VIDA PARROQUIAL El próximo viernes, día 21, comienza el TRIDUO a S. ANTONIO Mª CLARET. El domingo 23 tendremos a las 13:00 h. la CELEBRACIÓN DEL ENVÍO. El lunes 24, fiesta del P. Claret, a las 19:30 h. tendrá lugar la MISA JOVEN en honor del santo.
Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo. (Eduardo Galeano)
“Siempre he tenido una cosa clara: al lado del que sufre siempre debe haber alguien que ame” (Andrea Méndez Mollá)
“Lo más importante no es lo que hacemos, sino el amor que ponemos en lo que hacemos”. (M. Teresa de Calcuta)
PARROQUIA CORAZÓN DE MARÍA GIJÓN www.pacomargijon.org
Avda. Pablo Iglesias, 82
985 37 09 44
EL RINCÓN DEL PÁRROCO
Domingo XXIX Tiempo Ordinario
Ciclo C
16-10-2016
¡SIN DESANIMARSE! Muchas veces nos cuesta, sobre todo cuando no conseguimos nuestros objetivos, cuando las situaciones que nos desesperan no terminan de arreglarse, cuando fallamos y tropezamos una vez más con la misma piedra, cuando no vemos la luz al final del túnel… Es la invitación de Jesús en este domingo: “orar sin desanimarse”. La parábola que utiliza Jesús es graciosa: si un juez injusto, pasota, desmotivado, atiende la petición de una mujer desesperada sólo para que lo deje en paz, nuestro Padre Dios, que es todo lo contrario, justo, apasionado por nosotros y deseoso de que lleguemos a Él, ¿no nos atenderá amorosamente? Claro que sí, se deshace por nosotros, se muere de ganas porque hablemos con Él, eso es orar: hablar con Dios, “estar a solas con Aquel que sabemos nos ama”, dice Santa Teresa. Orar, dialogar con Dios, nunca ha sido tarea fácil. Un santo la definió como un encuentro al que acudes como a una danza (con alegría) pero en el que te mantienes como en un combate (luchando contra las distracciones). Por eso no hay que desesperar, hay que ser constante en la oración. No porque Dios sea terco o esté un poco sordo, sino porque el entrenamiento de la oración, su práctica, pone en forma nuestro ser espiritual. Orar en casa, en la iglesia, en el autobús, caminando o mirando al mar. Habla con Dios de corazón a corazón, como a un amigo, porque es un ser que te conoce y te ama más de lo que imaginas. Exprésale tus preocupaciones, desahógate con Él si lo necesitas, preséntale a las personas o situaciones que más necesitan de su amor. Él no es un juez injusto o pasivo, como el de la parábola, Él te ama y quiere encontrarse contigo en la oración. No te desanimes cuando no consigas orar con toda la paz y concentración, sigue practicando. P. Juan Lozano, cmf.
TU PALABRA ME DA VIDA
¿PARA QUE SIRVE REZAR?
1ª lectura: Éxodo 17, 8-13
Orar siempre sin desanimarse
En aquellos días, Amalec vino y atacó a los israelitas en Rafidín. Moisés dijo a Josué: - Escoge unos cuantos hombres, haz una salida y ataca a Amalec. Mañana yo estaré en pie en la cima del monte con el bastón maravilloso en la mano. Hizo Josué lo que le decía Moisés y atacó a Amalec; Moisés, Aarón y Jur subieron a la cima del monte. Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel; mientras la tenía bajada, vencía Amalec: Y como le pesaban las manos, sus compañeros cogieron una piedra y se la pusieron debajo para que se sentase; Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así sostuvo en alto las manos hasta la puesta del sol. Josué derrotó a Amalec y a su tropa, a filo de espada.
2ª lectura: 2 Timoteo 3,14-4,22
Querido hermano: Permanece en lo que has aprendido y se te ha confiado; sabiendo de quién lo aprendiste, y que de niño conoces la Sagrada Escritura: Ella puede darte la sabiduría que por la fe en Cristo Jesús conduce a la salvación. Toda Escritura inspirada por Dios es también útil para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la virtud: así el hombre de Dios estará perfectamente equipado para toda obra buena. Ante Dios y ante Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos te conjuro por su venida en majestad: proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta con toda comprensión y pedagogía.
Evangelio de San Lucas 18,1-8
En aquel tiempo, Jesús, para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: - Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: «Hazme justicia frente a mi adversario»; por algún tiempo se negó; pero después se dijo: «Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esa viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara.» Y el Señor respondió: - Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?, ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?
No es algo casual que el hombre moderno haya ido perdiendo su capacidad de invocar a Dios y dialogar sinceramente con Aquél que es la fuente de nuestro ser y nuestro vivir. En una sociedad en la que prevalece como criterio casi único de valor las cosas los dividendo que produce, surge ineludible esta pregunta: ¿Para qué sirve rezar? Se diría que entendemos la oración como un medio más, un instrumento para lograr unos objetivos determinados. Lo importante para nosotros es la acción, el esfuerzo, el trabajo, la programación, las estrategias, los resultados. Y, naturalmente, orar cuando tenemos tanto que hacer nos parece «perder el tiempo». La oración pertenece al mundo de «lo inútil». Pero mira por dónde, esta visión del hombre actual nos puede ayudar a descubrir el verdadero valor de la oración cristiana. De alguna manera, es cierto que la oración es «algo inútil» y no nos sirve para lograr tantas cosas por las que nos esforzamos día tras día. ¿No es «inútil» el gozo de la amistad, la ternura de unos esposos, el enamoramiento de unos jóvenes, el cariño y la sonrisa de los hijos, el desahogo con la persona de confianza, el descanso en la intimidad del hogar, el disfrute de una fiesta, la paz de un atardecer..? ¿No son estas experiencias el aliento que sostiene nuestro vivir? Sería una equivocación reducir la eficacia de la oración al logro de las peticiones que salen de nuestra boca en una situación concreta. La oración cristiana es «eficaz» porque nos hace vivir con fe y confianza en el Padre y en solidaridad incondicional con los hermanos. La oración es «eficaz» porque nos hace más creyentes y más humanos. Abre los oídos de nuestro corazón para escuchar con más sinceridad a Dios. Va limpiando nuestros criterios, nuestra mentalidad y nuestra conducta de aquello que nos impide ser hermanos. Alienta nuestro vivir diario, reanima nuestra esperanza, fortalece nuestra debilidad, alivia nuestro cansancio.El hombre que dialoga constantemente con Dios va descubriendo dónde está la verdadera eficacia de la oración y para qué sirve rezar. Sencillamente, para vivir.