Playas y balnearios en el arco atlántico

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FESTIVAL ARCU ATLÁNTICU Gijón/Xixón 2016

PLAYAS Y BALNEARIOS EN EL ARCO ATLÁNTICO PAISAJES DEL OCIO BURGUÉS ENTRE 1850 Y 1936

Del viernes 22 al domingo 31 de julio 2016 Procedencia de las imágenes

Comisario

Museo del Ferrocarril de Asturias

Fundación Municipal de Cultura, Educación y Universidad Popular. Departamento de Proyectos Culturales

Muséu del Pueblu d’Asturies

Archivo Municipal de Gijón/Xixón Museo Nicanor Piñole

Museo Casa Natal de Jovellanos

Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Instituto del Patrimonio Cultural de España, Fototeca del Patrimonio Histórico

Maximino Suárez Calleja

Agradecimientos Fundación Princesa de Asturias

Patrimonio Nacional

Biblioteca Nacional de España

Biblioteca Digital Memoria de Madrid Colección M. Suárez

Diseño Estudio Juan Jareño


PLAYAS Y BALNEARIOS EN EL ARCO ATLÁNTICO PAISAJES DEL OCIO BURGUÉS ENTRE 1850 Y 1936

1. LA INVENCIÓN DE LA PLAYA — Se considera que es a partir del siglo xviii cuando se produce la invención de la playa y la conquista de ese territorio del vacío que constituía el litoral. Hasta entonces, era un espacio que permanecía a espaldas de pueblos y moradores. Al fin y al cabo, era normal que a las playas llegasen todo tipo de deshechos, restos de naufragios o se convirtieran en basureros de las poblaciones cercanas. Asimismo, el mar se identificaba con lo desconocido y peligroso.

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2. LA MAR CURA — A partir de finales del siglo xviii los escritos sobre las virtudes curativas de las aguas marinas comienzan a multiplicarse. Los médicos empezarán a insistir en la importancia del higienismo, consistente, fundamentalmente, en otorgar una gran influencia e importancia al entorno social y ambiental en la génesis y evolución de las enfermedades. Estas nuevas ideas científicas se apoyan sobre nuevos datos, esencialmente relacionados con el estudio epidemiológico de la propagación de las enfermedades infecciosas. Son estas concepciones científicas las que hacen que el balnearismo decimonónico represente un cambio sustancial con respecto a otro tipo de hábitos previos, ya que, indudablemente, el uso del agua como medicamento natural tiene un origen antiguo y se halla presente en varias culturas.

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3. LA MAR CURA — Los higienistas denunciaban la falta de salubridad de las ciudades y las pésimas condiciones de vida de los obreros fabriles, como consecuencia de la Revolución Industrial. En este contexto, empezarán a proliferar en Gran Bretaña las ciudades balnearias al borde del mar. El fenómeno iría a más , sobre todo a lo largo del siglo xix con la difusión del ferrocarril.

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4. NACIMIENTO Y DESARROLLO DE LAS VILLAS BALNEARIAS — Esta puesta en valor de las aguas frías del Atlántico no se limitó sólo a la costa británica (Brighton, Folkestone, Margate), sino que se fue extendiendo por todos los países ribereños de dicho océano: Francia, Bélgica, Holanda y Alemania, con destinos balnearios como Scheveningen, Ostende, Dunquerque, Boulogne-sur-Mer, Dieppe, Biarritz…

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5. NACIMIENTO Y DESARROLLO DE LAS VILLAS BALNEARIAS — Se resaltarán como factores positivos de los baños marinos la uniformidad y suavidad de las temperaturas oceánicas, la abundante insolación, la oxigenación, la diferente presión atmosférica, la acción mecánica del oleaje, los vientos purificadores, el aprecio del yodo y del bromo… Dentro del pragmatismo y del empirismo reinantes, ya no se buscan tanto las causas de la enfermedad, sino que se incide en los remedios para atajarla.

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6. EXPANSIÓN DEL FENÓMENO BALNEARIO POR EL ARCO ATLÁNTICO — Se proyectarán nuevos espacios urbanos dedicados a la diversión y al descanso, a la salud del cuerpo y a las vacaciones. A lo largo de toda la Europa atlántica, se crearán equipamientos e infraestructuras relacionadas con esta actividad lúdica y terapéutica: balnearios, piers, terrazas, pasarelas, galerías…

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7. EXPANSIÓN DEL FENÓMENO BALNEARIO POR EL ARCO ATLÁNTICO — Asimismo, los frentes marítimos donde se efectúa la práctica del baño se acondicionan y embellecen con paseos, jardines, arboledas, miradores, pérgolas y terrazas. La naturaleza se domestica y se convierte en escenario para los rituales del ocio burgués. Todas estas ciudades se convierten en importantes destinos turísticos que ofrecerán una atractiva serie de instalaciones y equipamientos: casino, salas de baile, cafés y restaurantes. Por otra parte, también se desarrollarán espacios urbanos cada vez más populares y asequibles para las clases menos adineradas.

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8. EXPANSIÓN DEL FENÓMENO BALNEARIO POR EL ARCO ATLÁNTICO — Originalmente, la difusión de la estancia en los balnearios marítimos era exclusiva de la aristocracia, los círculos de la corte, las personalidades de moda. Durante el primer tercio del siglo xix el fenómeno se expandió entre los estratos más altos de la burguesía. La extensión por Europa de las redes del ferrocarril durante la década de 1840 terminó por hacer habituales estas prácticas entre las burguesías de todo el continente. Distintas estaciones de mar a lo largo del Atlántico, se convertirán en puntos de reunión obligatorios de la temporada elegante. “Tomar las aguas” se convierte en refinada costumbre que ya no requiere una enfermedad para practicarla.

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9. EXPANSIÓN DEL FENÓMENO BALNEARIO POR EL ARCO ATLÁNTICO — Las ciudades balneario de la fachada atlántica iniciarán una transformación que provocará inevitables repercusiones tanto en el plano social como económico. Se proyectará un nuevo espacio urbano dedicado a la diversión y al descanso. Una ciudad dedicada al tiempo libre, a la salud del cuerpo, a las relaciones sociales, al juego… Se convierten en enclaves absolutamente turísticos, cuyas principales fuentes económicas serán el resultado de atender toda esta serie de disfrutes.

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10. EXPANSIÓN DEL FENÓMENO BALNEARIO POR EL ARCO ATLÁNTICO — Las clases más adineradas pasarán períodos prolongados en las estaciones balnearias. Por ello, construirán edificios suntuosos, villas elegantes en las zonas de ensanche o en los pueblos cercanos y ribereños al mar. En ellas organizarán elegantes fiestas en las que se reunirá lo más selecto de la sociedad local.

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11. BAÑO Y SOCIEDAD A FINALES DEL XIX Y PRINCIPIOS DEL XX —

Durante el siglo xix la mayoría aplastante de los turistas de mar y playa era de clase media, con sus niños y criadas. El sol todavía no formaba parte de los discursos de las vacaciones: eran tiempos de parasoles, y la piel bronceada todavía no era percibida ni como saludable ni como de moda. La palidez representaba una marca de distinción y las élites protegerán la blancura de su piel con amplias vestimentas, sombrillas y sombreros.

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12. BAÑO Y SOCIEDAD A FINALES DEL XIX Y PRINCIPIOS DEL XX —

Lo que importaba era bañarse, mojar los pies en el agua, pasar el tiempo en la playa entreteniéndose en las distintas actividades que se organizaban, pasearse (dejarse ver) por las orillas del mar o por los paseos marítimos y embarcaderos de hierro (piers) y acudir por la tarde al teatro, al casino o kursal, a las terrazas repletas de veraneantes, a escuchar los conciertos al aire libre de la banda de música.

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13. BAÑO Y SOCIEDAD A FINALES DEL XIX Y PRINCIPIOS DEL XX — El cambio de costumbres y hábitos que había representado los baños de mar llevados a cabo al aire libre se pondrá de manifiesto en la publicación de edictos y bandos municipales. En ellos se establecen normas para el comportamiento de los bañistas y el uso de las zonas de baño. También los establecimientos balnearios determinaron sus propios reglamentos, organizando así los servicios prestados dentro de su concesión. Se trataba esencialmente de controlar la moral pública y de imponer reglas de urbanidad conformes a los nuevos hábitos. En ese contexto, van a diferenciarse y acordonarse zonas de playa distintas según el sexo de los bañistas (mujeres y niños por un lado, hombres por otro).

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14. BAÑO Y SOCIEDAD A FINALES DEL XIX Y PRINCIPIOS DEL XX — Pero la compartimentación de espacios en la playa no se limitó a las diferencias de sexo, sino que era habitual efectuar una no reglada segregación social. Hasta que bien entrado el siglo xx no empieza a desarrollarse el turismo de masas, los espacios de playa fueron lugares socialmente acotados, es decir, caracterizados por una clase social determinada, según los lugares y según los sitios específicos. Así, mediante pautas tácitas y diferentes ritmos horarios, cada público frecuentará unas zonas de playa y no otras, evitando en los posible mezclarse con bañistas que no fueran de su misma condición social.

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15. BAÑO Y SOCIEDAD A FINALES DEL XIX Y PRINCIPIOS DEL XX — Si durante los últimos decenios del siglo xx se había mantenido la dualidad de las funciones básicas de las ciudades balneario, recuperar la salud perdida y ser espacios de ocio, a partir del siglo xx el paradigma higienista entrará en crisis. De hecho, los establecimientos termales de interior sufrirán una considerable merma de usuarios. Sin embargo, la situación en las localidades de playa fue distinta, en buena medida gracias a una oferta de ocio cada vez más amplia y variada. Las ciudades balneario idearán constantemente fórmulas para ampliar su oferta de entretenimiento y alargar la temporada de verano.

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16. EL RITUAL DE LOS BAÑOS DE MAR — Los baños de mar comenzaban a tomarse en una fecha fija y los bañistas debían atenerse a una serie de reglas básicas que se explicaban en numerosos manuales. Los médicos habían establecido la costumbre de tomar los baños durante nueve días, comenzando generalmente por día impar, aunque en esto no había coincidencia entre los especialistas.

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17. EL RITUAL DE LOS BAÑOS DE MAR — Dentro de los balnearios, los baños se recibían generalmente en una pila de mármol llena de agua de mar o en unos aposentos flotantes sostenidos sobre pilares, a modo de palafitos. Las casas de baños disponían de salones de reposo, en los que el bañista podía relajarse antes de cambiarse de ropa, pues se consideraba peligroso bañarse o incluso desvestirse si no era en un estado de absoluto reposo.

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18. EL RITUAL DE LOS BAÑOS DE MAR — Los establecimientos proveían al cliente de todo lo necesario para el baño: toallas, sombreros de paja o gorras, albornoz, jabón, esponja, sombrillas, etc., además de custodiar las ropas y ofrecer servicio de bañero o bañera. Existía también la posibilidad de tomar baños calientes, sulfurosos, de algas y demás medicinales así como chorros y duchas de diversos tipos. También se ofrecían los denominados baños de placer, como se denominaban los baños de aseo, muy necesarios en una época en la que numerosas viviendas carecían de baño o incluso de agua corriente.

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19. EL RITUAL DE LOS BAÑOS DE MAR — Además de los balnearios, muchas playas contaban con casetas móviles, que eran acercadas hasta la zona de baño a medida que subía o bajaba la marea. Generalmente los empleados del negocio se ayudaban de caballos o mulas en este continuo trasiego. Los bañistas más modestos se adentraban en el agua agarrados a unas maromas sujetas en el suelo por medio de postes de hierro o madera, bajo la atenta mirada del bañero.

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20. EL RITUAL DE LOS BAÑOS DE MAR — Los trajes de baño debían ser decorosos y cumplir al menos dos condiciones: no transparentar y cubrir el cuerpo hasta la rodilla, que podía quedar libre para los ejercicios natatorios. Solían ser de colores oscuros, azules o marrones. A partir de los años 80 del siglo xix los bañadores femeninos empiezan a mostrar algo de la anatomía de las usuarias. El escote era cerrado, hasta el cuello. Solían llevar, como elemento decorativo, un áncora bordada.

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21. PLAYAS Y BALNEARIOS DEL LITORAL CANTÁBRICO — En la Península Ibérica el balnearismo de playa no alcanzó nunca el prestigio, el brillo y la opulencia de las estaciones de baño europeas. Aunque surgieron diversos centros en las costas mediterráneas y atlánticas, el desarrollo principal correspondió al litoral cantábrico. Si bien existe constancia de la existencia de balnearios en la primera mitad de siglo, la expansión de la red de ferrocarriles a partir de 1860 significó un elemento clave, pues facilitó la llegada de visitantes del interior de España y del extranjero, concentrándose las actividades turísticas en los puntos finales de las líneas ferroviarias. Destacan dos ciudades, Santander y San Sebastián, caracterizadas por el impulso que les proporcionará el ser la sede de los veraneos reales. Al igual que en el resto del Continente, el apoyo de la aristocracia y de la realeza será trascendental para consolidar estos núcleos y convertirlos en lugares selectos y de moda.

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22. EL ESPACIO BALNEARIO EN ASTURIAS — En el último cuarto del siglo xix se producirá el despegue de la actividad balnearia en la región. Dejando a un lado el caso de Gijón/Xixón, que se constituirá en el motor del desarrollo balneario, debido, entre otras razones, al empuje que supuso la conexión ferroviaria con la Meseta, otras villas del litoral asturiano levantarán en sus playas centros de talasoterapia o espacios dedicados al ocio playero. En la zona central de Asturias destacarán las instalaciones levantadas en Luanco y Salinas, que tendrán una gran aceptación como estaciones balnearias. Más tardíamente se levantarán en la franja costera oriental instalaciones para baños en Ribadedeva, Llanes y Ribadesella.

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23. Gijón/Xixón. LOS INICIOS DE LA ACTIVIDAD BALNEARIA —

Ya en el plano de Tofiño, de 1787, encontramos una referencia al Arenal del Paseo, al oeste del cerro de Santa Catalina. Será a mediados del xix cuando se consolide, al lado de la dársena local, una zona de baños con casetas, primero de lienzo y luego de madera, en la denominada Playa de Pando, “cuya arena finísima la hacía tan superior a la de San Lorenzo”.

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24. Gijón/Xixón. LOS BAÑOS REALES — Si bien existen noticias de que la reina regente, María Cristina de Borbón tomó los baños en nuestra ciudad durante su estancia en 1852, cuando vino para la inauguración del Ferrocarril de Langreo, será la estancia de Isabel II en 1858, la que supondrá un espaldarazo a las esperanzas de Gijón/Xixón de consolidarse como un destino preferente de las vacaciones reales. Durante veinte días, desde el siete de agosto, la reina tomó los baños en la playa de Pando en una caseta con varias estancias decoradas con lujo, construida por el ingeniero de Marina Hilario Nava y que estaba acoplada a unos raíles de ferrocarril que permitían su deslizamiento hasta el agua. Más adelante, en el verano de 1884, también se construyó una caseta instalada sobre una gabarra para ser utilizada por Alfonso XII en sus baños gijoneses.

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25. Gijón/Xixón. LA PLAYA DE SAN LORENZO COMO CENTRO DE ATRACCIÓN VERANIEGA —

La zona de baños de Pando quedará relegada debido a la expansión industrial y portuaria a partir de los años setenta del siglo xix. Con la mejora de las conexiones ferroviarias, Gijón/Xixón intentará emular a Santander y San Sebastián como centro de atracción turística durante el verano, sustituyendo Pando por la playa de San Lorenzo, hasta entonces poco más que un arenal que era aprovechado tradicionalmente por los vecinos de las parroquias cercanas para obtener cama para el ganado o para las construcciones civiles. Al igual que en otras playas del entorno atlántico, muy pronto en los arenales gijoneses se establecieron normas que regulaban el comportamiento de los bañistas, estableciéndose ¡cómo no! la consabida separación por sexos.

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26. Gijón/Xixón. LA PLAYA DE SAN LORENZO COMO CENTRO DE ATRACCIÓN VERANIEGA —

Tras varios intentos fallidos para construir una estructura balnearia permanente en la playa de San Lorenzo, por fin, en 1874 se abre una casa de baños promovida por Justo del Castillo, que también era el concesionario, en 1881, de unas casetas destinadas a “servir para vestirse a los bañistas menos acomodados”.

La playa de San Lorenzo, en su parte más cercana al casco histórico, se convertirá en el centro balneario de la ciudad. Entre 1893 y 1907 estuvieron funcionando simultáneamente La Cantábrica, Las Carolinas, La Favorita, con sus Baños de Ola y La Sultana, a lo largo de una extensión comprendida entre las cercanías de la iglesia parroquial y el final del muro construido hasta entonces, a la altura de la calle Ezcurdia.

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27. Gijón/Xixón. BALNEARIOS DE LA PLAYA DE SAN LORENZO. LA FAVORITA —

Promovido en 1883 por el industrial Leandro Suárez Infiesta, ocupará una extensión de 160 metros de largo por 9 de ancho. Situado a la misma altura que el caserón del Hospital de Caridad era, “de construcción sólida y elegante y está montado con todos los adelantos en tal forma que puede competir con los del extranjero” . El establecimiento tenía dos edificios diferentes: uno, el balneario propiamente dicho y otro, frente a la calle Jovellanos, destinado a los Baños de Ola. Ambos espacios estaban comunicados por una galería de 70 metros de longitud. Los Baños de Ola provocaban muchas quejas, pues quitaban totalmente la vista al mar y, por eso, su propietario se ofrecerá a derribarlo en 1913 y a sustituirlo todo por “una terraza de cemento armado”.

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28. Gijón/Xixón. BALNEARIOS DE LA PLAYA DE SAN LORENZO. LA SULTANA —

La concesión, otorgada a José Fernández y González, entró en funcionamiento hacia 1887 y estaba situado “en uno de los puntos más alegres de la playa, o sea en el sitio denominado La Garita (frente a la calle Ezcurdia) y ocupa una extensión de 70 metros de longitud por 10 de ancho”. Su fachada será objeto de reforma en 1899, según proyecto del arquitecto Mariano Marín, que introducirá elementos mudéjares y medievales. La Sultana desaparecerá en 1906 al ser expropiado con motivo de las obras del Muro de la playa, que se estaban llevando a cabo en esta fecha. Aunque había proyectos para reconstruir el balneario, la oposición de los vecinos impedirán que se lleven a cabo.

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29. Gijón/Xixón. BALNEARIOS DE LA PLAYA DE SAN LORENZO. LA CANTÁBRICA —

Fue promovido en 1892 por Corsino Rodríguez y el industrial ovetense Rodrigo Fontela, aunque la concesión pasaría en 1899 a Policarpo Herrero. Situado “tras la iglesia”, en un lugar con tradición de baños, en la subida al cerro de Santa Catalina, el balneario contaba con dos plantas, la superior para baños medicinales y la inferior para casetas de baños de ola. La propiedad intentará conseguir la concesión del espacio existente entre su establecimiento y el balneario Las Carolinas, promoviendo la construcción de las denominadas “Perlas del Cantábrico”, unidas entre sí y con La Cantábrica por puentes.

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30. Gijón/Xixón. BALNEARIOS DE LA PLAYA DE SAN LORENZO. LAS CAROLINAS —

En los terrenos donde Justo del Castillo tenía el primer balneario construido en la playa de San Lorenzo, él mismo, formando sociedad con Tomás Zarracina y Faustino Goyanes, obtendría la concesión para levantar el balneario Las Carolinas. Ocupaba un espacio de 90 metros de longitud por 12 de ancho estaba situado al comienzo de la antigua calle Pidal. Concebido inicialmente como un pier era “uno de los mejores de la costa Cantábrica” y reunía “todas las comodidades que el bañista puede apetecer”. Inaugurado a comienzos de los noventa, cuidaba las relaciones sociales pues contaba “con un bello saloncito de recreo y en toda su extensión amplias y cómodas galerías sobre el mar”. Fue, sin duda, el centro predilecto de la alta sociedad gijonesa.

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31. Gijón/Xixón. LOS BAÑOS EN LA PLAYA —

Además de los balnearios reseñados anteriormente, había en la playa de San Lorenzo, a finales del siglo xix, 165 “casetas movibles” arrastradas por caballos hasta la orilla del mar y que resultaban mucho más económicas. La mayor parte de ellas estaban situadas entre La Sultana y el río Piles. Los balnearios también disponían de algunas que colocaban frente a sus establecimientos. Había pues una segregación social que dependía del nivel económico de los bañistas: el escalón más bajo lo ocupaban las que popularmente se conocían como “les del sábanu”. Eran mujeres con escasos recursos, que los trenes “botijo” traían desde la meseta castellana y que venían a tomarse sus baños sin pasar por balneario ni caseta alguna, equipadas con estrafalaria y casera indumentaria.

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32. Gijón/Xixón. EL ATRACTIVO DE LA PLAYA COMO DESTINO TURÍSTICO —

Ya desde los años 80 del siglo xix la playa gijonesa había adquirido un protagonismo destacado en la vida ciudadana. Incluso una parte de las fiestas veraniegas se celebrarán en el marco playero. La playa de Gijón/Xixón había conseguido en la segunda década del siglo xx un prestigio y una calidad comparables a las del Sardinero, Salinas, Biarritz, Las Arenas o incluso San Sebastián, pues “es algo a modo de delicioso promedio de todas ellas”. En nuestra playa se condensaba, como decía un cronista local, “todo el interés, toda la animación y el encanto todo de nuestra vida de verano”. En fin, incluso era llamada “la reina de las playas” del Cantábrico y muy apropiada para las curas marinas.

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33. Gijón/Xixón. LA CIUDAD AL SERVICIO DEL VERANEANTE —

Al calor del fenómeno balneario, la ciudad va creando una infraestructura hotelera para proporcionar alojamiento a los forasteros. Posadas, casas de huéspedes, fondas se irán abriendo para cubrir la demanda veraniega. Más adelante, hoteles, restaurantes, cafés o cervecerías se convertirán en los centros neurálgicos del ocio y la sociabilidad de los bañistas.

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34. Gijón/Xixón. LA PLAYA EN LOS AÑOS VEINTE Y TREINTA —

Desde 1915 la playa ya estaba totalmente delimitada por el muro que se extendía desde San Pedro hasta la desembocadura del río Piles. Una extensa parte de la playa se hará accesible a amplias capas de la población y los balnearios ya no jugarán un papel tan importante como marcos de relación social. Sin embargo, el epicentro de la vida social playera seguirá siendo la terraza mirador de La Favorita, en unos años en los que se calculaba que a Gijón/Xixón llegaban más de 40.000 bañistas.

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35. Gijón/Xixón. DECADENCIA Y FIN DE LOS BALNEARIOS —

Hubo más proyectos para construir balnearios en la playa de San Lorenzo, pero la opinión pública gijonesa no era favorable a la proliferación de dichos establecimientos. El Ayuntamiento, decía la prensa, debería recabar del estado la propiedad plena de la playa, ya que si no “un particular cualquiera con influencia suficiente en los altos centros madrileños puede conseguir autorización para construir balnearios o artefactos análogos en la playa, sin que el Ayuntamiento tenga más intervención en el expediente que la de un simple informe del que se prescinde en Madrid”. A comienzos de la guerra civil, en julio de 1936, los últimos balnearios que permanecían en pie en Gijón/ Xixón, Las Carolinas y La Favorita, serán incendiados. Finalizaba así una época en la que dichas instalaciones habían simbolizado las esencias del veraneo gijonés.

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