ABORDAJE
FUNDACIÓN SILENCIO FUNDASIL
Equipo Redactor:
María José Figueroa, Rebeca Sofía Cáceres, Ana Gabriela Torres, Eduardo Aarón González, Atilio González. Ilustración, diseño y diagramación: Cyndi Altamirano Alfaro. Corrección de estilo: Rosarlin Hernández. Talleres Gráficos UCA - FUNDAGONDRA
Este documento ha sido reproducido con el apoyo de la Iniciativa Spotlight
Julio 2022
ÍNDICE
Capítulo
mental
niños, niñas,
familias
Introducción
El presente manual constituye una guía para el fortalecimiento de la salud mental de poblaciones vulnerables, desde un esfuerzo de investigación teórica y procedimientos prácticos, basados en la experiencia propia de FUNDASIL en su trabajo de intervención psicosocial con niñez, adolescencia y mujeres.
Su contenido tiene como base las intervenciones psicosociales llevadas a cabo por FUNDASIL durante once meses de trabajo en el contexto de pandemia por COVID-19. La mayoría de las intervenciones psicológicas estuvieron dirigidas a mujeres que fueron víctimas de violencia dentro de sus hogares. También fue importante la experiencia realizada en los municipios de Ciudad Dolores y Mejicanos con familias migrantes y afectadas por desplazamiento forzado debido a la violencia. Ambas experiencias permitieron identificar diversas condiciones de vulnerabilidad en las familias atendidas, tales como riesgos suicidas, síntomas depresivos, abuso sexual y separación familiar, así como alteraciones emocionales producto de la violencia social y de género.
En este sentido el documento cuenta con siete capítulos sobre salud mental, género, plan de vida y resiliencia entre otros, dedicando uno de sus capítulos a la migración, particularmente irregular, siendo ésta una de las situaciones que agravan la condición de vulnerabilidad de niños, niñas, adolescentes y mujeres.
Deseamos que este instrumento ayude a todas las personas a cuyas manos llegue, tanto para el análisis personal como para el desarrollo de una intervención que apoye y ayude a fortalecer las capacidades de acompañamiento psicosocial tan necesarios, mediante estrategias de primeros auxilios psicológicos.
FUNDASIL pone a disposición este manual para que sea utilizado en procesos de fortalecimiento de capacidades dirigidas a miembros de instituciones públicas y organizaciones de la sociedad civil.
Esta publicación ha sido posible con el apoyo del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y la Oficina de Población, Refugiados y Migración del gobierno de los Estados Unidos.
Guía práctica para el acompañamiento psicosocial
Salud mental:
La salud se asocia de manera inmediata con el cuidado físico de cada persona, por ejemplo: comer balanceado, hacer ejercicio, tomar agua, realizar chequeos médicos de rutina. Por lo general, la salud mental no aparece contemplada como parte del bienestar físico, y sí aparece, no es prioridad. Todavía no existe la visión de reconocer la salud mental como pilar fundamental de una vida digna. .
La Organización Mundial de la Salud define la salud como «un estado de completo bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades» (2004, p. 7). En este sentido, es importante reconocer que, si hay algo que afecta la salud mental, también afectará la salud física y viceversa.
La salud mental ha sido interpretada de diversas maneras: desde la idea de una norma o ajuste a lo esperado en la sociedad, hasta limitarla a la presencia o ausencia de un trastorno, por lo tanto se han ignorado malestares que no se encuentran relacionados a una enfermedad mental y que merecen igual atención. Estas ideas no toman en cuenta aquellos aspectos positivos relacionados con el bienestar y calidad de vida (Fuentes, 2014).
Más allá de indicar si una persona tiene o no un trastorno mental, se refiere a un estado de bienestar en el cual la persona puede desarrollarse por medio de las cualidades y destrezas que la hacen única, enfrentado las situaciones de la vida diaria de forma saludable, así como la capacidad de involucrarse en el trabajo y la comunidad de forma productiva (OMS, 2004).
En la medida que los niños, niñas, adolescentes, hombres y mujeres pueden desarrollarse y alcanzar sus metas, tendrán emociones, pensamientos y comportamientos saludables que apoyen una visión agradable del mundo y de su persona. Por esta razón, es imprescindible observar constantemente el estado de salud mental para mejorar la calidad de vida.
A continuación, se presentan algunos elementos de utilidad para determinar el estado actual de la salud mental a nivel individual:.
Guía práctica para el acompañamiento psicosocial
Características de salud mental favorable (Pacheco, 2005 citado en Mebarak et al., 2009)
Se siente bien consigo mismo o misma.
• No se abruman por sus propias emociones (pueden lidiar con el enojo, el miedo, la felicidad, sentimientos de culpa o angustia).
• Acepta las decepciones y situaciones de la vida.
• Tiene una actitud tolerante y relajada respecto a sí mismo y a los demás.
• Reconoce situaciones propias con humor y es capaz de reírse de sí mismo..
Se sienten bien con los demás.
• Tienen la capacidad de amar y reconocer los intereses de los y las demás personas.
• Establece relaciones afectivas sanas y duraderas.
• Respeta y comprende las diferencias de las otras personas.
• Establece con facilidad lazos de confianza.
• Asume las responsabilidades de los problemas cotidianos.
• Tiene la apertura para modificar su ambiente y adaptarse a diferentes situaciónes.
• Planifica y actúa en el presente y en el futuro de forma realista.
• Enfrenta situaciones a pesar de los sentimientos que experimenta.
Tiene la capacidad de satisfacer las necesidades que la vida presenta.
Actividades que favorecen la salud mental
Para disfrutar de una salud mental adecuada, además de observarse y cuidarse constantemente, es relevante comprender que los factores físicos, sociales y laborales juegan un papel importante en este panorama.
• Mantener un estado de actividad: por medio del estudio, trabajo, oficio y pasatiempos se mantiene la mente ocupada e incorporamos experiencias nuevas que producen sentimientos de satisfacción. Es igual de importante respetar aquellos momentos de descanso y recuperación.
• Gestionar relaciones saludables: compartir el día a día y construir amistades con personas que comprenden respetan y apoyan de forma genuina permite sentir comprensión y empatía. Estas relaciones incluyen familiares, amigos, amigas, compañeros y compañeras de trabajo.
A continuación se presentan algunas acciones que pueden favorecer su cuidado:
Guía práctica para el acompañamiento psicosocial
• Monitorear pensamientos: reconocer las ideas y la opinión que se tiene sobre si misma (o) influye en el desarrollo personal, por tanto es importante cuidarlos.
• Reconocer emociones: facilita la comprensión personal, y permite identicar las propias necesidades y cómo las situaciones diarias son capaces de generar alegría, tristeza, enojo, entre otras emociones. Validarlas permite reducir sentimientos de culpa e incomodidad.
Es indispensable considerar que no todas las personas tienen la oportunidad de desarrollar dichas actividades ni de gozar de ese bienestar, ya que en muchos casos existen situaciones de riesgo que desafían la capacidad de cuidar la salud mental.
Dentro de los factores de riesgo más relevantes se puede mencionar:
• Experiencias traumáticas: se trata de aquellas situaciones circunstanciales o duraderas que por sus características suponen un fuerte impacto emocional y psicológico para el cual la persona no cuenta con recursos (SAMHSA, 2014; Pérez-Sales, 2004). Un ejemplo de experiencias traumáticas pueden ser los desastres naturales, accidentes causados por el ser humano, ser víctima de cualquier tipo de violencia, entre otros.
Vivir alguna de estas experiencias no necesariamente supone un evento traumático, ya que los efectos del trauma no están determinados exclusivamente por la magnitud del evento; las experiencias previas y recursos socioemocionales con los que cuente la persona juegan también un papel fundamental. Si una persona toma medidas de seguridad frente a desastres naturales y su entorno favorece la seguridad física y emocional en dichas situaciones, sin duda, estará mejor preparada para afrontar este tipo de eventos y esta experiencia no constituirá un trauma.
Guía
• Situaciones estresantes: el estrés en mayor o menor medida. El estrés debe ser entendido como una respuesta natural de alerta que el cuerpo genera frente a una amenaza, sea esta real o subjetiva (Sierra, Ortega y Zubeidat, 2003). A diferencia del trauma, la persona cuenta con ciertos recursos para afrontarla, pero es precisamente la prolongación de ese estado de alerta lo que genera desgaste en la salud mental, predisponiendo a situaciones más problemáticas.
Entre las situaciones estresantes a considerar se encuentran los problemas financieros, el desgaste o separación en relaciones afectivas, duelo y pérdida, así como las enfermedades físicas permanentes, ya sea personal o de seres queridos, entre otras. De igual forma, lo que se considera una amenaza y, por tanto, un factor estresor también depende de la persona y de sus recursos individuales.
• Ausencia de una red de apoyo social: otro factor de riesgo interrelacionado a los anteriores es la ausencia de personas cercanas en las cuales confiar y poder apoyarse de manera genuina y saludable. Esta ausencia puede ser problemática al considerar que, además de una dimensión física-biológica y emocional, existe un componente social que debe ser atendido. El ser humano necesita de otros para expresarse, retroalimentarse, comprender y crecer. De tal manera que frente a situaciones estresantes o eventos traumáticos la ausencia de amigos o de relaciones saludables disminuye la capacidad de
• Riesgos biológicos y genéticos: lo que ocurre en el cuerpo repercute en nuestras conductas y emociones. La presencia de antecedentes de enfermedad mental en un pariente consanguíneo (padres o hermanos) constituye un mayor o menor riesgo a la salud mental, dependiendo de la situación. Haber sufrido daño cerebral a través de una lesión grave también puede alterar el comportamiento y la química neuronal, lo que predispone a un descuido de la salud mental.
• Conductas de riesgo (consumo de alcohol y sustancias de riesgo): este factor podría ser incluido como rasgo biológico por el efecto neuronal Sin embargo, estas conductas suelen estar más bajo el control de la persona. De manera general, el consumo de sustancias psicoactivas altera las redes neuronales y en muchos casos genera conductas que profundizan situaciones de ansiedad y tristeza.
Situación de vulnerabilidad
En la actualidad existen amplios esfuerzos por reconocer y atender las necesidades y características de distintos grupos sociales históricamente marginados o excluidos del disfrute pleno de sus derechos. Esta exclusión fomenta situaciones de vulnerabilidad, y características que definen a una persona o grupo y que influencian en su capacidad de anticipar, afrontar y recuperarse del impacto de una amenaza (Wisner et al., citado en Ruiz Rivera, 2012).
A partir de esta interpretación se puede realizar una distinción entre dos elementos: la amenaza, que constituye un peligro del entorno, ya sea de carácter físico o social (ej.: un desastre natural, el estigma, desempleo, etc.) y la vulnerabilidad, que responde en parte a las características de la persona o grupo, así como la relación que establece con el entorno.
Un ejemplo de esta categorización se puede encontrar en la pandemia por COVID-19. Pese a que la enfermedad constituye una amenaza externa para toda la población, las personas con enfermedades crónicas o edad avanzada son más vulnerables a la misma, ya que las características de su sistema inmune las colocan en mayor riesgo de presentar complicaciones al adquirir el virus.
Por esta razón es importante identificar aquellas características que definen a una población como vulnerable, así como el tipo de amenazas a las que se enfrentan. De igual forma, se debe reconocer la existencia de situaciones sociales (sistémicas) que perpetúan ciertas amenazas hacia grupos en particular. Por ejemplo, el acoso sexual es una amenaza que enfrentan tanto hombres como mujeres, sin embargo, debido a situaciones históricas de opresión (léase, machismo) es más común que afecte a mujeres y no a hombres, profundizando la vulnerabilidad para las primeras.
Grupos vulnerables
Cuando se habla de grupos en situación de vulnerabilidad se hace alusión a aquellos individuos que se ven afectados sistemáticamente en el disfrute y ejercicio de sus derechos debido a condiciones específicas compartidas (sexo, religión, edad, etnia, etc.). Estos grupos son constantes blancos de prejuicio social, exclusión e injusticia. Algunos de estos grupos vulnerables son:
• Niñez y adolescencia durante las primeras etapas del desarrollo, específicamente el período de los 0 a los 17 años, las madres, padres o tutores legales tienen la responsabilidad de velar por la protección y cuidado de las niñas, niños y adolescentes. Sin embargo, muchas veces dentro de los entornos familiares se presentan casos de maltrato, negligencia y violencia, en todas sus manifestaciones.. De enero a diciembre 2020, las juntas de protección del CONNA recibieron aviso de 13 369 supuestas amenazas o vulneraciones a derechos de niñas, niños y adolescentes (CONNA, 2020).
• Migrantes y desplazados por razones de violencia: en muchos casos, las personas que migran lo hacen motivadas por situaciones de exclusión y violencia en sus lugares de origen, por lo que suele existir una condición de vulnerabilidad previa a su viaje. La migración, sea asistida o irregular, expone a las personas a situaciones de vulnerabilidad tanto en su trayecto como al llegar al país de destino . El número total de retornados registrados entre enero y abril de 2021 en El Salvador es de 1 381, de los cuales 415 son niños y niñas (268 niños y 147 niñas) (OIM 2021).
El desplazamiento forzado por violencia, así como las acciones de control, vigilancia e intimidación de las pandillas en los territorios donde se encuentran tienden a afectar a adolescentes a través de la violencia de género y sexual que se ejerce sobre las mujeres adolescentes o por medio de amenazas y agresiones a los hombres jóvenes.
• Mujeres: a pesar de algunos avances, las mujeres continúan siendo uno de los grupos vulnerables más afectado por la violencia, la discriminación sistematizada y la restricción en el disfrute de sus derechos laborales, sexuales e individuales. Solo entre marzo y junio de 2020, el ISDEMU reportó haber atendido 707 mujeres, de las cuales 392 (55.4 %) reportaron situaciones vinculadas a violencia psicológica, 123 fueron atendidas por violencia física y en 70 de estos casos también hubo violencia sexual, entre otros tipos de violencia como la económica, simbólica y feminicida (ISDEMU, 2019).
• Población LGBTIQ: en este grupo entran todas las personas cuya orientación sexual y expresión de género sale de la heteronormatividad, es decir que se identifican como gay, lesbianas, bisexuales, transexuales, entre otros. Este ha sido uno de los grupos históricamente más vulnerados y a quienes se les han violentado sus derechos humanos con actos de discriminación, expresiones de odio y la violencia que se ejerce contra esta comunidad.
Guía práctica para el
Otros grupos vulnerables, son aquellos que tienen carencias de recursos socioeconómicos y población con discapacidad. Hay personas que pertenecen a varios grupos vulnerables a esta interrelación se denomina «desigualdades múltiples».
Niñez y adolescencia en situación de vulnerabilidad
Por ejemplo, una mujer escolarizada no enfrenta el mismo grado de vulnerabilidad que una mujer sin escolaridad, indígena y migrante irregular . La mujer alfabetizada, a pesar de encontrar algunas barreras, cuenta con otras herramientas que le protegen frente a ciertas amenazas: como persona escolarizada, tiene acceso a mejores oportunidades laborales y su situación de migrante regular le da un mejor acceso a servicios de salud y seguridad. Además, al no pertenecer a una minoría étnica, existe una cultura más adaptada a la suya. Todos estos factores supondrían una limitante para la mujer sin escolaridad.
En este documento se pretende abordar herramientas para la atención de población vulnerable desde el enfoque de interseccionalidad, el cual considera las distintas circunstancias de exclusión que experimenta una persona (género, etnia, clase condición socioeconómica, orientación sexual, etc.) y que constituyen un factor de vulneración frente a sus respectivos sistemas de opresión, dominación o discriminación (Platero, 2014). Frente a la diversidad de grupos vulnerables, los esfuerzos se centrarán en conocer la situación de la niñez, la adolescencia, las mujeres y la población migrante. Asimismo, se explorarán los distintos tipos de abordaje para estas poblaciones.
La protección y cuidado de las niños, niñas y adolescentes debe estar presente en todo los espacios de desarollo. Esta tarea se atribuye principalmente a padres, madres y responsables, quienes se encargan junto con otras instituciones de garantizar derechos como educación de calidad, seguridad y protección, así como acceso a servicios básicos: agua, salud y nutrición. Estos esfuerzos por proteger a la niñez y adolescencia se encuentran respaldados en la legislación salvadoreña desde 1990, con la ratificación por parte de El Salvador de la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) y las posteriores adecuaciones al marco normativo, como la aprobación en 2010 de la Ley de Protección Integral para la Niñez y Adolescencia (LEPINA), la elaboración de una Política Nacional para la Protección Integral de la Niñez y de la Adolescencia (PNPNA), entre otros. Estos avances visibilizan las necesidades específicas en niños, niñas y adolescentes y además permiten modificar el paradigma existente sobre la protección de niños, niñas y adolescentes (UNICEF, 2014).
En este contexto persisten causas estructurales y culturales que vulneran los derechos de niñas, niños y adolescentes como la pobreza, la violencia, el machismo y la exclusión de la niñez y adolescencia en la toma de decisiones sobre temas relevantes que los afectan.
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En el año 2020, las juntas de vigilancia de CONNA reportaron 13 369 amenazas o vulneraciones a los derechos de niños, niñas y adolescentes, en muchos casos con vulneraciones múltiples por persona.
La más frecuente es la vulneración a la integridad personal con un total de 8 338 casos (62.37 %), seguido de vulneraciones al derecho a la salud (18.29 %) y a la educación y cultura (4.11 %), entre otras.
De manera más específica, si se observan únicamente las vulneraciones a la integridad personal, es posible identificar casos de violencia física que suponen el 50.06 % (5 498 casos) del total de agresiones a la integridad. Los casos de maltrato psicológico y emocional (2 679 casos), suelen manifestarse a través de insultos, humillaciones, descalificaciones y aislamientos hacia la niñez. Estos tipos de maltrato constituyen un 24.4 % del total de vulneraciones a la integridad personal.
Es imprescindible mencionar las agresiones sexuales como una de las formas de violencia que más impacta a niños, niñas y adolescentes, principalmente a niñas y adolescentes, lo cual profundiza su vulnerabilidad. Durante el año 2020 se determinó que un 24.46 % de vulneraciones se manifestaron en agresiones sexuales (CONNA, 2021). La realidad de niñez y adolescencia es de vulneración múltiple, puesto que suelen ser víctimas de uno o más tipos de violencia.
La mayoría de las agresiones provienen de personas cercanas (familiares, amigos, vecinos), quienes imponen a través de la violencia un régimen de silencio, perpetuando así su estado de vulnerabilidad (Martínez Bustos et al., 2019). Una vez instalada, esta puede escalar hasta puntos críticos, llegando incluso a poner en riesgo la vida misma. Los niños, niñas y adolescentes no están exentos de situaciones violencia que podrían derivar en casos de homicidio.
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De acuerdo con datos proporcionados por el Instituto de Medicina Legal (IML), durante 2018 se reportó un total de 277 homicidios en niñas, niños y adolescentes. Un 86.6 % corresponde a adolescentes en el rango de 15 a 17 años, un 10.1 % a niñez de 10 y 14 años, así como menores de 10 años y un 2.2 % a niñas y niños menores de un año (IML citado en CONNA, 2019). La gran mayoría de esas muertes no ocurren únicamente como producto de la violencia dentro de los hogares: la violencia social y delincuencial afecta especialmente a hombres adolescentes debido al actuar de los grupos delictivos y pandillas, que identifican en esta población a miembros rivales y reclutas (CONNA, 2019).
La violencia social impacta a la niñez y adolescencia en calidad de víctimas directas, sobre todo en zonas controladas por grupos delictivos donde no existen condiciones de seguridad, siendo además estigmatizados por residir en las mismas y en muchos casos obligados al desplazamiento forzado. Esta rea lidad compleja para niños, niñas y adolescentes, trae como consecuencias la deserción escolar,la migración irregular y fundamentalmente la ampliación de riesgos que atentan contra su integridad.
Por otra parte, es necesario visibilizar la negligencia como parte de las vulneraciones a los derechos de niños, niñas y adolescentes, entendiendo ésta como la falta de atención por parte de padres y cuidado res, en la satisfacción de las necesidades de la niñez y adolescencia (García Cruz et al., 2019). Esto incluye limitar el acceso a alimentación, descanso, afecto, salud, educación, así como el abandono directo por parte de los padres. Con respecto a esto, se identificó que 4 de cada 10 niños, niñas y adolescentes (36.5 %) viven sin alguno o sin ambos padres, siendo los principales motivos de esta situación el abandono, la migración y la muerte de uno o ambos padres (Encuesta de hogares de propósitos múltiples 2018, citado en CONNA, 2019).
Características de niñez y adolescencia en condición de vulnerabilidad
Las situaciones de violencia y la continua vulneración de derechos tienen un impacto real en las personas, principalmente en la niñez y adolescencia, quienes se encuentran en constante formación y desarrollo biopsicosocial. Sin embargo, la manera que se produce y manifiesta este impacto dependerá de varios factores:
• Tipo de vulneración: la naturaleza del evento y el tipo de violencia al que se ha sido sometido afecta de una manera distinta y se hacen manifiestas de forma variada, así como la frecuencia del evento aislado o continuo.
• Etapa del desarrollo: la etapa de desarrollo en que se encuentre la persona determinará el efecto y la forma en que se comunicará y se abordará el evento pues corresponderá a las necesidades emocionales de cada etapa.
• Recursos de afrontamiento: contemplan tanto las herramientas emocionales desarrolladas a través de experiencias previas, como aquellos recursos de carácter más social.
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Todos estos factores interactúan entre sí. Un mismo evento puede tener distintas consecuencias en dos personas en etapas del desarrollo similares, puesto que sus recursos para afrontar la situación pueden ser distintos en virtud de sus experiencias previas. Esto ayuda para comprender el carácter individual del abordaje psicológico, pues cada niño, niña o adolescente experimentará la situación de una forma distinta y no se puede implementar una misma solución para todos los casos.
Sin embargo, es posible algunos efectos comunes y esperables:
• Dificultades escolares: es posible notar una reducción en el desempeño académico y habilidades cognitivas, ambos influenciados por las alteraciones emocionales. Estas reducciones se expresan con cierta dificultad para prestar atención, memorizar e incluso en sus interacciones sociales, mostrando un comportamiento retraído o desafiante (expresarán no querer ir a clases, evitarán socializar con sus compañeros (as) e incluso puede desatar episodios agresivos con otras personas.
• Alteraciones conductuales: los niños, niñas y adolescentes buscan comprender lo que han vivido, en ese proceso de acomodamiento emocional es posible que surjan cambios de conducta como agresión y retraimiento. Incluso puede presentarse retraso en el desarrollo de sus capacidades o regresión a etapas más tempranas del desarrollo. Aquí puede hablarse también de conductas de riesgo como abuso de sustancias tóxicas, delincuencia, criminalidad y riesgos suicidas.
• Disminución en la confianza: tras un proceso de violencia o situaciones que vulnere la seguridad, los niveles de alerta y desconfianza suelen activarse como protección. En ocasiones el niño, niña o adolescente también puede empezar a dudar de sí mismo, confiar menos en sus capacidades (al no poder defenderse en un inicio) e incluso puede llegar a culparse a lo que puede derivar en complicaciones como ansiedad, estrés y síntomas depresivos.
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• Daños físicos. en muchos de los casos de violencia, el agresor busca ocultar gran parte de la evidencia, por lo que suele ser difícil identificar moretones o heridas. Sin embargo, en ocasiones es posible identificar este tipo de daños, así como fracturas, quemaduras o luxaciones. Pueden detectarse incluso retrasos en la maduración de ciertas capacidades, sobre todo en situaciones de negligencia, donde suelen acompañarse de problemas dentales, de peso y talla, entre otras.
En el caso específico de la violencia sexual, se presentan los síntomas mencionados anteriormente, pero con particularidades frecuentes en cambios del comportamiento con carga sexual, ante la necesidad de comprender lo ocurrido. Es posible identificar comportamientos o conocimientos sexuales inapropiados para la edad del niño o niña, preguntas relacionadas con el acto sexual y un interés por recrear físicamente estas situaciones (a través del juego o mediante frotamiento de sus genitales). Se debe Se debe observar y evitar cualquier tipo de contacto sexual inapropiado con sus compañeros o amigos (as), pues en su necesidad de comprender es posible que busque recrear este tipo de situaciones.
Físicamente es posible identificar daños como hematomas y laceraciones, especialmente en el área genital, así como dificultades para caminar, sentarse y orinar. En algunas ocasiones ocurren infecciones de transmisión sexual o incluso un embarazo. Esta última es una de las situaciones que más vulnera a las adolescentes, ya que en ocasiones la familia retira su apoyo y se sufre otro tipo de rechazos de la sociedad. Esto conduce a otras vulneraciones como el abandono escolar y el trabajo infantil.
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Es importante destacar la brecha de género que existe en el tema del abuso sexual. Entre 2009 a 2018 se identificó al 90 % de las víctimas de abuso sexual como niñas y adolescentes mujeres. Esta realidad expone una doble vulneración: una, producto del poder que se tiene sobre niños, niñas y adolescentes, y otra producida por las construcciones sociales que existen sobre el cuerpo de la mujer como propiedad de los hombres (CONNA, 2019).
¿Cómo reducir la vulnerabilidad en la niñez?
Para prevenir el maltrato infantil es necesario identificar los principales factores de riesgo y fortalecer la construcción de una red de protección, la cual contemple un involucramiento real con todos los espacios donde la niñez y adolescencia se desarrolla(familia, escuela, amigos, iglesia, etc.).
La OMS (2020) propone los siguientes factores:
• Características de niñez: si bien los niños, niñas y adolescentes nunca serán culpables por el maltrato que reciben, hay características que los vuelven más vulnerables. Algunas de estas características son ubican en ciertos rangos de edad (0-4 años y adolescencia), pertenecer a otros grupos vulnerables (como ser mujer) o poseer algún tipo de necesidad especial.
• Características de los padres, madres o cuidadores: se deben considerar aspectos desde su historia personal y posibles antecedentes de maltrato infantil, como la dificultad para establecer vínculos afectivos con la niñez y contar con expectativas poco realistas. De igual forma, valorar conductas de por sí riesgosas, como el consumo indebido de alcohol y otras sustancias, así como la participación en actividades delictivas.
• Factores sociales y comunitarios: a este pertenecen aspectos de carácter macro que inciden en los padres, madres o cuidadores y en la niñez, incluida la relación que se tiene con el resto de familiares y la sociedad. Este punto incluye la ruptura familiar o la violencia que pudiese haber entre los mismos, así como el aislamiento con el resto de la comunidad. Se consideran de igual forma la falta de una vivienda adecuada, los niveles elevados de desempleo y desigualdad social y de género, la ausencia de políticas y programas de prevención contra cualquier tipo de vulneración, así como la presencia de normas sociales y culturales que fomentan la violencia, tal como el machismo.
Tomando en consideración los factores de riesgo mencionados, se brindan algunas recomendaciones para padres, madres y cuidadores, con la intención de fomentar conductas orientadas a la prevención de cualquier tipo de vulneración:
1. Revisar la conducta propia como padre, madre o responsable: es importante tener presente que la conducta y emociones de las personas adultas encargadas del cuidado de niños, niñas y adolscentes juegan un papel relevante al momento de moldear el sentir y pensar de la niñez. Si responden con violencia, estarán enseñando que es algo normal dentro de la vida. En el futuro es posible que se normalicen estas conductas o se repitan. Es preferible educar desde el amor, tomar descansos al sentirse abrumados como cuidadores y buscar mejores formas de afrontar el estrés, para lograr relacionarse de una mejor manera.
2. Involucrarse y conocer la red de apoyo: es crucial tener una buena relación con los niños,niñas y adolescentes para volverse partícipes en sus vidas. Esto implica establecer un cierto grado de confianza y comunicación de manera que se puedan detectar necesidades y posibles riesgos. La atención no debe estar puesta solo en las acciones, sino también en su entorno. Se debe conocer a maestras y maestros, así como a otros padres o responsables que pueden llegar a ejercer como cuidadores (por ejemplo, trabajos escolares o actividades recreativas).
3. Establecer límites: en conjunto se debe enseñár a los niños, niñas y adolescentes a saber cuándo y cómo decir NO, es preciso explicar que no están obligados(as) a hacer nada que les provoque temor o incomodidad. La confianza construida será muy importante en estos momentos para pedir ayuda a un adulto. De igual forma, se deben establecer reglas básicas, especialmente en la interacción con medios digitales, como mantener la computadora en un área común del hogar, la utilización de controles parentales, el no compartir información personal ni responder a mensajes inapropiados y mucho menos reunirse con un desconocido.
A través de un proceso de involucramiento más pleno es posible crear un margen de protección en torno a la niñez vulnerable. Para lograrlo es necesaria la confianza que surge de un interés genuino y no juzgar, favoreciendo la apertura. Será muy importante fortalecer estas acciones junto con otros actores y que los cuidadores aprendan a pedir ayuda tanto para descargar frustraciones como para repartir la responsabilidad de cuidado hacia la niñez
Migrantes y desplazados por razones de violencia
En El Salvador, los flujos migratorios han tenido diversas causas, que van desde desastres naturales (por ejemplo, el huracán Mitch en 1998 y los terremotos de 2001), la falta de oportunidades laborales, las situaciones de violencia como la guerra civil en los años 80 y la escalada de violencia delincuencial a partir del nuevo milenio (Gobierno de El Salvador, 2017).
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En la actualidad, la migración se ha vuelto parte de la realidad cotidiana para muchas familias salvadoreñas. Se estima que cerca de una cuarta parte de la población salvadoreña reside fuera de las fronteras, principalmente en Estados Unidos y Canadá. Esta realidad sin duda tiene un impacto en cómo se configura la realidad social, al influir tanto aspectos económicos como políticos en las dinámicas sociales (Rivas, 2019), lo que a su vez afecta la salud mental de la población. El fenómeno migratorio implica una serie de situaciones que, dependiendo de sus circunstancias, pueden generar mayor o menor vulnerabilidad.
Una mujer que tiene los permisos migratorios correspondientes no se encuentra en la misma situación de vulnerabilidad que una niña o adolescente que no los tiene. Tener un status migratorio regular, garantizas una serie de protecciones ausentes durante la migración irregular.
La vulneración de las personas migrantes ocurre en cada una de las etapas del proceso migratorio y en cada una es distinta, como se explica a continuación:
Trayecto migratorio
La migración es un proceso multicausal, por lo tanto no se puede d efinir un solo factor como el detonante del flujo migratorio. Según datos de 2014-2015 de la Dirección General de Migración y Extranjería (DGME, citado en MCDF, 2019) las personas salvadoreñas que salieron del país lo hicieron principalmente por razones económicas, deseos de reunificación familiar, inseguridad social y violencia intrafamiliar. Más allá de la pobreza —en sí una condición de vulnerabilidad—, quienes migran lo hacen por temas de violencia e inseguridad. Así, la decisión de migrar ha sido condicionada desde antes por una situación de vulneración de sus derechos.
El desplazamiento también se produce a nivel interno. Familias enteras han sido coaccionadas a abandonar sus hogares y desplazarse a otro lugar, en gran medida por situaciones de violencia delictiva, extorsión o un incremento de la peligrosidad de la comunidad de origen (MCDF, 2019). Si bien el proceso de traslado en el interior del país es distinto, la experiencia no deja de ser precaria.
De acuerdo al informe de las Organizaciones de la Sociedad civil sobre los casos de Desplazamiento Forzado por violencia (2017-2018), un total de 483 personas entre los años 2017 y 2018 reportaron haber recibido amenazas directas, experimentado desaparición u homicidio de un familiar, agresiones físicas entre otro tipo de agresiones. Al haber sido vulneradas antes de su traslado, muchas personas completan su proceso de incorporación al nuevo lugar de residencia con
Guía práctica para el acompañamiento psicosocial
El trayecto migratorio es el período donde usualmente se identifican vulneraciones a los derechos de los migrantes, particuarmente cuando este ocurre en calidad de migración irregular, sin la asistencia de organismos gubernamentales u organizaciones internacionales.
La migración irregular se da al margen de las normas de los estados de envío, tránsito y recepción, por lo que el o la migrante no cuenta con las autorizaciones necesarias para ingresar, residir o trabajar, dejándoles en una situación de desamparo ante la ley, a diferencia de quien ingresó de manera legal (OIM, 2006).
Esta situación de clandestinidad propicia riesgos:. por ejemplo, el 93.5 % de la población que migra hacia Estados Unidos lo hace a través de la ruta utilizada por migrantes irregulares. En esta ruta los migrantes atraviesan Guatemala y México en condiciones sumamente difíciles: se enfrentan a escasez de alimentos y agua, un clima adverso y riesgo de accidentes, como aquellos producidos a bordo del tren denominado “La Bestia”, que atraviesa buena parte del territorio mexicano. En dicho trayecto también se reportan vulneraciones graves a los derechos humanos, ya los migrantes están a merced de bandas de traficantes o tratantes de personas, siendo víctimas de crímenes como secuestro, extorsión, violencia sexual, desapariciones forzadas, asaltos y robos (Gobierno de El Salvador, 2017; Cortés, 2018). A esto se suman las vulnerabilidades múltiples, que sufren las mujeres, niños, niñas y adolescentes y personas LGBTIQ, quienes suelen ser el blanco de abusos, desapariciones y víctimas de trata.
También es importante considerar el fenómeno de las olas migratorias, donde se identifica un alto número de niñez migrante no acompañada. En 2014 se declaró una alerta humanitaria en la región de Honduras, Guatemala y El Salvador debido a esta crisis, al ser detenidos en la frontera estadounidense cerca de 69 mil niños, niñas y adolescentes centroamericanos no acompañados. En el mismo año la, migración de niñez y adolescencia aumentó en un 267.68 % respecto a 2013 y continuó creciendo hasta 2017, donde disminuyó un poco hasta la llegada de las caravanas migrantes en octubre de 2018, las cuales replantearon el panorama migratorio (Save the Children, 2018; CONNA, 2019).
Uno de los cambios observados durante las caravanas migrantes fue la marcada presencia femenina en una travesía usualmente emprendida por la población masculina. Dada la naturaleza masiva de las caravanas, grupos familiares enteros decidieron migrar, dando a mujeres y niños una mayor presencia (CONNA, 2019)
Guía práctica para el acompañamiento
Para muchas familias la migración supone un proceso de separación. Este período también afecta a los familiares que se quedan en el país de origen, quienes deben enfrentar cambios en el estilo y calidad de vida. Esto es determinante en la vida de niños, niñas y adolescentes que han quedado abandonados o a cargo de los familiares. De igual forma, quienes se quedan pueden experimentar angustia e impotencia al no tener noticias de sus seres queridos y asumen que han sido víctimas de trata, desapariciones o incluso la muerte.
En caso de que las personas migrantes logren superar todos los obstáculos y lleguen a su lugar de destino, deberán enfrentar el reto de la adaptación cultural, así como la condición de ilegalidad en el caso de los migrantes irregulares. En muchos países la población migrante sufre discriminación racial y laboral, lo cual representa una condición que limita su capacidad para desarrollarse.
Durante el año 2014 se identificó que la mayoría de población masculina que migró con éxito laboraba en el sector de alimentos, recreación y hospedaje, así como construcción y manufactura. En el caso de las mujeres, se identificó su presencia principalmente en servicios, ventas y ocupaciones de oficina (CEMLA, BID y FOMIN, 2013, citado en Gobierno de El Salvador, 2017).
Por otra parte, se debe considerar la transformación de las estructuras familiares, la cual implica una modificación de las relaciones y roles de género en el hogar. (Rivas, 2019).
El Retorno
El momento del retorno hace referencia al movimiento de personas que regresan al país de origen o a su residencia antes de la migración. Esta decisión puede ser voluntaria o no, pero en ambos casos supone un cambio importante (OIM, 2006) En aquellos casos que involucran un proceso de repatriación en población vulnerada y amenazada en sus países de origen, esta acción puede llegar a ponerles en peligro de volver al contexto que les hizo huir previamente. (Save the Children, 2018) De igual forma, a su regreso, esta población usualmente no reconoce oportunidades de desarrollo y se enfrentan directamente con las mismas condiciones de vulnerabilidad que dejaron al momento de partir o peores, esta situación dificulta aún más la reintegración.
Efectos psicológicos de la migración
El trayecto migratorio es muy complejo y cuando las condiciones de vulnerabilidad se acumulan, dejan secuelas bastante marcadas. En otras ocasiones, la adaptación no supone un esfuerzo considerable.
Sin embargo, es importante tomar en cuenta algunos factores:
• La migración implica un duelo: en todo proceso migratorio, sea anticipado, deseado y asistido (legal) siempre habrá un proceso de duelo a causa del cambio vital experimentado. Existe un arraigo a los lugares, personas y cosas que otorgan identidad. Aunque la persona no lo vea así, hay elementos que le formaron y muy posiblemente le hagan falta. Por tanto, es normal esperar cierto grado de «desajuste emocional» para adaptarse a la nueva situación y es un proceso que puede llevar tiempo.
• Desarraigo e identidad: al visitar un lugar con costumbres, cultura e identidad distinta a la nuestra, puede darse un proceso de choque cultural, lo cual quizá le tome a la persona migrante un poco de tiempo en asimilar. En aquellos casos donde la idea es permanecer e iniciar una nueva vida, estas nuevas costumbres se incorporan poco a poco durante la adaptación a la nueva cultura. Durante este proceso de transculturación, la persona migrante puede replantear su verdadera identidad. Se fusionan los valores y costumbres de su nuevo lugar de residencia con los de su identidad previa, lo que puede generar confusión identitaria.
• Sentimientos de fracaso y frustración: esta situación es común tanto en quienes no logran completar su travesía al ser retornados como en quienes lo logran y no se perciben adaptados o, peor aún, no consiguen las metas que esperaban cumplir (por ejemplo, estar desempleado en un país al que fue por trabajo). Estos sentimientos pueden llegar a complicarse, sobre todo si hay expectativas de otras personas (por ejemplo, la persona migrante tiene familia que espera una remesa).
• Soledad y alienación: uno de los principales sentimientos percibidos por quienes migran y que puede acompañar el proceso de duelo es la frustración. Este es el resultado del proceso de ajuste, aunque puede agravarse en aquellas ocasiones en que se migra a un país donde no se conoce el idioma. En estos casos es recomendable buscar la integración, buscar grupos que obliguen a relacionarse, así como no descuidar los lazos con casa.
• Secuelas psicológicas de la violencia: . en estos casos, las secuelas suelen ser similares a las de otras vulneraciones de esta variante, con el agravante de que la persona migrante no cuenta con una red de apoyo en su nuevo país de residencia. Esta situación puede agravarse con facilidad, razón por la cual no debe ser descuidada.
Estos efectos pueden variar según las características propias de la persona (edad, género, etnia, etc.), pero en su mayoría se pueden identificar en mayor o menor medida con las anteriormente mencionadas.
Por ejemplo, en la niñez es posible que no se identifiquen sentimientos de frustración de la misma manera que los adultos: quizá para el adulto el indicador de fracaso será no obtener dinero, pero para la niñez será no tener con quién jugar por no poder hablar el idioma.
Herramientas que pueden facilitar su abordaje psicosocial en las situaciones antes expuestas:.
• Validar su sentir frente al cambio: el proceso de migración implicará siempre un cambio vital para la persona y es importante ayudarle a comprender que lo que está experimentando es una reacción normal ante una situación extraordinaria. Se pueden facilitar rituales de despedida de su hogar de las personas y los espacios que pudiesen llegar a extrañar. De igual forma, se deben considerar algunos sentimientos contradictorios, como la emoción por haber iniciado una nueva vida, pero tristeza por dejar su país de origen. Es importante validar estos sentimientos, haciendo saber que pueden darse este tipo de situaciones. En el caso de los niños, niñas y adolescentes, se pueden utilizar técnicas artísticas para hacer los rituales de despedida.
• Facilitar la conexión con su presente: es importante que la persona mantenga, si lo desea, su cultura y sus tradiciones. Sin embargo, este arraigo no debe volverse un impedimento para conocer y explorar nuevas costumbres y tradiciones. Por temor a perder sus tradiciones e identidad, la persona puede llegar a rechazar la nueva cultura. Esto no significa que la persona no pueda estar en desacuerdo con las tradiciones del nuevo país, pero las tradiciones viejas no deben ser una excusa para rechazar toda su nueva vida. Es valioso en estos casos ayudar a identificar qué es lo que realmente genera rechazo (puede ser una reacción ante la dificultad de adaptación).
Guía
• Incorporación a grupos: la soledad es una de las principales problemáticas que la persona migrante puede enfrentar. Parte de hacer a la persona conectar con su presente es facilitar el sentido de pertenencia a un nuevo grupo. Este grupo pueden ser personas de su país de origen, pero sería mejor que fuese con gente de su país de destino, de manera que comprenda mejor la cultura.
• Adaptabilidad al cambio: es primordial que la persona pueda mantener expectativas realistas de su situación y que estas respondan a su realidad actual. Quizá la persona a esas alturas ya se imaginaba en una mejor condición. Por lo tanto es necesario evidenciar los esfuerzos que sí se han realizado, reconocer logros si los hay y ubicar a la persona dentro del contexto.
• Poner a la persona en contacto con apoyo profesional: sobre todo en aquellos casos donde hay procesos de vulneración múltiple o el arraigo de alguno de los efectos anteriores, es más recomendable contactar con ayuda profesional e individualizada. En esta situación es importante facilitar el acceso a dicha ayuda, ya que la persona puede ser que no hable el idioma o experimente dificultad al acceder a estos servicios.
GÉNERO
El término «género» hace referencia a los roles, comportamientos, actividades y atributos que una sociedad específica, en una época determinada, considera apropiados para hombres y mujeres. Además de las atribuciones y oportunidades asociadas a ser niños, niñas, hombres y mujeres, se incluye la forma en que las mujeres se relacionan y la forma en que los hombres lo hacen (ONU Mujeres, 2016).
Estos roles se aprenden por medio de un proceso de socialización.. El género puede brindar una base sobre las expectativas esperadas en hombres y mujeres, incluyendo lo que se considera permitido o valorado. Existen diferencias y desigualdades entre mujeres y hombres en la mayoría de las sociedades en relación con el género, haciendo referencia a las responsabilidades, actividades acceso, control, oportunidades y toma de decisiones (ONU Mujeres, 2016).
Dentro del concepto de género se puede identificar puntos relevantes:
• Es determinado socialmente: el conjunto de personas que comparten una cultura, hechos históricos, espacio y tiempo determinado definen los roles y características que se identifican como adecuados para niños, niñas, adolescentes, mujeres y hombres.
• Las atribuciones de género pueden llevar a generar oportunidades o desigualdades: si las atribuciones de género no se establecen de forma equitativa, esto puede generar diferencias en el acceso de servicios educativos y salud entre niños, niñas, hombres y mujeres, así como una diferencia de oportunidades laborales, entre otras.
• Forma parte de un proceso de aprendizaje: desde edades tempranas, se comparte con niños, niñas y adolescentes roles y comportamientos específicos por medio de mamá, papá y familiares, y en el proceso de socialización con amigos, amigas, compañeros de escuela, profesores, entre otros. En la adultez se continúa este proceso por medio de experiencias de vida y cambios culturales.
Sexo y género:
en ocasiones se suele confundir las definiciones entre sexo y género como sinónimos o un mismo término. A continuación, se presenta la definición de sexo y sus diferencias con el concepto de género:
Sexo:
el sexo hace referencia a las características biológicas (genéticas, hormonales, genitales, entre otras) que definen y diferencian a los seres humanos como mujeres y hombres. Los conjuntos de características biológicas no son mutuamente excluyentes, ya que existen individuos que poseen ambos (ONU Mujeres, 2016).
A diferencia del sexo, que hace referencia a características biológicas, el género se refiere a los roles, actividades y comportamientos que la sociedad atribuye en relación con el sexo. El sexo es una característica natural: no se puede modificar la forma en la que se nace. El género es un proceso aprendido, moldeable y en constante transformación.
Guía práctica para el acompañamiento psicosocialConstrucción de género en niños, niñas y adolescentes
Es de gran importancia conocer cómo se da este proceso en niños y niñas, desde la infancia hasta la adolescencia.
Existen teorías diversas relacionadas al tema:
• Lawrence Kohlberg
Dentro de su teoría cognitivo-evolutiva, Kohlberg plantea que los niños y niñas alrededor de los 3 años comienzan a formar su identidad de género a través de los juicios que realizan sobre las diferencias entre peinados y vestimenta en comparación con el sexo opuesto. Es así que perciben el género como algo fluctuante (Halim y Lindner, 2013).
Entre los 3 y 7 años, los niños y niñas aprenden que el género tiene una permanencia relativa. Es decir, a pesar de que existan cambios en las actividades que observan, en los comportamientos, los peinados o la vestimenta, el género será estable. El concepto completo de género se reconoce en esta etapa.
Finalmente, entre los 6 y 12 años, así como en la adolescencia, la persona es capaz de criticar los roles e información social relacionada al género. Gracias a la maduración intelectual, el niño y la niña podrán separar lo que es social (lo esperado) de lo personal (lo que se desea), mostrando una mayor flexibilidad al momento de hacer propios estos roles (Halim y Lindner, 2013).
• Aprendizaje social
De acuerdo con las teorías relacionadas con el aprendizaje social, la observación y la comunicación juegan un papel importante como base del desarrollo de la identidad de género en niños y niñas. La teoría del aprendizaje social, elaborada por Bandura y Walters (1963), Lynn (1965) y Mischel (1966), propone que los niños, niñas y adolescentes aprenden a ser masculinos o femeninos por medio de la comunicación, observación y exposición a su medio. Esto sucede a medida que el niño y la niña interactúan con mamá, papá, amigos, los medios de comunicación y las personas que se encuentran en su entorno; los observan e imitan (Rocha, 2009).
Más allá del sexo biológico, el proceso de aprendizaje entre la persona y su entorno es el que influye en la diferenciación entre hombres y mujeres. Las interacciones que tienen los adultos con sus hijos favorecen que niños y niñas adquieran y desarrollen comportamientos y características que están socialmente atribuidos a la masculinidad y la feminidad. A medida que estos crecen, refuerzan aquellas conductas que permiten interacciones agradables con otros (Rocha, 2009).
«En el campo del género, la mayoría de los resultados vinculados están socialmente prescritos en vez de estar ligados a la acción intrínseca. Estos incluyen consecuencias de base social, tales como la aprobación, la alabanza y la recompensa, en las actividades tradicionales vinculadas al género, y por otra parte con la desaprobación o el castigo para las acciones vinculados con el otro género» (Bussey y Bandura, 1999, p. 696).
Guía
Roles
El proceso de aprendizaje en la niñez se ve influenciado por el medio en el que existen, las personas cercanas, las instituciones y los medios de comunicación, quienes transmiten mensajes o ejecutan conductas hacia el niño o la niña relacionados con los roles de género.
El rol de género hace referencia a aquellas normas sociales y de conducta que una sociedad o una cultura específica consideran ampliamente aceptadas y apropiadas para las personas de un sexo específico. Estos determinan las responsabilidades y tareas que tradicionalmente se asignan a niñas, niños, adolescentes, hombres y mujeres (ONU Mujeres, 2016).
La enseñanza de los roles de género inicia desde edades tempranas. Madres y padres transmiten a niñas y niños por medio de juegos, juguetes, actividades y acciones lo que se considera socialmente adecuado y esperado según su sexo y etapa de desarrollo. Con base en los resultados de este aprendizaje, se pueden crear expectativas sobre elecciones y conductas futuras en relación con el plan de vida, educación, trabajo, emociones, familia, etc.
Algunos roles de género que suelen compartirse socialmente son:
Niñas/mujeres
Se le brindan juguetes relacionados con el cuidado del hogar o atención a personas (bebés, muñecas, kits de cocina o de supermercado).
Se promociona la utilización de colores determinados (rosa, púrpura, amarillo, blanco).
Velar por el cuidado de hermanos, primos, hijos.
Tomar decisiones desde los sentimientos.
Elegir una carrera o trabajo que implique cuidado y tareas de oficina (enfermera, secretaria, cocinera).
Sus actividades se desarrollan en un espacio de hogar.
Niños/hombres
Se le brindan juguetes relacionados con el uso de fuerza o con labores que se consideran pesadas (pistolas, carros, implementos deportivos, herramientas).
Se promociona la utilización de colores determinados (verde, azul, café, negro).
Proveer para y proteger el hogar.
Tomar decisiones desde la razón.
Elegir una carrera o trabajo implique liderazgo, autoridad y fuerza (ingeniero, mecánico, político, administrador).
Sus actividades se desarrollan en un espacio público.
Fuente: Instituto Jalisciense de las Mujeres, 2008
Guía práctica para el acompañamiento psicosocial
A simple vista, pareciera que existen diferencias amplias entre los roles que niños, niñas, hombres y mujeres deben desempeñar. Estas diferencias indican que son contrarias y que incluso los roles establecidos para los niños y hombres no pueden ser desempeñados por niñas y mujeres y viceversa. Esto no es así. Tanto niños como niñas y hombres como mujeres tienen la capacidad de desempeñar diversos roles, sin necesidad de discriminar otros. Estos roles pueden incluso ser compartidos. El aprendizaje y asignación de roles debe delimitarse con base en la igualdad, tomando en cuenta principios como el respeto, la integridad y la individualidad de cada persona, más allá de su sexo o diferencias biológicas.
Los roles que establece la sociedad pueden ser modificados y transformados por los integrantes que la conforman. Para hacerlo, se debe favorecer el aprendizaje y establecimiento de normas basadas en los conceptos mencionados anteriormente.
En la actualidad, el establecimiento de roles, actividades y conductas sobre lo que se considera apropiado para niños, niñas, adolescentes, hombres y mujeres puede llevar a la creación de estereotipos relacionados con las creencias que ciertos grupos atribuyen a otros.
Estereotipos
Los estereotipos se definen como visiones, preconcepciones e ideas generalizadas sobre detalles, características o atribuciones que se destinan a los miembros de un grupo específico. Se considera que todas las personas que conforman ese grupo social tienen las mismas características. Por lo anterior, la singularidad de cada persona perteneciente al grupo será subestimada por el juicio general que se realiza al grupo como totalidad (Cook y Cusack, 2009).
Los estereotipos pueden traer consigo prejuicios, desvalorización y exclusión por la falta de conocimiento sobre las verdaderas realidades de los grupos a las cuales se les hacen dichas atribuciones.
A continuación, se presentan algunos estereotipos relacionados con niños, niñas, adolescentes, hombres y mujeres:
Niñas /mujeres
Fuente: Instituto
Guía práctica para el acompañamiento psicosocial
Los estereotipos se vuelven perjudiciales al generar referencias que atentan con la individualidad de las personas, generando presiones en niños, niñas, adolescentes, hombres y mujeres sobre la búsqueda del cumplimiento de estas visiones. En algunos casos, esta presión genera frustración por no cumplir de la forma en la que se espera estos estereotipos.
La consecuencia más importante de los estereotipos basados en percepciones erróneas es la justificación de la discriminación de género, la cual entorpece la habilidad de las personas de expresarse, limitando sus elecciones y oportunidades. Por lo tanto, los estereotipos fomentan la desigualdad (UNICEF, 2019).
Es importante que la sociedad transforme y construya realidades en las cuales los roles, tareas, actividades, comportamientos y acciones de cada integrante estén basadas en la búsqueda del respeto de los derechos humanos y la igualdad.
Igualdad
El término «igualdad» hace referencia a la equivalencia de derechos, responsabilidades y oportunidades de las niñas, niños, adolescentes hombres y mujeres. Igualdad no significa que hombres y mujeres son iguales: solo indica que las responsabilidades y oportunidades de las mujeres y de los hombres no dependerán de su sexo. La igualdad reconoce la diversidad de diferentes grupos de hombres y mujeres tomando en cuenta intereses, necesidades y prioridades diversas (ONU Mujeres, 2016).
para el acompañamiento psicosocial Acciones para favorecer la igualdad en el hogar
Las responsabilidades del hogar deben ser compartidas de manera igualitaria por todos los miembros de la familia y la asignación de estas responsabilidades debe estar basada en el respeto, el amor y el compromiso.
• Practicar la corresponsabilidad en el hogar: hace referencia al «reparto equilibrado de las tareas domésticas y de las responsabilidades familiares, tales como su organización, el cuidado, la educación y el afecto de personas dependientes dentro del hogar, con el fin de distribuir de manera justa los tiempos de vida de mujeres y hombres» (Organización de Mujeres de STES-I, 2013, p. 6.).
Algunas acciones que se pueden fomentar en casa para favorecer la igualdad son:
• Identificar las necesidades y las tareas:. determina las acciones que deben llevarse a cabo en casa de forma diaria, semanal y mensual, por ejemplo, cocinar, barrer, trapear, sacar la basura o lavar platos. Al tener mayor claridad sobre estas tareas, se podrá delimitar responsables para cada una de ellas, evitando la ambigüedad.
• Elaborar con toda la familia un calendario: establecer momentos específicos en los cuales cada miembro debe cumplir sus responsabilidades en el hogar. Niños, niñas, adolescentes, hombres y mujeres deben participar en la elaboración del calendario para escuchar sus opiniones. Es necesario seleccionar las responsabilidades tomando en cuenta los tiempos disponibles y las edades de forma equitativa, evitando estereotipos sociales y de género. También se puede agregar los tiempos en los cuales cada persona realiza actividades de descanso, para evitar imponer actividades en esos espacios.
• Compartir en pareja las responsabilidades domésticas y de cuidado de los niños y niñas: tanto hombres como mujeres tienen la capacidad de desarrollar actividades domésticas y de cuidado. Las actividades laborables no excluyen a nadie de cumplir con las responsabilidades del hogar.
Guía práctica para
• Procurar que cada miembro de la familia se haga cargo de sus responsabilidades individuales: así como existen responsabilidades compartidas, como ir al supermercado, también existen responsabilidades individuales, como el aseo del cuarto, lavar la ropa propia, entre otros. Esta práctica favorecerá la independencia de cada persona.
• Abordar el tema de las responsabilidades para fomentar valores en niños, niñas y adolescentes: la asignación y el cumplimiento de las actividades implica el aprendizaje de valores como el compromiso, el respeto, el apoyo y la independencia, evitando que se perciban estas tareas como un castigo. Además, se debe supervisar y apoyar a niños, niñas y adolescentes con sus responsabilidades, dependiendo de su etapa de desarrollo, y explicar el objetivo o la finalidad de estas tareas, así como cualquier duda que tengan al respecto.
Es importante recordar que las responsabilidades compartidas en casa favorecen la percepción del hogar como un lugar seguro y digno para cada uno de sus integrantes.
Acciones para favorecer la integridad personal de niños y niñas
Es importante que niñas, niños, adolescentes, hombres y mujeres puedan ser respetados desde su individualidad. Es decir, desde su propia capacidad para tomar decisiones e integrarse a la sociedad. A continuación, se exponen herramientas que pueden ser de utilidad para favorecer las habilidades y el desarrollo personal de cada miembro del hogar:
• Escuchar: escuchar de forma genuina a niños, niñas y adolescentes favorece la identificación de necesidades individuales, formas de pensar, expectativas del mundo y emociones. Esto permite responder de forma integral a las necesidades diarias, así como fomentar el fortalecimiento de la autoestima.
• Comunicar derechos: expresar a niños, niñas y adolescentes la importancia de conocer y hacer valer sus derechos, desde el derecho a tener cubiertas sus necesidades básicas (comida, techo, vestimenta, recreación), como el derecho a ser comprendidos, amados, respetados y mantener relaciones de amistad. Se debe enfatizar que el cumplimiento de estos derechos no dependen del sexo, nacionalidad o nivel socioeconómico.
Guía práctica para el acompañamiento psicosocial
• Favorecer la exploración y el fortalecimiento de intereses, habilidades y capacidades individuales: las niñas, lniños y adolescetes muestran sus gustos e intereses a medida que exploran su medio y las relaciones con otras personas. Por esta razón, es importante promover actividades que permitan potenciar estas habilidades o capacidades personales, sobre todo si algo que disfruta hacer. Por ejemplo, si el niño , la niña o adolescente disfruta dibujar, puede sugerirse su participación en clases de dibujo o gestionar visitas a museos y eventos culturales.
• Evitar juicios, acciones y toma de decisiones basadas en estereotipos de género: los estereotipos de género invisibilizan la individualidad de hombres y mujeres al atribuirles características específicas solo a hombres o mujeres. La toma de decisiones basadas en estos estereotipos puede generar desigualdad, falta de acceso a recursos y obstáculos a la libertad de expresión. Por ejemplo: puede que niños y hombres se vean privados de expresar tristeza o dolor por ser considerados socialmente como «fuertes» y «duros». Puede que niñas y mujeres se sientan presionadas u obligadas a estudiar una carrera dirigida al cuidado de personas por ser consideradas «serviciales».
• Identificar límites: se debe favorecer el establecimiento de límites saludables hacia otras personas, por ejemplo, cuando se identifique que sus derechos, deseos, opiniones y necesidades personales están siendo violentados.
Acciones para favorecer la igualdad de género en el ámbito escolar
A continuación, se presentan algunas recomendaciones para fomentar la igualdad en los espacios educativos (UNICEF, 2019):
• Prevenir cualquier tipo de burla o señalamiento negativo relacionado con el cumplimiento de normas y roles de género esperados para niños, niñas y adolescentes
• Utilizar material didáctico que promueva la igualdad de posibilidades y oportunidades entre niños, niñas y adolescentes.
• Organizar las tareas de clase por igual, compartiendo entre niñas y niños responsabilidades de limpieza, cuidado, responsabilidad y liderazgo, evitando atribuciones basadas en estereotipos.
• Impulsar juegos y actividades de cooperación compartidos entre niños, niñas y adolescentes, evitando la designación de juegos, espacios o actividades exclusivas para un sexo específico.
• Favorecer la expresión de emociones y sentimientos con libertad, generando a la vez el respeto a la expresión emocional de los demás.
• El personal educativo debe evitar tratos diferenciales motivados por razones de género.
Acciones para favorecer la igualdad de género en el ámbito laboral
La Organización Mundial del Trabajo (2017) propone acciones que pueden garantizar la igualdad de oportunidades y trato en diversos lugares de trabajo:
• Desarrollar políticas de igualdad: crear políticas que incluyan una fundamentación de procesos entre empleador y trabajador basado en la igualdad de oportunidades y trato. Velar por el fácil acceso a esta información y la consistencia entre su interpretación y aplicación.
• Transmitir compromiso: comprometer a todas las personas que integran la empresa. La promoción de estos valores desde la alta dirección, propiciarán que los demás trabajadores mantengan este compromiso.
• Informar y capacitar a trabajadores (as) facilitar la formación a personas trabajadoras sobre políticas y ejecución de procesos brindanrá garantías justas y equitativas, y se evitarán imparcialidades y arbitrariedades.
• Capacitar al personal relacionado con procesos sobre igualdad y diversidad: Impulsar capacitaciones sobre igualdad y diversidad de forma constante. De tal manera que las personas a cargo de la empresa comprendan y se identifiquen con los procesos diseñados..
Igualdad de género en el ámbito social
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, 2014) menciona cuatro áreas claves dentro de la sociedad para disminuir las disparidades entre niños, niñas, adolescentes,hombres y mujeres.
En esta sección se exponen dichos ámbitos, con el propósito de favorecer la igualdad de género :
• Participación de la mujer en la vida política: se ha identificado que la participación activa de la mujer en relación con el voto, la toma de decisiones, el desempeño de cargos públicos y el liderazgo, presentan resultados que favorecen a las y los miembros de una sociedad. Esto, a su vez, genera acciones favorables en torno al medio ambiente, la salud y la gobernabilidad.
• Educación: la educación favorece el empoderamiento de las personas: ayuda a niños, niñas, adolescentes, hombres y mujeres a tomar decisiones sobre su vida profesional y privada a partir del conocimiento. La educación promueve cambios en las perspectivas de salud, cuidado personal y familiar, y evita las conductas de riesgo.
• Fuerza de trabajo: la participación de mujeres y hombres en el ámbito laboral promueve el empoderamiento social y económico de las personas, sus familias y el entorno. Esta participación facilita la apertura a mayores oportunidades, recursos e independencia. De esta forma, las personas pueden moldear su vida. Las disparidades de género en la participación de las mujeres en el trabajo deben ser constantemente identificadas y abordadas.
• Legislación y otras medidas legales en materia de equidad de género: a medida que continúe la creación de medidas legislativas y programas especiales para proteger los derechos humanos, la dignidad e integridad física (sobre todo hacia la mujer), se reconocerá la existencia de desigualdades.
Violencia de género
Este capítulo destaca las relaciones de género y algunas prácticas que favorecen este tipo de violencia desde la infancia. A su vez, se proponen algunas herramientas de utilidad para prevenirla.
La Organización de Naciones Unidas define la violencia de género como «los actos dañinos dirigidos contra una persona o un grupo de personas en razón de su género. Esta tiene su origen en la desigualdad , el abuso de poder y la existencia de normas dañinas. El término se utiliza principalmente para subrayar el hecho de que las diferencias estructurales de poder basadas en el género colocan a las niñas, adolescentes y mujeres en situación de riesgo frente a múltiples formas de violencia. Si bien este grupo de la población sufre violencia de género de manera desproporcionada, los hombres y los niños también pueden ser blanco de ella» (ONU Mujeres, s.f.).
La violencia de género se cree que solo ocurre en el ámbito privado. Sin embargo, esta problemática se presenta en cualquier ámbito de la sociedad, y marca constantemente la desigualdad entre hombres y mujeres.
A las mujeres es a quienes se les atribuye expectativas de género: el hombre es situado en posiciones de autoritarismo, seguridad y fuerza, mientras que la mujer es vista como dependiente, insegura, sumisa, facilitando una asimilación de roles agresor-víctima (Fernández et al., 2016). Esta dinámica abre paso a una violencia de género interiorizada desde la infancia, asimilada, naturalizada y perpetuada en la sociedad y en el mundo.
Guía práctica para el acompañamiento
Niñez y violencia de género
Existe una preocupación mundial en materia de violencia, sobre todo en lo que a niñez respecta. Según datos del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia, en el mundo a cada hora muere un niño o una niña quemada, torturada o maltratada por sus padres (UNICEF, 2020). Esta realidad está vinculada a relaciones de poder donde se encuentran presentes desigualdades de fuerza, autoridad, recursos, entre otros.
La mayor dificultad en materia de género y violencia se identifica desde la crianza en la infancia. Es ahí donde permea la violencia, desde la desigualdad y la inequidad, donde existe un papel distinto para padres e hijos, para hombres y mujeres. Es en el hogar donde se espera un comportamiento que les es atribuido por defecto, donde a través de la cultura, la clase social, la religión y la política se aventaja a unos sobre otros (Ferreira, 2013). En este lugar inicia el aprendizaje que facilita una y otra vez un círculo complicado de infancias y realidades destruidas a raíz de una violencia de género asimilada, posibilitada, validada y construida por la sociedad.
El género se construye en esta inequidad de atribuciones enfatizada por el entorno, la familia, la iglesia, la escuela, el Estado, la cultura, etc. Por ejemplo, a una niña o mujer le son impuestos papeles sociales más ligados a la reproducción, a la ternura, a la pasividad, a la sumisión, al cuidado de la familia, al cuidado de los hijos e hijas. De ellas se espera comportamientos más dóciles o delicados. Por otra parte, en el caso de los niños o los hombres, se los vincula con funciones de seguridad, fuerza, economía, liderazgo, entre otros. Es así como desde la niñez se aprende una forma de relacionarse distinta: tanto mujeres como hombres ocupan espacios distintos en nuestra sociedad (Ferreira, 2013). Este es el punto de quiebre de la naturalización de la violencia de género y la base para repetir círculos de inequidades, de injusticias, de violencias de los que se dificulta salir. Se puede afirmar que la violencia en niños y niñas generalmente se posibilita teniendo como base una violencia de género, donde se castiga a quien tiene una postura más débil o de vulnerabilidad (Godoy et al., 2012).
Guía práctica para el acompañamiento
Existe una invisibilización histórica en cuanto a la violencia contra las niñas, tomando en cuenta que la población femenina en general recibe las violaciones de derechos humanos más frecuentes en todo el mundo. La invisibilidad y la naturalidad al asimilar este tema es preocupante, pues las mismas dan lugar a minimizar las consecuencias de los actos violentos y a perpetuarlas (Dahlberg y Krug, 2006).
Es en el ambiente doméstico donde más se ejercen maltratos y abusos a niños y niñas, es donde pasan la mayor parte del tiempo; son las niñas y niños los integrantes más indefensos de la estructura familiar. Las niñas son las principales víctimas de este tipo de violencia enmarcada en una sociedad patriarcal donde la sumisión al hombre y la inferioridad femenina están altamente naturalizadas (ONU Mujeres, s.f.).
Influencia de los dibujos animados (en la televisión, internet, libros y cualquier medio digital)
Respecto a la violencia de género, en paralelo al modelaje de los padres está el aprendizaje asimilado por los distintos medios de entretenimiento. Este es el caso de las caricaturas, las cuales juegan un papel importante en el desarrollo de los niños y niñas al cultivar y acentuar creencias por medio de distintas representaciones mentales y actitudes que modifican la concepción de la realidad (Arredondo, Villarreal y Echaniz, 2016).
La audiencia infantil es la más vulnerable, ya que consume productos audiovisuales en la etapa más importante de su desarrollo y formación. La programación infantil muestra en ocasiones desigualdades, inequidades, violencia de género, violencia psicológica y violencia simbólica donde generalmente el más débil es víctima. Las mujeres son en su mayoría representadas en este papel de vulnerabilidad, que será aprovechada por quien tiene el poder.
Guía práctica para el acompañamiento psicosocial
El problema es que los niños y las niñas no detectan este tipo de violencias y justifican los hechos que la «provocan», porque no siempre hay un adulto acompañándolos con quien analizar, reflexionar, sensibilizar al respecto de las situaciones que se presentan. «La televisión infantil ofrece una representación de los sexos a las niñas y niños conformadora de una ideología patriarcal, puesto que oculta o excluye la presencia femenina. Se produce un déficit importante de visibilidad femenina mientras que universaliza y sobredimensiona la presencia masculina» (Sánchez-Labella, 2017).
La violencia de género en la infancia suele ser muy velada y hasta concebida como «cómica» para algunos. Sin embargo, es en esta etapa donde las niñas y los niños necesitan mayor acompañamiento de sus madres, padres o responsables. Son ellos quienes deben prepararse para posibilitar la educación y sensibilización en la materia según la etapa de desarrollo en la que sus hijos e hijas se encuentren. No procurar esta educación de género puede ser perjudicial para la salud psicosocial de la infancia.
Impacto de la violencia de género en la niñez (Moreno, Ruiz & Díez, 2017):
• Impacto en sus conductas internas y externas a lo largo de la vida, como resultado de la violencia de género (conducta oposicionista, desafiante, agresiva, aislada, culpa, etc.)
• Alteraciones en los vínculos relacionados al apego seguro.
• Disfunciones en los procesos de socialización y aprendizaje.
• Conductas de riesgo (consumo de drogas, alcohol, autolesionarse, etc.)
• Alteraciones del pensamiento.
• Establecimiento de relaciones dañinas.
• Trastornos en el desarrollo.
• Alteraciones en los procesos.
• Problemas psicosomáticos (dolores de cabeza, de estómago, asma, insomnio, pesadillas, sonambulismo, enuresis, etc.)
• Déficit de atención e hiperactividad.
Violencia de género en la adolescencia y la adultez
La violencia de género, tanto en la adolescencia como en la adultez, ocurre generalmente dentro de las relaciones. No solo las relaciones de convivencia, sino en todas aquellas donde exista o haya existido una relación afectiva, ya sea noviazgo, amistad o relación casual. La mayoría de veces, el aprendizaje de esta violencia viene de la infancia, de la historia de vida, de experiencias previas que marcaron y perpetúan un círculo que se explicará en breve.
Para que la violencia de género se pueda evitar, se debe tener en cuenta la raíz estructural del problema, ¿qué la genera y qué la legitima y perpetúa?.
Es necesario tomar en cuenta el origen social y cultural de la violencia, donde las normas sociales basadas en estereotipos de género patriarcales justifican que la mujer debe ser subordinada al hombre prescindiendo de derechos tan fundamentales como el «derecho a tener derechos».
Violencia de género
dentro de la pareja
Se entiende como violencia de género dentro de la pareja a «todo acto de abuso (generalmente) contra las mujeres cometido por hombres (en la mayor parte de los casos) cuyo sistema de creencias les legitima a ejercer el dominio, la autoridad, el control o la posesión sobre sus parejas o exparejas y consideran que, para lograrlo, está justificado ejercer violencia física, aislamiento, desvalorización, chantaje, intimidación, abusos y agresiones sexuales o cualquier otra estrategia de coacción eficaz para lograr el ejercicio del poder» (Peña et al., 2011).
A continuación, se explica brevemente los tipos de violencia de género que ocurren en la pareja, sea adolescente o adulta y que permitirán mayor claridad en su concepción y abordaje (Moreno et al., 2017).
• Violencia psicológica:
esta es tal vez la violencia más común que sufren tanto las mujeres adultas como las adolescentes. Suele ser la previa ante cualquier tipo de violencia dentro de una pareja. Se manifiesta por medio de:
• Control: vigilancia constante a la adolescente o mujer, ya sea amistades, forma de vestir, hobbies, dinero, redes sociales, etc., no solo controlando sino prohibiendo.
• Aislamiento: impedir que la persona tenga un entorno de referencia, una vida social (amistades o familia) y así dedique todo su tiempo a la pareja.
• Acoso: vigilancia constante que puede ser por teléfono, en la calle o en sus espacios sociales y privados.
• Descalificación: agresiones por lo general verbales, que procuran atacar y acabar con la autoestima de ella, utilizando la descalificación hacia su físico, sus capacidades y personalidad.
• Humillación: manifestada a través de burlas, insultos o reproches en lo público y privado.
• Manipulación emocional: castigo, amenazas, victimización o condicionando el «premio».
• Indiferencia afectiva: violencia más sutil que se hace sentir por medio del rechazo, desprecio o desatención.
• Presión sexual: la imposición para mantener relaciones o prácticas sexuales se da por medio del chantaje emocional.
• Violencia física:
cuando la violencia psicológica ha tenido una escala ascendente. Sin embargo, en algunas ocasiones puede presentarse sin previo aviso. Esta violencia refuerza lo que se realizaba con anterioridad y se manifiesta de la siguiente manera:
• Las estrategias de control ahora tienen un componente físico.
• El daño se realiza por medio de la fuerza física o algún tipo de arma u objeto.
• Generalmente provocan lesiones ya sean internas, externas, o ambas.
• Refuerza el control, el acoso, la descalificación y las amenazas.
• Esta violencia se da, por lo general, de manera gradual, por lo que inicia con un empujón, apretando alguna parte del cuerpo, escupiendo, arrojando objetos, jaloneos de cabello, hasta utilizar cualquier tipo de arma, quemar, golpear, etc.
• Violencia sexual
Se refiere a aquellos actos forzados por la persona agresora, o no consentidos por la víctima y que tienen lugar en el espacio sexual. Estos actos van desde la presión y la coacción para mantener relaciones sexuales o hacer determinadas prácticas sexuales, hasta la violación.
Es importante tomar en cuenta lo siguiente:
• Esta violencia puede darse en relaciones estables de pareja.
• Puede ocurrir incluso dentro del matrimonio.
• Quien la sufre no siempre tiene conciencia de ello, ya que se normalizan ciertas actitudes violentas en el ámbito sexual.
• Puede pasar en relaciones esporádicas o casuales.
• Por lo general se culpabiliza a la mujer ante una agresión sexual, como su forma de vestir, arreglarse, el hecho de ir por la calle sola de madrugada, hablar con desconocidos, etc.
• Violencia económica y patrimonial
Es tal vez la violencia que menos se menciona. Sin embargo, es muy perjudicial, ya que ocasiona un quebranto o deterioro considerable en los recursos económicos o patrimoniales de la mujer o de la persona en condición de vulnerabilidad. Generalmente se da en la adultez más que en la adolescencia, aunque esto puede variar según la historia de vida (Gobierno de Argentina, s.f.).
Esta puede presentarse a través de:
• La perturbación de la posesión, tenencia o propiedad de sus bienes.
• La pérdida, sustracción, destrucción, retención o distracción indebida de objetos, instrumentos de trabajo, documentos personales, bienes, valores y derechos patrimoniales.
• La limitación de los recursos económicos destinados a satisfacer sus necesidades o privación de los medios indispensables para vivir una vida digna.
• La limitación o control de sus ingresos o enfadarse cuando los ingresos de ella son mayores.
• Ciberviolencia de género
Esta es una de las violencias más comunes en la adolescencia. Puede aparecer también como parte de la adultez y, lastimosamente, de la violencia ejercida a niñas y niños.
La ciberviolencia se da en las plataformas sociales y la provoca una persona que envía mensajes para acosar, chantajear, controlar, manipular, agredir o abusar sexualmente a la víctima.
El avance tecnológico produce que la sistematización de la ciberviolencia de género sea compleja y difícil de concretar, abarcando un abanico de situaciones.
Algunas son:
• Sexting: es el envío de contenidos de tipo sexual, foto o videos. Generalmente son acciones que se dan entre personas que tienen o han tenido alguna relación afectiva o sexual. Cuando estos contenidos son publicados o difundidos sin autorización, esta acción se vuelve un delito.
• Sextorsión: explotación sexual mediante chantaje en el que se utilizan contenidos sexuales obtenidos por sexting o por cámara web.
Guía práctica para el acompañamiento psicosocial
• Grooming o child-grooming: es una acción deliberada por una persona adulta, en su mayoría hombres, con el objetivo de establecer lazos de amistad con niños, niñas y adolescentes, a través de Internet.
Generalmente ocultan su identidad con otra identidad más joven, llegando a obtener una satisfacción sexual mediante imágenes o vídeos eróticos-pornográficos e incluso como preparación para un encuentro sexual posterior.
• Porno de venganza: se trata de la publicación de contenido sexual en Internet acompañada de información personal de la víctima, en su mayoría mujeres. Suele ocurrir tras la ruptura de una relación de pareja y como forma de venganza usualmente por parte del hombre joven o adulto ante la negativa de continuar una relación. También puede ser difundido por personas desconocidas a las que el contenido sexual ha llegado a sus manos de manera ilícita.
Es importante aclarar que «las redes sociales no producen violencia de género por sí mismas, puesto que tan solo se reproducen en el espacio virtual las realidades sociales en las que se insertan, en este caso realidades muy desiguales entre niñas, niños, mujeres y hombres» (Moreno et al., 2017).
La violencia de género se explica desde el aprendizaje obtenido a través de la experiencia de vida, que mantiene y refuerza estas acciones violentas, acciones que, a pesar de dañinas, han sido tan habituales y enmarcadas en la sociedad, la familia y a nivel individual que se dificulta prescindir de ellas.
En otras palabras, la violencia de género no se refiere a un solo hecho concreto inamovible y aislado, sino más bien a un proceso «que se establece a través de un mecanismo cíclico que dificulta su temprana detección». Este mecanismo es denominado (Cuervo y Martínez, 2013).
Existen 3 fases dentro del ciclo de la violencia (UFABC, 2020)
• La acumulación de tensión: el agresor genera un ambiente de tensión por medio de humillaciones, actos hostiles, insultos, gritos, etc. Mientras tanto, la víctima intenta calmar la situación para que no sea más grave y llegue a otras posibles agresiones.
• La explosión o agresión: en esta fase la tensión se agudiza y se transforma en una agresión, ya sea de orden físico, psicológico o sexual.. Para justificarse el agresor responsabiliza de sus actos a la víctima , intentando hacerla sentir culpable.
• La reconciliación (también conocida como «luna de miel») el agresor cambia, y a través de la manipulación emocional busca el perdón. Se vuelve más amable y amoroso, promete cambios y detalles físicos y emocionales. Este cambio de comportamiento provoca en la víctima un sentimiento de reconciliación y la expectativa de que las cosas van a mejorar, aumentando así la dependencia emocional.
Guía
Siete mitos importantes sobre violencia de género
A continuación, se proponen algunos argumentos que pueden ser de utilidad en materia de prevención de violencia de género (Moreno et al., 2017).
1- La violencia contra las mujeres la ejercen hombres que tienen problemas de salud mental o de adicciones como el alcohol o las drogas.
Los hombres que ejercen violencia machista no están locos ni son adictos, simplemente son hijos sanos de una sociedad patriarcal. Ellos han aprendido bien que el hombre es superior a la mujer y, por lo tanto, las mujeres deben mostrarse sumisas ante ellos. Si bien es cierto el alcohol o las drogas pueden desinhibir a las personas, la agresión no viene dada por estas sustancias externas: la agresión nace en la ideología interna de cada persona.
2- La violencia de género se da en situaciones de marginalidad.
El estatus económico no tiene una relación directa con la posibilidad de ejercer violencia. La violencia de género se da tanto en familias de escasos recursos como en aquellas con alto nivel económico y cultural. Entre las víctimas hay parejas de diputados, jueces, empresarios, magistrados que han cometido actos de violencia Este tipo de comportamientos responde a ideologías que se amparan en la violencia para «solucionar» problemas personales y afectivos.
3- Si una mujer aguanta una situación de violencia es porque quiere.
La mujer no aguanta porque quiere estar sometida a violencia. La mujer sigue ahí porque no ve otra salida, porque no comprende lo que le está pasando, porque sigue creyendo que él cambiará, porque recuerda que hubo un día que él no era violento, porque cree que no le queda nadie a quien acudir, porque desconoce los recursos que le pueden salvar, porque siente vergüenza de su relación de pareja, porque cree que para sus hijos e hijas es mejor que aguante. No es cuestión de querer, sino de un círculo violento que se estableció y del cual es difícil salir.
4- Parece mentira que la haya matado, siempre saludaba, es muy buen hombre.
A nivel social, un maltratador no tiene por qué parecer mala persona. Específicamente, su violencia tiene un solo objetivo: la sumisión absoluta de su pareja o la venganza sobre su expareja si ella decidió tener un proyecto propio alejada de él. Por ello, su violencia no siempre se muestra entre las amistades, conocidos o familia.
5- Es que ella también es muy provocadora, algo habrá hecho.
Nada justifica la violencia, a no ser que se desee fomentarla.La persona machista usa la violencia para corregir comportamientos que desde su ideología minan su autoridad sobre «su mujer». De hecho, la violencia extrema que supone el asesinato se da, sobre todo, cuando la mujer busca la separación. Es decir, cuando desobedece a los mandatos y busca un proyecto de vida en libertad, lejos del violento.
6- También hay mujeres que asesinan a hombres.
La violencia ejercida por el hombre está normalizada y sustentada por la sociedad, la historia, la religión, y continúa siendo fomentada por mensajes religiosos, políticos, culturales y sociales. La prevención de la violencia contra la mujer y la solución a ella tienen que venir también de toda la estructura social, política, religiosa, cultural o económica.
7- No todos los hombres son violentos.
La prevención de la violencia de género no intenta culpabilizar a la mitad de la humanidad ni victimizar a la otra mitad. De lo que se trata es como sociedad aprender otra manera de ser hombres, que no incluya violencia, que se eduquen en la igualdad y equidad y no en el poder, que se formen en el compartir en libertad y no en la idea de mantener privilegios patriarcales.
Recomendaciones para prevenir la violencia de género:
Como país (OMS, s.f.)
• Reforzar el compromiso y la acción a nivel estatal en torno a la temática de género.
• Promover respuestas de prevención primaria dentro de las entidades públicas y privadas.
• Involucrar al sistema de educación y salud dentro de un abordaje integral de género en todos sus servicios.
• Fortalecer las iniciativas que apoyan a las mujeres que desean salir del círculo de violencia o que conviven con la violencia.
• Abordar el fenómeno de la violencia de género de forma integral con cada persona integrante de los sistemas públicos del país, a las y los integrantes del sistema de justicia penal, a las y los colaboradores de la PNC, Fiscalía General de la República, Corte Suprema de Justicia, entre otros.
• Apoyar la investigación nacional respecto a la temática de género y violencia de género.
• Crear un sistema de resguardo funcional, responsable, ético y de protección para las personas que deseen denunciar. No es posible iniciar acciones reparadoras del daño por ser una persona víctima de la violencia de género si no se dispone de condiciones que garanticen su seguridad.
• Mejorar la formación de las y los profesionales que atienden a las personas que han sufrido violencia de género.
Como familia (Moreno et al., 2017)
• No se puede hablar de prevención de la violencia de género, en especial en mujeres, sin tomar en cuenta que su formación desde temprana edad debe dirigirse a establecer otras maneras de amar, otras formas de estar en la vida de manera autónoma e independiente, lo que implicará una deconstrucción del amor romántico que transmite, socializa y sustenta la violencia de género.
• Trabajar a nivel individual la historia de vida, tomando en cuenta patrones de crianza, de conducta, de apego, relaciones interpersonales, círculos afectivos y poder posibilitar así un sistema de crianza distinto, un aprendizaje equitativo y una mejor sociedad para los niños y niñas.
• En relación con la persona que ha recibido la violencia de género, es indispensable creerle, apoyarle, protegerle. Hay que recibirle con amor, respeto y empatía.
• Fortalecer los canales de comunicación en el interior de la familia. Escuchar activamente, evitar juicios o críticas y mostrar mayor empatía demostrará interés y respeto por los sentimientos de los demás, generando así un ambiente de confianza cálido, que será indispensable al momento de buscar ayuda por parte de una persona que ha recibido violencia de género.
• A mayor equidad, educación, modelaje y respeto en casa, menor es la probabilidad de ser víctima de violencia de género.
Guía
Como formadores educativos
o de la vida (Moreno et al., 2017)
• La educación para la igualdad y la equidad es el mejor recurso para la prevención de las violencias machistas, porque desde la educación podemos analizar y construir masculinidades y feminidades en equilibrio, libertad, equidad e igualdad.
• Generar aprendizaje respecto a los conceptos básicos de la violencia de género: los tipos de violencias, los procesos, el círculo de la violencia, los datos estadísticos, las leyes que respaldan la prevención de esa violencia, etc. Solamente conociendo la violencia de género se puede plantar cara a su existencia y se puede exigir y trabajar por una sociedad libre de violencias machistas.
• Sensibilización relacionada con masculinidades igualitarias, donde se presente una alternativa a la masculinidad tradicional y se oriente sobre la existencia de las masculinidades igualitarias y hombres referentes en este sentido. Se añade a esta cuestión la corresponsabilidad doméstica, el cuidado de sí mismos y de las demás personas, las relaciones afectivas y sexuales en igualdad, etc.
• Resolución pacífica de conflictos: cultura de paz y educación emocional. En el abordaje y prevención de la violencia de género es indispensable la promoción de estrategias de afrontamiento analizando los diferentes estilos de comunicación, de resolución de conflictos, de manejo de la agresividad y desarrollo de empatía.
• Educación sexual en igualdad y en libertad. Se debe educar tomando en cuenta los mitos del amor romántico, la lucha contra los prejuicios discriminatorios, y la sexualidad como comunicación, transversalizando el manejo de límites.
• Sensibilización contra la violencia hacia las mujeres. Es preciso aclarar conceptos, enseñar a descubrir los primeros síntomas de maltrato, luchar contra los prejuicios y el desconocimiento.
• Fomentar la confianza al recibir denuncias. Cuando se detecte una posible situación de exposición a la violencia, o bien cuando un niño o niña o una madre haya solicitado ayuda, es imprescindible ejecutar acciones que brinden calidez, respeto, empatía y acompañamiento bondadoso con la finalidad de crear vínculos que trasmitan seguridad a las personas para luego mostrarles que hay otros recursos especializados en la red desde donde recibir más ayuda y romper el ciclo de la violencia junto con el aislamiento que implica.
• Crear diferentes programas ligados a la prevención primaria de la violencia de género, crear programas basados en el entrenamiento de competencias socioemocionales y de reconstrucción de su historia de vida.
Y
Los primeros auxilios psicológicos, también conocidos como PAP, son técnicas basadas en la evidencia destinadas a ayudar a todo tipo de población afectada por un incidente crítico, aplicándose en las primeras horas tras el impacto. Se procura con ellos reducir el nivel de estrés y fomentar la adaptación y el afrontamiento a corto, medio y largo plazo (Laguna, 2020).
Los primeros auxilios psicológicos aplicados a violencia basada en género están diseñados para reducir en un corto plazo la angustia inicial producida por un acto de violencia, al tiempo que evitan que se desarrolle, desde el punto de vista de la actuación, la llamada victimización secundaria.
Tienen el objetivo de mejorar la seguridad emocional inmediata de la víctima, prestar alivio físico y reducir la angustia inicial (Garrido & Corral, 2011).
• Promover la seguridad física y emocional de la o las personas afectadas.
• Procurar conectarle con su red de apoyo.
• Facilitar mayor calma y seguridad en el evento ocurrido.
• Favorecer los procesos de afrontamiento
• Proporcionar una ayuda proactiva que les facilite la vivencia a corto y largo plazo.
¿Qué son los primeros auxilios psicológicos?
¿Cómo brindar primeros auxilios psicológicos a niñas, niños y adolescentes migrantes y retornados en condiciones de vulnerabiliad?
Objetivos de los primeros auxilios psicológicos
Su finalidad es:
• Proporcionar apoyo: es mejor para las personas no estar solas ante eventos de crisis, estresantes o traumáticos. De manera concreta, significa permitir a la gente hablar para crear un vínculo de presencia, calidez, empatía y escucha que permita aterrizar las ideas y proporcionar una atmósfera en la que el temor, la ira, la ansiedad y otras emociones puedan expresarse libremente.
• Reducir la mortalidad: esta dirigido a la preservación de vidas y la prevención del daño físico durante la crisis. Es frecuente que algunas crisis conduzcan al daño físico (como golpear a los hijos o al cónyuge) o aun a la muerte (suicidio, homicidio).
• Proporcionar el enlace con las fuentes de asistencia: antes de intentar resolver el problema completo de manera inmediata, el asistente fija con precisión las necesidades fundamentales y entonces realiza una respuesta adecuada (Osorio, 2017).
Preparación para los primeros auxilios psicológicos
Los primeros auxilios psicológicos no solo los puede aplicar un profesional de la salud, también pueden ser aprendidos por otras personas para saber cómo apoyar en una situación de crisis. Sin embargo, antes de aplicar los PAP o atender casos de violencia basada en género, el personal deberá prepararse y revisar algunos puntos que pueden ser de utilidad (Cortés y Figueroa, 2011):
• Entrenamiento: lo primero es contar con un entrenamiento adecuado en primeros auxilios psicológicos y de la técnica de escucha activa
• ¿Se está en condiciones? es necesaria una autoevaluación de la condición personal frente a la crisis. Si la persona se encuentra afectada por alguna situación personal es recomendable no efectuar la intervención a un tercero.
• Informarse sobre la situación: si ha decidido intervenir en PAP, es muy importante que anticipadamente se recabe la mayor cantidad de información sobre la situación desde fuentes confiables. Es recomendable llegar bien preparado, con un amplio conocimiento acerca de los recursos disponibles en el lugar de la emergencia. De ese modo podrá entregar una mejor orientación a la persona afectada .
• Evaluar la aplicabilidad: no todas las personas que experimentan una crisis van a necesitar primeros auxilios psicológicos. Es muy importante respetar las decisiones y recursos personales del afectado, así como comunicar que se estará disponible para ofrecer ayuda si se necesita más adelante.
Guía práctica para el acompañamiento psicosocial
• Identificarse: es fundamental compartir con la persona el nombre, su institución y las razones de su presencia en ese lugar. Esto creará un ambiente de seguridad facilitando la aplicación de los primeros auxilios psicológicos. Es favorable portar alguna credencial que identifique y que señale la organización a la que se pertenece.
• No es obligación: los primeros auxilios psicológicos son una ayuda que se ofrece y en ningún momento se debe forzar a la persona a acceder a la intervención.
• Lenguaje adecuado: la ayuda se debe ofrecer con un tono de voz suave, tranquilo, en un lenguaje adecuado para la edad y condiciones presentes.
• Sin juicios de valor: la atención se hará con respeto, comprensión, sin prejuicios, evitando emitir críticas o consejos
• Es individual y confidencial: aunque la ayuda puede ser colectiva, los casos serán abordados de forma individual, sobre todo en situación de violencia basada en género (VBG), con sus propias características y necesidades particulares.
• Cada persona es diferente, y la respuesta puede ser distinta ante la misma situación: la atención es adaptativa y para ello es necesario mayor preparación y conocimiento del incidente. Asimismo, debe de realizarse en privado y resguardando siempre la confidencialidad de la persona.
• No revictimizar: no solicitar a la víctima que cuente una y otra vez lo ocurrido.
• Priorizar la atención en salud de la sobreviviente de VBG, sobre todo en casos de violencia sexual.
Consideraciones importantes para una intervención responsable de los primeros auxilios psicológicos:
Proporcionar primeros auxilios psicológicos de manera responsable significa:
1.Respetar la seguridad, la dignidad y los derechos de las personas atendidas.
2.Adaptarse de forma consciente al entorno y realidad de las personas.
3.Prepararse y cerciorarse de otras medidas de respuesta ante la emergencia, que le podrían ser de utilidad al momento de intervenir (Osorio, 2017).
4.Ante todo, cuidar de sí mismo; no intentar brindar una ayuda que sobrepase sus posibilidades, físicas, emocionales o cognitivas.
Guía
Técnicas fundamentales para brindar primeros auxilios psicológicos (Garrido, 2011):
1. Escucha activa. se evidencia por medio de los gestos y comportamiento que realmente se está escuchando y no solo oyendo al que habla. Se está atendiendo, comprendiendo, dando sentido a lo que se escucha. Se puede poner en práctica al momento de:
• Observar el comportamiento no verbal: indicadores como postura, gestos, inclinación del cuerpo, etc.
• Mantener el contacto visual: buscar el contacto visual con la víctima y realizar movimientos afirmativos con la cabeza para que la persona sienta que se está comprendiendo lo que está diciendo
• Respetar los silencios: permitir que la persona vaya a su propio ritmo y respetando las pausas que haga.
• Parafrasear: repetir con palabras lo que la víctima está diciendo. Por ejemplo, si está relatando: «Se enfureció cuando no estaba en casa y me estaba esperando muy enfadado», parafrasear diciendo: «Quiere decir que cuando llegó a casa, estaba asustada». Esto hace que la víctima note que se está atento e interesado en su caso.
• Clarificar: explicar términos o frases que no hayan quedado claros. Por ejemplo: «Me pegó como siempre». «¿Qué quiere decir que te pegó como siempre?»
2. La empatía: es la capacidad de contactar emocionalmente en este caso con la víctima. Es decir, ponerse en el lugar de la otra persona, sin juzgarla. Algunas frases que pueden demostrar empatía son:
• «Me imagino que puede ser muy duro vivir una situación como la que relata.»
• «Cualquiera en tu lugar hubiera hecho lo mismo.»
• «Comprendo que se sienta preocupada.»
• «Entiendo que se sienta con miedo.»
3. Ventilación emocional: se trata de permitir a la víctima expresarse emocionalmente de una manera extensa, permitir que llore si siente la necesidad , no interrumpir, darle tiempo. Es decir, facilitar la expresión de sentimientos, no bloquear emociones, acoger el dolor y el miedo de la víctima sin sorprenderse o extrañarse (o al menos no manifestarlo) por lo sucedido.
4. Brindar información: una vez la víctima se haya calmado y reducido su ansiedad, es fundamental brindar la información que el caso requiera sobre los pasos a seguir de manera detallada y comprensible, para avanzar en el proceso de recuperación psicológica.
Guía
Primeros auxilios psicológicos y niñez en situación de vulnerabilidad
Algunas consecuencias pueden ser (Garrido, 2011):
• Riesgo de alteración del desarrollo integral.
Las personas forman parte de un sistema integral, y sus pensamientos y sentimientos, se encuentran en un primer nivel.
La persona está dentro de una familia con la que convive: ese es un segundo nivel.
La familia se inserta en una comunidad que tiene identidad, normas y formas de funcionamiento, lo que constituye un tercer nivel.
Por último, la comunidad se integra en una sociedad que también tiene identidad, normas y formas de funcionamiento. Si un nivel se modifica, cambian los demás, ya que están interrelacionados. Por ejemplo, si la madre está siendo violentada, esta violencia tendrá efectos negativos en la niñez.
• Sentimientos de amenaza.
• Dificultades de aprendizaje.
• Dificultades de socialización.
• Comportamientos violentos.
• Normalización de la violencia.
• Baja autoestima.
• Ansiedad.
• Mayor frecuencia de enfermedades.
• Víctimas de maltrato.
• Desplazamiento forzado. Por tanto, es importante brindar atención y contención a la niñez sin dejarla de lado, ya que todo niño, niña y adolescente tiene derecho a que se consideren prioritarios sus intereses fundamentales. Esto incluye el derecho a la protección y a la oportunidad para desarrollarse de forma armoniosa.
Objetivos de los primeros auxilios psicológicos con niñez en situación de vulnerabilidad (SBS et al., 2015):
• Brindar una adecuada atención y protección a la niñez y adolescencia en situación de vulnerabilidad, ya sea por violencia basada en género o migrante.
• Determinar el interés superior de los niños, niñas y adolescentes. En este sentido, detectar posibles situaciones de vulnerabilidad que requieran poner en marcha mecanismos de protección o facilitar una atención especializada, fundamentalmente por el hecho de sobrevivir o ser testigos de hechos de violencia
• Abrir un espacio que permita la elaboración emocional y personal de la experiencia vivida con el fin de ayudar a los niños, niñas y adolescentes a tomar decisiones para su futuro.
Guía
Las expresiones emocionales que niños, niñas y adolescentes manifiestan en un momento de crisis o emergencia son normales debido a la situación extraordinaria que enfrentan.. Por ejemplo, recordar lo que han vivido o pensar en todas las dificultades que les esperan, es válido vivir sentimientos de dolor, desesperación, enojo o tristeza. Estas expresiones emocionales son permitidas y tienen su espacio siempre y cuando la persona esté en contacto con la realidad.
Estar en contacto con la realidad significa que la persona es consciente de que está en el albergue, en una delegación policial, en un proceso de deportación, se da cuenta si es de día o de noche, etc.
Algunas acciones que se pueden poner en práctica frente a estas situaciones son:
• Dejar que la persona llore durante un tiempo prudencial manteniendo silencio.
• Si pasado un tiempo, la persona sigue en el mismo estado, plantear: «Entiendo que esto está siendo muy difícil para ti. Si tú quieres podemos hablar, estoy para escucharte». Si el niño, niña o adolescente no quiere hablar de lo sucedido apoyarse en la técnica del dibujo. Plantear: «Si no quieres hablar está bien, también podemos dibujar si tú lo deseas».
• Dar un poco de agua.
• Si la persona continúa muy afectada, darle instrucción en la técnica de la respiración. Con la niñez puede realizarse la técnica del globo, a través de la siguiente instrucción: «Vamos a imaginarnos que somos un globo, primero nos vamos a inflar mucho y para eso vamos a tomar aire, luego nos vamos a desinflar y lo haremos sacando el aire». Mientras se explica la técnica, es importante modelarla al niño o niña.
• Levantarse, caminar, salir a un lugar donde corra el aire y existan sonidos de tranquilidad.
Acciones frente a una situación que requiere primeros auxilios psicológicos (SBS et al., 2015):
“TÉCNICA DEL GLOBO”
Guía
Herramientas para profesionales no especializados en salud mental que brindan apoyo a niñez en situación de vulnerabilidad
(SBS et al., 2015):
• Observación: observar detenidamente es de utilidad para detectar indicios y personas que requieran de una atención especial, pero también para identificar señales de precaución en posibles situaciones de riesgo. Implica mantenerse de forma atenta a todo lo que sucede alrededor: clima emocional, necesidades básicas, relación entre los niños, niñas y adolescentes, sentimiento de confianza o desconfianza entre los niños, niñas y adolescentes, o sentimientos de enojo, violencia, tristeza o miedo.
• La escucha responsable: al escuchar adquirimos una gran responsabilidad en el sentido de qué hacer con esa información en relación con el apoyo emocional y la puesta en marcha de medidas de seguridad, acciones legales u otras medidas cuando sean necesarias. Esto permitirá abrir un espacio de expresión emocional donde las personas compartan sus experiencias dolorosas y se sientan escuchadas sin ser juzgadas. Es necesario escuchar para poder entender las dificultades o documentar los casos. Comprender qué es lo que la persona quiere decir, cuáles son sus deseos y necesidades.
1. Una introducción o entrada: «Hola, ¿cómo estás?», «Siento que estás preocupada, ¿te puedo ayudar?», o directamente cuando alguien comienza a compartir: «Quiero contarte una situación que me está sucediendo...».
• Resumen breve de lo que se ha compartido (no repetir todo, sino las partes más importantes, de esta forma nos aseguramos de haber comprendido bien la información, y también la persona se siente escuchada).
• Darle valor a la confianza y el esfuerzo que requiere contar una situación difícil.
2. Desarrollo: la persona cuenta su historia y se escucha el relato de principio a fin, sin interrupciones.
• Normalizar la expresión de emociones, como por ejemplo pensamientos recurrentes, preocupación, tristeza, cólera, desesperanza, pesadillas u otros impactos psicológicos que hayan salido en la conversación. Nos encontramos con impactos o molestias normales frente a situaciones anormales. «Es normal y natural que tengas pesadillas, que no te puedas concentrar, que estés triste por lo sucedido. Lo que no es normal es lo que te está pasando».
• Buscar algunas soluciones en conjunto: «¿Qué crees que se puede hacer ahora?», y con base en lo que la persona crea que puede hacer, ayudar a ponerlo en práctica, o si no se le ocurre nada, hacer algunas sugerencias.
3. Cierre con los siguientes cuatro pasos:La técnica de la escucha responsable puede tener la siguiente estructura:
Guía práctica para el acompañamiento psicosocial
La atención integral a la niñez y adolescencia en situación de vulnerabilidad implica diferentes niveles de atención, no solo los planteados en este manual. Es necesario construir nuevas relaciones de coordinación para fortalecer las existentes, trabajando de cerca con un equipo multidisciplinario e instituciones gubernamentales y no gubernamentales. Esto garantizará el cumplimiento de metas, deseos y sueños de niños, niñas y adolescentes, los cuales se verán reflejados en el trazado de sus proyectos de vida.
¿Qué es el proyecto de vida?
Un proyecto de vida es la forma en que se planea el futuro, las cosas con las que se sueña y anhela en la vida. Este proyecto debe entenderse como el camino hacia la autorrealización.
Las vocaciones profesionales y aspiraciones ocupacionales femeninas y masculinas se gestan desde los primeros años de la vida escolar y son influidas por modelos transmitidos tanto en la escuela como en la familia, llevando a diferenciaciones laborales y sociales desiguales para ambos sexos. Es decir, niños, niñas y adolescentes de ambos sexos internalizan los contenidos recibidos en la familia y en la escuela y dichos contenidos se van plasmado en sus proyectos de vida y posibilidades futuras (Vivanco, 2001).
Actores principales en la creación del proyecto de vida
Familia
La familia es el primer agente socializador y de suma importancia en la configuración de la identidad de género. Según Gaborit (Gaborit, Rodríguez, Santorí y Paz, 2003), es en la familia que, a través de ciertas justificaciones ideológicas, a las niñas desde pequeñas les son asignadas tareas hogareñas, lo que a su vez reduce el tiempo asignado para actividades escolares y de ocio.
Los espacios de acción son más restringidos para las niñas y se vuelven limitados a medida que avanzan en edad. Desde esta visión de desigualdad, las niñas deben quedarse en casa donde pueden ser vigiladas y si salen, deberán ser acompañadas de alguien que las vigile o proteja.
En cambio, para los niños existe un «permiso social» que les permite estar más tiempo fuera del hogar, lo que aumenta su radio de acción y exploración, y se fomenta en ellos el desarrollo de habilidades de fuerza, vigor, agilidad y seguridad en sí mismos. Es decir, a los niños se les prepara para lanzarlos al mundo del trabajo fuera del hogar.
La distribución desigual del poder entre hombres y mujeres y las dificultades que estas encuentran en participar en procesos de toma de decisiones de una manera más activa afecta no solo su participación en el hogar, sino que también limita su participación en la comunidad local y en la sociedad en general. La distribución desigual del poder en los niños, niñas y adolescentes afecta la formación de su proyecto de vida.
Escuela
Los niños y niñas pasan la mayor parte de su infancia y adolescencia en la escuela. Si bien es cierto es una entidad destinada a la formación académica, la relación educativa entre docente y alumno va más allá de solo educar, ya que implica un encuentro en donde se producen un conjunto de experiencias y ciertos vínculos afectivos, que pueden ir desde el amor hasta la hostilidad y pueden manifestarse a través de mensajes verbales, gestos e incluso mediante algunas formas de silencio, los cuales van a orientar, informar y formar al alumnado (Touriñán, 2014). Por ello, la escuela es un espacio donde se transmiten valores, costumbres, creencias, estereotipos y formas de discriminación, siendo las representaciones sociales de género un importante elemento a estudiar dentro de este contexto educativo.
El contexto escolar se vuelve uno de los espacios que más poderosamente influye en la construcción de la identidad personal de hombres y mujeres, y de su futuro proyecto de vida (Peña y Rodríguez, 2005).
Por ejemplo, el profesorado reproduce sus representaciones sociales, influyendo así en la construcción de género del alumnado y de su proyecto de vida futuro (González, Pastore y Torres, 2016). Las expectativas que el profesorado tiene son diferentes para cada uno de los sexos, repitiendo de esta manera los prejuicios establecidos sobre las capacidades de los niños,niñas y adolescentes, puesto que se espera que los niños tengan mejor rendimiento en materias de cálculo y las niñas un mayor rendimiento en materias que no involucren números (Flores, 2005).
Guía práctica para el acompañamiento psicosocial
Estos son solo algunos ejemplos que demuestran que en El Salvador se desarrollan ciertas prácticas educativas que promueven la desigualdad entre hombres y mujeres, generando así consecuencias negativas especialmente para las mujeres, pero con repercusiones también en hombres.
Según Ormaza y Plural Consultora (2018), estos son algunos enfoques vinculados al desarrollo de proyectos de vida:
• Enfoque de derechos: reconoce que todo niño, niña y adolescente cuenta con derechos humanos, independientemente de su identidad de género, orientación sexual, edad, etnia, cultura o condición social. Por tanto, la construcción de su proyecto de vida debe de respetar la individualidad de cada uno, es decir, sus deseos y necesidades.
• Enfoque de género: permite distinguir cualidades, capacidades, mandatos, roles y estereotipos que se asignan a hombres y mujeres desde una perspectiva social y cultural. Estos se van gestando desde etapas tempranas del desarrollo humano. En ese sentido, se debe enfatizar que el acompañamiento para la construcción de cada proyecto de vida no reproduzca estereotipos o discriminación con base en el género.
• Enfoque de bienestar: implica que la construcción del proyecto de vida tiene que ser respetuosa con las necesidades auténticas de cada estudiante, apuntando al bienestar y a la autorrealización.
• Enfoque inclusivo: contribuye a construir una sociedad más democrática, tolerante y respetuosa de las diferencias. En la construcción del proyecto de vida se debe poner énfasis en el reconocimiento y valoración de las diferencias individuales, respecto a las perspectivas de la vida y en virtud de las vocaciones y profesiones
1. Desnaturalizar sesgos de género: no se deben asumir como naturales características de hombres y mujeres. Para ello es necesario romper estereotipos de género que inciden en la orientación vocacional de niñas, adolescentes y mujeres restándoles presencia en carreras de las áreas de matemática y ciencias.
2. Definir metas y sueños: responder a la pregunta «¿Qué quiero alcanzar o lograr?» Con lo que respondas se pueden definir metas a nivel familiar, educativo y vocacional.
3. Definir tiempos para cumplir las metas: las metas pueden ser a corto plazo (6 meses), a mediano plazo (de 1 a 5 años) y a largo plazo (de 5 a 10 años).
4. Definir como alcanzar las metas: hay que responder: ¿qué haré?, ¿cómo lo haré?, ¿con qué recurso cuento?
¿Cómo construir el proyecto de vida desde un enfoque de género? (Save the Children e ISNA, 2017)
5. Autoconocimiento (Ormaza y Plural Consultora
2018): esta es una tarea permanente en el proceso de construcción del proyecto de vida. No se limita a la etapa de la adolescencia, sino que se va forjando desde edades tempranas del desarrollo. El reconocimiento de habilidades, destrezas, capacidades, gustos e intereses permite llevar a cabo un trabajo personal y sostenido de autoevaluación en función de la introspección, lo cual permite reconocer conflictos personales, fortalezas y debilidades, para comprender su particular modo de ser y responder a los estímulos del mundo.
Una técnica que facilita el autoconocimiento es la realización de un FODA, donde se definen fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas, pues de esta manera se propicia que él o la joven se conozca mejor interpersonal e intrapersonalmente, así como conocer el medio que le rodea, es decir, las oportunidades y amenazas que puede enfrentar.
• Fortalezas: son todas las habilidades que están dentro de cada uno y que ayudan a enfrentar la vida, brindan seguridad.
• Debilidades: son todos los aspectos que a nivel personal limitan o dificultan enfrentar la vida.
• Oportunidades: son las situaciones que sirven para seguir adelante.
• Amenazas: son aquellas situaciones que provienen del entorno y que pueden obstaculizar el logro de metas.
6. Información (Ormaza y Plural Consultora 2018):
Ninguna persona está en la capacidad de tener todo el conocimiento necesario para tomar decisiones inmediatas que generen aprobación personal o colectiva. Para iniciar el proceso de construir un proyecto de vida, es necesario recopilar información que pueda ser útil.
Esta información permite ampliar la comprensión de las cosas; a través de ella se puede conocer mejor la realidad que engloba algún tema y ubicarlo en un determinado contexto. Durante cada etapa del desarrollo físico, psicológico y emocional de niños, niñas y adolescentes existe información pertinente que contribuye a tomar decisiones en función de su edad, lo cual fortalece la construcción de opiniones, valores e identidad.
El proyecto de vida se realiza a nivel individual y se va forjando desde la niñez. Este proyecto no es estático y puede cambiar de acuerdo con las necesidades y las oportunidades que se presenten en la vida de cada uno. Es importante tener en cuenta que, a veces y por muchas razones diferentes, alcanzar las metas lleva tiempo, pero es importante no desanimarse: la perseverancia y la búsqueda de nuevas oportunidades ayuda a cumplirlas.
CAPÍTULO
RESILIENCIA
Guía
Resiliencia
En los capítulos anteriores se ha revisado de manera bibliográfica temas relacionados con la vulnerabilidad y la violencia a poblaciones vulnerables como las mujeres, la niñez y la adolescencia, formas de brindar un acompañamiento a estas poblaciones y, a su vez, buscar entender diferentes fenómenos sociales que perpetúan la existencia de poblaciones en condiciones desfavorables y que no pueden tener un goce pleno de sus derechos. Este último capítulo explora un término que para las víctimas o personas en vulnerabilidad retoma fuerza para sobreponerse ante entornos desiguales.
A lo largo de la historia se ha evidenciado las capacidades de las personas para sobreponerse a daños en general. «Resiliencia» es un término que proviene de la física y se refiere a la capacidad de un material para recobrar su forma después de haber estado sometido a altas presiones (Saucedo, 1996). En las relaciones humanas, la resiliencia se atribuye a la capacidad para atravesar situaciones adversas y lograr salir no solamente a salvo, sino aun transformados positivamente por la experiencia. Por lo tanto, López (1996, citado en Trujillo, s.f.) indica que en las ciencias sociales se puede deducir que una persona es resiliente cuando logra sobresalir de presiones y dificultades que en su lugar otra persona no podría desarrollar.
De manera general se puede definir la resiliencia como una capacidad global de la persona para mantener un funcionamiento efectivo frente a las adversidades del entorno o para recuperarlo en otras condiciones. A su vez, cuando una persona tiene un ambiente y condiciones adecuadas no debería ser una necesidad el desarrollo de la resiliencia, ya que las personas deberían contar con ambientes sanos y de crecimiento personal.
Por otra parte, la resiliencia describiría una buena adaptación en las tareas del desarrollo social de una persona como resultado de la interacción del sujeto con su medio ambiente. Hay que tomar en cuenta que la resiliencia no es algo que se adopte o no: cada individuo la desarrolla de acuerdo con sus necesidades. González (2005) menciona que el concepto de la resiliencia o facultad de recuperación implica dos factores: la resiliencia frente a la destrucción, es decir, la capacidad de proteger la vida propia y la integridad ante las presiones deformantes, y la capacidad para construir conductas vitales positivas pese a las circunstancias difíciles.
Guía práctica para
psicosocial
La Resiliencia es una nueva forma de afrontar posibles causas de estrés como malas condiciones y vejaciones en la familia, desplazamiento forzado, migración, separaciones, duelos, situaciones de crisis como las causadas por viudez o el divorcio, las grandes pérdidas económicas o de cualquier otra índole (García, Rodríguez y Zamora, 2005).
Para entender de mejor forma el fenómeno de la resiliencia, diferentes estudios han apuntado a características del ambiente en que se han desarrollado las personas resilientes.
Por ejemplo, personas que a corta edad han tenido que soportar algún evento traumático, que han provenido de familias conducidas por padres o madres responsables y competentes en la paternidad, que han estado integrados en redes sociales de apoyo que les han brindado relaciones cálidas, entre otros factores del ambiente.
Entre los mecanismos protectores por excelencia está la relación de un adulto significativo que reafirme la confianza de la persona en sí misma, que la motive y, por sobre todo, le demuestre su cariño y aceptación incondicional (Sánchez, 2003, citado en Trujillo, s.f.).
Por lo explicado anteriormente, es conveniente diferenciar entre el enfoque de riesgo y el enfoque de resiliencia. Ambos enfoques se refieren a aspectos diferentes, pero complementarios. Considerarlos en forma conjunta proporciona una máxima flexibilidad, genera un enfoque global y fortalece su aplicación en la promoción de un desarrollo sano (Saucedo, 1996).
El enfoque de riesgo se centra en la enfermedad, el síntoma y aquellas características que se asocian con una elevada probabilidad de daño biológico, psicológico o social. Saucedo (1996), señala el enfoque de resiliencia como aquel que describe la existencia de verdaderos escudos protectores contra fuerzas negativas, expresadas en términos de daños o riesgos, atenuando sus efectos y transformándolas en factor de superación de las situaciones difíciles. Ambos enfoques se complementan y se enriquecen, posibilitando analizar la realidad y diseñar intervenciones eficaces.
Los factores de riesgo son todas aquellas características, hechos o situaciones propias de la persona o de su entorno que aumenten la posibilidad de desarrollar un desajuste psicosocial. Los factores protectores son aquellas características, hechos o situaciones propias de la persona o de su entorno que elevan su capacidad para hacer frente a la adversidad o disminuye la posibilidad de desarrollar un desajuste psicosocial aún con la presencia de factores de riesgo (Saucedo, 1996).
Las personas resilientes serán aquellas que, al estar insertas en una situación de adversidad, expuestas a un conglomerado de factores de riesgo, tienen la capacidad de utilizar aquellos factores protectores para sobreponerse a la dificultad, crecer y desarrollarse adecuadamente, llegando a madurar como seres adultos competentes, pese a los pronósticos desfavorables.
Condiciones de desarrollo
Un factor primario para la resiliencia es tener relaciones que ofrezcan cuidados y apoyo dentro y fuera de la familia. Según Domínguez (2005, citado en Trujillo, s.f.) las relaciones que crean apoyo y confianza proveen modelaje, ofrecen estímulo y reafirmación además contribuyen a afirmar la resiliencia en una persona.
Si se realiza una observación sobre la realidad de la niñez, adolescencia, es evidente cómo ciertas condiciones influyen negativamente en su desarrollo: carencia de redes de apoyo social para enfrentar las dificultades, incorporación prematura al empleo, desempeño de trabajos marginales o contractualmente precarios, falta de protección de su salud y derechos laborales, desocupación prolongada, fracaso y abandono escolar, adicción a las drogas y al alcohol etc. Todo esto se traduce en una baja autoestima, ausencia de un proyecto de futuro y dificultad para darle sentido al presente (Trujillo, s.f.). Autores citados por Trujillo (s.f.) señalaron que las personas resilientes presentaron en su infancia los siguientes atributos: a) nivel socioeconómico más alto; b) ausencia de déficit orgánico, y c) temperamentos más dóciles. Como características del medio social inmediato señalan a padres percibidos como competentes, una mejor red informal de apoyo (amigos, familiares, compañeros).
La presencia de relaciones afectuosas es vital para fortalecer la resiliencia a través del ejemplo, las oportunidades de participación son significativas para poder sentirse importante, querido, para sentirse parte de algo. La resiliencia es una característica que se puede aprender como producto de una interacción positiva entre el componente personal y ambiental de un individuo (Trujillo, s.f.). El vínculo afectivo que se establece en los primeros años de vida es vital para el desarrollo de un individuo capaz y seguro en una entidad.
Los resultados de algunos estudios reportan que la niñez expuesta a condiciones de vida con altos factores estresores lograban sobreponerse constructivamente, mientras que otros terminaban siendo adultos afectados, sin capacidad para enfrentar problemas y resolverlos, siendo personas que más propensas a tener alguna adicción. Saucedo (1996) mencionaba en su artículo «La resiliencia: Algo para promover» que el rescatar los aspectos positivos de cada suceso negativo siempre redunda en nuevas y mejores cualidades para seguir con proyectos innovadores y reforzar los anteriores.
• Flexibilidad, la capacidad personal para adecuarse a los cambios.
• Cualidades básicas de la personalidad.
• Identidad, percepción adecuada de las limitaciones y fortalezas individuales.
• Individuación consistente en una clara visualización de quién es quién, sabiendo quién va a cooperar o a limitar.
• Discriminación o capacidad de diferenciación de riesgos y peligros.
• Integración, que implica la coherencia y equilibrio entre el afecto, el pensamiento y la acción.
• Reforzamiento de las habilidades sociales.
• Sentido de vida, considerada con claridad, coherencia y concreción de los objetivos de vida centrales.
• Fortaleza psicológica ante una situación de crisis masiva. Las grandes crisis afectan a todos los sectores de la sociedad.
La fortaleza psicológica se manifiesta con mayor evidencia en situaciones de crisis con componentes catastróficos e implica las siguientes categorías fundamentales:
La adolescencia es una etapa hacia la cual las personas adultas no tienen empatía, y se brindan pocas oportunidades a la juventud para que puedan comunicar sus necesidades, desarrollar sus talentos y valorar sus aportes al entorno. Además, a los adolescentes se les percibe como un segmento problemático, deficitario, vulnerable, enfatizando sobre los aspectos negativos, con lo cual se alienta la estigmatización de este sector. Es necesario que tanto la niñez como la adolescencia sean considerados como grupos de alto valor para el desarrollo de la sociedad, ya que constituyen la población activa capaz de hacer progresar el país con su estudio y su trabajo (Saucedo, 1996).
Debería ser una prioridad para todas las personas que están en contacto con la niñez y adolescencia tener en cuenta acciones y características para promover la resiliencia (Saucedo, 1996). La niñez y la adolescencia son períodos sumamente complejos y representan oportunidades favorables para el desarrollo de posibilidades que apunten a una mejor calidad de vida futura.
Guía
La mayoría de los investigadores coinciden en que entre los ámbitos a desarrollar para contribuir a fomentar la resiliencia infantil se destacan:
• Las redes de apoyo informales (padres, amigos, maestros) y, sobre todo, la aceptación incondicional del niño, la niña y los adolescentes por al menos una persona significativa.
• La capacidad de encontrarle algún sentido a la vida.
• Las aptitudes sociales y resolutivas que permitan la sensación de tener cierto control sobre la propia vida.
• La autoestima o concepción positiva de
Maltrato físico en niñez relacionado a la resiliencia
El término «maltrato» abarca una amplia gama de acciones que causan daño físico, emocional o mental en la niñez de cualquier edad. Es un problema social que, como fenómeno complejo, es atravesado por diversas áreas que involucran aspectos sociales, culturales, históricos, económicos y de salud, tanto de naturaleza física como psicológica (Morelato, 2011).
Una alternativa para el desarrollo de los procesos de resiliencia en la niñez es incorporar el seguimiento cercano de la familia en la niñez en riesgo, tanto desde los servicios de protección familiar como desde la escuela (Morelato, 2011). En los ámbitos mencionados podría implementarse programas que fortalezcan recursos y competencias emocionales en la niñez, como la autoestima, la creatividad, habilidades cognitivas y de solución de problemas, entre otros aspectos. Además, se podría potenciar mecanismos protectores al vincular a la familia con la niñez, así como otros responsables en otros aspectos, como la escuela, liderazgos comunitarios y demás actores sociales que pueden generar redes de apoyo.
Guía práctica para el acompañamiento psicosocial
Estas conexiones y redes fortalecen aspectos protectores en la medida que se incentiven comunicaciones claras entre las instituciones sanitarias, escolares y sociales, a fin de lograr seguimientos que tengan coherencia y fluidez. Al incentivar en la niñez sus fortalezas y recursos en sí mismos y a su alrededor se potencian factores protectores, lo cual podrá llevarlos a actuar y a superar las dificultades, atenuando el impacto del riesgo.
Cuando la niñez recibe un cuidado especial y afectuoso en su primer año de vida, está propensa a responder de maneras más sanas ante la resolución de conflictos, a diferencia de quienes han estado en ambientes de poco cuidado, ya que las funciones cerebrales se ven dañadas, como su capacidad de aprendizaje y la resolución de problemas (Trujillo, s.f.).
Intervención de la resiliencia en la niñez
La resiliencia es más que resistir a los problemas, el miedo a los riesgos o sobrepasar las vulnerabilidades: es tomar cada circunstancia adversa como un desafío que pone a prueba todas las potencialidades de una persona. Trujillo (s.f.) propone tres pilares que sostienen la capacidad de resiliencia en la niñez:
1. La capacidad de juego: que el miedo no limite encontrar soluciones. La creatividad, la multiplicación de los intereses personales, los juegos de la imaginación relegan esas causas de alarma para sentir más control sobre las emociones.
2. La capacidad de encarar las situaciones con un sentimiento de esperanza:. será fundamental tener redes de apoyo o de contención, como mínimo a una persona en quien depositar afectos y admiración, y que sirva como guía y estímulo. Estos vínculos enriquecen y serán de protección para que la persona no se sienta en una intemperie vital. Podría ser la familia, las amistades, el personal docente o una comunidad quienes obren como apoyo y estímulo permanentes.
3. El autosostén:
El mensaje que la persona elabora para sí mismo.
Es necesario saber la necesidad de fortalecer a la niñez de manera interna, para que puedan resistir a un mundo difícil, informarles, formarles y favorecer cada etapa de crecimiento, haciendo que tengan la capacidad de conocerse a sí mismos. El apego se desarrolla en los primeros momentos de vida y se mantiene hasta el último. Pero los tres primeros años son muy formadores de la personalidad y los más estructurantes en términos de resiliencia. Las investigaciones señalan que a mayor inteligencia, mayor capacidad de resiliencia, pero se apuesta a que se puedan desarrollar comportamientos resilientes en todas las personas (Sánchez, 2003).
Estrategias de la resiliencia
Las personas no reaccionan de la misma forma a los mismos eventos de vida traumáticos y estresantes. Un enfoque para construir resiliencia que le funciona a una persona puede no funcionarle a otra.
Las personas utilizan una gran variedad de estrategias. Algunas variaciones pueden reflejar diferencias culturales. La cultura de una persona puede tener un impacto en la forma en la cual comunica sus sentimientos y trabaja con la adversidad.
La resiliencia se puede construir por medio de diversos enfoques, los cuales tienen sentido en diversas culturas. Trujillo (s.f.) propone una serie de estrategias desarrollar la resiliencia:
• Realizar conexiones con otras personas, establecer buenas relaciones con la familia y amistades cercanas y otras personas relevantes. Algunas personas encuentran que, a pesar de que han sufrido pérdidas, ayudar a otras personas les hace sentir bien consigo mismas.
• Evitar ver las crisis como problemas insuperables puede cambiar la forma en que cada individuo interpreta el «huracán», tratar de ver más allá de la crisis actual y cómo las circunstancias futuras pueden ser un poco mejores.
• Moverse hacia las metas hacen que las personas desarrollen la capacidad de ser exitosas y se conviertan en personas resilientes que se integran en una comunidad.
• Reconocer la propia fortaleza y recursos para tratar con situaciones difíciles puede ayudar a desarrollar confianza en sí mismo.
Guía práctica para el acompañamiento psicosocial
A su vez, Saucedo (1996) indica que para desarrollar la resiliencia se debe tener en cuenta lo siguiente:
• Trabajar a nivel personal, familiar y grupal para el desarrollo de la resiliencia. El trabajo grupal es más eficaz que el individual, ya que el objetivo es la contención de la familia para evitar su derrumbe.
• Implicar que la situación sea un desafío en el que las heridas, golpes y experiencias desfavorables sirvan para lograr una preparación que permita seguir respondiendo individual y socialmente con mayores y mejores recursos.
Las personas que están trabajando para que otras personas desarrollen la resiliencia deberán tener como objetivos:
• Lograr la superación del estrés sin descuidar la atención y la conciencia de realidad, con conocimiento de los mayores riesgos personales, familiares, grupales.
• Acrecentar la autoestima a través del conocimiento de los propios recursos.
• Poner en la práctica diaria, al máximo, los recursos positivos.
• Reforzar la voluntad, organización y planificación, compromisos y responsabilidades.
• Lograr el reconocimiento de relaciones y redes sociales que complementen las carencias personales.
• Incentivar la inserción social en grupos cuyas actividades sean gratificantes y recreativas.
• Desarrollar acciones para limitar conductas inadecuadas.
• Fortalecer los recursos de liderazgo y participación en los distintos grupos de pertenencia.
• Utilizar la espontaneidad, la alegría, el humor y el juego.
Resiliencia en mujeres víctimas de violencia
Una de las definiciones más aceptadas en la actualidad es la que entiende la resiliencia como un proceso que refleja una relativa adaptación positiva a pesar de los contextos de riesgo, adversidad o trauma. Por lo tanto, López afirma que la resiliencia en mujeres víctimas de violencia de género consiste en un proceso de adaptación positiva después de haber sufrido violencia en la pareja.
Por su lado, Cordero y Teyes (2016) plantean que las mujeres víctimas de violencia doméstica se encuentran expuestas a adversidades provenientes especialmente dentro de su núcleo familiar. Estas enfrentan situaciones adversas en su día a día, tanto afuera con dentro de su núcleo familiar. Estas mujeres, al contar con un apoyo, soporte o alguien en que confiar poseerán fuerza interior para afrontar las adversidades que se le presente, definiéndose como personas responsables, optimistas y respetuosas de sí mismo y de los demás.
En ese sentido se consideran estrategias que promueven la resiliencia en las mujeres víctimas de violencias domésticas. La resiliencia puede y debe ser tanto estimulada como promovida en cualquier etapa del ciclo vital en que se encuentra la persona.
López (2020) al abordar el tema menciona a dos autoras, Janice Giles y Helen Curreen, que desarrollan el modelo de fases de crecimiento en mujeres maltratadas. A través de este modelo, ofrecen una explicación detallada del proceso que siguen las mujeres desde que están inmersas en la relación abusiva hasta que salen de ella y se recuperan. Este modelo hace hincapié en las formas en las que las mujeres llegan a esa respuesta de resiliencia.
Las fases son:
1. Enamoramiento: consiste principalmente en la tendencia a minimizar o no reconocer el abuso. Asimismo, aumenta el aislamiento social y las mujeres se culpan por el abuso..
2. Tomar el control: se caracteriza por el deseo de la mujer de que la relación funcione, por lo que se comporta de forma sumisa con el objetivo de mantener la paz en la relación. La participación en actividades fuera de la relación es un aspecto importante debido a que aporta nuevos puntos de vista sobre la relación. Además, las mujeres pueden salir de la relación para volver a regresar en repetidas ocasiones antes de estar preparadas para abandonar la relación definitivamente. En esta fase, las mujeres se identifican como mujeres maltratadas y toman conciencia de que la situación no va a cambiar. Esta nueva conciencia de la situación puede llevarlas a tomar de forma repentina la decisión de abandonar la relación.
acompañamiento
3. Asegurar una base:. las mujeres víctimas ya han abandonado la relación abusiva. Las mujeres en esta fase deben evitar el abuso posterior a la separación mientras luchan por restablecer su vida. Además, en algunos casos el maltrato continúa tras la separación. Las mujeres en esta fase experimentan diversas dificultades, por ejemplo, económicas. Se sienten exhaustas debido a todas las situaciones estresantes a las que deben enfrentarse.
4. Darle sentido: es en esta fase que se comienza a dar sentido al proceso de resiliencia propiamente dicho, una vez que la seguridad de la mujer esté establecida. Las mujeres todavía tienen sentimientos de culpa por haber abandonado al maltratador. Asimismo, se sienten deprimidas, solas, enfadadas y lloran por haber perdido las esperanzas que habían depositado en la relación.
Las secuelas de la violencia en la pareja perduran durante largo tiempo y siguen experimentando síntomas traumáticos durante esta fase.
Por otro lado, las mujeres tratan de entender lo que sucedió durante la relación de maltrato con el objetivo de evitar nuevas relaciones abusivas. En esta etapa algunas acuden a terapia, otras realizan actividades como la lectura o hablan sobre el abuso con los amigos u otras mujeres que han sufrido abuso.
Gracias al aumento de la autoestima y las nuevas habilidades adquiridas, son capaces de dejar la relación de maltrato en el pasado. De forma progresiva, van tomando el control de sus propias vidas y decisiones, y se hacen cada vez más autosuficientes y seguras de sí mismas. Las mujeres suelen describir esta fase como un encuentro consigo mismas analizan sus valores y consideran las posibilidades del futuro.
5. Ser yo misma: las mujeres están totalmente orientadas hacia el futuro y la relación abusiva forma parte del pasado, establecen objetivos a largo plazo y tienen un propósito en la vida. Además, han desarrollado un sentido coherente de sí mismas y de su identidad. Se rompe el vínculo con el maltratador y experimentan un sentimiento de libertad e independencia.
Para muchas sobrevivientes, el trabajo voluntario con otras mujeres que han sufrido maltrato forma parte del proceso de recuperación. Posiblemente pueden tardar varios años en llegar a esta parte del proceso.
Será importante recodar que la resiliencia no se desarrolla en todos los individuos de la misma forma y que cada persona tendrá diversas formas de enfrentar, desenvolverse y adquirir capacidad para superar dificultades o problemas.
La resiliencia es una característica que puede aparecer como producto de una interacción positiva entre el componente personal y ambiental, pero también como una forma para poder responder ante situaciones de conflicto.
CONCLUSIÓN
Guía práctica para el acompañamiento psicosocial
• La vulnerabilidad es la consecuencia de las amenazas que representan un peligro para grupos sociales que, por sus características individuales, pueden ser marginados o excluidos del disfrute pleno de sus derechos. Entre estos factores agravantes de vulnerabilidad se encuentran las desigualdades de género, que aumentan el riesgo de sufrir violencia basada en género, estigma y discriminación, sumado a la dificultad de acceso seguro a la asistencia humanitaria, lo que disminuye las probabilidades de supervivencia. De igual forma, las personas que son víctimas de violencias estructurales se enfrentan a desplazamientos forzosos, ya sea de manera interna o hacia otros países para sentirse seguros.
• Entre las poblaciones con vulnerabilidad se encuentran las mujeres, la niñez y la adolescencia. Es importante que la sociedad transforme y construya realidades en las cuales los roles, tareas, actividades, comportamientos y acciones de cada integrante estén basadas en la búsqueda del respeto de los derechos humanos e igualdad. Una comunidad donde las personas gocen del pleno cumplimento de sus derechos y que cada persona tenga oportunidades en igualdad de condiciones, sin importar distinciones.
• Contar con personas preparadas, que posean conocimientos respecto a temas como vulnerabilidad, salud mental, diversas violencias, primeros auxilios psicológicos, resiliencia y plan de vida es invaluable para la atención y acompañamiento a personas víctimas con base en derechos.
• Las personas que dan atención o servicios a estas poblaciones tendrán herramientas que permitan desempeñar un trabajo más eficaz con las personas supervivientes. Parte de este trabajo incluye acompañar en la creación de un proyecto de vida personal de acuerdo con las necesidades y las oportunidades que se presenten en la realidad de cada uno.
• Para llevar este proyecto a buen término, es imprescindible considerar la resiliencia como un factor integral para sobrevivir a la violencia, donde es necesario el contexto y las fortalezas personales que se pueden obtener por medio del acompañamiento psicológico.
• Todos estos esfuerzos tienen como meta última la búsqueda de bienestar de todas las personas, de manera que aun al haber sido víctimas de violencia, puedan tener acceso a recursos para cuidar su salud mental, y así disfrutar un completo e integral bienestar en sus vidas.
Guía práctica para el acompañamiento psicosocial
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