Documento elaborado por:
Luz Nelly Zapata Villarreal Gilberto Arenas Yepes Sergio de Jesús Rojas Olga A. Patiño Jiménez Astrid Mejía Echeverri Jaime Vergara Ramírez Diego Aguirre Cardona
Grupo de Desarrollo de Salud y Ambiente Facultad Nacional de Salud Pública “Héctor Abad Gómez” Septiembre de 2011
CONTENIDO
INTRODUCCIÓN 1. UNA REFLEXIÓN SOBRE EL RETO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN MATERIA AMBIENTAL Y SANITARIA A PROPÓSITO DEL CUESTIONAMIENTO SOBRE CÓMO INFLUIR EN LAS NUEVAS GENERACIONES FRENTE AL CUIDADO DEL AGUA. 2.
¿QUÉ ENTENDEMOS POR CULTURA DEL AGUA?
3.
¿CÓMO SE CONSTRUYE CULTURA DEL AGUA?
4.
¿CÓMO SE CONSTRUYE CULTURA DEL AGUA Y CÓMO SE PROMUEVE LA ÉTICA EN SU USO?
5.
¿CÓMO ASIGNAR RESPONSABILIDADES PARA PROMOVER LA CULTURA DEL AGUA?
6.
¿QUÉ POLÍTICAS PÚBLICAS DEBEN ADAPTARSE PARA IMPULSAR LA CULTURA DEL AGUA?
BIBLIOGRAFÍA
LISTA DE CUADROS
Cuadro 1. Definiciones y categorías de la educación ambiental según distintos autores
INTRODUCCIÓN
HACIA UNA CULTURA DEL AGUA DESDE LAS ORGANIZACIONES EDUCATIVAS
Los problemas del agua en Colombia, requieren desde el punto de vista educativo, niveles cada vez mayores de información y conocimiento, sobre las características, usos y potencialidades de los recursos hídricos del país, con el fin de plantear soluciones traducidas en currículos pertinentes que propendan por el desarrollo humano y sustentable de los territorios, con equidad intra e inter-generacional, a partir de la transformación de la cultura establecida. En el siguiente documento se plantean algunas reflexiones, sobre cómo educar a las actuales y futuras generaciones de ciudadanos y profesionales, en una cultura del agua enmarcada en un modelo de desarrollo sostenible fuerte, en el que sean prioritarias, entre otras, la sustentación, protección y conservación de la biodiversidad, la pervivencia de la civilización humana en condiciones de vida digna. En el territorio es frecuente que se presente una asimetría de la disponibilidad del agua frente a la demanda. En Colombia, la oferta es mayor en las vertientes donde la población es menor y, al contrario, es más escasa donde se encuentra la mayoría de los habitantes. En esa perspectiva, para alcanzar un desarrollo humano sustentable equilibrado y equitativo, se hace necesario, no sólo la acción educativa. Se precisa de iniciativas institucionales de las organizaciones educativas en alianzas con otras instituciones, agencias y actores para asumir con responsabilidad integral los retos de la gestión del agua. Por lo tanto, es imperativo, desarrollar sistemas y redes de trabajo colaborativo y enfatizar en el fortalecimiento de medios de comunicación y otras herramientas y estrategias como la investigación, el debate social, técnico y científico, y en el fortalecimiento de la relación entre los ámbitos universitarios, empresariales, sociales y de administración pública.
1. UNA REFLEXIÓN SOBRE EL RETO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN MATERIA AMBIENTAL Y SANITARIA A PROPÓSITO DEL CUESTIONAMIENTO SOBRE CÓMO INFLUIR EN LAS NUEVAS GENERACIONES FRENTE AL CUIDADO DEL AGUA.
Si bien la pedagogía y la didáctica son de manera inminente campos interdisciplinarios, la práctica de la educación ambiental y sanitaria debe asumirse transdisciplinaria, en tanto la naturaleza compleja de los asuntos que son su objeto de enseñanza y aprendizaje y su objeto de transformación: la salud pública y el ambiente como uno de sus más importantes determinantes; en un marco más amplio, él reto se orienta hacia el desarrollo humano sustentable. El ambiente y su ser humano, como sistemas de alta complejidad, interactúan en diferentes esferas multidimensionales que definen distintos planos de realidad sobre los territorios que las acciones antrópicas afectan de manera positiva o negativa. De dichas afecciones derivarán a su vez, repercusiones sobre la salud de las poblaciones y sus posibilidades de generar desarrollo y pervivencia en condiciones de vida digna. En ese sentido, asumir la educación ambiental como tarea transdisciplinaria implica varias cosas, entre las que se destacan dos: la primera, que los campos gnoseológicos de las disciplinas que participan, se expanden más allá de los aportes particulares presentes en el acto educativo, luego el proceso produce un excedente de conocimiento que debe ser sistematizado y aplicado de manera oportuna a fin de innovar sobre los nuevos aprendizajes dentro y fuera del aula. En segundo lugar, el proceso formativo ambiental en el aula, debe ser un continuo curricular que atraviesa todo el plan de estudios y en el que todos aportan desde su rol de docente de estudiante. Para alcanzar sus metas, desde la perspectiva curricular, las instituciones de formación de profesionales en ambiente y salud, deben apoyar sus desarrollos académicos y científicos en un ejercicio hermenéutico permanente, que implica la lectura, análisis e interpretación del entorno. La síntesis o currículo se materializa, como aporte de la comunidad académica en programas pertinentes, líneas de investigación que anteceden la integración social y la gestión e innovación del conocimiento. Esta última etapa, más con un enfoque crítico social por su perspectiva liberadora, constructivista y participativa.
Este ejercicio no sólo se realiza sobre un contexto complejo sino que él mismo también lo es. El entorno involucra una cantidad indeterminada de variables y de interacciones en una dinámica constante y cambiante. Hacer la lectura e interpretación y alcanzar la síntesis constructiva, implica por tanto, una aptitud y actitud gnoseológica y metodológica transdisciplinaria que permita descifrar el la forma en que interactúan los aspectos socioculturales, económicos, tecnológicos, ontológicos y ecológicos, puestos en perspectiva histórica, y que establecen las condiciones de desequilibrio entre el ser humano y la naturaleza que se pretende restituir o mantener, a partir de la intervención de los sujetos en formación o mediante otros procesos misionales como la investigación , innovación e integración social del conocimiento en un acto de solidaridad social y trabajo colaborativo. En esta óptica, la educación ambiental y sanitaria debe ser principal y prioritariamente formación integral –re - construcción de la imagen del sujeto y por tanto posibilidad de transformación de la cultura-, y en inherencia, emancipatoria, en función de la estructuración de sujetos para la acción política ambiental y sanitaria. Las prácticas del egresado ambientalista salubrista, no pueden ser ajenas a la función social y a la tarea encomendada al Estado, y en ese sentido, la proyección política y social, entendida como gestión social, es condición sine qua non del proyecto formativo. En el marco de un sistema político de carácter democrático, la sociedad debe participar en tareas de nivel estratégico, claves para que el Estado desarrolle funciones alineadas con las aspiraciones de aquella, pero es importante, la organización social y el manejo efectivo de los mecanismos que la Constitución y la Ley plantean para participar en la planificación del desarrollo humano y sustentable del territorio, la formulación de normas y políticas públicas de impacto en la salud pública y en el medio ambiente, en la toma de decisiones, la asignación de servidores públicos en los que reposa la conducción y en el control de la gestión pública, entre múltiples aspectos más. Son estos los retos que deben asumir con responsabilidad, conocimientos, acervo axiológico y herramientas suficientes, las siguientes generaciones de profesionales ambientales y sanitarios formados dentro de un enfoque social y de lo público compatible con la teoría y praxis administrativa o de ingeniería, por mencionar dos. Sin embargo, el compromiso universitario no fenece allí. La educación superior demanda de la Institución una gestión pedagógica permanente y de amplio alcance.
En particular en el tema ambiental y sanitario, una ciudadanía formada e informada, sensible frente a los problemas del territorio que ponen en riesgo la salud pública, se torna en un factor determinante de las directrices que en tal sentido, formulen y ejecuten el Estado y sus instituciones, pero también en un dinamizador fundamental de una nueva cultura, en la que sobresalgan rasgos favorables a la pervivencia de un sentido de vida digna y a las aspiraciones de bienestar social congruentes con las limitaciones que tiene el medio ecológico para proveer las materias primas y servicios ambientales que aquel demanda. Por este motivo, la entidad de formación superior debe mantener activa su oferta de educación no formal y canales permanentes de difusión y comunicación del conocimiento al público en general, al mismo tiempo que mantiene y fortalece un liderazgo social mediante el cual materializa su respuesta al encargo que la sociedad le hizo, cuando instituyó la Universidad como uno de sus principales baluartes.
2.
¿QUÉ ENTENDEMOS POR CULTURA DEL AGUA?
En lo concerniente con el agua, distintas culturas han desarrollado representaciones sociales diversas –creencias, saberes, valores y prácticas- que determinan su forma de relacionamiento con un elemento imprescindible y vital para su sobrevivencia y desarrollo, por la íntima relación que tiene con la salud, la vida y la posibilidad de permitir el despliegue de las actividades económicas de las que deriva la sobrevivencia básica y el bienestar social. En los dos últimos siglos, el crecimiento poblacional, el auge de la actividad productiva, y de forma particular el modelo económico globalizado que estimula el uso desaforado de factores ambientales y consumo excesivo de bienes y servicios que demandan gran cantidad de materias primas, que contaminan o extinguen los sustratos de la vida, han instaurado patrones de relación con el agua, que no incluyen valoraciones ni consideraciones sobre su vulnerabilidad como recurso, ni las limitaciones de oferta de los diversos territorios, que consecuentemente han derivado en una crisis inminente planetaria con resultados catastróficos inmediatos que amenazan con empeorar. En respuesta, en el marco de la sustentabilidad y sostenibilidad ambiental se promueve de manera urgente, una denominada nueva cultura del agua, para cuya comprensión es necesario reflexionar sobre los conceptos de identidad y cultura en general. Si bien el ser humano y los pueblos construyen cultura de forma intencional o sin proponérselo, es en la relación de adaptación y transformación de su entorno natural y en los tejidos y relaciones sociales que despliegan para tal propósito, en que el hombre adquiere los planos culturales primigenios y por tanto, un original sentido de identidad. De forma común se concibe aquella como el “conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad, que los caracterizan frente a los demás” pero también como la “conciencia que una persona tiene de ser ella misma y distinta a las demás”1 Con menor frecuencia se tiene la claridad de que la identidad social implica el resultado de una construcción colectiva cuyo fin es aumentar el acervo cultural y humano de un pueblo o grupo, de forma permanente, como garante de su pervivencia y trascendencia en el tiempo y en la historia. Dicha construcción implica un proceso complejo de re-creación intencional social al ritmo de la cotidianidad y de la interacción, en la que los individuos participan de forma pasiva o activa, y que permite la maduración y fortalecimiento de cada uno de los elementos y atributos característicos,
de la estructura que les da soporte y que garantiza su permanencia, y de los principios sobre los cuales se fundamentan las lógicas únicas que posibilitan el surgimiento de una cultura particular. Ambas, cultura e identidad, serán transmitidas por las familias y otras instancias de la estructura social, de acuerdo con la valoración y prioridad socialmente establecida. Aquí juegan un papel primordial la educación y la comunicación como mediadora social, aunque son importantes adicionales instrumentos de gestión como las políticas, la normatividad y la investigación, entendida como generadora de conocimiento científico socialmente útil. En particular, con la nueva cultura del agua se busca transformar el sentido y el significado economicista que el agua ha tenido para las últimas generaciones y que ha sido causa de su mal uso, contaminación y agotamiento. Para lograr esta transformación es necesario integrar elementos como el uso racional, prioritario y equitativo, la protección y conservación del factor, y la equidad intra e inter-generacional en el acceso, a las representaciones sociales, de los pueblos en todo el planeta y a la agenda de sus respectivos sistemas político-institucionales y económicos. Por otra parte, es fundamental aclarar que la instauración de una nueva cultura del agua no se decreta –aunque sea absolutamente necesario recurrir a la ley como herramienta-, ni puede ser diferente de una cultura ambiental integral. Si bien la contaminación de las fuentes superficiales y subterráneas tiene repercusiones inmediatas por sus implicaciones en la salud pública, la salud animal, el medio ecológico general y la actividad económica, la disminución de la oferta por agotamiento del recurso es grave, pues implica importar el líquido de otro lugar a altos costos, restringir las aspiraciones y patrones de desarrollo y crecimiento, emigrar o morir. El ciclo hidrológico es clave en todos los procesos de la biósfera pero también en las actividades humanas y a la vez es influenciado y amenazado por estas, en sus distintas fases. Se podrían citar numerosos ejemplos: la quema de combustibles fósiles y la producción de gases efecto invernadero, que repercuten en el calentamiento global, son fenómenos de origen antrópico con consecuencias severas sobre el medio hídrico, al alterar los regímenes de lluvias y los períodos de invierno y sequía, por tanto los patrones de recarga de los acuíferos y de la escorrentía superficial y sub-superficial. La disminución del caudal ecológico causa pérdida de los ecosistemas ligados a él, que a su vez regulan el movimiento y la permanencia de aquella en el suelo.
Por otra parte, depósitos de agua dulce que se encuentran en forma de hielo están desapareciendo sin posibilidades de volverse a formar. El agua líquida se mezcla con el agua salada de los océanos. Se afectan ecosistemas productores de agua en páramos y nevados de los cuales se alimentan ríos y quebradas.
3.
¿CÓMO SE CONSTRUYE CULTURA DEL AGUA?
La construcción de cultura de agua debe estar integrada a la erección y consolidación de un modelo de desarrollo sustentable fuerte3 con enfoque humano pues sería absurdo inscribir las aspiraciones de cambio dentro del modelo de crecimiento actual. Un modelo de desarrollo orientado hacia lo humano y hacia la sustentabilidad ambiental, debe, considerar varios asuntos que se consignan en el siguiente listado de enunciados: • Es necesario comprender el desarrollo como inherente a la relación del ser humano con la naturaleza y con sus pares de especie. En esta relación el ser humano se beneficia de los recursos y servicios ambientales que provee la naturaleza y por tanto le corresponde a él, asumir mediante actos volitivos, responsabilidad, racionalidad, sensibilidad y coherencia de sus actuaciones para no transgredir los límites que ponen en riesgo la sustentabilidad de los factores y atributos ecológicos y la sostenibilidad de su beneficio. En esa perspectiva el modelo de desarrollo es un constructo que sólo es posible en un escenario concreto que lo demanda integral: el territorio, entendido como un espacio-población histórico. • Por otra parte, urge desplazar la esfera económica como centralidad del modelo de desarrollo, para convertirla en un componente dialógico, integrado a otras dimensiones territoriales y sociales, evitando que la sinonimia que ha adquirido con las ciencias financieras y con el tema del mercado, continúe prevaleciendo en la práctica cotidiana de los pueblos y comunidades. • Asimismo debe redefinirse la perspectiva del concepto de tecnología que valora sólo el conocimiento de carácter científico aplicado a maquinarias, equipos y software. Urge validar el saber cultural y popular y reivindicar la aplicación del conocimiento de nuestros pueblos al diseño de soluciones sociales, políticas y económicas en contextos de subdesarrollo, como conocimiento socialmente útil de alto valor agregado. • Se hace necesario establecer un cuerpo axiológico fundamentado en principios como la vida y el respeto a ella, la transdisciplinariedad, la comunicación, el trabajo intersectorial, entre otras variables, que den lógica diferente a un pacto político y social que sea más coherente con los preceptos constitucionales y/o normativos, en que se amparan directrices como el derecho a la vida, a la salud, y a un ambiente sano, el desarrollo sostenible y el saneamiento ambiental a cargo del Estado.
• Se debe trabajar fuertemente en la satisfacción de necesidades concebidas como fundamentales, según la propuesta del Desarrollo a Escala Humana , dando un especial énfasis al tema de las libertades, y la generación de opciones que permitan el despliegue de las capacidades y potencialidades humanas y del territorio. • Establecer un modelo de gestión político- administrativo fundamentado en una apuesta por una gerencia social que permita re-significar la administración pública y promover la educación e inclusión del ciudadano en el asunto público • Desde la perspectiva humana, una gestión comprometida con un proyecto paritario (pares humanos diversos), incluyente y equitativo. Capaz de entablar relacionamiento global sin perder el rumbo frente al reto que presupone impulsar el desarrollo local en un mundo globalizado. • Finalmente, considerar la estructuración de un proyecto educativo de formación integral orientado, en el mediano y largo plazos, hacia el constructo de seres humanos capaces de transformar positiva y racionalmente su entorno partiendo de su propia transformación. Más aptos para vivir y convivir. Depositarios críticos del acervo cultural propio, dialógicos con la oferta de otras culturas, y especialmente conscientes de la necesidad de mantener dentro de su sentido de identidad los elementos que le permitan relacionarse de forma asertiva e inteligente con el medio natural del cual hacen parte.
4. ¿CÓMO SE CONSTRUYE CULTURA DEL AGUA Y CÓMO SE PROMUEVE LA ÉTICA EN SU USO?
Dentro de los variados instrumentos de gestión que pueden incidir en la construcción de la cultura del agua, la educación ambiental sería el único que se postula como medio de segura efectividad para alcanzar la sostenibilidad del proceso. Sin embargo, el carácter mismo instrumental que a menudo se le otorga, se convierte en uno de los principales obstáculos para utilizarla como medio y herramienta clave de la cultura. De hecho, hablando de educación no formal, basta mirar el portal de contratación nacional, para evidenciar que son elevadas las sumas de dinero que anualmente se invierten en los municipios colombianos en una dudosa educación ambiental que con frecuencia ser reduce a sencillas jornadas de capacitación carentes de enfoques pedagógicos y didácticos, y cuyos objetivos presentan también deficiencias en su planteamiento. Para acabar de completar el cuadro, es usual que los mediadores o educadores populares no cuenten con las competencias mínimas necesarias que tan importante tarea demanda. En esa misma perspectiva, con respecto a la educación formal, dentro de la institucionalidad con frecuencia se omite el contenido explícito e implícito, que de acuerdo con la ley debe configurar el componente respectivo ambiental dentro del plan de estudios.4 La formación “ambiental” no es comprendida por los mismos docentes como formación para la vida, y por tanto transversal con lo que ello implica, sino que se considera más bien otro contenido adicional que se encarga al profesor que a juicio de la institución, tenga mayor afinidad con el asunto: el maestro de biología, ciencias naturales y similares. El resto no se siente convocado. Igual sucede con los Proyectos Ambientales Escolares –PRAES-5, que a menudo se convierten en “más trabajo” para los profesores. En algunas Instituciones Educativas es difícil verlos como una oportunidad didáctica para vivir una verdadera experiencia formativa ambiental de índole transformadora. De igual forma resultaría muy interesante conocer, cómo imprimen en la consciencia del educando los elementos éticos ambientales –fundamentales en distintos tipos de competencias-,
las instituciones de educación superior que forman para el trabajo, y que hoy tienden a ser mayoría. Lo dicho atrás no es porque se menosprecie el valor de la educación ambiental. Por el contrario, es claro que la única y duradera esperanza que en materia ambiental puede tener la humanidad, deriva de la posibilidad de que las actuales y futuras generaciones hagan elecciones diferentes a las que han desencadenado la entropía actual. Ello sólo es posible por la vía –dudosa- de la represión al límite o por un cambio de consciencia colectiva que conduzca al ser humano a pensar y actuar de una forma diferente, sin que haga falta el evidente y a veces infructuoso forcejeo que hoy se presenta, debido a las profundas contradicciones que emergen del choque de discursos, principios, lógicas, entre otras variables de la realidad social, política y económica, que en los escenarios territoriales locales, regionales y globales, hacen muy complicado el respetar al ambiente – en abstracto- cuando ni siquiera se respeta el derecho a la vida y a la salud de otros seres humanos –en concreto-. Asimismo, es difícil considerar la protección y conservación de los ecosistemas cuando prevalece la corrupción unida a la demanda inminente de rentabilidad financiera de carácter inmediato y a la concentración de la tenencia del suelo y de todos los beneficios de su explotación. Por otro lado está el problema de la pobreza. No es fácil despreciar la oferta natural bajo condiciones extremas de riesgo, cuando se está en un estado de inminente necesidad de supervivencia y de vulnerabilidad, no obstante existan presiones sociales o institucionales y se posean los conocimientos sobre las consecuencias posteriores. Finalmente, se torna muy complicado tomar decisiones correctas y actuar con coherencia, sino se cuenta con conocimientos, valores y habilidades, especialmente adquiridos y desarrollados para pensar y actuar distinto a lo tradicional. De ahí de que hablar de tomar decisiones y obrar en consecuencia, no sean asuntos fáciles cuando la cotidianidad del ser sucede en una realidad en la cual los tensores económicos y políticos ejercen presión en sentido contrario a las fuerzas que propenden por la libertad, la democracia, la equidad, el respeto por la vida - del otro (pares humanos) y de lo otro (la naturaleza) – por mencionar algunos temas clave para el desarrollo sostenible de todos en el planeta y no únicamente de las naciones industrializadas y de sus generaciones futuras. De lo expresado, deriva la necesidad de pensar en educar para el desarrollo humano como condición sine qua non del desarrollo sostenible o de cualesquiera áreas de interés. Al asumirlo así, la educación ambiental cobra un sentido que trasciende el carácter instrumental para posicionarse dentro de las aspiraciones prioritarias, aunque inherentes, de la formación integral.
Ello implicaría, claro está, la formulación de respuestas a profundos cuestionamientos al papel que cumple y a la forma como lo hace, el sistema socioeducativo, dadas las hondas crisis sociales que enfrenta la humanidad en diferentes contextos. Parte de estos cuestionamientos tendrían que incorporar la pregunta por el rol que vienen cumpliendo, en el marco de un modelo productivo globalizado fundamentado en el crecimiento, las tres principales instituciones a las que la sociedad encarga la “proyección” de su hombre y mujer: la familia, la escuela (incluida la universidad) y el Estado. En virtud de lo expuesto urge reflexionar en la necesidad de profundizar en la comprensión de lo que significa educar y sobre cómo, cuándo y dónde hacerlo. Para muchos la educación se asimila con instrucción y/o capacitación, pero si bien es cierto que el proceso de educación ambiental requiere que los seres humanos adquieran conocimientos científicos, estos solos no bastan. La formación integral del sujeto reconoce que la instrucción es un eje fundamental pues acerca al ser al mundo de las ciencias y por tanto de la erudición académica o científica. Desde una perspectiva ambiental estaríamos hablando de los conocimientos necesarios para problematizar el ambiente y la salud, y plantear soluciones técnicamente convenientes. Sin embargo, la formación integral también propone que un segundo eje se enfoque en la construcción de valores, maneras, actitudes y sentimientos, sobre cuyos resultados sea posible un hombre y mujer educados y no sólo eruditos. Este aporta a la problematización y propuestas anteriores, ingredientes éticos capaces de modificar las decisiones argumentadas sobre la base del discurso de las ciencias denominadas duras. Al respecto es interesante consultar al profesor Max Neef 6 o a Edgar Moran 7, sobre el asunto de la transdisciplinariedad en la formación. Proponen que en el abordaje de un problema complejo de la realidad, que para la academia es su objeto de estudio – el medio ambiente y la salud lo son, la educación ambiental también-, las distintas disciplinas tienen una tarea específica que deja reservada a la ética, la filosofía y la política la posibilidad se señalar lo que el ser humano debe hacer. Desde esta perspectiva, una educación que carece de postulados axiológicos y se centra sólo en el conocimiento, está incompleta. Finalmente, la formación sería inane, si el ser humano no desarrolla las habilidades de pensamiento, axiológicas y de acción que son necesarias para vivir y convivir – no sólo para el
trabajo como se predica hoy con frecuencia-, y para transformar de forma positiva la cultura y la sociedad. El proceso formativo así visto, implica inherencia al ciclo vital humano y de las sociedades mismas al mismo tiempo que reclama la participación protagónica del sujeto en formación, que a medida que crece ejecuta un acto de mayor apropiación de su existencia y rol social, haciendo de este un acto de liberación, clave para el despliegue de capacidades concernientes con la toma de decisiones de todo tipo, incluidas aquellas que determinan el desarrollo sostenible de los territorios o la relación positiva con los denominados recursos naturales. Para alcanzar un alto estado de eficiencia educativa en materia ambiental, las instancias del sistema social más importantes en la formación del sujeto, debieran estar alineadas y a ellas el proyecto educativo del Estado. Esto por supuesto sugiere una sólida cultura política y un contexto de democracia instituido. Dentro de las instancias o escenarios mencionados, se tiene que en la familia el ser humano realiza procesos de socialización primaria, que contribuyen al desarrollo de los primeros planos de su identidad y de su sentido de pertenencia a una sociedad y cultura específicas y por tanto a normas, maneras y valores que van a definir quién será como sujeto. Estos se reafirman en el proceso de socialización secundaria que continúa en la escuela y posteriormente en las distintas instituciones en donde desarrolla su existencia. A pesar de que siempre es posible re-aprender, es muy importante que en los primeros años el ser humano reciba la información básica –sobre todo ética- sobre la cual fundamentará, por demás, su relación consigo mismo, con otros seres humanos y con el medio ecológico. Como se ve, la ciencia juega un rol trascendente, pero también la tradición y la cultura en contexto dinámico y de transformación. De ambas, emanan los elementos necesarios para establecer un marco axiológico y gnoseológico congruente con las aspiraciones de una sociedad humana y ambientalmente sostenible. El principal obstáculo en este planteamiento sería empezar, pues al igual que otras variables del desarrollo, la educación es determinante pero también resultado del mismo. Es complejo y muy poco factible que una sociedad como la nuestra, de forma súbita o en un plazo razonable, dé lugar al cambio de un modelo que el sistema económico-político ha “tejido de forma meticulosa y paciente”, al menos que algunos agentes y actores del desarrollo generen mecanismos que aceleren la dinámica.
En síntesis, la educación ambiental puede entenderse como un componente de la formación integral que permite que en el proceso los individuos vayan construyendo una imagen de sí mismos, a la que articulan las características propias de la cultura en la que se encuentran inmersos conexos con los patrones de relacionamiento con el otro (sus pares humanos) y lo otro (la naturaleza). Es importante insistir en que el proceso educador, no cumple sólo funciones de transferencia de información, conocimientos o principios, por mencionar sólo tres de importancia fundamental para la pervivencia de la cultura pero insuficientes para su instauración o cambio. La educación debiera ser, fundamentalmente un proceso emancipador que libera al sujeto y a la sociedad, en tanto le permite participar en la construcción de su propio ser ético y político, para transformarse y transformar la cultura misma de forma consciente, provocando su evolución permanente. En relación con lo ambiental y sanitario, la educación, como formación integral, plantea el reto de construir sujetos capaces de relacionarse de forma respetuosa, inteligente y creativa con el medio natural y humano, en tanto la consciencia sobre un sentido de pertenencia –distinto al sentido de dominio del hombre sobre la naturaleza- y de obligada interdependencia, con las implicaciones que sobre la salud y el desarrollo humano y social tiene un ambiente enfermo. Ello implica que todo el sistema socio educativo trabaje para transformar las representaciones sociales –imaginarios, creencias, percepciones y prácticas-, aportando la evidencia científica, que nos impiden una “saludable” relación con el mundo del cual hacemos parte. Al respecto en diferentes encuentros mundiales por el ambiente y la salud, se identifica y nombra la educación ambiental como asunto clave, común y prioritario, en principio para el desarrollo sostenible, y cada vez con mayor trascendencia, inherente a la formación del ser humano. Haciendo un breve repaso de los diferentes encuentros internacionales ambientales en que se ha aludido el tema educativo9, se percibe cómo el concepto ha evolucionado tornándose más complejo –en el sentido sistémico- e interdependiente con los asuntos esenciales del desarrollo sostenible pero también del desarrollo humano, lográndose con ello posicionar la educación ambiental no sólo como instrumento o mecanismo sino como elemento clave de una necesaria nueva cultura. Los encuentros posibilitan que las discusiones allí planteadas y que responden a preocupaciones pero también a construcciones de los participantes, cobren un carácter político tal, que les permita influenciar los marcos normativos y de política de naciones, agencias y organismos.
Mediante la reiteración de dichas acciones la educación ambiental como concepto, teoría y práctica va ganando no sólo comprensión sino posicionamiento en las agendas ambientales mundiales, y aunque subsiste el reto de convertirla en parte del proceso formativo mundial, ya ha sido adoptada con la esperanza de que cumpla la función que su presencia anuncia. Ver el cuadro 1. Dentro de esta reflexión es vital incluir una disertación sobre el perfil del educador ambiental. En un contexto de educación formal, tiene implícitos varios importantes requerimientos que derivan en atributos deseables y necesariamente objeto de una efectiva administración por parte de la institución educativa. Ello, a no dudarlo, implica el manejo estratégico, más que de un docente, de un grupo de ellos, concebidos como organización a la cual se le asigna una tarea de formación integral que debe ser comprendida en toda su dimensión y complejidad, y, para cuya realización debe estar dotada con competencias, pero también con herramientas que posibiliten una adecuada gestión. El docente, parece obvio, debe ser un profesional solvente en saberes, pero sobre todo un mediador del proceso de adquisición de maneras, sentimientos, ética y actitudes, lo cual implica que él mismo se encuentre inmerso o lo haya estado, en una acción educativa que le haya permitido desarrollar su propio paradigma y estrategia pedagógico-didáctica. En el ámbito de la educación superior son varios los retos que deben superarse, sobre todo cuando en el contexto actual se ha posicionado la formación para el trabajo como primera prioridad de los programas de pregrado y postgrado, y si bien lo ideal sería que la universidad colombiana asumiera el reto de incluir metas en materia de desarrollo humano y sustentable en cualquier diseño curricular, se debe considerar que mucho de ellos deben hacerlo por obligación. En efecto, numerosos currículos responden a problemas de la realidad conectados con el asunto ambiental y sanitario de forma directa e indirecta. Para ellos los planteamientos anteriores sobre la inclusión de los criterios y parámetros de un proyecto de formación integral son válidos y pertinentes, de manera especial. Por esta razón, tan importante es el papel de la tradición como el de la ciencia. Mientras que la primera permite transmitir el saber cultural, la segunda pone al sujeto en contacto con el mundo del conocimiento científico y por tanto con el método y la técnica.
Acceder al mundo del conocimiento de carácter científico le permite al sujeto incorporar elementos nuevos que dinamizan sus representaciones sociales y prejuicios tradicionales sobre el tema ambiental y sanitario. De este diálogo de saberes, ciencia y tradición cultural, emergen las posibilidades de transformación y de re-construir la cultura misma, en una perspectiva más holística. A este respecto, la investigación juega un rol crucial: el producto de la investigación tiene la obligación de ampliar de forma progresiva las fronteras del conocimiento mediante explicaciones que superen las creencias y percepciones que aún hoy son adversas a los propósitos de la sustentabilidad ecológica, la sostenibilidad ambiental y el desarrollo humano de los territorios. En esa dinámica la investigación como instrumento permite ampliar el conocimiento sobre la naturaleza y los procesos ecológicos que posibilitan la vida sobre el planeta y la misma sobrevivencia de la especie humana, que se pone en riesgo cuando la actividad antrópica genera desequilibrios de los cuales, a menudo, se ignoran las consecuencias, precisamente por falta de información sobre el asunto en cuestión. Podrían citarse muchos ejemplos que aluden al hecho de actuar sin conocer las potenciales consecuencias de las acciones, por carecer de estudios sobre aspectos del sustrato ecológico o el medio social afectado o las características e implicaciones de las actividades humanas. En segunda instancia la investigación permite desarrollar el proceso de lectura de contexto que se requiere como condición irrenunciable para la formulación de un currículo pertinente y oportuno. En particular en el caso de la escuela la investigación se propone como una competencia básica que habilita al sujeto en formación para buscar respuestas siguiendo por lo menos, un razonamiento lógico más o menos estructurado que se podría consolidar a medida que avanza en el proceso formativo y que tendrá aplicaciones triviales a fundamentales durante toda la vida de la persona. Ello le posibilitará cuestionarse más allá de la cultura los asuntos de orden ambiental, y estructurar criterios de actuación sobre bases científicas e incluso éticas, en tanto contribuye con la cualificación de la capacidad de reflexión y de acción, no sólo individual sino colectiva, con lo cual se logran establecer mojones para el trabajo interdisciplinario y la participación interinstitucional e intersectorial –incluida la social, ciudadana y comunitaria-. Estas reflexiones plantean un reto: que la investigación sea entendida como necesaria habilidad de todo ser humano y como función substancial de la organización social a la que este pertenece como garantía de la “organización que aprende” y de la transformación cultural-, en particular
comunidades, grupos, empresas y sectores productivos, entre otras que incluyen la aspiración de una sociedad de alta capacidad reflexiva y crítica. Hay un ejercicio de articulación que debe proponerse, a fin de generar una complementariedad entre una investigación científica de alta rigurosidad epistemológica -con independencia política y ética de las influencias de los poderes económicos- y la investigación de la cotidianidad de las dinámicas y de los contextos sociales o corporativos. En el caso de la comunidad, enfoques cualitativos de corte crítico social, son propuestos por las ciencias sociales como métodos donde el objeto de estudio se transforma en sujeto de su propia experiencia, logrando de esta forma la incipiente emergencia social y política. Su aplicación a la educación ambiental, aunque es reciente, ofrece un enorme potencial para que la comunidad reflexione y formule preguntas sobre su realidad y contexto que deriven en soluciones especialmente enfocadas a su propia necesaria transformación y conviertan los territorios urbanos y rurales en escenarios pedagógicos, que se ajusten a la auto-denominación de “educados” y / o “educadores”.
5.
¿CÓMO ASIGNAR RESPONSABILIDADES PARA PROMOVER LA CULTURA DEL AGUA?
La promoción de una cultura del agua debe ser una gesta desarrollada de forma intersectorial, interinstitucional y trans-disciplinaria, que involucra recursos e instrumentos diversos, dentro de los cuales son clave las políticas públicas, la educación, la comunicación y la participación social y comunitaria. En Colombia la escisión sectorial ha redundado en que temas prioritarios como la salud pública, los servicios públicos domiciliarios y el ambiente atiendan a directrices particulares, que a veces no logran articular los intereses de todos los involucrados ni todos los temas prioritarios. En el caso del agua es fundamental orientar la política hacia objetivos que permitan ejecutar una gestión integrada del recurso hídrico, que considere aspectos como los mencionados y que permita mediante el sistema de acciones intersectoriales y transdisciplinarias orientadas hacia la explotación planificada y racional del factor hídrico, satisfacer con equidad la demanda humana y social de forma indefinida en el tiempo, sin afectar el balance ecológico de los ecosistemas que dependen del recurso, y que, paradójicamente, al mismo tiempo constituyen el garante de su conservación y disponibilidad futura. Dicha gestión integra niveles territoriales diferentes: locales, regionales y globales. Como recurso común a todos los pueblos, los esfuerzos por el uso equitativo y sostenible y por su protección, deben realizarse a diferentes escalas de forma coordinada, pues el agua en el planeta no se encuentra distribuida de manera uniforme, y existen millares de seres humanos que hoy enferman y mueren por su escasez o contaminación, mientras que otros explotan disfrutan de miles de metros cúbicos diarios para satisfacer necesidades suntuarias. En el contexto interno, en marzo de 2010, se emitió la Política Nacional del Recurso Hídrico, la cual incluye lineamientos técnicos de orden diverso, que no obstante, su inminente intención de articulación con las demás políticas ambientales, no tiene el alcance suficiente para lograr una función estratégica de coordinación. Lo mismo podría decirse de directrices programáticas que a su turno, enfocan aspectos que tienen relación directa con el tema del agua, como las políticas de residuos sólidos, de educación ambiental, de mercados verdes, entre otras, que son de más obvia relación que las políticas sanitarias, de servicios públicos domiciliarios o de otros sectores como el agropecuario, el minero
o el desastres que con frecuencia no incorporan con claridad los lineamientos de enlace necesarios para hacerlas más efectivas. Al respecto, es importante mencionar que la Constitución Política10 tiene como eje fundamental la familia, pero los lineamientos y desarrollos programáticos que materializan el cumplimiento del mandato, no incluyen la educación ambiental a pesar de la existencia de preceptos enunciados como derechos en algunos casos: la vida, la educación, un ambiente sano. En la práctica las políticas nacionales ambiental y de educación ambiental, han sido incorporadas con cuestionable eficiencia a la directriz de educación general de educación. Sin embargo, después de varios años, aún en muchas instituciones educativas del país, la formación ambiental no trasciende una asignatura sobre ecología, a pesar de la obligatoriedad que tiene el asunto, al ser definido por la Ley General de Educación de 1994 como proyecto pedagógico transversal. Se podrían citar aquí varios ejemplos más, que aportan evidencia sobre la existencia de instrucciones de obligatorio cumplimiento y de herramientas para trabajar que, a pesar de los esfuerzos no logran los fines propuestos debido a la incapacidad de integración del sistema de gestión. En particular, por el esfuerzo puesto en la corrección del problema de la falta de intersectorialidad e inter-institucionalidad, vale la pena mencionar el CONPES 3550 de 2008, en el que se consignan los lineamientos para una política de salud ambiental –el agua es uno de su principales objetivos-. La construcción de las directrices que consigna el CONPES 3550 respondió a un ejercicio de amplia participación de las instancias de planificación del país, pero seguramente encontrará serios tropiezos para que su implementación conserve las aspiraciones de trabajo coordinado entre sectores y actores. Plantear una lista de responsables y sus respectivos compromisos, como lo solicita la pregunta orientadora, sólo implica una pesquisa de las normas colombianas, que aunque defectuosa puede arrojar información para un buen comienzo. Pero el reto va más allá: como se dijo al principio, se debe cerrar la brecha que existe entre temas prioritarios de agenda política y social, que por su conexión deben trabajarse articulados aunque ello implique pensar en un modelo distinto de la gestión pública y del sistema político institucional a cuya lógica atiende.
A no dudarlo dentro de un sistema de gestión integrada del recurso hídrico, la responsabilidad mayor con el reto de cambio de la cultura es de aquellas estructuras, agentes y actores que se encargan de la formación. Así, el primer convocado debe ser el sistema social formativo del cual hacen parte la familia como escenario de socialización primaria y la escuela, entendida como sistema educativo. Sin embargo, su labor no será efectiva sin el concurso coordinado de los otros sectores y sin la inclusión del tema ambiental y sanitario como un reto integrado de formación.
6.
¿QUÉ POLÍTICAS PÚBLICAS DEBEN ADAPTARSE PARA IMPULSAR LA CULTURA DEL AGUA?
En coherencia con la anterior exposición, se sabe que en Colombia existen numerosas políticas públicas de valiosos contenidos que pueden aportar al tema del agua y especialmente al relacionado con la construcción de una cultura favorable a su uso racional y equitativo, protección y conservación. Entre ellas merecen ser parte de la lista de directrices que deben estudiarse con fines de articulación, para mejorar su pronóstico de efectividad: •
La Política Nacional de Educación Ambiental de 2002
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La Ley 115 de 1994 o Ley General de Educación,
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La Ley 99 de 1994 por medio de la cual se crea el SINA
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La Política Nacional del Recurso Hídrico de 2010
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La Ley 373 de 1997 sobre uso eficiente y ahorro del agua.
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Política Nacional de Investigación Ambiental de 2001
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Política de Gestión Ambiental Urbana de 2008
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La Política Nacional de Salud ambiental que emane del CONPES 3550 de 2008
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El Plan Estratégico Nacional de Mercados Verdes.
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Política Nacional de Producción Más Limpia de 1997
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Política Nacional de Producción y Consumo Sostenible. 2010
Todas las anteriores incluyen, además del tema del agua, elementos relacionados con la educación ambiental o la promoción de la cultura ambiental en diferentes escenarios, que incluyen los de producción de bienes y servicios. Es fundamental hacer notar que en un sentido práctico la política ambiental direccionada hacia la sostenibilidad y sustentabilidad ambiental adquiere la fisonomía de la más importante política de territorio, y en esa medida se convierte en una directriz compleja que demanda un sistema de planificación integral e integrador de diferentes asuntos como el tema fiscal, económico,
productivo y de mercado, el tecnológico, las relaciones internacionales o entre regiones o municipios, la seguridad y soberanía alimentaria, entre otros, indispensables para la garantía a la supervivencia, al bienestar y el desarrollo social equitativo, a los que debe ser transversal el reto educativo y de transformación cultural. Ello demanda un gran esfuerzo de carácter intersectorial y de coordinación entre las autoridades competentes y los agentes y actores del desarrollo local que tiene asignadas las funciones de ejecución de la política o de la ley. Igualmente la participación de gremios, sectores productivos, científico y de la comunidad, representada en las diversa culturas asentadas en el territorio.
Cuadro 1. Definiciones y categorías de la educación ambiental según distintos autores CONPES,(91-94), señala a “ La educación ambiental como estrategia fundamental para reducir las tendencias actuales de destrucción y para el desarrollo de una nueva concepción de la relación sociedad naturaleza, al igual que plantea mecanismos globales y locales para orientar los procesos educativos y lograr los impactos deseados” Conferencia de Educadores Africanos celebrada en Mombasa, Kenia, en 1968, elaboraron el siguiente concepto de Educación Ambiental: "Para promover una toma de conciencia y de comprensión de la evolución del medio social y físico en su totalidad, sus recursos naturales, artificiales, culturales y espirituales, junto con el uso y la conservación racionales de esos recursos para el medio" Ley de los Estados Unidos de América, the enviromental Education Act, 1970, la define como: "El proceso educativo que se ocupa de la relación del hombre con su entorno natural y artificial, incluida la relación de la población, la contaminación, la distribución y el agotamiento de los recursos, la conservación, el transporte, la tecnología y la planificación rural y urbana con el medio humano total" OEA, 1971, "La Educación Ambiental implica una enseñanza de juicios de valor que capacite para razonar claramente sobre problemas complejos del medio que son tanto políticos, económicos y filosóficos como técnicos". (UNESCO, 1970, París), "La educación ambiental es el proceso que consiste en reconocer valores y aclarar conceptos, con objeto de fomentar las aptitudes y actitudes necesarias para comprender y apreciar las interrelaciones entre el hombre, su cultura y su medio biofísico;
La educación ambiental entraña también la práctica en la toma de decisiones y en la propia elaboración de un código de comportamiento con respecto a la cuestiones relacionadas con la calidad del medio ambiente". Torres 1995, la define “como el proceso que le permite al individuo comprender las relaciones de interdependencia con su entorno, a partir del conocimiento reflexivo y crítico de su realidad biofísica, social, política, económica y cultural para que, a partir de la apropiación de la realidad concreta, se puedan generar en él y en su comunidad actitudes de valoración y respeto por el ambiente”. Múnevar, 2009, conceptualiza; “la educación ambiental constituye un agente que permite apropiar, difundir y transferir el conocimiento, pues no basta con conocer y tener información sobre la importancia del medio, ambiente y su legislación, es necesario desarrollar estrategias didácticas que permitan transferir ese conocimiento mediante recursos educativos, para asegurar la enseñanza de las normas para su efectivo cumplimiento” MEN 1995, “La educación ambiental es el trabajo educativo integrado a la vida del barrio, a la solución de problemas, a la cotidianidad de la familia” Sepúlveda y Tobasura 1997, “la educación ambiental es formar ciudadanía consciente e interesada en el medio ambiente total y sus problemas asociados, que tenga el conocimiento, las actitudes, las motivaciones, el compromiso y las aptitudes para trabajar en forma individual y colectiva hacia la solución de problemas actuales y la prevención de otros nuevos” Sepúlveda y Tobasura 1997, dicen que: “La educación ambiental, más que el estudio cognoscitivo de las relaciones ecológicas y ecosistémicas de los seres vivos, debe proporcionar a las personas la oportunidad de incrementar su propia sensibilidad ante los problemas ambientales” La UNESCO: “la educación relativa al ambiente se concibe como un proceso permanente, en el cual los individuos y la colectividad toman conciencia sobre éste y sobre los conocimientos, los valores, las competencias, la experiencia y la voluntad que les permiten actuar, individual y colectivamente, para resolver los problemas actuales y futuros del ambiente” UNESCO en 1993: “la educación para el desarrollo sostenible debe promover la utilización creativa y efectiva del potencial humano y de todas las formas de capital para asegurar un crecimiento económico rápido y más equitativo que reduzca el impacto ambiental”
Torres, 96, “La Educación Ambiental debe ser considerada como el proceso que le permite al individuo comprender las relaciones de interdependencia con su entorno, a partir del conocimiento reflexivo y crítico de la realidad biofísica, social, política, económica y cultural, para que, a partir de la apropiación de la realidad concreta, se puedan generar en él y en su comunidad actitudes de valoración y respeto por su ambiente. Estas actitudes, por supuesto, deben estar enmarcadas en criterios para el mejoramiento de la calidad de vida y desde una concepción de desarrollo sostenible” Michael COHEN 1989, citado MEN 1994, propone que “la educación ambiental debe ser un proceso que permita desarrollar una sensibilidad hacia la naturaleza y un conocimiento de su realidad a través de nuestros sentidos, buscando formar conciencia que nosotros hacemos parte de ella”.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
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Social 3550: Lineamientos para la formulación de la política integral de salud ambiental con énfasis en los componentes de calidad de aire, calidad de agua y seguridad química. Bogotá, D.C.: 2008 10. Ministerio del Medio Ambiente. Plan Estratégico Nacional de Mercados Verdes. Bogotá.D.C.: 2002 11. Ministerio de Medio Ambiente. Programa de Producción Limpia. Política Nacional de Producción más Limpia (Propuesta presentada al Consejo Nacional Ambiental) Santa Fé De Bogotá.:1997. 12. República de Colombia. Ministerio de Medio Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial. Viceministerio de Ambiente. Política Nacional de Producción y Consumo Sostenible. “Hacia una cultura de consumo sostenible y transformación productiva”. 2010. 13. González A., Elvia María. Diferentes documentos de trabajo del “Diplomado en didáctica y diseño curricular en educación superior”. Facultad Nacional de Salud Pública. Universidad de Antioquia. 2009. 14.
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