero estar aquí, me quiero ir con él, no voy a aguantar tanto tiempo”, eran frases que constantemente repetía a aquellos que le daban el pésame. Mi alma no se había partido lo suficiente, se terminó desmoronando cuando entre al cuarto; vi flores, velas por todos lados y a los músicos tocando melodías de despedida. En la caja fúnebre azul percibí su cuerpo inmóvil, pálido, seco, sus ojos cerrados, sus manos en el pecho, vestido como siempre, con su pantalón de vestir, su camisa y un gorro. Realmente no quería ver así a mi abuelito pero mi mamá me dijo que me tenía que despedir de él. Mi sobrino fue una alegría en tanto dolor, ver sus ojos llenos de vida y cargarlo me daban fuerzas para seguir con el duelo. Teníamos que ir al panteón para que la tierra cubriera por completo su cuerpo. Cuando caminábamos hacia el panteón las calles me traían más recuerdos y me preguntaba; ¿qué valor tendrá el pueblo si él ya no está? El calor era intolerable, quería vomitar el dolor, no sabía si era sudor o lágrimas las que recorrían mi cara, al final, esas gotas sabían amargas. Lo que culminó con mi dolor fue el momento al enterrarlo, no quería que su cuerpo estuviera bajo la tierra. Todo fue confuso, inmensamente doloroso, sentí que una parte de mi murió en ese momento al ver cómo cubrían de tierra su cuerpo. No logré obtener respuesta a todas las preguntas que estaban en mi mente y quizá nunca las obtendré. Cuando regresamos del panteón mi madre se deshago contandonos como había vivido la muerte de su papá. 103

Eran las diez de la mañana, mi abuelita preparaba sus cosas para el baño, cuando mi mamá le dijo : “Madre ven para acá, mi papá ya está muy mal, trae velas y un rosario”, mi abuelita dejó sus cosas de baño y trato de ir rápido a la habitación. La cara de mi abuelita no reflejaba dolor, sino compasión, no lloró para que su compañero pudiera irse en paz. A diferencia de mi mamá, sus ojos no pudieron contener las lágrimas, con voz cortante alcanzó a decir “Vete tranquilo, yo cuidaré de mi mamá, pídele a dios que te perdone para que te puedas ir”. Los ojos de mi abuelito apuntaban a los de mi abuelita, no pudo despedirse de su amada porque se le cortó la voz, su cuerpo ya no reaccionaba, ya no obedecía las señales que el cerebro envía para poder hablar, solo veía a mi abuelita, asi hasta que cerró sus ojos para siempre. Mi mamá le pasó la mano por sus ojos para afirmar que estaban cerrados, el dolor inundó la habitación, el llanto de mi mamá y de mi abuelita no podía detenerse, aunque sabían que era lo mejor para él, pues ya estaba descansando luego de una enfermedad crónica que poco a poco lo fue apagando, dejo de comer, de caminar, de trabajar, de tener sentido del humor, sin embargo no podían asimilar que ya no lo iba a ver nunca más, excepto en sus recuerdos y en sueños. Agustin Flores murió en el mes de junio cuando la tierra es más fértil, en su época de trabajo y favorita, tengo la idea que la tierra vino por él. Después de dos días largos pude descansar a lado de Carlos, sumergiéndome en un sueño tan profundo, escapándome de la realidad. Nunca es fácil hablar de la muerte, no estamos preparados para su llegada. Agradezco a Carlos por estar conmigo en todo momento, por abrazarme cuando lo necesite, por escucharme cuando tenía tantas cosas que decir, por limpiar mis lágrimas y por sus miradas llenas de compasión diciéndome: “no llores más, él ya está mejor”.

De regreso al pueblo.

Íbamos saliendo de la carretera de Iguala-Guerrero a una velocidad no recomendada, mi tío (hermano de mi madre) al volante con su ceño fruncido y a lado su mujer con cara de desesperada al ver la hora y que no habíamos llegado al pueblo, mi madre en el celular viendo el video donde mi abuelita baila conmigo, mi abuelita en medio de mi madre y de mi queriendo ver lo que mi mamá veía pero sus ojos del cansancio 104

no se lo permitieron al cien por ciento, yo, leyendo las intermitencias de la muerte, solo termine de leer “La muerte no nos quita los ojos de encima ni un minuto…” cuando el libro me fue arrebatado por el tope que mi tío se saltó y no pudo frenar, mi cuerpo dejó de pertenecerme por segundos, chocó mi cabeza con el techo del carro y di como tres saltos hasta que mi cuerpo regresó a su lugar original, estando inerte por un segundo, cuando regrese a la realidad vi a mi abuelita que se estaba quejando por su cadera, su dolor parecía como el de una mujer dando a luz por primera vez. Al ver el rostro de mi abuelita que reflejaba un dolor insoportable, su mirada se perdió, su conciencia salió de su cuerpo, sus labios y sus ojos, solo se quejaba con pequeños gemidos, no contestaba a ninguna de mis preguntas y las lágrimas de mis ojos querían salir pero no las deje, no podía creer que podía perderla, me sentí tan mal por haber leído esas frases de la novela, por un momento pensé que había invocado a la muerte y que las líneas que leí eran ciertas, sentí que la muerte también iba con nosotros en el carro. Es cierto que todos los días nos está observando, pero solo es necesario un contacto visual para decir adiós, para saber el verdadero significado de la palabra adiós.

Despojos

Antonio Rodríguez

Ya no se vivir, entonces la muerte simplemente es la culminación más extraordinaria de una vida sin sentido y después por fin lograré estar en paz.

Y por fin mis cenizas podrán ser libres y vagar por todos esos lugares que un día me hicieron vivir y hoy solo en el olvido quedarán y ruinas de esos recuerdos habrá.

El final es la luz

Antonio Rodríguez

Ojalá la vida fuera tan fácil como morir. Pues vivir es un acto total de valentía.

Y morir solamente es el último paso para la eternidad.

Una eternidad que se nos promete desde la primera luz y que cada día de vida se presenta más y más como una misericordia de salvación a tanta marginación.

Hoy que estoy a unos días de ver la luz final, aquella luz de eternidad ya sólo imploro porque mi recuerdo quede marcado en cada persona que me amó y que hicieron de mi vida algo mejor

Hasta que la muerte nos separe

Antonio Rodríguez

Desde ese día que te vi desde lejos lo comprendí, así de lejos pude notar que era a tu lado donde quería empezar a vivir y en dónde quería morir.

Y en esta vida, ser tuyo, que seas mi musa eterna y llegar contigo hasta la tierra.

Besar tus labios un paraíso tan extenso de éxtasis para sentirme vivo, para sentirme morir mil veces y resucitar para seguir disfrutando del gozo de sentirte cerca.

Desde ese día lo supe... Estaría a tu lado hasta que la muerte nos separe, hasta que la vida se me acabe.

Los caminos por donde anduve

Antonio Rodríguez

Recorrí de aquí para allá, de allá para acá, estuve en un sitio y me moví a otro sin dudar, deje partes mías por todos los caminos, anduve por miles de kilómetros en busca de respuestas.

Me perdí y me encontré.

Me caí y me levanté.

Anduve de paseo por dónde tú nunca podrás, visité lugares tan oscuros que ahora la soledad de esta tumba no se compara, trote en su tiempo ya, no podía correr más, poco a poco se fue atenuando mi búsqueda, poco a poco las preguntas se me iban olvidado y las respuestas resultaban más difíciles de asimilar.

Y ahora vago por estos últimos lugares recónditos del ser, ahora voy recogiendo pedazos de mi alma, pedazos que deje al pasar por los lugares donde deambule y no recordaba que por ahí pase.

Ahora mi viaje me llevará a otro lugar, a un lugar en donde habrá nuevos caminos por recorrer, pero esta vez lo haré con paz y tranquilidad.

Luz

Antonio Rodríguez

Noches de incertidumbre total, oscuridades de preguntas que no encuentran respuestas oportunas, de tinieblas que devoran la luz a su paso y que lo único que buscan es terminar con la poca fe que aún cargamos.

Noches llenas de penumbras que poco a poco se apoderan de mi fuerza y me arrastran a lo más profundo de mis miedos, para devorarme entre mandíbulas voraces, destrozando lo último que queda de mi carne ya podrida.

Noches donde descubrimos que somos más fuertes que todo lo que nos atormenta y que ninguna oscuridad podrá opacar lo que ahora estamos creando con un pequeño destello de luz para guiar a nuestras almas a un lugar con calma.

Noches en donde recuerdo que lo más valiente que hemos hecho es seguir viviendo.

¿Y la luz al final del túnel puede ser la salvación?

Mi color, mi muerte

Antonio Rodríguez

Entre las plantas de mi casa florecieron unas bellísimas florecillas moradas, mi color favorito, el color que me recuerda siempre a ti, mi amor.

Entre los muchos cielos que vi el tuyo es el más bello, bello como mi color favorito, sabías, me gustaba observar el cielo y siempre que lo veía cambiaba de color a diario, cambiaba de son pero... para mí siempre es morado, para mí siempre sonaba a morado.

Entre las múltiples miradas que se cruzaban en mi camino hacia ti, ninguna tenía tu color, ese color para mí es morado.

Hoy después de tanto esperar, de tantas flores que vi, de tantos cielos que observe, tantas miradas vacías que sentí, hoy por fin, mi amor vuelve a ti entre colores morados, los colores que me recuerdan a ti y que hoy me acompañan en mi camino hacia ti.

Y entre tanto tiempo de espera después de tu partida, por fin, mi amor estaré contigo en la eternidad.

Mi mayor miedo que la mataran

Antonio Rodríguez

Yentonces lo supe cuando ella llegó, mis miedos banales se esfumaron y entonces lo supe cuando ella llegó a mi vida... Mi mayor miedo era que alguien se la llevara, que alguien la dañara, que alguien se atreviera tan solo a acosarla, que alguien se atreviera a tocarla.

Que alguien me la arrebatara.

Y entonces mi mayor miedo se volvió tener que buscarla porque salió de casa y no volvió, porque ya no respondió mi mensaje de si había llegado bien al trabajo, porque ya no contestó mi llamada y su celular decía línea apagada.

Que alguien la matara.

Y entonces mi mayor miedo fue cada hombre que se le cruzara, cada maldito hombre que estuviera cerca de ella y entonces cada hombre se volvió mi mayor enemigo.

Tenía miedo, miedo de que se la llevaran.

Y entonces lo supe cuando ella llegó... Yo daría mi vida por ella y no permitiría que nada le pasara.

Y entonces ese día que ella llegó y mi más grande miedo se descubrió y lo supe y lo entendí y por fin abrí los ojos a ese gran dolor que ellas tanto pelean y por fin lo comprendí pues estaba sintiendo un miedo muy similar al que ellas vivían.

Y entonces mi mayor miedo se volvió que me la arrebataran. .

Tinieblas

Antonio Rodríguez

No puedo soportar la incertidumbre que hay en la oscuridad, ese vacío tan inmenso que avanza sin parar y con el tiempo todo se llevará.

¿Acaso podemos salvarnos?

¡Por favor imploro por una salvación!

La oscuridad se está llevando lo poco que queda en este lugar.

Las tinieblas me llevan y la muerte me llama para por fin calmar estas ansias de acabar.

Antonio Rodríguez

Yo descubrí “la muerte” a muy corta edad, a mis 5 años de vida ya sabía que nada, ni nadie sería para siempre y que en un abrir y cerrar de ojos todo podría acabar, la partida de mis abuelas y mi hermano me hicieron reflexionar y aprender a que lo verdaderamente difícil era aprender a vivir, desde entonces vivo mi vida un día a la vez, pero la vivo como si fuera el último.

Celina Contreras

Nadie está preparado para la muerte de un ser querido, es confuso y doloroso. El mismo día que muere la persona una parte de nosotros muere. La cabeza se llena de preguntas que quizá nunca obtendremos respuesta. Con la muerte entendemos el verdadero significado de la palabra “extrañar”.

Daniel Hernández

Solo en un par de ocasiones he estado cerca de la muerte, perder familiares es algo inexplicable y que simplemente no se puede comprender, cómo es que, personas que antes veías a diario; hoy ya no. Antes me aterrorizaba pensar siquiera en ello, sin embargo, propuse no temerle pero si respetarlo, pues nadie tiene la vida comprada y en cualquier momento podemos esfumarnos, procuro disfrutar las cosas pero también tengo presente que las cosas cambian en cuestión de segundos.

Karina Becerra

La muerte está implícita en la vida misma. A diario algo muere a nuestro alrededor, flores, insectos y personas, no por ello asimilamos la muerte de un ser querido tranquilamente, o por lo menos no Karina que ha aprovechado la ocasión para entender lo que ha vivido y su relación con la muerte.

Ximena Gutiérrez

La muerte forma parte de cada persona, ninguna está exenta de ella,he vivido experiencias muy dolorosas como lo que ha sufrido mi madre desde la muerte de mi abuela, así como lo difícil que han sido mis días sin ella o la muerte de mi perra, han sido inspiración para plasmar algunas de estas historias.

Yessica Canarios

En mi familia siempre se nos ha enseñado que la gente solamente muere cuando la olvidamos, aunque la muerte trae mucho dolor, siempre nos ayuda a recordar que estamos vivos, y esa razón es suficiente para hacer que cada día valga, porque sin la muerte, la vida no tendría sentido.

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