Crisis y Juventud: se acabaron los sueños
A 35 años de publicar “Crisis y Juventud: se acabaron los sueños”, estos se convirtieron en pesadillas. Hoy día se manifiestan en riesgos vitales, incertidumbres materiales y violencias vividas por millones de jóvenes, quienes recientemente han sido despedidos de trabajos eventuales, o reincorporados a labores precarias, informales, negras y criminales, “trabajos” en donde no se ven el día siguiente. Algunos regresan a casa después de una temporada de vivir en rooming. Condición existencial y social sin-futuro, reducida a un interminable presente rebasado, eso sí, por aspiraciones de regresar a un pasado no vivido. Una realidad derramada por palabras del neolenguaje políticamente correcto; “austeridad republicana”, “reserva”, “felicidad”, “fallecidos”, “sana distancia”, “nueva normalidad”, “democracia participativa”. Lenguaje de un aterciopelado capitalismo en estado de recuperación acelerada, capitalismo asfixiante. 1
de los jóvenes de la segunda década del siglo XXI. Estos testimonios sobre una realidad juvenil desencantada de la “década podrida” del ochenta, tiene su propia micro-historia. En 1984, después de la explosión que hizo explotar San Juanico y sus alrededores (al norte de la metrópoli ch i l a n g a ) , en medio de las revueltas obreras y campesinas contra la austeridad, y la emergencia de organizaciones so-
Vuelvo a leer los ensayos de “Crisis y Juventud: se acabaron los sueños”, y me pasma su actualidad, porque son ensayos construidos en el lomo de la realidad; ejercicios que vistos a la distancia se han convertido en escritos e imágenes lacerantes y en resistencia. Un valor social-histórico que ofrece su testimonio para dilucidar nuestro presente, o mejor dicho el “presentismo” 2