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Los ladrones de talentos

Los grandes olvidados Javier Hernández

LADRONES DE TALENTO (VIII)

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Como indiqué en la primera parte de esta mini-serie, dentro de la macro-serie “Los grandes olvidados”, desde hace varios siglos otros países no solo han denigrado los logros españoles, e incluso los han desprestigiado, sino que además nos han querido arrebatar el mérito de nuestros éxitos. En la presente y las siguientes entregas podrás informarte sobre alguno de estos robos de talento.

Tras analizar, en anteriores entregas, algunos adelantos técnicos, aspectos políticos, grandes descubrimientos, gestas geográficas, avances en la cocina y algunos logros relacionados con el empoderamiento de la mujer, en los que España fue la primera, en la presente me centraré en indicar otras proezas y noticias que aún no he mencionado.

Hazaña guerrera.

Mucho se habla de la hazaña del rey espartano Leonidas, que se enfrentó en las Termópilas al ejército persa de Jerjes, de doscientos mil soldados, con tan solo trescientos compatriotas. Lo que no se cuenta es que en realidad las tropas aliadas griegas estaban nutridas por más de siete mil soldados además de los espartanos (11.200 según en historiador griego Pausanias), los cuales defendían un estrecho paso, y hay que recordar que defender una posición (y más de estas características) es

más fácil que atacarla. No hay que desmerecer su hazaña, pero creo que existe otra que es mucho mayor… Poco se habla (y se valora) de la hazaña realizada por el español Francisco de Pizarro, que en 1532, con tan solo ciento sesenta y siete soldados, se enfrentó a cuarenta mil guerreros incas, con la simple ayuda de unos pocos cañones, sesenta caballos y algún arcabuz. Lo que es impresionante, además de la diferencia numérica entre las huestes, fue que en tan solo dos horas venciesen la batalla y se capturase al soberano del imperio inca: Atahualpa, lo cual constituye, según muchos historiadores, la mayor gesta bélica de toda la historia de la humanidad.

Integración.

Los españoles, al contrario que otras naciones, consideraron como iguales a los indígenas de los territorios conquistados, tanto es así que, en vez de convertirse en genocidas, como pasó en Estados Unidos con los indios americanos, y en Australia, con los aborígenes, los españoles se unieron con la población indígena, siendo el primer mestizo americano Martín Cortés, hijo de Hernán Cortés y de la princesa Malinche (que tras su bautismo se llamó doña Mariana); Martín, nacido

en 1523, fue considerado como hijo legítimo por la bula del Papa Clemente VII en 1528, abriendo el camino a miles de mestizos, españoles de pleno derecho.

Empresas emprendedoras.

En cuanto a empresas españolas innovadoras, pondré el ejemplo de la “Factoría Ybarra”, conservera del pueblo sevillano de Coria del Río, que envasaba caviar a las mismas orillas del Guadalquivir, pues se nutría de los esturiones que habitaban en sus aguas, a los que los andaluces le llamaban “sollos”. Si hacemos caso a los expertos gourmet, la calidad del producto era excelente y no tenía nada que envidiar ni al ruso ni al conseguido en el Mar Caspio, aunque, por el contrario, el precio fuera caro, debido principalmente a la escasez de la producción (entre 1932 y 1965 tan solo unas 16 toneladas de caviar).

Desgraciadamente, dichas conservas se dejaron de comercializar en 1965, debido sobre todo a la construcción de la Presa de Alcalá del Río en 1930 a la que se le sumó la Presa de Cantillana en 1956, lo cual hacía inviable el hábitat del esturión, ya que cerraban el paso al área de desove, lo cual forzó un cambio en el ecosistema del caudal; aunque durante los años que se pudo comercializar este caviar se consiguieron unos pingues beneficios, tantos que en este siglo se está estudiando restaurar el hábitat y reintegrar los esturiones europeos a la zona.

El tabaco.

La primera mención del tabaco hecha por un europeo se encuentra en el diario del primer viaje de Cristobal Colon, en 1492, siendo el español Rodrigo de Jerez el primer europeo en llevar a Europa el tabaco para su consumo, tanto fumado como inhalado en polvo, a finales del siglo XV. A comienzos del siglo XVI, el embajador francés Jean Nicot descubrió en la Farmacia Real de Lisboa una planta (de tabaco) que podía usarse como remedio medicinal inhalado en polvo (que fue llamado “rapé”) gracias a uno de sus compuestos (el alcaloide que hoy conocemos con el nombre de nicotina, en honor a su nombre). La planta fue llevada a Francia en 1560, llamada “nicotiana tabacum” en su honor, y se hizo famosa rápidamente en toda Europa, atribuyendo (como no) su origen a Francia, aunque, curiosamente, el comercio de esta planta era un monopolio español. En España, como siempre innovadora, encontramos la primera prohibición del tabaco (en forma de rapé), la cual se hizo efectiva en las iglesias, en el siglo XVII, por orden de Bartolomé de la Cámara, obispo de Granada, que estaba harto de escuchar estornudos de aquellos que lo inhalaban en polvo durante la celebra-

ción de los santos oficios.

Y un dato más, el cigarrillo de tabaco también tiene origen español, concretamente sevillano, cuando en el siglo XVII se aprovecharon los restos de los cigarros puros para picarlos, envolverlos en un fino trozo de papel y consumirlos aquellos que no se podían permitir el lujo de comprar los hoy día llamados “habanos”.

El primer cómic de artes marciales.

Se afirma que el pri- mer cómic de artes marciales fue el número 15 de “Special Marvel Edition” (diciembre de 1973), en donde se introducía el personaje de Shang-Chi. Hay que reconocer que este personaje es uno de los primeros héroes marciales del cómic y es tan importante para la factoría Marvel que incluso tiene su propia película, estrenada en el verano de 2021, pero el que sea significativo no indica que sea el primero, pues en julio de 1966, en el número 326 de la colección “Adventure Comics”, la editorial de la competencia, la D.C. Comics, ya introdujo a otro héroe marcial: Karate Kid (que no hay que confundir con la película de Miyagi y sus secuelas).

Pero ni siquiera este ejemplar fue el primer cómic de artes marciales, pues el primero no fue estadounidense sino español, ya que un año antes, en 1965 se comenzó a editar por una editorial madrileña (Gráficas Atocha) la colección “El Yudoka”, con un precio de una peseta y cincuenta céntimos, 24 páginas en blanco y negro y formato apaisado. En esta colección podíamos seguir las andanzas de un occidental que usaba el Judo como sistema de autodefensa en su lucha contra el hampa, en historias que mezclaban lo detectivesco con las tramas de espionaje.

La colección solo duró poco más de una decena de números, en algunos de los cuales podía verse publicidad del decano gimnasio Bushidokwai, de Madrid, propiedad desde hace unos años del grandísimo maestro

Macario García Jiménez. (Si deseas saber más sobre todo esto, te recomiendo mi obra: “El cómic de artes marciales en España”, distribuida por Amazon, en donde analizo sesenta años de este subgénero gráfico).

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